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Desde que en 1961 la Asamblea de las Naciones Unidas solemnemente condenó las culturas tradicionales de las drogas -coca, amapola y cannabis-  las superficies cultivadas; el tráfico; y el consumo no han hecho más que aumentar. Cosa que no impidió que, en 1998,  la ONU anunciara la casi desaparición de los cultivos ilícitos....para el año 2008.

¿Fracaso de una política? Insuficiencia de los medios utilizados? El análisis de las condiciones y los efectos de la lucha contra las drogas, llevada a cabo principalmente por los Estados Unidos,  nos conduce a afirmar que éste es un verdadero mercado de engaños en el cual las declaraciones edificantes por un lado, y las operaciones mediáticas por otro, esconden con frecuencia prácticas poco recomendables.

Luego de recordar el papel desempeñado por las potencias occidentales en el desarrollo del mercado de las drogas, este libro destapa la otra coherencia de esta lucha:  control de las comunidades autónomas; maquinaciones anticomunistas; y desplazamiento de poblaciones.  Todo ello alimentado por el carácter ilusorio de las políticas de substitución y la obcecación del Fondo Monetario Internacional....

Para concluir, los autores se interrogan sobre los efectos perversos de una eventual legalización de las drogas naturales y llegan a una constatación amarga: suponiendo que los fines que se buscan con esta lucha sea sinceros y que se llegue  a una erradicación total de las superficies cultivadas, no por lo tanto se vería resuelto el problema ya que detrás viene todo un arsenal de drogas sintéticas que sencillamente se encuentra a la espera de la oportunidad para arremeter en el mercado.
 

INDICE

PREFACIO                                                                                            9
           .
Cuando el cuerpo de los dioses era legal
 
1. DE LA PLANTA A LA DROGA: HISTORIA DE UNA INVENCIÓN              19
1. El arma sutil de los colonizadores                                                                                    19

2. La mania de la farmacopea                                                                                              25

2. PROHIBICIÓN: LAS RAZONES                                                                       35
1. El doble discurso de la América puritana                                                                         35

2. Campañas al servicio de la geopolítica interna                                                                  46

3. REPRESIÓN: ¿QUÉ MEDIOS PARA QUÉ EFECTOS?                                    59
1. La buena conciencia tiene mal aspecto                                                                             59

2. Primeras víctimas y grandes perdedores: los campesinos                                                  84

3. Lucha anti-droga: ¿solución o ilusión?                                                                             102

4. UN SIGLO XXI BAJO INFLUENCIA                                                               111
1. Sintética contra natural: las drogas se hacen la guerra                                                       111

2. Una toxicomanía en efervescencia o el boom de la combinación                                       120

3. Nuevos enfoques de la toxicomanía: los países del Norte se interrogan                             129
 
 

Introducción

Cuando el cuerpo de los dioses era legal

Denominadas a lo largo de los siglos “dádiva de los dioses”, “guía del paraíso” o “planta de la felicidad”, la Coca, cannabis y amapola, fueron, gracias a su prohibición, transmutadas en plantas infernales; una suerte de “talismán del diablo”, para retomar el nombre utilizado por los españoles cuando descubrieron la hoja de Coca en América. Declaradas universalmente ilícitas por la Convención Única de las Naciones Unidas en 1961,  estas tres plantas fueron durante siglos fuente de la vida, de inspiración y de esperanza. Sus funciones y las creencias que las glorificaron atravesaron los milenios sin inmutarse... Los primeros testimonios sobre la utilización de la hoja de Coca datan del año 2500 antes de Cristo y, en el siglo XI antes de nuestra era, ya se menciona la existencia de la amapola en los territorios que más tarde habrían de ser Suiza, Italia y Alemania. La historia de su difusión coincide con la de las grandes conquistas y civilizaciones: la hoja de Coca es “el tesoro” del imperio Inca; la amapola, un importante testigo del paso de Alejandro “El Grande” por Asia en el siglo IV antes de Cristo; y la cannabis la reminiscencia de la expansión geográfica del Islam. Estos cultivos, tan antiguos como el mundo, fueron reservados para usos tradicionales y no comerciales. Arraigados en tradiciones locales ligadas a practicas religiosas, sociales y conviviales, las plantas alucinógenas fueron no solamente participes de estrategias de subsistencia en medios hostiles sino que también jugaron un papel primordial en la farmacopea.
(página 9)
 

La hoja de Coca teje su historia a partir de los recuerdos de antiguas leyendas indígenas. Son muchas las que recuentan la historia de su aparición sobre la tierra, sin embargo, la gran mayoría coincide en la escenificación de una joven doncella sacrificada en honor de los dioses: allí donde su cuerpo fue dispersado retoña la planta que colma de bendiciones a los pueblos indígenas. Si bien la Coca casi siempre evoca la era de los Incas, su aparición parece ser anterior al siglo XIII. Las más antiguas hojas conocidas fueron descubiertas en los emplazamientos arqueológicos de la costa del Perú, exactamente en el paraje de Huaca Prieta (2500-1800 a.C.). Desempeñó un papel preponderante en la farmacopea, como lo consigna el historiador Garcilaso de La Vega: “La Coca protege el cuerpo de numerosos males y los médicos la prescriben en forma de polvo para evitar el enconamiento de la heridas y para soldar los huesos fracturados”. Hoja de esperanza y fuente de creencias, entre los Incas la Coca ocupaba un lugar central en las actividades religiosas y rituales. Ofrenda de la fertilidad, la Coca mambeada era ofrecida a Pachamama, diosa de la Tierra Madre. Se rellenaba también con hojas de Coca boca de los muertos para que pudieran emprender su viaje al más allá….Para profetizar el futuro se acudía a los adivinos Yatiri, quienes la utilizaban según un procedimiento bien definido, como lo relata el cronista Cristóbal de Molina: “Después de mambearse, su jugo mezclado con saliva se escupía en la palma de la mano inclinada. Se extendían dos dedos y si por cada uno de ellos chorreaba la misma cantidad de saliva, el presagio era favorable, pero si se derramaba por uno solo, era un mal augurio”.

La Coca servía para pagar tributo a los nobles y representaba asimismo un bien precioso que se almacenaba en previsión de situaciones extremas como la hambruna, ya que esta planta benefactora es inmensamente rica en proteínas vegetales, vitaminas y sales minerales. En todos los territorios conquistados sucesivamente por los Incas, que se extendían desde el sur de Colombia hasta el norte de la Argentina, podemos ver que los Ayllu  establecieron colonias temporales o permanentes en los valles tropicales con el fin de cultivar los productos que no obtenían en las tierras altas: maíz, ñame, pimiento y Coca. Verdadero ritual de iniciación, el hallpay, que significa mambeo de Coca en quechua, marca oficialmente el ingreso del joven adulto en el Ayllu. Dicha ceremonia de mambeo tiene lugar después del servicio militar y, obligatoriamente, antes del matrimonio. Así, los padres de todo pretendiente deben ofrecer hojas de Coca a los de la joven “codiciada” y sus deseos solamente se ven realizados cuando estos últimos la mastican en señal de aceptación del joven como yerno. Elemento de convivencia que se le brinda al amigo encontrado por el camino o a un pariente de visita, la Coca también está presente en las grandes decisiones económicas ya que todas las iniciativas del Ayllu, como son la limpieza de los canales de irrigación; la construcción de rutas, escuelas, hospitales… son sometidas a la lectura de sus hojas esparcidas sobre el suelo. La ejecución de esos trabajos es precedida por la distribución de la Coca que debe ser mambeada en comunidad. Tampoco escapan a esas costumbres los actos sindicales y políticos dirigidos por los militantes cristianos o marxistas. Aún hoy subsiste el uso tradicional de la hoja de Coca en los territorios conquistados por los Incas y su uso se repande más allá, por toda América Latina. En los Andes peruanos, los rituales que preceden al trabajo en el campo siguen siendo los mismos. Antes de emprender cualquier labor, el indio quechua coge dos o tres hojas de Coca entre el pulgar y el índice y las coloca una encima de la otra, las sopla en dirección de la montaña donde vive el espíritu ¾apu o yamani¾ que vela sobre él y su comunidad, y pronuncia las invocaciones relativas a los trabajos agrícolas en curso: “Montaña sagrada, no dejes que llueva mientras yo siembro”. En Bolivia, los mineros, carentes de acceso a la medicina moderna, consumen aproximadamente 100g de Coca diarios para combatir los efectos de la altura, curar sus heridas y diversas enfermedades. Las hojas son una ofrenda al Tio, dios fálico de las entrañas de la Tierra, al que se implora protección contra los accidentes mortales y el descubrimiento de una veta rica en metal. Ellos afirman que sólo la Coca les permite soportar las condiciones infrahumanas de su trabajo: ocho horas consecutivas al fondo de una mina. En efecto, so pretexto de protegerlos contra la absorción del polvo de metal, se les prohibe descender cualquier tipo de alimentos.

Sin embargo, tanto entre los mineros como entre los campesinos, las funciones de la hoja de Coca no se limitan sólo al marco del trabajo. Cualquier cosa puede ser motivo para su consumo ya que se dice que es una fuente de bienestar que hace más cálidas las relaciones entre los hombres.
(páginas13, 15,16)

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1 DE LA PLANTA A LA DROGA: HISTORIA DE UNA INVENCIÓN

1. El arma sutil de los colonizadores

En las huellas de la historia encontramos ciertos perfiles perniciosos:   los contornos de los orígenes de la droga son un ejemplo nutrido de este manejo prejudicial rico en paradojas.

Lo que hoy en día y de común acuerdo combaten las naciones del Norte es precisamente todo aquello que ellas mismas favorecieron y utilizaron prolíficamente en la época en que sus preocupaciones se centraban en la colonización.

Todas estas naciones, en un momento dado, llevadas por la obsesión de hegemonía, tergiversaron el uso tradicional de la Coca, de la amapola y de la cannabis, transformándolas en formidables “armas de guerra”. En América Latina, en Asia y en Africa del Norte, esas plantas, antes de ser proscritas, sirvieron una a una para “someter” las poblaciones, desestabilizar los poderes establecidos y alimentar, de manera muy oficial, las arcas de los colonizadores.

Instrumento de poder en las conquistas españolas y británicas

Sus usos prácticos,  su valor comercial, y el papel ritual de la coca, de la cannabis y de la amapola, bastan para explicar el que dichas plantas hayan llegado a ser el eje de conflictos a lo largo de la historia. Las ambiciones de los españoles e ingleses ofrecen una ilustración pertinente del papel y del poder que le fueron conferidos.

En América, efectivamente, la hoja de Coca fue un factor determinante en la estrategia de dominación de los Conquistadores. Aunque los españoles -en un desliz- inicialmente prohibieron su uso asimilándola a una manifestación idolatra, no tardaron en darse cuenta del maravilloso “poder” que les brindaba esta planta benefactora de los Incas. Cuando se dieron cuenta de que ella permitía a los campesinos, y sobre todo a los mineros, soportar mejor las condiciones infrahumanas del trabajo que ellos les imponían, se apresuraron a estimular su producción.

No obstante, si indudablemente la Coca llegó a ser un arma entre las manos de los españoles, también sirvió de instrumento de resistencia a los insumisos, como lo ilustran las grandes rebeliones indígenas del siglo XVIII en Bolivia y en Perú, lideradas respectivamente por Julián Apasa llamado Tupac Amaru y José Gabriel Condorcanqui, llamado Tupac Katari.

Los casos más notables del papel determinante que juega esta planta son la revuelta de 1780, en la que 60.000 aymarás y quechuas (etnias de Bolivia y del Perú) se sublevaron contra la autoridad española, y el del sitio de La Paz al año siguiente . Durante los seis meses que duró esta rebelión, las milicias indígenas de Tupac Katari se negaron a combatir si no eran aprovisionadas en hojas. Hojas que permitieron igualmente a los sitiados soportar las privaciones.

Para ambos bandos, la hoja de Coca fue un instrumento fundamental en el dominio del conflicto, el eje de sus estrategias y el corazón de sus grandes decisiones. Un elemento de poder por excelencia. Según la historiadora boliviana Ana María Lema, Tupac Katari ordena a uno de sus lugartenientes “tomar el control de la producción local de las haciendas de yungas y apropiarse de la coca circulante. […]. Por otra parte, estos decomisos les permitieron obtener dinero para poder solventar otros gastos” .

Por este medio, los rebeldes privaron a los españoles de una parte de sus recursos a tal punto que ciertos investigadores piensan que la hoja de Coca fue uno de los pilares de la resistencia indígena. Así, cuando los españoles retomaron el control de las yungas, los propietarios propusieron cederles su próxima cosecha con el fin de financiar la continuidad de las operaciones, ¡a condición de que los soldados se encargaran de cosechar las hojas!(

A pesar de que esta propuesta nunca se materializó, no deja de ser reveladora de la importancia de la Coca. Los recursos brindados por la Coca fueron igualmente esenciales a las Guerras de Independencia que se iniciaron en 1809. Después de una serie de victorias, las fuerzas del Rey establecieron “una contribución patriótica excepcional” destinada a financiar sus equipos. Para ello los ingresos por concepto de Coca siempre fueron, según Ana María Lema, “uno de los objetivos principales”. ¡Hasta 1825, el impuesto de venta sobre la Coca llega ser de hasta un 30%.!
(páginas 19,20,21)

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2 PROHIBICION: LAS RAZONES

1 El doble discurso de la América puritana

En el siglo XX, los imperios coloniales “clásicos” se ven progresivamente remplazados por formas modernas de imperialismo económico. Los Estados Unidos se encuentra a la vanguardia de este proceso.

Su voluntad de dictaminar una política mundial de lucha contra el trafico de drogas va a lograr rápidamente la adhesión de otras naciones. Una cruzada que de hecho representa a la vez un medio para luchar contra las potencias europeas y, sobre todo, un instrumento de intervencionismo en los países productores.

A falta de amparo de un mandato de l’ONU, los Estados Unidos ha aprovechado la ideología dominante, que ellos mismos han difundido, sobre las drogas para justificar sus intervenciones en el extranjero, en particular en América del Sur en los años 1980 y 1990. Injerencias hechas a nombre de la “Guerra contra las Drogas” durante la cual, colmo de la ironía, la CIA comercia con heroína y cocaína para financiar el combate anticomunista de una América “neurótica”.

Luego en 1990, desesperados ya sin duda por una convención que les permitiera aplicar su política bajo el pabellón de la ONU, los Estados Unidos decidieron entonces reunir bajo su bandera a todos los países occidentales. Juntos crearon el Grupo de Dublín, entidad oficial encargada de ejercer presiones directas en el campo de drogas sobre los “países a riesgo”, con el fin de obtener resultados más concretos que los logrados hasta entonces con la ONU. Esta transformación de la diplomacia de drogas estadounidense, no tiene que preocuparse de consensos ideológicos internacionales ya que estos, a priori, ya estaban adquiridos. Así las campañas antidroga emprendidas por los Estados Unidos a principios del siglo fueron puestas rápidamente al servicio de otros propósitos; el aspecto moral encubre de manera hábil objetivos y acciones en contravía de la susodicha moral.
(pagina 35)

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Des pesos, dos medidas….El ejemplo afgano

El conflicto afgano nos brinda otra muestra sobre la implicación de la CIA en la cobertura del tráfico de drogas. En efecto, en 1980, mientras la tríada anticomunistas-CIA-traficantes de drogas entraba en acción en Asia del sudoeste, los Estados Unidos confiaba a los servicios secretos del ejército pakistaní, Inter-Services-intelligence (ISI), el monopolio de la entrega de su ayuda financiera y militar a la resistencia afgana. Hecho que tuvo importantes consecuencias políticas, en la medida en que el ISI favoreció los sectores más fundamentalistas de la resistencia aprovechándose paralelamente de ésta situación de monopolio para asumir una parte importante del tráfico de la heroína.

Bajo la dictadura del general Zia, la prensa pakistaní explicó a la opinión pública como los camiones sellados del Nacional Logistic Cell (NLC) entregaban las armas a los moujahidin afganos y traían de Afganistán el opio  que los militares procesaban en heroína en las agencias tribales, o zonas sin ley, para su exportación a Europa vía Irán y a través de la famosa Ruta de los Balcanes. Redes que han estimulado fuertemente la producción de opio que pasó de entre 200 a 400 toneladas en 1979 a 1.500 toneladas en 1989.

Es así como durante los diez años de guerra anticomunista en Afganistán los servicios secretos del ejército pakistaní utilizaron las ganancias de la droga para financiar las operaciones dirigidas contra la India por medio de los terroristas musulmanes del Cachemir y los sikhs de Penjab. El dinero de la heroína ha servido igualmente para comprar equipos militares destinados al ejército pakistaní. Más aún, según fuentes de los servicios secretos europeos,  las compras de los componentes necesarios para la fabricación, por ese entonces secreta, de la bomba nuclear pakistaní, habrían sido parcialmente financiadas con fondos secretos alimentados por el dinero proveniente del tráfico de la droga.

Y si hoy en día los Estados Unidos acusan a justo titulo a los talibanes de sacar provecho de la producción y del tráfico de droga, lo que han hecho estos últimos es limitarse a asumir la sucesión de los protegidos de la CIA y posteriormente, de los diferentes comandantes moudjahidin.
 

2. Campañas al servicio de la política interna

Las grandes naciones occidentales encerradas en su retórica secular de la “Guerra contra las Drogas”, han fingido en repetidas ocasiones no ver que, en numerosos países productores, la droga ha sido utilizada con frecuencia como una verdadera herramienta de geopolítica interna.

Bien sea en África, en Asia o en América del sur, lo cierto es que se ha comprobado en repetidas ocasiones que las campañas de erradicación y los proyectos de desarrollo -más que una forma de lucha contra las drogas- sirven de pretexto para atacar los movimientos de oposición y para controlar ciertas zonas consideradas estratégicas.
(páginas 45 y 46)

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Control del territorio y lucha contra los movimientos de oposición

La erradicación de cultivos ilícitos ofrece una coartada dorada a todos aquellos países productores cuyos regímenes inestables están sometidos a los sobresaltos generados por movimientos de oposición que llevan a la lucha armada. Es el caso de ciertos países africanos en que se ha podido constatar que, con frecuencia, las campañas de destrucción de los cultivos son emprendidas por los regímenes de turno con miras a ejercer un mejor control sobre las zonas sensibles; a perseguir a los opositores; y, en algunos casos, a apoderarse del control del tráfico en toda impunidad.
(páginas 47 y 48)

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El mismo dilema ocurre en América del Sur en donde a principios de los años 1990, los gobiernos americanos y franceses fingieron ignorar que los equipos militares enviados a las fuerzas armadas colombianas serían utilizados en el desarrollo de las ofensivas contra la guerrilla. Este fue particularmente el caso en los cinco departamentos de la Amazonia, declarados Zonas especiales de orden publico (ZEOP), y así puestos bajo control militar, el 13 de mayo de 1996. Esta regiones sirvieron para desviar las criticas de las que es objeto el gobierno colombiano por parte de los Estados Unidos mediante la puesta en marcha de una estrategia muy sencilla cual es el ataque directo a los cocaleros, el eslabón más débil del narcotráfico. Esta es una manera muy fácil de lograr resultados espectaculares, dirigidos a hacer eco en el plano internacional, y poder perjudicar seriamente la principal fuente de financiación de la guerrilla comunista -las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)-  fuertemente implantadas en estas regiones.
(página 51)

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Asimilación de las minorías bajo el encubrimiento del desarrollo alternativo

Los programas de desarrollo que han acompañando las campañas de erradicación han servido en ocasiones los objetivos de ciertos poderes deseosos de dominar las poblaciones alejadas y poco sumisas. Los proyectos de desarrollo federados por la Naciones Unidas permiten en efecto a los gobiernos establecidos no solamente acceder a las zonas “estratégicas” alejadas, mediante la construcción de vías de acceso y otras infraestructuras, sino también para introducirse en el seno de esas minorías étnicas- núcleo potencial de inestabilidad- para controlarlas y asimilarlas.
(página 52)

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Erradicación y desarrollo: soluciones cuestionadas

Ni las campañas de erradicación masiva ni los proyectos de desarrollo alternativo parecen haber sido concebidos dentro del respeto de las tradiciones y del patrimonio cultural de los campesinos afectados, así como tampoco tuvieron en cuenta la especificidad del ecosistema circundante. Lo que si es evidente es que éstos han sido diseñados en función de un objetivo cuantitativo primario: la reducción a cualquier costo de las áreas cultivadas. De hecho, con frecuencia los proveedores de fondos de los proyectos alternativos, exigían que por cada dólar invertido se erradicara una superficie equivalente de cultivos ilícitos y, lo que es aún más grave, esto sin siquiera esperar a que los cultivos de sustitución entraran en su fase de producción. Esta obsesión con lograr la máxima erradicación posible en un mínimo de tiempo, aún antes de estudiar y poner en práctica programas de sustitución adecuados, fue un enorme error con graves consecuencias para el campesinado. En el caso específico del Perú, por ejemplo, se presenta la “aberración” -incitada por fuertes presiones estadounidenses al gobierno peruano en 1979- cual es el haber quemado o arrancado las plantaciones de Coca antes de poner en marcha proyectos de sustitución agrícola eficaces. Posteriormente, en 1982, cuando el segundo gobierno de Belaunde Terry (1980-1985) aceptó la creación de la Unidad Móvil de Patrullas Rurales (UMOPAR) -cuya misión era reprimir a los cocaleros- mientras que la USAID financiaba dos grandes proyectos de desarrollo alternativo -el control y reducción de cultivos de Coca en el Alto Huallaga (CORAH) y el programa especial del Alto Huallaga (PEAH)- ya era demasiado tarde. Estos programas no solamente resultaron ser un fracaso económico total sino que además fueron percibidos por los campesinos como una cortina de humo destinada a justificar la represión de la que ellos eran víctimas.
(paginas 62, 63)

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Tabla 1

Cocaína (fabricada en Bolivia, en Perú y en Colombia)
US Dólares
  
Precio pagado al productor por su cosecha  
  
200 kilos de hojas (= 1 kilo de pasta base) 200
  
1 kilo de pasta base pagada al productor 350
  
1 kilo de base lavada pagada al intermediario 500
  
1 kilo de clorhidrato a la salida del laboratorio 1000
  
1 kilo de clorhidrato pagada al exportador colombiano 2 500
  
1 kilo pagado al importador mayorista  
·Miami 10 000
·New York 15 000 a 25 000
·París 12 000 a 20 000
·Copenhague, Moscú, Riyadh 40 000 a 110 000
  
Rendimiento de la venta al menudeo 250 000 a 500 000
  
Entre el productor y el consumidor el precio se ha multiplicado al máximo por 2 500

Se trata de un ejemplo tomado a mediados de los años 1990. Es posible que los precios sufran variaciones importantes en cada uno de los eslabones de la cadena.
 
 
Heroína (fabricada en Pakistán) US Dólares
  
Precio de un kilo de opio pagado al productor por el negociante 60 dólares
  
Precio de 10 kilos de opio necesarios a la fabricación de un kilo de morfina,
y luego de heroína
60 x10 = 600
  
Precio de un kilo de morfina de base a la salida del laboratorio 1 200
  
Precio de la heroína a la salida del laboratorio 3 000
  
Precio pagado en la frontera de Pakistán 5 000
  
Precio de mayorista en Turquía 12 000 
  
Precio de mayorista en Holanda 50 000
  
Relación de la venta al menudeo  1 500 000 
  
Desde el productor hasta el consumidor el precio se ha multiplicado por  2 500 
  

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Legislación: ¿solución infernal o paradisíaca?
Ante el fracaso de la prohibición, un número creciente de voces surge para reclamar un cambio de política. Algunos se apoyan en el hecho de que el consumo de cannabis se ha generalizado en el mundo entero (en Francia, los consumidores corrientes serían entre 1 y 2 millones de individuos y los ocasionales entre 5 y 7 millones) y ellos abogan por la legalización de está única droga, Otros, con el argumento de que los problemas planteados a la sociedad son más que todo generados por el consumo de drogas duras como la heroína, proponen la legalización universal de todas las drogas.

Al bajar notablemente los precios al consumidor, la legalización permitiría a los adictos marginales procurársela sin tener que cometer actos delictivos. Adicionalmente, así se ejercería un control de calidad de los productos (mientras que actualmente el corte es hasta más peligroso que la misma droga) y los toxicómanos podrían tener acceso a cuidados y a eventuales curas de desintoxicación. La legalización suprimiría la razón de ser de los grandes tráficos y las grandes mafias de la droga, asestando así un golpe decisivo.

Sin embargo, la posición de los antiprohibicionistas se ve debilitada por el hecho de no haber ni siquiera intentado hasta ahora responder por medio de estudios proyectivos a una pregunta central: ¿cuál seria el efecto sobre el consumo de la libre disponibilidad y de la caída del precio de estos productos?

Como en el caso del alcohol, su venta estaría prohibida a menores. ¿No se correría entonces el riesgo de que se desarrollara un tráfico entre aquellos que tienen acceso a esos productos -los adultos- y aquellos a quienes se les prohibiría, los menores de 18 años? Aún si en los países ricos, gracias a campañas educativas y de prevención, se llegara a limitar el aumento del consumo, no es probable que lo mismo suceda en los países del Sur que ya se ven afectados, como le hemos visto, por una toxicomanía masiva. La repentina accesibilidad en los países ricos de productos a la moda a precios relativamente bajos, provocaría un afición considerable. Entretanto, se puede temer una ola de consumo de cocaína -en todas sus formas- en Asia y en Africa; y de heroína fumada o inhalada en América Latina.

Al igual que un cierto numero de los antiprohibicionistas que, siendo sensibles a los países del Sur denuncian la represión de la que son objeto los cultivadores de plantas ilícitas, el eslabón más débil de la cadena de producción de las drogas, ellos tampoco han considerado cuál puede ser el impacto del fin de la prohibición sobre la situación económica de estos campesinos.

Es evidente que en caso de una legalización internacional de las drogas, los países consumidores del Norte intentarían producir ellos mismos las drogas destinadas a satisfacer su mercado interno.

De tal manera, la caída de los precios para el consumidor y la disminución de la demanda internacional, podrían provocar, -según el país y la planta- una baja en los precios de las materias primas en los países que hoy en día son productores.

Parece obvio que la legalización de los derivados de cannabis tendría un mayor impacto en los países productores en la medida en que los países consumidores pueden rápidamente desarrollar sus propios cultivos (principalmente en invernaderos).

Hoy en día, sabemos que los Estados Unidos ya produce entre 2 500 y 5 0000 toneladas de marihuana, con que satisfacer entre el 30% y el 50% de su mercado interno. Que en Europa, los Países Bajos surten su mercado interno con variedades cultivadas en invernadero y que contienen altas dosis del principio activo (THC). Además, en un país como Francia, una gran parte de los usuarios consumen de su propia producción mientras que los cultivos comerciales, algunos en manos de auténticos agricultores, se encuentran en pleno desarrollo.

Los más perjudicados serían los países del África subsahariana en donde se derrumbarían los altos precios que reciben actualmente los productores. Una caída de precios también tendría un impacto dramático en Marruecos, donde 200 000 familias (un millón de personas) que viven en el Rif perderían su principal medio de subsistencia. Una situación que solo se podría evitar mediante una ayuda de Europa para la reconversión económica del Rif. Para eso, se necesitaría que los países Schengen consagrasen a este propósito los fondos ahorrados gracias al desmantelamiento de los servicios represivos destinados a combatir el tráfico.

En lo que se refiere a la amapola, que crece en todas las latitudes, parece lógico pensar que los países ricos no tendrían el menor inconveniente en desarrollar su propia producción para responder a estas nuevas necesidades. Acaso Francia, bajo el control de la empresa Francopia, filial de Sanofi, no cultiva 5 000 hectáreas de amapola para satisfacer la demanda de médica de morfina. La heroína es revendida por esta sucursal francesa a Suiza para permitirle llevar a buen proceso su política de distribución de esta droga a los toxicómanos considerados irrecuperables.

Y, en este campo, es igualmente previsible que los principales países que alimentan la demanda mundial de morfina -Hungría, Turquía, India, Australia (en Tasmania)- sean las primeras en reaccionar ante el llamado de estos nuevos mercados legales allí donde la producción doméstica no abastezca la demanda.

Esta situación difiere cuando se trata del cultivo de la coca ya que ésta sólo se puede cultivar en climas tropicales y dentro de un marco ecológico bien preciso. Sin embargo, bien que en 1996 se registró la existencia de la Coca en los valles cálidos de la provincia de Adjaria (Georgia) y en 1998 en la Islas Salomón, es preciso aclarar que lo más factible es que estos cultivos se siembren en las posesiones caribeñas de los países del Norte (Estados Unidos, Países Bajos, Francia). Sin embargo, el hecho de que los países consumidores continuarían -así fuese transitoriamente- a importar la base fabricada por los campesinos podría evitar el derrumbe de los precios aunque no evitaría una reducción significativa en el número de productores. A fin de conseguir la coca que ellos no pueden cultivar, los países consumidores firmarían en un principio acuerdos con Bolivia y Perú, donde el cultivo permitido alimenta ya a la empresa Coca Cola. No obstante, el precio de la pasta y de la hoja serían fijados con un tope que se asemejaría al de otros cultivos de renta tales como el café y el cacao. Más aún considerando que los países industrializados se limitarían a comprar los productos intermediarios para encargarse ellos de la transformación final.

Esto permitiría, sin embargo, a unos 50 000 cocaleros bolivianos y 100 000 familias peruanas permanecer en sus tierras, además de evitarles la tragedia de ser víctimas de la represión y de eventuales conflictos entre grupos armados.

No obstante, existen dudas respecto al hecho de que -en un periodo de ultraliberalismo- se concedan cuotas a Bolivia y Perú que no sean transitorias. Colombia, país a la vanguardia en la tecnología de producción y transformación, estaría en competencia con los productores tradicionales de estos dos otros países andinos. Y, en caso de que el mercado se revelase prometedor, qué impedimento existe a que países como Indonesia y Sri Lanka -productores de hoja de Coca a comienzos de siglo- pongan a sus recolectores de té a cosechar esta hoja para así entrar a competir con Perú y Bolivia de acuerdo con la implacable ley de mercado.

Sea lo que sea, lo que sí es seguro es que la reducción del número de productores generará un flujo de inmigrantes hacia los países ricos. Es posible que las decenas de miles de individuos adicionales que cruzarán clandestinamente el Río Grande no lleguen a modificar el flujo migratorio hacia los Estados Unidos, en cambio, las 200 000 familias (un millón de personas) del Rif marroquí que perderán sus medios de subsistencia sí afectarán de manera notable el flujo de clandestinos que llegan a Europa.

Sin embargo, para bien o para mal, la legalización universal de las drogas no es para ya. La ONU fijó, en sus Sesión especial de junio de 1998 dedicada a las drogas, el año 2008 como fecha limite para una reducción significativa de los cultivos. Si embargo, a la fecha de hoy las superficies cultivadas, como hemos visto, no se han visto realmente disminuidas. Los cultivos de Coca en Colombia han pasado en los últimos cinco años de 50 000 a 120 000 hectáreas mientras que en Afganistán, la producción de entre 2 000 y  3 000 toneladas desde 1994, en 1999 llegó a más de 4 000 toneladas. De confirmarse esta tendencia, es indudable que el debate se lanzará nuevamente. Mientras tanto, los cultivadores de cannabis, coca y amapola continuarán a aferrarse a su tierra intentando sobrevivir la violencia y a la corrupción.
( páginas 134, 135, 136, 137, 138, 139)

*Traducido del francés por María Piedad Ossaba y María Mercedes Moreno, Mama Coca
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ALAIN LABROUSSE, es profesor de letras y sociólogo. Ha aprovechado sus estadías en América Latina para investigar las realidades de ese continente y publicar una serie de obras sobre las guerrillas de los años 1960 y 1970, los problemas de los indígenas y la droga.

El descubrimiento de la dimensión geopolítica de la producción y el tráfico de drogas en América Latina lo conducen, desde hace diez años, a realizar numerosas investigaciones en Asia y en África Central y Occidental. A sus investigaciones se agregan las informaciones recogidas por el Observatorio Geopolítico de las Drogas, entidad que fundó en 1990 reagrupando una veintena de benévolos expertos y doscientos corresponsales en el mundo.

Alain Labrousse, en continuidad con sus investigaciones en Senegal, Vietnam y Afganistán, cuenta con todos los elementos necesarios para coordinar en esta obra una reflexión colectiva sobre el mercado internacional de las drogas, enfocado particularmente dentro del marco de las relaciones Norte-Sur.
 
 

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