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En la página web “Colombia libre”, de las denominadas autodefensas
unidas, sección primer plano, actualidad, opinión, se dice:
“10 de diciembre de 2002
Agencia ANNCOL
El estatus político al paramilitarismo
Según lo ven las Farc el gobierno tiene en marcha su ofensiva
en todos los frentes: guerra, legislativo, laboral y, ahora, universitario.
Insisten sobre que el viejo tratamiento de orden público ha vuelto
a las universidades. Según esta visión de las Farc los trabajadores
petroleros son sometidos al "chantaje" del contrapliego y la "campaña
publicitaria antisindical" de los empresarios y del gobierno. “
Enseguida transcribe el editorial de mi autoría, publicado en el semanario VOZ, edición 2173, del 4 al 10 de diciembre del corriente, y reproducido por la agencia Anncol. Como la nota introductoria señala expresamente ésa como una opinión de las FARC, me permito aclarar lo siguiente:
Es un abuso atribuir a las FARC lo que constituye
una opinión de alguien que no forma parte de dicha organización
y no tiene por qué hablar en su nombre. El señalamiento es
de mala fé, porque pretende mostrar que el secretario general del
Partido Comunista Colombiano es uno vocero de las FARC. Lo dicen con el
fin expreso de macartizar un punto de vista, confundir y facilitar las
judicializaciones amañanadas de la Fiscalía, en contubernio
con el gobierno de Uribe Vélez, como viene ocurriendo con centenares
de ciudadanas y ciudadanos inocentes a quienes se les desconocen los derechos
y garantías constitucionales.
Jaime Caycedo Turriago,
Secretario General
Partido Comunista Colombiano
Bogotá, diciembre 11 de 2002
diciembre 1 2002
El gobierno tiene en marcha su ofensiva en todos los frentes:
guerra, legislativo, laboral y, ahora, universitario. El viejo tratamiento
de orden público ha vuelto a las universidades. Los trabajadores
petroleros son sometidos al chantaje del contrapliego y la campaña
publicitaria antisindical de los empresarios y del gobierno.
En el parlamento avanzan las reformas que preparan el
paquetazo de shock económico y social, más el Referendo.
Pero las cosas no son tan fáciles. Desde todos los ángulos
se está desatando la oposición y la resistencia democrática
conciente a la política oficial.
El centro de la conducción de Uribe hasta ahora
ha sido la seguridad bajo el estado de conmoción. Sin embargo, los
éxitos antisubversivos se anulan con los reveses sufridos por la
tropa. Ningún pez gordo ha sido capturado. La ausencia de resultados
en el corto plazo no alimenta la popularidad de Uribe. De sobrepeso, la
Corte decretó la inconstitucionalidad del grueso del 2002, pieza
clave de la legislación de guerra. Aunque desde el poder se le reste
importancia al hecho, algunos califican esta medida como la primera derrota
seria del gobierno. Para remontarla puede requerirse un golpe de opinión
o tal vez algo más.
Por ahora bueno es el antifaz de la paz. De pronto surge
al acuerdo con los paramilitares, se relanza el diálogo con el ELN
y se afloja la corta rienda al acuerdo humanitario. Ciertas expectativas
e ilusiones renacen en medio de tal confusión.
Las comisiones primeras de Senado y Cámara han
aprobado la reforma a la Ley 418 de 1997 que suprime el reconocimiento
político como condición para la negociación con los
llamados “actores del conflicto”, categoría indiferenciada dentro
de la que ahora se cobija el paramilitarismo de Estado en persona. Con
un gobierno que no tiene una política de paz, sino una de guerra,
flaco servicio le prestan a la búsqueda de una solución política
democrática quienes asumen que guerrilleros y paras son idénticos.
Al suprimir la condicionalidad, en realidad se coloca a la criminalidad
paramilitar al nivel de un status político que no tiene y que fortalecerá
sin duda la impunidad reinante.
Pero no es todo. El paramilitarismo se desmontaría
formalmente para reintegrarse a la guerra bajo las redes de informantes,
cooperantes y soldados campesinos. Tal y como estaba pensado en la política
de la seguridad. La reabsorción estatal del paramilitarismo sería
su legitimación absoluta. El terrorismo de Estado y los “re-paras”,
esos clones sueltos del actual sicariato, continuarían su labor
sucia.
La “paz” con los paras hace parte del escalamiento de
la guerra interior, que la puede acercar aún más a la guerra
civil. El show del acuerdo intenta salvaguardar a los cabecillas de una
extradición ya pedida y a la que el gobierno dio su anuencia. Bush
sabe de los compromisos y dificultades del gobierno, los utiliza y los
estimula, en función de sus intereses intervencionistas.
La izquierda, las fuerzas democráticas y el movimiento
popular no pueden engañarse ni transigir frente a esta otra trampa,
complementaria a la del Referendo. El alinderamiento del Estado con el
autoritarismo y el fascismo no conduce a la paz.
Jaime Caycedo
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