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Jóvenes, coca y amapola: Un estudio sobre las transformaciones
socio–culturales en zonas de cultivos ilícitos
Juan Guillermo Ferro, Graciela Uribe, Flor Edilma Osorio, Olga Lucía Castillo
IER - Facultad de Estudios Ambientales y Rurales - Universidad Javeriana
Capítulo
4
Jóvenes y juventud en zonas de cultivos
de coca y amapola
La juventud es una construcción social que se redefine en el tiempo y el espacio sociocultural[1]. El concepto de juventud o de joven carece de contenido por fuera del contexto histórico y sociocultural. De hecho, la juventud es una condición histórica, en la medida en que va modificándose en el tiempo y en la medida en que se transforman las circunstancias, los pensamientos, los paradigmas, las necesidades en los niveles macrosocial y microsocial, incluyendo la propia historia familiar y personal.
De esta forma, adquiere una condición situacional que tiene que ver con el grupo o los grupo de referencia desde donde se ubique a los jóvenes. ¿Es un joven negro de estrato socioeconómico alto? ¿Es una joven indígena en las selvas del Vaupés? ¿Quizá se trata de un joven campesino de Nariño? ¿O de una joven de estratato bajo de un cinturón de miseria como Cantaclaro en Montería? El carácter situacional implica asumir una diversidad de condicionantes que van desde el género, hasta lo étnico, el estrato socio-económico, la localización urbana, suburbana o rural, que complejizan aún más los referentes de identidad, alcances y restricciones.
El género, es una de las primeras condicionantes a través de la cual se establecen y viven de manera diferenciada cualidades, posibilidades, tiempos y ritmos para hombres y mujeres. La juventud, a la vez que recoge los límites y mandatos recibidos por las niñas y los niños, exige mayores afirmaciones de sexo y género tanto para los mismos jóvenes, como para los adultos imbuídos en su papel de formadores, controladores y educadores. Algunos referentes entran a determinar con mayor fuerza que otros la construcción de las identidades de los jóvenes que, de ninguna manera, constituyen una categoría homogénea.
El concepto de juventud es relacional en cuanto debe mirarse en el contexto de los procesos sociales generales y en las múltiples interrelaciones con los grupos e instancias que no son jóvenes. “Siempre se es viejo o joven para alguien”[2]. Además, las expresiones juveniles no pueden ser autocomprendidas, y requieren entenderse y ubicarse en un campo social más amplio en donde adquieren sentido. Ser joven corresponde a un grupo de población en tanto unidad cultural, que sin embargo no es homogénea por cuanto se construye desde varios ámbitos que lo van definiendo y redefiniendo. Por una parte, está el ámbito endógeno, desde los mismos jóvenes, quienes guardan en sí mismos una gran diversidad étnica, de género, de clase, de actividad y de localización, y quienes van generando expresiones, símbolos, entre otros. Y por otra, está el ámbito exógeno, referido a los demás grupos de edad, de etnia, clase, género y localización, con los cuales mantienen vínculos e influencias diversas. La concepción de juventud es una construcción social que produce a la vez realidades, en la medida en que los sectores juveniles llegan a asumirse desde tales categorías que han sido concebidas para ellas y ellos.
La juventud, es decir la construcción social así denominada, adquiere sentido y significado tanto por las condiciones objetivas de la estructura social particular, como por las relaciones simbólicas que la sustentan[3]. El concepto de joven modifica y es modificado en cuanto a la demarcación de las fronteras de la edad[4], con lo cual se reacomoda la pirámide poblacional[5]. Así mismo, la movilidad en sus límites se va ajustando a las condiciones estructurales, que tienen que ver con transformaciones en los sectores productivos, la pobreza, las migraciones, la importancia de la educación formal y del uso del tiempo libre, los avances científicos, entre otros. La juventud como concepto cultural surge en Colombia a la par con el modelo de desarrollo urbano industrial, que transforma las relaciones existentes entre familia y trabajo, para delegar a una tercera instancia, la escuela, el proceso de socialización y de formación de mano de obra.[6] La denominada “redistribución de la juventud” sin embargo, se dio de manera desigual para los habitantes del campo y de la ciudad. Esto ha hecho que mientras en el campo a los diez años se deja de ser joven, en las clases medias y altas de las ciudades, la juventud llegue hasta los 25 años[7]. La definición del término de la juventud está dada por el acceso al trabajo y las responsabilidades, por las exclusiones y autonomías que esto implica. Ahora bien, si este es uno de los principales indicadores, la realidad muestra que son muchos los jóvenes que siendo cronológicamente tales, se pueden situar en otros ciclos de la vida en razón de sus actividades socioeconómicas.
Los jóvenes constituyen un grupo social marcado por la edad y la temporalidad. Es un grupo sujeto al paso del tiempo, que va renovándose permanentemente en su interior y que, a la vez, se mantiene dentro de la sociedad. Quizá, por eso mismo, la juventud no ha se considerado suficientemente como una etapa que tiene sentido en sí misma, sino que se la ha valorado como un medio para preparación para el ejercicio de roles ocupacionales y familiares adultos. De ahí su equivalencia como tiempo de socialización, de afianzar la formación que se inicia en la infancia, de prepararse para entrar a asumir las responsabilidades de la edad adulta, en los niveles económico, político y social. “Considerar la juventud como etapa de transición es una forma adicional de marginación”[8].
Es claro, entonces, cómo los jóvenes constituyen un grupo central y definitivo en el proceso de hibridación cultural -en términos de García Canclini-, entre generaciones y también entre culturas distintas. Sin embargo, son diversas las valoraciones que se hacen con respecto al papel de los jóvenes en el cambio social. Mientras unos opinan que los jóvenes han sido gestores y animadores de importantes cambios culturales y generadores de nuevas utopías, junto con los movimientos feministas, étnicos y ambientales, otros afirman que los jóvenes siguen condenados a la proscripción y a a la invisibilidad sin respuestas ni propuestas[9]. Para Colombia la preocupación del “No futuro” de los jóvenes se ha manifestado de diversas formas. De manera más reciente, se ha puesto sobre el tapete el problema de la “generación X” identificada por la primacía de las aspiraciones personales, que tienen su anclaje en los límites estrechos del grupo inmediato de referencia y sin mayor pretensión sociopolítica.[10]
Teniendo como trasfondo las anteriores reflexiones sobre los jóvenes y la juventud, en términos generales, pasamos ahora a recoger discusiones y evidencias sobre la concepción, significación y tipologización de los jóvenes como grupo social en las zonas de cultivo de coca y amapola.
“Aquí hay muchos jóvenes pero no hay juventud”. Esta frase, lanzada sin mayores pretensiones pero con la certidumbre de una verdad, recoge con enorme realismo la presencia/ausencia de los jóvenes y de la juventud en las zonas de cultivos ilícitos estudiadas. Si bien constituyen demográficamente uno de los grupos de mayor afluencia migratoria en estas zonas, y aunque la aventura forma parte de las motivaciones de los jóvenes que trabajan y viven en dichos territorios, sus experiencias vitales han estado marcadas por la salida prematura del lado de sus familias de origen, las condiciones laborales y la prematura iniciación de relaciones de pareja, situaciones que constituyen responsabilidades importantes para ellos.
Desde la literatura de las distintas disciplinas se ha ido construyendo una caracterización del joven, y por ende, de la juventud, como etapa del ciclo vital humano. De esta manera, ser joven se ha identificado con una posición definida por la edad, unas características biológicas y psicosociales y unos patrones de referencia sobre el deber ser de esta edad, no solo dentro del curso de la vida de una persona, sino del papel que cumple este grupo etáreo en el proceso histórico de una sociedad.
De acuerdo con la perspectiva evolutiva del desarrollo biológico y psicosocial del ser humano, la juventud es la etapa que le sigue a la infancia y que precede a la edad adulta[11]. Sin embargo, se registran algunas subetapas. La línea inicial de la juventud se ubica en la pubertad, tiempo en el cual se empiezan a definir con mayor claridad los cambios propios del desarrollo biológico y sexual en hombres y mujeres, y en el cual surgen cambios importantes en la personalidad, el comportamiento y las actitudes. La adolescencia, se inicia con la pubertad, pero implica un concepto mucho más amplio de la persona, mediado por un cambio radical frente a la existencia, que compromete el ser social del individuo, su identidad y su estructura personal total[12]. A continuación vendría la juventud, propiamente dicha. Sin embargo, la delimitación del ingreso y salida de tal etapa, mirada en función de su papel de preparación para la vida adulta, es variable según las distintas realidades de estrato social, género, etnia, residencia en el campo y la ciudad, posibilidades, oportunidades, restricciones y exigencias. Esto conlleva una sutil y móvil frontera de la juventud con el ciclo de la infancia, y el ciclo de la adultez. Se puede prolongar o se puede acortar por razón de la maternidad y/o paternidad, por las mayores o menores expectativas de vida para algunos grupos sociales, por la deserción escolar “temprana”, la extensión de la escolaridad, el ingreso al mercado laboral, formal e informal, entre otros factores[13].
En virtud del carácter situacional e histórico ya señalado, indagamos por los criterios, fronteras y percepciones que manejan los distintos jóvenes, campesinos, colonos e indígenas de estas zonas donde se producen cultivos de coca y amapola.
cuando consiga mujer, ya tomo mas seriedad, tengo 17 años. Yo creo que con mujer coge uno mas seriedad; ya uno no va hacer lo mismo uno no va a recochar lo mismo, claro por que uno tiene sus mañitas y a ella no le va a gustar. Ya le tiene que dar ejemplo al hijo.
Sin embargo, la maternidad tiene implicaciones mayores para las mujeres frente a la percepción que se tiene de su juventud: “Así tengan 15 años pero si tienen hijos ya uno las trata como señoras”[14].
La edad también cuenta.
Viene siendo por la edad, porque la madurez va por otro lado, porque a mi me parece que la madurez es la responsabilidad. Que entre más viejo va cogiendo mas conocimiento, o sea que cuando llegue a ser una persona madura será por los 30 años, que ya va saliendo de joven y va pasando a otras cosas [15].
Así mismo, tiene que ver con el comportamiento con los demás pues
viene de la responsabilidad y las capacidades de cada persona. Por menos, un muchacho que empieza a formarse repelente sea grosero atarban y uno le dice que ese es un chino, un repelente, un fuche, pero si empieza a respetar a las personas, a tratarlas mas serias, es joven”.[16]
Es allí cuando se abren distintas agrupaciones pues puede haber jóvenes serios, responsables, buenos trabajadores y otros que no lo son.
Para los raspachines la alegría es un factor importante. De hecho establecen muy buenas relaciones de camaradería con personas mayores de 25 años, que realizan las mismas tareas y que son “recocheros”. Pero también es cierto que las obligaciones lleven a que “uno se limite en la recocha. Claro que hay gente de 35 0 40 años que recocha”. Esta actitud permanente puede tener también distintas percepciones y significaciones por género. En un colegio las jóvenes señalaron como un factor poco atractivo la ”recocha pesada” de los hombres jóvenes, en tanto que éstos lo mostraron como una de las mayores virtudes de sus amigos.
Pero además, el factor de personalidad individual hace que “cada persona tenga sus temporadas”, las cuales tienen distintos ritmos e intensidades según las experiencias vividas y la salida más o menos prematura del hogar. Y que por efectos de la experiencia que los raspachines han venido recogiendo en sus múltiples travesías por distintas fincas, municipios y regiones, hayan tenido experiencias de manera precoz.
Por lo menos la juventud aquí dedica la plata a lo que vulgarmente se dice la prostitución; entonces una persona de esas a la edad de 16, 17 años ya ha estado donde ha estado, ha conocido muchas cosas, lo bueno y lo malo, y ya piensan eso no me sirve a mí, por que yo tuve tomando traguito por hay, en discotecas, en problemas cosas así.[17]
En este sentido el aprendizaje acelerado en materia de sexualidad estaría facilitando las uniones conyugales a temprana edad, ante la evidencia que se ha “madurado muy rápido”.
Desde estos referentes planteados por los jóvenes, encontramos que en los dos grupos el criterio que prima para definir cuándo se deja de ser joven es el cambio del papel de hombres y mujeres dentro de la familia, al asumir unos y otras responsabilidades de tipo marital y paternal/maternal. Pero no es el único y tampoco es un criterio excluyente. Así, se autoperciben como jóvenes en el momento de un reagrupamiento generacional, con lo cual el factor cronológico de la edad, entra a determinar límites. Por otra parte, se indican características de comportamiento que no siempre se relacionan con la edad: la madurez, la responsabilidad y el respeto a los demás, constituyen formas de ser que pueden o no darse en una misma persona pero que están definiendo el salto entre niños y jóvenes y la recocha, que podría significar una diferenciación entre jóvenes y adultos. Como se puede apreciar, la autocomprensión de su condición de jóvenes, aunque tiene unos vectores centrales, está signada por una enorme flexibilidad que tiene que ver con combinaciones un tanto impredecibles en las distintas personas, pero que es también incierta en una misma persona.
Pese a esta definición de sí mismos, la preocupación por la ausencia de juventud sigue estando presente para muchos.
Al no haber juventud, no hay ilusión de vida. Por no haber juventud es que la persona piensa tantas cosas bonitas, como de progreso, comienza a pensar para luego practicar. En cambio aquí no hay eso. A aprender a trabajar porque no hay más que hacer.[18]
Los sectores juveniles han existido en las diversas sociedades y en todos los tiempos de manera independiente con respecto a la determinación de límites, de papeles asignados y de características sobre el deber ser. Como realidad, han formado parte de las distintas sociedades aún cuando su presencia no haya sido siempre explícita[19], en virtud de los mayores o menores conflictos y contradicciones que hayan suscitado dentro del conjunto social. Este hecho ha estado sucediendo con los raspachines en la zona de coca. Ellos son un ejemplo claro de cómo pese a la existencia y persistencia de grandes grupos de población joven, se han mantenido invisibles como sujetos sociales y sólo muy recientemente las instituciones y la sociedad empiezan a percibirlos y a considerarlos como interlocutores.
En su condición de construcción social, la juventud en las zonas de cultivos ilícitos se alimenta en gran medida de las percepciones de los adultos de la región, mediados por supuesto, por las expectativas, temores y conflictos intergeneracionales. En este sentido y para los pobladores colonos, los jóvenes en sus distintos oficios constituyen más un peligro que una oportunidad, por la inseguridad, los vicios y las malas costumbres con que se les identifica. En particular, cuando se pregunta por los jóvenes en los cultivos de coca son asociados fácilmente con los raspachines, por ser éstos quienes satisfacen la alta demanda laboral de mano de obra en los cultivos. Sin embargo, el término raspachín -que surge por la actividad del raspe de la hoja-, ha tenido una connotación peyorativa. Pese a ser una población evidentemente mayoritaria, ha carecido de reconocimiento como actor social local y regional.
Un raspachín, o sea, como la terminología se dice, raspar es como cuando usted raya una mesa, raspar es pelar. Cuando uno esta raspando, uno no se pone a ver que la corteza se pele, lo que interesa es quitar la hoja, o sea nosotros estamos es raspando el palo.
Son las marchas de septiembre de 1996, de gran resonancia nacional e internacional, las que propician el protagonismo de los raspachines como actor social colectivo importante. Ellos por constituirse uno de los sectores más afectados con la fumigación, están presentes en las negociaciones con el gobierno. Este proceso redefine el concepto de raspachín para darle un significado mucho más positivo frente al conjunto social e institucional [20]. Los jóvenes jornaleros de la coca emergen como agentes sociales, reconfigurando la representación social local, regional y nacional, a través de la interrelación de dos fuerzas: la del control, ejercida por las instituciones de poder adultas, representadas por las fuerzas armadas del Estado, los residentes de los pueblos y ciudades a donde llegan y los medios de comunicación masivos allí presentes; y, la resistencia de los jóvenes, movilizados tanto por la guerrilla como por sus propias necesidades, quienes constituyeron el grueso de la población marchante en alianza con otros sectores presentes como los indígenas y los colonos.
En el deslizador en que veníamos un 80% o 90% éramos raspachines. Salieron gente de los pueblos patronos, comerciantes, pero muchos no estuvieron en la marcha. Nosotros teníamos más deseo de estar en las marchas que los patronos, porque no había temor, se escuchaba que habían salido los del Putumayo, los de otras partes. Eramos conscientes porque se nos estaba acabando el trabajo, la fuente de empleo. Si a mi me dicen lo voy a despojar de esto y a usted le pertenece, que es una parte fundamental para poder trabajar, para poder aportar, yo que voy a dejar de que me quiten asi por asi esto, si se lo quieren quitar sin darle ninguna explicación. A los patronos les afectaba, pero ellos ya tenían algo establecido. Campesinos de finca salieron, pero con temor, algunos sabían de las marchas pero se iban para alguna parte pero no estaban constantemente. Había unos pocos que se quedaban y que no más en la cola por que les daba miedo[21].
Los jóvenes raspadores de hoja alcanzan a configurar cierta identidad colectiva, de manera rápida, no premeditada, ni con proyecciones, y con claros forcejeos con el resto de la sociedad local y nacional. Las marchas cocaleras constituyen ese espacio dentro del cual se configuran identidades aceptadas y estimulantes como el valor, el trabajo, y otras de rechazo y persecución, como por ejemplo las pedreas, los actos delictivos y los desórdenes. Las marchas son un escenario privilegiado en el cual se aprende a usar la imagen que se les atribuye según les conviene. En forma efímera se da un salto cualitativo del raspachín como un actor colectivo dentro de las sociedades locales y en el nivel nacional. No obstante, sin pretensiones de movimiento social por su condición de itinerancia que parece impedir la construcción de algo más continuado.
Inclusive surge una composición musical que refleja muy bien la situación y justificación de los raspachines denominada el Corrido del Cocalero:[22]
-Mira como tengo las manos de tanto raspar coca compadre.
- Si, es verdad, pero qué le vamos a hacer,
es en lo único que nos esta yendo bien.
¿Qué quieren?
Que nos devolvamos a seguir jornaliando en esas fincas,
con ese sueldo miserable?
No! Eso ni loco!
Mejor vamos a seguir raspando coca,
a ver si algún día la suerte nos cambia
y así salirnos de está pobreza tan miserable.
- Sí compadre.El problema no es de nosotros,
el problema viene de allá,
nosotros la cultivamos
y al extranjero llega a parar,
los gringos se la meten al cerebro,
desde los pobres hasta la sociedad.Nosotros los jornaleros, raspando coca,
sobrevivimos en la selvas colombianas,
nos internamos con mis amigos
esperando que la suerte un día nos cambie
y así de pobres un día salirnosDejé mi familia allá tirada en el pueblo
y aquí me vine arriesgando mi vida
y hoy no lo niego que soy un coquero
y en este cuento hay mucha gente metida.
Por otra parte, la marcha le permite a los raspachines definirse en su diversidad. Dentro del Acta de Acuerdo, se incluye un numeral específico de apoyo a los raspachines, y se señalan tres tipos específicos de jornaleros recolectores de hoja de coca:
Un líder raspachín precisa así su identidad con respecto a la de otros cosecheros y jornaleros:
El trabajo de recolección de hoja de coca es mas duro que la recolección de café. Si nosotros vemos un recolector de café lo que debe tener es maniobrabilidad con los dedos, no le van a salir callos en la palma de la mano o en los dedos, no le sucede nada de eso, mientras que para ser raspachín se requiere de cierto proceso, no es un proceso como de uno ni dos o seis meses, es de mucho mas tiempo para convertirse en raspachín, para coger cierta experiencia para que así mismo poder que le rinda. Al principio una persona puede cogerse una diez, quince libras o una arroba o dos arrobas, pero eso no va a servir como sustento como diario. Entonces muchas de las personas que quieren ser recolectores o que ingresan a esos trabajos de recolección piensan que eso es sencillo, que eso solamente es ir y recoger y ya se ganaron la plata. Por eso es que hay diferencias. Hay personas que trabajan el jornal o sea les gusta trabajar más el jornal que recoger, o hay personas que recolectan hoja en la finca y trabajan permanentemente de jornaleros, mientras que el raspachín raspachín, es la persona que mantiene de corte en corte. Por lo menos uno terminó aquí la cogida y siguió en otra finca otra vez a raspar.[23]
Nuestra percepción a raíz de esta investigación, es que los jóvenes y en especial los raspachines, son un grupo carente de educación y de oportunidades que les permitan mayor estabilidad y desarrollo socioeconómico y cultural. Muchos de estos jóvenes, son hijos de campesinos sin tierra o muchachos sin mayores posibilidades de ubicarse en las ciudades.
Yo vengo del Norte de Santander. De allá salí cuando tenía 15 años. Llegué a Bogotá con deseos de trabajar, aspiraciones que toda persona tiene pero resulta que encuentro con una ciudad tan grande, tan llena de smog, y que al tocar puertas para adquirir empleo resulta que no. Entonces me desplacé para el Valle del Cauca y sucedió lo mismo. Para el Huila. Estuve recorriendo prácticamente toda Colombia, pero un trabajo estable no se conseguía. Trabajaba en lo que tocara. Yo no he sido agricultor de tiempo completo, en un momento dado le tocó obligado ingresar a uno en el trabajo de agricultor, entonces me decidí y me vine para el Caquetá. Antes de llegar al Caquetá yo había raspado coca en el Norte Santander pero como allá se presento una circunstancia en que lo mismo que esta sucedió en el Caquetá presión del ejército, bombardeos, persecución política y guerrillera, entonces uno mantenía atemorizado y le toco salir, pero yo creo que la parte fundamente donde hubiesen empresas o hubiesen mas empleos a nivel industrial yo creo que no ocurrirían esta clase de problemas. Finalmente, paso un amigo y me dijo: La única parte que puede conseguir trabajo y es buena la plata es en el Caquetá, allá hay que toriarla. Toriarla es andar de arriba para abajo si?, o sea conocer puertos, ir de un lado para otro. La cantidad de personas que han sido desplazadas por diferentes factores, hay unos que han sido sicarios hay que ser realistas, hay otros que por no pagar una pena es un sitio de refugio donde económicamente se van a solventar y fuera de eso van estar lejos de la ley, bueno cantidad de cosas que se presentan en esos sitios.[24]
Pero también son muchachos procedentes de la misma región:
Yo también salí de la casa a los quince años, no había cumplido todavía los 15 años. Salí de la Esquina del Caguán, entonces me fui para allá a Losada y estuve trabajando fue voliando machete porque en ese tiempo había muy poquita coca. Hace como 3 años, porque tengo 18. Estuve por allá y no me ganaba para poder ahorrar y tener algo. Entonces me devolví a las Celestinas y también me invitaron a guerriarla por allá abajo en el Caguán porque me dijeron que era bueno para trabajar entonces por eso decidí por irme para allá.[25]
La consabida crítica hacia estos jóvenes sobre su deseo de obtener “dinero fácil” no deja de ser más que una afirmación sin mayor justificación. Los raspachines son el eslabón más débil en la cadena formada por el sistema agroindustrial de la coca. No tienen estabilidad laboral ni seguridad social. Trabajan en condiciones difíciles pues soportan el rigor del sol y de la lluvia propio de la región amazónica; sus manos se manchan y se deterioran por el raspado de la hoja de coca. Sus ingresos se esfuman ante una eventual enfermedad. La marchas y las fumigaciones los han afectado letalmente pues no pueden refugiarse temporalmente en la ganadería o en el pancoger como sí lo hacen los colonos. Dado que a los delincuentes menores de edad la justicia les aplica menos castigos, estos jóvenes también son aprovechados para que realicen labores de alto riesgo y exposición como es la compra y transporte de la base de coca[26].
A los compradores duros les gusta contratar menores de edad. Uno empieza muy joven, puede comenzar a la edad de 14 años. Es porque un joven está arriesgando sus propias cosas Ellos vienen con su plata, ellos saben que no son de aquí, tienen su amigo, como decir aquella persona que le entrega la mercancía. Yo era menor de 18 años y me ponía mensualmente más de 1 millón de pesos, alcancé a subir a $1.500.000. Uno se pone a pensar que la vida es linda y la puede seguir, que con la plata lo es todo. En los tiempos que yo estuve trabajando con eso, fue una experiencia linda pero a la vez amarga, porque se ve de todo, de todo. Hasta ver matar gente con sus propios ojos y mantener la boca cerrada porque si la abre puede caer usted también”[27].
Podría decirse entonces que los jóvenes, pese a que cumplen actividades y funciones imprescindibles dentro de los procesos de cultivo, procesamiento y comercialización de cultivos ilícitos, como mano de obra disponible, es decir que cumplen efectivamente un papel económico, son utilizados por estas sociedades sin ningún tipo de reconocimiento como sujeto colectivo. Coyunturas como la de las marchas son las que reúnen a los jóvenes y las que los sitúan como actores claves en la confrontación con el Estado, evidenciando su papel como fuerza viva, incluso amenazante, que podría “salirse de las manos” y desatar grandes desórdenes.
Aparte del suceso de las marchas, y dentro de un escenario de cotidianeidad laboral, es posible encontrar algunas manifestaciones de conflictos entre generaciones, que tienen que ver con el papel dominante de los raspachines como mano de obra frente a los patrones. Esta inversión de los términos tradicionales del poder constituyen un buen ejemplo de la pérdida de los límites establecidos[28]:
Un patrón si se mete con un raspachín, el patrón sabe que ese raspachín se va a encargar de crearle mal ambiente y ellos necesitan mas de trabajador que otra cosa así tengan el dinero. Ellos saben que donde le digan a uno no hay trabajo acá sea no le doy mas trabajo y que uno tenga una cantidad de personas que le pueda crear mal ambiente y que no le colabore, uno se puede ir para otra finca a trabajar porque no es difícil para conseguir trabajo.[29]
Pero, además, el conflicto intergeneracional se alimenta con la crítica de los residentes hacia los foráneos:
Ustedes ni nosotros no tenemos un plazo fijo de que en el 98 o en el 99 se termine la coca, lo que si esta terminado en este momento es la comida. Es decir ustedes comen arroz, carne, papa, mazamorra. Eso se trae de Florencia ese tipo de comida. Nosotros los patrones estamos viviendo una situación y es harto delicada por esa razón es que casi aquí estamos a punto de quedarnos sin plátano, sin yuca, sin maíz, por que ya nos cansamos de rogarle a ustedes. No debemos de seguir con ese descuido del fomento de la agricultura a nivel del campo, la coca hace falta es muy útil, pero el plátano, la yuca, el maíz, y de pronto el arrocito eso es muy importante ahora, el fomento del pasto, para el que de pronto tenga sus animalitos. No se puede por uno irse a sembrarse un hectárea de yuca, y pagar un jornal supremamente caro sabiendo que la producción dura 10,11, 12 meses, y no va a nivelarse la producción con el costo. De pronto ustedes no lo miran tan grave porque a ustedes les interesa, por ejemplo si el día lunes no les gusto mucho el desayuno que el patrón les dio, el problema de ustedes es: No patroncito, nos vamos donde fulano que parece que tiene trabajo y lo atienden mejor y listo. El pobre patrón se quedó con un costo de la remesa que hizo el domingo para los compañeros que iban a trabajar, y le tocó comérsela con la familia por que no hubo solución en ese momento, y ya para remplazar al personal es trabajoso. Entonces nosotros los agricultores que estamos de asiento hace un tiempo que seguimos viviendo esa situación y cada día mas peor; y la esperanza de nosotros en ustedes. Pero cual esperanza si les decimos a cualquiera y ninguno le va a camellar a ese trabajo, lo que hagamos nosotros solos, y de pronto ustedes van a salir beneficiados”[30].
En términos generales, y especialmente para la población adulta ya residente en la zona,
persiste un imaginario eminentemente negativo respecto a los jóvenes, dada la cantidad y la diversidad de procedencias urbanas y rurales de distintos lugares del país, en unas sociedades locales pequeñas y con fuertes nexos de relaciones interpersonales y controles sociales. Son ellos, especialmente los hombres jóvenes y foráneos los señalados como una de las mayores amenazas para las buenas costumbres y la tranquilidad reinantes. Desde el mayor acceso al vicio de la bebida que pueden tener los jóvenes y lo que ello produce en términos de peleas y asesinatos, hasta la afluencia de ladrones y otros delincuentes que llegan a las zonas amparados en el ambiente de los negocios ilícitos, pasando por las trabajadoras sexuales que se convierten en visitantes semanales, en los días de mercado, de cualquier caserío, son problemas asignados de una manera muy directa a los jóvenes, especialmente a los foráneos, que vienen a probar suerte, aunque haya comportamientos similares por parte de jóvenes nativos y de muchos adultos.
Este hecho está encadenado al prejuicio, oculto y a veces manifiesto, existente desde el país urbano contra los jóvenes que trabajan como recolectores o cosecheros y que andan por todo el país recogiendo café, algodón, entre otros. En realidad, se trata de un doble prejuicio pues al “antirural” procedente de las ciudades, se le añade una discriminación “antijóvenes” [31] que implica una descalificación estructural que hace la generación anterior con respecto a la nueva generación.
Cuando nos referimos a los jóvenes en las zonas de cultivos ilícitos, queremos dejar en claro que esta es una población altamente heterogénea tanto en sus actividades laborales en los cultivos, como en su situación familiar, por citar sólo dos criterios. Esta diferenciación es muy importante pues origina diversos matices en las percepciones sobre su realidad, sus expectativas, su problemática y sus alternativas.
Habría que aclarar, además, que la economía de la coca más que transformar a los jóvenes mismos, transforma la sociedad en la cual ellos nacieron, al punto que no es posible que por la experiencia personal puedan establecer por sí mismos una relación comparativa entre una realidad sin y con coca, sino que tienen que acudir a los relatos de sus mayores. Muchos de estos jóvenes nacieron al tiempo con la llegada de la coca. Lo que sí se puede hacer es mirar los cambios de la sociedad en su conjunto a través de las características de la cultura de los jóvenes de hoy. No sucede lo mismo con los jóvenes de zonas de cultivos de amapola, pues ésta llega en 1989, y persiste alrededor de cinco años, lo cual posibilita que estos jóvenes puedan establecer comparaciones entre su situación con y sin el cultivo.
Nos parece entonces que el problema de la repercusión de los cultivos ilícitos sobre la juventud debe ser visto en el marco de la crisis del sector agrario y del empleo. De dónde vienen estos muchachos, cómo son sus condiciones de vida, qué oportunidades de trabajo tienen y cuál es la situación de sus padres, son los aspectos claves a tener en cuenta, para evitar caer en juicios moralistas sobre los valores y actitudes de los jóvenes de estas zonas.
Al referirnos a los jóvenes en estas regiones es necesario precisar la gran heterogeneidad que presentan en cuanto a los roles que desempeñan, sus procedencias y su articulación a la región, el género y la etnia. Pero también se registra una diferencia sustancial según la vinculación directa o indirecta con el cultivo, la transformación y la comercialización de los productos. De allí que sean diferentes las percepciones acerca de algunos de los temas planteados en los talleres, por ejemplo frente al presente y al futuro de los cultivos ilícitos o la importancia que se le da a algunos acontecimientos de la comunidad.
Con miras a comprender mejor tal diversidad y asumiendo las restricciones y lo relativo que puede ser, intentaremos esbozar una tipología con respecto a los jóvenes directamente vinculados a estos cultivos. Diferenciamos en principio, el tipo de cultivo ilícito, para luego abrir categorías étnicas, pasar a procedencia y, finalmente, concretar en oficios y actividades. Esta tipología se plantea como sigue:
CULTIVOS DE COCA
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Zonas de colonización
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Hijos de colonos
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Jóvenes migrantes
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Zonas indígenas
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Hijos de indígenas
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CULTIVOS DE AMAPOLA
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Zonas de economía campesina
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Hijos de campesinos
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Jóvenes migrantes
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Analicemos estas distintas agrupaciones y sus diferenciaciones:
En la región donde están los cultivos ilícitos, todo sufre un contorno alrededor de eso, o sea, una itineraria permanente. Es algo parecido a los cultivos de café, en Caldas, se da una época de café, después pasan para Tolima, después para el Huila, entonces las personas se mantienen trabajando de esa manera, bajan y suben. En esas circunstancias, en ese ajetreo, tienen sus ciclos, sus amañaderos, como nosotros lo llamamos, si? Ahí conocen una pelada, consiguen su pareja, pero qué sucede? Que muchas veces estas personas -que no sucede en la zona cocalera, porque en la zona cocalera casi no se ven mujeres- entonces este tipo llega y la embaraza a ella arranca para acá. Al tiempo llegó y se puso a trabajar acá y cuando ya llego acá, encuentra que la mujer ya tuvo el hijo, el chino ya lo tiene grandecito y todo y no ha respondido ni siquiera por esa familia, si? Entonces como no hay responsabilidad o no ha adquirido un compromiso se mantiene rondando, la misma, o sea el mismo andar eso conlleva a que no tenga un ahorro económico, si?, porque a veces le va bien a veces les va mal, se les presenta una enfermedad, entonces no hay un ahorro, no hay una estabilidad económica.
Sin duda alguna, la población joven como grupo social y etáreo en estas sociedades de cultivos de coca y amapola, ha tenido profundas dinámicas de cambio, que se pueden sintetizar en:
El asalariado de los cultivos de coca, considera que esta ofrece mejores posibilidades laborales frente a las opciones agropecuarias en las otras regiones del país y en la zona:
Si no hay raspa, si no consigue raspa, les toca que ir a voliar machete, a colocarse una bomba en la espalda, pero por una semana; en la otra semana de pronto ya consigue raspa. En una finca ganadera, el problema que hay es que es estable, o sea, quieren que se haga lo que no hace un raspa; que trabajen de por vida, aguantándose una cantidad de cosas, problemas con el patrón y humillaciones. En los cultivos de coca no se dan humillaciones[33].
Los sectores juveniles que viven y trabajan en las regiones de cultivos de coca y amapola estudiadas constituyen un universo muy interesante de experiencias diversas. Sus vivencias, relaciones, conflictos y sueños se han fraguado dentro de un contexto social de gran dinamismo en donde los cambios se han ido sucediendo con mucha velocidad. La fuerza vital de ellos y los límites de sobreviviencia en que la sociedad los ha situado, les ha llevado a asumir desde muy corta edad una serie de responsabilidades y riesgos con los cuales se han ido autoafirmando como sujetos individuales y sociales en medio del desarraigo. Los testimonios siguientes pretenden recrear la diversidad, la dinámica y las búsquedas de algunas mujeres y hombres jóvenes, en las zonas de estudio.[34]
Federico: Empezamos quimiquiándole a él y luego subimos de posición. Llegamos a manejar con mi hermano más de 200 o 300 millones de pesos.[35]
A veces le da a uno escalofrío contar esta historia....parece como una pesadilla que duró casi ocho años. Cuando mataron a mi hermano yo me retiré de ellos y prometí no volverles a trabajar. Yo pensé que si le había pasado a mi hermano me podía pasar a mi. Pensé en mi propia vida y en cómo podía defenderla. Yo preferí salirme. El jefe me dijo, no se vaya, usted es mi mejor comprador. Yo le dije: mi pensado era seguir con mi hermano pero él ya no esta. El me dijo: si algo pasa, si por casualidad lo coge la policía y sospechan de usted, no abra la boca, pero eso no pasó. Mi refugio fue Dios. Desde que llegó este padre comencé a ir a misa. El me ayudó a acercarme más a la iglesia y esa fue mi salida.
Nos conocimos con el jefe porque él venía en su canoa y nosotros subíamos en la nuestra y nos chocamos. No nos pasó nada. Un compañero de nosotros ya había por ahí hablado, y la verdad es que el no tenía muchos que de verdad supieran. Los que sabían, la sabían mirar, cuando estaba dañada pero no la sabían sacar, que era lo que le gustaba a él. El encontraba diez bultos y regaba en una sola caneca y con gasolina y la traspasaba para sacarla. Por decir usted compraba cinco bultos de pura amarilla, y a nosotros nos tocaba sacarla más blanquita, mas limpiecita. Si usted la entrega al patrón mas blanquita, a usted lo coge como el niño consentido y a nosotros nos pasó eso, nosotros sabíamos, la volteábamos y nos quedaba clarita. Nosotros empezamos quimiquiándole a él y luego subimos de posición.
Los comisionistas se reunen así sean de distintos patrones. Se establece un precio y dicen: La mercancía quedó a 700. El que la sube, la paga. Se reunen cualquier día, el día que llegue la mercancía. Los comisionistas son los que establecen el precio y eso depende también si llegaba mucha o poca plata. Del precio internacional. Si ellos pasaban 30 o 40 kilos a los Estados Unidos, era una millonada para ellos y no les importaba mandar 500 o 600 millones. Si ellos dicen yo les recibo sobre la base de 600, nosotros le tiramos a que nos quede algo. En esa época cuando yo estuve trabajando quedo a 700, y ay! de aquellos que le subieron. La tenían. Usted podía pagar menos, nunca más. Si usted paga $700000 pesos por un kilo aquí en el pueblo, usted se está ganando $300000 pesos por cada kilo, con una libra le quedan a usted 150, $200000 pesos. Nosotros llegamos a manejar con mi hermano más de 200 o 300 millones de pesos. En esa época habíamos 42 comisionistas. Nos reuníamos en una misma casa. Cada comisionista en esa época tenía 3 o 4 compañeros de su entera confianza. Podía tener más. Con mi hermano yo llegué a tener 32 caucanos, que es la gente mas brava. Cuando íbamos para el campo no salíamos con todos porque es muy peligroso, por el asunto del ejército y de la misma guerrilla. Nosotros lo máximo que podíamos llevar era tres. Costeábamos todo, ellos nos protegían, ellos protegían al que traía la plata. El comisionista que viene de otra ciudad viene pagando sus propios compañeros, como 80 mil pesos por el viaje. Se rotaban, claro, usted no puede tener 32 guardaespaldas al mismo tiempo todos. Para entrar en la organización a usted le dicen: usted qué sabe hacer? Usted ya debe tener influencia, debe tener un compañero que este adentro. Le piden a uno un requisito muy grande: lealtad. La lealtad con la otra persona debe ser más que la que tiene uno con el papá. Y están atentos a eso. Mirar y callar le decían a uno. Aquí se paga ojo por ojo diente por diente. Usted me la hace y usted me la paga. Usted ya queda casado con el otro, es como decir, echarse la soga al pescuezo. Si alguien le ofrece otro negocio mejor, está peligrando el que lo dijo y el que se va a ir con él. Cuando usted entra a esa sociedad de comprador usted no puede salirse facilmente. A cada comisionista el propio jefe le da a uno su arma. Yo tenía aproximadamente 13 años y ya tenía mi arma, era pequeñita.
Muchos de los comisionistas que estuvieron conmigo, hoy están muertos. Más de la mitad. Los otros se fueron del pueblo, dejaron el negocio, le cogieron miedo. Algunos compraron su tierrita. El mayor tenía como 23 años y él patrón de nosotros, el más duro tenía 25 años. Todos muy jóvenes, será porque de joven le dicen a uno vamos hacer tal cosa y uno no la piensa.
José: Tenga su mancha porque yo quiero ser libre[36]. Mi papá murió hace mucho tiempo sin dejarnos nada. Quedamos a la interperie, desde muy chicos trabajando con mi madre los 7 hermanos que somos. No puede terminar el bachillerato pero llevo el anhelo de poder terminar mis estudios y seguir una carrera. A mi mamá la quiero mucho por su grandeza de podernos criar. Mi mami vivía del trabajo de la finca, de trabajar como todo un hombre. El menor soy yo con 27 años. Me casé recién salí de prestar el servicio, que fue error de la vida. Error porque si una persona no puede luchar sola y casarse es un problema más en la vida. Pero estaba enamorado. Hoy convivo con ella y tengo un niño de cinco años. Sigo enamorado de la mujer, vivo enamorado de mi tierra como de mi vida, así no tenga nada.
Arrendé la hectárea y me cobraron $400.000 por allá en el 92. Se pudo obtener 3 kilos de la hectárea pues el verano entró y acabó con el cultivo, porque es un cultivo frágil, algo muy delicado. Después vino la venta y ahí tuve un problema porque no subían los compradores que porque el Ejército y la guerrilla estaban rondando. Salí vendiéndola a $270.000. Fue una pérdida pues en trabajar la tierra se van muchos jornales. Eso no es llegar, cogen ahí levantarla. No, invertí mucha plata y salí perdiendo. Es mejor ir uno al jornal, ir uno a rayar, que ser cultivador. Rayar es mejor porque iba uno y le pagaban $6.000, trabajaba hasta el sábado y se hacía $42.000 a la semama. Eso no se los gana por ahí. Tuve la experiencia de ser cultivador y me fué mal con eso. Ya después me fuí como jornalero y me fué mejor.
La guerrilla y el gobierno, esos son igualiticos. Eso no hay que diferenciarlo al uno del otro A veces la guerrilla viene y saca una persona porque es informante del gobierno y viene la pena de muerte. Otros que vino el Ejército sacó a alguien y al otro día lo mató porque era auxiliar de la guerrilla. Después viene la guerrilla y mata otra gente. Entonces los campesinos estamos ahí en el medio, viendo matar nuestra gente. Nosotros como campesinos nos tienen es que ayudar; no nos tienen que matar de esa forma, es que no nos tienen que meter en ningún problema.
Ante todo quiero ser libre, porque si yo hubiera seguido en esa vaina a mí se me presenta mucha oportunidad. Me ven la agilidad y me proponen. De pronto llegó un tipo, que era una persona integrada al cartel de Medellín. Dijo: “Mire, yo le voy a dar 3 millones por llevar estos 3 kilos a Barranquilla. Usted no hace sino entregarlo y listo!”. Respondí: “Tenga su mancha porque yo quiero ser libre. Usted no me va a meter a mí en contrainteligencia o a usarme como una carga, como una mula”. Hasta ahí no llego; puede que cultive, así no me vaya bien. Pero lo que yo no voy a hacer es servirle de payaso a ninguno. Eso aprendí en el Ejército porque presté servicio militar y fueron 2 años de como estar uno en la cárcel, donde uno no se manda. Y si llevo esa mancha y me cogen a mí. Hasta luego. Entonces, yo para qué 3 millones de pesos?
El año pasado viajé al sur porque la situación de mi finca, mi vereda y mi familia se tornó otra vez crítica, pero había mucha gente, mucho empleado, el jornal era muy barato que no servía para nada. Busqué conexión con aquellas personas que estuvieran cultivando amapola y que fuera lo duro, como es Rionegro o Iquira. En ese año vino la fumigación y otra vez se acabó todo, acabaron con todos los cultivos. No había nada que hacer. Por Iquira me fue mal. Allí la gente es desconocida y entonces no le dan la oportunidad al que llega. Se me presentó la oportunidad con otro mafioso pero no lo quise aceptar porque yo pensé otra vez en mi familia y quise la libertad. Me propusieron ya no ir a dejar sino que procesara la mancha y me pagaban un porcentaje. Pero no, me volví para acá.
Carmenza y Martha: Yo me visto decente, uno tiene que ser decente, no ve que a los hombres les gustan las mujeres decentes?[37]
Carmenza y Martha son dos jóvenes de 19 y 18 años, que vienen de Florencia los días de mercado a distintos pueblos del Caquetá como trabajadoras sexuales. Ambas son muy bonitas. Carmenza está estudiando en Florencia en la nocturna. Es de Armenia. “Si mi mamá me hiciera reclamo por ésto yo le diría: Si me hubiera dado estudio, no estaría en esa situación. Si quiere tener una hija que sea buena, que tenga una y la ponga a estudiar”. La mamá es modista y tienen finca. Estaba nerviosa. Era “la primera vez que se declaraba abiertamente a este mundo de la prostitución”. Hace como 3 años pasó por una situación muy difícil y estuvo 2 días en una casa de citas, en Florencia, “donde van hombres muy pinchados, doctores, con corbata, con anillo de matrimonio”. Pero sólo aguantó 2 días. Cuando está mal de plata consigue un amante, y como es bonita, tiene muchos pretendientes. En su vida amorosa hubo un novio al que quiso mucho, pero a raíz de un viaje rompieron. A partir de esto se le rompió el encanto del enamoramiento. Ha tenido muchos novios, pero ”ya no me gusta que me acaricien, los hombres no sirven para nada, hay que explotarles la plata los hombres no respetan a las mujeres, las golpean”.
Lo mismo piensa Martha de los hombres. Ella tuvo su pareja de quien tiene un hijo pequeñito. Pero el marido la golpeaba hasta que ella se aburrió, lo dejó y viajó donde su mamá y allá le dejó el niño para que se lo cuidara mientras buscaba trabajo. Es de Neiva, allá la mamá tiene una finca y tienen casa propia. Estudió hasta séptimo y no quiso estudiar más porque se aburrió. Antes estuvo trabajando en casas de familia en Florencia donde le pagaban $90000 pesos, pero como debe estar girando mensualmente para el sostenimiento de su hijo, eso no le alcanzaba. Sólo hace 4 meses se metió a la prostitución en los pueblos. Ha venido ya tres veces al mercado de este pueblo. Va a ver a su hijo de vez en cuando, pero “cuando uno llega a la casa de los papás, tiene que ser decente, tiene que ser juicioso, mostrarse zanahorio”.
"Uno no aguanta regaños sino hasta los 14 años. Después uno se abre porque necesita su independencia, su autonomía, ya que no lo estén tratando como un chino chiquito". Han visto que las mujeres de esta vida, que muchos llaman fácil, pero que no es así, visten muy bien, con ropa original, es decir ropa de marca, tienen su plata, pueden tener sus cosas y luego se retiran. Ponen el ejemplo de una señora que conocen, en este momento tiene 40 años, y con todo el producto de su trabajo incluso llegó a comprar casa, tiene una hija que esta en el colegio y tiene un negocio propio, una tienda. Es una forma de conseguir plata, y de alguna manera rápido. Las cuentas que hacen en un sitio como este, un corregimiento de un municipio pequeño del Caquetá, es un promedio de 200 o $300000 pesos por fin de semana.
Para llegar a ese sitio, hablan con el tipo del bar, el tipo gana por el trago que vende y a ellas les paga el cliente, les paga entre 10 y $15000 pesos. Pero además el tipo del bar, les paga por caneca de consumo de cualquier licor, $3000 pesos. Pero ellas tienen que sentarse a tomar con el tipo no están obligadas a consumir alcohol, sino hacer que el tipo consuma.
”A mi no me gusta vestirme desvergonzada, yo me visto con un pantalón y una camisa, yo me visto decente, uno tiene que ser decente, no ve que a los hombres les gustan las mujeres decentes? Ellos se los dicen a uno. Para este trabajo uno no necesita vestirse con faldas cortas donde se le ven los calzones, porque eso demerita su mismo trabajo” comenta Martha. Los hombres mismos le han dicho, que a ellos les gusta una mujer, más que por mirarles el cuerpo, por la forma de ser de ellas, que sean decentes. A los hombres que vienen aquí, dice Martha, hay que ponerles las reglas del juego: “uno no se deja chupar la boca, ni se deja chupar las tetas, uno les dice vamos a hacer el amor normal, vamos hacerlo rapidito, vamos hacerlo común y corriente, nada de ponerme en la posición del pollo asado”. “No porque nos están pagando pueden hacer con nosotras lo que le de la gana”. En el momento del trance, Carmenza piensa en el otro, y Martha dice que ella no piensa en nada, que el tipo acabe rápido y se baje como para salir de ese cuento. No creen posible un orgasmo en este oficio a no ser que el tipo les guste mucho, pero no creen que sea posible. Es como por una resignación por el momento, el precio se pacta antes de...y se paga antes de ....
“El trabajo es muy riesgoso, pueden caer en medio de las peleas de cantina entre borrachos, también el peligro de la contaminación. Si ellas contaminan a alguien y el tipo es consciente, el tipo viene y le dice usted esta así o esta asa. Entonces yo solo quiero lo de la droga y ella le tiene que dar a el plata para la droga al tipo. En algunos casos, sin estar ellas contaminadas o enfermas van los tipos y les dicen que se contaminaron y ellas les dan la plata para evitarse la discusión o el problema, pues corren la posibilidad de que las maten”. En cuanto a salud, ellas exigen el uso de los preservativos, pero si el cliente no está interesado o no lo quiere usar, ellas se arriesgan, porque si el tipo es muy agresivo las mata o las golpea. Por otra parte, si vienen otras mujeres a trabajar y si no les caen bien las pueden matar. “Hay que cuidarse de las otras y pelarle el diente a todo el mundo. Pero yo soy mala clase, eso que a veces uno se viene en un carro nos venimos 7 u 8 mujeres y hay unas que lo miran a uno, y le tuercen la cara y los gestos, entonces si me saludan hablo y si no pues no, y si les gusto bien y si no también”.
“Yo duraré por mucho en esto 20 días” dice Carmenza. Martha piensa en acabar de pagar las cuotas de ropa, muebles, peinador, equipo, televisor a color, y tener un ahorro para devolverse a su casa. Ahí piensa tener un oficio decente en una cafetería o en una heladería.
Tomate: Uno en realidad se la gana más suave por acá...[38]
Uno de la parte que venga, consigue trabajo. Los patrones consiguen gente, y uno pu'allá en el plante donde uno está trabajando, donde distinga la gente, va uno haciendo amigos; por ejemplo Hernán, yo fui a trabajar por allá y el también estaba por allá; y un día me brindo como carne, me dijo si quiere va y se queda en la casa y así nos fuimos haciendo todos amigos...Nosotros nos vamos rotando, trabajamos aquí, trabajamos allá, vamos trabajando en distintas partes, va distinguiendo las personas y haciendo amistades. Va mirando qué personas pueden ser amistades y cuáles no, por que como todas las personas no son de la misma capacidad de uno, uno se limita a buscar la gente más o menos que le puede servir la amistad a uno... Uno en realidad se la gana mas suave por acá. Por ejemplo, nosotros vivimos en Florencia, de allá nosotros nos vinimos a raspar con mi hermano y nos gustó porque, primeramente uno como estábamos...por allá, sin ni un pesito, y a uno le dan ganas de comerse un pan una gaseosa, si así, por lo menos tener uno su monedita, entonces eso siempre es duro estar pelado uno por ahí. Por lo menos yo soy un tipo que trabaja en lo que me salga: voliar machete, hacha, yo le he salido a lo que me ha tocado. El problema es que uno voliándole al día, uno puede trabajarle al ritmo de uno o suave va al mismo precio, en cambio uno de raspa uno sabe que madruga, trabaja la tarde, tiene un jornal mas grandecito de lo que se gana, si trabaja más duro el día. Por eso es que hoy en día a la gente le gusta mucho la raspa, por que la gente mañanea, y a las tres y ya tienen las 5 o las 6 arrobas que van a valer $22.000 pesos mientras por jornal son $8000. Eso es lo bueno de ser raspachín. Lo malo es estar conociendo tantos genios de lo patrones. Claro que cuando uno empieza, por que aquí nosotros ya mas o menos sabemos. Nosotros no vamos siendo pandilleros sino unidos...Uno mira que el corte está malo, entonces uno: Mire hermano, este corte no nos sirve, no le pone jornal aquí cuadremos precio o no le podemos ayudar, entonces por eso se llama huelguero. Entonces el patrón mira si puede pagar más, si es consciente que el corte esta malo y si no uno se viene , y la comida se la rebusca ...
Jacobo: Ese es el problema, quedamos más pobres que antes[39]
Cultivé la amapola con los deseos de salir a conquistar algo para nuestra economía, pero vino la fumigación, que fue un gran daño que nos hicieron a los campesinos y pues eso no se debe hacer porque se deterioriza la tierra. El mismo gobierno nos ha llevado a que hiciéramos esto pues como siempre nos ha dejado a la interperie. Con la fumigación la tierra quedó estéril como un desierto. Ahora todo está difícil ya no vale nada la amapola. Después de la fumigación unas veces vuelve a renacer, pero no creo que salga con ese vigor que sale del momento, de la primera vez. Al principio daba gusto ver la amapolera de lejos. Ver ese jardín hermoso. Se le acerca uno a la planta y tiene hasta 40 pepas. Hoy la que más tiene es 10 pepas. Entonces ya no es bueno. Ese es el problema que tenemos ahora, quedamos más pobres que antes.
Claudia: Yo era una niña, yo no tenía nada, ni siquiera pensamiento.[40]
Vivo acá en una vereda, nosotros ordeñamos, a veces cuajamos y vendemos la cuajada o a veces vendemos la leche. Somos 7 por todos, 4 mujeres y 3 hombres. Tengo 18 años. Mis papás son propios de aquí. En Morelia mi mamá estudió lo que iba a estudiar, hasta cuarto de primaria. Luego fue cuando mi mamá se distinguió con mi papá. Aquí no entraba carretera, no entraba nada, eso era pura trocha, se echaban un día completico a caballo. Mi papá vino a visitar a mi mamá dos veces, una vez cada año y ahí si se casaron. Luego compró por acá un pedacito de tierra, pero era puro monte, y a él le toco mucho sufrimiento. Hasta que fue abriendo y hizo casita, y se trajo a mí mamá. Ella salía cada dos años con nosotros al pueblo porque ese camino era muy feo, y ya mi mamá tenía cuatro y eso por allá era muy difícil. Estudiamos en el pueblo. Veníamos mañanita y por la tarde volvíamos. En el tiempo que yo comencé a estudiar no había restaurante, entonces mi mamá nos hacía cancharinas de trigo, envasaba en una chuspita las chancharinas y en una botellita el chocolate o la agua de panela. Primero estudiaron los dos mayores, después quedé yo con la otra muchacha. Cuando yo aprobé el quinto de primaria, me salí con el papá de mi hija. Yo tenía 14 años. Yo era una niña, yo no tenía cuerpo todavía de ser una mujer, de tener marido, de tener una obligación, yo no tenía nada, ni siquiera pensamiento, locuras de la vida, yo no sé por qué. Si me hubiera enamorado de él, hasta de pronto estaríamos viviendo, pero no sé. Ni él me quería ni tal vez yo lo quería. El tenía 23 años. Dijo que a la casa no iba por que le tenía miedo a mi papá, y a mí se me hizo fácil, le dije que apenas terminara el estudio no íbamos. Y nos fuimos. Yo bajé ese día a estudiar y el me dijo hoy nos vamos; entonces yo le dije que no, por que no había traído ropa. El me dijo que me conseguía todo lo que yo necesitara. Una muchacha cuñada de él, me dijo: Claro loca váyase con él. Me mandó al almacén con ella, que escogiera la ropa que yo quisiera, yo escogí la vajilla, y todo; y yo con ese temor de que mi papá llegara y no me encontrara estudiando. Nos fuimos para donde la mamá de él. Le dijo: Mamá me voy a vivir con esta muchacha, yo me la traje, ella me gusta, yo la quiero, pues vamos a ver si hacemos vida, ella está joven y yo también. La mamá le dijo que él vería que hacía. El le dijo que si nos daba posada ahí y ella dijo que sí. Cuando bajó mi hermanito le preguntó por a todo el mundo por mí, hasta que por último una amiga le dijo: No, si ella se fue con marido. El empezó a llorar y se fue para la casa y cuando supieron todos más aburridos, llorando. Nosotros vivimos tres meses no más. Yo quede en embarazo muy ligerito, yo no sabía que era planificación, yo no sabía nada de eso y él me dijo que era mejor que abortara. Yo le dije que no, entonces yo me deje convencer. El me dijo que me tomara algún remedio, me preparo un refajo con una señora. Yo no se que sería lo que me dieron, y eso casi me mata. Yo como que me desmaye, yo no me podía parar, con un sueño, yo no miraba nada, yo miraba oscuro, como si la muerte ya me fuera a llegar, una cosa muy horrible. Entonces yo le dije que estaba muy mala, y el me dijo que aguantara, y yo le dije: Así nos tengamos que dejar, yo quiero tener lo que voy a tener y listo, yo lo quiero tener, pues ya está engendrado ya qué se va hacer, ahí me tocó fue resignarme. A uno de muchacho le parece todo tan fácil. Como al mes y medio él me dijo: Yo con usted no puedo vivir. Yo le dije: Yo tampoco puedo vivir con usted, yo no lo comprendo ya; pero lo único que le digo es que usted me deja aquí en la casa. El me dijo: Usted no tiene ningún derecho, usted ya no tiene nada, solamente el bolso. Entonces me empacó la ropa y me la sacó a la calle. Yo cogí mi bolso y me fuí para donde mis papás. Mi papá dijo: ”Así como se fue algún día tendrá que volver a llegar aquí; si le ha de ir bien gracias a Dios, y si le ha de ir de mal, aquí tendrá que llegar; nosotros somos los papás y no podemos ir a buscarla; así como se fue de incrédula, de infiel con nosotros, así tendrá que volver”. Mi papá no me quería creer que él me había dejado. Como yo era tan grosera y tan altanera, entonces dijo mi papá que yo me había venido dejándolo a él. Hasta que fue al pueblo y le preguntó a unos amigos. Entonces mi papá me mandó llamar otra vez; mi papá es una persona muy seria, muy correcto en las cosas. Ahí sí me puso cuidado, me dijo que era mejor que trabajara. Yo me fuí donde una prima y trabajé en una cocina por allá en la Unión Peneya, por el lado de Puerto Rico. Yo ahorré. Cuando regresé no me quería dejar ver de ninguno, yo toda gordota. Yo me interné y no volví a salir ni nada. Cuando la niña tenía seis meses se me enfermó. El estaba en el pueblo y yo le mandé a decir con mi hermano que en qué me iba ayudar, y él dijo que en nada. Yo bajé con la niña toda enferma y bajó la guerrilla ese día, y yo hablé con ellos, entonces le dije: Compañeros mire como tengo la niña de grave y él no me ayuda en nada. Y claro, ahí le llegaron a la casa y lo sacaron de allá y tuvieron una conversación, y entonces él dijo que él me ayudaba. Ellos dijeron que el apellido se lo tenía que dar, que ellos a los ocho días bajaban, y que si no le había dado el apellido con ellos se arreglaba. El dijo que bueno que por ser así, entonces me dio $150000 pesos. El quedó con ellos que cada mes me debía pasar $30000 pesos. Pero él nunca jamás volvió hacer eso y se salió para que la guerrilla no lo volviera a molestar. Entonces yo fui al juzgado, a Bienestar en Florencia. Dos citaciones le han puesto y él no ha ido. Entonces me dijo la doctora que era mejor que pusiera esa demanda en el juzgado del pueblo, que me salía más ligero por lo que el vivía allá.
Apenas él oyó ese run-run ahí mismo de una para el monte, y no se ha aparecido, quién sabe, a mí me han dicho que cuando lo llegan a coger las autoridades a él lo van a castigar por prófugo de la ley, quién sabe? Hubo un tiempo en que yo me salí de la casa; mi mamá quedo con la niña, y yo me puse a trabajar en la cocina, en lo que saliera. Por ultimo me salió un viaje para Remolinos del Caguán y por allá me puse a trabajar en un supermercado, eso que allá pagaban muy bien pago el año pasado, porque estaba a muy buen precio la coca. Me pagaban $150000 pesos, y era para trabajar solo los domingos, que era el mercado mas duro. Ayudaba a una señora y a su hija y me tocaba hacer de comer a ellas las dos y a mí. Me daban la comida y la dormida. Ellas me hicieron respetar mucho, yo era como una hermana para esa muchacha. Ahorita ya hace un año que estoy aquí donde mis papás, ayudando en la casa.
Jorge: Eso es un trabajo muy duro[41]
“Tengo 19 años. Hace 15 días que estoy en este plante. Mi familia vive en Florencia, como a quince minutos tenemos un lotecito pequeño, con vacas., poquitas. Yo trabajaba en Florencia en un supermercado, me pagaban $4.000 diarios y el almuerzo, pero sólo trabajaba hasta la una, porque estudiaba por la tarde. Pero me aburrí y me pareció fácil venirme para aquí. Pero eso es un trabajo muy duro y no me rinde nada. Ya se me pelaron las manos. Estoy durmiendo aquí mismo en el plante. Pero tan pronto acabe me devuelvo para Florencia.”
Pedro: Trabajar con la amapola es como jugar con la lotería[42]
“En amapola he jornaliado, pa’qué; estos días pasados estuve jornaliando en eso. Me pagaban $6000 libres rayando y recogiendo. Lo que gane lo invierto en lo mío: en mercado, en utensilios personales y así, en otras cosas. Además, yo tomo trago, me gusta el aguardiente, la cerveza. Pero en este tiempo me he reservado al máximo. Ahora es poco lo que bebo, porque constantemente la pernicia, no sirve. Mis amigos cultivan y jornalean en la amapola, más que todo. Los muchachos de la vereda se están formando dentro de la pernicia. Ellos necesitan trabajar, pero lo que trabajan así mismo lo malgastan. La amapola no es para todos; yo me gané la lotería trabajando con la amapola pues trabajar con esa vaina es como jugar con la lotería. Si los precios del látex subieran y a mí se me presentara la oportunidad de trabajar con amapola, yo buscaría el medio de trabajar como intermediario para comprar. Buscaría un enganche, una conexión con alguien que me soltara 6 o 10 millones e invertirlo en mancha, para que luego se me pagara el negocito (...) Me gustaría en un futuro buscar la manera de salir adelante. No tener harto pero que no falte para comer y trabajar más descansado. Tener una finca en donde tener y andar en lo de uno. Tengo que llegar a ser propietario de lo mío.”
Rosmery: Se fué desintegrando mucho, sobretodo el grupo coreguaje[43]
Antes la chagra, los cultivos sobre todo el maíz era comunitario. O sea toda la comunidad sembraba maíz, los jóvenes lo recolectaban y lo apilonaban para echarlo en una lancha hacia Florencia. Sobre todo eran los jóvenes encargados de eso. Las semanas que tenía libres en el colegio siempre se iban para la chagra, tenía cada joven su piñal, sus arbolitos frutales, cada uno se encargaba de sembrar. Cada uno decía después: Esta es de mí mata que sembré, y los papás: Ya le recogimos los racimos de los palos que sembró mi hijo.
Había una vida familiar organizada en el cual el papá iba compraba, vendía la cosecha le traía a sus hijos lo que necesitaban su ropa sus zapatos. Tenían animalitos, cerdos, algunos tenían caballitos, animalitos para ir a traer la cosecha. Cuando lo de la violencia, cuando cayó el avión, muchas cosechas se perdieron porque no había comunicación. Entonces ahí fue cuando yo escuche a los indígenas, que como los viejitos mambiadores tenían coquita sembrada en cada chagra, ellos iban a comenzar. Y fue cuando los jóvenes los unos empezaron a aprender para enseñarles a los otros, aprender para ver cómo era que hacían para procesar la coca, entonces cuando menos pensamos en la chagra no había poquitos, si no que era harta coquita sembrada, uno sabía que ellos rudimentariamente procesaban sus diez gramitos, poquito porque apenas estaban como con miedo, entonces los alumnos de aquí, empezaron como a manejar como platica, y ya querían irse también a la casa para tener su puchito, cuando ya lo compraban, venían los compradores y les compraban la hoja, como no sabían procesarla bien, entonces les compraban la hoja, y entonces pues los blancos ya sabían procesarla, hasta que con un poquito mas de experiencia en el procesamiento, entonces ya comenzaron a procesarla ellos mismo y los blancos ya bajaron, entonces el muchacho del colegio comenzó como a retirarse, y ya la familia empezó a ver como hacemos para conseguir? Entonces resultaron en las casa sembrando cada familia sus pedazos de coca. El muchacho ayudaba en la limpieza, en la procesada y ya vendían, entonces los papás empezaron a darles ya platica, y fue cuando comenzaron a manejar plata de la coca. Entonces ellos ya les daban para tomar cerveza, y ya empezaron a caminar a San Antonio, a Granario y ya los jovencitos empezaron a ingerir licor, los jovencitos de trece, catorce años, y las jovencitas empezaron a salir a las discotecas a bailar porque ellas también ya manejaban plata. Ya se acabó el trabajo de las mochilas porque ellas aquí en los primeros años, traían el cumare y en las horas de recreo se sentaban a tejer mochilitas y a veces traían aquí para el colegio, para que nosotros los profesores les ayudáramos a vender las mochilitas. Entonces ya ellas miraban que los domingos pues a vender el puchito y salían a San Antonio a bailar a las discotecas, ya empezaron ellas al intercambio con el colono, se dedicaron a la prostitución, ya tomaban con ellos, se encontraban con los colonos, ya empezaron como a retirarse del estudio y a dedicarse a lo de la coca. Eso era lo que daba la plata, pues no había nada más, pues ya la yuca y el plátano no daban. Entonces ya, cuando vieron que los colonos, ya que deslizador que motor, entonces los indígenas también comenzaron, que hay que sembrar más para tener todas esa cosas. Entonces ya empezó la desorganización familiar, pues ya cada hijo quería manejar propiamente sus armas, comprar su revolver, ya cada familia era que los hermanos, si este compró tal cosa yo también, empezó la rivalidad entre las familias. Ya los alumnos comenzaron a ser agresivos, empezaron a traer licor al colegio, formar problemas en el colegio, ya manejan revólver algunos, empezó la rivalidad, porque unos manejan plata y los que vivían internos de lejos no, entonces se humillaban. Se fue desintegrando mucho, sobretodo el grupo coreguage. Dijo: Es mejor la plata. ¿Qué hago aquí sentado? Sabiendo que la plata la gano facilito y ya puedo manejar revolver, puedo ir a San Antonio, puedo manejar motor, con esta plata, en cambio con el estudio no puedo hacer nada. Fue cuando mucho coreguage se fue retirando. Entonces ya el coreguage fue perdiendo esa importancia del estudio, si no que el vio que era mas importante la plata, y se fue dañando porque ya fueron ingiriendo licor, entonces se fue dañando su vida comunitaria.
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