Gonzalo Uribe (2)
A partir de la primera semana del mes de octubre del 2000 se impuso por parte de las FARC un bloqueo armado al departamento del Putumayo como reacción a la estrategia oficial para el sur del país reseñada en el Plan Colombia. Semanas mas tarde, la misma organización armada congela los diálogos de paz adelantados con el gobierno hasta tanto este no aclare suficientemente el tema relacionado con las fuerzas paramilitares que operan en esta y muchas otras zonas de Colombia.
Teñidos así los medios de comunicación con la sangría de un conflicto delirante y atroz, se reportan a toda hora los sucesos de una guerra que se debate entre el olvido o la agudización hacia espacios desconocidos por los linderos de intensidad que maneja el referente colombiano del conflicto. Se especula, se diagnostica, se analiza… cada colombiano termina armando su estrategia que se debate entre las derrotas y victorias virtuales de quienes aún mantienen una distancia o neutralidad posible, y esa otra estrategia obligada e inherente a cualquier familia de la Hormiga, San Miguel, La Dorada y tantos otros pueblos en el ciclón del conflicto que demanda acciones concretas, puntuales e inmediatas para no ser blanco de un fuego cruzado y muchas veces incomprendido por esa gran mayoría de víctimas inermes. Llámese diáspora, desplazamiento o huida sin retorno, se trata de recoger las pertenencias mínimas que demanda la supervivencia y enterrar los sueños para adherir a una corriente cualquiera de desplazados sin rumbo.
La población objeto de los procesos territoriales aquí descritos, es aquella que decidió quedarse para defender sus sueños o al menos enterrarse con los mismos, y es esta la diferencia que es preciso comprender cuando se habla en forma genérica de una población de 350.000 habitantes en el Putumayo o de un millón o más en la amazonia colombiana, y que sin contemplaciones ni diferenciaciones se identifica como un componente crítico de la guerra que en su fase actual vive la realidad de estas diásporas y desplazamientos. No es de sorprenderse por lo tanto que uno de los primeros rubros contemplados en el componente de inversión social del Plan Colombia este dirigido a este segmento de la población y a la "necesidad" de su re-ubicación.
Sucede sin embargo que las situaciones de arraigo son bien diferentes. Las historias no son las mismas. Sin duda alguna, la nueva agricultura de la coca en el amazonas trajo grandes flujos migratorios de todas partes del país, y aún así, parte de esta población vio en la coca la posibilidad de ¨ hacerse ¨ a un pedazo de tierra y a un futuro mejor, así como otros simplemente vieron la posibilidad de ¨ extraer ¨ un pedazo de fortuna para retornar o simplemente para dedicarse a un presente sin contemplaciones a futuro. Otros ingresaron voluntariamente o involuntariamente a la guerra y terminaron comprometidos en cualquiera de sus orillas como una forma de vida, muchas veces sin pasaje de regreso.
Existe además aquella población que decidió internarse hace varias décadas por el lindero natural del piedemonte amazonico atraída por la oferta de tantos movimientos extractivistas que le dieron pie al llamado desarrollo y que tras el final de los ciclos se dio cuenta que le habían nacido raíces para permanecer en pie sobre un territorio que consideraron como vasta ¨ tierra de nadie ¨.
La guerra de los mil dias, el conflicto con el Perú en 1932, la construcción de la carretera Pasto-Mocoa y posteriormente la marginal de la selva y la vía Pitalito-Mocoa, la violencia de los años 50, la colonización dirigida a partir de los sesentas acompañada de la expansión de la ganadería y la explotación de maderas preciosas, el inicio de la industria petrolera durante la misma década, así como las proyecciones territoriales inherentes a la política global sobre los recursos mineros y ambientales son algunos de los hechos que marcaron pautas definidas de ocupación durante el siglo XX en el piedemonte amazónico y que precedieron el auge de la coca y la consolidación de la guerra actual.
La dinámica de dichos flujos migratorios sustentada en una gran demanda de servicios inherentes a una cultura y una filosofía de consumo se reflejaron en el crecimiento vertiginoso de los ¨ polos de desarrollo ¨ que en últimas terminaron por convertirse en agrupaciones humanas altamente dependientes del interior del país a pesar de su lejanía dispersa por los ríos de la selva, evidenciando así la poca sostenibilidad de sus modelos de desarrollo y la incompatibilidad entre sus formas de pensamiento y el medio amazónico.
Y por último están los indígenas. La constante histórica de la colonización de siglos sobre sus espacios vitales ha sido la negación, el no reconocimiento e incluso la prohibición de su identidad. No a su cosmología, no a su lengua y sus costumbres, no a sus modelos sostenibles, no a sus territorios.
Tamas, Macaguajes, Mocoas, Andakies desaparecieron en el proceso, y con ellos un conocimiento inédito. Coreguajes, camsás, cofánes, sionas y uitotos (3) lograron sobrevivir mediante la construcción de complejos sistemas de adaptación que iban desde el desplazamiento a los rincones mas apartados de la selva, la mimetización, o su integración y mestizaje con las oleadas colonizadoras. De estas últimas, algunas fueron también indígenas y en la mayoría de los casos aliadas: los inganos a partir del S. XV procedentes del sur, y recientemente los Embéras de occidente, Yanaconas y Paeces del Macizo, Awás del Pacífico, Pastos del altiplano nariñense…
Los procesos históricos que han atravesado estos pueblos indígenas en su constante tarea de adaptación a las nuevas situaciones impuestas por la inmigración a sus territorios han sido complejos y traumáticos. Sin duda, el efecto visible ha sido una dinámica intercultural reflejada en una ¨ nueva cultura amazónica ¨ donde van quedando atrás los esquemas fijos de indigenismo, campesinización, mestizaje o colonización. Sin desconocer sus respectivas particularidades, su origen o sus sueños, y todo aquello que atañe su identidad, es preciso entender al nuevo habitante amazónico en el contexto de su permanente inter-relación entre sí, con el medio, con su presente de guerra, con sus vecinos y con las nuevas poblaciones que se han instalado en sus territorios. Solo en este contexto se puede construir una salida que reclama el presente, donde el tema de identidad cultural se convierte en una variable mas de fondo y pensamiento que de forma.
El Plan de Vida del pueblo Cofán y Cabildos Indígenas del Valle del Guamuéz y San Miguel (Fundación Zio-A'I, Bogotá, Marzo 2000) ha sido suficientemente explícito en este sentido al reconocer dentro del mismo a la población indígena no cofán que ahora comparte sus territorios ancestrales, ratificando de esta manera la posibilidad de un entendimiento cuando se está de acuerdo en el pensamiento. Sucede lo mismo con una creciente población de colonos que mas allá de espacios productivos, busca una alianza humana basada en el respeto mutuo y el reconocimiento de valores culturales no contenidos en la cultura occidental. Quizás por esto, no es extraño encontrar una presencia creciente de colonos y campesinos de inmigración reciente en los rituales de yagé que se han extendido a los cascos urbanos de muchas poblaciones del piedemonte amazónico. Allí, el concepto de salud y sanación trasciende los parámetros del hospital o del centro de salud occidental.
El pueblo ingano ha sido sin duda un gran promotor de esta ocupación pacífica. Durante seis siglos ha demostrado que se puede compartir sin destruir o someter al otro, (existen excepciones como su utilización de parte de los conquistadores para enfrentar al pueblo quillacinga) y que de este siempre habrá nuevas lecciones que aprender. En medio de esta actitud de respeto ha logrado crecer y evolucionar, hasta convertirse en el mas numeroso de los pueblos indígenas del piedemonte amazónico, aportando además una valiosa función de enlace y difusión de conocimiento entre las diferentes culturas que comparten este mismo territorio.
No así lo entendieron otras corrientes colonizadoras cuyo etnocentrismo y pensamiento se basaba en la negación del otro, o como mucho su aceptación como sometido. Larga historia que tuvo sus manifestaciones mas evidentes desde la conquista (no se omiten enfrentamientos entre pueblos indígenas anteriores a la misma), y que en aras a la ¨ verdad ¨ exterminaron a pueblos enteros. Sobra el listado de misiones, mitas, encomiendas y las grandes empresas extractivas (oro, quina, caucho, pieles, maderas…) que las acompañaron.
El propósito de las anteriores aclaraciones ha sido el de situar cualquier intento de ordenamiento territorial dentro del contexto de su presente histórico, reconociendo que dentro del mismo debe primar la continuidad y el afianzamiento de una forma de pensamiento y de una actitud hacia el territorio por encima de su origen étnico o ancestral. La población actual del amazonas no es la sumatoria de etnias puras y aisladas en defensa de su identidad, sino el resultado de una dinámica de relaciones entre las mismas y de aquellos mecanismos de adaptación hacia retos externos crecientes que de hecho imprimen nuevas variables en su construcción cultural. Por fuera de este ejercicio diario que exige el presente como una necesidad de adaptación continua, la cultura tiende a desaparecer.
La polarización entre los esquemas de desarrollo y conservación que han situado en primer plano el interés mundial hacia la amazonia, solo alcanzará su justo equilibrio en la medida en que esta dinámica cultural tenga una participación activa en el proceso de ordenamiento y construcción territorial. De nada sirve identificar vencedores o vencidos en una guerra como la que se libra actualmente en el piedemonte amazónico si el control territorial que pretende no se sustenta en el respeto a estas dinámicas culturales.
El consenso teórico de la sostenibilidad solo será posible en la medida en que ese ¨otro pensamiento¨ que se construye en las malocas de los murui-muinane, en las casas de salud de los sionas, en las juntas de acción comunal de los ribereños amazónicos y tantos espacios de quienes habitan la selva tenga una representación válida y respetada en el escenario político tanto nacional como internacional donde se debate el futuro amazónico. Hasta tanto no sea así, las guerras solo lograrán cambiar los actores que se nutren de un extractivísmo sin contemplaciones sobre uno de los últimos y quizás el mas valioso de los reductos selváticos del planeta.
A continuación se describen algunos procesos referentes al tema de ordenamiento territorial en el piedemonte amazónico colombiano como producto de una reflexión entre las comunidades que lo habitan y algunas entidades y organizaciones que han mostrado interés en emprender un dialogo de mutuo interés alrededor del futuro amazónico. Dichos procesos están relacionados con las siguientes regiones:
1.- Serranía de Churumbelos, región del río Fragua y Bota Caucana
2.- Mocoa-Churumbelos.
3.- Patascoy-Sibundoy-Mocoa.
4.- Guamuéz, San Miguel y Resguardos Especiales.
5.- Parque Nacional Natural La Paya
I.- SERRANIA DE CHURUMBELOS,REGION DEL RIO FRAGUA y BOTA CAUCANA
A partir de la intersección con el río Mocoa, el río Caquetá se interna en la cordillera oriental en dirección sur-norte hacia su lugar de origen en el Macizo Colombiano. En este primer trayecto lo separa de Mocoa el Cerro de Churumbelos, y más arriba de este, siempre en dirección norte, desemboca en el Caquetá el río Villalobos cuya cuenca sube en dirección noreste hasta encontrar su nacimiento en el páramo sobre la divisoria de aguas que separa los inicios de la cuenca del Magdalena con la vertiente amazónica de la cordillera. (La carretera de Mocoa a Pitalito está construida sobre la cuenca del Villalobos). Esta cadena de páramos que da inicio al trazado de la cordillera Oriental se desplaza en dirección nor-este con una formación de picos rocosos conocida como Picos del Fragua y su zona de influencia donde tienen origen varios ríos que descienden a la Amazonia. Entre estos se destacan el Fragua, el Fragua Chorroso, el San Pedro, el Fraguita, el Yurayaco y el Pescado. Cuando este último desciende a la llanura se sigue en dirección sureste sobre una amplia zona de piedemonte hasta encontrar de nuevo el río Caquetá. Estos a grandes rasgos son los linderos de la serranía de Churumbelos que abarca territorios de los departamentos del Huila, Caquetá y Cauca.
Este enclave de características geo-morfológicas y biológicas únicas y de inmensa diversidad, incide directamente sobre núcleos humanos de diversos orígenes y procedencias asentados a lo largo del tiempo en sus fértiles alrededores. Así, las comunidades de colonos, campesinos e indígenas de la Bota Caucana y la región del Fragua en el sur del Caquetá, han emprendido un ejercicio de reflexión sobre la importancia que tiene la serranía de Churubelos en su diario existir. A partir de estas reflexiones, se han iniciado importantes procesos de recuperación territorial y cultural. Los inganos han sido especialmente incisivos en señalar la relación entre estos dos componentes, ya que no podrían existir de forma separada. Adicionalmente, le han recordado a la cultura occidental que el término territorio va mas allá del concepto espacial de producción y propiedad individual e incluye además los espacios vitales de los animales, del viento, del agua, de los sueños y los ancestros como todo un conjunto sobre el cual esta construido el equilibrio del cosmos.
Existen teorías divididas respecto a la aparición de los inganos en el escenario del piedemonte amazónico colombiano en general y en la zona de influencia de la Serranía de Churumbelos en particular. Algunos consideran que entraron por la cordillera a pesar de la resistencia de pastos y quillacingas. Otros la atribuyen a avanzadas incas por el piedemonte atravesando territorios de los quijos y cofánes. Otros se aventuran a plantear la hipótesis de su aparición desde el oriente amazónico , lo que supondría que al hacer presencia en el eje del río Caquetá sobre el piedemonte ya habían tenido una larga historia de contactos con pueblos amazónicos, entre ellos los andakí, identificados estos últimos como los habitantes ancestrales de la Serranía, hoy extinguidos.
En lo que sí coinciden los historiadores que además está claramente sustentado en el presente, es en atribuirle a los inganos una gran movilidad que los caracteriza como cultura de enlace entre diferentes pueblos. Su consolidación en lo que se conoce hoy como baja bota Caucana sobre las cuencas del Caquetá y Fragua es tardía. Se atribuye a desplazamientos desde la zona de Mocoa a comienzos del siglo XX propiciada por su resistencia al sometimiento que pretendían imponer una vez más los misioneros capuchinos.
Versátiles y emprendedores, los inganos se lanzan a la Amazonia por el río Caquetá a partir de asentamientos como Guayuyaco y Puerto Limón. Estos desplazamientos parecen seguir un patrón de movilidad a partir de familias extensas identificadas bajo un apellido común y reunidas alrededor de una autoridad tradicional. La graduación de un nuevo taita (shaman) en la comunidad daba origen en muchos casos a un fraccionamiento en búsqueda de nuevos espacios vitales. Así, fueron apareciendo asentamientos inganos en la baja bota y cuenca del Caquetá. Chaluayaco, Calenturas, Calarcá, Niñeras y Cosumbe en el río Caquetá. San José de Inchiyaco y Yambinaci en el río Tamboyaco, San Miguel, San Antonio, San Rafael, San Gabriel y Brisas en el Fragua, y más al norte Fragüita y Yurayaco en el departamento del Caquetá.
De estas "avanzadas" inganas cabe destacar su simultaneidad con una colonización tradicional de mediados del siglo XX conformado básicamente por familias nariñenses. Cabe suponer relaciones de reciprocidad y alianzas entre las dos culturas.
Este patrón de asentamiento en la baja bota y su zona de influencia no fue el único. La política oficial de colonización dirigida a partir de los años sesentas e impulsada por el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (INCORA), la colonización espontánea motivada por la violencia de mediados del siglo XX, la construcción del eje vial paralelo a la serranía como parte del proyecto marginal de la selva y que en la actualidad está por concluirse conectando a Venezuela, Colombia y Ecuador, el arribo de la industria petrolera y de manera muy significativa la expansión de los cultivos y la economía de la coca por el río Caquetá aguas arriba, ocupó espacios importantes de la bota como son los ríos Fragua, Congor e Inchiyaco, terminando por dibujar un complejo mosaico de ocupación y de relaciones interculturales.
Es interesante observar la evolución de la organización ingana en esta zona en medio de un panorama tan complejo. De una manera similar a lo ocurrido con los cofanes, las organizaciones indígenas de nivel nacional y regional (Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC, Organización Zonal Indígena del Putumayo, OZIP) inciden sobre la diferenciación entre los intereses indígenas y campesinos (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos UNUC). Las comunidades indígenas se organizan como cabildos e inician la búsqueda de su reconocimiento territorial en calidad de resguardos trazando una diferencia clara entre el concepto de propiedad colectiva e individual. Las organizaciones indígenas de nivel departamental se van reproduciendo gradualmente en organizaciones zonales que a pesar de estar adscritas a las de nivel nacional, representan los intereses específicos de las diversa zonas de ocupación indígena. Esta multiplicación de organizaciones es muy reveladora pues refleja en parte la dificultad de homologar lo local y lo tangible con un concepto más amplio inherente a las organizaciones regionales, departamentales o nacionales. En muchos casos, la división político-administrativa de los departamentos y aun de las naciones (como fue el caso del tratado entre Colombia y Ecuador en 1916) se ha traslapado sobre la división zonal y cultural que han construido las comunidades indígenas en su evolución histórica específica, creando divisiones innecesarias y en muchos casos contraproducentes.
Los inganos de esta "avanzada" tardía sobre la Amazonia y que se fue expandiendo por las cuencas del Caquetá y Fragua se agrupan entonces en una nueva zonal denominada ORINSUC (Organización de Inganos del Sur de Colombia). La división administrativa entre los departamentos del Cauca y Caquetá, terminó incidiendo en una nueva fragmentación de dicha organización, y así, los cabildos de la bota Caucana se agrupan en la zonal indígena de la baja bota y los del Caquetá en la asociación de cabildos inganos del Caquetá conservando el nombre de ORINSUC cambiando la C de Colombia por la de Caquetá para constituirse posteriormente en la Asociación de cabildos conocida como Tanda Chiridu Inganokuna, y debidamente legalizada en el año 2000. Agrupa los resguardos de San Miguel del Fragua, Brisas, Niñeras, Cosumbe y el cabildo de Yurayaco en proceso de constituirse como resguardo.
Este último cabildo asentado en las riberas del río Yuarayaco, en el departamento del Caquetá, ha venido liderando la consolidación de la asociación y la unión de los resguardos adscritos en torno a su recuperación cultural y a una propuesta territorial amplia sobre la serranía de Churumbelos en las cuencas del Fragua, Sabaleta, Fragüita y Yurayaco.
Presentada en el encuentro de propuestas territoriales realizado en Mocoa entre el 19 y el 21 de septiembre del 2000, dicha propuesta ha contado con el apoyo nacional e internacional para adelantar trabajos de caracterización biológica que viene realizando el Instituto Von Humboldt, así como la delimitación del área que vienen realizando los comités territoriales de los resguardos mediante expediciones de reconocimiento en terreno para la construcción y reflexión de su cartografía social con miras a la creación de un parque-resguardo que involucraría la ampliación del Parque Nacional Natural Cueva de los Guacharos ubicado en la parte alta de los Picos del Fragua.
Adicionalmente el cabildo de Yurayaco viene trabajando en la constitución de su resguardo como tal. En este sentido ya cuenta con estudio socio-económico (Medina Arias, Esperanza. INCORA Regional Caquetá. 1999), visita de predios, estudio de títulos y apropiación presupuestal dentro del convenio Plan Nacional de Desarrollo Alternativo, PLANTE, La Unidad Administrativa Especial de Parques Nacionales Naturales, UAESPNN y el INCORA. Con dicho presupuesto se adquirieron dos predios en diciembre del 2000 quedando pendiente tan solo el acto resolutorio de constitución por parte del INCORA.
La descripción de este proceso ayuda a comprender los diferentes niveles que suele tener todo proceso territorial: De una necesidad de espacio vital palpable a nivel de familia nuclear para atender sus necesidades de subsistencia (huerto, parcela, chagra) se pasa a un concepto de espacio comunitario (tierras de la comunidad). Estas últimas pueden estar inscritas dentro de un área más amplia correspondiente a un conjunto de comunidades (resguardo) y éste puede hacer parte a su vez de un espacio que abarque varios resguardos (territorio) y dentro del cual se comparten espacios afines a su cosmología (territorios ancestrales). Más allá de estos territorios están las alianzas o conflictos presentes y pasados entre pueblos con sus respectivos linderos geográficos y el registro en su tradición oral. Las propuestas territoriales por lo tanto deben contemplar esta sucesión de niveles si se pretende construir una secuencia lógica que comprenda diversos territorios. Infortunadamente no siempre ha sido así, y las divisiones territoriales movidas por intereses ajenos a los de las comunidades que los habitan, han repercutido de manera contraria y contraproducente en su geografía tradicional.
La propuesta de Tanda Chiridú Inganokuna debe generar un espacio de reflexión sobre este tema. Su división organizativa con las demás comunidades inganas de la baja bota Caucana no puede ser atribuible solamente al esquema político-administrativo entre los dos departamentos. La revisión de su historia reciente y el reconocimiento de su origen a partir de los movimientos inganos sobre la llanura amazónica pondrán sobre la mesa situaciones intra-étnicas no resueltas que es preciso conciliar si se pretende presentar una propuesta como pueblo para conservar y proteger los grandes bosques de la serranía de Churumbelos.
De igual forma, la unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana (UMIYAC) constituida en Yurayaco en 1999 podría ser de gran utilidad para afianzar los lazos de parentesco y propuestas afines sobre la serranía entre los inganos de la Asociación de Cabildos Indígenas de la Baja Bota Caucana y Tanda Chiridu Inganokuna.
La construcción de un ordenamiento territorial a partir de su secuencia biológica y cultural debe propiciar además, un espacio abierto para la participación del mayor número de iniciativas. En este sentido se deben tener en cuenta esfuerzos locales como son la Asociación de Grupos Ecológicos y cabildos Verdes del alto Yuma en Pitalito, el grupo Ecológico Altos del Oso y Grupos Asociativos para la protección del Medio Ambiente de Jericó, el grupo Ecológico Picos del Fragua en Palestina, los del Alto Cerro la Punta, Cueva de los Guácharos y el Maco en Acevedo, el parque ecológico municipal de San José del Fragua, las iniciativas de conservación de Belén de los Andaquíes, las iniciativas privadas desde Mocoa para el cerro de Churumbel y tantas otras que se han venido constituyendo en ONGs dirigidas a un mismo propósito. La construcción de los Planes Municipales de Ordenamiento Territorial (POTs) y su componente ambiental juegan también un papel clave que es preciso articular, así como las diversas propuestas corporativas como la de Corpoamazonia ( Propuesta plan de ordenamiento y manejo del corredor biológico Serranía los Churumbelos-Cueva de los Guacharos y su área de influencia en los departamentos de Putumayo, Cauca y Caqueta. Corpoamazonia, Sub-dirección de planificación. Mocoa, Agosto, 2000) que cuenta con avances significativos.
El encuentro de iniciativas realizado en Mocoa durante los dias 19 al 22 de septiembre del año 2000 puso en evidencia la necesidad de una mayor articulación de las diversas propuestas bajo un solo lineamiento ambiental que pueda recoger y coordinar una política de protección sobre el cerro, la serranía y el piedemonte en general. A pesar de que se presentó inicialmente como un conjunto de propuestas indígenas, contó con la participación de diversos sectores como fue la municipalidad de Piamonte, comunidades campesinas del Caquetá bajo el apoyo del Vicariato Apostólico de Florencia, la Escuela Ambiental Panamazónica como proyecto de Ecoamazonia, la Asociación de Campesinos ADC en torno al proyecto del cerro de Patascoy, y que ratifican lo expuesto anteriormente y denominado como ¨nueva cultura amazónica¨ que sin ignorar las particularidades de cada pueblo, demanda cada vez con mayor urgencia la unión en torno a una línea de pensamiento que logre contraponer una posición firme hacia la línea opuesta y ya ancestral de un extractivismo sin contemplaciones en aras de un desarrollo insostenible.
La búsqueda de derechos ancestrales sobre el territorio puede terminar siendo además desgastadora y conflictiva. En este sentido, los historiadores han recomendado diferenciar entre territorios ancestrales, tradicionales y de ocupación. Sin embargo es el Estado quien debe asumir con responsabilidad la función de articular la estrategia de protección sobre áreas que resultan vitales para el futuro de todos, propiciando además la concertación y los acuerdos entre los pueblos que las habitan y el apoyo a las tareas diarias que se deriven de la misma. El piedemonte en su conjunto demanda con urgencia la declaratoria como área protegida. Mas allá del tema de "propiedad" ancestral, física, intelectual o estratégica del proceso de protección del piedemonte, sus habitantes deben contar con el apoyo que les permita realizar una tarea conjunta de cuido y respeto dirigida en primera instancia hacia sus territorios de ocupación.
Si bien la zona de influencia de la Serranía de Churumbelos es clave en cualquier intento de protección sobre el piedemonte amazónico en general, también lo ha sido para muchos intereses adversos. Una colonización espontánea alrededor del tema de las maderas preciosas, el petróleo y la infraestructura vial, y de forma muy significativa el cultivo de coca, han contribuido a una dinámica de población dispersa y poco organizada con altos índices de violencia y problemas graves de orden público. La reacción del Estado hacia los cultivos de coca se ha concentrado en una campaña intensa de fumigación que junto a la expansión de la ganadería extensiva, han terminado por convertir lo que fuera una selva de alta bio-diversidad en una extensa zona árida y arrasada. La reacción de la población no se ha hecho esperar, repercutiendo en forma incisiva hacia la ocupación de la zona marginal de la Serranía y los terrenos de alta pendiente que la conforman.
Ante una situación de intereses tan diversos y en muchos casos adversos, se debe contar con una política de Estado clara que logre sobreponer los intereses colectivos a futuro sobre las expectativas individuales de un presente desarrollista sin contemplaciones.
2.- MOCOA-CERRO DE CHURUMBEL
El cerro de Churumbel esta separado de la Serranía propiamente dicha por la cuenca del río Caquetá. Se alza imponente frente al casco urbano de Mocoa. Ante la pregunta que le hiciera a un transeunte sobre la propiedad del cerro, me respondió: "Es de todos nosotros, algo así como Monserrate para ustedes."
Efectivamente el cerro de Churumbel pertenece al arraigo cultural de los Mocoanos. Desde la ciudad se aprecian unas pocas fincas aisladas sobre la cuenca del río Afán, tributario de Mocoa, pero su estado general permanece conservado por un bosque nativo de transición entre la planicie y la cordillera.
La plaza de mercado de Mocoa esta situada a orillas de la desembocadura del río Mulato. Es tal la transparencia de sus aguas, que desde el puente que separa la loma donde se ubica el Parque con la plaza de mercado, se alcanzan a leer con claridad los rótulos impresos en los miles de bolsas plásticas y demás desechos que se botan con naturalidad al río y que quedan atrapados por las piedras de su lecho. Comunidades de gallinazos toman el sol en las orillas tras un desayuno frugal en el matadero y luego en los remolques de la alcaldía que sirven de deposito a los sobrantes del mercado.
La plaza tiene tres galerías con corredores amplios que dan sobre un patio de tierra que rodea las construcciones. En estos corredores se ubican los vendedores que no tienen puesto al interior del mercado y que día tras día deben empacar y desempacar su patrimonio de mil objetos, prendas y fantasías. Al fondo, en el patio de tierra hay gran actividad por la llegada y salida de los buses que se aventuran bien sea por la carretera de "la muerte" que comunica con Pasto o la vía a Pitalito para alcanzar el altiplano, o por la ruta semi-destruida de Villa Garzón que comunica con las poblaciones del piedemonte y los ríos ya navegables de la amazonía. Otros buses menos modernos y elegantes con carrocerías de fabricación local en cedro y guayacán hacen los circuitos por las trochas veredales.
La plaza es un verdadero monumento a la diversidad. Productos de mil orígenes. Tubérculos del páramo y frutas de la selva. Raíces, bejucos y semillas medicinales que recolectan botánicos andariegos por las trochas ancestrales del Churumbel y los afluentes de los grandes ríos de la planicie. Granos, verduras, yuca, plátano, maíz, panela, fariña, arroz, huevos y gallinas de ese alrededor mocoano poblado por colonos provenientes del altiplano. Carnes y pescados domésticos y silvestres. Tejidos del macizo y del altiplano, de tribus lejanas del amazonas, de la cordillera del Ecuador y Perú, prendas estampadas de Taiwan y de Birmania, electrodomésticos Chinos, loros y micos en jaulas camufladas, y para los amores febriles, puestos de rosas y claveles traídos de cultivos ecuatoriales.
Para los habitantes que entran y salen de las galerías, todo parece estar de acuerdo con una dinámica de la cual hacen parte. Son los habitantes de una compleja confluencia de culturas de orígenes dispersos. Y así, terminan encontrándose pastos con otabaleños, con sionas y cofánes, con inganos, con negros y uitotos, con el compadre, con el primo, con los tios. Familias del "interior" que se bajan del bus de Pitalito con tres cajas de cartón y una prolífera descendencia a buscar futuro. Otras que se van para siempre. Chamánes itinerantes que se instalan por temporadas trayendo rezos y pomadas para curar el odio y el amor. Chamánes de verdad que derrotados en sus selvas de origen terminan instalándose donde algún pariente del barrio indígena y que de vez en cuando hacen tomas de yagé para "dar vuelta" a sus lejanas chagras.
Confluyen yanaconas y paeces, embéras y awás. Los cabildos urbanos kamsá, inga e inga-kamsá tienen sus respectivas sedes, escuelas y negocios. Así mismo la OZIP está construyendo una maloca de concreto, donde se reúnen delegaciones lejanas y se hacen encuentros regionales y negociaciones con el Estado.
Mocoa esta ubicado sobre una secuencia de lomas y pequeñas terrazas en la puerta de la cordillera. Los vientos del páramo descienden en la noche por los cañones del Ticuanayaco y el Mocoa, por el Cascabel, el Villalobos, el Pepino y el Rumiyaco. Las noches son frescas y con frecuencia están acompañadas de aguaceros que logran detener el tiempo bajo un silencio húmedo dibujado con líquenes en las casas de madera. En la madrugada aparecen legiones de nubes amazónicas para emprender sus ascenso al altiplano. Se abren las puertas de la galería, llegan los gallinazos, las putas abandonan las cantinas mientras algún carro de la fiscalía explora las consecuencias de los impactos sórdidos de la noche… empieza a despertar un ruido creciente de motores y de motos que hacia la media mañana ya han invadido la ciudad con un eco de progreso que se diluye en el bochorno de la selva.
La salida a Pitalito es por una de estas terrazas que se extiende paralela al río. Se ha construido allí una avenida de doble vía con calzadas y andenes en cemento, con postes de luz de neón y palmeras elegantes. En uno de sus cruces aparece una glorieta amplia en cuyo centro se colocó la escultura de un enorme indio de metal con un arco templado cuya flecha apunta a las cabeceras montañosas del río Mocoa. Es punto de referencia, eje articulador de la ciudad. Las direcciones son "del indio pa´rriba" o "del indio pa´bajo". La avenida continua hasta que la ciudad termina, dejando atrás los barrios y almacenes, los graneros y los innumerables depósitos de maderas preciosas que suben del piedemonte y la amazonía. Y entonces hay un reten Militar. Los pasajeros se bajan, los requisan, les apuntan la cédula, les indagan su destino y procedencia, su estado civil, su profesión, y dependiendo de la intensidad del conflicto, les toman foto. Finalmente vuelven a empacar maletas para seguir el viaje. Cinco o diez kilómetros mas adelante aparece por lo general un retén militar móvil de las FARC. Los pasajeros se bajan, repiten el procedimiento y dependiendo de la intensidad del conflicto les toman foto con cámara digital antes de continuar la travesía. A veces se quedan algunos pasajeros…
Se llama la Avenida Colombia, y de regreso a Mocoa, termina en la loma del centro donde se ubica la Municipalidad, la Iglesia, las corporaciones financieras y dos o tres edificios semi-modernos, semi-altos donde se han instalado hoteles, restaurantes y butiques. De vez en cuando aparece una piedra integrada al cimiento de una casa que refleja en su brillantez metamórfica la época de las misiones del s.XVII. En la loma mas alta está la base Militar; en los alrededores y entre barrios dispersos, las concentraciones escolares, las industrias familiares y las entidades corporativas.
Una de estas es Corpoamazonia. Hace parte de una política de Estado que optó hace un par de décadas por descentralizar el tema ambiental a las regiones, lo que está dentro de una sana lógica si se considera que los problemas ambientales se generan y se solucionan en primera instancia in-situ, y que por lo tanto a mayor proximidad, mejores las posibilidades de control e implementación de políticas y lineamientos.
Fácil sería deslegitimar los alcances y los logros de las corporaciones acudiendo al argumento de que su descentralización terminó replicando los esquemas burocráticos del centralismo, generando poderes regionales monolíticos y sirviendo de instrumento a la consolidación de feudos electoreros. Todas estas groserías obviamente suceden en un estado pluripartidista, democrático y de altísima diversidad cultural que ha aprendido a convivir con el caos, la amnesia, la corrupción y la incertidumbre.
Sedimentados estos y tantos otros componentes que resultan inherentes a toda la Nación, se llega a un punto de equilibrio basado en acuerdos tácitos de repartición del poder y el presupuesto. De todo este dispendioso ejercicio de la "polis" se terminan generando espacios de participación regional y local que es preciso reconocer y legitimar. Obviamente esto implica un esfuerzo enorme por liberarse de la apropiación de las iniciativas, de los procesos, de las propuestas, del reconocimiento y los trofeos. Esta liberación parece el único camino posible para lograr acuerdos básicos, estrategias claras, lineamientos concertados y todos aquellos instrumentos conducentes a una articulación real de la política ambiental en el país. Hasta tanto no sea así, seguirán predominando los traslapes, los poderes paralelos, la duplicación de esfuerzos, las contradicciones y demás manifestaciones de un derroche irresponsable y sin sentido de poder y el presupuesto.
Siendo Mocoa un lugar de confluencia entre tantos y tan diversos actores que hacen parte diaria del piedemonte, parece lógico que desde allí se gestionen las propuestas conducentes a la protección amplia y concertada de esta zona vital. Al menos así lo ha entendido Corpoamazonia, la cual ha destinado gran parte de su actividad en esta dirección. La corporación debe entender sin embargo, que el tema amazónico trasciende la localidad y la región, aún a la nación misma, generando intereses internacionales de todo tipo, y que por lo tanto se hace necesario respetar el orden de la concertación que sin duda debe tener su inicio en lo local con miras a lograr una sola política articulada con los demás niveles de poder y decisión. Si bien las corporaciones han reclamado su autonomía, esto en ningún caso se puede revertir en el desconocimiento de las instancias de esta concertación ni los lineamientos que de ella se derivan.
El caso específico del cerro de Churumbel y la serranía de Churumbelos es un ejemplo claro donde intervienen estos diferentes niveles de poder.
En el encuentro realizado en la sede de Corpoamazonia en Mocoa en septiembre, se presentaron los procesos tendientes a consolidar una secuencia biológica y ambiental en el piedemonte amazónico. Se presentaron como una iniciativa indígena, aunque como ya se mencionó, en el desarrollo del evento hubo participación de sectores no indígenas y civiles alrededor del tema de la conservación del piedemonte y el alto Putumayo. La presencia ingana fue mayoritaria y estuvo representada principalmente por el delegado de Sibundoy, el cabildo inga-kamsá de Mocoa, el resguardo de Condagua, el de Puerto Rosario y de manera significativa la Asociación Tanda Chiridu Inganokuna. A pesar de la presencia y coordinación de la Unidad de Parques (UAESPNN), no hubo relación alguna con el evento promovido ocho dias antes, también en Mocoa, por el Ministerio de Medio Ambiente para socializar la política de la Agenda 2000 con los pueblos indígenas del área. Tampoco hubo una invitación formal a la OZIP, y la Mesa Permanente de Trabajo por el pueblo cofán que agrupa los cabildos del río Guamuéz y San Miguel decidió no asistir. Corpoamazonia se vio un poco sorprendida ante un nuevo conjunto de aspiraciones y propuestas que no estaban en su agenda y que por lo tanto terminaban traslapadas sobre áreas que ya habían sido objeto de su planificación y concertación con otros sectores indígenas y municipales. Fue el caso del resguardo de la Torre, en el corazón del área decretada por la corporación como patrimonio forestal del departamento, o las aspiraciones de Sibundoy sobre áreas contempladas en su asesoría para la construcción de los POTs municipales del valle, o las aspiraciones de Tanda Chiridu Inganokuna sobre una zona de la serranía de Churumbelos sobre la cual la corporación acababa de terminar una propuesta de ordenación . A estos cruces se le puede añadir la propuesta de un sector cofán sobre la zona del río San Juan que ya habían sido motivo de un largo ejercicio de ordenamiento con la comunidad Awá, las compañias petroleras del bloque San Juan y la Corporación.
El director de Corpoamazonia se quejó de estas inconsistencias. Insistió en la necesidad de consolidar los POTs municipales para poder negociar con los sectores indígenas y fue puntual al señalar el caso de los esfuerzos para construir la factibilidad del megaproyecto hidroeléctrico Andakí, sobre la cuenca del río Caquetá, que por una decisión del poder central había cambiado de direccionamiento, o el decreto que como protector del medio ambiente había firmado en Mayo del 2000 para suspender las fumigaciones aéreas del cultivo de coca en el departamento y que tampoco había sido acatado por las autoridades centrales ni ratificado por el Ministerio del Medio Ambiente.
Lecciones constructivas las del encuentro en Mocoa. Una voz de alerta para las autoridades ambientales en el sentido de aunar esfuerzos, articular políticas, hacer uso de su derecho y su deber de compartir información y acatar las instancias de concertación de los procesos. No se logrará hasta tanto no exista una liberación del sentimiento de propiedad y autoría de los procesos sustentado en una interpretación equivoca de la autonomía central o regional.
Lección además a los pueblos indígenas para ponerse de acuerdo en objetivos comunes como respuesta hacia amenazas reales sobre sus espacios vitales y que demandan una unión de pensamiento entre vecinos antes que una delimitación de territorios. Deben ser los primeros en reclamar una política coherente, clara y articulada de parte del Estado de tal manera que los procesos se adelanten sobre compromisos de mutua responsabilidad.
El proceso de ordenamiento territorial sobre el cerro de Churumbel, la serranía de Churumbelos y el piedemonte en general, debe recoger, evaluar y utilizar información que se ha venido construyendo desde diferentes instancias.
3.- PATASCOY- SIBUNDOY- MOCOA
Si bien los procesos adelantados sobre el área de Churumbelos terminan de una u otra forma confluyendo en Mocoa como sitio lógico de articulación entre las propuestas locales y regionales con las autoridades ambientales, algo similar sucede con el área que comunica las cuencas de los ríos Mocoa, Ticuanayaco y Cascabel con el cerro Juanoy y el valle de Sibundoy, y de este con el área de Patascoy.
La propuesta adelantada en la Regional Putumayo de Corpoamazonia conjuntamente con la OZIP para delimitar las áreas conocidas como Entidades Territorales Indígenas (ETIs) fue objeto de su respectiva ubicación en mapas departamentales del Caquetá y Putumayo. A pesar de que la reglamentación de dichas entidades está aún por construirse y consolidarse constitucionalmente, su delimitación preliminar es muy ilustrativa respecto a las aspiraciones de los pueblos indígenas, y especialmente la de los inganos sobre las distintas regiones del piedemonte. Como es obvio, dicha zonificación se traslapa con muchos otros intereses como es la zona de aprovechamiento forestal departamental del Putumayo con un área de 630.000 hectáreas entre los ríos Caquetá y Putumayo desde el Parque Natural Nacional La Paya en el municipio de Puerto Leguízamo y los municipios de Puerto Asís y Puerto Guzmán, con el bloque petrolero "Río Juanambú", con los territorios ancestrales de los siona, con el avance de la frontera agrícola de la coca y la fumigación, con la construcción de una red vial oficial y no oficial, y de manera puntual con una zona altamente estratégica en la guerra actual.
En el eje Patascoy-Sibundoy-Mocoa se encuentra gran parte de la historia colonizadora de occidente sobre lo que es hoy el piedemonte amazónico colombiano. Bajo una extensa selva de transición entre la planicie y la cordillera, quizás una de las mas bio-diversas del planeta, se encuentran los vestigios de caminos en piedra que desafiaron pendientes impresionantes sobre vacíos escalonados de profundidades intangibles por los cuales desfilaron legiones de indios transportando sobre su espalda el oro de sus territorios ancestrales, las esencias y medicinas de sus selvas, los curas, encomenderos y cronistas de su desgracia, las estatuas de ángeles y santos igualmente pálidos ante el vértigo de los abismos. Por allí se construyó la triste historia del dominio y la imposición forzosa de nuevas formas de pensamiento y ocupación basadas en la codicia inconmesurable del Dorado y el afán ilimitado de abarcar el horizonte incluidos sus territorios y sus pueblos.
Quien desee realmente entender el amazonas debe obligarse a hacer el ejercicio de transitar dicho trayecto. Tiene básicamente dos opciones: montarse en Pasto o San Francisco en un auto-bus diseñado para una autopista alemana y aguantarse la carretera de la "muerte" hasta Mocoa, o lo que parece mas sensato, bajarse en el primer abismo y caminar los cincuenta kilometros de recorrido.
El otro camino desde Mocoa era tomando la cuenca del Caquetá para comunicarse con las zonas auríferas del Macizo colombiano, especialmente San Sebastian y Almaguer para salir luego a Popayan. En la parte baja del mismo y no lejos de Mocoa, estan los antiguos asentamientos de Condagua y Yunguillo que a su vez tenían su propio camino para salir a Sibundoy y Pasto por una de las zonas de mayor interés geográfico y ambiental del piedemonte ubicada entre las cuencas de los ríos Cascabel, Ticuanayaco y Mocoa. Declarada en gran parte como reserva forestal y contradictoriamente traslapada con un nuevo proyecto vial, ha sido objeto de ordenamiento entre los pueblos Kamsá de Sibundoy y San Francisco en el valle de Sibundoy y los resguardos inganos de Condagua y Yunguillo en la cuenca del Caquetá.
El resguardo ingano de Condagua se ha fijado dos tareas. La primera, la ampliación de su resguardo mediante la adquisición de un predio ya identificado y ofertado al INCORA en el mes de mayo del 2000. La segunda, un encuentro entre los representantes inganos de Condagua y Yunguillo, con los cabildos Kamsá de Sibundoy y San Francisco para hacer un recorrido por la extensa zona que los une en búsqueda de los linderos trazados por sus antepasados, y lograr así la conformación de una zona de protección bajo el cuido de los dos pueblos.
En la segunda tarea, se programó el encuentro inga-kamsá para el 6 de octubre del 2000 con la presencia del INCORA, el PLANTE y La UAESPNN. Se diseño un recorrido hasta un paraje donde " los antiguos sembraron treinta matas de chontaduro e hicieron un cultivo de yagé". En este punto supuestamente, están enterrados los mojones concertados por los antepasados. Los representantes de los cabildos harían una toma de ese yagé con el propósito de "ver" las recomendaciones de sus ancestros. La reunión se aprovecharía además para proponer un área protegida que junto con la reserva Forestal de Mocoa uniría la secuencia entre Mocoa-Churumbelos y el alto Putumayo… un proceso mas que quedó aplazado por Orden Público.
El área en mención es de gran importancia. Se trata de un vasto triángulo de selva que comunica el cerro Juanoy con Mocoa. Un reto mas para las relaciones diplomáticas que se vienen manejando entre inganos y kamsás (quillacingas) desde el S XVI, y que tienen su máxima evidencia en la convivencia que han mantenido durante siglos en el valle de Sibundoy.
Los kamsá de los cabildos de Sibundoy San Francisco ya han adelantado una delimitación con topógrafos e INCORA en la zona alta. Dentro de la misma quedaron respetados los espacios de colonización en el área conocida como el Playón y el Paraíso. Los inganos de abajo tenían mucha inquietud respecto a dicha delimitación, una razón más que justifica dicho encuentro tan pronto sea posible.
En la parte alta se encuentra el valle de Sibundoy. Circunscrito por una cadena de páramos azonales de los cuales hacen parte la cadena de Bordoncillo y el cerro de Patascoy, dicha planicie recoge y reune los cientos de quebradas que se desprenden de los páramos vecinos para darle origen al río Putumayo y encauzarlo antes de que abandone Sibundoy y se precipite a la amazonia en una caída abismal por el piedemonte.
Sin embargo, como el valle quedó mal hecho (algo parecido a lo que sucedió con los indígenas "ante los ojos del Creador" y por lo cual fue preciso "arreglarlos" con las misiones) El INCORA y el Instituto Nacional de Adecuación de Tierras INAT emprendieron la titánica labor de arreglar los cauces, y así, cuando llueve, los pueblos del valle son noticia nacional por las avalanchas e inundaciones producto de la "adecuación".
Alrededor del cerro de Patascoy se vienen construyendo diversas propuestas de protección ambiental.
Se ha considerado conveniente la participación de Sibundoy en el proceso de Patascoy por ser áreas limítrofes con un pasado común. Se recomendó que dicha participación estuviera representada no solo por el cabildo de Colón sino de manera necesaria por alguno de los dos cabildos kamsá del valle, ya que uno de los sectores de Patascoy reclama su ancestro quillacinga. Dicha conveniencia se sustentó además porque los cabildos de San Andrés y Santiago en el valle de Sibundoy ya vienen delimitando áreas protegidas en la vertiente norte del cerro Patascoy.
Se trata en últimas de que los pueblos inganos y kamsá del valle (San Andres, Santiago, Colon, San Pedro, Sibundoy y San Francisco) puedan legalizar las tierras de los páramos circundantes en calidad de resguardos, pues allí " viven nuestras plantas medicinales sin las cuales desapareceríamos como cultura", comprometiendose a su vez a no hacer ningún tipo de ocupación que vaya en deterioro del bosque. Oportuna decisión tratándose de una vegetación de páramo, mucho mas frágil que un bosque de la planicie amazónica y con una rata de recuperación mucho mas lenta, pero igualmente en la mira de la narco-economía por tratarse de tierras aptas para la producción de opio (amapola).
Algo similar sucede en el cerro de Patascoy, el cual tambien hace parte de esta cadena montañosa. La diferencia es que en esta propuesta intervienen además, sectores campesinos (ADC) y asociaciones de reservas ambientales.
La tarea de delimitación y legalización ya se inició. Los cabildos han trazado los linderos y reconocido las áreas a proteger, labor que ha contado con la colaboración del PLANTE y la UAESPNN.
La participación de varios sectores en el proceso de Patascoy añade un nuevo componente que puede resultar muy beneficioso en la tendencia un tanto hegemónica del proceso Sibundoy. En la medida en que el interés por la delimitación de áreas protegidas este respaldado por sectores no indígenas con el animo de su conservación y protección, se estará avanzando hacia un propósito común que ayudará a disminuir las tensiones creadas entre lo indígena y lo municipal en el valle de Sibundoy.
Infortunadamente, la difícil situación que vive en este momento el área por las restricciones de orden público ha retrasado en forma significativa el avance en la programación del proc
La compra de los predios "Las Brisas" y "La Esperanza" con destino a la comunidad de San Pedro en el valle de Sibundoy, con una extensión cercana a las 50 hectáreas y un costo de 92 millones de pesos, es un paso significativo en cuanto a que se inicio a la constitución del resguardo incluida su extensión sobre las áreas no intervenidas previamente delimitadas por este cabildo en la zona del páramo de Bordoncillo. Se espera que esto se haga realidad en la primera Junta Directiva del INCORA del año 2001, iniciando así la fase ejecutoria de protección a tan importante zona, y que representa el sustento cultural de dicho pueblo.
Se debe mencionar nuevamente que la situación de orden público durante los últimos meses incidió sobre el desarrollo del proyecto, a pesar de lo cual se lograron los avances mencionados. Estos a su vez, proporcionan nuevos insumos para la "construcción de pensamiento" en la que tanto se ha recalcado durante el presente escrito y sobre la cual se debe insistir en los encuentros por venir de los diferentes actores de esta secuencia, y que con la participación inga-kamsá entre Sibundoy y Mocoa lograrían cerrar un vínculo en la cadena del corredor biológico Churumbelos-Piedemonte-Alto Putumayo.
4.- GUAMUEZ, SAN MIGUEL Y RESGUARDOS ESPECIALES. EL PROCESO DE LOS COFANES
Comprender el proceso territorial que adelantan los cofánes en la actualidad solo puede tener sentido si se visualiza dentro del contexto histórico que ha afectado a este pueblo en los últimos quinientos años. Por este motivo se recomienda la lectura de una reseña elaborada por el historiador Roberto Franco García sobre el pueblo cofán presentada a la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior en septiembre de 1997 por considerar que resume en forma breve y concisa los acontecimientos en su mayoría traumáticos que llevaron a este pueblo a un estado presente de alta vulnerabilidad y a su vez motivaron las iniciativas de organización que han dado como resultado propuestas como la que ocupa el objeto del presente escrito, específicamente con relación al territorio y Plan de Vida. (Plan de Vida del Pueblo Cofán y Cabildos Indígenas del Valle del Guamuez y San Miguel. Fundación Zio-A'I. Unión de Sabiduría, Mesa Permanente de Trabajo por el pueblo Cofán. Bogotá Marzo de 2.000).
De los contenidos históricos descritos de este Plan de Vida y la reseña en mención se pueden deducir en líneas generales algunos aspectos de los cuales cabe destacar los siguientes:
4.1-La intervención de occidente sobre el pueblo cofán en particular y sobre el piedemonte y la amazonía colombiana en general ha sido básicamente extractivista. La explotación de oro de aluvión, la quina, el caucho, las pieles, la madera, la misma prospección biológica junto al conocimiento botánico ancestral y de manera muy incisiva la exploración y explotación del petróleo han marcado pautas decisivas en la dinámica socio-cultural del pueblo cofán y sus territorios.
4.2- Parece existir consenso en cuanto a la ubicación del pueblo cofán sobre un amplio espacio geográfico comprendido entre la cuenca del río Aguarico y el río Guamuez, siendo la desembocadura del río San Miguel. La realinderación internacional objeto del tratado de 1916 entre Colombia y Ecuador divide políticamente dicho territorio. A pesar de que los cofanes se consideran aún unidos a un mismo territorio, no han sido del todo ajenos a la influencia de dinámicas históricas y socio-políticas que han diferenciado a los dos países. El conflicto armado en Colombia, especialmente incidente en dicha zona ha sido un ejemplo concreto de dicha diferencia. Igualmente la economía de la coca. La actividad petrolera a pesar de tener pautas similares en los dos países, ha pasado por ciclos distintos y contratos de asociación ceñidos a pautas diferentes de consulta con los pueblos indígenas.
Las recomendaciones de la Organización de Estados Americanos (OEA. Plan de Ordenamiento y manejo de las cuencas de los ríos San Miguel y Putumayo 1990-1993. Quito.), ha tenido respuestas diferentes entre los dos países. Mientras en Ecuador se constituyen las áreas protegidas de Cayambe-Coca y la reserva de producción faunística de Cuyabeno en 1979 con cierto grado de protección de las comunidades allí existentes ( En Cayambe-Coca habitan cofanes en las comunas de Oyacachi y Chuscuyacu), en Colombia no está constituida una figura de protección clara y eficiente sobre el piedemonte amazónico diferente a la reserva forestal de Mocoa, uno de los últimos refugios no sustraídos de la Ley 2ª de 1959 de reservas forestales y el parque Nacional Natural Cueva de los Guacharos, lejanos ambos de los territorios cofánes y los de explotación petrolera en general. Las reservas indígenas de Afilador, Campoalegre, Santa Rosa de Sucumbios, Yarinal, San Marcelino y Santa Rosa del Guamuez constituidos sobre 28.000 hectáreas entre 1973 y 1976 no fueron ningún obstáculo para la colonización ni contaron con una reglamentación ordenada para la exploración y explotación petrolera.
Las recomendaciones de Jorge Hernández Camacho (Vistazo General sobre la conservación de la naturaleza en Colombia. Bogotá, 1984) sobre "el establecimiento de una reserva que incluyese parte del piedemonte y una faja de cordillera que se extendiese en el departamento de Nariño hacia Puerres" ni la recomendación e la OEA de "constituir el Parque Nacional Natural de San Miguel (cuenca del río San Miguel) con aproximadamente 180.000 hectáreas para abarcar 7 unidades fisiográficas desde el páramo y la zona alto-andina hasta el piedemonte y las últimas colinas antes de la llanura amazónica (OEA,1992, 237)" se han llevado a cabo.
La propuesta adicional de configurar un área natural protegida de tipo binacional entre el Parque Nacional Natural (PNN)sugerido para el río San Miguel y la reserva de Cayambe-Coca con una zona de amortiguación intermedia así como el proyecto de conservación binacional entre el PNN la Paya y la zona de reserva Guepi-Angusilla (760.000 hectáreas) del Perú son objeto de atención en el marco de la sub-red de áreas Protegidas Amazónicas (SURAPA) pero su legalización y declaratoria están aun en estudio.
A pesar de estas diferencias en el manejo y agilización de políticas ambientales con los países vecinos, los cofánes aún se consideran parte de un mismo territorio, hecho que se demuestra por las migraciones recientes de comunidades cofanes del lado colombiano hacia territorios cofanes en el Ecuador ( Dureno).
4.3-Otro aspecto deducible de la historia cofán ha sido su resistencia y el sentido de permanencia sobre su territorio ancestral. Mientras otros pueblos indígenas como los mocoas y andaquíes terminan virtualmente aniquilados en esta lucha, los cofánes logran sobrevivir con altibajos altamente riesgosos generalmente determinados por los acontecimientos de intervención sobre sus territorios. Se reportan 2.600 cofánes en 1851 (censo del territorio de Caquetá), de éstos pasan a 275 reportados por el censo del Instituto Etnológico Nacional en 1945 contra 209 en 1962 (censo indolinguístico de Colombia, 1962). El antropólogo Scott Robinson (Hacia una nueva comprensión del chamanismo kofán. Ed. Abya Yala. Quito, 1966) habla de 580 cofanes entre Ecuador y Colombia. Lucena Samoral (Las últimas creencias de los indios Kofán. Magia, selva y petróleo en el Alto Putumayo. Universidad de Murcia, Departamento de Historia de América, 1977) reporta un total de 283 individuos cofanes en Colombia y 313 en el Ecuador.
Veintidos años mas tarde , el Plan de Vida Cofán reporta un total de 1.143 cofanes en Colombia de los cuales 376 hablan la lengua materna. Esta población esta distribuida de la siguiente manera:
Santa Rosa del Guamuez.................................. 239
Nueva Isla......................................................... 163
Luzón................................................................. 195
Yarinal............................................................... 157
Villanueva......................................................... 122
Afilador Campoalegre....................................... 94
Sta. Rosa de Sucumbios................................... 79
Jardines de Sucumbios..................................... 42
Diviso de Sucumbios........................................ 38
Ranchería.......................................................... 6
San José............................................................ 8
TOTAL...1.143
La curva demográfica ascendente a partir de 1962 puede reflejar dos cosas: una mayor organización e intercomunicación entre las comunidades sobrevivientes y un alto índice de mestizaje con grupos humanos incluso no indígenas que llegan al piedemonte amazónico durante los últimos sesenta años, período en el cual se intensifica de manera significativa la intervención sobre sus territorios: colonización, petróleo, cultivos ilícitos y conflicto armado. Así, el pueblo cofán asume la estrategia que manejaron los inganos desde tiempo atrás y que les permitió su reproducción demográfica y cultural aún en medio del conflicto. La diferencia con estos últimos sigue siendo el alto grado de permanencia cofán sobre un territorio definido, mientras los inganos colonizaron amplias extensiones en la cordillera y en cuencas de los ríos Caquetá, Fragua y Putumayo.
Es casualmente en este ámbito de inter-culturalidad que los cofánes asumen la estrategia de participar en una nueva cultura amazónica que si bien implica la desaparición de muchas tradiciones valiosas, obliga la adaptación hacia un nuevo momento histórico, altamente dinámico y conflictivo. Es en este ámbito que el pueblo cofán se ha reunido para asumir su presente, auto-diagnosticar su situación real y hacer valer sus derechos como pueblo. Producto de este ejercicio ha sido su Plan de Vida, terminado y publicado en marzo del 2000.
Si bien la curva demográfica del pueblo cofán muestra una tendencia ascendente en los últimos 40 años, la presión sobre sus territorios aumentó considerablemente con el incremento de la colonización tanto indígena como no-indígena, y el inicio de la actividad petrolera en la región hacia los años sesenta, con subsecuente ampliación de la infraestructura vial, la oferta de empleos transitorios, el aumento de dinero circulante y tantos otros hechos que en su conjunto terminaron imponiendo una cultura de consumo basada en los parámetros occidentales. Las comunidades indígenas hacían parte como siempre de los últimos eslabones en este tren de "progreso". Su carácter no-transitorio basado en una relación especializada con el medio y derivado de un conocimiento ancestral se veía claramente vulnerado al tener que enfrentar nuevos mecanismos culturales que fueron imponiendo con el tiempo un sistema de vida diferente e incluso adverso a su tradición. La monetarización acelerada, la dependencia creciente de bienes de consumo para hacerle frente a esta nueva realidad, la necesidad de ceder espacios en aras de no enfrentar una lucha desigual y la obligación de compartir no solo un territorio sino una forma de asociarse al mismo, fueron generando poco a poco la necesidad de buscar alianzas muchas veces desiguales con los nuevos pobladores de la región. La consolidación de estas alianzas explica en parte el ascenso demográfico cofán. Con una colonización disparada a partir del conflicto con el Perú en 1932, también llegaron indígenas procedentes de diferentes partes del país. Awás de la Costa Pacífica, embéras de la Cordillera Occidental y el Chocó, paeces del Cauca, pastos del altiplano nariñense.
Es interesante observar que dichas migraciones se llevaron a cabo bajo una mentalidad colonizadora aprovechando el estímulo que prestaba el Estado sobre territorios supuestamente baldíos. Así, los indígenas inmigrantes se fueron organizando alrededor de la mentalidad de propiedad privada sobre parcelas familiares. "En un principio los indígenas inmigrantes llegaron al Putumayo sin ninguna clase de orientación, y entre las primeras necesidades que se empezaron a percibir fue la educación; por un lado levantar la infraestructura y por otra la de dotarla con el recurso humano necesario. Este tipo de iniciativas no las pudieron cumplir solos, y aunaron esfuerzos a través de las Juntas de Acción Comunal" ( p.120, Plan de Vida.)
Más adelante añade: "Mientras la comunidad indígena plantea la importancia de la educación bilingüe, a los colonos este tema no les interesa; igual pasa con lo relacionado al territorio; las concepciones sobre el territorio son diferentes al igual que su uso". ( p.120, Plan de Vida.)
El análisis que se hace sobre estas alianzas entre las comunidades no-indígenas y las Juntas de Acción Comunal dejan ver claramente una dificultad de entendimiento. (Cuadro 23 , p. 123. Pan de Vida.)
Añade el texto del Plan de Vida:
"Existe un fenómeno particular en la historia de las comunidades no-cofanes y es la relación con el territorio. La llegada al Putumayo de estas comunidades a través de la lucha por el territorio, pretende reproducir la vida cuyo orígen y raíces se encuentran fuera de la región. Este proceso se comprende en la medida en que se hace uso del territorio. Este se concibe como la Madre Naturaleza, en él están presentes todos los simbolismos y el fundamento de los sistemas de salud, sin los cuales no es posible la vida cultural. Estas comunidades llegaron al Putumayo igual que los colonos, a buscar terrenos baldíos. Por ejemplo, los paeces llegaron con pocas familias desde el año 1968, y se ubicaron en el Líbano, cerca de Piñuna, pero con el tiempo vinieron a dar a Tierra Linda, y se integraron todas las familias paeces en una sola comunidad." (p.102, idem.)
Esta inmigración indígena produjo además uniones de sangre que explican nuevamente el auge demográfico, y más tratándose de comunidades exogámicas:
"Este fenómeno parece tener antecedentes históricos; por ejemplo muchos de los ancestros de los actuales cofánes se mezclaron con otros indígenas, particularmente con los sionas, y en la actualidad ya existen matrimonios de cofán y awa, y así con ingas y hasta incluso con colonos". (p. 104, idem.)
La apertura de la trocha entre Puerto Asis y San Miguel en la segunda década del siglo XX por parte de los misioneros capuchinos tuvo importantes repercusiones sobre los asentamientos cofanes del río Guamuez y San Miguel.
El inicio de la exploración y explotación petrolera en la década de los sesentas para seguir el mismo patrón de tantos avances occidentales sobre el piedemonte: Apertura de la intervención con movilizaciones humanas intensas, estabilización del proyecto y reducción en la demanda de mano de obra vinculada, la cual opta por asentarse en la zona creando nuevos polos de colonización tanto indígenas como no-indígenas.
"Los antecedentes históricos de los pueblos indígenas no-cofanes del valle del Guamuez son un tanto diferentes. Como se decía, los indígenas no-cofanes provienen de otros departamentos, haciendo presencia en el departamento del Putumayo como colonos mas no como indígenas. Sin embargo, han recuperado su conocimiento como indígenas y ya se encuentran arraigados al medio del Putumayo desde hace más de 50 años en lo que corresponde a los awas y los quichuas, en cambio los paeces y katíos apenas superan los 20 años de asentados al interior del Putumayo." P.88, idem.
Si bien algunos de los "indígenas-colonos" decidieron permanecer como familias aisladas sin un vínculo étnico grupal, algunos adhirieron a las comunidades cofánes ya existentes y otros se organizaron independientemente como cabildos representativos de su cultura de orígen.
La situación demográfica de la población no-cofán y su ocupación territorial en el área tradicional cofán ubicada en el valle del Guamuez, muestra claramente dicha relación inter-étnica. En dicho territorio la población no-cofán está distribuida en 7 asentamientos:
Comunidad Etnia Habitantes Area Tiempo de ocupación
Monterrey Awá 100 hab. 400 has. 12 años
San Marcelino Quechua 450 hab. 2025 has. 50 años
Alto Comboy Awa 100 hab. 200 has. 60 años
Nuevo Horizonte Pastos 85 hab. 144 has. 26 años
Nueva Palestina Paez 90 hab. 108 has. 20 años
Tierra Linda Paez 130 hab. 195 has. 20 años.
Las Palmeras Katío 115 hab. 200 has. 30 años
Distribución demográfica no-cofán p. 98
Comunidades indígenas no-cofanes Valle del Guamuez y San Miguel.
Cuadro Nº 6, p.101 Plan de Vida.
Comparado con la población cofán, no se percibe una diferencia significativa en cuanto a número de habitantes. En páginas anteriores se relacionaron las once comunidades cofanes para un total de 1.143 habitantes. No-cofanes sumaron aproximadamente 1.070.
En cuanto a territorio la diferencia sí es significativa y compleja. Es compleja porque las comunidades no-cofanes ocupan un territorio cofán en términos de tenencia ancestral, y aun así, la suma de indígenas cofánes y no-cofánes es insignificante con respecto a la población total de los municipios que se encuentran en dichos territorios (Orito, San Miguel y valle del Guamuez. 130.000 hab. aprox.).
De esta manera, se podrían diferenciar tres sectores de población que comparten los territorios ancestrales cofánes de San Miguel y valle del Guamuez: cofánes, no-cofánes y una gama cada vez mayor de población civil que ha llegado en los últimos años al Putumayo en búsqueda de una alternativa de vida.
Es en este complejo mosaico de ocupación que hay que entender el movimiento de recuperación territorial que libran las comunidades indígenas del piedemonte. Entender también que más allá de un concepto de área física, se trata de reivindicar y defender una forma de pensamiento y cultura en la cual el territorio se concibe en términos de una relación integral y holística entre el individuo, su cultura, su pasado y todos los seres que componen la compleja red de su organización social y su cosmología.
La secuencia de eventos relacionados con el pueblo cofán durante el siglo XX no son otra cosa que la continuidad de una política de intervención sobre sus territorios iniciada cuatro siglos antes. Este implicó para el pueblo cofán el exterminio de gran parte de su población, el repliegue a las zonas más apartadas de su territorio o la convivencia obligada dentro del mismo con nuevas reglas impuestas por una diversa gama de movimientos extractivistas y colonizadores. Dicho trauma ha sido objeto de diagnósticos y recomendaciones, de voces de alerta e incluso de políticas de ordenamiento caracterizadas en su gran mayoría por la ausencia participativa de los mismos cofánes.
Hacia la década de los setentas, el pueblo cofán empieza a participar de un naciente movimiento indígena a nivel nacional. La aparición de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) genera nuevos espacios en el reconocimiento y defensa de los derechos indígenas en Colombia que aparecerán claramente reglamentados en la Constitución de 1991. Estos movimientos se van ampliando a diversas regiones del territorio nacional donde la problemática indígena comparte situaciones similares. Es así como se generan las organizaciones regionales y zonales y más allá de estas una gran cantidad de movimientos locales y asociaciones entre comunidades específicas que comparten territorios y problemáticas similares.
Esta gran dispersión de movimientos es apenas lógica si se considera la existencia de ochenta y dos pueblos indígenas en el país con lenguas y costumbres diferentes. Aparece la Organización Zonal Indígena del Putumayo (OZIP) adscrita a la ONIC. Para este entonces las comunidades cofánes mostraban un descenso preocupante en su curva demográfica que los llevó a ser declarados como uno de los pueblos indígenas más vulnerables a la extinción. Con la intervención de la OZIP, las comunidades aun sobrevivientes del Valle del Guamuez y San Miguel adoptan la figura organizativa de cabildos en procura de su reconocimiento y la búsqueda de formas legales para la protección de sus territorios. Las organizaciones indígenas retoman la figura de resguardos creadas durante la Colonia. Desde ese entonces (década de los setentas, siglo XX) se han constituido más de 200 resguardos en diferentes regiones del país. A pesar de la vulnerabilidad del pueblo cofán, sus territorios fueron objeto de un manejo legal diferente. Es así como el INCORA constituye y delimita entre 1973 y 1976, cuatro zonas del territorio cofán en calidad de reservas indígenas:
Santa Rosa de Sucumbios 5.124 has.
Yarinal San Marcelino 9.813
Santa Rosa del Guamuez 3.750
Campoalegre Afilador 9.325
Total 28.012
Una quinta reserva (de Luxón en el río Guamuez), fue sustraída al poco tiempo de haberse constituído. La diferencia entre reservas y resguardos se reduce básicamente al tema de propiedad. Mientras un resguardo le confiere propiedad y autonomía al pueblo indígena que lo habita reconociendo su posesión presente y ancestral de manera imprescriptible e inembargable, una reserva es propiedad de la Nación que se entregaba a los indígenas en calidad de usufructo.
La delimitación de bloques para la exploración y explotación petrolera sobre dichos territorios en la misma década explican quizás el tratamiento jurídico sobre los territorios cofánes en calidad de reservas. En 1997 la concesión Páramo Este-Canadian Petroleum Company se superponía a las reservas de Yarinal y Afiladores, La de Acae San Miguel-Ecopetrol a la de Santa Rosa del Guamuez, la Churuyaco Sucumbíos-Ecopetrol a la esquina noroccidental de la reserva de Santa Rosa de Sucumbíos y la de Páramo Oeste-Canadian Petroleum Company a la reserva de San Miguel. (Franco García, 1997, p. 8)
Para el año 2000 y con la constitución de nuevas zonas de concesión objeto de oferta en la Ronda 2000, la totalidad del territorio cofán dentro y fuera de sus reservas se traslapa con áreas de concesión. (véase Mapa de Tierras, Ecopetrol, abril 2000)
Si bien la figura de resguardo no implica propiedad sobre el subsuelo, sí le confiere a la comunidad indígena derechos en la participación de decisiones en cuanto al manejo de la actividad petrolera, indemnizaciones y regalías que no se contemplan bajo la figura de reservas y más aun cuando esta última figura ya no es vigente en los nuevos procedimientos del INCORA (Ley 160), a pesar de reconocer las ya existentes y ordenar su paso a resguardos.
Ante la desprotección inminente de sus territorios en calidad de reservas, el pueblo cofán emprende una búsqueda de nuevas formas asociativas. Es el caso de la Asociación de Cabildos Indígenas del valle del Guamuez (ASCANVAIGUAP) constituida a comienzos de los años noventas con el claro propósito de tener una organización más sólida y ordenada que demandaban las negociaciones con la industria petrolera. Sin embargo con esta asociación no se ha consolidado una unión lo suficientemente estructurada que tenga una posición representativa de todo el pueblo cofán; Y así, las compañías petroleras optaron por hacer negociaciones individuales con los cabildos representativos de las zonas pretendidas creando un estado un tanto anárquico dentro de la organización regional.
Simultáneamente, la región entra a participar de un crecimiento sin precedentes. La introducción del cultivo de la coca, la demanda sobre los recursos naturales con la oferta creciente que abría la expansión vial, el aumento vertiginoso de dinero circulante y la oferta de oportunidades económicas, instalando de un concepto de progreso basado en este auge económico, llevaron a transformaciones profundas y aceleradas en el territorio ancestral de los cofánes. La municipalidad entra a jugar un papel crucial en la planificación y el destino de la región y con todo esto se desata también una compleja situación de orden público que se manifiesta en un conflicto armado con índices inconmensurables de violencia.
La frontera con el Ecuador cobra importancia en esta dinámica de desarrollo por lo cual se inicia el proyecto de construcción del puente sobre el río San Miguel, el cual queda concluido en 1997, comunicando los dos países y dejando las reservas de Yarinal y Afilador Campoalegre en medio de la vía internacional. Ni la planificación ni la construcción de la vía y el puente se hizo consultando a la comunidad.
Este último evento es uno de los motivos que promueve el Primer Encuentro Colombo-Ecuatoriano del Pueblo Cofán realizado en marzo de 1998 . "En esta ocasión 120 indígenas cofánes de Colombia y Ecuador se reunieron por primera vez para hablar sobre la vida en sus comunidades, los problemas de orden social y las posibilidades de supervivencia. Uno de los resultados del congreso fue la creación de una nueva organización denominada la Mesa Permanente de Trabajo Por El Pueblo Cofán integrada por 22 miembros: autoridades tradicionales, gobernadores de cabildo y delegados de las 11 comunidades." (Plan de Vida, p. 15)
Las once comunidades a las cuales hace referencia son las ya citadas anteriormente. Uno de los propósitos de la Mesa fue la iniciación del Plan de Vida que finalmente se traduce en un esfuerzo que reúne los intereses y expectativas no solo de las comunidades cofánes sino de las demás étnias indígenas asentadas en el Valle del Guamuez y San Miguel.
"Las inquietudes de todas las étnias quedan integradas en el Plan de Vida y la Mesa Permanente que como ente organizativo representa los intereses e iniciativas de todos los pueblos indígenas del valle del Guamuez y San Miguel, tanto cofanes como no-cofanes. (Plan de Vida, p.97)
Adicionalmente, y ante la necesidad de "establecer una permanente relación de asesoría y coordinación de diferentes actividades que emana este proyecto" (p.16, idem.) se nombra a la Fundación ZIO-A'I como ente asesor y coordinador.
Cabe aquí una aclaración muy importante que no se menciona en el Plan de Vida y es que la Fundación ZIO-A'I nace como iniciativa del pueblo siona con el objeto de constituir una unión de sabedores siona y cofán para hacerle frente a problemas comunes y especialmente el concerniente a sus territorios y la conservación de su cultura.
La dinámica que surgió durante la elaboración de dicho Plan llevó a la concentración sobre los pueblos indígenas cofanes y no-cofanes del valle del Guamuez y San Miguel. La inauguración del Puente Internacional sobre el río San Miguel se constituyó en uno de los principales argumentos utilizados por las comunidades cofánes para lograr el cumplimiento de acuerdos y compromisos surgidos durante este proceso. Estaba claro que tanto la construcción del puente como las vías que daban acceso al mismo se había realizado sin el consentimiento de los cofánes, actitud claramente violatoria del derecho a una consulta previa (Organización Internacional del Trabajo OIT, art.169). Este mecanismo de presión legalmente justificado dio pie al reconocimiento de derechos tantas veces negados en la historia reciente del pueblo cofán.
El pueblo siona representado por las autoridades tradicionales y el cabildo de Buenavista en el río Putumayo es participe de algunos acuerdos territoriales que se mencionan a continuación pero como pueblo indígena asume un proceso diferente al del Plan de Vida cofán.
Durante los dos años largos que tardó este proceso se realizaron tres reuniones inter-institucionales con la fundación ZIO-A'I y la Mesa Permanente; una en La Hormiga y dos en Bogotá. Cada uno de estos encuentros tuvo reuniones adicionales para la evaluación de los acuerdos y compromisos que se iban realizando.
En el aspecto territorial dichos resultados se pueden resumir de la siguiente manera:
- Las reservas indígenas de Santa Rosa de Sucumbíos, Yarinal, San Marcelino, Santa Rosa del Guamuez Campoalegre Afilador con un total de 28.017 hectáreas se constituyen como resguardos según resoluciones aprobadas por el INCORA en mayo de 1998. El área constituida fue de 5.671 hectáreas dado que las 22.341 restantes son objeto de una ocupación colonizadora intensa. Dicha diferencia fue motivo para que las comunidades cofánes no aceptaran en primera instancia las resoluciones. El INCORA asume el compromiso de actualizar los estudios socio-económicos sobre el área no-constituida para dar inicio a un proceso de saneamiento a largo plazo. Para el efecto se entregó un cronograma de saneamiento para el 100% de las áreas de reserva que debe estar concluido en el año 2008.
- Dentro del convenio PLANTE-INCORA de 1997 y 1998 y posteriormente ampliado en 1999 con la participación de la UAESPNN se comprometieron los recursos necesarios para los estudios socio-económicos y adquisición de mejoras en cuatro zonas específicas. El área de los cabildos de Bocanas de Luxón y Villanueva sobre el río Guamuez que en el momento se encuentran concluidas y en espera de la visita del IGAC para el avalúo de los predios y mejoras y la inclusión de las cesiones hechas por miembros de la comunidad con el fin de tramitar su constitución como resguardos.
-Las otras dos áreas objeto de dicho convenio y parte integral de los compromisos institucionales PLANTE-INCORA-UAESPNN con el pueblo cofán son especialmente significativas y representan una alternativa importante en el camino de recuperación de su cultura. Se trata del resguardo especial de Ukumari Kankhe localizado en jurisdicción del municipio de Ipiales ( a pesar de que los cofanes argumentan que se trata del municipio del departamento del Putumayo) con un área de 21.140 hectáreas , y el resguardo especial de La Torre en jurisdicción del municipio de Puerto Guzmán con una extensión de 68.357 hectáreas. Dichos convenios aportaron los recursos para los estudios socio-económicos y las mensuras de dichas áreas además de aportar una gestión intensa durante dos años que aunó esfuerzos con otras entidades como fueron el Instituto Von Humboldt en la caracterización biológica de Ukhumani Kankhe, la Procuraduría Delegada para los derechos étnicos, INVIAS, Ecopetrol, la Dirección General de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior (DGAI) y especialmente la Fundación ZIO-A'I y la Mesa Permanente de Trabajo por el Pueblo Cofán, en un esfuerzo conjunto que dio como resultado el reconocimiento de dichos territorios mediante las resoluciones del INCORA No. 017 y 020 del 29 de junio del 2000.
Al respecto de este último logro, los cofanes han expresado el temor a que el Estado considere concluidos los compromisos territoriales con su pueblo, ya que se sobrepone la incompatibilidad de dos conceptos territoriales bien diferentes: la mentalidad occidental de uso, rentabilidad y propiedad, la cual podría concluir que los cofanes ya tienen tierra suficiente y la mentalidad indígena de espacios ancestrales y cosmológicos donde la propiedad y el uso pertenecen al orden de lo intangible. El resguardo del Oso se define por ejemplo como morada de los siña a'i (los invisibles), seres concretos en la cosmología encargados de mantener el equilibrio del mundo cofán y con los cuales se establece una comunicación didáctica de enorme importancia. Allí no cabe por lo tanto una relación entre área y uso productivo.
Los territorios faltantes de las reservas y que aun están por legalizar, pertenecen en cambio a territorios de ocupación.
De otro lado, la legalización de los Resguardos Especiales bajo una figura resolutoria del Estado es apenas el comienzo de una larga concertación que viene hacia delante. Las 68.000 hectáreas de La Torre ocupan un espacio de gran importancia ecológica. Por sus elevaciones moderadas, se convierte en una pequeña estrella fluvial que da origen a los ríos Yurilla, Sabilla y caño del Águila, además de una gran cantidad de afluentes del río Mecaya. Esta posición privilegiada la hace vulnerable a intereses de todo orden: colonización agrícola, posición militar estratégica ( paso entre las cuencas del Putumayo y Caquetá), industria petrolera (de hecho está traslapada con el bloque río Juanambú bajo contrato de concesión con AEC Colombia), e industria maderera entre otras (traslapado también con el Area Forestal Productora. Régimen de Aprovechamiento Forestal. Corpoamazonía. Decreto 1791 de 1994.)
Dentro de estas concertaciones está además la que se viene realizando entre los mismos pueblos indígenas pues como menciona la respectiva resolución: "el área a constituir como resguardo a favor de la comunidad indígena Villa Catalina de Puerto Rosario tiene carácter legal de baldíos nacionales , la cual se encuentra aledaña al núcleo poblacional para usos y costumbres de las étnias Inga, Siona y Cofán.) (p.4) ya que por procedimiento legal contemplado en la ley 160 solo puede ser constituido a una sola comunidad indígena ( en este caso la comunidad ingana Villa Catalina ) pero que en la práctica le corresponde a las tres étnias (siona, inga y cofán) y que de hecho ya ha sido motivo de reuniones de concertación ejemplares como la que se refleja en el acta de "Referencia Convenio del Acta 01 del Resguardo Especial de La Torre de Abril 3 de 1999" entre el pueblo Inga y Siona.
Ukumani Kankhe (resguardo del Oso) es un caso diferente a pesar de compartir muchas de las características de La Torre. En primer lugar se trata de un área limítrofe con el Ecuador sobre la cuenca media del río San Miguel y vecina de importantes asentamientos cofánes de dicho país con los cuales existe un parentesco ancestral. Es por ejemplo el caso de Dureno, comunidad hacia la cual han migrado muchos cofánes colombianos en los últimos tiempos. De esta forma Ukumani se convierte en un espacio importante para revivir y reforzar dichos nexos.
Por otra parte la geografía es diferente. Ukumani se encuentra ubicado en pleno piedemonte. Abarca zonas que van desde lo cálido hasta lo templado sobre la cordillera y por lo tanto se caracteriza por una enorme biodiversidad impuesta por los diferentes pisos térmicos. De igual forma los suelos están sujetos a orígenes volcánicos creando nichos de alta fertilidad. Se diferencia de La Torre además porque Ukumani Kankhe se encuentra en pleno corazón de territorio cofán sin que se requiera concertación de uso con otros pueblos, y por lo tanto su control está unificado alrededor de las autoridades tradicionales de Jardines de Sucumbíos y específicamente del taita Querubin Queta. Comprende además áreas hacia las cuales han migrado desde tiempo atrás sectores muy tradicionales de la cultura como es el caso de Ranchería y San José y donde terminaron reunidos algunos de los sabedores más antiguos y preparados, encargados de mantener por intermedio del yagé un circuito de protección sobre lo que consideran un territorio neurálgico en la supervivencia de su cultura.
Ambas áreas se encuentran en un estado de conservación casi total, ambas cumplen propósitos estratégico-militares para las fuerzas subversivas en el conflicto armado, las cuales imponen en el presente severas restricciones de uso u ocupación y ambas están en la mira de esa gama inmensa de intereses determinada por la economía extractiva.
Comparten por lo tanto una visión al futuro y el logro de haber obtenido su reconocimiento legal. Presentan además el reto inmediato de construir en la práctica los mecanismos que les permitan su conservación en un momento histórico adverso y vulnerable.
El caso de los territorios ocupados es otro diferente. Se trata como se mencionó de la reserva de Santa Rosa de Sucumbíos con 1.140 hectáreas reconocidas como resguardo contra 5.129 hectáreas de reserva original, la de San Marcelino con 2.888 contra 9.813 hectáreas originales, la de Santa Rosa del Guamuez con 756 contra 3.750 y la de Campo Alegre con 887 de resguardo contra 9.325 de reserva.
Estas 22.341 hectáreas faltantes sí han sido objeto de queja permanente y aparecen en el Plan de Vida como reto principal de recuperación. Se encuentran ubicadas en el corazón del desarrollismo. Las atraviesan en su totalidad las redes viales construidas por la industria del petróleo para convertirse finalmente en paso obligatorio de una vía internacional legalmente oficializada hace escasamente un mes. Es además epicentro de guerra. Basta mirar los diarios de los últimos tiempos. Meca de los cultivos de coca, polo de atracción colonizadora proveniente de todas las regiones de Colombia y muchas del Ecuador. Objeto además de un "delirio" planificador que lleva en últimas a una cartografía ilegible por traslapes entre planes de desarrollo departamental, POTs municipales, ordenamientos corporativos y ministeriales, bloques y concesiones petroleras, uso lícito e ilícito de los suelos, estrategias de territorialidad armada, declaraciones internacionales, Planes de Vida indígenas, proyectos de reforma agraria dirigida y una ocupación real y anárquica de colonizaciones espontáneas. Es casualmente allí donde viven los cofánes y es desde esa compleja situación humana que han logrado participar como pueblos primigenios en la planificación y proyección de sus espacios vitales.
Existe por lo tanto una aproximación binaria en su lucha territorial. Por un lado aseguran la legalización de territorios intangibles arraigados en su cultura, manteniéndolos por el momento en el anonimato de sus planteamientos. Por otro, asumen la lucha frontal por el respeto y reconocimiento de los espacios vitales que proporcionan su diario existir. La recuperación de estas veintidós mil hectáreas y la reafirmación de la cultura cofán dentro de las mismas plantea retos sin precedentes. Al menos queda claro dentro del Plan de Vida como planteamiento general de su texto, que dicha meta se torna utópica e inalcanzable si la cultura cofán no participa de la compleja dinámica que se construye aceleradamente todos los días en la región. Esto implica dejar de lado el concepto de retorno al pasado, a la visualización un tanto romántica de unos territorios "saneados" en su 100% y ocupados tan solo por unos pocos cofánes que retornaron "a la vida de los antiguos" ignorando o retrasando lo que sucede a su alrededor.
El Plan de Vida y los proyectos que plantea da signos claros de esta necesidad adaptativa a las actuales circunstancias tratando de preservar sí, una forma de asociación y pensamiento construida desde el pasado, y a su vez altamente futurista. En dicho arraigo, en el manejo del conocimiento ancestral, se encuentran muchas respuestas urgentes que plantea la situación actual. Tal vez sea este el sentido de la "recuperación" cultural que pretende impulsar el Plan de Vida. El signo quizás más claro de su "conciencia presente" ha sido la inclusión de las comunidades indígenas no-cofanes dentro del mismo.
Es casualmente allí donde el Estado no debe ahorrar recursos económicos ni políticos para apoyar al pueblo cofán como alternativa hacia el futuro y hacia un mundo mejor en la amazonia.
5.- PARQUE NATURAL NACIONAL LA PAYA, RIO CAUCAYA ,BAJO PUTUMAYO.
El Parque Nacional Natural La Paya fue creado por acuerdo del INDERENA Nº 015 del 25 de abril de 1984 y aprobado por resolución ejecutiva Nº 160 de agosto 24 de 1984. Su área total es de 422.000 hectáreas teniendo como lindero sur el río Putumayo, oriente el río Caquetá, norte el río Mecaya y occidente la quebrada del Hacha, afluente del Putumayo. Pertenece así a la zona fisiográfica conocida como bajo Putumayo sobre la planicie amazónica. Su zona de amortiguación sobre los ríos Caquetá y Putumayo fue determinada por una franja de tres kilómetros de ancho salvo la zona de la laguna de La Apaya donde el lindero del Parque llega directamente al río Putumayo y abarca un tramo de aproximadamente 30 kms. que comparte con los resguardos Murui de Aguanegra, inga de La Apaya y el cabildo también ingano de la Perecera en proceso de constitución como resguardo. El resto de zona amortiguadora tanto en el Caquetá como en el Putumayo está ocupado por algunos resguardos, cabildos indígenas y asentamientos colonos que forman un cinturón de población humana alrededor del Parque inicialmente considerados como amenaza sobre el área protegida y con el tiempo como aliados y participes en su manejo.
El Parque cuenta con tres cuencas principales en su interior: la del Sencella, la del Mecaya y la del Caucayá. Las dos primeras son zonas limítrofes hacia el norte y nororiente con baja presencia del Parque en los últimos años debido a la reducción presupuestal para su manejo. La cuenca del Caucayá, por el contrario, se encuentra en su totalidad dentro del área del Parque, exceptuando unos pocos kilómetros antes de su desembocadura. Está considerada como el corazón del área protegida. Tanto esta última, como la zona sobre el río Putumayo en el área de la laguna de la Apaya, sí tienen presencia activa del Parque y han sido objeto de un proceso de concertación con las comunidades allí asentadas para crear una conciencia copartícipe de manejo.
Hacia el sur, el río Putumayo es lindero internacional. Sobre esta amplia zona se han constituido las áreas protegidas de Güepí-Angusilla (760.000 hectáreas) del Perú, y Cuyabeno (255.000 hectáreas) del Ecuador. Estas confluyen con el Parque de La Paya para un área total de 1.436.760 hectáreas de zonas nominalmente protegidas entre las tres naciones que son objeto de reconocimiento y apoyo de entidades internacionales como la FAO y la Sub-Red de áreas Protegidas Amazónicas SURAPA.
El proceso de saneamiento de mejoras en el río Caucayá tuvo tres fases y se inició en 1996 como negociación con los colonos allí establecidos quienes accedieron voluntariamente a vender sus mejoras. Adicionalmente y bajo la dirección de la Red de Solidaridad Social, se llevó a cabo con éxito un programa de erradicación manual voluntaria de los cultivos de coca que también llegó a su fase final a comienzos del año 2000.
Durante las primeras dos fases de saneamiento fueron saliendo los primeros colonos. La Secretaría de Educación del departamento suspendió la plaza de maestro en la escuela de El Guadual ubicada en el centro de la cuenca y sus instalaciones sucumbieron al avance imperdonable de bejucos y pasifloras dándole paso de nuevo a una vegetación secundaria que también invadió las mejoras abandonadas quedando tan solo unas pocas familias dispersas en la inmensidad de la selva.
Estas primeras mejoras adquiridas con recursos del Fondo Nacional Ambiental (FONAM) y del PLANTE retornaron al dominio del Parque. Las 34 restantes objeto de la tercera fase se financiaron con recursos del convenio INCORA-PLANTE-UAESPNN con una destinación específica: saneamiento, ampliación o constitución de resguardos indígenas. Se inició así una tarea de concertación con los resguardos murui-muinane de Tucunare y Lagarto Cocha traslapado parcialmente dentro del Parque, y el resguardo ingano de Cecilia Cocha que se traslapa totalmente dentro del área protegida.
Estos tres resguardos fueron constituidos durante la década de los noventa del siglo XX, posterior a la creación del Parque. A la voz del nuevo saneamiento y realizados los respectivos avalúos, 26 de las 34 familias fueron abandonando gradualmente sus mejoras quedando tan solo 8 que decidieron que se hicieran efectivos los pagos para abandonar lo que en un momento dado fue su propio plan de vida. ¿Qué pasó y por qué no fue posible que esta avanzada de colonización decidiera quedarse por voluntad propia? Por qué decidieron vender?
Varios factores inciden en esta respuesta: una presión constante del Parque en manos de sus funcionarios en cuanto al uso y control restrictivo de los recursos naturales, el apoyo municipal al destino de conservación del área suspendiendo proyectos de desarrollo y asistencia en servicios de educación en la zona del Parque, la imposibilidad de acceder a créditos y titulación sobre las mejoras, los elevados costos de transporte para desplazarse desde las mejoras hasta Puerto Leguízamo, la conciencia del carácter ilícito en el cultivo de coca reforzado por patrullajes esporádicos de la Base Naval para destruir cultivos y laboratorios caseros sumado al programa de erradicación voluntaria, los costos reales de producción de coca comparados con otras regiones en el Putumayo donde había mejores facilidades, protección y demanda (ríos Yurilla y Mandur, quebrada el Hacha, zona de Piñuña Negro entre otros muchos) y el derrumbamiento gradual de la red social que se inicia con la salida de los primeros colonos dejando las familias que no entraron en las primeras negociaciones en un estado cada vez mayor de aislamiento A estos se sumaron los precios poco rentables de la agricultura tradicional y la posibilidad de obtener un dinero en efectivo por las mejoras además de la promesa de acceder a los beneficios comprometidos por las entidades (Red de Solidaridad y el Municipio) para apoyar con proyectos de vivienda y producción a los colonos salientes ( compromisos hasta ahora incumplidos). Todos estos factores incidieron en la salida voluntaria de los colonos.
En su conjunto, estos factores también son reveladores de la poca viabilidad que tienen los sistemas agrícolas de cordillera de donde provienen la mayoría de los colonos en un medio amazónico. Con excepción de la coca, los demás monocultivos de ciclo corto no solo no soportan una agricultura estacionaria sino que tampoco existen las condiciones para su comercialización. La economía extractivista también hace parte de un negocio cíclico de bonanzas que tienden a esfumarse rápidamente. El cedro rojo se agotó en pocos años en el Caucayá, el caucho y las pieles también, la pesca industrial es poco sostenible, y así, se esfumaron también las aspiraciones de consolidar una economía próspera con tendencia al crecimiento basada en una estabilidad territorial.
¿Que quedó entonces en el Caucayá?
Quedó una cuenca poco intervenida con altos índices de regeneración vegetal, una presencia institucional con un presupuesto insuficiente para mantener un control efectivo, una serie de proyectos y planes de manejo por consolidar en la práctica y una población humana no mayor a 400 habitantes distribuidos en tres resguardos.
Por fuera de la cuenca, se encuentra la cabecera municipal de Puerto Leguízamo con una población cercana a los siete mil habitantes de los cuales dos mil prestan servicio en la Base Naval, solteros en su gran mayoría y provenientes de los lugares mas diversos del país, lo que ha creado un rápido crecimiento pluriétnico en la población de Leguízamo de la más variadas características raciales.
El municipio tiene 11.640 km cuadrados ( 43% del departamento del Putumayo). El Parque ocupa el 36% de dicho territorio. La población del municipio es de 27.000 habitantes según el censo de 1993. El 76% son habitantes rurales distribuidos en 94 comunidades de las cuales 22 son cabildos indígenas.
Dentro de este panorama, la última fase de saneamiento, como se mencionó, involucra a la población de los tres resguardos de Cecilia Cocha, Tucunare y Lagarto Cocha. En un principio se pensó que el área de dichas mejoras (2.000 hectáreas) se reemplazarían por un solo globo de terreno para la ampliación de los resguardos bajo la representación legal de Lagarto Cocha. Hubo incluso acuerdos en este sentido. Sin embargo el rumbo de dicha concertación evolucionó en que para evitar conflictos internos cada resguardo asumiría un grupo determinado de mejoras "in situ" como efectivamente sucedió.
Así, a Cecilia Cocha le correspondieron 13 mejoras, todas dentro del área de su resguardo (saneamiento). A Tukunare 5, de las cuales 2 estaban dentro de su resguardo (saneamiento) y 3 fuera del mismo (ampliación) y a Lagarto Cocha 16, todas por fuera del resguardo (ampliación).
En el plano preliminar de ubicación de estas mejoras se aprecia la dispersión de las mismas dentro de la cuenca, lo que significó para los indígenas de los resguardos mencionados una presencia legal dispersa a lo largo de la cuenca y un compromiso puntual de cuido integral de la misma. Este fue quizás el resultado más importante para el Parque, ya que concretaba en la práctica las largas reuniones sostenidas durante años para el diseño de un manejo compartido.
Sería demasiado simplista presentar este esquema como el cambio de un modelo extractivista y no sostenible de los colonos por uno razonable y sabio de las comunidades indígenas. Lo cierto es que éstas han sufrido cambios significativos en su historia reciente. Gran parte de su bagaje cultural se ha ido perdiendo y no en vano han sido partícipes voluntarios del esquema occidental de desarrollo. En los resguardos hay cabildantes de procedencia campesina o colona existiendo una presión por acceder a muchos beneficios de la cultura del "progreso". Sin embargo existen muchas fortalezas. El concepto de propiedad está ceñido a la figura legal del resguardo como propiedad colectiva con mecanismos visibles y evidentes de control social para aquellos que buscan un lucro estrictamente personal. La economía de estas comunidades es básicamente recolectora acompañada de chagras itinerantes para el cultivo de productos básicos, dependiendo en gran medida de lo que les ofrece el medio: pesca, cacería, frutos silvestres. Si bien han adoptado algunas prácticas de los colonos como la ganadería, la comercialización de la arawuana y el cultivo de coca comercial, dichas prácticas son de mucho menor impacto sobre el medio que las que venían practicando los colonos. Persisten costumbres tradicionales como los bailes donde se genera toda una economía de intercambio con los resguardos vecinos y además se vienen adelantando esfuerzos serios de recuperación cultural.
Adicionalmente, los resguardos han sido participes con el Parque de una concientización ambiental sobre la importancia de la cuenca, la cual es conocida al detalle por los mayores. Es así como se ha venido derribando una barrera inicial de desconfianza entre el Parque y sus habitantes. Producto de este ejercicio que no nació ayer, fue la valiosa propuesta de compartir la balsa del Parque para hacer un control conjunto, y que representa una medida eficaz y puntual de control compartido. No se deben ahorrar esfuerzos para apoyar dicha iniciativa que en este momento ya se encuentra funcionando.
En cuanto al manejo de las mejoras adquiridas, se hizo un planteamiento para su aprovechamiento. Conscientes de la experiencia de los colonos, no existe el deseo de ocupar las mejoras mas retiradas, mas sí de utilizarlas como lugares de recolección. Por esto el proyecto de la Balsa ha ido evolucionando hacia la programación de recorridos por la cuenca que tendrían tres objetivos fundamentales: control, reforestación y limpieza de árboles perennes dejados por los colonos, y compartir entre los mayores y los escueleros el conocimiento de su río y lo que sucede en este. Quizás así este germinando un proyecto autentico de educación ambiental por fuera de las aulas. En este ejercicio pedagógico, se contempla la participación de funcionarios del Parque y de autoridades ambientales indígenas y no indígenas venidas de otras regiones o países. Es en este ámbito que se puede empezar a construir un plan de manejo sobre la práctica.
En cuanto a la realización de estos sueños y proyectos, se determinó en las reuniones de entrega que se hicieron entre los resguardos y las instituciones, la constitución de un comité ambiental en cada resguardo. Estos a su vez harán parte de un consejo ambiental con la participación del Parque y la municipalidad con miras a constituirse dentro de una figura legal que le permita gestionar recursos.
En resumen, el Parque de La Paya ha dado los primeros pasos hacia un entendimiento con sus vecinos fundamentado en acciones concretas y visibles orientadas hacia su manejo sostenible. La etapa de discusiones sobre derechos y propiedades, sobre linderos e intromisiones, sobre autonomía y reconocimientos ancestrales ha sido superada. Hacia delante solo queda la realización de acciones concretas cuya dinámica irá despejando las dudas teóricas del pasado con el ánimo de construir una convivencia práctica y futurista.
En el mes de noviembre del 2000, el PLANTE con recursos AID aprobó un proyecto de apoyo y fortalecimiento al proceso descrito. El Parque a su vez, se sumó a dicha iniciativa. El INCORA se comprometió a elaborar las resoluciones respectivas para legalizar los territorios mencionados a favor de los resguardos. Se conformaron los comités ambientales, se eligieron sus representantes y se dio inicio al ciclo de recorridos para hacer presencia y control en la cuenca.
Cinco meses después, los compromisos institucionales no se han hecho efectivos. Los colonos han amenazado con volver a ocupar sus mejoras. Sería realmente lamentable que dichas demoras terminaran por derrumbar un sueño que de hacerse realidad, abriría un nuevo camino en las relaciones Estado-Comunidades alrededor de entender y pensar una nueva amazonia.
6. CONCLUSIONES
En el piedemonte amazónico colombiano confluyen una gran diversidad de intereses. Estos se enmarcan básicamente en dos tendencias:
-La que entiende el piedemonte como una oportunidad de desarrollo basado en los parámetros ya históricos de extracción y la implementación posterior de un modelo productivo que se inicia a partir de una tierra "limpia".
-La que aboga por una política de conservación dada la importancia del piedemonte en términos de su inventario ambiental y biológico, su ubicación estratégica en el equilibrio holístico de la amazonia y por ende en el futuro del planeta.
La primera se justifica como única salida a un conflicto social que tiene su origen en el "subdesarrollo" mientras la segunda entiende el crecimiento de la población que estimula el desarrollo como una amenaza grave sobre el medio ambiente.
Dos polos que trascienden lo local y regional para hacer parte de esa "puja" internacional entre el desarrollo y la conservación.
Síntesis de esta polarización son los modelos de intervención que pretenden hacer posible una convivencia "sostenible" entre las dos tendencias. Su experimentación en la práctica es tema diferente y trasciende el carácter un tanto simplista de estas premisas. Es el caso de tantos proyectos de desarrollo que asumen el tema ambiental como un trámite más en el cumplimiento de su actividad extactivista. Licencias, estudios de impacto ambiental, ordenamientos territoriales, regeneración obligatoria del bosque, explotación selectiva de especies promisorias, aprovechamiento forestal, consulta previa y muchas otras aproximaciones a un léxico sostenible que requiere verdaderos cambios de actitud y pensamiento que van más allá de su reglamentación codificada.
Dichos cambios de actitud presuponen una amazonia dinámica. No se trata de un mero espacio de bosques prístinos y milenarios sobre una extensa zona de vital importancia para el planeta basado en un ideario de mínima intervención humana. La selva amazónica ha estado ocupada por más de diez mil años que evidencian su enorme capacidad de regeneración, y que además demuestran en la práctica sistemas de uso sostenible. En este sentido, el reconocimiento a sus culturas ancestrales y su bagaje de conocimiento tradicional sobre el medio, se convierten en un insumo obligatorio en la construcción de políticas ambientales dirigidas a una "nueva cultura amazónica". Estas políticas solo serán posibles en la medida en que dejen de responder a una pregunta equivocada: como aproximarse al medio para hacer sostenible la presencia humana, en vez de cuestionarse como el medio amazónico requiere de un hombre diferente.
Existen proyectos que por su incidencia transversal a todos los procesos, pasan de ser influencias localizadas como proyectos para convertirse en actores regionales de gran impacto sobre el presente del piedemonte amazónico.
Es el caso de la industria petrolera que de una u otra forma subyace en todos los procesos de ordenamiento territorial. A pesar de que sus campos de explotación son aún limitados respecto a su prospección a futuro, han terminado por construir todo un esquema territorial por bloques que traslapa la totalidad del piedemonte. Sobre las experiencias de la industria en Ecuador durante los últimos cuarenta años, algunas compañias han diseñado políticas mas razonables y respetuosas de negociación y consulta con las comunidades directamente afectadas. Así mismo, la industria ha desarrollado tecnologías de exploración y explotación mas limpias. Sin embargo seguirán existiendo una serie de variables que se escapan a su control como son los movimientos de población y de intereses alrededor de la industria, la colonización espontánea que permanece después de agotados los pozos, la corrupción por un flujo inesperado de circulante, y quizás mas significativo, las decisiones que se toman en un estrato que también se escapa a su control y cuyos lineamientos y políticas responden a un nivel de globalización sin contemplaciones de tipo social, ambiental o cultural cuando se trata de no parar el motor del planeta.
La política de explotación petrolera en el Putumayo no parece tener afán. El Estado sí. Quizás por esto la ronda 2000 lo que hizo en últimas fue una venta a futuro. Un buen negocio con un Estado que necesita los recursos ya. Los buenos negocios saben esperar. Producto de esta espera será un Putumayo mas "limpio". Las concesiones de "aprovechamiento forestal" (algunas han tenido el apoyo de Ecopetrol para los estudios de factibilidad), la guerra y las fumigaciones, dejarán un panorama con menos árboles. Ya viene sucediendo en regiones como la bota Caucana, donde la ganadería y la ausencia de rastrojo facilitan la operación de las compañias. Es de esperarse que con un precio por encima de US$25 el barril, el Estado y la industria petrolera comprendan que su mejor inversión es conservar las zonas de cordillera del piedemonte como fuente vital de agua y eventualmente de generación de energía.
Consecuencia de tantos intereses encontrados también ha sido la guerra. Una fuerza insurgente con diez frentes en el piedemonte amazónico y su área de influencia y una zona intangible de 42.000 kms. cuadrados para sus operaciones, unas fuerzas paramilitares fortalecidas, un ejercito regular cada vez mejor equipado y con apoyo internacional, unos vecinos nerviosos, y todo en medio de un territorio que produce cerca del 30% de la cocaína que consume el planeta, son factores que predisponen al conflicto. No queriendo hacer un análisis mas de esta triste realidad, solo se debe mencionar que en el momento actual, este ambiente de guerra juega un papel protagonico entre los actores del piedemonte y sus procesos.
En este escenario también están las políticas de estado en sus diferentes momentos históricos, y que a partir de la segunda década del S.XX implementó una estrategia de colonización dirigida sobre una vasta región del piedemonte considerada como baldía que en su momento representaba una solución a la presión sobre tierras productivas del interior. Estos frentes de colonización no llegaron solos. Con ellos se generó una dinámica de ocupación espontánea de la mas variada procedencia sustentada en el aprovechamiento indiscriminado de los recursos naturales para darle espacio a una ganadería extensiva y una forma de tenencia que iba detrás de la avanzada. Cincuenta años en los que sucedieron nuevas olas migratorias motivadas por proyectos oficiales y no oficiales, por oportunidades lícitas y no lícitas. Una población heterogénea que entraba a fusionarse dentro de un tejido social igualmente heterogéneo compuesto por inmigraciones de vieja data y por un sector de la población que había mantenido una ocupación tradicional en su calidad indígena y que por ende sufrió grandes perdidas y transformaciones de su cultura y territorio.
Es esa nueva generación que tiene presencia en los ríos y los pueblos, en los caminos, en las concentraciones escolares, en los internados mas remotos de la selva, en las chagras, en las casas de yagé, en las compañías petroleras, en las bases militares y campamentos guerrilleros, y que en su conjunto conforman la nueva cultura amazónica, la que termina siendo el actor principal de los proyectos y procesos que vive actualmente el piedemonte.
La conexión de áreas que comparten un inventario de gran valor biológico y cultural en el piedemonte no es otra cosa que la suma de procesos locales. Procesos que se generan desde las chagras familiares, la canoa de pesca, las noches de maloca alrededor de las autoridades religiosas. Son las transacciones entre estas comunidades y los asentamientos de colonos que necesitan pertenecer de alguna manera a un tejido social. Es el acontecer rutinario despues que los doctores, las autoridades municipales, los comandantes de la guerra, las brigadas de salud o los promotores de proyectos siguen su recorrido por el río y se re-establece el orden temporal de la selva. Es desde allí, desde ese diario acontecer que se van tejiendo las puntadas de un tejido local y propio como única estructura posible de conexión entre los pueblos. Es por esto que las dinámicas de participación se ven muchas veces distorsionadas por los actores que no son, por los representantes que solo representan sus propios intereses, por organizaciones que no han participado del tejido local al cual dicen pertenecer.
Tal vez por esto, los procesos son a largo plazo, o digamos que al plazo que impone el tiempo de la selva. No tiene sentido lograr la "participación" de comunidades enteras en esquemas territoriales amplios cuya lógica no lograrán entender hasta tanto no sean el fruto de un trabajo minuciosamente elaborado para empatar el tejido supra-local con el local.
Las entidades, como facilitadoras de la materia prima para construir el tejido supra-local tienen por delante la tarea de ponerse de acuerdo al menos en cual materia prima se va a utilizar. La unificación de criterios, de metas, de procedimientos, y ante todo el cumplimiento de sus compromisos.
La tarea de construir un mapa de iniciativas, proyectos, propuestas, planes de manejo, intereses económicos, concesiones sobre los recursos naturales y demás ordenamientos que lleva implícito un concepto amplio de la palabra territorio en el piedemonte y su área de influencia cultural, no ha sido otra cosa que el encontrarse con una serie sucesiva de traslapes muchas veces contradictorios entre si.
POT municipal se traslapa con plan de vida indígena, éste con plan de desarrollo departamental, con concesión petrolera y maderera, con área de interés ambiental, con zona estratégica de la guerra, con proyecto binacional, con categoría ambiental internacional, con proyecto de fumigación de cultivos ilícitos, y así sucesivamente hasta ocultar el primer plano sobre el que se pretende construir territorio.
¿Quién en últimas asume las decisiones?
En el momento actual por el que atraviesa la región,
esta pregunta no parece tener respuesta cierta. Ante dicha incertidumbre
la única actitud honesta consiste en levantar pliego por pliego
hasta encontrar el plano básico e indagar quién existe allí,
qué opina y como piensa su territorio en términos de VIDA,
tratando de propiciar en la medida de lo posible la validez y la viabilidad
de sus propuestas.
(1)
El presente escrito esta condensado de los informes de consultoría
realizados por el autor en el departamento del Putumayo en el año
2000. El primero entre los meses de febrero y junio por solicitud de la
Unidad Administrativa Especial de Parques Nacionales Naturales (UAESPNN)
del Ministerio del Medio Ambiente y la organización "Amazon Conservation
Team" (ACT) en convenio con la Asociación de cabildos "Tanda Chiridu
Inganokuna. El segundo entre los meses de agosto y diciembre por solicitud
de la UAESPNN y bajo la administración del Fondo Financiero de Proyectos
de Desarrollo (FONADE). Dichos informes se encuentran disponibles en la
Regional Amazonia-Orinoquia de la UAESPNN en caso de querer ampliar la
información aquí contenida.
(2) Antropólogo, Universidad de los Andes 1975.
(3) La palabra uitoto viene de uitok´l, nombre de una hormiga que no trabaja. Roba. Se alimenta de larvas, huevos y provisiones de otros insectos mediante asaltos sorpresivos a sus colonias. Son consideradas por lo tanto perezosas y ladronas. Fue el nombre que despectivamente le dieron los caucheros y los grupos mercenarios indígenas que trabajaban a su favor, a un amplio pueblo indígena que posee sus territorios ancestrales en las cuencas de los ríos Igará y Cará Paraná, afluentes del río Putumayo y que con la explotación cauchera y la guerra de 1932 terminaron dispersos en muchas zonas de la amazonia, incluso en Perú y Brasil. Se reconocen como murui-muinane y se dividen en diferentes grupos linguisticos como son los n*pode, muinik*a, ándo, búe y otros. Pertenecen a la cultura de la coca y el ambíl. Su influencia cultural con los grupos del piedemonte es evidente y reciproca a pesar de pertenecer estos últimos a la cultura del yagé.
Gonzalo Uribe,
Abril 25, 2001