A PROPÓSITO DE LA PROHIBICIÓN DE LA DOSIS PERSONAL
Florence Thomas
Agradezco al CINEP haber incluido mi nombre para participar en el conversatorio sobre "Dosis personal: un asunto legal" y quiero reiterar con ustedes que yo no me siento del todo autorizada para acompañarlos esta mañana porque lo que tenía que decir sobre la hierbita que me sabe a miel, yo ya lo dije en esta columna de "El Tiempo", columna que despertó tantas reacciones sin que yo todavía pueda entender el porqué... aun cuando después de 36 años en este país ya debería tener explicaciones razonables a dichas reacciones. Sin embargo, en cuanto feminista aprendí a pensar con el deseo porque el deseo ha sido siempre para mi el mejor motor para pensar y para avanzar. Soy de esta generación que no quiere saber que las utopías desaparecieron en un horizonte poco alentador. En cuanto feminista escribo también con el deseo y creo en la posibilidad de mejores mundos y sobre todo en un mejor país.
Pero para volver al tema, ustedes me piden hacer claridad sobre la dosis personal, y creo que lo hice a mi manera con la columna de El Tiempo. Mi experiencia con la marihuana es generacional; soy de la generación del mayo 68 cuyo más bello lema fue "prohibido prohibir"; soy de la generación de las primeras píldoras anticonceptivas, de la revolución sexual, de la liberación del discurso sobre sexualidad femenina; soy de la generación del "Let it be" de los Beatles y de los múltiples mundos posibles que permitía la hierbita.
Llego a Colombia al final de esta década y en seguida me integro a la Universidad Nacional en donde vivo la década del 70 y la del 80 en el Jardín de Freud en el cual -no sé si por este famoso malestar de la cultura o por un principio de placer que difícilmente resistía al principio de realidad- se hacía la revolución día a día entre el humo azul y liviano de un varetico que circulaba de mano en mano.
Mi experiencia personal es esta, ni más ni menos. No hubiera podido ser otra. Mi compenetración con Colombia, mis intentos de entender ese Macondo en el cual ya había llegado, no por error sino por amor, tenían que pasar por estos pequeños ritos inofensivos de la vida colombiana. La Universidad Nacional, el Jardín de Freud, las izquierdas de ese momento, mis amigos y amigas docentes, mis dos hijos colombianos, las mujeres de este país y algunos vareticos de la hierbita sagrada de la Sierra Nevada que fumábamos en las tibias aguas de los termales de Machetá, fueron los motivos para quedarme definitivamente en Colombia y seguir soñando con posibles cambios.
Además, quiero contarles que cuando se podía viajar todavía por los caminos del país, tuve la suerte de recorrer a caballo parte de la Sierra Nevada de Santa Marta y me pude dar cuenta de la increíble imbecilidad de la fumigación cuando en el Estado de Nevada (EEUU) se cultiva la marihuana.
Ahora ¿porqué escribí esta columna en El Tiempo?.. en primer lugar creo que por mi estupor al saber que la pregunta por la dosis personal iba a ser incluida en un referéndum que pretende realizar una reforma política.
También quise simplemente des-satanizar la dosis personal de la marihuana recordando a este país tan puro y ético que toda mi generación, o casi toda, fumó marihuana... Todos los políticos de hoy, todos los congresistas de hoy, todos los que en los 70 y 80 eran estudiantes; todos la probaron...( y no lo dice solamente Florence Thomas, lo ha dicho múltiples personalidades) y en mi columna hablé solo del varetico... nunca mencioné la filita de cocaína porque sé que ahí me meto en otro problema. Pero en mis 36 años de Colombia asistí a más de una comida de gente bien como se dice aquí, y créanme, no solo circula hierbita olorosa. En fin. Y me doy cuenta de lo difícil que debe ser legislar en ese país de doble moral, de éticas elásticas y sin memoria. Admiro el senador Carlos Gaviria o la senadora Piedad Córdoba entre algunos otros, pocos de hecho, de seguir tratando de abrir la puerta a la modernidad, a una modernidad que cumpla por fin sus promesas. Creo de verdad que un Estado moderno no debe decir a la gente cómo vivir sino ayudar a la gente a vivir mejor, a vivir bien. Por esto y mientras me lo permiten, seguiré escribiendo desde la modernidad, desde mi esperanza de que un día tengamos un Estado verdaderamente laico, desde los derechos civiles de los gays y las lesbianas, desde los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, desde la defensa de todos los grupos vulnerados y por supuesto desde la posibilidad de fumar un varetico de vez en cuando, después de una comida entre amigos y amigas que creen, como yo, que otra Colombia es posible.
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