|
Los problemas que plantea la producción, comercio y uso de
drogas son, para un economista, tanto una muestra de los límites de su
disciplina como un poderoso estímulo para su estudio. El objeto
está mal definido, la medición es cuando menos difícil y a
menudo
“folclórica”,[1] el
comportamiento de los traficantes es poco conocido y su posible cambio de
condición difícil de evaluar.
El objeto está mal
definido porque su definición depende de una prohibición; ahora
bien, ésta varia según los países y, sobre todo,
según la época. El consumo de hojas de coca está autorizado
en algunos países y prohibido en la mayoría; en otros, el
tráfico está prohibido, pero la utilización de drogas puede
no estar reprimida. La variedad es considerable y sus modalidades son poco
conocidas: la diferenciación puede ser horizontal o vertical,
según el tipo de productos y sobre todo del grado de pureza, que
varía en función de la represión y de la evolución
de los precios. La calidad, pues, es difícil de apreciar, al no estar
definida la variedad antes del acto de venta por los traficantes. La
sustitución entre productos es asimismo poco conocida; depende de la
evolución diferenciada de los precios, de la importancia de la
dependencia, de las modificaciones del contexto “cultural”. La
expansión de productos sintéticos -nuevos cócteles
químicos- es considerable y su uso sustituye en parte el de las drogas
naturales; extractos de plantas transformados por medio de productos
químicos se mezclan a veces con estos, y la distinción entre lo
que es medicamento (y en consecuencia lícito porque responde a una
prescripción facultativa) y lo que no lo es no es siempre fácil,
sobre todo si estos productos ayudan a mejorar records como los de
velocidad o resistencia. La profesionalización del deporte y su
mercantilización a ultranza llevan naturalmente al dopaje de los
deportistas. La droga forma parte entonces de la reproducción de la
fuerza de trabajo de los deportistas. La vigorosa entrada de estos productos es
reveladora de profundos problemas de
sociedad,[2] pero también de
las dificultades que se encuentran para definir lo que es droga y lo que es
medicamento,[3] de los límites
y a veces de la arbitrariedad de lo legal. Viejo problema con el que se
tropezó una y otra vez durante las discusiones internacionales sobre la
legalización o no del opio a fines del siglo pasado y a principios de
este,[4] pero nuevo problema al
tratarse de productos sintéticos, mal definidos en cuanto a sus efectos a
medio y largo plazo sobre la salud de quienes prueban múltiples
cócteles de composición más o menos misteriosa.
La
medición es imperfecta principalmente porque se trata de productos cuya
producción, transformación y comercialización es
ilícita, y su valoración, como veremos, a menudo
folclórica. Valoración ardua, más aún cuando las
formas de organización del comercio, en sus diferentes estadios, se
insertan en un conjunto de actividades informales que le sirven de soporte y
revisten el aspecto de redes móviles, versátiles, lejos de la
imagen que da la prensa cuando menciona a tal o cual cártel.
Paradójicamente, se puede obtener una apreciación o, más
exactamente, un cuadro macroeconómico creíble de la
producción de drogas y de su valor. Es más problemática en
cambio la evaluación de los montos repatriados directamente atribuibles a
estas actividades criminales.
Es trabajoso delimitar y valorar el
comportamiento de los traficantes. La creciente apertura de las
economías, tanto en lo que concierne al intercambio de mercancías
como a los movimientos de capitales, facilita la exportación de productos
ilícitos, y aparentemente vuelve el blanqueo de capitales más
fácil, pero paradójicamente aumenta su coste, como veremos. La
profunda crisis de numerosas economías ex socialistas en
“transición hacia el capitalismo” o de las ayer llamadas
emergentes, el mantenimiento de ciertas regiones asiáticas
-países, como Birmania, o regiones que agrupan a varios países- en
una cuasi autarquía con excepción de su ilícito comercio,
tiende a multiplicar la oferta en el mismo momento en que la demanda, en algunos
de los más importantes países desarrollados, tiende a
estabilizarse o a retroceder y se diversifica hacia productos sintéticos,
mientras la eficacia de la represión pareciera aumentar en lo que se
refiera a las incautaciones.
Más difícil de evaluar es el
comportamiento cuando se trata de estimar la amplitud del dinero repatriado a
los países de producción. ¿A partir de qué nivel de la
cadena de comercialización (mayorista, semimayorista, al por menor) se
puede considerar que cesa este proceder? Espinosa cuestión, cuando se
conocen los factores de multiplicación de los precios, especialmente
elevados entre el precio en la producción, el mayorista durante el
embarque, a su llegada, el semimayorista, la venta al por menor (véase
anteriormente).[5] ¿Cuánto
hay de arbitrario en la hipótesis de que los precios a partir de los que
se debe evaluar la posible repatriación de los traficantes colombianos
son los de la venta al por mayor en el caso de la cocaína, o los de
salida en el caso de la heroína? En fin, más allá de esta
cuestión ¿cuál es el fundamento de tal
repatriación?
Las técnicas de blanqueo, por más
sofisticadas que sean, no pueden eludir la pregunta esencial, la del
carácter de este dinero. ¿Qué legitima la posesión de
importantes sumas de dinero limpio? La respuesta a esta pregunta es fundamental
y traza los límites de la búsqueda de notabilidad de los
traficantes. En la medida en que en numerosos países con
legislación laxa parece más sencillo “legitimar el dinero
limpio” cuando es utilizado en actividades como la construcción, la
especulación inmobiliaria o la compra de terrenos, se comprende la
preferencia de los traficantes por estas actividades y estos países, pero
también su dificultad para transformarse en “burgueses
industriales”.
El objeto de este artículo es esbozar los
problemas planteados por la producción y comercialización de los
productos ilícitos “naturales”, y después presentar
las diferentes técnicas que permiten repatriar el dinero sucio y
blanquearlo, apreciar desde un punto de vista macroeconómico la
importancia de estas repatriaciones y, por fin, analizar el compartimiento de
los empresarios mafiosos.
Lo menos que se puede decir es que la valoración de las drogas
producidas y consumidas se lleva a cabo con una información imperfecta.
El observador no dispone de datos fiables; el productor, el traficante, el
consumidor, ignoran a su vez, en diverso grado, los datos macroeconómicos
del mercado. Utilizar cálculos de probabilidades es problemático,
solo pueden tener un grado de credibilidad satisfactorio horquillas de precios;
de la producción, que sepamos, no se ha sacado provecho de la
teoría de juegos;[6] hoy por
hoy, las técnicas de la economía industrial que tratan de
delimitar el comportamiento de la información imperfecta (como las de la
incertidumbre moral o de la selección adversa) ayudan poco: ¡hasta
tal punto la información es imperfecta y difícil de hacer la
verificación a posteriori para volver a valorar los comportamientos!
Probablemente la aproximación más creíble consiste en
entrecruzar la información y la valoración obtenidas
río
arriba (la producción y la transformación) y
río
abajo (el consumo). Es la que adoptaremos, pues es la única que hace
coherentes los resultados obtenidos por el lado de la oferta.
El
análisis río arriba consiste en hacer una serie de valoraciones.
Tomemos el caso de la cocaína, posiblemente el más estudiado en la
bibliografía. Se puede estimar la cantidad de hectáreas
consagradas al cultivo de hoja de coca seleccionando los países
susceptibles de producirla (principalmente los países andinos:
Perú, Bolivia, Colombia, y también Ecuador, a los que
probablemente habría que añadir otros países cuya oferta
era relativamente marginal hasta ahora). Normalmente se valoran los rendimientos
por hectárea, que son diferentes según la fertilidad de la tierra,
los abonos utilizados y, por último, las modificaciones
climáticas[7]. Se obtiene un
cuadro de las cantidades producidas, a la que conviene sustraer el consumo local
de hojas de coca, importante en Perú y en Bolivia. Una vez deducido dicho
consumo, se obtiene una cantidad de hojas cuya transformación en
“pasta”, y después en “base”, constituyen las
etapas, relativamente sencillas, del proceso de transformación. Prosigue
con el añadido de diversos productos químicos en los laboratorios
y finaliza con el clorhidrato de cocaína, es decir, la cocaína. En
el cuadro 1 se da una estimación de la producción de hojas en cada
uno de los países andinos productores. Para evaluar mejor el
cálculo de la conversión de hojas en cocaína se ha supuesto
que solo un 80 % de estas son transformadas en el país de origen, para
tomar en cuenta el consumo local. Estos factores de conversión,
diferentes según la calidad de las hojas, se estiman para Perú en
334 (miles de toneladas)/1 (tonelada), para Bolivia en 373/1, y por
último, para Colombia, en 500/1.
Cuadro 1: Producción de
hojas (en miles de toneladas) y de cocaína (en
toneladas)
|
Bolivia |
Perú |
Colombia |
Total |
|||
|
Hojas |
Cocaína |
Hojas |
Cocaína |
Hojas |
Cocaína |
Cocaína |
1980 |
53 |
70 |
50 |
90 |
2 |
4 |
163 |
1981 |
60 |
86 |
50 |
90 |
3 |
4 |
180 |
1982 |
60 |
86 |
46 |
80 |
9 |
14 |
180 |
1983 |
40 |
43 |
90 |
185 |
14 |
22 |
250 |
1984 |
63 |
108 |
97 |
201 |
14 |
22 |
331 |
1985 |
53 |
87 |
95 |
196 |
12 |
20 |
303 |
1986 |
71 |
124 |
120 |
256 |
19 |
31 |
411 |
1987 |
79 |
143 |
191 |
426 |
21 |
33 |
602 |
1988 |
78 |
141 |
188 |
418 |
27 |
43 |
603 |
1989 |
78 |
140 |
186 |
416 |
34 |
54 |
610 |
1990 |
77 |
138 |
197 |
442 |
32 |
51 |
630 |
1991 |
78 |
140 |
223 |
504 |
30 |
48 |
692 |
1992 |
80 |
145 |
224 |
506 |
30 |
47 |
699 |
1993 |
84 |
145 |
156 |
343 |
32 |
51 |
538 |
1994 |
90 |
156 |
165 |
366 |
36 |
57 |
580 |
1995 |
85 |
146 |
184 |
410 |
41 |
65 |
621 |
Fuente: Steiner, obra citada, p. 27.
Pero la hipótesis
simplificadora que identifica el lugar de cultivo de hojas y de
transformación en cocaína, necesaria para tener en cuenta
diferentes factores de conversión, no se corresponde con la realidad. La
transformación no se localiza en los lugares de producción. Un
país domina claramente a los otros: Colombia. Las organizaciones
criminales colombianas importan de Bolivia y de Perú la base, la cual,
añadida a la producida en Colombia, se transforma en cocaína y se
exporta, principalmente a Estados Unidos. La división del trabajo entre
países que producen materias primas sin transformarlas en cocaína
y el que opera esta transformación tiende, sin embargo, a cambiar. Se
considera, por ejemplo, que la participación de Bolivia se
incrementó estos últimos años, puesto que habría
transformado algo más de un tercio de su base en cocaína en el
año 1990, cuando esta cifra era de solo el 7 % en 1986, a la vez que
acrecentaba de forma considerable su propia producción de
base[8] y desarrollaba sus
exportaciones hacia Brasil[9]. Se
estima que en 1990 Bolivia exportaba 114 toneladas de base y 61 de
cocaína; Perú, 360 y 40, respectivamente; y Colombia,
aproximadamente el setenta por ciento de la cocaína producida en todo el
mundo, es decir, 455 toneladas.
Para conocer el valor de la cocaína
exportada hay que multiplicar la cantidad
neta[10] producida por un precio, o
un cuadro de precios. Hay diferentes precios a considerar: el precio mayorista
en el momento del embarque, el de llegada al país consumidor, el precio
semimayorista y el minorista. La hipótesis fijada es que Colombia
controla el transporte y que, en consecuencia, hay que considerar el precio
mayorista a la llegada para deducir la cantidad de dinero que podría
repatriarse, una vez blanqueado. Hipótesis no muy sólida por dos
razones: la primera es que una porción de las actividades criminales en
los países de destino es parte de las redes colombianas y, por
consiguiente, su participación en la cadena de la producción al
consumo final no se limita a la transformación y transporte; la segunda
es que una parte importante del transporte se hace mediante la creciente
participación de las redes criminales
mexicanas[11], mayor a medida que
cambian las rutas. Sea como fuere, admitiendo esta hipótesis, la posible
repatriación puede calcularse anualmente entrecruzándola con los
procedimientos que se cree la hacen posible (contrabando, sobre y
subfacturación, etcétera,. que analizaremos posteriormente),
teniendo en cuenta a la vez las variaciones de la oferta y las muy grandes
variaciones orientadas claramente a la baja de los precios mayoristas (estos
ascendían de media a algo más de cincuenta mil dólares por
kilo en 1981, y descendieron ligeramente por debajo de los diez mil
dólares en 1994, tras haber pasado por una depresión en
1991[12] [Rocha (1998), citado por
Thoumi, p. 155].
Las cifras obtenidas una vez deducidas las incautaciones
internacionales, solo son sostenibles si la estimación sobre la oferta se
aproxima a la efectuada sobre la demanda. La credibilidad del resultado reposa,
por consiguiente, sobre la comparación entre la producción y el
consumo estimados. Queda, pues, por valorar el consumo.
Cuadro 2:
Consumo, incautaciones y exportaciones netas de cocaína
|
1988 |
1989 |
1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
promedio |
Consumidores (millones) |
|
|
|
|
|
|
|
. Adictos |
2.54 |
2.62 |
2.47 |
2.22 |
2.34 |
2.13 |
|
. Ocasionales |
7.35 |
6.47 |
5.58 |
5.44 |
4.33 |
4.05 |
|
Gastos (en miles de millones de $) |
32.8 |
35.6 |
34.3 |
32.3 |
31.4 |
30 |
|
Precio, estimación alta ($/gramo) |
148 |
138 |
176 |
154 |
154 |
147 |
|
Precio, estimación baja ($/gramo) |
147 |
103 |
165 |
121 |
123 |
117 |
|
Consumo, en toneladas, con estimación de precios altos |
244 |
286 |
215 |
230 |
224 |
224 |
|
Consumo, en toneladas, con estimación de precios bajos |
311 |
382 |
230 |
293 |
280 |
283 |
|
Consumo en EE. UU. (de media) |
|
334 |
223 |
262 |
252 |
254 |
265 |
Consumo mundial (1) |
|
371 |
247 |
291 |
280 |
282 |
294 |
Incautaciones mundiales |
|
247 |
247 |
341 |
282 |
266 |
277 |
Exportaciones mundiales |
|
618 |
494 |
632 |
562 |
548 |
571 |
Exportaciones colombianas (2) |
|
464 |
371 |
474 |
422 |
411 |
428 |
Incautaciones de las exportaciones colombianas |
|
185 |
185 |
256 |
212 |
200 |
207 |
Exportaciones efectivas de Colombia |
|
278 |
185 |
218 |
210 |
211 |
221 |
(1) Suponiendo que Estados Unidos represente el 90 % del mercado
mundial.
(2) Suponiendo que Colombia suministra el 75 % del total.
Fuente:
Steiner (1997), p. 24 (para la producción, cálculos del autor;
para el consumo, datos suministrados por la ONDCP).
Una forma simple pero
engañosa de calcularlo consiste en multiplicar por diez las cantidades
incautadas, que son conocidas. Sin embargo, esta aproximación es poco
creíble: el consumo parece muy elevado y supera de lejos las más
altas estimaciones de producción. Otra forma de proceder es investigar
distinguiendo los consumidores ocasionales de los adictos. Una vez conocido el
gasto total y dividido por un cuadro de precios al por menor, se obtiene el
consumo en volumen, que puede compararse entonces con el deducido por las
estimaciones hechas de la oferta. Se obtendría así, para Estados
Unidos, un consumo de entre 224 toneladas (estimación baja) a 311
(estimación alta) en 1988, es decir, una cifra bastante más
pequeña que la extraída por The Economist en 1989 de los
trabajos del subcomité del Senado norteamericano, que valoraba el
tráfico mundial de drogas en unos quinientos mil millones de
dólares (trescientos mil en Estados Unidos), un tercio de cocaína,
es decir, cien mil millones de dólares, cifra que provenía de un
cálculo -calificado como pintoresco por Steiner- hecho por la revista
Fortune, sin que se conociese la metodología empleada. Esta
valoración es citada a menudo por la prensa y por los investigadores,
incluso en estudios serios pero que se preocupan poco por las consecuencias
macroeconómicas de tal valoración [FMI, de Maillard
(1998)[13]]. Dividido por el precio
al por mayor vigente entonces (alrededor de cuatro mil dólares por kilo),
el consumo habría sido de dos mil quinientas toneladas, y dividido por el
precio al por menor, de ochocientas toneladas... Sea como fuere, después
de un auge en 1989, el consumo disminuye para situarse entre 224 toneladas y 283
toneladas en 1993.
Cuando se tiene en cuenta el consumo de otros
países y se añaden las incautaciones, se obtiene una
valoración de las exportaciones mundiales: una media de 571 toneladas de
1988 a 1993 (véase el cuadro 2). Si se considera que las exportaciones
colombianas corresponden al 75 % de las mundiales, estimación ligeramente
más baja que la de Rementeria (véase posteriormente), se obtiene
el monto de las exportaciones de este país, es decir, la
producción neta de los consumos locales. Si esta valoración se
corresponde con la obtenida a partir del análisis de la oferta hecho
precedentemente, se puede pensar que es globalmente pertinente, y este es el
caso. El consumo mundial medio de cocaína, desde 1988 a 1993, se
sitúa en torno a doscientas sesenta y cinco toneladas, y las
incautaciones en alrededor de doscientas noventa y cuatro. Las exportaciones
totales son, pues, de 571 toneladas de media en el período. La
producción media estimada sobre el mismo periodo es de 628 toneladas
según Steiner (véase el cuadro 1). La diferencia entre los dos
cálculos es, pues, de aproximadamente un diez por ciento, lo que es poco
y en ciertos años muy poco (por ejemplo en 1989), pero importante en
otros (sobre todo en 1990). La diferencia de media sería inferior si se
hubiera tomado la estimación alta del consumo y no la media entre las dos
estimaciones. Los dos cálculos (de producción y consumo) parecen
por consiguiente creíbles porque son coherentes entre ellos.
De esta
estimación se pueden sacar dos conclusiones. La primera: el consumo de
cocaína tiende a bajar en Estados Unidos; además, el precio baja
fuertemente. La valoración del volumen del negocio de cocaína, ya
sea al por mayor o al por menor, está muy por debajo de la que se
encuentra en la prensa. La segunda: las incautaciones están en un nivel
muy alto, muy superior al que normalmente se estima, ya que rondarían de
media el noventa por ciento del consumo mundial, o sea, algo menos del cincuenta
por ciento de la producción mundial. Quitar importancia a las
incautaciones torna incoherente el cruce de datos de la oferta y la demanda y
lleva a sobrestimar el consumo, o bien a subestimar la producción, o a
las dos cosas. Estamos lejos de las estimaciones “pintorescas” que
se anuncian en todas partes, a menudo por organismos oficiales cuyo objetivo
pareciera ser más justificar la lucha contra la criminalidad que la
exposición científica de la economía de la
droga.
Las estimaciones sobre la repatriación son complicadas por dos
motivos: el primero atañe a las motivaciones para repatriar capitales; el
segundo, al blanqueo propiamente dicho y a las diferentes técnicas que se
utilizan. El análisis se centrará en Colombia, principal productor
mundial de cocaína, reciente productor de heroína y lugar de
exportación ilegal de estos productos, a los que conviene añadir
la marihuana y las esmeraldas. La ampliación al conjunto de las drogas y
al tráfico de esmeraldas se explica por la dificultad de atribuir a tal o
cual actividad criminal el origen de las transferencias de dinero
“sucias”.
Las motivaciones para la repatriación son
difíciles de discernir. ¿Por qué una organización
criminal colombiana puede tener interés en repatriar capitales de Estados
Unidos a Colombia? Podría perfectamente dejar una parte substancial de
sus beneficios en bancos norteamericanos, o de otros sitios, una vez
blanqueados. Sugerir el nacionalismo de los mafiosos colombianos es de corto
alcance, aunque juegue algún papel (como ocurre con los asesinos
relacionados al tráfico, impregnados de religión, que se santiguan
antes de cometer sus actos y dan gracias a Dios por el éxito de sus
operaciones). Hay otro argumento que parece más pertinente: el blanqueo
es algo más que un conjunto de técnicas para transformar el dinero
“sucio”, es decir, para hacerle cambiar de forma. Debe proceder
asimismo a un cambio de “fase”, según la expresión de
un financiero del cártel de Cali (F. Jurado) recogida por Maillard (1998,
p. 92): es decir, dar al dinero un estatus y volverlo, así, honorable.
Dicho de otra manera, no basta con blanquear el dinero sucio, falta aún
que la adquisición de capitales ya “limpios” tenga una
justificación plausible. En esto reside la gran dificultad. Puede parecer
que la proximidad geográfica disminuye los costes de transacción y
que se haga así más fácil dar la condición de dinero
limpio a los capitales repatriados. La búsqueda de este cambio de
condición explicaría en parte la repatriación. Veremos
más adelante que no basta con dar a los mafiosos “títulos de
nobleza”, que la conversión de estos en notables es
problemática y vuelve aleatoria su transformación en empresarios
ordinarios al cabo de una generación. En todo caso, la búsqueda de
un estatus honorable para el dinero blanqueado y repatriado influye sobre la
elección de la técnica utilizada para el blanqueo. Como el
blanqueo-repatriación no siempre consigue dar un estatus al dinero, este
sigue recorridos particulares: se invierte en el negocio inmobiliario, en la
ganadería, y las finanzas especulativas. Más allá de las
facilidades geográficas -un sector informal importante, capacidad para
eludir la ley y extensión de la corrupción-, para otorgar estatus
al dinero blanqueado estas inversiones entroncan con el
reciclaje-blanqueo.
El objeto de esta parte no es exponer ampliamente
las múltiples formas de repatriar y blanquear el dinero sucio; esto ya se
hizo, y en general bien, en otros sitios [los informes del GAFI, bajo la
dirección de Kopp (1995), de Maillard (1998), Dupuy (1998), Thoumi (bajo
su dirección, 1997), Geffray (1996 y 1998)]. Se trata de algo menos
técnico y más inductivo, ya que se trata de mostrar que estas
técnicas imponen un tipo de comportamiento particular, el que
posteriormente dificultará la conversión en notables de algunos
mafiosos, limitará su campo de inversión a actividades de apoyo al
blanqueo (hotelería, restaurantes, salas de juego...), especulativas
(ganadería, construcción inmobiliaria, títulos que se
cotizan en bolsa) y desarrollará su consumo de prestigio.
Las
técnicas utilizadas son numerosas y evolucionan con el tiempo, a medida
que cambia la reglamentación. La particularidad del blanqueo, en este
caso, es que incluye la transformación de una moneda en otra, en este
caso el dólar (divisa fuerte) en una moneda local (divisa débil).
Por eso conviene distinguir lo que podríamos llamar la
repatriación-blanqueo del reciclaje-blanqueo. Los dos movimientos pueden,
desde luego, cruzarse, y alimentarse mútuamente, pero los problemas
planteados por cada uno de ellos son diferentes.
Las técnicas
más sencillas para la repatriación-blanqueo consisten en enviar
billetes de cien dólares por correo de residentes colombianos en Estados
Unidos a su familia, o en llevar a cabo giros bancarios que se limitan al
máximo autorizado por la legislación
vigente[14], o bien en utilizar
“mulas” que transportan dólares a la vuelta, tras haber
“tragado” saquitos de cocaína a la ida. Las sumas
transferidas o transportadas de esta forma son considerables, aunque modestas en
atención a la holgura de los beneficios; son técnicas
todavía artesanales[15].
Cuando existe un control de cambios, como hasta no hace mucho tiempo, puede
utilizarse la técnica del clearing [compensación]. Consiste en
suministrar divisas a un no residente que desee hacer turismo en Estados Unidos,
a cambio de la contrapartida en un país latinoamericano. El clearing
puede utilizarse, asimismo, cuando el deseo de los industriales de colocar
capitales ilegalmente fuera del país se encuentra con el de las
organizaciones criminales por repatriar una parte de sus ganancias. En este
caso, por la amplitud de las sumas en juego, es necesario un blanqueo previo en
Estados Unidos. Estas técnicas pueden ser sofisticadas, y seguir siendo
artesanales, cuando se toma en consideración el tipo de cambio, oficial o
paralelo, el tipo de interés doméstico y extranjero y sus
respectivas evoluciones (por eso, por otra parte, se puede en parte valorar la
extensión de estos movimientos por la evolución del diferencial de
tasas [Urrutia y Ponton, 1993]).
Quedan tres grandes vías de
repatriación-blanqueo: el contrabando, la sobre y subfacturación
de mercancías en la exportación e importación y la
utilización de mercados financieros internacionales.
La
subfacturación de las importaciones es interesante de analizar porque
pone en juego varios factores: por un lado, para ser efectiva necesita una
amplia red de complicidad pues se trata de manipular los precios y por tanto
las empresas, a fin de blanquear dinero sucio. Por otro lado, hace intervenir un
arbitraje clásico entre los diferentes tipos de cambio. Demos un ejemplo:
en periodo de control de cambios en general se observa la coexistencia entre dos
tipos de cambio, el oficial y el paralelo. La amplitud de los fondos
transferidos, a causa de las actividades que estudiamos, ha llevado en Colombia
a una situación paradójica: el tipo de cambio paralelo estuvo
devaluado con relación al oficial durante largos periodos. Las
transferencias de fondos pasaban a ser relativamente menos rentables que el uso
de la subfacturación, porque se practicaba con el tipo de cambio
oficial[16]. Por el contrario, la
subfacturación permitía adquirir más en monedas locales por
cada dólar “lavado”. Añadamos, por último,
aunque no podemos presentarlo en el marco de este artículo, que se han
hecho estimaciones que ligan los movimientos del diferencial de tipos de
interés y la subfacturación (Steiner, p. 72 y ss.).
Las sumas
transferidas a través de manipulaciones de precios han sido cuantiosas.
Su valoración, por supuesto aproximada, es bastante fiable. Consiste en
comparar los precios declarados por las sociedades que exportan en Colombia y
los precios que se anuncian para las importaciones, corrigiéndolos con un
coeficiente rectificador que tenga en cuenta el precio FOB, el precio CIF y los
retrasos. Las sumas transferidas, aunque fluctúen y a veces tengan
valoraciones distintas según los autores, alcanzan, de vez en cuando,
niveles muy elevados (con un pico de más de mil setecientos millones de
dólares en Colombia en 1992 [CID, p. 28]). Basta con que los tipos de
cambio y de interés actúen de manera dispar para que la
sobrefacturación reemplace a la subfacturación (en 1993, 1994)
como medio de blanquear los narcodólares, pero la amplitud de las sumas
transferidas por esta vía es más reducida y sus secuencias,
más raras.
Cuadro 3: Subfacturación (-),
sobrefacturación (+) de las importaciones en Colombia, según
diferentes autores, en millones de dólares
|
1981 |
1982 |
1983 |
1984 |
1985 |
1986 |
1987 |
1988 |
1989 |
1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
Rocha, 1993 |
-74,4 |
-84,8 |
254,7 |
53,9 |
-140,7 |
70,6 |
-78 |
59,8 |
-205,5 |
125,5 |
|
|
|
|
Steiner y Fernandez, 1994 |
-107,9 |
-305 |
205 |
-11,3 |
-183,6 |
3 |
-3,5 |
-117,6 |
-363 |
-8,2 |
-574 |
-1590 |
|
|
Kalmanovitz, 1992 |
-129 |
-690 |
-1459 |
-1361 |
-1315 |
-1094 |
-1148 |
-1429 |
-1212 |
-1620 |
-969 |
|
|
|
Mendieta y Rodriguez, 1996 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
-1656 |
491 |
395 |
CID |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
-341 |
-471 |
-1760 |
468 |
478 |
Fuente: CID, o. cit. p. 28. La metodología del CID es la misma que
la de Steiner y Rodríguez.
Puede parecer paradójico que el
contrabando juegue todavía un papel importante, cuando con la
liberalización de las economías que se produce desde hace unos
diez de años se abren las fronteras. Desde luego, podría tratar de
explicarse por los diferenciales en el tipo de imposición indirecta,
sobre todo en el alcohol y los cigarrillos. Pero el argumento es insuficiente,
habida cuenta de la extensión del contrabando y de la
diversificación de su oferta. La razón esencial es que el blanqueo
de narcodólares con este mecanismo cuesta relativamente menos caro. Las
condiciones de un funcionamiento eficaz por esta vía son sencillas: hace
falta, primero, la existencia de un sector informal importante sobre todo en
actividades comerciales; y luego, que exista una zona libre. Este es el caso de
Colón en Panamá. Organizaciones criminales compran
mercancías en la zona libre, las pagan en efectivo o en dinero
“poco blanqueado”, utilizan a veces cartas de crédito (al ser
los controles menos importantes, o inexistentes, en las zonas libres). A
continuación, estas mercancías se transfieren por medio del
contrabando a Colombia, donde se venden en tiendas especiales, que se llaman los
San Andrés (J. I. González, en este mismo número de
la revista), nombre de una isla colombiana. El blanqueo, pues, transita por una
actividad de contrabando y por un comercio ilegal que está lejos de ser
marginal: los San Andrés constituyen una verdadera red, formada a
veces por supermercados en los que se encuentran productos muy variados con
precios competitivos (CID, 1997). Las sumas blanqueadas son importantes:
alrededor de mil trescientos millones de dólares en 1993 y 1994, o sea,
mucho más que en 1991 (327 millones) y 1992 (634
millones)[17].
Quedan, por
último, los mercados financieros internacionales. De Maillard (1998)
mostró cómo la desregulación de estos mercados ha permitido
una expansión de las finanzas criminales. Se practican cada vez
más las técnicas de sobre y subfacturación utilizadas a
gran escala, el paso de una a otra cuenta utilizando los centros
off
shore, las prácticas secretistas o de doble contabilidad de ciertos
bancos, las colocaciones a muy corto plazo en productos de gran riesgo por la
necesidad de dar un estatus al dinero recibido para después, por
último,
repatriarlo[18].
La
utilización del conjunto de estas técnicas tiene un coste
creciente. Se hubiera podido pensar que la liberalización financiera y la
extensión de los lugares off shore, el desarrollo de bolsas
emergentes, etcétera, bajaría el coste de estas
transacciones. Ocurrió lo contrario. Indudablemente, lo complejo y
sofisticado de los productos financieros permite el tránsito de capitales
de manera especialmente opaca, y así blanquearlos e incluso darles
un estatus, pero el conjunto de las operaciones tiene un elevado coste. Los
observadores coinciden en reconocer que el coste del blanqueo habría
pasado de el 5 u 8 % a mediados de los años ochenta al 15 ó 20 % a
fines de los años noventa (Steiner, pp. 38-39).
1.
La valoración macroeconómica de la
repatriación es complicada por las razones que citamos, pero
también porque el dinero sucio repatriado y blanqueado no se reduce al de
la droga. En general, las organizaciones internacionales consideran que la mitad
del dinero blanqueado proviene del tráfico de drogas ilícitas. En
ciertos países, este porcentaje es aún menor: el juego, las armas
y sobre todo la prostitución son responsables de la gran mayoría
de las operaciones de blanqueo. Según los datos reunidos por G. Fabre
(1998, p. 77 y ss.), el tráfico de armas, el proxenetismo, el contrabando
de hidrocarburos, el juego clandestino, el tráfico de mano de obra y el
narcotráfico proporcionarían entre 23.000 y 32.000 millones de
dólares por año a Tailandia, o sea, un monto equivalente al
presupuesto del Estado. El narcotráfico se valoraría en 1.000
millones de dólares y constituiría, así, una actividad
menor. Por el contrario, en Colombia, parece natural pensar que el dinero
blanqueado proviene principalmente de la droga. Y así es, pero
sería sin embargo un error creer que el narcotráfico constituye el
único componente de este blanqueo. Colombia produce esmeraldas y vende
una gran parte de ellas clandestinamente (Guillelmet,
1998)[19]. Guillelmet
estima el comercio ilícito de gemas en Colombia en aproximadamente un 10
% del valor de las exportaciones -cifra probablemente inferior entre los
años 1993 y 1995-, o sea, entre 700 y 800 millones de
dólares.
Si se limita el blanqueo al narcotráfico, la
valoración de las cantidades pasa por un simple cálculo, cuyos
términos empero tienen un margen de error más o menos importante.
Los ingresos brutos son el resultado de las cantidades exportadas efectivamente
-es decir, netas después de incautaciones- por el precio al por mayor
medio estimado, o sea, 17.600 dólares por kilo en 1990. Hay que sustraer
a este ingreso bruto el conjunto de los costes ocasionados por esta actividad.
El enfoque de Steiner (ob. cit., p. 38 y ss.) es interesante: se basa en una
separación de los costes y los ingresos. Consiste en sustraer de los
ingresos brutos los costes de transformación, de corrupción y de
transporte, y el ingreso neto obtenido servirá para pagar a los
campesinos, a los trabajadores y a los exportadores colombianos. Por esta
razón, vamos a presentar este enfoque brevemente. El coste del transporte
de la base desde Bolivia y Perú, regiones productoras, es de 100
dólares por kilo, y los que corresponden al transporte de la
cocaína desde Colombia a Estados Unidos sería de 3.000
dólares por kilo, cuyo 50 % sería pagado directamente en efectivo.
Se considera que el coste del transporte con destino a Europa sería un 30
% más alto. Si se ponderan los destinos en función de la
importancia de los mercados, se obtendría un coste medio del transporte
de la cocaína de 3.100 dólares por kilo. La transformación
de la base en cocaína se realiza gracias a la utilización de
productos químicos, cuyo coste puede estimarse en 200 dólares por
kilo de cocaína producida (algunos cálculos consideran sumas
superiores). El dinero sucio debe blanquearse. Ya hemos apuntado que el coste de
esta operación creció fuertemente desde los años ochenta
hasta nuestros días. Se lo considera entre un 15 y un 20 % de las sumas a
blanquear. Steiner prefiere la cantidad del 10 % hasta 1989 y del 20 % de los
ingresos netos desde entonces. Por último, se pueden añadir al
conjunto de los costes 500 dólares por kilo de cocaína, que
representarían las sumas vertidas para corromper, comprar silencios,
etc.
Como ya indicamos, el precio al por mayor aproximado del kilo de
cocaína era de 1.700 dólares. Al por menor, el precio
crecía de media hasta los 130.000 dólares, mientras que el kilo de
base (expresado en equivalencia
HCL[*]) era de 500 dólares en
Perú y de 700 en Bolivia, o sea, de 600 dólares de media. El
conjunto de los costes de transporte (dentro de la zona de los Andes y hacia
Estados Unidos), transformación, corrupción y blanqueo se elevan a
6.800 dólares por kilo, o sea, algo menos del 40 % de los ingresos brutos
por kilogramo. El 60 % restante servirá para financiar el pago a los
campesinos, a los químicos y al conjunto de mafiosos colombianos
implicados en el tráfico de cocaína al por mayor. Las mafias
mexicanas, que hacen transitar una parte substancial de la cocaína (entre
el 50 y el 70 %, según estimaciones oficiales en 1996) reciben una parte
importante de lo que se contabiliza como gastos de transporte. Las sumas
percibidas en esta operación serán blanqueadas por estas
organizaciones criminales y, en consecuencia, no se contabilizan dentro del
blanqueo de las mafias colombianas. Por eso, la creciente participación
de los mexicanos en el cocatráfico, y el pago de una parte importante
directamente al contado, probablemente amputa los ingresos netos de los
colombianos que antes estimamos, al aumentar la parte del coste de los
transportes y al disminuir correlativamente la de los exportadores colombianos.
El cálculo de los ingresos netos de los colombianos está, pues,
probablemente sobrevalorado, más aún cuando en la actualidad una
parte creciente de la base se transforma en Bolivia y pasa por nuevas rutas,
sobre todo brasileñas (Geffray, 1997 y 1998). Sea como fuere, los
ingresos netos blanqueados y obtenidos de esta manera habrían sido, de
media, entre 1987 y 1995, de 1.638 millones de dólares, con un
mínimo de 1.200 en 1994 y un máximo de 2.500 en 1989.
Se
añaden a estos ingresos netos los obtenidos con la producción
exportada de marihuana y de la reciente heroína (con la hipótesis,
para esta última, de que son los precios al por mayor en el momento del
embarque los que se toman en consideración), y se obtienen,
aproximadamente, dos mil quinientos millones de dólares, a los que
convendría añadir las sumas blanqueadas obtenidas con el
tráfico ilícito de esmeraldas, o sea, entre 600 y 700 millones de
dólares netos de gastos de blanqueo. Fuera de las esmeraldas, se estiman
los resultados que figuran en el siguiente cuadro:
Valoración de Steiner |
Otras valoraciones |
||||||
|
Cocaína |
Heroína |
Marihuana |
Total |
GMS* total |
Rocha**, Total mínimo |
Rocha, Total máximo |
1980 |
1386 |
|
|
1386 |
|
1358 |
|
1981 |
1933 |
|
137 |
2070 |
2231 |
2617 |
|
1982 |
1819 |
|
65 |
1884 |
3835 |
1427 |
|
1983 |
1868 |
|
79 |
1947 |
2242 |
754 |
|
1984 |
4093 |
|
79 |
4172 |
1425 |
973 |
3843 |
1985 |
2933 |
|
20 |
2953 |
1423 |
866 |
3361 |
1986 |
939 |
|
34 |
973 |
1367 |
550 |
2443 |
1987 |
1311 |
|
152 |
1463 |
881 |
582 |
3707 |
1988 |
1395 |
|
290 |
1685 |
718 |
699 |
6699 |
1989 |
2485 |
|
94 |
2579 |
1047 |
523 |
6455 |
1990 |
2341 |
|
48 |
2389 |
693 |
233 |
4037 |
1991 |
1400 |
756 |
83 |
2239 |
337 |
547 |
3539 |
1992 |
1822 |
756 |
89 |
2667 |
|
767 |
3409 |
1993 |
1363 |
756 |
368 |
2487 |
|
801 |
3232 |
* H. Gómez y M. Santa María (1994): La economía
subterránea en Colombia, citado por Steiner.
** R. Rocha (en Thoumi,
o. cit.).
Fuente: Steiner, o. cit., p. 48.
Las sumas blanqueadas son
considerables. Si se las relaciona con las exportaciones oficiales, alcanzan
proporciones significativas: el 35 % en 1992, el 34 % en 1993, el 27 % en 1994 y
el 24% en 1995 solamente para el blanqueo del narcotráfico. La tendencia
es, desde luego, decreciente por la apertura de la economía y el muy
fuerte aumento de las exportaciones a partir de 1994, pero sigue siendo muy
elevada. Por ello, es evidente que, desde un punto de vista estrictamente
macroeconómico, este aflujo de dólares, bajo las diversas formas
que toma el blanqueo, no deja de tener influencia, de manera general, sobre la
actividad económica. Se puede pensar, por ejemplo, que, al igual que la
renta, puede provocar un dutch desease, es decir, elevar el tipo de
cambio, participar en la destrucción de partes enteras de la
economía, a falta de competitividad por la diferenciación de los
precios relativos entre los sectores expuestos y los protegidos. Sin embargo,
esta evolución no está inscrita necesariamente en la lógica
de esta narcoactividad (Salama, 1994). Es problemático definir como renta
al cultivo, transformación y exportación de drogas
ilícitas, en la medida en que se trata, por una parte, de actividades
reproducibles, a diferencia del “oro negro”, por ejemplo; y por
otra, de actividades privadas ilegales sobre las cuales el Estado, por
definición, no puede recaudar impuestos. El único paralelo que se
puede hacer con la renta es que los ingresos que provienen de esta
ilícita actividad no dependen del trabajo, sino de una
prohibición. Como para la renta minera, el enriquecimiento no es producto
de la capacidad de explotar de manera eficaz la fuerza de trabajo, sino de la
posibilidad de inscribirse en el circuito de la renta. Dicho esto, las
cuantiosas sumas extraídas de esta actividad podrían provocar una
apreciación de la moneda nacional. Algo que se pudo constatar en los
años ochenta en Colombia, cuando se apreció el tipo de cambio
paralelo con relación al oficial, a diferencia de lo que se observaba por
entonces en la mayor parte de las economías latinoamericanas. A la
inversa, la reciente evolución de los tipos de cambio de los
países andinos no se orienta hacia una apreciación, antes al
contrario, numerosos países han debido devaluar por el contagio de la
crisis asiático-rusa de 1997-1998. En efecto, varios factores pueden
contrapesar las posibles consecuencias de un aflujo de narcodólares: una
balanza comercial fuertemente deficitaria por el desarme aduanero, un
desequilibrio creciente de la balanza de la cuenta corriente por los desembolsos
provocados por el servicio de la deuda y los dividendos, un déficit
presupuestario[20]. Dicho esto, se
pueden plantear una serie de reservas.
2. Las cifras presentadas
se basan en hipótesis discutibles. Primero, se supone que el conjunto de
los ingresos netos se repatría -lo que puede no ser el caso- y se
sobrestima así el blanqueo-repatriación. También, que las
organizaciones criminales colombianas no están presentes en las redes de
distribución en Estados Unidos, lo que no es el caso, y se subestima el
valor del blanqueo-repatriación.
Comparar las sumas blanqueadas por el
narcotráfico con las exportaciones, y preguntar a continuación por
los posibles efectos de tipo dutch desease, parece llevar a un
callejón sin salida por dos motivos: el primero es de orden
estadístico, el segundo se sitúa en el terreno de los
comportamientos. Las exportaciones no se rectifican: dicho de otra manera,
llevan la huella de las técnicas utilizadas para blanquear el dinero. Lo
mismo ocurre con las transferencias y en general con los movimientos de
capitales. Los comportamientos están influidos por las técnicas
utilizadas para el reciclaje y a partir de entonces es difícil concebir
la transformación de empresas mafiosas en empresas ordinarias. Vamos a
ver estos dos puntos.
El blanqueo afecta a los componentes de la balanza de
pagos, puesto que consiste en utilizar las importaciones, las exportaciones, las
transferencias y los movimientos de capitales. La balanza de pagos puede
escribirse de esta manera:
∆R = (X - M + Ynx + Trx) + Ck
+eo
donde ∆R corresponde a la variación de las reservas, X a
las exportaciones, M a las importaciones, Ynx a los ingresos netos de los
servicios, Trx a las transferencias netas (siendo el conjunto la balanza de
cuentas corrientes), Ck a la cuenta capital, y eo a los errores y
omisiones.
Los ajustes a efectuar en la balanza de cuenta corriente pueden
representarse de esta manera:
Acc = Mc -Xc + Trx’
+Ynx’
donde Acc corresponde a los capitales ocultos en cuenta
corriente, Mc y Xc al contrabando por el lado de las importaciones y de las
exportaciones, Trx’ y Ynx’ a los capitales declarados como
transferencias netas y como ingresos netos de servicios. Siguiendo la
presentación de Rocha (en Thoumi, o. cit.), el contrabando puede
definirse aquí como la suma de las subfacturaciones (contrabando
técnico) y del contrabando (físico). Tendríamos así:
Mc = -M’ + Km y Xc = X’ - Kx, donde Kx y Km representan al
contrabando físico[21] y
M’ y X’ la sub y sobrefacturación de las importaciones y de
las exportaciones (el signo indica la sub o la sobrefacturación).
Se
puede entonces presentar la variación de las reservas de la manera
siguiente:
∆R = (X -Xc) - (M -Mc) + (Ynx -Ynx’) + (Trx
-Trx’) + (Ck + Acc) + eo,
que puede escribirse:
∆R =
(X-X’) - (M +Mc) + Ynx + (Trx - Trx’) + (Ck + Acc) + eo
En
total, entre 1980 y 1994 los capitales ocultos en la balanza de cuenta corriente
se elevarían a cerca de diecisiete mil millones de dólares, de los
que un poco más de ocho mil para el conjunto del contrabando,
repartiéndose este último, más o menos por partes iguales,
entre la subfacturación y el contrabando abierto, llamado físico,
según Rocha.
Esta exposición se centra en las técnicas
sofisticadas, pero artesanales, que presentamos nosotros. Insiste en los
capitales ocultos en la balanza de cuenta corriente y omite presentar los
movimientos de los narcocapitales que no recurren a la subfacturación, al
contrabando, a los servicios y a las transferencias. Más exactamente, con
la liberalización financiera, esta vía, aunque costosa, se utiliza
cada vez más y habría que descomponer Ck en dos partes: una, la de
los movimientos ordinarios (Ck*); la otra, la de los movimientos excesivos
(Ck**). Podríamos entonces escribir la siguiente ecuación de la
balanza de pagos:
FF = BC (Yw, TCR, Y) + BK ( i-i*),
en donde BC
representa la balanza de cuentas corrientes y BK la del capital. Yw es la renta
mundial, TCR el tipo de cambio, Y la renta nacional, e i-i* el diferencial de
los tipos de interés con el extranjero. Cuanto más aumenta la
renta mundial, más crecen las exportaciones y se incrementan las
transferencias del extranjero; la relación es igualmente positiva con las
variaciones del cambio cuando se deprecia la moneda. A la inversa, el aumento de
la renta nacional trae aparejado un incremento de las importaciones. Por
último, el diferencial del tipo de interés en favor del
país huésped suscita entradas de capitales. Esta
formalización extremadamente simple puede adaptarse a las
particularidades de la economía de la droga de esta
forma:
FF’ = BC (Yw, ITCR, Y, i + p - i* ) + BK (i + ? -
i*)
en la cual ? representa la proporción de la economía
criminal que repatría sus capitales, ya sea por la vía de la
cuenta corriente, ya sea por la de la cuenta capital, e ITCR el nuevo tipo de
cambio tras el flujo de divisas. La representación de los equilibrios en
los tres mercados de bienes, moneda y balanza de pagos muestra que el tipo de
cambio debería apreciarse, la oferta de moneda aumentar tras la entrada
de divisas y los precios acompañar el proceso, salvo que se decida una
política de esterilización de la moneda con el fin de contrapesar
los efectos inflacionistas, pero con el peligro de que el aumento necesario de
los tipos de interés para captar el excedente monetario provoque entradas
de capital crecientes. Pero, tal y como ya lo pusimos de relieve, el conjunto de
estos efectos secundarios no puede evidentemente apreciarse más que con
la ayuda de hipótesis así de restrictivas. Por diversas razones,
el desequilibrio interno entre inversión y ahorro, excedente o
déficit presupuestario, puede variar, y oponerse a o, por el contrario,
acentuar los movimientos de precios —nivel general de los precios y
diferencial entre sectores expuestos y protegidos— y de cambios. Los
efectos directos de la afluencia de narcodólares sobre el PIB, su
estructuración entre actividades expuestas y protegidas, los precios
específicos de cada país según el estado de su balanza de
pagos, el insuficiente ahorro con relación a la inversión de los
residentes, el déficit o no del presupuesto y, desde luego, su nivel de
desarrollo industrial, conviene estudiarlos caso por caso; sin embargo, con
hipótesis diferentes a las de los modelos de dutch desease, la
ausencia de pleno empleo, los factores de producción, la existencia de
una firme economía informal, la apropiación privativa e ilegal de
los beneficios de esta actividad y la imposibilidad de gravarla por parte del
Gobierno. La influencia de esta entrada de divisas y su conversión en
moneda local, aunque específica, no es desdeñable, pero
sería un error trasplantar las consecuencias sacadas de un modelo cuyas
hipótesis no parecen convenir a los casos estudiados. Por eso, conviene
estudiar los efectos indirectos de estas entradas de dinero. Pueden ser
comprendidos a partir de un análisis del comportamiento de los
empresarios mafiosos.
Esta última parte no pretende tratar por entero este problema,
sino trazar algunas pistas. La cuestión esencial es saber si las
organizaciones mafiosas pueden comportarse como empresas ordinarias o si, por el
contrario, quedan marcadas profundamente por sus orígenes. No se puede
responder a esta pregunta de manera simple. Conviene tomar en cuenta varios
factores: qué lugar ocupan estas organizaciones en el organigrama, el
ordenamiento de sus ramificaciones bajo forma de redes o de cárteles, las
técnicas de blanqueo-reciclaje; por ultimo, el peso del pasado, es decir,
el factor tiempo, no en su dimensión futura, sino
pretérita.
Los dos primeros factores son importantes. En la
bibliografía, se encuentran a menudo referencias a la dimensión
relativamente débil de las organizaciones criminales y a su
articulación en redes. La actividad productiva tiene una dimensión
reducida porque es poco susceptible de economías de escala, tanto en el
cultivo de la adormidera o de la hoja de coca como de su transformación.
Por ello, la dimensión de las empresas dependerá menos de la
búsqueda de estas economías de escala que de la máxima
reducción de riesgos (Cartier Bresson, 1997). Esta dimensión no es
la misma si se sitúa en el nivel de la producción, de la
transformación, de la venta al por mayor o, por último, de la
venta al por menor. Podemos pensar que si las organizaciones criminales buscan
integrar la producción, la transformación y la venta al por mayor
no tendrán ni la misma dimensión, ni la misma organización
en forma de red que las que, al comprar los productos ilícitos al por
mayor, los revenden a continuación siguiendo una cadena de intermediarios
hasta llegar al consumidor final. Ni los problemas materiales encontrados, ni la
información sobre el riesgo, ni, finalmente, la posibilidad de soslayarlo
por medio de la corrupción son idénticos. Todavía queda que
estas organizaciones son evidentemente inestables, pues los contratos acordados
pueden dar lugar al engaño sin que pueda mediar una instancia neutra; que
la mercancía es en parte (substancial) incautada; y que la
jerarquía criminal puede ser desmantelada (Agencia Reuter, cit. en
Cartier Bresson, p. 79). Pero estos riesgos son diferentes según el lugar
que se ocupe en las ramificaciones. La integración de arriba abajo sin
que las organizaciones lleguen hasta la fase de la venta al por menor contribuye
a una dimensión importante, pero los riesgos que se corren y la poca
flexibilidad de una gran organización llevan, a su vez, a limitarla y a
estructurarla en forma de red. Se puede suponer que en los países
latinoamericanos las organizaciones criminales practican una integración
en forma de ocho: en la base está la organización y el
encuadramiento de los campesinos bajo contrato que producen la materia prima; a
continuación, más reducida, la transformación, que
está bajo control de la organización criminal propiamente dicha.
Esta vende la droga al por mayor, blanquea las divisas, y después las
recicla. Una base amplia: los campesinos; una cúspide también
ancha: los minoristas, y en medio, un nudo: la organización criminal.
Estas actividades diferentes están totalmente separadas y enlazadas entre
ellas por la presencia del responsable de la organización mafiosa y de
sus asesores (Rocha, cit. en Thoumi, p. 163).
El blanqueo-reciclaje es una
actividad muy importante de estas organizaciones. No se la debe confundir con la
del blanqueo-repatriación, aunque a veces puedan solaparse, incluso
confundirse. El reciclaje se ve facilitado, por lo general, por la existencia de
un Estado débil, cuya Administración y otros aparatos del Estado
son fuertemente sensibles a la corrupción, y por la existencia de una
firme economía informal que, a diferencia del narcotráfico,
produce ilegalmente bienes y servicios cuya producción y consumo no
están prohibidos. La existencia de esta economía informal, la
constitución de un Estado marcado por su reciente pasado (el papel jugado
por la violencia, la exclusión, la débil ciudadanía
efectiva), permiten la ampliación de los márgenes de lo
ilegal-legal (Rivelois, 1999) y autorizan con ello el desarrollo de actividades
ilícitas.
Los gastos de los narcotraficantes son en mayor o menor
cantidad generadores de empleos y de riqueza. La importancia de sus efectos
sobre el crecimiento depende de múltiples factores: si se trata de gastos
suntuarios o directamente especulativos, como la compra de terrenos, los efectos
sobre la creación de riqueza son débiles, si no nulos. Si se trata
de gastos en el sector de la construcción, los efectos de arrastre pueden
ser importantes y fuente de actividades productivas nuevas gracias a la
ampliación de mercados emergentes. Los efectos indirectos sobre el empleo
y la creación de riqueza dependen, pues, a la vez de la parte invertida
en los gastos de los narcotraficantes y del sitio donde estas inversiones se
efectúan. Los gastos más especulativos son generadores de pocos
empleos, salvo en el sector de la construcción; los que lo son menos
pueden participar de la creación de empleos en función de la
importancia de la inversión, de las técnicas utilizadas y, sobre
todo, de los posibles efectos de arrastre.
El reciclaje se lleva a cabo
principalmente en ciertos sectores (Castelli, 1999), como el turismo
(restaurantes, hotelería, casinos), porque puede permitir futuros
blanqueos; en la especulación financiera y la compra de terrenos (porque
la reglamentación sobre el origen de los fondos es generalmente
más laxa y el poseedor de dinero blanqueado puede reciclarlo y encontrar
así una posición para este dinero que le hace correr pocos riesgos
de investigación sobre el origen de dichos fondos); en la industria
farmacéutica (porque permite adquirir sin demasiado riesgo los productos
químicos necesarios para transformar la materia prima); en empresas
situadas en sectores con grandes posibilidades ya sea de falsificar las cuentas
(que permitan la sub y sobrefacturación), ya sea de asentar doble
contabilidad, o de establecerse en actividades de servicios (bancos, sociedades
bursátiles).
La panoplia de empresas en el límite de la
actividad directamente ilícita tiene entonces dos lógicas: una, la
de la clásica reproducción de capital; otra, de blanqueo y
reciclaje. Estas dos actividades son hasta cierto punto complementarias y
sería equivocado pensar que la primera puede sustituir
íntegramente a la otra, porque se apoyan sobre dos formas opuestas de
resolver los conflictos: la ley y la violencia. Al no poder coexistir de manera
duradera sin que una desfigure a la otra, o la empresa abandona su
régimen mafioso o lo conserva y la ley sufre de gangrena en su
aplicación por la violencia de la corrupción o directamente
física.
El peso del pasado no es neutro. Sería un error pensar
que los comportamientos se imponen solo por la optimización a la hora de
elegir un objetivo futuro (J.-C. Dupuy, 1997). El error pasado no puede tratarse
como un “coste irrecuperable” que convendría aceptar para
sacar el mejor provecho a las opciones que apuntan a un futuro posible.
Impregnan los comportamientos e influyen, pues, sobre las decisiones que se
efectúan, como si se tratara de “amortizar” el pasado
error[22]. Esta observación
sobre la racionalidad intenta explicar que, cuando el enriquecimiento proviene
de una actividad de renta ilícita y de su capacidad para inscribirse en
el circuito de esta renta, es muy difícil abandonar este maná en
provecho de un beneficio menos lucrativo, que proceda de la organización
y explotación de la fuerza de trabajo, es decir, de la ganancia. De igual
modo, es muy difícil ver a largo plazo en la elección de sus
inversiones[23]. El
“error” tiende a repetirse y lo ilegal a imponerse sobre lo legal,
transformando a las empresas en empresas mafiosas y haciendo difícil que
los criminales puedan convertirse en notables dentro de una generación.
***
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, es posible
una valoración fiable del tráfico de cocaína a pesar de que
nos movamos en una economía cuya información es, cuando menos,
imperfecta. Las técnicas más sencillas consisten en confirmar la
valoración de la producción y del consumo. Esta apreciación
es posible porque Estados Unidos es el principal consumidor y Colombia el
principal productor de cocaína. Sería mucho más
difícil de realizar si no estuviéramos en presencia de esta
particularidad. Entonces, la fiabilidad de esta estimación reposa, en
gran medida, solo sobre la valoración de la producción.
Podría confirmarse con las valoraciones hechas de la repatriación.
Los cálculos macroeconómicos descansan desde luego sobre
hipótesis a veces concentradas (porque no tienen en cuenta la presencia
de filiales colombianas en el comercio semimayorista y al por menor y el
creciente papel de las organizaciones criminales mexicanas parece descuidado,
así como el impacto de las nuevas rutas argentinas y brasileñas en
la cifra de negocios controlados por las organizaciones criminales colombianas);
pero, a pesar de estas dificultades e insuficiencias, esta valoración
macroeconómica es relativamente fiable en la medida en que coincide con
la que se obtiene a partir del cálculo de las diferentes técnicas
utilizadas para repatriar y blanquear el dinero sacado de las actividades
criminales. Es interesante subrayar hasta qué punto estos cálculos
difieren de las valoraciones hechas “con un fin político”
para justificar tal o cual medida de represalias, cuando no son difundidas para
legitimar y defender el presupuesto de las organizaciones encargadas de luchar
contra este ilícito tráfico.
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[*]
Profesor de la Universidad de París XIII, Greitd-Cedi
(salama@seg.univ-paris13.fr).
[1] Para retomar la expresión utilizada por Steiner (1997).
[2] Mercantilización del deporte en forma generalizada y estrés
relacionado con la necesidad de alcanzar ciertas metas en el trabajo o, en su
defecto, miedo a menudo legítimo de
perderlo.
[3] Piénsese en la cuantiosa proporción de la población
que, en Francia, depende fuertemente de calmantes de la más diversa
especie y que son, a veces, muy potentes.
[4] G. Fabre, 1998. (N. De la R.: Obviamente, el autor se refiere a fines del
siglo XIX y comienzos del XX.)
[5] L. O. Machado, 1997; Steiner, 1997, Thoumi, 1997.
[6] Véase Cámara en este mismo número.
[7] Thoumi y otros, 1997.
[8] Franks, 1991, en Steiner, 1997, p.
18.
[9] Geffray,
1997.
[10] Efectivamente, hay que deducir de esta producción el consumo local
de cocaína, que tiende a aumentar en las ciudades
grandes.
[11] Rivelois (1997), Dupuis (1998).
[12] Se trata del precio pagado en Miami. Hasta fines de los años
ochenta no se consideraba más que este precio. Desde entonces, se tiene
en cuenta la participación débil, pero creciente, de Europa
(alrededor del diez por ciento del mercado), donde los precios son más o
menos el doble de lo que se estila en
Miami.
[13] El PNUCID, por su parte, valora la facturación del conjunto de las
drogas entre 400 y 500 mil millones de dólares, cifra que recoge,
igualmente, M. C. Dupuis (1998) sin discutirla, para, una páginas
después, dar otra diferente, más cercana a las estimaciones que
recogemos nosotros. La venta al por menor de heroína sería, de
media, de 17.000 millones de dólares, y la de cocaína, de 30.500
en Estados Unidos, o sea, menos de 50.000 millones de dólares (p. 48). A
esta cifra habría que añadir el consumo fuera de Estados Unidos;
por esta razón, estamos lejos de las estimaciones denominadas
pintorescas.
[14] Cuando se comparan las sumas enviadas a Colombia por los residentes
colombianos en Estados Unidos antes y después de 1980, se observa un
aumento importante, cuya explicación no podría estar en la mejora
de su calidad de vida (para más detalles, véase Rocha en Thoumi,
p. 193 y
ss.)
[15] Conviene saber que solo las sumas atribuibles al tráfico de
cocaína se valoran en, aproximadamente, seis mil doscientas toneladas de
billetes de cinco, diez y veinte dólares. Incluso convertidas en billetes
de cien, y limitándose únicamente a los precios al por mayor, su
peso sigue siendo considerable (véase Dupuy, o.
cit.).
[16] Por el contrario, si hay dificultades para exportar capitales, entonces
la sobrefacturación de las importaciones se vuelve interesante.
También se puede practicar la sub y sobrefacturación de los
precios de las exportaciones, pero este camino es difícil cuando las
exportaciones del país están principalmente compuestas por
materias primas cuyo precio se fija
internacionalmente.
[17] La valoración —aproximada, pero fiable— obedece a un
principio sencillo: basta con anotar el valor de las reexportaciones de la zona
libre de Colón hacia Colombia, ofrecidas por los servicios de la zona;
sustraer a este monto el valor de las importaciones que vienen de la zona libre
y de Panamá, dadas por los servicios de estadística colombianos
(sobre todo no hay que utilizar las estadísticas del FMI, pues no toman
en cuenta los datos de la zona libre, sino solamente los de Panamá, que
mantiene un comercio marginal con Colombia); los datos obtenidos expresan al
mismo tiempo un mecanismo de subfacturación y un contrabando de
envergadura muy claro, que encuentra salida natural en la red de tiendas San
Andrés.
[18] Es difícil distinguir entre los movimientos de capitales
ocasionados por una actividad “normal” y los que se derivan de
actividades criminales. Se calculan los movimientos “excesivos” a
partir de una pauta, con la hipótesis de que serían más
bien indiferentes a la evolución de los tipos de interés y de
cambio, pero sensibles a la producción de productos ilícitos (para
más detalles, véase Steiner, Urrutia, o. cit.). Se calculan 600
millones de dólares de media entre 1985 y 1989, 1.170 entre 1990 y 1992,
y un poco más de 800 millones en 1993 y 1994 (Steiner, p. 68).
Evidentemente es difícil atribuir solamente al narcotráfico la
responsabilidad de estos movimientos “excesivos”, ya que existen en
Colombia otras actividades ilegales, como el tráfico de
esmeraldas.
[19] El 70 % de las esmeraldas se exportarían ilegalmente. La
diferencia entre las salidas del país inscritas y contabilizadas y las
entradas registradas en el exterior es frecuentemente cuantiosa. Débil en
Japón, la relación entre las entradas y las salidas alcanza
más del 80% en Estados Unidos, el 92 % en Suiza, totalizando estos tres
países el 80 % de la demanda exterior de gemas colombianas (Guillelmet,
p. 261 y ss.). Estos porcentajes varían con el tiempo, según la
evolución del precio de las esmeraldas, la legislación sobre
impuestos, las conexiones con el narcotráfico, etc. Se estima, por
ejemplo, que en ciertos momentos la parte exportada legalmente crece
acompañada por una sobrefacturación que permita el blanqueo de una
parte del dinero de la droga (o. cit., p. 251).
[*]
HCL: clorhidrato de cocaína (N. De la R.).
[20] Recordemos una evidencia contable: el excedente neto de la balanza de la
cuenta corriente debe ser igual al excedente neto del ahorro privado en la
inversión de los residentes, al que conviene añadir el excedente
neto del presupuesto. Este sobrante neto equivale a la acumulación de
activos netos en el
extranjero.
[21] Se calcula el contrabando físico utilizando las informaciones que
provienen de la zona libre de Colón, es decir, una técnica
estadística llamada efectos aleatorios de Hausman y Taylor. Permite
estimar un modelo de comportamiento, de tal manera que las diferencias entre los
valores estimados y los observados se pueden atribuir al contrabando (para
más detalles, véase Rocha, o. cit, p. 182 y
ss.).
[22] Demos un clásico ejemplo: la compra de una residencia secundaria
puede haber sido un error. Lo mejor sería venderla y pasar las vacaciones
en un hotel. Sin embargo, se observa que las personas que cometieron este error
pasan sus vacaciones en dicha residencia, como si desearan amortizar el coste de
esta compra, lo que, en principio, según los criterios clásicos de
racionalidad, es totalmente irracional.
[23]
De ahí la preferencia por títulos de alto riesgo cuando las
actividades se orientan hacia la especulación
bursátil.
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