Si la propuesta de Uribe se reduce, aún con intervención de la ONU y tregua bilateral o multilateral, a tener unos diálogos para hablar de reinserción, estaría desconociendo las dimensiones reales del conflicto y operaría solamente como expediente legitimador del proyecto militarista en curso. De nuevo los diálogos fracasarían estruendosamente y estaríamos ante otra frustración.
Luis I. Sandoval M. *
No debe caber ninguna duda, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez será un gobierno para darles juego a las diversas expresiones de derecha existentes hoy en el país en sintonía con las que avanzan en el mundo. La fachada ideológica de la autoridad y la ley, la “mano firme”, es eso lo que significan y expresan. Ese era el lenguaje de Núñez y Caro, inspiradores de la Regeneración que durante 45 años, 1886 a 1930, mantuvo el oprobioso régimen de la Hegemonía Conservadora que, entre otros desastres, provocó la Guerra de los Mil Días.
Al amparo de la mano firme de Uribe prosperarán las fórmulas neoliberales de menos Estado y más mercado en economía, menos libertades para los de abajo y más consenso entre los de arriba en política, menos diálogo y más “disuasión militar” en materia de guerra y paz, menos autodeterminación y mayor proximidad con gobiernos como los de España y Estados Unidos en el campo internacional.
Con este esquema Uribe hereda el centro derecha de Andrés Pastrana, alejándose del centro y yendo más a la derecha. Tuvo Uribe la habilidad de hacer creer a la opinión que se apartaba de una política en quiebra cuando en realidad lo que planteaba era rescatarla, continuarla y profundizarla. Se pudo apreciar esto al no dejarse incluir en el Frente Común Contra la Violencia en noviembre de 2000. Y es eso lo que va a hacer, particularmente en materia del tratamiento al conflicto interno armado.
El primer planteamiento oficial del Presidente electo, hecho en el discurso de proclamación de su victoria electoral, el 26 de mayo en la noche, fue el de solicitar la mediación internacional, específicamente la de la ONU, para restablecer diálogos con la insurgencia de las FARC y establecer los que nunca han existido formalmente con los paramilitares o Autodefensas Unidas de Colombia AUC.
Esta propuesta es en sí misma una apertura a la derecha en cuanto que reconoce para una interlocución política a un ejército irregular defensor del establecimiento como son las AUC, cuya forma de acción más conocida es la agresión a la población civil que supone auxiliar de la guerrilla. Las Autodefensas persiguen el reconocimiento de status político desde hace tiempo, incidieron abierta y significativamente en las elecciones de Congreso y de Presidente de la República, son personajes en los medios de comunicación masivos y han logrado rodearse de un entorno de opinión a su favor. En la actualidad están trenzadas en aguda confrontación territorial con las FARC como ocurre en el Atrato chocoano y el Urabá antioqueño.
Conviene al país la propuesta del Presidente electo? Conviene en lo que atañe a la mediación internacional de la ONU y conviene en lo que se refiere a la interlocución con las AUC? Qué alcance tiene el papel de mediación de que habla el Presidente Uribe? Aunque se trata de una propuesta apenas esbozada cuyos detalles no se conocen, es necesario avanzar en su examen con un criterio abierto y tranquilo, sin ingenuidad, pero a la vez con claridad y firmeza, en relación con los intereses de la paz democrática y aprovechando los acumulados de experiencia ganados.
En lo que respecta a la mediación de la ONU la respuesta no puede ser sino afirmativa, a condición de que cualquiera que sea el origen de la iniciativa ella termine siendo acogida y acatada por las partes. No sería viable y útil en otras condiciones. El término mediación parece, sin embargo, inapropiado para los pasos iniciales. Estos no podrían ser sino de buenos oficios para restablecer el clima y el escenario de diálogo en función de que la confianza que no se tienen las partes sea suplida por la confianza que sí tendrían (hipótesis) en un tercero.
La condición que propone el Presidente Uribe es el cese de las hostilidades de la insurgencia y de los paramilitares que él considera terroristas. Se incluye todo el accionar militar de unos y otras o sólo parte? Equivale esta fórmula a superar lo que fue el proceso anterior, fracasado, de diálogos en medio del conflicto?. Si de esto último se tratara estaría aproximándose al planteamiento de la Comisión de Notables que por encargo del Presidente Pastrana y del Comandante Marulanda entregó sus recomendaciones en septiembre de 2001 (Ver Norte y Ruta para la Paz en Revista Nova et Vetera de la ESAP, octubre - diciembre de 2001).
Pero aquí entra en cuestión el para qué de los diálogos. Restablecer el diálogo y aún ampliarlo no puede ser en el vacío, tiene que haber un propósito político compartido que quizá no sea el mismo con la insurgencia y con las autodefensas. Con éstas es necesario y legítimo hablar para fines humanitarios hasta acordar la cesación total de la agresión contra la población civil y con fines políticos para que su actitud de suspender las hostilidades y someterse a la justicia facilite el desarrollo de los diálogos con la insurgencia.
Con las FARC y el ELN es necesario clarificar si se retoma una agenda integral de negociación en busca de la salida política del conflicto o si se reduce a una discusión sobre garantías para el juego político, o sea para la reforma política y la reinserción, como lo planteó el candidato Uribe, durante la campaña: “No podemos discutir la agenda nacional con los violentos... Para las FARC, un Plan: alto el fuego, veeduría internacional, plazo flexible para la entrega de armas y desmovilización, reinserción generosa y construcción de seguridad democrática del Estado para evitar que asesinen a los ex guerrilleros” (La Mesa – Fundación Social, en Revista Cambio, última semana de diciembre 2001). La posición del candidato es ahora la del Presidente electo?
Si la propuesta de Uribe se reduce, aún con intervención de la ONU y tregua, bilateral o multilateral, a tener unos diálogos para hablar de reinserción, estaría desconociendo las dimensiones reales del conflicto y operaría solamente como expediente legitimador del proyecto militarista en curso. De nuevo los diálogos fracasarían estruendosamente y estaríamos ante otra frustración. Aquí vale la pena traer a cuento la posición que con tenacidad, en contravía de los fuertes aires guerreristas que soplaban durante la campaña presidencial, sostuvo Luis Eduardo Garzón a nombre del Polo Democrático: “ni insurrección, ni rendición, negociación”.
Y la sociedad? En la propuesta de Uribe, en el esbozo hecho público por él mismo, no aparece el componente de participación de la sociedad en la gestación y ejecución de una política pública de paz. Parecería que aquí también el sesgo es de continuismo, quizá acentuado, en cuanto el hecho de haber ganado la presidencia en la primera vuelta puede inducir al mandatario a pensar que todo está definido por los votos y que él tiene un cheque en blanco girado por el pueblo colombiano y, por ende, no cabría ninguna forma de consulta sustantiva y menos de concertación con la sociedad civil y política. Tremendo error si el Presidente pretende definirlo y decidirlo todo en forma autista como su antecesor.
Al respecto, desde el punto de vista del movimiento ciudadano de paz, se considera que el papel de facilitación y mediación de la ONU no debe ser solamente frente a los actores armados, institucionales y no institucionales, sino también entre todos ellos y la sociedad por cuanto los asuntos que atañen a todos y todas no pueden dejarse a la precaria representatividad de las cúpulas armadas. Tal papel es indispensable para crear condiciones a una paz integral y sostenible, así sea imperfecta, como acertadamente lo afirmó el Señor Jan Egelan, representante del Secretario General de Naciones Unidas, en el balance de su gestión en el país (septiembre de 2001, en la Conferencia Episcopal).
La participación de la sociedad no es el oropel del proceso como quizá lo fue en algunas de las experiencias centroamericanas, ella debe ser un componente sustancial de la paz asumida como profundización real de la democracia, como conquista de la dimensión social de la misma y como germen de los cambios en la estructura de poder y posibilidad de constitución de nuevos sujetos políticos. No se ve por donde un planteamiento de esta naturaleza quepa en el estado comunitario que ofrece Uribe que de seguro inducirá cierta participación desde de arriba, pero para involucrar incautos a la guerra en todos los espacios geográficos y sociales.
Frente a la propuesta de paz con más guerra de Uribe está la propuesta de paz con más democracia levantada en la Carta de Paz y País que formuló el Congreso Nacional realizado con desbordante participación y escasa visibilidad en los medios los días 9, 10 y 11 de mayo. En él, Luis Carlos Restrepo, a nombre del candidato Uribe Vélez, manifestó adhesión irrestricta a la salida política del conflicto. Hoy exigimos consecuencia y acciones plenamente coherentes con esas palabras pronunciadas en el Salón Rojo del Hotel Tequendama abarrotado de gentes de todos los rincones del país. Bogotá, 2 de junio de 2002. lsandom@hotmail.com
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