M A M A    C O C A

From: Jaime Durand Palacios
To: Maria Mercedes Moreno
Sent: jeudi 28 mars 2002 18:55
Subject: STOP THE COCA WAR NOW !
 

A LA GUERRA DILE NO - La otra cara del narcotráfico

 Considerando que la guerra genera pobreza al no haber inversión y la miseria favorecería la venta de nuestros recursos naturales a precios viles (especialmente los no-renovables), nos preguntamos si es de interés nacional apoyar la política antidrogas de los Estados Unidos.  Tal como está diseñada, esta política perpetuaría - a nombre de una guerra contra el terrorismo - un problema regional que bien podemos denominar la guerra de la coca.  Habría doblez en la política de Washington si el Departamento de Justicia aún no captura y pone ante la ley a los intocables “capos” de la distribución de la cocaína en los EE.UU., mientras en el otro extremo (el nuestro) se intenta eliminar a los intermediarios (las FARC incluidas).  Por esta razón no creemos que exista un interés sincero en disminuir el narcotráfico por parte de quienes auspician el espiral de violencia prohibicionista.  Más bien, vemos que esta guerra responde a intereses económicos “de ultramar” (que dominan a los gobiernos y fuerzas armadas de los países más poderosos) y que está dirigida a consolidar la administración y a aumentar las enormes ganancias producto de la prohibición de la coca y sus derivados.  Esta prohibición garantiza el alto precio de la cocaína y asegura un atractivo mercado para los vendedores de armas.

Con el pretexto de que la hoja de coca es dañina (OMS, 1992), la política militar que auspicia EE.UU. pretende delegar a los países andinos la responsabilidad unilateral de la cura de la drogadicción en los países desarrollados mediante una guerra prolongada de interdicción y erradicación de la coca (léase destrucción del ecosistema).  Pero la campaña de erradicación de la coca es una insensatez, pues su hoja es medicinal y tiene un gran valor agroindustrial.  Existe un mercado mundial para productos como el té de coca, chicles de coca (usado como estimulante semejante al café o al tabaco), tintes, textiles, vinos, cocaína farmacéutica, etc.

En EEUU existen extensas plantaciones de hoja de tabaco, un veneno científicamente demostrado, del que se fabrica cigarrillos que se exportan con advertencia de salud, resultando esto en un gigantesco negocio que es incuestionablemente lícito.  Por otro lado, desde antes de Hipólito Unanue se reconoce que la coca, usada correctamente, es decir dentro de la tradición andina y amazónica, tiene propiedades benéficas y no mata a nadie.  Las tradiciones americanas se deben reciprocidad.  La satanización de la hoja de coca es un pretexto para perpetuar, a través de una guerra prolongada, la innecesaria e injusta miseria que vivimos, producto de un estado colonial en lo monetario, financiero y las privatizaciones.

En Bolivia, los recientes eventos sangrientos por el forzado cierre del mercado de la hoja de coca, el silencio chicha de la prensa, la desinformación sobre la actividad “contradrogas” del régimen fujimontesínico, la intervención del actual embajador de EE.UU. en la política interna, la venida del Presidente Bush al Perú, asociado a la escalada de violencia y militarización en la región, nos hacen pensar que los partícipes de las campañas de erradicación de la hoja de coca no son consecuentes con los principios que conducen a una civilización democrática y soberana, como nos corresponde. Fomentar la guerra de la coca, la prohibición y la consecuente militarización, atenta contra el desarrollo democrático del mundo andino.  Creemos consecuentemente que la descriminalización de la coca y sus derivados, así como su libre comercio, bajaría su precio, y al no haber con qué comprar armas se evitaría una guerra que no nos corresponde.

 Jaime Durand y Herman Berger
 
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