|
Jóvenes, coca y amapola: Un estudio sobre las transformaciones
socio–culturales en zonas de cultivos ilícitos
Juan Guillermo Ferro, Graciela Uribe, Flor Edilma Osorio, Olga Lucía Castillo
IER - Facultad de Estudios Ambientales y Rurales - Universidad Javeriana
Capítulo
7
Fundamentaciones y transformaciones
éticas de los jovenes y demás pobladores de las zonas de cultivos
ilícitos
No es fácil abordar en el nivel teórico el tema de la ética, sobre todo porque hay tantas definiciones como autores. Para el presente trabajo nos hemos basado en los aportes de Luis Alberto Restrepo y Sebastián Mier.
Según Luis Alberto Restrepo[1] en la cotidianeidad no se hace una clara diferencia entre la ética y la moral. Ambas señalarían la esfera del “deber” hacia un código de prescripciones y de normas que rigen el comportamiento individual, de intenciones y de actos que responden o no a ese código. Sin embargo, en la historia del pensamiento la moral está más referida a derechos y deberes. Se trataría de un código de prescripciones ideales que puedan regir la conducta de todos los individuos de manera consciente y reflexiva (moral estoica, moral cristiana, moral kantiana). La ética se refiere a las costumbres y los hábitos espontáneos de una sociedad. La ética civil se entiende como la moral o la ética laica no fundada en principios religiosos, y por lo mismo más universal.
Siguiendo a este autor, la noción de ética nace en la antigüedad clásica, entendida como prolongación del cosmos en la esfera de la acción humana. Hace parte de la visión de las sociedades pequeñas. Desde este punto de vista, la ética es natural, en cuanto es la prolongación de la naturaleza. No constituye entonces, un mundo de derechos y deberes abstractos. La moral tiene sus raíces en la visión cristiana del mundo y en la subjetividad humana. Del mensaje cristiano nace la consciencia moral. Es un código de prescripciones abstractas y generales que se proponen al individuo como normas de acción.
Mientras la ética se identifica con las costumbres vividas por un pueblo, la moral define más bien lo que el individuo “debe” hacer. Así mismo, el yo y la conciencia moral moderna tienen sus raíces en el pasado, en el mundo judeo-cristiano.
Actualmente, en América Latina la situación es mucho más compleja: Dios, el cielo y el infierno han perdido su fuerza, pero tampoco han sido reemplazados por una razón autónoma. Tampoco por un Estado bien configurado, ni por una policía profesional, y ni siquiera por un abundante consumo. En consecuencia, las grandes masas urbanas han perdió su ética comunitaria de origen rural, sin encontrar ninguna fuente para el desarrollo de una ética civil.
Por su parte Sebastian Mier[2] menciona cuáles serían los diferentes fundamentaciones de la ética :
“ No es que estemos violando la ley porque se nos antoja”
En el escenario de los cultivos ilícitos, sobretodo en el caso de la coca tiende a perder el sentido de ilegalidad, dado su carácter generalizado. Al estar la región y la gran mayoría de sus habitantes, involucrados directa e indirectamente en la actividad ilícita, se le confiere un cierto carácter de legitimidad, lo que no implica que no se puedan hacer distinciones de tipo ético entre un cultivo familiar y un cultivo empresarial.
Para los cultivadores, la necesidad legitima el carácter ilícito de los cultivos. Sin embargo, esta legitimación depende del actor y de su situación económica. Es el caso de los cultivadores que tienen entre 1 y 3 hectáreas de coca o 1/4 de hectárea de amapola. Esta distinción ha quedado consignada en el Acta de Acuerdos a raíz de las marchas de cultivadores de coca en el Caquetá en 1996[3].
Para los cultivadores de coca de Valparaíso los cultivos
son ilícitos para el Estado, porque no están aprobados por las leyes colombianas. Es ilícito a nivel de leyes, pero para nosotros es muy lícito. Los cultivos tradicionales dan pérdidas, pero los cultivos ilícitos son lícitos porque nos dan un poquito más de solvencia económica para poder estudiar nuestras familias, para poder dar empleo y para cuidarnos nosotros un poquito más la salud.
Es ilícita porque los americanos se les está viniendo la plata de allá para pasar a Colombia. La persecución de antinarcóticos es porque es cuestionamiento de Estados Unidos aquí en Colombia, que para obedecer la orden de Estados Unidos, entonces el gobierno de Colombia obedece las órdenes de allá y por eso hay que hacerle la persecución y la coca.
La misma percepción es la que tienen los campesinos adultos de las zonas de amapola:
El surgimiento de la amapola vino a raíz de la pobreza, del descuido, del abandono del gobierno. Donde está el gobierno, a nosotros no nos llegan recursos. Los préstamos de Plante, tampoco llegaron, a la gente le exigieron una cantidad de requisitos, si uno más tarde no puede pagar, llegan y le embargan el pedacito de tierra. No es que estemos violando la ley porque se nos antoja, sino por necesidad.
En este sentido podríamos hablar de una sobrevivencia lícita, en cuanto desde los cultivadores el problema que se plantea no es tanto el de la ilegalidad, cuanto el de la necesidad de sobrevivir en lugares donde otro tipo de producción no representa ingresos razonables.
La coca así como es de ilícito yo creo que para nosotros es lo más honesto, porque es el trabajo.[4]
Cultivos mayores requieren una mayor inversión al tiempo que producen una rentabilidad más alta. En la medida que se avanza en la cadena de producción y comercialización empieza y va creciendo la valoración negativa. Esto no es gratuito, puesto que el proceso de comercialización conlleva una serie de delitos conexos, particularmente el asesinato, que van en aumento en la medida en que se asciende en dicha pirámide. En este espacio se van construyendo distintos significados de lo que es ilegal en la actividad productiva y comercializadora de coca y de lo que es inmoral en otras acciones como matar y robar, que son actos reprobables universalmente.
Los raspachines, a su vez, relacionan el carácter ilícito con la Ley 30[5],
en el momento que nosotros recogemos la hoja de coca no es ilícito, no lo cobija la ley 30, a nosotros no nos pueden penalizar. Es que el raspachín no es cultivador, no es dueño de tierra, no es dueño del plante. Otra cosa es el patrón, que recibe la hoja, hasta aquí no se le ha dado un tratamiento ilícito, ¿si? El patrón llega, la procesa en su laboratorio, aquí ya empieza el trabajo del químico, este se la lleva al intermediario, del intermediario ya pasa a la cocina - para la cristalización y eso -, entonces acá varios intermediarios puede tener y un patrón. El narco es ya el que la transporta, puede haber varios intermediarios para llegar al patrón. Nosotros no nos sentimos culpables de nada porque no la procesamos.[6]
Se abre aquí una clara diferenciación entre los cultivos ilícitos, que surgen como una estrategia de sobrevivencia respondiendo a una problemática de exclusión socioeconómica, y en clara conexión con la situación social y económica rural en el nivel nacional y concretamente del Caquetá. Y por otra parte, el narcotráfico propiamente dicho, el cual tiene otras motivaciones, entre las que se destaca el afán individual de enriquecimiento articulado además con otros actos ilícitos.
La gente sabe que en la medida en que se sube por la pirámide ocupacional o social del narcotráfico hay más riesgo de cometer delitos conexos a los de la producción y comercialización de coca y cocaína. Es decir, entre más poderoso sea el comerciante más relación con delitos como el soborno, la tortura y el asesinato. Por eso algunos renuncian a ascender por esa pirámide o simplemente se devuelven:
Porque yo no tengo esa conciencia de matar ni de robar a nadie. Para ser narco se necesita ser ladrón, en primer lugar, y a eso le sigue ser asesino. En cambio, el que es cultivador, son personas que han llegado a eso porque no tienen otra alternativa de vida. Pero también hay cultivadores ladrones y pícaros, pero en mínima escala. [7]
Una de las personas entrevistadas, que durante varios años trabajó con la coca y fue ascendiendo en la pirámide del narcotráfico, relata así lo que piensa sobre este negocio :
Tomando trago en el billar el Palomar en Envigado, discutíamos con unos amigos sobre la vaina de la coca, me decían para mí que era la coca, yo les dije :En la clandestinidad está el futuro
del hombre de venturas y placer
en la ilegabilidad está el peligro
de lo que queremos hacer
cuestenos lo que nos cueste
dinero tenemos que ver
en nuestras manos y bolsillos
lo tenemos que tener
porque Dios nos dió el derecho
de trabajar y poseer
los bienes que el comercio
produce a doquier
paso a paso
van llegando los malhechores también
que se camuflan como honorables y honrados a la vez
pobrecitos lo que les espera por traidores del deber
que Dios me perdone este escrito
por decir la verdad otra vez.
Al narcotráfico no le conviene la legalización de la producción, comercialización y consumo de nárcoticos. De lo que se trata es de seguir trabajando en lo ilícito pues de ahí se derivan los buenos precios. En ese sentido, al narcotraficante paradojicamente le conviene que haya leyes que prohiban el tráfico. Su pelea está dada más por la posibilidad de seguir delinquiendo, es decir de evitar la muerte, la extradición o la cárcel. En este caso, como se señala en un artículo de Ivan Orozco[8], el narcotraficante no está en contra de las reglas del juego, como sí lo puede estar un delincuente político; él quiere seguir jugando pero haciéndole trampa a las reglas.
El problema ético se complejiza en la medida en que el polo de subsistencia está comercialmente ligado al polo del enriquecimiento. Los cultivadores campesinos o los pequeños comerciantes saben que necesitan del comerciante grande que es el que trae el dinero y mueve el negocio. En esa medida, la gente evita el juicio moral a los grandes narcos. Su preocupación es más bien facilitar la llegada de sus representantes a los pueblos mediante diversas medidas de seguridad, que incluyen armar a la población y permanecer al acecho de cualquier delincuente que tenga interés en atracar a los compradores foráneos y dañar así la fluidez del negocio:
De todas maneras ellos no lo dicen porque ellos están beneficiándose de esos dineros de la gente y cuando un narcotraficante no entra a la región o no trae plata, no hay plata para ninguno, nadie come carne, se quedan con su harina y no la pueden vender (...) La gente no dice nada con respecto a las bombas que puso Pablo Escobar. El problema es de él. Los cultivadores dicen que eso no se debe hacer pero ese problema, por ejemplo, es de ese señor con el DAS.[9]
Estas son algunas de las expresiones de los jóvenes frente al significado de lo ilícito e ilegal en relación con la producción de coca que nos permiten apreciar, además de lo dicho anteriormente, las diferentes connotaciones que le dan al término:
Con respecto a la coca y, particularmente desde los adultos se percibe una posición bastante ambigua tanto en las comunidades indígenas como en las de colonos, pues si bien se le otorga en la balanza un mayor peso de los efectos negativos, muchos de difícil retorno, se da también el factor de oportunidad que es difícil desaprovechar y del cual, tampoco es probable sustraerse del todo:
Ya hay una mentalidad que se ha creado alrededor de la coca, entonces son los precios, se depende económicamente de la coca, unos como patrones dueños de los plantes, otros como compradores de la merca y otros como raspachines; pero mucha gente de la que vino como ustedes, o como otros que vinieron al principio porque pagan bien y ustedes quieren hacer un ahorro para el futuro, pero de pronto muchos no están pensando en quedarse por aquí, quedarse aquí sería horrible. A algunos patrones se les acabó la comida y no pueden pagar los precios que se piden por raspar hoja, entonces están viendo que la región va a tener un problema muy serio, ya lo está teniendo y a la vuelta de 4 años el problema va a ser más grave, si ya hay una mentalidad y ustedes ya se acostumbraron a ganar 12, 15 o $20000 pesos diarios, y van a ganar menos... uno siempre aspira a ganar más y no a bajar. Uno escucha muchos comentarios de lo que va a pasar con los raspachines, lo que se van a poner a hacer si esto se pone malo.[10]
Los cultivadores producen la hoja de coca y la transforman en pasta base de cocaína, pero no la consumen. Es frecuente escucharles “que la coca en sí no es mala pues depende del uso que se le dé”. Si bien no pareciera haber claridad en torno al porqué de la ilicitud del cultivo de la coca, lo que sí resulta vivencialmente claro, es la sanción moral ante el consumo. Sin embargo, no se asume la articulación entre producción y consumo, de manera que ser raspachín, cultivador, comisionista o químico, no parece tener nada que ver con los drogadictos rechazados.
El consenso pareciera ser que las cosas en sí no son malas ni buenas, depende del uso que se les dé. Entre el cultivador y lo que sucede después con el producto se establece una frontera:
El inmoral es el que consume y el que está induciendo a que se consuma. Hay gente que es consciente que le está haciendo daño a otros, pero eso no les importa, no miran que el otro es un humano igual a nosotros, que tiene derecho a vivir dignamente. Mire, hasta el 80, la gente cultivaba coca porque le decían que era bueno sembrar de eso, sin saber para qué servía. Pero a partir del 82, la gente es consciente que la coca le produce daño a los humanos. Algunos la han probado y no quieren que sus hijos la usen, pero no les importa lo que les suceda a otros. Por un lado porque el cultivador lo hace para sobrevivir y sí no tiene otra alternativa... Por otro, el narco, ese si es consciente de todo, pero no es que le preocupe mucho, porque este es su negocio.[11]
En general, para las y los jóvenes pertenecientes a familias campesinas cultivadoras, la coca no es más positiva ni negativa que cualquier otro cultivo comercial. Todo depende de la forma como se administre el dinero producto de su comercialización. Para la gran mayoría de los jóvenes la coca ha representado una mejoría en sus condiciones materiales de vida en relación con la vivienda, la alimentación, la infraestructura vial, el mejoramiento de la finca, la recreación y el acceso al estudio. Este cultivo ha permitido que haya empleo y dinero para dinamizar el comercio y la economía.
Los jóvenes también ven con claridad los efectos negativos de la coca pero, los asumen como el costo que hay que pagar para poder sobrevivir. Ellos ven como negativo la destrucción ecológica causada por la tala de la montaña y la contaminación de las aguas causada por los químicos utilizados en el procesamiento de la coca. La mala administración conduce al desperdicio, al consumo inútil, a la prostitución, al alcoholismo, a la drogadicción, a la no previsión, a la falta de ahorro y a la poca inversión.
Comentan los cultivadores que la coca es igual a cualquier otro producto, como el café o la caña; lo diferente es el aprovechamiento que se le dé:
Es que mire, con la coca el proceso es muy parecido al de la caña panelera, lo que se busca en los dos es un buen rinde y hasta se corren los mismos riesgos de producción y para la salud. Pero la panela se utiliza para muchas cosas buenas, como el agua de panela, en cambio la coca, aunque tiene otros usos, la que se produce por aquí es para meter vicio. Eso sí, no importa dónde se consuma, con tal de que no se consuma aquí, porque nosotros la hemos probado y sabemos que es dañina. Pero cuando producimos, lo que nos importa es que salga con calidad, porque así la pagan mejor, como la panela.[12]
Para los jóvenes pertenecientes a familias campesinas cultivadoras, la coca no es mas positiva ni negativa que cualquier otro cultivo comercial. Señalan que es la juventud el sector que se ve más afectado por la violencia y por el alcohol. La mayoría de los frecuentadores de los bares son raspachines, a quienes sólo les interesa disfrutar el presente. En el caso de Curillo, empieza a manifestarse preocupación por la drogadicción. El que tiene dinero no lo sabe administrar y en la medida que gana más, se gasta más y todo se hace más caro. Son pocos los que saben invertir bien el dinero.
A través de dibujos en carteles, los jóvenes representaron su apreciación acerca de los efectos positivos y negativos de la coca.[13]
|
|
|
|
Como se ve en el ejercicio sobre el futuro con o sin coca, los jóvenes valorizan enormemente los ingresos de la coca porque les ofrece la posibilidad de comprar y tener todas aquellas cosas que consideran necesarias y propias del momento. Los elementos negativos de la coca están asociados a los consumos con riesgos. Es decir, no todas las personas se verían afectadas negativamente por los ingresos de la coca, sólo aquellos que no sabrían manejar y administrar el dinero. Existe también una preocupación por el daño ecológico que produce el cultivo de coca y el manejo de los químicos utilizados para su procesamiento.
La visión de los adultos no difiere mucho de aquella de los jóvenes. A través de la coca se logran muchas cosas positivas: “ No hay un cultivo rentable igual a la coca, no es por terquedad”. Sin embargo, cuando se analizan los efectos negativos de los cultivos sobre los jóvenes, sienten culpabilidad por haber sido ellos quienes la sembraron, ya sea por necesidad o porque en el momento en que se inició difícilmente podían calcular los riesgos que este cultivo iba a traer para la formación de la familia.
Aunque se pregunta sobre lo negativo de tener coca, el interrogante es interpretado por un grupo como lo negativo de no tenerla. Esto podría significar que ellos están tan asimilados a la cultura de la coca, que cuando piensan en algo negativo con respecto a su cultivo lo que se les ocurre es lo que pasaría en la hipótesis de no tenerla. En la síntesis sobre lo negativo de no tener coca manifestaron: hay hambre, drogadicción, no hay plata, hay desempleo, muerte, guerra, no hay tranquilidad y hay pobreza.
Entre los jóvenes de influencia de cultivo de amapola, la percepción no es diferente, pero se refieren a ella a partir de la experiencia que se vive con el auge y la bonanza amapoleros. Para ellos la amapola trae dinero.
La mayoría de las casas mejoraron, ahora son de material y no de madera. Se cambiaron los hábitos de comida, se empezó a comer más carne y enlatados y aunque la comida era más cara porque se traía de afuera, había dinero para pagarla. Se cambió la pinta y se pusieron a la moda. Se estrenaba cada 8 o 15 días. Se compraron Jeans y botas tejanas que antes no se veían por aquí. Las mujeres también participaron en todo como cultivadoras, cocineras y vendedoras. Se pasó de Jorge Velosa y Darío Gomez al Rock. El pueblo que antes no se mencionaba, se conoció.[14]
Pero a su vez, y también en palabras de los jóvenes
La amapola trajo mucha violencia, mucho muerto, mucha bala. Tierras desérticas, talas de bosques. Invasión de gente extraña. Más religiones. Prostitución. Mientras más se tenía más se quería. Destrucción de hogares por los asesinatos de los hombres, por problemas por otras mujeres y por otros hombres. El costo de vida se enloqueció. Una pieza en ese entonces costaba $50.000.[15]
Para los Korebaju (Coreguages) la percepción sobre lo bueno y lo malo de la coca es la siguiente:
LO POSITIVO DE LA COCA
|
LO NEGATIVO DE LA COCA
|
|
|
El impacto que ha producido el cultivo comercial de la coca sobre las transformaciones socioculturales de los indígenas, ha sido mayor que el generado entre los colonos. Si bien con la colonización el pueblo korebaju (coreguage) se había asimilado a la cultura occidental, tanto a nivel de los ancianos como de la nueva generación de líderes, no deja de existir una añoranza del pasado y una constatación de que si no se recuperan las tradiciones que aún son recuperables, y no se retoma el control sobre los cambios culturales, se acabarán como pueblo.
Una de las impresiones que se tienen al conocer al pueblo korebaju (coreguage) es la pérdida de las prácticas comunitarias. La pregunta sería si ese fenómeno se debe a la individualización que ha generado la economía de la coca. ¿Podríamos hablar de una campesinización de los indígenas en relación con su forma de trabajar y con el carácter individual de la propiedad de la tierra? ¿Es este un fenómeno posterior a la coca o ya venía como resultado de la influencia del colono sobre el indio?
¿No podríamos entonces hablar de indígenas afectados por la coca, sino más bien de un pueblo en transición, medio indígena medio campesino[16] afectado por la coca? Así, talvez, se entiendan mejor los procesos de delincuencia común que han afectado a estas comunidades.
“El que no ha tenido y llega a tener loco se quiere volver”
Veamos a través de algunos testimonios lo que ha sucedido con el manejo del dinero:
Yo creo que la gente no tenía pensado nada para invertir todo lo metía en licor y en juegos. Juegos de gallo y apuestas en el billar. Fácilmente se reunían cada 15 días en la mesa 25 millones en cartas. Un pique valía $100.000. Era gente que no le importaba la plata, se iban para los bares con 3 millones y al otro día no tenían con que desayunar. Decían no sé si me la robaron o me la tomé. De 10 personas unas 5 o 6 aprovecharon bien la plata, de los de aquí se pusieron a arrendar y a gastar, los que venían de afuera sabían a lo que venían.[17]
Cuando se empezó a procesar la coca los korebaju (coreguages) fueron cogiendo más dinero y luego como vieron que los colonos consumían licor, ellos también comenzaron a ingerir licor. Por el licor vienen las consecuencias. Por vivir en esta situación perdimos los tres líderes de la organización, por eso hoy en día se busca como salir de este problema para controlar y mejorar la vida.[18]
Cada 8 días sobra plata para comprar coca y falta plata para comprar un racimo de plátano o una carga de maíz (...) Cuando ha habido suficiente dinero de coca es harta la plata que rueda por las calles, pero son hartos los niños que ruedan también desnudos sin camisa, por ahí en tanguitas, en interiores y por ahí abandonados.[19]
De testimonios como éstos, de los talleres y de las entrevistas con jóvenes y adultos frente al manejo y valoración del dinero, extractamos las siguientes apreciaciones:
Una de las principales conclusiones de este aparte, y una de las mayores autocríticas que se hacen indígenas y pobladores en la zona de colonización, es la falta de criterio en la administración y manejo del dinero, pues fácilmente al tener mayor dinero circulante se potencializan los consumos riesgosos ya existentes. Las decisiones económicas de inversión y consumo por parte de la población obedecen a una inexperiencia en la administración de un ingreso súbito, líquido y frecuente. Históricamente, este hecho se repite en zonas con bonanzas económicas y con poblaciones carentes de recursos.
“A los atracadores no es bueno dejarlos vivos, porque después vienen y toman venganza”Hay distintas valoraciones por parte de la gente frente a los tipos de violencias que ya analizamos en el capítulo sobre Violencia y Desarrollo. Hay una violencia justificada que es la que se ejerce para tomar venganza. Esta no necesariamente requiere mediador. Ni a la ejercida por cuenta propia, ni a la delegada en otras personas, se les hace un juicio ético negativo. Se asume como ineludible.
Hay otra violencia que es reprobada, que tiene que ver con la que se ejerce para sacar provecho del trabajo de los demás: el atraco, el robo y el asesinato. Esta violencia conduce a la violencia vengativa.
Con frecuencia ocurren hechos violentos en estas zonas. Unas veces actúa la guerrilla como actor armado, otras la comunidad que se organiza para defender sus intereses y cuando ejerce la justicia por cuenta propia:
A Santiago de la Selva, un día de mercado, llegan grupos de asaltantes haciéndose pasar por guerrilleros en una oportunidad y por Ejército en otra. Asaltan a personas que han salido con su “merca” o ya tienen el dinero de la venta, a otras les quitan joyas y armas. Ante los hechos, la población se organiza y ataca con armas de fuego a los asaltantes dándolos de baja.[20]
Este hecho muestra la capacidad de organización en defensa propia de la población, ante la ausencia de autoridad y evidencia la cantidad de armas que poseen y cómo de esta manera logran ser muy efectivos cuando se trata de defender sus intereses personales. De igual manera, para algunos es claro que la única manera de hacer justicia es matándolos tal como aparece en el subtítulo de este aparte. Ante un hecho violento, se responde con violencia y esta es la justicia que se ejerce.
Otros hechos de violencia nos permiten llegar a una mejor comprensión de lo que significa ejercer la justicia por cuenta propia:
Si se amenazaba a otro tocaba que matarlo, atenerse a las consecuencias. A uno le decían, mirar y callar, aquí se paga ojo por ojo, diente por diente. Usted me la hace y usted nos la paga. Y si la vuelve a hacer, nos la vuelve a pagar.[21]
En relación con la violencia que ejerce la guerrilla hay consenso de aceptación cuando ésta mata delincuentes. Con respecto a un atraco que se dió en La Gallineta (San José del Fragua) un joven contó:
Lo primero que se hizo fue tratar de llamar a alguien que defienda, a los duros, porque ellos llegan y frentean la situación, se enfrentan a esos bandidos que roban y los matan. Por aquí no hay nadie más quien defienda.
Sin embargo y por el conocimiento que se tiene de la historia de la región, no hay consenso cuando la violencia es ejercida contra líderes populares de pensamiento contrario a las guerrillas. A su vez, los secuestros de políticos de la clase dirigente tradicional son vistos algunos con aprobación, y otros con indiferencia. Las acciones contra el Ejército les preocupaban por las implicaciones que tienen para ellos por encontrarse en medio de los dos fuegos.
“Un patrón no es más fuerte que un raspachín”
Hay unas reglas de juego establecidas entre comerciantes, entre productores y comerciantes, entre productores y raspachines, independientes a las establecidas por la legislación colombiana. Estas reglas son acatadas por la población que forma parte de esta larga cadena entre productores y comerciantes, por diferentes razones. Una de las razones es el temor a una sanción social y /o económica, como en el caso de los acuerdos entre patrones y raspachines:
Un patrón no es más fuerte que un raspachín, porque un patrón, si se mete con un raspachín, sabe que ese raspachín se va a encargar de crearle mal ambiente y ellos necesitan más de trabajador que de otra cosa, así tengan el dinero, ellos saben que donde le digan a uno, no hay trabajo acá, o sea no le doy más trabajo y que uno tenga una cantidad de personas que le pueda crear mal ambiente y que no le colabore, uno se puede ir para otra finca a trabajar porque no es difícil para conseguir trabajo.[22]
Otra razón es el miedo a la respuesta armada del afectado:
Si usted la embarró con la cogida o la embarró con la comprada, a usted lo pueden matar y esa es la ley (...) A una persona la matan por “torcida” como se les dice, son aquellas personas que juegan sucio con la coca. Si usted es comprador debe saber manejarla, producirla y sacarla, debe saber tratarla. Si una persona saca una mercancía “torcida” (es decir, mezclada), se atiene a las consecuencias, primero le llaman la atención y si continúa sacándola así, lo matan.[23]
Finalmente, las reglas de juego se acatan por temor a la sanción de la guerrilla: en Valparaíso, la guerrilla llama a cuentas en el mes de agosto a varias personas del municipio. Entre ellas, al alcalde, los concejales, los dueños de plantes y comerciantes. Algunos de los dueños de plantes fueron obligados a pagar cuentas pendientes con los trabajadores y otros fueron desterrados de la región.[24]
“Uno se insensibiliza frente a la muerte por estar muy cerca de ella, por ver con frecuencia a otros”
Antes del desarrollo de la coca había un sentimiento de solidaridad y sensiblidad frente a la muerte y de respeto a la vida de los familiares, de los amigos y de los vecinos. Sin embargo, con el aumento de población y la multiplicación de los negocios en torno de la coca, aumenta considerablemente el número de muertes violentas,[25] en su mayoría de personas jóvenes y desconocidas en la región. Esto conduce, como es común en las zonas de gran poblamiento, a una cierta indiferencia frente la muerte de personas que no tienen arraigo en la región y que la mayoría son enterrados como N.N.. Además, en la mayoría de los casos frente a estos asesinatos, las personas de la región no asumen una actitud solidaria en la mayoría de los casos, porque hay un temor a represalias por las partes involucradas en el conflicto. Este hecho se puede apreciar tanto en zonas de cultivo de coca, como de amapola :
Es gente que se viene huyendo de problemas por allá y hay gentes que los buscan y los cascan acá, entonces a esos mismos se forman los despelotes acá.....Matan más que todo jóvenes emborrachosos, a veces se los encuentra uno que los sacan de por ahí, pero no son caqueteños, sino de otras partes del país. Porque la mafia de aquí es más que todo pastusa y valluna, aquí la mayoría son pastusos y vallunos...entonces la mayoría de que dicen que el Caquetá es la parte sangrienta, pero es más que todo del otro lado, no es de aquí de la tierra. Aquí han venido gente a matar, los persiguen de allá afuera, que los persiguen de Bogotá, de Manizales, de Pereira. Como allá saben que por allá se los cagan y pegan para acá, y como por acá dicen que esta es una zona de refugio, vienen a refugiarse por acá.[26]
En el caso de la amapola los campesinos también señalan que la gran mayoría de muertos son personas venidas de afuera :
El que sembró la primera mata de amapola fueron los caqueteños, los primeros que mataron fueron caquetenos y la gente que más vino aquí, fueron caqueteños.
La preocupación por los muertos cercanos no ha desaparecido. Cuando estuvimos en Rionegro fuimos testigos de la gran solidaridad que se manifesta en el pueblo frente a la muerte de un campesino muy conocido en la región.
De cara a la moral, vale la pena señalar el peso de lo religioso, cualquiera que sea la religión, frente al cultivo de la coca y el proceso que de allí se desprende. En un principio, se generan actitudes distintas al respecto, desde las condenas en los púlpitos, hasta los diálogos y en algunos lugares la búsqueda de alternativas lícitas a los cultivos de coca. Sin embargo, para los sacerdotes católicos y los pastores de diferentes sectas, hoy en día es difícil evadirse de las "limosnas ilícitas" y eso hace que se vaya asumiendo con más realismo el problema, pues se empieza a entender que se forma parte de la dinámica socioeconómica de los pobladores y de las localidades.
Según un párroco del sur del Caquetá, ninguna cosa que aporta a la vida puede ser mala o puede ser pecado. En general, los representantes de la iglesia en su prédica no dicen que el cultivo de coca es malo. Hablan más bien sobre la vida, de como hay que respetarla, de que hay que vivirla mejor y eso en algunos casos puede ser entendido como tener lo necesario:
La iglesia católica no se ha pronunciado frente al problema de la coca porque es un problema legal que le corresponde solucionar al gobierno. Los evángelicos lo hacen no por moral sino por proselitismo. La coca, considera la iglesia, es un medio de vida para los campesinos pobres del Caquetá.[27]
Algunos párrocos en esta misma línea pragmática han asumido aconsejar a la gente sobre la necesidad de diversificar su producción, y no depender sólo de la coca. La experiencia de las marchas cocaleras de 1996 deja en claro para la población que el futuro de la coca es incierto y que por lo tanto es necesario tomar precauciones como la sugerida por estos párrocos.
Otra cosa es lo que sucede a nivel de las sectas protestantes. En este caso, la mayoría de ellas han prohibido que sus miembros sean cultivadores de coca:
No consentimos la siembra de cultivos lícitos porque nosotros tenemos que vivir al pié de la palabra del señor... Nosotros no nos ponemos contra los principios de la ley que son los fundamentos que están establecidos para la sociedad porque la palabra del Señor dice: no en vano lleva la espada en la mano el que ejerce justicia, porque no se ha hecho la ley para el justo sino para el impío.[28]
Para ellos, la coca es ilegal y lo que es ilegal va contra Dios. Lo que contradice al gobierno también va en contra de la ley de Dios:
La ley de Dios consiste en 10 artículos que están establecidos en las Sagradas Escrituras las cuales son los códigos morales de la sociedad. La lógica es que las leyes que están establecidas a nivel de la patria, a nivel del Estado ciertamente las dicta la Cámara, el Senado. Pero aunque de pronto ellos no tengan la confirmación de esa fe en Cristo ellos actuan porque Dios los dirige, porque aunque de pronto algunos hombres no acepten que Dios gobierna el corazón del hombre, ellos tienen que actuar conforme Dios les ordene, porque Dios pone Reyes y quita reyes. Por eso el evangélico que entienda la biblia no se va contra la ley. El gobierno está puesto porque Dios lo ha puesto ahí.[29]
Los evangélicos tienen entonces que trabajar en otras actividades diferentes a la producción y comercialización de la coca:
La iglesia está dividida: algunos trabajan en el campo, tienen sus fincas, algunos tienen sus fincas ganaderas, viven de la leche, del quesito, de los productos agropecuarios como el platanito, de los productos de pancoger. (...) Yo consigo jornaleros para trabajar el maíz de mi finca de los mismos hermanos de mi fe, son casi los únicos que le salen a cualquier trabajo que no sea coca, porque la demás juventud, por ejemplo, el que no teme a Dios no se va a ir por ejemplo a ganarse $10000 pesos por no irse a ganar 20 o $30000 pesos cogiendo hoja. Nosotros tenemos buena comunión entre todos.[30]
Frente a esta posición se plantea un debate ético muy complejo sobre la vinculación indirecta con la producción y el comercio de ilícitos. Según los católicos no se entiende por qué es malo sembrar y vender coca, y no es malo por ejemplo, vender ropa u otros productos agropecuarios (como lo hacen algunos evangélicos) en los pueblos cocaleros los domingos para recibir dinero a cambio, cuando se sabe que éste viene de la producción y venta de coca. Los católicos consideran que todos se están beneficiando del mismo dinero y que por lo tanto no es aceptable juzgar sólo al productor o al comerciante.
El comportamiento estricto y moralista de las sectas es interesante porque, al contrario de lo que podría pensarse, atrae a muchas personas en forma creciente. Se podría decir que cuando hay precariedad en los niveles educativos y culturales las personas prefieren que alguien los conduzca por “el camino de la vida”. Se manifiesta una necesidad de seguridad moral, de alguien que muestre el camino. No es fácil hacer uso de la libertad con tantas carencias económicas y de formación, y en medio de tantas éticas cohabitando. En general, este fenómeno es lo que puede explicar la aceptación tan fuerte del autoritarismo de las sectas en el nivel popular. Sus ideas morales autoritarias, basadas en la tradición apocalíptica en su proceso de expansión, se están beneficiando de la ignorancia, y en particular del poco conocimiento que la mayoría de los habitantes rurales tienen para relacionar contextos y relativizar cualquier discurso ético.
En ese orden de ideas, es claro que a pesar de lo estrictas que son las regulaciones sociales y morales fijadas por las sectas, es más facil ser buen miembro de ellas que buen miembro de la iglesia católica, en donde el margen de libertad es mayor y no hay tanta intromisión sobre lo que las personas deben hacer en cada momento de su vida íntima y cotidiana. Es menos difícil seguir órdenes y reglas, que ir creando y recreando un código ético o unos criterios de comportamiento de acuerdo con la realidad de cada persona y de sus circunstancias.
Adicionalmente, y desde la perspectiva de uno de los párrocos de Yurayaco, la mayoría de las sectas protestantes se fundamentan en el hecho de arrepentirse, de volver a nacer. Esto es lo que hace que muchas personas que han estado en situaciones muy comprometidas con el alcohol, las drogas o con problemas familiares de infidelidad y peleas en el momento en que toman una actitud de cambio, fácilmente entran en este tipo de religiones que los presiona a un cambio de comportamiento y les promete un renacer espiritual. Las personas que entrán a estas nuevas religiones son gente que está lavando sus “pecados”. La posibilidad de “enderezar” la vida, la familia y las relaciones conyugales, explica por qué las esposas están dispuestas a acompañar a sus maridos en este proceso, aún a costa de sus tradiciones religiosas[31]. Si consideramos, entonces, que los problemas de alcoholismo, drogadicción y prostitución se acentuan con el auge de la coca, tenemos allí otra explicación para el avance de las sectas.
Tales fenómenos nos estarían mostrando que el fenómeno de la secularización es por lo menos discutible en las zonas de cultivos ilícitos. Por el lado de los católicos, aunque se habla de poca asistencia a los templos, no es claro que haya un alejamiento de sus feligreses por el desarrollo del cultivo de la coca. Esto por cuanto tradicionalmente la forma de vivir el catolicismo, en esta región, se ha manifestado a través de las fiestas patronales, navidad y semana santa y en los sacramentos de iniciación. En cuanto a las sectas es claro que ha habido una expansión en las zonas de cultivos ilícitos[32] y en general en todo el país.
La mayoría de las personas tienen varias fundamentaciones éticas para su comportamiento. Es claro que este es también el caso de la población joven y adulta del Caquetá y del Huila. Particularmente, los jóvenes en distintos momentos, responden a las diversas fundamentaciones del camino ético que señalamos en el capítulo respectivo: la ética cristiana, católica y de sectas evangélicas, la ética de las mayorías, la ética de la autoridad, la ética de la costumbre y la ética del diálogo.
Desde la ética de las mayorías, la difusión generalizada del cultivo de la coca, aporta seguridad y respaldo moral para los cultivadores mismos. Las marchas de 1996 fueron la constatación a nivel nacional y la autocomprobación del carácter masivo que tiene el cultivo de la coca. Ya nadie niega que tiene coca, y pareciera que no se siente culpabilidad por tenerla. El fenómeno de las marchas también fue un espacio abierto y participativo para la expresión de la ética del diálogo, en donde los marchistas tienen tiempo suficiente para discutir y razonar sobre la problemática que los convoca. Sin duda, la capacidad de argumentación de los cultivadores y raspachines mejoró notablemente después de las marchas y eso lo constatamos en los diferentes talleres realizados.
La fuente ética de la costumbre no es la más generalizada, puesto que las zonas de colonización y de cultivos de coca no albergan sociedades sólidas o asentadas en el sentido cultural del término. El escenario cambia constantemente y aún son frágiles las relaciones de los actores sociales entre sí y de todos con el medio en que se mueven.
Otra de las fuentes éticas centrales es la basada en el principio de autoridad. En este caso, son varias las entidades que imparten órdenes de comportamiento. Una muy clara es la guerrilla. Ante la ausencia y el desplazamiento del Estado y la falta de regulación institucional, actores como la guerrilla, han monopolizado el uso de la fuerza, ejerciendo una autoridad que pone límites y sanciones a los desmanes y abusos entre la población. Esta labor de control y de regulación de la relaciones sociales es reconocida por su eficiencia.
En muchos casos, las personas actúan de acuerdo con las normas de comportamiento que fija la guerrilla en el ámbito de las relaciones familiares, laborales, comerciales y políticas. Es una autoridad que proporciona seguridad y que no es públicamente cuestionada ante el peso político y militar que tiene. Los fenómenos de violencia guerrillera y las diferentes intervenciones de la guerrilla en la vida social, que hemos mostrado en el estudio, son ejemplos de cómo funciona la guerrilla, como principio de autoridad.
Otra de las fundamentaciones éticas importantes en relación con la autoridad y que se mezcla con una versión de la ética cristiana, es la proveniente de las iglesias evangélicas. Los miembros de estas iglesias obedecen a la ley porque proviene del gobierno y éste no debe ser cuestionado porque está iluminado por otra autoridad mayor que es Dios. Difícilmente se encuentra un ejemplo más claro de fundamentación ética, estrictamente ligado al mandato de la autoridad.
En relación con la ética católica, podríamos decir que si bien ha perdido fuerza en cuanto al avance de las otras iglesias, no es muy claro que haya sido desplazada, sobretodo en la medida en que las personas no han sido ni acusadas ni expulsadas por esta Iglesia. Como lo mencionamos anteriormente, la iglesia católica ha asumido una posición de realismo y de acomodación a la economía de la coca. El sentimiento católico latente tiene un resurgimiento después de terminadas las marchas de 1996. Los colonos sienten que es hora de volver a Dios ante la incertidumbre del futuro y ante la precariedad económica en la que habían quedado. Tal comportamiento no es muy distinto de lo que sucede en otras latitudes cuando se presentan situaciones poco claras en relación con el porvenir.
Lo que sucede con la iglesia católica y con las iglesias evangélicas manifiesta, por lo menos, que a nivel rural no es claro que se esté dando un proceso de secularización como ha sido señalado en algunos estudios sobre las transformaciones socio-culturales de la sociedad colombiana[33].
Para el caso de los indígenas, las transformaciones éticas se inician con la llegada de la colonización. Este proceso ha llevado a la erosión organizativa y cultural de algunos pueblos indígenas, como es el caso del pueblo korebaju (coreguage). La comercialización del cultivo de la coca se constituye en un factor acelerador de dicha erosión, al punto que en este momento, la crisis del pueblo korebaju (coreguage) tiene manifestaciones extremas como las masacres de 1997.
El caso de los korebaju (coreguages) es particularmente dramático, porque su crisis actual también puede ser leída como la pérdida de las fundamentaciones éticas, que durante cientos de años fueron consolidando como cultura. El principio de autoridad, sobretodo el de los ancianos y los curacas, los espacios de decisión comunitaria, la fundamentación religiosa tradicional y, en general, las costumbres que guiaban el comportamiento, son todas referencias éticas afectadas y transformadas por el avance de la colonización, por la influencia de los mestizos, por la economía de la coca y por ellos mismos. Aunque es claro de que no se trata de volver en forma nostálgica a las tradiciones de la cultura, sí es necesario ir construyendo, a partir de todos los cambios sucedidos, un nuevo derrotero que sea aceptado e interiorizado por la mayoría del pueblo korebaju (coreguage).
La dimensión ética en relación con las comunidades campesinas de zonas de amapola es diferente. Allí se conservan aun referentes culturales propios de la tradición campesina andina. En ese sentido, ciertas costumbres que marcaban la pauta en materia de espacios de socialización, prácticas económicas y productivas, valores éticos y religiosos no se han visto afectadas de la misma forma como en las zonas cocaleras. El boom de la amapola fue corto y se dió en espacios culturales más consolidados que los que había en las zonas de colonización antes de la coca. Los habitantes de esta región manifiestan que después del apogeo las cosas volvieron a su lugar. Si bien esto no es del todo cierto, pues en este estudio hemos reseñado algunos cambios ocurridos, sí es posible hacer una lectura de tipo “garciamarquiano” en relación con lo que le sucedió al pueblo de Rionegro: el apogeo de la amapola fue una auténtica hojarasca.
Mama Coca Home | Contra la guerra química y biológica | Enlaces | Contáctenos |