Mama
Coca Home
RELATORIA
FORO:
“EL DESARROLLO ALTERNATIVO EN PAÌSES ANDINOS”
Relatoría elaborada por la UTL del senador Rafael
Orduz
El evento, realizado los días 24 y 25 de mayo de 2001 en
el Recinto del Senado por iniciativa de los Senadores Rafael Orduz y Juan Manuel
Ospina con la cooperación del PNUD y la Fundación Hanns Seidel,
contó con la participación de los siguientes expositores:
Simonnetta Grassi (UNDCP, Oficina para Colombia y Ecuador), Carlos Gustavo Cano
(IICA, sede Perú), Alejandro Reyes (IEPRI, Universidad Nacional de
Colombia), Darío Fajardo (IDEA, Universidad Nacional de Colombia), Waldo
Tellería (Viceministro Desarrollo Alternativo, Bolivia), Oswaldo Antezana
(AID, Bolivia), Hugo Cabieses (CEPES, Perú), Wenceslao Villa (Subdirector
de Programas, PLANTE), Yamile Salinas (Defensora Delegada para el Medio Ambiente
y los Derechos Colectivos), Parmenio Cuellar (Gobernador de Nariño)y
Cliff Brown (AID, Colombia).
I. CONTEXTO GENERAL
La Unión Europea acepta que existe un principio de
corresponsabilidad en el problema del control de las drogas. Desde esta
posición y con el interrogante de cómo concretar este principio,
Alemania apoya en programas de desarrollo alternativo desde la
cooperación internacional. En este sentido, su Embajada en Colombia y la
Fundación Hanns Seidel se unieron al esfuerzo de analizar profundamente
las distintas experiencias de desarrollo alternativo en los países
andinos. Para Colombia tal apoyo es importante en medio un proceso de paz en el
cual este debate no puede dejarse de lado.
Regulación y consagración legal del
desarrollo alternativo
Desde 1961 existe regulación internacional sobre el tema de control
de drogas y a partir de la Convención de las Naciones Unidas Contra el
Tráfico de Drogas y Sustancias Psicotrópicas de 1988, se habla de
desarrollo alternativo. Este implica:
- Que las medidas tomadas respeten los derechos humanos y el medio ambiente.
- Partir de la idea de desarrollo rural integrado para dar opciones de
sustitución económicamente viables.
A partir de
la Asamblea Extraordinaria de las Naciones Unidas (UNGASS, por sus siglas en
ingles) de junio de 1998, existen también acuerdos políticos.
Desde entonces se habla de responsabilidad compartida y de un enfoque integral y
equilibrado. Se establecen dos metas con fechas precisas: para el 2003, los
países consumidores se comprometen a combatir el lavado de activos, la
producción de drogas sintéticas y el consumo. Para el 2008, los
países productores, por su parte, se comprometen a erradicar el 100% los
cultivos ilícitos.
En la misma Sesión Extraordinaria se
adoptó un Plan de Acción para la Cooperación Internacional
en la Erradicación de los Cultivos Ilícitos y el Desarrollo
Alternativo. En este marco el desarrollo alternativo es la respuesta a la
necesidad de un enfoque equilibrado frente a la aplicación de la ley y a
la erradicación. Se concibe como un proceso destinado a impedir y
eliminar el cultivo ilícito de plantas mediante la adopción de
medidas de desarrollo rural. Igualmente se vincula a la cooperación
internacional y a la erradicación de la pobreza. Sin embargo, “la
misma estrategia integral impone que se reconozca la necesidad de adoptar
medidas de represión... el desarrollo alternativo se debe complementar
cuando sea necesario con medidas represivas”. Con base en estos
principios, la UNDCP financia programas de desarrollo alternativo en el
territorio nacional.
Al respecto, se reconoció que la
política de la UNDCP hace un giro en el diagnóstico sobre la
política antidrogas, para desatanizar al pequeño campesino e
introducir una nueva visión según la cual el problema de la droga
es de mercado.
También se advirtió que no se debe entender
la corresponsabilidad, como la donación de recursos para el desarrollo de
programas alternativos, sino como la necesidad de que existan y se negocien
condiciones de comercio especiales para los países que están
luchando contra los cultivos para uso ilícito.
Un análisis del mercado
Desde una perspectiva de análisis de la lógica del mercado de
las drogas, se afirmó que Colombia se encuentra ad portas de una
guerra tan absurda como la del opio. Es una guerra hipócrita, originada
en el exceso de puritanismo con que se trata el tema de las drogas, el cual se
debe moderar. Se explicó que los cultivos ilícitos y las
actividades del narcotráfico remuneran con el sobreprecio el riesgo
implícito de la represión por parte de los Estados. Si esos
riesgos bajan, aumenta la producción y disminuyen los precios.
Tras la caída de los grandes carteles, en Colombia proliferaron
pequeños grupos que se han especializado en las diversas fases, tanto del
procesamiento de la hoja de coca como del posterior tráfico de la droga.
Esta estrategia ha tenido gran éxito y ha generado el deterioro
generalizado del mercado por sobreproducción. Uno de los efectos de la
estrategia de fumigaciones del Plan Colombia ha sido la recuperación de
los precios, debido al control de la sobreproducción y a la
revalorización de tierras bajas con aptitud para cultivo de coca.
El argumento del Plan Colombia de desfinanciar a las FARC y a otros
grupos alzados en armas con la erradicación de cultivos, es falaz. La
fumigación sólo perjudica a quien le cae. Los grupos al margen de
la ley son móviles y no están fijados a la tierra como los
campesinos. Por el contrario, las fumigaciones suministran un mayor motivo
político a esos grupos para defender el territorio de los extranjeros y
ganar el apoyo de las comunidades que se sienten atacadas.
Análisis desde lo agrario
Desde la perspectiva agraria se considera que para solucionar el problema
de los cultivos ilícitos, se requiere la reorganización de la
propiedad de la tierra a través de una verdadera reforma agraria,
mediante la cual las tierras productivas sean redistribuidas, y el campesino
regrese a ellas, abandonando la selva y los ecosistemas frágiles. El
desarrollo alternativo sólo es posible en las tierras
productivas.
II. EL DESARROLLO ALTERNATIVO EN LA REGIÓN
ANDINA
Se demostró que las zonas donde se cultiva la coca en Bolivia,
Colombia y Perú son ecológicamente similares: se trata de selvas
tropicales húmedas con ecosistemas frágiles, que usualmente
coinciden con zonas de reservas forestales y parques
naturales.
Así mismo se explicó que el mercado de los
productos agrícolas en el mundo -y específicamente de los
latinoamericanos- registra una tendencia imparable a la caída de los
precios internacionales, que conlleva pérdida de empleos y de
producción en los campos. El hecho de que nuestras economías
dependan de la explotación y exportación de productos primarios,
determina que ante la caída de los precios internacionales de tales
productos, las economías nacionales entren en crisis y se produzcan
flujos migratorios de mano de obra poco calificada, cuya única
alternativa es, entonces, el cultivo de coca.
Otras condiciones que
originan el cultivo de coca en la región son también similares en
todos los países andinos. Por ejemplo, los cultivos lícitos,
compuestos principalmente por cultivos tradicionales de bajo rendimiento
económico y largos periodos de cultivo (y por ende, largos periodos de
retorno), no pueden competir con los cultivos ilícitos, que tienen muy
alta rentabilidad, periodos de producción cortos y que involucran
tecnologías más avanzadas. Además, en general, los
productores de la región son campesinos monocultivadores ubicados en
minifundios de baja competitividad.
En el marco de la política
antidrogas, se dijo que la proliferación del cultivo de plantas
ilícitas tiene sus raíces en una estrategia de erradicación
a la que no se contrapone la reducción de la demanda. Se reiteró
que de acuerdo con una teoría elemental de mercado, el riesgo incrementa
el precio y hace el cultivo rentable hasta el punto de imposible competencia.
Sumado a lo anterior, la migración permitió establecer una
comunidad disponible en las zonas de selva alta aptas para el cultivo de la
coca.
La experiencia de desarrollo alternativo en los países
andinos, se realiza con base en un modelo “arriba-abajo”.
Éste hace referencia a la ubicación geográfica
característica del consumidor–productor y a la dirección en
la cual fluyen las políticas y la priorización que se hace en las
mismas. Así mismo, dichas políticas se implementan desde la
racionalidad simple de la regla de que “el que pone el oro, pone la
regla”, la cual ignora la discrecionalidad que justamente se le
debería reconocer a los países productores, por ser ellos los que
asumen el mayor costo social de dichas políticas.
Por lo anterior,
es importante analizar las diferentes experiencias de los países
productores en América Latina y establecer las fallas de las mismas, para
construir un plan conjunto que permita enfrentarse al problema desde la
perspectiva regional y no desde el punto de vista de los países
consumidores. La eficiencia de la cooperación se ha puesto en entredicho
por las políticas unilaterales de ataque a la oferta, pues como se dijo
antes, los costos del control a las drogas son asumidos socialmente por los
países productores, pero a la hora de decidir sobre las políticas
a implantar, es el apoyo económico foráneo el que
cuenta.
Finalmente se resaltó el hecho de que hace quince
años cada país productor de la zona andina -Bolivia, Perú y
Colombia- se especializaba en una de las fases de la producción de la
droga, mientras que en la actualidad todos la cultivan y la producen. Esto
sugiere que se deben implantar medidas para las diferentes fases de
producción paralelamente al desarrollo alternativo.
III. EXPOSICIÓN DE
PARTICULARIDADES
Bolivia
Tanto el diseño como la ejecución de los planes alternativos
en Bolivia, en la década del ´70, excluyó las variables
demográficas y sociales. A mediados de los ´80 dichos planes
pretendieron resarcir los costos asumidos por los países productores en
la lucha contra el narcotráfico, y se acudió al expediente de la
responsabilidad moral de los consumidores. De esta manera, se estableció
un nuevo concepto de compensación económica. Estos esfuerzos se
sustentaron teóricamente en la realidad de la cadena de rentabilidad del
negocio, ya que si bien las ganancias del narcotráfico son colosales, las
utilidades están muy lejos de ser repartidas homogéneamente.
Porque mientras que los productores sólo se apropian del 1% de las
utilidades netas generadas, el 99% restante se queda en las diferentes etapas de
transición del tráfico de la droga. Y aun cuando los planes
establecieron bases mínimas para desarrollar el sentimiento de
responsabilidad compartida en los países consumidores, no hacían
justicia a los esfuerzos asumidos por las comunidades
cultivadoras.
Actualmente en Bolivia se reconocen cultivos de coca
lícitos e ilícitos. Los primeros son los que se utilizan para
labores tradicionales como la medicina, la masticación y rituales
religiosos; los segundos son los destinados al mercado de la droga. Así,
se han implementado dos estrategias de control de cultivos: una de
compensación para cultivos lícitos y otra de erradicación
manual y mecánica, en el marco de una estrategia de lucha contra el
narcotráfico para cultivos ilícitos.
El reconocimiento de
los cultivos lícitos o tradicionales en el contexto legal, es un
importante triunfo de la comunidad cultivadora. A través de la Ley 1008
de 1988 se determinó un límite legal a la extensión de los
cultivos lícitos y paralelamente se permitió consolidar una
desmitificación del consumo ritual y salvar en parte la
degradación que venían sufriendo algunos pueblos indígenas
en su identidad cultural.
En el marco de la estrategia de control a las
drogas, se destaca el Plan Dignidad. Éste propone un enfoque integral que
implica la sustitución de la economía de las drogas en su
totalidad y no sólo la sustitución de cultivos ilícitos,
sin tomar en cuenta el contexto histórico y social en el cual se han
desarrollado las comunidades que subsisten gracias al cultivo de coca. El Plan
también establece plazos temporales que se contraponen a metas de
erradicación.
Perú
En este país desde 1978 se respetan los cultivos tradicionales coca
como parte de la cultura nacional y se reconoce que lo dañino está
en la distorsión del uso de la coca. Los acuerdos de ese año le
dieron legitimidad a un mercado tradicional, el cual se ve reflejado en la
Empresa Nacional de Coca, ENACO, que es básicamente una empresa de compra
y venta de hoja de coca; sin embargo gran parte de la hoja de coca va al mercado
ilegal y nutre el narcotráfico.
Así mismo, después
de algún tiempo el Estado comprendió la importancia de crear redes
de confianza entre los campesinos cultivadores y las organizaciones encargadas
de combatir el narcotráfico, para minar la alianza existente entre los
cultivadores y las agrupaciones fuera de la ley, que coexistían en las
mismas áreas de cultivo y que se beneficiaban mutuamente. Este contexto
es uno de los puntos en común entre las experiencias colombiana y peruana
que merece ser destacado.
Se reconoce que la falla del Plan Nacional de
Desarrollo Alternativo - PNDA, radica en la débil presencia del Estado
en las zonas periféricas en las que se desarrolla la economía
subterránea. Esto, a su vez, ha impedido generar la confianza
institucional necesaria para crear una base social organizada; y dada la
economía de subsistencia de las comunidades afectadas, los niveles de
pobreza existentes son fruto y causa de un nivel cultural escaso que no deja
realizar el justo análisis ambiental y la concientización del
daño que se ocasiona.
Como logros que se destacan en los planes
realizados se incluye la consolidación institucional de la lucha contra
las drogas, como contraparte peruana de la ayuda internacional. Así
mismo, la incorporación de la variable ambiental en los planes de
desarrollo alternativo, ha permitido implementar la reforestación como
solución viable, gracias a la creación de mecanismos
participativos, tanto en la planificación como en la ejecución de
dichos programas. También vale la pena resaltar que se abrieron espacios
de participación regional y local, lo que involucra a la comunidad misma
en la toma de decisiones. Finalmente, se destaca la implantación de
sistemas de evaluación y monitoreo, que permiten establecer más
eficientemente los resultados reales de dichos planes.
Colombia
Los antecedentes de la moderna lucha contra el narcotráfico se
remontan a finales de los ´80, cuando se crearon programas especiales de
cooperación como respuesta al incremento de los cultivos ilícitos.
La política antidrogas colombiana incluye desde inicios de la
década los ’90 la erradicación forzada con
agroquímicos, es decir mediante fumigación, de los cultivos
ilícitos. Esta es una característica particular del caso
colombiano.
Las políticas colombianas han sido excesivamente
ineficaces y se puede pensar que dado el entorno y el mal enfoque, han
incentivado la proliferación de tales cultivos. De acuerdo con las
cifras, a pesar del colapso de los grandes carteles, el área cultivada se
ha quintuplicado. Tampoco podemos olvidar la creciente participación de
los grupos al margen de la ley en todos los procesos del mencionado
tráfico, lo cual ha motivado que la transición de la lucha
ideológica hacia la lucha por el control territorial, así como la
consecuente creación de pequeñas unidades que se especializan en
cada una de las fases del ilícito.
El daño ambiental se
puede observar en todas las fases de producción, desde la exagerada
deforestación hasta la contaminación de fuentes hídricas
por los desechos tóxico provenientes de los precursores químicos,
si consideramos la monumental cifra de 900.000 toneladas de estos
químicos que son aplicadas.
Frente al Plan Colombia, la comunidad
europea se ha manifestado en contra del exagerado componente militar financiado
por los Estados Unidos. En cambio, ha propuesto soluciones políticas que
tengan en cuenta las condiciones sociales generadas por el problema de las
drogas así como las consecuencias sociales derivadas del negocio entre
las comunidades. De esta manera elimina el paradigma que reduce el problema al
narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares.
Pactos de erradicación voluntaria –
Plante
La estrategia de lucha contra las drogas en Colombia incluye la
suscripción de pactos de erradicación voluntaria, cuyo objetivo es
la erradicación y sustitución de los cultivos en la región
y el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de la
población que la habita. El programa es desarrollado por organizaciones
no gubernamentales nacionales, que manejan los recursos de manera
adecuada.
En el caso del Putumayo, se sostiene que el pacto no debe
realizarse exclusivamente en el ámbito del departamento: el país
entero debe hacer un pacto con el departamento, en virtud del cual se le brinde
apoyo y bases sólidas para que desarrolle su potencial agrícola y
lleve a cabo la erradicación voluntaria y el programa de
sustitución de cultivos de manera satisfactoria, a través de
programas de cooperación y solidaridad.
La necesidad de una
consolidación integral en torno a estos territorios, implica el
fortalecimiento de las instituciones comunitarias dentro de la región.
Finalmente el pacto social de desarrollo alternativo no es más que un
espacio político dentro del cual se genera un ambiente de
concertación entre las partes involucradas, con el objetivo común
del mejoramiento de las condiciones de la población del departamento y la
viabilidad financiera de grandes proyectos en la región.
Problemática en torno al desarrollo
alternativo en Colombia
A pesar de los esfuerzos por parte del Estado y de las comunidades
involucradas en la producción de narcóticos, en especial en
cultivos de uso ilícito, los resultados no han cumplido las expectativas
de ninguno de los actores.
El principal problema radica en la falta de
credibilidad en las políticas estatales, dado que las fumigaciones se han
realizado sin la suficiente coordinación entre las entidades ejecutoras
de dichos planes y se han afectado de manera particular áreas en las que
se están realizando planes institucionales de desarrollo alternativo.
Como en ellas también existen cultivos ilícitos, al convertirse
éstos en objeto de las maniobras de fumigación, no sólo
colapsa la efectividad de los proyectos de desarrollo alternativo, sino
también se mina su confiabilidad.
Además, existe
confusión en la normatividad, lo cual impide establecer criterios claros
de aplicación de desarrollo alternativo. Tanto la escogencia de las
áreas cultivadas que pueden ser objeto de dichos planes, como la
tipificación diferencial y prejuiciosa del cultivo ilícito, crea
un limbo jurídico, el cual degenera en un choque interinstitucional.
Semejante situación sólo incrementa la confusión del Estado
y de las comunidades. Esta confusión se extiende a la normatividad que
regula y pretende controlar el flujo de desplazados, a quienes para reconocerles
el estatus de desplazados se les pregunta sobre las actividades que realizaban
anteriormente, sin tener en cuenta el temor que pueden sentir frente a las
represalias legales implícitas a la actividad de los cultivos
ilícitos.
Se reitera, en referencia al trasfondo económico
del problema, que con base en las alternativas reales a las que se refieren los
planes de desarrollo, se debe reconocer que la actividad enmarcada en los
cultivos ilícitos genera una economía de mercado con la que no
pueden competir los cultivos legales. Los estudios de rentabilidad indican la
abismal brecha que separa las dos actividades e impide establecer un horizonte
de desarrollo sostenible para la economía local, desde la misma unidad de
producción enfrentada a una infraestructura que no brinda ningún
apoyo a la competitividad y la sumerge en una obligada marginalidad.
Otra
de las grandes falencias de los planes de desarrollo alternativo está en
su concepción, que excluye los regímenes especiales, como son los
parques naturales y las reservas forestales aledañas a las zonas
cultivadas. En ellos estos son concebidos como zonas potenciales de desarrollo
agrícola, sin tener en cuenta el marco legal que inhibe su
utilización para actividades productivas.
Un plan alternativo
En Colombia, el enfoque de los gobernadores del sur parte de que el
problema no son los narcocultivos sino la marginalidad de los seres humanos
dedicados a los mismos. Se trata de ir más allá de la
represión, de buscar una solución política a partir de la
aceptación de que el problema es social. De acuerdo con lo anterior, el
problema más grave del Plan Colombia consiste en que no concede tanta
importancia a las personas como a los narcocultivos: no toma en cuenta a los
campesinos pobres y desconoce la historia del proceso.
El plan
alternativo que proponen los gobernadores del sur, presentado al Presidente de
la República como Plan Sur Colombiano, parte de dar la importancia
que merecen los seres humanos, a fin de recuperarlos para la sociedad. Mira los
narcocultivos desde el punto de vista humano y busca resolver la marginalidad de
esas personas a través de la concertación. En este enfoque la
erradicación tiene que hacerse sin fumigación, para evitar sus
efectos nocivos en el medio ambiente y en los seres humanos. La
erradicación tiene que ser voluntaria, manual para los pequeños, y
mecanizada para los industriales. Se debe poner en marcha un plan de desarrollo
ambiental sostenible, que genere desarrollo social, que propicie el mejoramiento
de la vida de los campesinos. Hay que hacer competitiva la actividad
agropecuaria mediante la tecnología, porque sólo un sector
competitivo es dique contra los narcocultivos.
Igualmente, se busca la
reconstrucción social, económica, ambiental e institucional para
orientar acciones públicas y privadas, que aborde de manera integral
todos los componentes de la vida de las comunidades rurales y suburbanas para el
mejoramiento de la calidad de vida. Orienta procesos de cambio sobre la
identidad cultural. Lo que importa son los campesinos pobres y marginados y
sólo al resolver esa marginalidad podremos resolver el problema de
producción de narcóticos.
IV. COMPARTIR EXPERIENCIAS
El desarrollo alternativo debe partir del reconocimiento de que la coca
tiene tres características:
- Es un cultivo cultural y ancestral, consumida por productores y
consumidores.
- Ha sido siempre una fuente de ingresos de las familias campesinas.
- Es materia prima de la cocaína.
Esto lleva a
mirar el problema de los cultivos dentro de un contexto cultural, tomando en
cuenta las condiciones de cada país y también los factores
internacionales necesarios para obtener mayores beneficios. Es así como
el objetivo de los movimientos campesinos en Perú y Bolivia es fortalecer
las dos primeras características y evitar la tercera.
Al
respecto, revisar el componente educativo de cada país es una tarea que
se debe emprender ya que el tema es de largo aliento y es muy importante que los
futuros jóvenes sean conocedores de esta realidad en cada nación.
Es necesario descriminalizar al campesino productor para trabajar en una
política de reducción manual, gradual y concertada de los cultivos
ilícitos, donde participen representantes de las comunidades y de los
gobiernos.
En relación a los uso medicinales y lícitos de
la hoja de coca, es necesario que los países andinos desarrollen
más esta industria y su cadena productiva.
Los países
andinos con esta problemática deben aliarse para obtener facilidades para
programas masivos de desarrollo alternativo. Es importante coordinar nuestras
estrategias comerciales y asistir a mesas de donantes de manera conjunta.
Finalmente, ya que en el proceso de desarrollo alternativo es necesario
que aprendamos unos de otros, se expusieron las siguientes premisas sobre el
tema:
- El desarrollo alternativo no es compatible con políticas antidrogas
que incluyan la erradicación forzada.
- No se puede hacer desarrollo alternativo con políticas neoliberales.
- El desarrollo alternativo no es viable ni posible sin la voluntad de las
organizaciones campesinas y de base.
- Siempre existe tejido social. En consecuencia, para la realización de
los programas de desarrollo alternativo no se deben crear nuevas organizaciones
de base sino fortalecer las existentes.
- Con desarrollo alternativo no se trata sólo de sustituir los cultivos
ilícitos sino de producir cambios integrales en el entorno
económico.
- No se debe priorizar la implantación de nuevas especies por mercados
promisorios.
- No debe priorizarse la recuperación de monocultivos de cultivos
tradicionales.
- No se debe apuntar sólo a los mercados internacionales. El orden de
prioridad debe contemplar los niveles nacional, regional e internacional.
- No debe haber dispersión institucional de proyectos.
- No se debe generar competencia institucional innecesaria. Las iniciativas
publicas y privadas deben articularse.
- La implementación de planes y proyectos no debe demorarse. Hay que
evitar despertar falsas expectativas de financiación de proyectos de
desarrollo alternativo y evitar la exageración y el engaño.