Mama
Coca Home
COLOMBIA, UNA
NEGOCIACIÓN COMPLEJA, PERO TERRENAL
I.
INTRODUCCIÓN
El trabajo que a continuación presento, intenta explicar desde una
perspectiva comparativa latinoamericana, porqué las FARC se transformaron
en una guerrilla más ofensiva en los últimos cuatro años.
Busca tipificar la naturaleza del cuerpo orgánico de las FARC y
señalar el conjunto de factores del actual proceso, que pueden ser
positivos en favor de un final negociado. Intenta un análisis de la
correlación de fuerzas en el campo militar y sus posibilidades, que a su
vez permita explicar porqué las FARC combina negociación con
intensificación de la guerra. Presenta luego algunos de los
obstáculos más importantes al proceso de paz, para concluir
abordando lo que podría ser el punto medular de la negociación,
que guarda relación con considerar a las FARC como un ejército,
planteando algunas ideas sobre como abordar el tema.
II. ¿PUEDE
MÁS GUERRA, SER UNA SEÑAL DE FINAL?
La larga historia de violencia de Colombia y la complejidad de su conflicto
interno, suelen despertar pesimismo. Negociación no es palabra nueva para
los colombianos, ha habido en esto éxitos y fracasos, por lo tanto
Colombia tiene más para enseñar que para aprender en el tema de la
Guerra y la Paz. Las Negociaciones del M19 en los 80’s, tuvieron una
influencia determinante en las guerrillas de El Salvador, para que éstas
últimas consideraran que negociar no era pecado. El gobierno de Colombia
fue parte del grupo de amigos del Secretario General de Naciones Unidas, en el
seguimiento al proceso de Paz de El Salvador en los 90’s. Sin embargo, hay
una lección que es universal para todos los conflictos y Colombia no se
escapa de ella: “los que están involucrados directamente en una
guerra, siempre piensan que la suya es la peor de todas”. El pesimismo
dentro de Colombia con la Paz, se explica a partir de ésta regla general.
A diferencia de la mayor parte de los conflictos armados desarrollados
en América Latina, el caso de Colombia no está asociado a la
existencia de una dictadura militar, o un modelo autoritario de gobierno.
Colombia tiene partidos políticos de más de un siglo de existencia
y el Ejército no ha tenido un rol preponderante en el quehacer
político en la época contemporánea. En ese sentido el
actual conflicto no parece estar tan directamente vinculado a la política
del estado en sí, sino al problema del control del estado sobre el
territorio, los temas agrarios y a una larga historia de violencia
política y social. Igualmente no parece haber una relación tan
directa entre pobreza y desarrollo de la guerrilla, ésta aparenta ser
más bien una forma de lucha por los excedentes de riqueza generados en
determinadas regiones.
Durante muchos años la lucha guerrillera
colombiana se mantuvo en segundos planos de la agenda internacional. Las
guerrillas del M19 lograron sobresalir con golpes espectaculares y por haber
sido las primeras en América Latina que buscaron una salida negociada.
Las FARC es la guerrilla más antigua y en términos absolutos la
más grande de Latinoamérica, pero al mismo tiempo, ha sido
considerada una de las más conservadoras en su estrategia política
y militar. Puede decirse que Colombia albergaba en su seno las vertientes
contrapuestas de los movimientos insurgentes que se desarrollaron en
América Latina, por un lado los revolucionarios nacionalistas
representados en el M19 y por otro los ideológico conservadores,
representados en las FARC. Estas dos vertientes sumadas a los partidos
comunistas, serían las tres grandes corrientes de la izquierda
revolucionaria que durante casi tres décadas, tuvo un lugar preponderante
en la lucha política latinoamericana.
Para poder entender como
las FARC llegan a su actual estrategia política y militar y caracterizar
el tipo de movimiento insurgente que son, es necesario conocer el contexto en
que se desenvolvieron las distintas experiencias guerrilleras en América
Latina y como éstas se influenciaban. Los partidos comunistas en su
mayoría fueron opuestos a la lucha armada y no llegaron a tener gran
importancia, los nacionalistas revolucionarios eran partidarios de estrategias
de corto plazo y programas que permitían alianzas con otros sectores, y
los ideológico conservadores apostaban a largos procesos de
acumulación de fuerzas y programas de corte más radical.
Los nacionalistas revolucionarios llevaron adelante las revoluciones
Cubana y Sandinista, la Reforma Constitucional de Colombia en los 80’s y
la Revolución Negociada de El Salvador. Los ideológico
conservadores establecieron las guerras más largas en Perú,
Guatemala y Colombia. Los nacionalistas llegaron a tener más capacidad
como agentes de cambio y los conservadores más desarrollo orgánico
propio. Obviamente esto no fue en ningún caso políticamente puro y
los movimientos eran mezclas con orientación dominante en una u otra
dirección.
La composición social de los grupos y sus
orígenes, tuvieron un significativo peso en la conformación de
éstas dos vertientes, los que provenían de grupos urbanos y clases
medias vinculadas a grupos intelectuales, no siempre marxistas (ortodoxos en
Cuba, Peronismo en Argentina, Democracia Cristiana en El Salvador,
burguesía Antisomocista en Nicaragua), derivaron en lo que hemos llamado
nacionalismo revolucionario. Los que descansaron en bases fundamentalmente
campesinas, indígenas y con alguna influencia religiosa derivaron en
vertientes más conservadoras.
Los cambios de estrategia y
táctica de las guerrillas latinoamericanas en un país u otro han
sido un efecto de las experiencias que le precedieron. La asimilación de
dichas experiencias no respondió a intercambios formales, ni a la
realización de internacionales, fue fundamentalmente producto del
seguimiento que los revolucionarios llevaban vía los medios de
comunicación, que cada vez aportaban información más
específica y detallada de las actividades insurgentes en otros lugares.
Este proceso arrancó con el foco guerrillero de Cuba, hasta llegar a la
estrategia de Guerra y Negociación de la guerrilla de El Salvador.
La primera etapa de las guerrillas latinoamericanas
contemporáneas en los 60’s estuvo marcada por el foco guerrillero,
como interpretación dominante de la estrategia cubana, es a esto a lo que
se llamó Castrismo o Guevarismo que apareció en Perú,
Bolivia, Guatemala, Venezuela, Nicaragua y Colombia. Esta estrategia
tenía la dificultad de que ponía condicionantes
geográficos, relativos a la necesidad de la existencia de montañas
que permitieran el nacimiento y desarrollo de un ejército guerrillero.
Como las rebeliones no respondían a la geografía, sino a la
existencia de dictaduras militares o condiciones políticas
específicas, no pasó mucho tiempo sin que aparecieran los grandes
movimientos guerrilleros urbanos en Argentina y Uruguay con los Montoneros, El
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y los Tupamaros. Con ello
aparecieron guerrillas urbanas en casi todas las grandes ciudades de
América Latina incluido México, a finales de los 60’s y
principios de los 70’s.
El Salvador que es superpoblado y con una
conformación prácticamente suburbana pudo desarrollar su
movimiento insurgente hasta que los suramericanos probaron, que no se
necesitaban montañas. Las guerrillas salvadoreñas nacen hasta
1970, sin ningún vínculo directo con lo que ocurría en Sur
América, pero de los dos grupos más importantes que se
desarrollaron en El Salvador, uno copió el nombre del
“Ejército Revolucionario del Pueblo” y el otro (Fuerzas
Populares de Liberación) realizó como primera operación, la
colocación y detonación de una bomba en la Embajada de Argentina
en San Salvador, a raíz de la matanza de Trelew, Argentina en 1973.
En esa misma época (finales de los 70’s) la guerra de
Vietnam y la influencia Maoísta introdujo la relación entre
guerrillas y movimiento popular (las masas), dejando atrás la errada
interpretación que se había hecho del foco como origen de la
Revolución Cubana. La introducción de este elemento en la
estrategia guerrillera, fortaleció los movimientos insurgentes, ya sea
que estos tuvieran estrategias de corto o largo plazo, en Nicaragua
adquirió formas insurreccionales victoriosas y en Guatemala las
guerrillas sólo pudieron ser derrotadas con la ejecución de un
genocidio que dejó más 200,000 víctimas, según el
informe dado a conocer por la Comisión de la Verdad el año 99.
Muchas de las guerrillas de los 60’s fueron derrotadas con operaciones
casi policiales contra grupos aislados, pero a finales de los 70’s, el
cuerpo social de las guerrillas era ya más importante que su aparato
militar.
La Revolución Sandinista de 1979 se convirtió en
la siguiente gran influencia sobre los revolucionarios, dando fuerza a lo que
podríamos llamar uso político de las armas. Lo importante no es
cuantas armas se tienen, sino como y cuando se emplean para que tengan un efecto
multiplicador en el campo político. La guerrilla mediática no
nació en Chiapas como se dice ahora, sino cuando el Frente Sandinista
toma el Palacio Nacional de Nicaragua o más antes en el asalto al cuartel
de Moncada en Cuba. Esto sería retomado por el M19 con el robo de la
espada de Simón Bolívar y por los grupos que constituyeron el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El
Salvador, cuando hacían publicar manifiestos en periódicos de todo
el mundo, como condición para liberar a los empresarios que hacían
prisioneros.
Otro de los aportes importantes del Frente Sandinista
(FSLN) fue la unificación de los movimientos revolucionarios, ya que el
FSLN se formó de reunificar a tres tendencias: los de la Guerra Popular
Prolongada (GPP), los proletarios y los terceristas, de éstos los GPP
representaban la corriente ideológico conservadora y los terceristas al
nacionalismo revolucionario. Este proceso de unificación de los
revolucionarios nicaragüenses repercutió en El Salvador con la
fundación del FMLN a partir de cinco grupos guerrilleros, en Guatemala
con la creación de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca
(URNG) a partir de tres grupos, e incluso en Colombia provocó el intento
fallido de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Los
sandinistas organizaron un Frente amplio y dejaron atrás el modelo cubano
de revolución al plantearse un programa que nunca abolió la
propiedad privada de forma total, ni eliminó todas las libertades
democráticas.
Centroamérica con la Revolución
Sandinista llegó a ser el escenario de una guerra de gran escala, en la
que Estados Unidos toleró un genocidio en Guatemala, ocupó
militarmente Honduras, gobernó El Salvador, hizo la guerra a Nicaragua e
invadió a Panamá. Más de 250,000 hombres armados
combatieron en la región representando a: el Ejército Sandinista,
la Resistencia (Contras) Nicaragüense, la URNG de Guatemala, el FMLN de El
Salvador y las Fuerzas Armadas de El Salvador y Guatemala. Más de 350,000
vidas se perdieron.
La insurgencia salvadoreña se
convirtió así durante todos los 80’s, en el ejército
guerrillero militarmente más efectivo y desarrollado de la historia
contemporánea de Latinoamérica. Formas de guerra de posiciones,
guerra de movimientos, guerra irregular a gran escala, sofisticados sistemas de
comunicación, criptografía computarizada, fuerzas especiales que
superando complejos sistemas fortificados, destruyeron grandes bases militares,
misiles portátiles tierra aire, una radio insurgente que
transmitía en Frecuencia Modulada para la capital del país y en
onda corta a nivel internacional y finalmente una ofensiva guerrillera de
impacto mundial, que mantuvo parte de la ciudad capital bajo control insurgente
durante más de diez días, todo esto apareció en El
Salvador. Ese desarrollo militar se combinó con una estrategia
política de negociación, dando origen a la siguiente corriente de
influencia en las guerrillas latinoamericanas, que podemos llamar de Guerra y
Negociación.
Las guerrillas de Guatemala tradicionalmente muy
ideológicas no pudieron escapar a las ideas de la negociación,
aunque su conservadurismo las llevó a negociar cuando ya estaban
militarmente derrotadas. El Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) de México, considerado un grupo innovador, era de
orígenes y raíces ideológicas muy conservadoras. En
correspondencia con ese pensamiento permaneció casi dos décadas
preparándose para operar militarmente (los grupos nacionalistas no daban
tiempo a prepararse, actuaban en cuanto se constituían). Sin embargo en
los 90’s el EZLN fue influenciado por lo ocurrido en Centroamérica
y se decidió por fin a manifestarse y actuar.
En su comunicado de
Enero de 1994, los zapatistas abandonaban sus antecedentes marxistas, se
declaraban nacionalistas y manifestaban voluntad de negociar. En la
operación armada que realizaron, aplicaron el concepto de uso
político de las armas, escogiendo para actuar el momento en que se
iniciaba el Tratado de Libre Comercio (TLC), tomando simultáneamente
varios poblados, incluidos aquellos que generaran un mayor efecto
propagandístico y realizando coordinaciones con periodistas, que les
aseguraron amplia difusión de los hechos. La finalización de los
conflictos en Centroamérica, había dejado establecida en
México, una prensa internacional ávida de noticias de guerra. Con
ese contexto y con muy poco poder armado el EZLN logró así, el
más grande efecto mediático nacional e internacional en la
historia de las guerrillas latinoamericanas.
Es imposible entonces que
tanto las FARC, como el ELN, no hayan sido influenciadas por el desarrollo de la
guerra en Centroamérica y por todos los cambios políticos
sucedidos en el mundo en la última década. En los últimos
cuatro años, las FARC han realizado cambios notables en su estrategia
política y militar, que se han expresado en una utilización
más ofensiva de sus fuerzas, en el uso político de su poder
armado, aprovechando las coyunturas nacionales para actuar militarmente, en el
aumento de sus frentes, en el acercamiento de sus fuerzas a puntos vitales, en
una mayor actividad política internacional y en manifestar voluntad de
finalizar la guerra a través de una negociación.
La
influencia de la experiencia de El Salvador es tal, que las FARC está
desarrollando la misma técnica de fuerzas especiales y fabricando
artillería con cilindros de gas cargados con explosivos, este tipo de
armamento artesanal fueron conocidos como “Tepezcuintles” en El
Salvador y tiene un gran poder destructivo. Con el cambio de estrategia la
guerrilla numéricamente más grande de Latinoamérica, que
había permanecido casi en un estado de letargo, se transformó en
poco tiempo en un agente político y militar altamente activo. Su primer
gran éxito fue haber tenido un peso efectivo en la elección
presidencial de 1999.
Todo lo planteado anteriormente es importante para
entender lo que ha pasado con las guerrillas en Colombia en los últimos
años. Guerra y Negociación son el nuevo modelo de insurgencia y en
el caso específico de Colombia, esto le ha dado un peso muy grande a la
actividad militar y al Ejército guerrillero. Por ahora en Colombia la
guerra sigue siendo más importante que la negociación, debido a
que hay un poder militar guerrillero que está buscando su espacio
concreto en el modelo de solución. El EZLN de México dada su
escasa fuerza militar y sobre todo por su falta de habilidad política en
el aprovechamiento de la coyuntura que el mismo generó, pudo ser
neutralizado y convertido en un grupo político simbólicamente
armado, que está atrapado sin hacer ni la guerra, ni la paz. El gobierno
de México, contuvo al EZLN con un cese de fuego unilateral, una
concesión territorial y con su formal reconocimiento, algo que en El
Salvador costó miles de muertos y muchos años de guerra.
El caso de Colombia es completamente distinto, las FARC son fuerzas
militares reales, creadas a lo largo de varias generaciones,
numéricamente importantes, de gran efectividad, y con dominio territorial
conquistado en combate. Marulanda no tiene las habilidades mediáticas de
Marcos, pero es un guerrero en serio y no ha requerido hablar de todos los
problemas del mundo, para tener sentido. Esto significa que la
negociación en Colombia es compleja pero terrenal.
En
conclusión, hay un proceso de evolución positivo de las guerrillas
colombianas que tiene una expresión coyuntural negativa en el aumento de
la actividad militar, pero la adopción de la estrategia de Guerra y
Negociación empuja el conflicto a un final. La fortaleza social y militar
de las guerrillas colombianas, les ha permitido convertirse en la nueva gran
experiencia en la historia de la insurgencia latinoamericana, que con seguridad
irá políticamente más allá de lo que se
presentó en Centroamérica.
Ni las FARC ni el ELN han sido
ajenos a su entorno político externo y no pueden ser considerados una
narcoguerrilla, si realmente lo fueran, no necesitarían hacer
política con su poder armado. El narcotráfico ha penetrado a casi
todos los sectores de la sociedad colombiana. No hay suficiente fuerza moral
para señalar como ilegítima la relación de las FARC con los
productores de coca. Sin embargo, no se puede acusar a Manuel Marulanda y a los
dirigentes de la guerrilla, que por décadas han permanecido en la
montaña, de enriquecerse personalmente a través de esta
relación.
La caracterización del tipo de guerrilla es
sumamente importante para establecer cuáles pueden ser sus demandas
reales y no sólo intentar encontrar éstas, en lo que sus
dirigentes declaran o escriben. Las FARC han mostrado una gran capacidad de
sobrevivir y llegar a ser autosuficientes, y ahora se encuentran en un
importante proceso de evolución que coincide con un momento en que
Colombia entró en la agenda internacional por el tema del
narcotráfico. Una actitud menos conservadora y más activa de las
FARC y del ELN, junto al tema del narcotráfico están abriendo una
oportunidad para la Paz en Colombia.
Hay varios factores que hacen
pensar que la Paz tiene ahora una oportunidad en Colombia:
- Aumento del interés internacional por la Paz. El narcotráfico
y la situación de violencia endémica de Colombia, han puesto el
tema en un lugar predominante de la agenda de los Estados Unidos y la Comunidad
Internacional.
- El cambio de estrategia de la guerrilla, que busca mostrar su fuerza como
base para una negociación. Por ahora domina lo militar, pero la
combinación de guerra con negociación, terminará poniendo
lo político en un primer plano.
- La guerrilla está saliendo del aislamiento político. Tanto las
FARC como el ELN, están más interesados en tener presencia
política nacional e internacional. Esto permitirá que sean
susceptibles a tener en cuenta otras ideas y que puedan construir un programa
político que encuentre puntos comunes con el gobierno.
- Hay de hecho un proceso de legitimación de la guerrilla y del
conflicto. Esto lleva indirectamente a que la guerra para ambas partes, este
cada vez más sujeta a normas internacionales de derecho humanitario.
Todos los errores tienen ahora consecuencias, requieren explicaciones
públicas y cambios de conducta.
- Se ha conformado un escenario de ventajas para las FARC y el ELN. A pesar de
las críticas y el costo temporal por la política de concesiones
del gobierno, el escenario creado le va abriendo a la guerrilla un marco de
garantías que son fundamentales para alcanzar un acuerdo, sobre todo
teniendo en cuenta algunos problemas en negociaciones anteriores.
- Hay urgencia y necesidad de los partidos políticos colombianos de
resolver el conflicto. Los partidos de la región han colapsado en
Perú, Ecuador y Venezuela. Colombia no está exenta de ser
contaminada por este problema, si no alcanza la paz. Esto hace más
posible y necesaria una política de estado sobre el tema.
III. ¿PUEDE
ALGUIEN GANAR LA GUERRA?
Hasta ahora las guerrillas colombianas nunca han mostrado crecimiento o
estrategia alguna, que amenace con colapsar al gobierno. La estabilidad del
sistema político de Colombia, con todo y sus imperfecciones, no ha dado
tampoco razones para que éstas constituyeran una amenaza. Particularmente
las FARC funcionaron por largos años con una visión del tiempo que
no consideraba un desenlace, su estrategia fue tradicionalmente de autodefensa y
esto está relacionado con su carácter campesino. Las FARC
perdió y al parecer no se propuso formar guerrillas urbanas o un frente
político en las ciudades, que le permitiera articular ofensivas sobre los
grandes centros urbanos de Colombia. El Ejército por su parte se ha
mostrado incapaz de hacer valer la autoridad del estado sobre el extenso
territorio del país, constituyendo éste uno de los aspectos
centrales del conflicto.
La guerrilla no constituye una amenaza al
poder, pero dificulta el ejercicio de la autoridad del gobierno en partes
importantes del territorio. Es muy difícil que las fuerzas insurgentes
amenacen las ciudades, pero es igualmente difícil que el Ejército
pueda ganarle terreno a las FARC o el ELN en el campo. El concepto de control de
territorio de la guerrilla en tanto se trata de una fuerza irregular, no es, ni
puede ser absoluto. Si logra impedir que el estado tenga autoridad y presencia
en plazos prolongados de tiempo, en una localidad o región, debe
entenderse que controla ese territorio más que el gobierno. Cuando el
estado para hacerse presente en un poblado, se ve obligado a utilizar
contingentes militares numerosos, no correspondientes con una situación
de normalidad y con la dimensión del poblado, es porque ha perdido o
está perdiendo control sobre ese territorio.
La guerrilla
colombiana cuenta con: dinero (suficiente para equiparse y mantenerse pero
probablemente bastante menos del que se le atribuye), armas, territorio,
experiencia combativa, capacidad de reproducir sus jefes de campo y un cuerpo
social campesino que le proporciona reservas humanas. La estrategia militar de
las FARC puede desarrollarse bastante más, si continua superando su
tradicional mentalidad conservadora. Puede pasar de la larga etapa de fuerzas
locales en la que ha permanecido, a la organización de fuerzas
móviles estratégicas cada vez más numerosas y a un mayor
desarrollo de la técnica de fuerzas especiales. Con esto darían
golpes que no harán caer al gobierno, pero que lo debilitarían
seriamente, sobre todo en el campo político.
Sin embargo, una
estrategia militar más ofensiva de la guerrilla, vuelve a ésta
más vulnerable al desgaste y a recibir golpes severos en sus fuerzas. Una
estrategia ofensiva no es para plazos largos y victorias revolucionarias plenas,
sino para plazos cortos y propósitos políticos limitados, de lo
contrario se revierte. El Ejército de Colombia está todavía
en posibilidad de aumentar su masa de fuerza, tropa elite, medios aéreos
para lucha irregular y sobre todo puede llegar a desarrollar tácticas
irregulares de combate, que le permitirían dar golpes más
efectivos. Estados Unidos no se ha involucrado militarmente en el conflicto y
sus ilimitados recursos de apoyo, ya sea por vía formal o informal,
tendrían una alta incidencia en la correlación militar a favor del
gobierno.
En el caso Colombiano no se puede hablar exactamente de un
empate militar, tampoco se puede decir que exista posibilidad de victoria
militar para alguna de las partes. Sin embargo, objetivamente el factor militar
no ha agotado sus capacidades en ninguno de los bandos. La guerra tuvo por
años baja intensidad ofensiva por la guerrilla y como contrapartida el
Ejército de Colombia puso también poco empeño
estratégico en buscar una victoria militar. La guerra adquirió
dimensiones críticas hasta recientemente, ni el Ejército ni la
guerrilla han dado todo y esto es un grave obstáculo al proceso de paz.
En El Salvador el factor militar agotó sus capacidades y
sentó las bases de la negociación dado que: durante años la
administración del presidente Reagan de los Estados Unidos buscó
la derrota militar de los revolucionarios, por el lado gubernamental
existían sectores opuestos radicalmente a la negociación y del
lado de la guerrilla hubo por largo tiempo propuestas inviables, que
hacían de la negociación más una táctica
política que una salida real. En el caso Colombiano estas dificultades no
están presentes y es muy poco lo que la actividad militar puede alterar
el resultado de una negociación. Hay un marco básico ya alcanzado,
en el que las partes tienen que moverse. Ni la guerrilla está
cuestionando el sistema, ni el gobierno le está pidiendo a la guerrilla
una rendición y no hay grupos internos ni externos, con poder
significativo, que se opongan a una negociación.
Es entendible y
vinculante con el deseo de negociar, que haya un aumento de la actividad
militar, pero si este factor llegara a convertirse en el dominante, sólo
conduciría a una guerra más cruenta, sin ningún desenlace
factible. La negociación es por lo tanto la única salida razonable
y posible.
En síntesis puede decirse que a pesar de que la
vía militar no está agotada, la correlación posible para
una negociación ya está establecida. Para ambas partes es viable
ahorrarse recursos materiales y vidas. Teniendo en cuenta que existe ya una
larga secuela histórica de la violencia en el país y que ahora se
vive una intensificación de la guerra, es conveniente considerar que los
costos de postergar la Paz. La posguerra es una etapa más difícil
que la guerra misma, porque el país queda destruido en sus valores
morales y recuperar esto es altamente complejo. Eso es lo que ahora vive
Guatemala, El Salvador y todos los países después de un conflicto.
Por ello debe tener prioridad ahora la habilidad y la imaginación en el
campo político. Para la guerrilla sobre todo, es mejor preservar fuerzas
y estar listos para ser fuertes en las tareas de la pacificación, que
arriesgarse a perder los hombres que formó a lo largo de muchos
años.
IV. OBSTÁCULOS
EN EL CAMINO
Una negociación es más efectiva cuando en ella participan
directamente las contrapartes reales, o dicho de manera simple, si los enemigos
a muerte se sientan a discutir cara a cara. Esto puede no ser útil al
inicio, pero es indispensable si se quiere alcanzar una solución
verdadera. En el caso de Colombia a pesar de que el gobierno representa al
estado y que la rebelión es en contra del estado, no es muy exacto que
gobierno y guerrilla sean los enemigos directos en sentido estricto, hay una
mayor complejidad de intereses y el gobierno en algunos casos aparece como un
intermediario. Hay necesidad de completar la diversidad de intereses opuestos
que involucraría un acuerdo nacional de paz.
La ausencia de los
paramilitares y del Ejército directamente en la mesa de negociaciones es
una desventaja. Todas las partes armadas que están involucradas en el
conflicto no deben estar detrás de la negociación, sino adentro de
ella. Cualquiera de ellos que se quede fuera, se volverá enemigo de los
acuerdos y hará la guerra a éstos. El conflicto en Colombia ha
sido tan largo y complejo que todos sus actores han adquirido cuerpo social,
interés y vida propia, aun y cuando originalmente hubieran sido factores
instrumentales de terceros. Las formas de actuar en la guerra, no vuelven
ilegitimo a nadie a la hora de negociar, en todo caso sentarse a negociar,
obliga a cambiar formas de comportamiento, político, militar y
humanitario.
En El Salvador se estigmatizó a una promoción
de oficiales del Ejército conocida como “la tandona”, por ser
muy numerosa, dicha promoción fue presentada como el mal principal dentro
del Ejército, e incluso fue depurada de éste como resultado del
acuerdo. Esos oficiales comenzaron el conflicto como capitanes y lo terminaron
como generales, les tocó vivir y hacer todo lo malo y lo feo de la
guerra, sin embargo hay que reconocer que la paz sólo fue posible, cuando
estos oficiales alcanzaron el mando del Ejército. Los hombres que han
hecho la guerra directamente, suelen estar más cerca de buscar la paz,
que lo que normalmente se piensa.
La autoridad moral y fortaleza de
quienes están liderando la negociación en ambos bandos es un
componente importante del proceso. Es notable que el actual gobierno de Colombia
ha sufrido desgaste por ausencia de resultados inmediatos. La lentitud del
proceso, afecta el consenso y la opinión pública en favor del
proceso de paz. Aunque parezca un contrasentido en un proceso negociador a
diferencia de una guerra es fundamental tener una contraparte fuerte. Que el
gobierno, el Secretariado de las FARC y el Comando Central del ELN mantengan
suficiente autoridad, es algo de interés mutuo.
En la experiencia
salvadoreña, la negociación no fue posible con el gobierno
demócrata cristiano en 1984, precisamente por la debilidad
política de éste. En la etapa final de la negociación en
Noviembre de 1991, el FMLN decretó un cese de fuego unilateral e
incondicional para contrarrestar el riesgo de que los enemigos de la
negociación, hicieran fracasar la firma del Acuerdo de Paz. En la
actualidad en el proceso colombiano predomina la imagen de que el gobierno en lo
político da sin recibir y que en lo militar recibe sin dar, y esto en
definitiva afecta al proceso de paz. Ante los sectores que representa el
gobierno hay una aparente ausencia de estrategia militar gubernamental, que
apoye la negociación. El Ejército no parece haberse adecuado a la
nueva situación militar y esto le da fuerza a quienes sostienen que la
actividad paramilitar es una necesidad.
El interés de Estados
Unidos y su participación en el proceso de Paz son muy importantes, sin
embargo para los colombianos este es un conflicto con profundas raíces
político sociales y para los Estados Unidos es además de eso, un
asunto de narcotráfico. Por lo tanto no siempre habrá coincidencia
de intereses y la complejidad de la sociedad y del sistema político
estadounidense, pueden llegar a dificultar el proceso. Por ejemplo, los procesos
de certificación y las demandas contra el gobierno anterior, sobre el
tema del tráfico de drogas, fueron un factor altamente desestabilizador.
Es seguro que los colombianos terminarán entendiendo que la Paz
no debe humillar a nadie, pero no es seguro que los Estados Unidos llegue a
entenderlo, y sobre todo que pueda manejar las implicaciones que para sus
estructuras de poder tendría un acuerdo de paz en Colombia. A ocho
años del proceso de paz en El Salvador, Estados Unidos tiene
todavía lista negra de ciudadanos salvadoreños por razones
ideológicas o hechos ocurridos durante el conflicto, dicha conducta es
similar con otros procesos de paz en el mundo. Teniendo a cuenta el tema del
narcotráfico, debe suponerse que la política de los Estados Unidos
en el caso de Colombia, podría llegar a ser más agresiva y afectar
los requerimientos pragmáticos de un proceso de Paz.
Como un
factor potencial es conveniente señalar que la política exterior
de Colombia, con la firma y ratificación de recientes tratados con
Honduras, constituye un error desde el punto de vista del mantenimiento de un
contexto regional armónico, que coadyuve al proceso de paz. El aspecto
regional es de suma importancia para un proceso de pacificación. A las ya
complicadas relaciones de Colombia con el gobierno de Venezuela, sobre el tema
de las conversaciones de este último con las guerrillas colombianas, se
agrega un tensionamiento con Nicaragua, e indirectamente con todo
Centroamérica.
A consecuencia de que tanto Estados Unidos como
Europa del Este, inundaron la región con armas, Centroamérica y
Nicaragua en particular, son ahora el mercado negro de armamento más
grande de Latinoamérica y el lugar donde se encuentra el mayor
número de combatientes experimentados provenientes de izquierda, gran
parte en condición de desempleados. Provocar en este momento un
tensionamiento con dicha región, es un grave error de la política
exterior del gobierno de Colombia. Hay más bien necesidad de una
distensión y relación estrecha con todos aquellos que puedan
directa o indirectamente, por acción o omisión, o por cualquier
otra razón, alimentar el conflicto dentro de Colombia.
V. EL PROBLEMA
PRINCIPAL, EXPERIENCIAS, IDEAS Y LECCIONES
En Colombia, descubrir los contenidos efectivos y concretos de la
negociación es una de las tareas más complejas. En el pasado ha
habido diversidad de acuerdos que han traído reformas constitucionales,
integración de nuevos actores al escenario político y la
reincorporación de excombatientes a la vida civil, es un tema que se ha
recorrido por diversos caminos. En el actual proceso hay una agenda de posibles
reformas en el orden político, económico y social, que ya
están en la mesa y en ella tomarán gran importancia el tema
agrario, la sustitución de cultivos de coca y la relación entre el
poder local y el gobierno central. Pero esta negociación a diferencia de
las anteriores, intenta ser más ambiciosa, en tanto serían parte
de ella las organizaciones armadas territorialmente más extendidas y
numéricamente más importantes del conflicto.
La
solución negociada de un conflicto tiene dos grandes componentes: el
primero es la solución a las causas políticas, sociales,
económicas, religiosas o raciales de éste y el segundo, que es
igualmente prioritario, es el destino que se dará a las estructuras
armadas, que adquirieron desarrollo y poder mientras hubo guerra. Cuando el peso
efectivo del segundo factor es considerable, el problema es mucho mayor y ese es
el caso en la actual negociación colombiana. Si el M19 podía ser
catalogado como un grupo político con algunas armas, las FARC pueden ser
consideradas un Ejército con ideas políticas. La
transformación del M19 en fuerza política fue exitosa y casi
natural, ya que al M19 las armas prácticamente le estorbaban.
No
se puede decir que la conversión de las FARC o el ELN en fuerza
política podría ser igualmente natural y exitosa,
independientemente de que la negociación los haga protagonistas de
grandes reformas en el país. A pesar de la fortaleza militar de las FARC
y del poder de presión del ELN, no es muy seguro que sobrevivirían
en la democracia como grupos políticos. El tema de las FARC, el ELN y los
paramilitares no parece ser sólo un problema de la democracia electoral,
sino de la democracia representativa y por lo tanto de la necesidad de grupos o
sectores de contar con canales institucionales diversos de expresión y
participación en las decisiones.
Todo indica que éste es
precisamente uno de los grandes retos de la próxima etapa de la
transición democrática en toda Latinoamérica. Hay numerosos
e importantes grupos sociales a los que la democracia electoral, ya sea por su
voluntad o por otras condiciones, no va a interesarles o resolverles su
necesidad de participación. El territorio, la conservación de
poder armado y los temas agrarios, son sin duda de gran prioridad para las FARC
y esto tiene que ver con su naturaleza de un ejército que le disputa al
estado, el ejercicio del poder coercitivo en regiones específicas.
Haciendo comparaciones podríamos decir que el M19 era un grupo de
naturaleza política y su integración a la sociedad requirió
de un camino estrictamente político, en el caso de El Salvador era una
combinación de Ejército y grupo político y requirió
la conversión en partido y la participación de parte de su
ejército en la nueva policía. En el caso colombiano deberá
considerarse seriamente que tanto las FARC, como el ELN y los paramilitares, se
han constituido en ejércitos locales y sólo considerándolos
como tales, se puede llegar a una solución duradera. Obviamente no se
trata sólo de su consideración como ejércitos, sino de
representatividad de sectores sociales, pero la primera manifestación de
este problema, de cara a la negociación, son las fuerzas militares que se
han configurado. En el campo político hay todo un reto de construir
nuevas formas de participación dentro de la democracia.
Lograr
que el estado colombiano tenga el dominio de todo el territorio y el monopolio
de las armas es el punto medular del conflicto y esto sólo es posible si
los ejércitos locales de guerrillas y paramilitares se convierten en
parte de la solución al problema y no en factores a eliminar, ya que esto
no hay forma de lograrlo, ni militarmente, ni por la vía de un acuerdo de
paz. En El Salvador la organización de una nueva policía con la
participación de las guerrillas y la antigua seguridad pública en
ésta, fue el factor que permitió restaurar la autoridad del estado
sobre todo el territorio.
La existencia de organizaciones militares que
cuentan con dominio territorial, cuerpo profesional y que no han sido
militarmente vencidas, necesita ser objetivamente considerada en un proceso de
pacificación. Aun la solución política más perfecta
y los mejores programas de reinserción a la vida civil, podrían
fracasar, sino se considera que lo que se tiene enfrente es un ejército y
no simplemente un grupo político alzado. Los combatientes no son
fácil, ni rápidamente convertibles en productores y mucho menos en
activistas políticos, es un error pensar que los combatientes de una
fuerza rebelde son todos convencidos ideológicos, el tiempo y su
actividad los convierte en profesionales de las armas. Las posibilidades de que
los guerrilleros más veteranos de América Latina, enemigos del
“mercado” y de la “democracia burguesa”, acepten
desarmarse, para convertirse en políticos o pequeños empresarios,
no aparenta ser muy prometedora, sin menospreciar que una solución
integral requiere de participación política y de programas
productivos.
Este problema ha sido enfrentado y tenido en cuenta en
guerras convencionales y en conflictos internos en África y Asia, tales
como Angola, Zimbabwe, Filipinas y en alguna medida en Nicaragua y El Salvador.
En el pasado algunos de los ejércitos y policías en
Latinoamérica, se fundaron asimilando grupos locales armados, que
surgían como estructuras de autodefensa campesina.
En
relación con este punto el conflicto colombiano debe prever seriamente
los riesgos de que la Paz conlleve una desmilitarización muy radical y
rápida, que arrastre como consecuencia una violencia mayor y mucho
más difícil de controlar. En Guatemala, Nicaragua y El Salvador,
los procesos de desmovilización no significaron fin de la violencia, sino
cambio en el tipo de ésta. La desmilitarización demasiado
rápida y errores graves en la atención a los excombatientes, se
han combinado con la cultura de violencia, la desarticulación familiar
provocada por las migraciones y con los problemas sociales, creando un aumento
muy grave de la delincuencia y de la violencia social.
Una
solución negociada debe dar seguridad sicológica a los mandos
superiores y medios de la guerrilla, los paramilitares y el Ejército. Una
solución que intente presentar a cualquiera de ellos como derrotados,
sería políticamente inviable. El modelo perfecto es que la
solución sea y parezca, un arreglo en el que no hay vencedores ni
vencidos. La confianza en que no habrá revanchas ni trampas, será
más sólida y aceptable si el resultado de una negociación,
integra a los diferentes componentes armados del conflicto.
Siempre y
cuando se esté frente a un conflicto que haya adquirido un gran
desarrollo en el terreno militar, y no exista una clara victoria de uno de los
contendientes, será muy difícil intentar desarmar a una parte
frente a la otra. Realizar la reconciliación poniendo a los contendientes
dentro de en un mismo marco institucional, parece difícil, pero puede ser
más fácil de lo que se piensa, las contrapartes militares tienen
más posibilidades de llegar a entenderse que los adversarios
políticos.
Muchas veces la razón que se arguye para
rechazar o aceptar a un enemigo en una mesa de negociación, es cuestionar
su calidad moral. Utilizando como argumento los hechos pasados y los
daños que las partes se han causado entre ellas, o a terceros inocentes,
durante el conflicto, en el marco de todas las atrocidades que una guerra
conlleva.
En El Salvador al final de la guerra sostuve una
reunión privada con un jefe del Ejército, hablamos sobre
diferentes temas, entre ellos sobre el Coronel José Domingo Monterrosa,
principal jefe de campo del Ejército del Ejército de El Salvador,
quien murió en 1984, como resultado de una operación militar que
estuvo directamente bajo mi mando. Le manifesté a dicho jefe que siempre
tuve un gran respeto por el Coronel Monterrosa, y en gran medida una cierta
admiración por su valor y cualidades de guerrero, reconocí en
él a mi principal enemigo militar. Sin embargo, le dije, nunca
entendí porqué un militar con sus capacidades había
realizado masacres de civiles. La respuesta del referido militar fue:
“para el Coronel Monterrosa las masacres desde el punto de vista personal,
pertenecían a páginas en el libro de su vida que él hubiera
querido arrancar, y desde el punto de vista militar o político, esos
hechos fueron un asunto de aplicación de doctrina y no una
decisión de mando”.
Probablemente nada sea más
criminal en una guerra, que una visión de la historia, una
concepción del mundo o una creencia religiosa, cuando son llevadas a sus
extremos y convertidas en el fin que justifica los medios, en ese camino nadie
queda con las manos limpias y todos los que participan en el conflicto, tienen
páginas que quisieran arrancar de su pasado. Las diferencias de calidad y
cantidad de los errores, no hacen mejor o peor a nadie, ya que hay una
responsabilidad colectiva en la existencia misma del estado de guerra que anula,
disminuye o bloquea los sentimientos y percepciones humanas individuales. Hay un
marco condicionante que lleva a hombres comunes a convertirse en héroes,
mártires o verdugos.
Un conflicto es la expresión de que
la sociedad necesita nuevas reglas para manejar los problemas del poder, y la
solución negociada será siempre un reflejo de la
correlación de fuerzas. Un conflicto mantiene dominante la idea del todo
o nada y esto no permite pactar. Negociar es entender y aceptar lo posible. La
confianza entonces no es un asunto moral sino práctico y político,
ya que un acuerdo de paz, es esencialmente un arreglo entre enemigos. El punto
fundamental de una transición es construir nuevas normas e instituciones
y en éstas cimentar la confianza. El riesgo y la confianza son dos
conceptos básicos que quienes están buscando un acuerdo de paz,
deben aprender a manejar, no se puede rechazar una negociación
argumentando que no se tiene confianza en el enemigo, en todo caso sería
por falta de garantías, por temor a correr riesgos o por desconfiar en la
propia capacidad de hacer valer una posición.
Negociar y pactar,
implica sustentar el riesgo, calcular la probabilidad, prevenir los cambios de
escenario, y así establecer cuanto se puede confiar. El punto central es
que las partes descubran que la negociación tiene más ventajas que
desventajas como camino para obtener sus propósitos, en
comparación con la continuidad de la guerra. En El Salvador ambos bandos
inicialmente usaron la negociación para apoyar la guerra, luego
hacían la guerra para apoyar la negociación, y finalmente la
negociación hizo imposible continuar en guerra. La confianza se limitaba
primero al ámbito propio, luego a las garantías de los acuerdos y
por último a las nuevas instituciones, e incluso a dosis de credibilidad
entre las partes.
Para finalizar este trabajo incluyo diez lecciones
sobre el tema de la pacificación que fueron parte de otro artículo
que recientemente me fue publicado. Considero que dichas lecciones
podrían ser universalmente válidas a otros procesos de
pacificación y reconciliación y quizás algunas puedan ser
útiles para los colombianos.
- Entender que la Paz y la Democracia son más acerca del futuro que
sobre el pasado. Heredar lucha a las futuras generaciones no es moralmente
correcto y orienta energías en dirección errada a la posibilidad
del progreso.
- Un conflicto no se puede resolver, sin la ayuda de terceros. Hay que escoger
cuidadosamente a éstos, pero una vez escogidos, se debe confiar en su
buen criterio y escuchar lo que planteen. Terceras partes son muy útiles
en que la moderación prevalezca sobre el extremismo. En un momento los
moderados de ambos bandos estarán más cerca entre ellos, que de
los grupos ideológicos a los que pertenecen. Esto no es traición,
es realismo.
- Contribuir a cambiar la percepción que cada parte tiene de la otra.
La polarización produce una carga emocional que impide ser objetivo.
Normalmente hay siempre exageraciones y visiones falsas sobre el enemigo.
- Entender que la Paz y la Democracia, significan aceptar el derecho del
adversario a existir y a tener un espacio de poder. Esto quiere decir aceptar la
diferencia y convivir con ella. No hay reconciliación tanto si el
torturado no acepta al torturador, como viceversa. Ejemplos: Nicaragua sin
sandinistas o Chile sin pinochetistas, no son viables. Colombia sin todos los
colombianos, sean éstos FARC, ELN, paramilitares, Ejército o
liberales y conservadores, tampoco es viable.
- Paz y democracia significan cambios graduales. Los procesos de ruptura
revolucionaria pueden lograr cambios dramáticos, pero sus consecuencias
no siempre son pacíficas. La democracia, aparenta ser lenta, pero produce
cambios más sólidos y duraderos.
- Nadie tiene manos limpias en una guerra. La Reconciliación es
más fácil si se acepta esta realidad. La diferencia cuantitativa o
cualitativa de violaciones, además de ser una discusión
interminable, olvida que en definitiva la violencia responde a un patrón
común. No hay guerras santas o buenas, las guerras son realidades,
inevitables a veces, pero siempre malas.
- Buscar las explicaciones a los abusos cometidos. Hasta las atrocidades
más grandes esconden una razón, que puede ser inaceptable e
injusta, pero conocerla contribuye a entender al adversario. Esto es fundamental
cuando una guerra se va a resolver a través de la negociación.
- La Paz es más difícil que la guerra. La guerra simplifica la
realidad. Todo es blanco o negro, en contra o a favor y la voluntad es
más importante que la inteligencia. La Democracia y la Paz traen la
diversidad, la multiplicidad de intereses, los controles y las decisiones
complejas, con ello la inteligencia y el conocimiento se vuelven más
importantes que la voluntad.
- La Paz y la Democracia, no son la solución de los problemas, sino
alcanzar mecanismos pacíficos para resolverlos. Una primera etapa de la
transición, normalmente se concentra en construir instituciones y normas.
Una siguiente, debe elevar la calidad de la competencia democrática y
esto ayudará a encontrar mejores soluciones a los problemas.
- La Paz es una oportunidad. Cuando el contexto regional, el interno y la
situación internacional coinciden, no debe desaprovecharse. Sin embargo,
para la paz, nunca es ni muy temprano, ni muy tarde.
Terminada
la guerra activistas de Derechos Humanos vinculados a la izquierda, me
reclamaron porque los acuerdos hacían demasiadas concesiones, permitiendo
que militares que cometieron atrocidades no fueran juzgados. Basado en que una
negociación es una expresión de la correlación de fuerzas
les dije: “Esto fue lo que diez mil eficientes guerrilleros lograron en 11
años de combate, sí ustedes quieren procesar a los militares,
tomen las armas y luchen hasta derrotarlos y apresarlos”.
En un
conflicto es muy tenue la línea que separa la revancha de la justicia, y
muy grande a veces el espacio entre lo deseable y lo posible. Entender a
profundidad la realidad, y desde allí lograr los cambios necesarios de
cara al futuro, quizás sea siempre lo mejor. El proceso de Paz en
Colombia será sin duda novedoso y difícil, con avances,
retrocesos, y crisis, pero es objetivamente posible.
Hay una
coincidencia de factores externos e internos en favor de la Paz, que
están presionando sobre una negociación que ya está
establecida entre las partes. Dicha negociación se irá
convirtiendo en el componente dominante y en consecuencia se reducirá
gradualmente la voluntad de combatir. Sin duda hay muchos factores adversos al
proceso de Paz, pero Colombia tiene a su favor una homogeneidad cultural,
étnica, religiosa y sobre todo una fuerte identidad nacional, que por
encima de las diferencias, los hace a todos sentirse colombianos. Esto significa
que la negociación en Colombia será muy compleja, pero terrenal.
[1] Ex Comandante de la
guerrilla salvadoreña. San Antony’s College, Universidad de Oxford,
Marzo del 2000.