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Entiendo que en Colombia la libertad de
prensa está en peligro, mientras que, frente a la información,
la libertad de empresa sigue haciendo de las suyas. No quiero que se piense
en mí como en una víctima de la represión de los poderosos
grupos económicos que hoy nos manejan, ni como un cordero sacrificado
en el altar del unanimismo.
Soy, simplemente, una voz independiente que ha sido censurada.
Cordialmente,
Fernando Garavito
jmosca@hotmail.com
El 15 de octubre del año 2001 el representante Hernando Carvalho
le dirigió a Luis Alberto Moreno, embajador de Colombia ante el
gobierno de los Estados Unidos, una carta perentoria. En ella le decía
que, según noticias publicadas en Miami, Bogotá y Quito,
el congresista Ronald Andrade había presentado en el Ecuador una
demanda penal contra los miembros del directorio del Banco del Pacífico
en los años de 1998 y 1999, acusándolos de aprobar y presentar
estados financieros falsos, ocultar a las autoridades la verdadera situación
del Banco, y alterar en forma fraudulenta hechos de los cuales la Superintendencia
del Ecuador debería estar informada. Carvalho sostuvo que, como
presidente de ese directorio, Moreno tendría que responder ante
las autoridades de dicho país y, eventualmente, ir a prisión,
tal como había sucedido con el ministro de Economía, Jorge
Emilio Gallardo, a quien la Corte le había dictado medida de aseguramiento
consistente en prisión preventiva. El delito de Gallardo, en ese
entonces presidente del Banco, consistía en haber aprobado un fideicomiso
por 78 millones de dólares, a favor de los accionistas. Carvalho
puso en evidencia al embajador. Usted –le dijo– “me respondió en
tres oportunidades que los antiguos accionistas habían perdido toda
su inversión, siendo así que el fideicomiso demuestra lo
contrario”. Ante la ausencia absoluta de una Cancillería, Carvalho
le pidió la renuncia a Moreno. Este debió morirse de la risa.
Pero esta es sólo la tapa de esa olla podrida. A lo largo de la
investigación se demostró que la intención del embajador
había sido la de montar un emporio financiero con base en una empresa,
la Westfear, de los Estados Unidos. Para ello contó con la complicidad
de Luis Fernando Ramírez, ministro de Defensa de Andrés Pastrana,
y de Jacky Bibliowicz, el cerebro de varias operaciones destinadas a enriquecer
por debajo de cuerda al príncipe y a sus conmilitones. Dentro de
ese propósito, Moreno, Ramírez y Bibliowicz, actuando en
nombre propio y, posiblemente, como testaferros, lograron controlar el
Banco del Pacífico en el Ecuador. En el año de 1998, cuando
comienza la cadena de delitos, Bibliowicz fue miembro del directorio y
Moreno presidente del mismo.
El Banco tenía una filial en Colombia. Moreno y Ramírez lograron
entonces que la superintendente bancaria de Pastrana, Sara Ordóñez,
ordenara fusionarla con el Banco Andino. Aquella no tenía liquidez
alguna, lo que llevó a que fuera intervenida. Sin importarle para
nada ese pormenor, la directora de Impuestos, Fanny Kertzman, en una acción
típicamente antijurídica y culpable, permitió recaudar
allí las contribuciones que hicieron en esa época millones
de colombianos. Con la autorización entre el bolsillo, Moreno y
Ramírez organizaron una campaña publicitaria en la que ofrecieron
el oro y el moro a quien pagara en su entidad. Lograron recaudar 110 millones
de dólares, con los que se dedicaron a conceder préstamos
preferenciales a los socios de las compañías en que tenían
intereses. El presidente de la junta directiva era el señor Fernando
Londoño, quien debió cohonestar la totalidad de las maniobras.
Todo lo cual terminó por desfalcar a los colombianos en una suma
que puede calcularse en 35 o 36 millones de dólares. Dinero suyo.
Dinero nuestro. Dinero mío.
Pero, como siempre ocurre, todos terminaron por lavarse las manos. El presidente
de la Junta, señor Londoño, es hoy el poderoso ministro de
la InJusticia. El señor Moreno fue ratificado como embajador de
Colombia en los Estados Unidos, cargo desde el cual cuida juiciosamente
el buen suceso de sus empresas. La señora Ordóñez
fue premiada con un ministerio del que no sabía ni pío. Y
la señora Kertzman fue nombrada embajadora de Pastrana en Canadá
y ratificada por su excelencia. Así, la vida es una fiesta. Pero
no sobraría saber qué piensan de todo esto las cancillerías
antes las cuales nuestros elegantes delincuentes de cuello blanco deben
presentarse todos los días.
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