EN EL AGRO: ESPECIALIZACIÓN COLONIAL[1]
El Plan Colombia tiene dos partes. Una, la más conocida y comentada, tiene que ver con el aumento de la injerencia militar de Estados Unidos en los asuntos internos del país. Además, la “ayuda” viene condicionada a definir cómo se gastarán 4.700 millones de dólares de los recursos del país en los próximos años, suma que tiene el obvio propósito de embellecer el Plan, acrecentando, en términos de la consabida demagogia, la plata norteamericana. Y en el mencionado convenio también se define la orientación de toda la economía nacional en los próximos años.
Al respecto de la política agraria, el Plan Colombia señala:
“En los últimos diez años, Colombia ha abierto su economía, tradicionalmente cerrada... el sector agropecuario ha sufrido graves impactos ya que la producción de algunos cereales tales como el trigo, el maíz, la cebada, y otros productos básicos como soya, algodón y sorgo han resultado poco competitivos en los mercados internacionales. Como resultado de ello —agrega— se han perdido 700 mil hectáreas de producción agrícola frente al aumento de importaciones durante los años 90, y esto a su vez ha sido un golpe dramático al empleo en las áreas rurales”. Y concluye: “La modernización esperada de la agricultura en Colombia ha progresado en forma muy lenta, ya que los cultivos permanentes en los cuales Colombia es competitiva como país tropical, requieren de inversiones y créditos sustanciales puesto que son de rendimiento tardío”[3].
Nada más, pero tampoco nada menos. Es evidente que el Plan Colombia ni siquiera hace demagogia sobre recuperar las 700 mil hectáreas de cultivos transitorios perdidas bajo el peso de unas importaciones agropecuarias que llegaron a siete millones de toneladas o impedir la ruina de la producción cerealera sobreviviente y toda la que no resista la muy dura competencia del mercado mundial, a pesar de reconocer que el gran debilitamiento de esos sectores ha lesionado en materia grave la producción y el empleo en el campo. Y es notorio también que lo pactado somete al país a especializarse en cultivos tropicales, especies que por causa del clima no pueden producirse en las zonas templadas, donde se localiza Estados Unidos. Lo leonino del compromiso salta a la vista: los estadounidenses “renuncian” a producir lo que no pueden cultivar y los colombianos aceptamos no sembrar buena parte de lo que sí podemos cosechar.
Y en la
misma dirección de lo definido en el Plan
El ALCA es un acuerdo de todos los países de América, exceptuando a Cuba, para conformar un sólo gran mercado en el continente, el cual debe empezar a funcionar en el 2005 mediante disminuciones arancelarias y supresión de cuotas, hasta llegar a aranceles cero y total libertad para el movimiento de los capitales y las mercancías en el 2015. De acuerdo con Robert Zoellick, representante de la oficina de comercio de Estados Unidos,
El ALCA abrirá los mercados de América Latina y el Caribe a las empresas y agricultores de Estados Unidos al eliminar las barreras al comercio, a las inversiones y los servicios...[4]
Es
importante aclarar que con lo perniciosa que ha sido la apertura definida en
1990, ésta no fue total. Todo lo que queda
En el caso
“En
1997/98 América Latina se ha convertido en un mercado
muy importante (para el arroz norteamericano), específicamente Colombia y
Ecuador (...) También es factible —agregó— que
Y en ese mismo evento, el pensamiento
"En
las negociaciones internacionales el tema
al tiempo que silenció que la "protección" de la que habla no tiene origen en los estímulos que reciben los arroceros colombianos sino los extranjeros. Y agregó:
"participé en las negociaciones
Además,
Claro que los colombianos que trabajan con las transnacionales que operan en el país y la tecnocracia neoliberal criolla ya salieron con la baratija de que todo el problema se limita a “saber negociar” el ALCA, como si no se supiera que fueron precisamente ellos los que “negociaron” los acuerdos en la Organización Mundial del Comercio que desquiciaron la industria y el agro y los que “negociarán” los que vienen, y como si alguien dudara que las suertes de estos personajes están atadas a las de sus patrones y socios y a los puestos que logren conseguir en las agencias internacionales de crédito.
Por lo
demás, la especialización
“
Por su parte, Alvaro Uribe Calad, Director Corpoica, explicó:
“nos parece que seguir sembrando maíz, cebada y otros cereales es desperdiciar el esfuerzo y la inversión porque en ese campo no somos rentables y tenemos mucha competencia”[10]
Y Luis
Arango Nieto, viceministro Agricultura y miembro
“el país no tiene que producir todo lo que necesita, sino que los colombianos deben tener acceso a productos más baratos y competitivos”[11].
Que de lo
que se trata con la apertura neoliberal es de eliminar competidores, para darle
salida a la crisis de superproducción de Estados Unidos y de las restantes
potencias, no hay duda.
“el mundo sencillamente puede producir más que lo que necesitan comer los que tienen dinero para pagar. Ningún gobierno firmará un acuerdo que obligue a un elevado número de sus agricultores y a una gran extensión de sus tierras a retirarse de la agricultura”[12],
La estricta
y definitiva especialización de
En primer
término, la reducción
Con la
mencionada especialización acabarían de desaparecer los sectores más modernos
de la agricultura nacional, donde se aclimataron los mayores desarrollos
tecnológicos. En el arroz, cuya productividad por hectárea está entre las altas
El golpe
que le significaría al mercado interno la definitiva pérdida de todo lo que no sean productos tropicales sería bárbaro. ¿Qué pasaría, por
ejemplo, en todas las actividades económicas del
Tolima sin los ingresos de los empresarios y campesinos que cultivan arroz en
sus tierras y sin los millones de jornales de sus obreros agrícolas? ¿Qué al Valle si se arruinan los ingenios azucareros y terminan en
el desempleo las decenas de millares de corteros? ¿Y qué a Boyacá,
Cundinamarca y Nariño sin la papa, la única agricultura de importancia que
queda en las tierras frías del país, exceptuando a las flores, luego de que
desaparecieran el trigo y la cebada[14]?
¿Alguien ha hecho la cuenta de lo mucho que debilitó al mercado interno
nacional la decisión de acabar con la producción de trigo en el país, cereal
del que fuimos autosuficientes hasta los inicios de la década de 1960, y que
fue eliminado para darle salida a los llamados “excedentes agrícolas”
norteamericanos? Y cuando se habla de mercado interno no se refiere solo a la
disminución de las ventas de bienes de consumo. También se llama la atención
sobre todo lo que tiene que ver con los diferentes insumos necesarios para la
producción agrícola, parte vital
La pérdida
de mayor gravedad sería la de la seguridad alimentaria de
“incluso la importación de alimentos sería restringida. Una perspectiva bien poco agradable”[15].
A lo anterior hay que agregar que este debate sobre la seguridad alimentaria viene siendo enredado, con todo propósito, por los neoliberales, quienes señalan que ésta no debe pensarse como un problema nacional —de los 40 millones de colombianos— sino como un asunto que le atañe únicamente al campesinado, por lo que proponen que el concepto no se use para ir más allá de lograr que cada familia campesina produzca en su parcela la comida que requiera. Esta manera de ver las cosas implica sacar al campesinado de la lucha por resistirle a la apertura, enterrándolo, además, en la miseria propia de la economía natural, hecho que ni siquiera lo eximirá de su ruina final, porque uno de los más notorios objetivos de la globalización consiste en eliminar todas las economías que no sean monopolistas. Y esa concepción llama al campesinado a renunciar al mercado interno como el mercado natural de sus productos, pues acepta que se traiga del exterior la comida de quienes no sean productores directos, es decir, de todos los habitantes de las zonas urbanas y de buena parte de las rurales, pues es imposible que cada campesino cultive la totalidad de su alimentación, para no mencionar la de los jornaleros, quienes por definición carecen de tierras propias donde cultivar.
Pero lo anterior no debe entenderse como un ataque a que el campesinado siembre más productos de pancoger en sus parcelas, como una manera de resistirle parcial y temporalmente a la crisis de la apertura; simplemente, se le señalan las evidentes limitaciones a esa estrategia y, principalmente, se llama la atención sobre la importancia de defender la seguridad alimentaria como un problema nacional, incluso en medio de la lucha por lograr que el campesinado sea menos dependiente de la comida importada. La invitación también es a que los esfuerzos por mejorar la microeconomía no terminen convertidos en pretextos para no atender los problemas macroeconómicos, que es lo que, en últimas, quiere el Fondo Monetario Internacional.
El concepto
de economías coloniales se refiere a los desarrollos que los imperios les
impusieron a sus colonias, con el propósito de establecer unas relaciones de
dominación en las cuales los pueblos sometidos actuaran como mercados de los
productos de las metrópolis y que éstas recibieran de aquéllos bienes que por
alguna razón no estaban en condiciones de producir. En términos generales, las
potencias se reservaron el monopolio de las mercancías de origen
industrial y de las mineras y agrarias que estaban a su alcance, las cuales
vendían en sus dominios al precio que se les antojara, y éstos exportaban
barato, bien barato, lo que las metrópolis requerían. Fue típico de esta etapa
que los pueblos sometidos exportaran sus bienes
En esta
relación se reconocía abiertamente que los pueblos coloniales eran simples
bestias de carga de los imperios y que éstos poseían el derecho militar, y
hasta moral, de esquilmar hasta la miseria a sus vasallos, a quienes no se les
permitía más desarrollo económico que el que fuera necesario para que la
exacción colonial fuer posible.
Son conocidas
las invocaciones con las cuales David Ricardo y Adam Smith intentaron
reservarle a la Inglaterra de la época la producción de bienes manufacturados,
mientras llamaban a los restantes países a
especializarse en la producción de materias primas agrícolas o mineras. La
división internacional
Si algo fue típico entre los productos coloniales fueron los agrícolas propios del trópico, pues como no pueden sembrarse en las zonas templadas, que es donde por razones históricas se han localizado los imperios, sirvieron de base a desarrollos económicos recortados en las colonias y sin causar siquiera la “molestia” de competir lo producido en las metrópolis, donde a partir de ellos se crearon algunas de las mayores transnacionales del mundo.
Con el paso
La especialización colonial en la producción de materias agrícolas o mineras para la exportación estuvo generalmente atada a la monoproducción, otra característica indeseable que significa una excesiva dependencia de uno o muy pocos productos, porque país que se especialice en ese grado queda condenado a padecer por la tremenda vulnerabilidad económica implícita en la falta de diversidad de su economía.
También
singulariza a los productos coloniales que su comercio internacional lo
controlan las transnacionales, empresas que tienen
Sin
embargo, la cabal comprensión de la naturaleza colonial de un
producto exige ir más allá de la mención de que se exporta
Este
aspecto del análisis tiene su importancia para no alentar falsas ilusiones,
pero, sobre todo, para impedir que con argumentos supuestamente “nacionalistas”
se atente contra la institucionalidad cafetera que en algo protege la
exportación del café como producto primario. Curiosamente, fueron los mismos
personajes que aplaudieron el rompimiento
“... ya que la ‘Ley de Comercio’ tiene claramente un carácter proteccionista para la industria norteamericana, y busca defender el empleo de mano de obra en ese país, un aumento excesivo de los precios, por ejemplo, que afecte la industria de torrefacción, o el incremento de exportaciones de café procesado, podrían llegar a ser motivo para la adopción de medidas discriminatorias”[17].
Por consiguiente, no es que no se entienda que para
El otro
aspecto que merece comentarse sobre el procesamiento
En
conclusión, puede decirse con Jorge Ramírez Ocampo, al concluir un estudio en el que reseñó los avatares
“...
después de recorrer las fluctuaciones de los precios
Y la
condición de nación proletaria es la peor que pueda sufrirse en el mundo de las
economías de mercado, tal y
El otro
hecho que acompaña a los productos tropicales es que padecen por lo que los
economistas llaman el deterioro de los términos de intercambio, concepto que
significa que con la misma cantidad de éstos cada vez se compra una menor
cantidad de los bienes manufacturados que deben importarse de los países
desarrollados. Un ejemplo con cifras imaginarias
ilustra el punto: si hace dos décadas con la venta de 100 sacos de café se
compraba un automóvil, hoy ya se necesitan vender 150. Y la razón última de este fenómeno es simple: mientras el valor agregado en el
café
Además, el consumo de los productos tropicales crece a una tasa menor que lo que crece el conjunto de la economía de los países desarrollados, en los cuales cada vez se gasta menos, relativamente, en comida, mientras aumenta el gasto en bienes industriales. Es fácil entender que quien desayuna con una tasa de café no pasa a tomarse diez el día en que se gana la lotería. De este hecho, y de la especialización que se les impone a los países tropicales en ese tipo de productos, sumado a la desesperada búsqueda de las divisas que requieren para atender sus importaciones y el pago de sus deudas externas, se deriva una tendencia hacia su superproducción y a los precios bajos que vienen con ella, otra característica detestable de este tipo de cultivos. Y este cuadro desastroso se completa cuando se sabe que no puede resolverse el problema de la baja de sus precios apelando al crecimiento de sus exportaciones, porque cada aumento de los despachos produce una caída de las cotizaciones más que proporcional, lo que significa que los precios, inevitablemente, caen con mayor fuerza que los incrementos en los embarques.
Complica
también a los productos tropicales que, casi sin excepción, no hacen parte de
la dieta básica de la humanidad, por lo que, en las crisis económicas, sus
consumos y sus precios tienden a caer en picada, al tiempo en que esas mermas
en las ventas difícilmente pueden subsanarse con el aumento
El otro
hecho negativo cierto sobre los cultivos tropicales, el cual se menciona poco o
nada, tiene que ver con que mecanizarlos resulta difícil o imposible, en todo o
en parte de sus procesos de cultivo y recolección,
La otra
consideración que puede hacerse sobre los cultivos tropicales en la
globalización neoliberal, es si su cultivo permanecerá indefinidamente en manos
de los colombianos o si terminará en poder
Finalmente, unas preguntas que podrían tener respuestas desgraciadas en la medida en que el neoliberalismo siga imponiendo en el mundo sus recetas: ¿si el día de mañana los avances en la manipulación genética de las plantas permitiera producir café en Nueva York y banano en la Florida, y hacerlo a menores precios como seguramente sería en razón de sus avances tecnológicos y sus subsidios, también deberá renunciar Colombia a esos cultivos y dedicar la totalidad de sus tierras a cargar rastrojos? ¿Será un exceso de suspicacia pensar que, en el largo plazo, casi todo el territorio nacional pueda terminar también, como el Chocó y la amazonia, convertido en pulmón “de la humanidad”, como para la segunda se establece en el Plan Colombia?
Empezando
la apertura, Francisco Mosquera, uno de los colombianos que mejor y de manera más
temprana explicó lo que ocurriría, caracterizó la etapa como una de
“recolonización” imperialista, en la que se endurecerían hasta niveles
insospechados las relaciones neocoloniales que desde hacía décadas padecía
Colombia con Estados Unidos. Y hubo algunos que, aun vislumbrando el calibre de
la amenaza, les pareció que usar ese término
constituía una exageración. Pero los hechos, los tozudos hechos, vienen dándole
la razón a quien en vida fuera uno de los más geniales pensadores
La
globalización,
Y aun antes de que el mundo tuviera que observar y padecer la manera cómo George W. Bush blande con todavía más fuerza y descaro el big stick, con el pretexto de los actos terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el propio Juan Pablo Segundo, expresó su preocupación porque la globalización neoliberal se esté convirtiendo en “una nueva versión del colonialismo”[20]
El debate
que se realiza en
Es obvio
que la especialización
[1] Ponencia
presentada en el Seminario Internacional “Plan
[2] Profesor Titular, Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.
[3] Subrayado en este texto.
[4] Departamento
de Estado Noticias desde
[5] Revista Induarroz, marzo de 1999. Subrayado en este texto.
[6] Ibid., p. 70.
[7] Ver “Comida ‘hecha en México’ para toda Latinoamérica”, The Walls Street Journal Americas, 13 de diciembre de 1999.
[8] El Tiempo
[9] El Tiempo, 1º de noviembre de 1.997.
[10] El Espectador, Agosto17 de 1998, p. 2b.
[11] El Tiempo, 5 de julio de 2001.
[12] Thurow, Lester, La
guerra
[13] Se pone competitivo entre comillas porque no es posible competir con el gran desarrollo tecnológico de Estados Unidos y las otras potencias industriales, aun si éstos no le otorgaran a sus agricultores y ganaderos 370 mil millones de dólares anuales en subsidios directos.
[14] En el solo estado de
[15] Roddick, Jaqueline, El negocio de la deuda externa, p. 80, El Áncora Editores, Bogotá, 1990..
[16] El Tiempo, 8 de octubre de 2001, p. 3-6.
[17] Junguito, Roberto, y Pizano, Diego, El Comercio exterior y la política internacional del café, p. 85, Fondo Cultural Cafetero y Fedesarrollo, Bogotá, 1993.
[18] Ramírez Ocampo, Jorge, y Pérez Gómez, Silverio, 83 años de política cafetera internacional y la participación de Colombia en este proceso, Federación Nacional de Cafeteros, sin fecha en el libro, pero en él se analiza hasta octubre de 1982. Subrayado en este texto.
[19] “Estrategia de corto plazo o aflictiva travesía”, por Abdón Espinoza Valderrama, El Tiempo, 23 de marzo de 1999, p. 5A. Subrayado en este texto.
[20] “El Papa fustiga globalización”, al dirigirse a los miembros de la Academia Pontifical de Ciencias Sociales, reunidos en el Vaticano en su asamblea anual. El Tiempo, 28 de abril de 2001, p. 1-12.
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