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Las relaciones USA-latinoamérica: Quién obtiene qué, dónde y cómo
James Petras
Durante algo más de década y media Washington y Wall Street han estado celebrando una nueva era en las relaciones EE.UU-Latinoamerica. Nos estamos refiriendo a que la combinación de mercados libres y elecciones libres ha transformado la región en un "mercado emergente" donde los inversores y hombres de negocios pueden tener éxito, los ciudadanos ejercer elecciones libres y la prosperidad ser compartida.
Habiendo eliminado los desafíos revolucionarios en América Central y asegurado regímenes políticos favorables a las políticas de libre mercado, Washington y Wall Street han procedido a cosechar los beneficios de esa nueva era sin gran publicidad ni mucha preocupación por las consecuencias para la región. En una palabra, mientras Latinoamerica funcione como una máquina estable de hacer dinero para los banqueros y grandes empresas de EE.UU., sin que se vean perturbados por crisis graves o por protestas populares, Latinoamerica estará relegada a las últimas páginas de la sección de noticias. En la sección de economía de los periódicos, las grandes ofertas y las subastas de empresas públicas rentables (privatizaciones) atraen alguna atención, de la misma forma que lo hacen las altas tasas de rentabilidad de las inversiones empresariales, la clasificación de los bonos, los tipos de interés, los niveles de reservas exteriores y las fluctuaciones de los mercados de cambio. De hecho, la idea de Latinoamerica como un "mercado emergente" ha excluido de la discusión a la gran mayoría de la gente trabajadora, así como las relaciones políticas, culturales y sociales que definen la región.
Las relaciones políticas y económicas entre Latinoamerica y EE.UU. se han desarrollado de forma cíclica. Los comienzos del siglo XX, aproximadamente desde la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana a la Gran Depresión, fueron testigo de un periodo de intervenciones militares directas por parte de EE.UU., del auge de la Diplomacia del Dólar y de la posterior penetración a gran escala de las economías latinoamericanas por banqueros e inversores. La ideología del libre comercio mandó en las relaciones EE.UU.-Latinoamerica, a pesar de ello fue aplicada selectivamente, principalmente en interés del acceso estadounidense a los mercados latinoamericanos y con mayores restricciones respecto a la entrada de Latinoamérica en los mercados de EE.UU. (v.g. cuotas de azúcar, etc.). Con la Gran Depresión el "sistema de libre mercado" colapsó, muchos inversores, banqueros y comerciantes estadounidenses desinvirtieron, algunos fueron a la bancarrota y otros encontraron pocos compradores para vender sus mercancías. En Latinoamerica mediante circunstancias planeadas y/o forzadas, los gobiernos comenzaron a desarrollar la industrias nacional por la vía de las inversiones públicas y las barreras arancelarias proteccionistas; las subvenciones favorecieron a los productores locales en los mercados nacionales y hicieron accesible la alimentación básica al conjunto de la población. La regulación pública de los beneficios de las grandes empresas y las remesas del extranjero mantuvieron los ingresos por divisas que fueron asignados a las industrias y actividades ligadas más estrechamente a la producción local de bienes industriales. En suma, la economía política nacional-populista floreció durante casi medio siglo. Wall Street se adaptó a este modelo hasta tal punto que Washington no podía invertirlo y volver a la anterior bonanza del periodo de laissez-faire.
Con el comienzo de la Guerra Fría, Washington utilizó la amenaza soviética como vehículo para reestablecer el modelo de Libre Comercio en América Central y el Caribe, y para presionar al resto de Latinoamerica a revertir sus compromisos con objeto de liberalizar sus economías. En el extremo opuesto del espectro político, los revolucionarios latinoamericanos pretendían radicalizar el régimen nacional-populista y transformarlo al socialismo. Los revolucionarios tuvieron éxito en el caso de Cuba, mientras Washington fue capaz de arrebatar a la fuerza el control del resto de Latinoamérica por la vía de una serie de dictadores militares y regímenes civiles autoritarios. Ayudado por la crisis de la deuda, Washington pudo obligar a los regímenes latinoamericanos a aceptar la vuelta a la economía del laissez-faire.
Desde principios de los 80 hasta finales del siglo, una nueva regla de juego fue introducida en Latinoamerica, la misma ha sido denominada Libre Mercado o "régimen neo-liberal". Los componentes esenciales del sistema de libre mercado incluyen la eliminación de todas las barreras al comercio, el fin de todos los subsidios estatales a la industria y a los consumidores de baja renta, la privatización de toda empresa de propiedad pública, bruscas reducciones en los gastos sociales del estado, libre convertibilidad de monedas, ilimitada remisión de beneficios, ilimitada explotación de aquellos recursos naturales escasos en el país de origen de los inversores, desregulación de las inversiones y una nueva reglamentación del trabajo que facilita la concentración de poder para contratar y despedir en los gerentes.
Este "paquete de medidas" llamado por sus beneficiarios "reformas económicas" ha tenido un importante impacto en los intereses de EE.UU. Ni desde los años 20 y finales del siglo XIX ha disfrutado Wall Street de un tratamiento tan favorable. Las "reformas" han suministrado más oportunidades a más empresas estadounidenses para que inviertan en los más diversos sectores de la economía latinoamericana y para maximizar su beneficio, que en ningún otra época en la historia de las relaciones EE.UU.-Latinoamérica. Al mismo tiempo, las altas tasas de beneficios para Wall Stret han sido acompañadas con el surgimiento de una pequeña élite de multimillonarios latinoamericanos que también han participado de esos beneficios sin precedentes. Por otra parte, las desigualdades sociales, la pobreza, la marginalidad y explotación de la mayoría de la población ha alcanzado niveles sin precedentes. Este "nuevo sistema" (que alberga muchas semejanzas con la vuelta al modelo explotador de principios de siglo) ha sido construido mediante la intervención consciente de los policy makers en Washington y Latinoamérica, en estrecha colaboración con las élites de las instituciones financieras y económicas, y de los grandes complejos industriales y comerciales de EE.UU. y Latinoamérica.
Los artífices o arquitectos del sistema de libre mercado han creado oportunidades históricas para los inversionistas de Wall Street y formulado estrategias económicas que maximizan sus ventajas, particularmente en el periodo posterior a la Guerra Fría. Detrás de la "apertura de mercados" y la disminución de las barreras comerciales se encuentran dos importantes tendencias, una "interna" y otra externa.
Dentro de Latinoamérica una nueva clase de capitalistas transnacionales ha emergido, estos tienen grandes inversiones en compañías del exterior, están involucrados en "joint ventures" (sociedades conjuntas con acuerdos de riesgos compartidos temporalmente) con empresas multinacionales, son altamente dependientes de la financiación externa y tienen sustanciales cuentas en la banca off-shore (banca no sometida a regulaciones nacionales). Los capitalistas transnacionales han amasado una inmensa fortuna por distintas vías, frecuentemente combinándolas. Algunos acumularon inicialmente pequeñas fortunas por la vía de los contratos estatales durante la anterior etapa nacionalista, luego aprovecharon su dinero para comprar empresas públicas a "precios políticos" (es decir, precios determinados en función de las conexiones políticas), durante el furor privatizador con ocasión de la llegada de los neoliberales. Otros capitalistas transnacionales son el producto, casi exclusivamente, de las transferencias de dinero a gran escala habidas mediante las vinculaciones con el estado y la corrupción existente (no ocasionalmente vinculada a las drogas). Posteriormente el dinero fue "blanqueado" mediante amplias inversiones en empresas legítimas vinculadas, a menudo, a inversores extranjeros. Otros siguieron el camino de la acumulación de capital y luego "vendieron" a empresas extranjeras continuando como accionistas minoritarios. Finalmente una minoría fue capaz de combinar la acumulación normal, con la ventaja de sobornar a las empresas públicas, las favorables asociaciones con inversores del extranjero, los préstamos subsidiados y los mercados monopolizados para acumular inmensas fortunas que les facilitan alcanzar el estatus de transnacional. Con posiciones dominantes en una diversidad de sectores económicos estratégicos y fuertes relaciones con el aparato de estado, los capitalistas transnacionales latinoamericanos están deseosos de entrar en los mercados del exterior y construir alianzas. Tienen acceso al capital extranjero y son defensores poderosos y con éxito de las políticas neoliberales, además de ser decisivamente influyentes en la elección de Presidentes y legisladores.
La importancia de los capitalistas transnacionales latinoamericanos en configurar la estructura política de la que el "Libre Mercado" emergió no puede ser subestimada. Ellos constituyen el vínculo vital entre el eje Washington/Wall Sreet, la penetración en los mercados latinoamericanos y el estado, y la explotación del trabajo y los recursos. Los capitalistas transnacionales latinoamericanos y sus amaestrados economistas estadounidenses (y británicos) son artífices importantes de las políticas de Libre Mercado, a la vez que importantes beneficiarios económicos de las mismas.
El segundo factor que facilita el surgimiento del Libre Mercado es la creciente capacidad de EE.UU. para intervenir en el periodo posterior a la Guerra Fría. La eliminación del bloque chino-soviético ha dado una oportunidad sin precedentes a Washington: la capacidad de intervenir militarmente en cualquier parte del mundo sin temor o miedo a represalias; en otras palabras, la impunidad imperial ha sustituido el equilibrio del terror. Al contrario de muchos escritores que describen el periodo posterior a la Guerra Fría como un tiempo de paz, cooperación y prosperidad, el mundo político-militar unipolar suministra a Washington una formidable oportunidad para modelar la agenda político económica de los regímenes renuentes que no reconocen esas verdades evidentes por sí mismas del "Libre Mercado". El poder real y potencial para intervenir militar, económica o secretamente, ha sido un importante resorte para imponer el régimen de Libre Mercado, y la ideología neoliberal de los inversores privados, especuladores económicos e instituciones económicas internacionales.
Las intervenciones militares periódicas de Washington en África, Europa Central, América Central y Sudeste asiático han sido recordatorios a los régimenes que aún puedan cuestionar el Libre Mercado, de que ellos también pueden convertirse en objetivos. A pesar de que cada una de esas intervenciones fue justificada con una amplia variedad de argumentaciones, la justificación genérica era "la necesidad de mantener el liderazgo USA" y/o "retener la credibilidad política global". En otras palabras, enviar un mensaje militar de que los distintos regímenes deberían admitir y someterse a la agenda de Libre Mercado de Washington /Wall Street.
Washington, en búsqueda de los objetivos del Libre Mercado, actuó de común acuerdo con sus representantes económicos en las Instituciones Financieras Internacionales (IFI: Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, principalmente) y con las poderosas instituciones financieras privadas de Wall Street, poniendo de moda lo que más tarde fue denominado " el consenso de Washington" o reinado del régimen de Libre Mercado en Latinoamérica.
Todas y cada una de las políticas que surgen de las IFI son previamente discutidas y aprobadas por el Departamento del Tesoro de EE.UU., de común acuerdo con las necesidades e intereses financieros y empresariales privados. La influencia combinada de Wall Street y Washington ha sido un instrumento para desmantelar las instituciones de asistencia social y las empresas públicas de Latinoamérica, la legislación progresista sobre el trabajo y los subsidios estatales para la alimentación básica de los pobres. Una vez que Washington se ha asegurado la desregulación de los mercados financieros de Latinoamérica permitiendo el libre flujo de mercancías, capitales, beneficios, dividendos y pagos de intereses, la influencia de Wall Street fue derribada a patadas (¿¿). Para frenar las salidas de los flujos de capital y retener la afluencia de fondos, los regímenes latinoamericanos fueron obligados a subir los tipos de interés y someterse a condiciones más onerosas.
Los artífices del Libre Mercado fueron en gran medida ayudados en su cruzada por la pujanza de una secuencia de acontecimientos políticos que acentuaron su influencia. Los golpes militares desde mediados de los 60 a mediados de los 70 en Brasil, Indonesia, Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay y otros países, fueron importantes puntos de apoyo político para los defensores del libre mercado. En todos los casos, Washington estuvo activamente implicado en promover y/o organizar y financiar el ejército. Con posterioridad a los golpes de estado y con grados diferentes de "liberalización", los nuevos regímenes dictatoriales transformaron sus economías adaptándose a la agenda de Libre Mercado de Washington/Wall Street mientras fomentaban el ascenso de la nueva clase de capitalistas transnacionales.
La así llamada "crisis de la deuda" permitió a los arquitectos del Libre Mercado imponer su agenda neoliberal. Aunque mucho se dijo y criticó sobre la dificultad creada por los pagos de la deuda (en la mayoría de los casos justificadamente), lo que sería estratégicamente más devastador fueron las condiciones impuestas a cambio de la "renegociación" o "reestructuración" de la misma. Para los artífices del Libre Mercado la deuda exterior se convirtió en un instrumento para un fin más ambicioso. Aunque la recaudación de los pagos por intereses fue importante, objetivos más amplios y más lucrativos eran más preocupantes: la captación de los sectores financieros locales, la compra de empresas estratégicas del sector público (telecomunicaciones, petróleo, etc.), la penetración en todos los sectores de la economía. Las negociaciones de la deuda resultaron en la imposición de una serie de condiciones que condujeron de hecho a la implementación de la agenda del Libre Mercado por parte de los regímenes locales.
El sistema de Libre Mercado en Latinoamerica llevó a largo plazo a la transformación del comercio a gran escala, a la aplicación de determinadas políticas económicas y financieras, y al surgimiento de un nuevo tipo de "intervencionismo estatal" con su propio sistema regulatorio.
Los recursos claves fueron asignados hacia atrayentes inversores extranjeros, no hacia el fomento del ahorro nacional o la expansión de los mercados nacionales. Los sistemas de comunicaciones, reglamentaciones del trabajo y leyes sobre la inversión fueron todos dirigidos a incentivar a las empresas extranjeras a adquirir la economía local. La política comercial al favorecer a los exportadores extranjeros, arruinó a los productores locales pequeños y medianos e incentivó el crecimiento de capitalistas dedicados al comercio internacional o de compradores (como importadores). La liberalización financiera provocó el boom del capital especulativo (tanto extranjero como nacional) a costa de la inversión productiva y la financiación de la investigación y el desarrollo.
De importancia crucial para estos cambios económicos ha sido la transformación del estado, el cual (al contrario de su ideología de Libre Mercado) reorientó su intervencionismo y reestructuró sus regulaciones fomentando el beneficio de los inversores extranjeros y sus homólogos transnacionales. La introducción del capitalismo de libre mercado estuvo lleno de problemas desde su nacimiento. Primero las medidas orientadas hacia la desregulación y privatización fueron precedidas por lo que se denominó "terapias de choque" o dicho de otro modo brutales aumentos del precio de los alimentos básicos, servicios públicos, gasolinas, etc. Esto fue acompañado de una congelación de salarios, y recortes masivos en los gastos públicos para programas sociales, inversiones públicas y salarios de los funcionarios. El estado intervino así para reorientar el gasto público a favor de las empresas en lugar de a los grupos asalariados, mientras que colocaba al movimiento laboral a la defensiva.
La intervención estatal en la sociedad civil particularmente contra las clases populares siguió con objeto de reducir la oposición al tratamiento de choque. La intervención del estado en la economía continuó: la privatización fue esencialmente la transferencia de empresas públicas del estado a monopolios privados a precios, en muchos casos, determinados por las vinculaciones políticas entre los inversores privados y los funcionarios estatales. El estado volvió a socializar la banca privada con deuda y transfirió los bancos "saneados" a propietarios privados alineados con el régimen. Posteriormente el estado intervino financiando grandes empresas privadas al borde de la bancarrota y transfiriendo fondos públicos a los bolsillos privados.
El intervencionismo definió así el nuevo estado de libre mercado a pesar de que era un tipo bastante distinto de la variante nacional populista previa.
Aunque los defensores del Libre Mercado hablaban de desregulación, su estado, de hecho, instituyó un nuevo conjunto de regulaciones, conducido por una nueva configuración de reguladores. El sistema regulador de Libre Mercado fue básicamente formado por un nuevo conjunto de actores socioeconómicos (capitalistas transnacionales, directivos de las IFI, etc.). Este sistema regulador estableció las normas para controlar los flujos de capital, las relaciones del mercado con el estado y los sectores designados para la privatización.
En suma, la ascendencia del sistema de Libre Mercado fue acompañada por la transformación del estado pero no exactamente en los términos descritos por sus ideólogos. El nuevo estado de libre mercado fue aún más activista, más profundamente atrapado en contradicciones al elaborar las regulaciones y más propenso a intervenir en la sociedad civil, que el anterior estado nacional populista. La principal diferencia eran las poderosas relaciones entre el Estado de Libre Mercado y Wall Street y Washington, el mayor grado de control del capital transnacional latinoamericano y el propósito o compromiso más unilateral de reconcentrar las ganancias en los de arriba y el exterior.
Las nuevas políticas comerciales y de inversión encarnadas o personificadas en el sistema de Libre Comercio y la nueva estructura del estado han tenido un gran alcance y han generado un profundo impacto en las actuaciones de EE.UU. en Latinoamerica. Concretamente ellas generan grandes ingresos a los bancos, grandes empresas y fondos de inversión estadounidenses, así como también suministran grandes superávit a las de otra manera desequilibradas cuentas exteriores de EE.UU.
A gran escala, las multinacionales estadounidenses y las empresas financieras de Wall Street han sido los principales beneficiarios del sistema de Libre Mercado que Washington ha contribuido a insertar en la zona. Los beneficios han ascendido a extremos sin precedentes, los pagos de intereses han sido recaudados muchas veces por encima de la deuda original, los ingresos por patentes, los contratos por licencias y sobre productos culturales han alcanzado niveles records. Enormes flujos de inversiones especulativas o de cartera han festejado los exorbitantes tipos de interés y los artificialmente inflados precios de las aciones.
Nunca en la historia de las relaciones EE.UU-Latinoamérica los inversores estadounidenses han hecho tanto dinero en tan corto espacio de tiempo, y desde una variedad tal de fuentes, como ha ocurrido durante los últimos 20 años. El baile de billones ha beneficiado a los capitalistas transnacionales de Latinoamérica convirtiendo a los multimillonarios en billonarios y a estos en propietarios de inmensos imperios que abarcan el continente. Sin embargo, las mismas estructuras que tan elegantemente han beneficiado a las élites financieras y empresariales USA tienen dos consecuencias negativas.
Primero, la más importante a saber, la estructura básica que facilita los flujos de capital es precisamente la misma que provoca la fuga de capitales. Y subyaciendo a ello son economías y sociedades con poca o ninguna capacidad visible de producir innovaciones o nuevos productos o aumentar el consumo nacional. En una palabra, hay un abismo irreconciliable entre la afluencia de capital y la capacidad de la economía de expandirse durante demasiado tiempo suministrando ingresos o ganancias a largo plazo. Como consecuencia es de esperar que ocurra una crisis interna.
En segundo lugar, el método fundamental de reestructurar la economía para acomodarla a las demandas de las clases dominantes ha polarizado la sociedad entre una mayoría que ha venido disminuyendo gravemente sus estándares de vida y una minoría super-rica que comparte con la élite estadounidense los beneficios, préstamos y subsidios. El resultado a largo plazo será el surgimiento de conflictos sociales y políticos a gran escala. Igualmente importante es la reduccion del mercado nacional y el constante drenaje exterior de recursos financieros, lo que significa que ningún paquete de estímulo puede ponerse fácilmente en marcha para compensar el colapso de los mercados exteriores Igualmente devastador es probablemente la peculiar estrechez de quiénes constituyen, controlan y configuran política y socioeconómicamente el estado del Libre Mercado al usar su poder político para financiarse a sí mismos en las crisis y trasladar los costes a las clases asalariadas, exacerbando así los conflictos de clase mientras imposibilitan cualquier "reforma" significativa que tenga lugar. Finalmente, dada la naturaleza "abierta" del modelo de Libre Mercado y el papel integral unitario que las inversiones especulativas juegan en el mantenimiento del mismo, los primeros signos de crisis interna provocaránn fugas de capital a gran escala.
Con objeto de comprender el alcance y sentido de los beneficios estadounidenses durante los 20 años de bonanza en Latinoamerica, nos proponemos analizar las relaciones económicas específicas entre EE UU y Latinoamérica; es decir, las relaciones comerciales, de inversiones, préstamos y royalties. Los beneficios empresariales estadounidenses han sido multisectoriales, prolongando y aumentando las tasas de ganancia de los periodos previos. Los beneficios han sido tanto específicamente sectoriales como sistémicos o internos, en el sentido de que no sólo los bancos mejoraron sus márgenes de beneficio, sino que también la balanza de pagos de la economía estadounidense fue ampliamente mejorada. Lo que comenzó como una "crisis" en las relaciones financieras EE UU-Latinoamérica (la llamada crisis de la deuda de 1981-82) fue convertida literalmente en una oportunidad de oro para que los intereses de la banca y empresas estadounidenses apalancaran y accedieran de una forma sin precedentes a los mercados latinoamericanos, a sus recursos, bancos (y ahorros locales) y al trabajo, bajo condiciones enormemente ventajosas; es decir, con costes laborales reducidos (gracias a las devaluaciones), desregulaciones comerciales y monetarias, y tipos impositivos favorables.
Los beneficios sectoriales y las ventajas estratégicas de la posición económica global que gozaba EE UU reforzó el gran interés en sostener las agendas "neoliberales" en Latinoamérica. Esto requirió que Washington apoyara a las élites latinoamericanas frente a la insatisfacción popular general que provocaban los resultados socioeconómicos de las políticas de Libre Mercado.
La política económica estadounidense hacia Latinoamérica es casi exclusivamente definida por los intereses de las 500 empresas que aparecen en la revista "Forbes", los mayores bancos y empresas multinacionales estadounidenses que suministran la enjundia y el contenido a la de otra manera vacua retórica de la "globalización".
La lógica de la expansión financiera y empresarial estadounidense; es decir, la conquista y consolidación de cuotas del mercado latinoamericano conduce o lleva a inversiones crecientes en "mercados de derivados" y a la enorme expansión de capital especulativo en la economía de papel. Así, mientras los préstamos e inversiones en Latinoamérica crecen, el ámbito y profundidad del mercado real (consumidores y productores) se reduce. Los primeros inversores obtienen altas ganancias sobre la base de la entrada de los últimos inversores que inflan el valor de las acciones y bonos por encima de su capacidad de ganancia real. En cuanto los principios o fundamentos económicos vayan mal, el boom artificial se debilitará con el primer signo de que las altas tasas de ganancias de los primeros inversores se estuvieran agotando. El resultado será el comienzo de una precipitada caída en los beneficios, intereses, dividendos y ganancias especulativas de los inversores privados. Esto no será meramente un fenómeno de "boom y ruina" sino esencialmente el colapso de un "esquema tipo pirámide" que, sin embargo, arrastra con él a las "inversiones productivas normales" que se hayan producido en la industria, minas, comercio al por menor, etc.
La crisis de los 90 ha afectado la tasa de beneficio de las 500 empresas Forbes y a sus ingresos agregados, acarreando distintas consecuencias negativas para las cuentas exteriores de EE UU, ya cada vez más fuera de equilibrio en Asia.
Lo que la mayoría de los expertos financieros y economistas convencionales de prestigiosas Universidades describen como "fundamentos o bases saneadas" ("economías reformadas", libre convertibilidad, privatización de la empresa pública, eliminación de los controles de cambio, etc.) que facilitan la entrada a gran escala del capital extranjero para financiar el crecimiento, fueron precisamente las condiciones que minaron y desarticularon las economías latinoamericanas llevándolas a una crisis más profunda. Las inversiones de cartera a gran escala expandieron las reservas latinoamericanas pero aceleraron el colapso: la entrada fácil lleva a la salida rápida.
La lógica del capitalismo de libre mercado es una sociedad depauperada como condición para las entradas de capital exterior a gran escala y un colapso interno o sistémico ante las salidas de capital. Por encima del camino de la parábola del libre mercado surgen distintos ganadores y perdedores. Los ganadores tienen estrechas relaciones con los principales arquitectos del modelo de Libre Mercado (incluso aunque al final los ganadores acaben devorando a sus propios hijos).
La mejor forma de comprender las implicaciones económicas y políticas de USA en Latinoamérica es desde la perspectiva de saber quién gana y quién pierde. Los principales beneficiarios desde el lado estadounidense han sido los "cuatro jinetes": exportadores, inversores (fabricantes y otros), banqueros (y especuladores financieros) y rentistas (recaudadores de royalties). Cada uno de estos cuatro jinetes operan en mercados específicos y son capaces de captar los altos beneficios que generan las actividades a través de las ventajas que proporciona el crecimiento de los sistemas de mercado inducidos políticamente.
Para los exportadores estadounidenses Latinoamérica era una región clave en el mercado mundial. Por encima del 20% de las exportaciones de las 80 empresas más importantes de EE.UU tienen como destino Latinoamérica. Dentro de Latinoamérica, Brasil, Méjico y Argentina son los principales mercados de los exportadores estadounidenses representando en conjunto el 60% del comercio de EE.UU. con Latinoamérica. En paralelo al comercio empresarial desde EE.UU., las principales empresas obtienen importantes beneficios de lo que se describe como "comercio regional", concretamente con la asociación de comercio MERCOSUR. Las ganancias del comercio desde EE.UU. a Latinoamérica, así como del comercio intraregional, representan una parte importante de los ingresos empresariales de las principales multinacionales.
Aunque los exportadores estadounidenses se benefician, también lo hacen los importadores de EE.UU., concretamente los importadores de materias primas estratégicas. Por la vía del apalancamiento de la deuda y las privatizaciones indiscriminadas, las empresas de EE.UU. han adquirido algunos de los ingresos más rentables en la producción minera, petróleo, telecomunicaciónes y compañías internacionales de alimentación. El resultado neto es que los importadores son capaces de reducir los costes de producción y aumentar los beneficios por la venta final de los productos.
Bajo el sistema de Libre Mercado, la industria manufacturera exportadora de EE.UU. ha sido capaz de desplazar y/o comprar la industria nacional aumentando su participación en el mercado Latinoamericano en áreas de alto crecimiento (tales como computadores, telefonía celular, etc.). Asimismo, las empresas agroalimentarias han llevado a la quiebra a los productores locales de cereales (trigo, maiz y arroz) en Méjico, mientras que por otra parte captan o acaparan los inputs (maquinaria agrícola, fertilizantes, etc.) y elaboran los alimentos agrícolas. Resultados similares se han producido en el mercado de los "bienes culturales de masas": el libre mercado ha dado lugar a la proliferación e inundación de películas, tiendas de distribución de vídeos, CDs, casettes y espectáculos de entretenimiento de los EE.UU..
El resultado es que EE.UU. tienen una Balanza de Pagos espectacularmente favorable con Latinoamérica. Si comparamos y analizamos el superávit comercial de EE.UU. en Latinoamérica con sus déficit comerciales con Asia y Alemania podemos comprender las enormes ventajas que el sistema de libre comercio le ha generado en una región, Latinoamérica, donde las empresas de estadounidenses gozan de ventajas competitivas y de instituciones políticas favorables a sus intereses. Sin esas balanzas comerciales favorables con Latinoamérica las cuentas exteriores de EE.UU. estarían desequilibradas, lo que provocaría graves presiones sobre el dólar y sobre la capacidad de EE.UU. para financiar sus déficit. La apertura comercial que existe en Latinoamérica y la capacidad de las empresas estadounidenses para explotarla es con diferencia mayor que en cualquier otro lugar del mundo (desde luego mayor que en Asia)
Los beneficios de las bancos USA provienen de distintas fuentes: pagos de intereses de los préstamos, pagos de intereses de los pagos de intereses, la penetración del sistema financiero y bancario Latinoamericano (y la captación de los ahorros locales), la adquisición total o parcial de las empresas locales a cambio de los pagos de deuda denominados en dólares y la facilidad para llevar a cabo "fugas de capitales" y el "blanqueo" de billones de dólares mediante los ingresos ilícitos u "oscuros" de las influyentes élites políticas y económicas.
En las dos décadas que van desde principios de los 70 a los 90, los bancos de EE.UU. estuvieron capitalizando a tipos de interés variables, el empeoramiento en las condiciones para devolver los créditos que habían concedido y las acomodaticias élites políticas latinoamericanas defensoras del libre mercado hizo que se captaran pagos de intereses por encima de la media, de forma que las devoluciones acumuladas excedieron con diferencia la deuda original en que se incurrió en los 70.
Las renegociaciones de la deuda fueron cruciales para apalancar a las economías latinoamericanas en el Libre Mercado sirviendo a los intereses de los capitalistas transnacionales latinoamericanos y estadounidenses que deseaban la libre convertibilidad. De camino, esto último animaba el crecimiento masivo de la inversión en cartera interesada en los rápidos ingresos y la fácil convertibilidad a dólares. Los principales grupos bancarios y financieros fueron capaces de acumular valiosos activos por debajo de los precios de mercado mediante swaps de deuda, diversificaban así sus holdings y multiplicaban las fuentes de sus lucrativas remuneraciones.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial suministraron oficialmente la financiación que permitió a los bancos de EE.UU. recuperar los préstamos al suministrar a los regímenes latinoamericanos fondos para satisfacer el pago de las deudas privadas. Así, por ambos lados (acreedor y prestamista) los fondos públicos asumieron los costes al "socializar" los malos préstamos, aunque facilitando suculentos beneficios.
La adquisición parcial de los bancos latinoamericanos endeudados y la constante necesidad de los regímenes latinoamericanos de crear confianza a la inversión por la vía de mantener altos niveles de reservas exteriores (en dólares) suministró a los bancos e instituciones económicas extranjeras la oportunidad de invertir en bonos gubernamentales a alto tipos de interés, otra lucrativa zona de donde obtener beneficios.
La inestabilidad y volatilidad de las inversiones de cartera a corto plazo inherente a su dependencia de la flotación libre del tipo de cambio, la falta de crecimiento en la economía real, los altos niveles de quiebra en las economías locales auspiciaron la fuga de capitales (parte de la cual fue de hecho transferencia de capital desde Latinoamerica a EE.UU. Los inversores latinoamericanos compraron bonos y acciones y depositaron sus ahorros en cuentas bancarias estadounidenses, todo lo cual beneficiaría a los sectores financieros públicos y privados de EE.UU.
La volatilidad y las salidas de capital también obligaron a los regímenes de Libre Mercado Latinoamericanos a subir los tipos de interés para hacer atractivos los bonos del Estado a los inversores extranjeros. Los inversores, de camino, demandaron y recibieron instrumentos denominados en dólares para cubrirse ante las súbitas devaluaciones de la moneda local.
Lo que aparecía como especulaciones financieras de "alto riesgo", sin embargo, no eran a menudo tales. Por ejemplo, el dinero de los contribuyentes estadounidenses fue usado por Washington para financiar a los especuladores de Wall Street que habían perdido varios billones de dólares con el "crash" mejicano de 1994. El sistema de Libre Mercado en EE.UU. y Latinoamérica requirió un estado "activista" para recuperar las inversiones privadas arbitrarias y poco fundadas, revelando así el poder del capital financiero tanto en EE.UU. como en Latinoamérica. Al minimizar las pérdidas mediante la financiación o monetización de las mismas por el gobierno y maximizar las ganancias por la vía del fomento gubernamental de las políticas de Libre Mercado, incluyendo el apalancamiento de los swaps, las instituciones financieras y bancarias estadounidenses han sido los grandes ganadores en Latinoamérica así como serían los grandes perdedores si se produjera el colapso del sistema de Libre Mrecado.
Los inversores comerciales, mineros y de la industria de servicios USA también se han beneficiado a partir la década del "baile de billones".
A la primera oportunidad el sistema de Libre Mercado ha estado en vanguerdia bajando los costes laborales vía reducción de hecho de los salarios mínimos, debilitando gravemente la legislación laboral que afecta a la higiene, salud y seguridad en el trabajo, socavando el poder de negociación de los sindicatos por la vía de la represión estatal y la cooptación de sindicalistas corruptos, y aumentando el desempleo y subempleo para exacerbar las presiones a la baja en los salarios de los trabajadores empleados. Junto a costes del trabajo más bajos, los inversores estadounidenses se han beneficiado de las devaluaciones comprando a precios de saldo aquellas empresas locales con problemas, a menudo mediante pagos a políticos profesionales y dóciles consejeros económicos adiestrados en el libre mercado de EE.UU.
La ausencia de impuestos, la desregulación de los controles sobre las propiedades extranjeras y las remesas de beneficios, la libre convertibilidad y eliminación de las restriccciones a las propiedades extranjeras ha permitido a las multinacionales extranjeras con sus inmensos recursos expandir la obtención de beneficios a nuevos sectores económicos, incluyendo tiendas de alimentos al por menor, inmobiliarias, comercio al por menor, petróleo y otros minerales estratégicos.
El resultado han sido altas tasas de ingresos no sólo en las inversiones directas sino ganancias inesperadas, a través de la adquisición de empresas públicas rentables mediante la privatización de las mismas. Antes de la privatización los sistemas de Libre Mercado Latinoamericanos asumieron la carga de los trabajadores despedidos absorbiendo las deudas y desregulando los precios o tarifas (concretamente la de los servicios públicos), así garantizaban a los nuevos propietarios multinacionales una alta tasa de ganancia. En algunos casos, las adquisiciones de las empresas privadas han estado basadas en la conversión de las deudas en inversiones, de este modo ningún nuevo capital (o títulos valores) entra en el precio de compra. El sistema de libre mercado puede obtener una fuerte inyección de fondos de la venta, pero pierde beneficios a largo plazo y los productores y consumidores pagan precios más altos por los bienes y servicios, mientras las multinacionales aumentan sus remesas de beneficios o financian nuevas inversiones en nuevos sectores de la economía. La privatización no suministra normalmente nueva tecnología, investigación o puestos de trabajo como en gran medida ocurre cuando se producen cambios en la propiedad. La privatización conduce a la reasignación de los beneficios, con mayores cantidades saliendo al exterior y hacia arriba, introduciendo de esa manera una mayor presión en la balanza de pagos y en las reservas exteriores, especialmente por aquellas empresas que producen mayoritariamente para el mercado nacional.
Si las negociaciones de la deuda, los swaps y la condicionalidad aceleraron la adquisición de recursos y empresas latinoamericanas por las multinacionales de EE.UU., la liberalización de los movimientos de capital que acompañó el proceso y la desregulación del sistema financiero abrieron la puerta al crecimiento masivo de la especulación (sobre las divisas, acciones, derivados, bonos basura, etc.) otra fuente de volatilidad y drenaje de riqueza hacia los bolsillos de los grandes fondos de inversión de Wall Street. El posterior colapso de la especulación de valores era inevitable dada la muy estrecha base de la economía real, la reducción del mercado consumidor nacional las expectativas inversoras grandemente infladas basadas en la percepción de que "otras y posteriores inversiones" continuarían inyectando dinero en la ya saturada "economía de papel".
El sistema de Libre Mercado mantuvo la afluencia de capitales mediante divisas altamente sobrevaloradas y tipos de interés exorbitantes que consumieron la inversión local, y llevaron al estancamiento, la recesión y el desempleo masivo. Cuando el sentido de la realidad penetró finalmente incluso el denso humo ideológico de la clase dirigente, y la economía real mostró signos de colapso, los inversores extranjeros huyeron en masa socavando las reservas exteriores y sacando las cuentas exteriores de su equilibrio. Los tipos de interés artificialmente altos y las monedas locales sobrevaloradas, que previamente habían dañado gravemente a los exportadores, les obligaron a desplazar los recursos a cuentas denominadas en dólares, la economía de papel y la compra de bonos a corto plazo, retroalimentaron así la economía de papel. El colapso de los valores y préstamos que no se devolvieron a tiempo al sistema financiero fueron así los detonantes de un colapso que se originó por los "fundamentos" o "principios" de la economía de libre mercado: los incentivos diseñados para atraer inversores extranjeros, las estructuras que transformaron la toma de decisiones empresariales en una clase de bomba de crecientes inversiones improductivas y la acumulación basada en el exterior
Una de las fuentes más grandes y más rápidas de extracción de beneficios y de enriquecimiento de las empresas de EE.UU. en Latinoamérica son los acuerdos sobre royalties y licencias de patentes. Los emergentes billonarios y multimillonarios de Latinoamérica que se han "asociado" con las multinacionales de EE.UU. prefieren alquilar las licencias y tecnologías más que hacer inversiones a gran escala y a largo plazo en investigación y desarrollo. Muchas grandes empresas estadounidenses prefieren en muchos casos alquilar tecnologías y patentes por un porcentaje de ventas garantizado, evitando los conflictos nacionalistas y laborales, así como los problemas de comercialización. Así, sin añadir un solo dólar de inversión, software, biotecnología y productos farmacéuticos, películas, vídeos, Cds,.., circulan a través de las empresas latinoamericanas que pagan un perpetuo royaltie a las empresas de EE.UU.
Los pagos por royalties son una parte crecientemente importante del total de ingresos acumulados y transferidos a EE.UU. Y nuevas áreas están siendo añadidas, concretamente en el área ambigua y poco definida de la "propiedad intelectual". De hecho, productos medicinales y plantas que siempre han sido usados por la gente en Latinoamérica están siendo "patentadas" por las multinacionales, prohibiendo así su producción y uso por sus originales usuarios. Sucursales de gigantescas empresas agroalimentarias de EE.UU. están produciendo "semillas empaquetadas" que están diseñadas genéticamente para impedir a los granjeros utilizar las semillas de la planta original. Los royalties que las multinacionales recaudan se ven aumentados por estas nuevas formas de "imperialismo transgénico", y la homogeneización de la producción que socava la potencial innovación inducida localmente es una consecuencia de las políticas básicas del sistema de libre mercado.
Las ganancias acumulativas de las grandes empresas de EE.UU., bancos y empresas de inversiónes, totalizan una extraordinaria acumulación de riqueza por cualquier cálculo que se haga. Quizás en mayor medida que en cualquier otra época de la historia reciente y que en cualquier otro lugar del mundo, las empresas de EE.UU. han obtenido con diferencia la mayor recompensa económica de ningún otro poder imperial o poder que aspire a ser global. Es claro que la mayoría de los beneficios son el producto del sistema de libre mercado y la rígida aplicación de políticas que favorecen a las grandes empresas. Dado el deprimente funcionamiento de las economías en su conjunto, el prolongado estancamiento económico, la crisis crónica de la balanza de pagos y la creciente asignación de los recursos nacionales para satisfacer las obligaciones externas, parece claro que el sistema de Libre Mercado ha hecho poco por el desarrollo de Latinoamérica y mucho por aumentar las oportunidades de una multitud de grandes empresas estadounidenses de saquear la economía y sociedad latinoamericanas
Las mayores empresas de EE.UU. en la banca, exportación e inversión extraen o sacan la parte más importante de sus ingresos de Latinoamérica: de hecho su viabilidad depende de mantener en funcionamiento esa bomba de succión. El colapso de las economías latinoamericanas , en gran parte inducido por el sistema de libre mercado y el masivo pillaje de su economía por parte de la élite empresarial, bancaria e inversora de EE.UU. y sus socios latinoamericanos, es inminente. El impacto en las principales empresas de EE.UU. será rápido y profundo, amenazando con provocar el mayor crash desde 1929.
Reconociendo los peligros para las principales multinacionales de EE.UU., Washington ofreció 30 billones de dólares para evitar el colapso de la economía brasileña. Incluso aquellos fondos hicieron poco por evitar la crisis brasileña y mucho por financiar a los atemorizados inversores estadounidenses de las principales pérdidas del "papel" que ellos mantuvieron en préstamos, títulos y anotaciones brasileños. El aspecto crucial es que el impacto de la crisis de las economías latinoamericanas tendrá un efecto fundamental en los principales actores económicos, las empresas que van a la cabeza en la economía estadounidense. El gobierno de EE.UU. está preparado para desviar billones de los programas sociales nacionales y de las infraestructuras nacionales deterioradas apoyando o sosteniendo las estructuras tambaleantes que han engordado las cuentas de los bancos y empresas de EE.UU.. Al promover los sistemas de Libre Mercado, Washington no está sólo actuando en beneficio o representación de los intereses empresariales privados y de Wall Street, está también sosteniendo sistemas que han acentuado los intereses hegemónicos de EE.UU.
A nivel general los sistemas de Libre Mercado latinoamericanos han funcionado como un coro en defensa de las políticas de libre mercado de Washington en el mundo entero. Menem en Argentina, Frei en Chile, Cardoso en Brasil, Fujimori en Perú,..la lista es muy larga-, y mientras los Presidentes cambian, la retórica del libre mercado continúa. En Latinoamérica Washington se ha asegurado discípulos ejemplares y socios billonarios interesados por sí mismos en promover el programa de Wall Street de privatizar los planes de pensiones, las empresas públicas rentables y aplicar rigurosamente la redistribución o reconcentración de la renta (ajustes estructurales) sin tener en cuenta la oposición ni los intereses del pueblo.
Al ligar su suerte al vagón de Washington los regímenes latinoamericanos suministran una coartada o tapadera que legitima las prácticas que claramente favorecen a los principales protagonistas económicos de EE.UU. (y de Europa y Japón). Aunque el funcionamiento actual de la economías de libre mercado no es para alardear sobre las mismas, el "efecto demostración" que tiene sobre las élites de Asia y otros lugares es probablemente significativo. Las inmensas fortunas acopiadas por los socios de Wall Street en Latinoamérica son probablemente la envidia de muchos especuladores de Asia crecientemente móviles, la capacidad o facilidad para despedir trabajadores en Chile es seguramente la envidia de los fabricantes de transportes surcoreanos.
Latinoamérica sirve como "rampa de lanzamiento" para "globalizar" la ideología y políticas de libre mercado al resto del tercer mundo. Y no de manera poco significativa Washington puede contar conlos votos de Latinoamérica en el GATT y otros foros económicos internacionales para respaldar o dar apoyo moral a su posición general sobre el libre comercio, incluso aunque tengan diferencias en cuestiones concretas. Los sistemas de libre comercio latinoamericanos que brindan un alto nivel de colaboración entre su capitalistas transnacionales estratégicamente situados y los intereses de las grandes empreesas de EE.UU., han asentido o dado el consentimiento en extender el radio de acción de Washington a las instituciones políticas, militares y judiciales de Latinoamérica en un grado sin precedentes. No es una exageración considerar a las naciones latinoamericanas como naciones "semi-soberanas". En primer lugar, los sitemas de Libre Mercado han aceptado, de hecho, las peticiones de Washington de "extraterritorialidad". El arresto, transporte, juicio y sentencia por parte de Washington del General Noriega fue un ejemplo. Las críticas por no mantener las formas fueron seguidas por un profundo silencio y posterior cooperación al prorrogar las bases militares de EE.UU. en Latinoamérica y ampliar el papel oficial de la DEA (Agencia de Lucha contra la droga), CIA y FBI en la vigilancia de las sociedades latinoamericanas. Los regímenes latinoamericanos se han sometido a los procedimientos de "certificación" USA en lo que respecta al narcotráfico, lo cual da a Washington un papel esencial en la selección y rechazo de altos funcionarios políticos, militares, judiciales y de la policía (lo que precisamente no supone una insignificante intromisión y delimitación de la "soberanía nacional".
Los sistemas de Libre Mercado latinoamericanos han implementado fervorosamente las "Políticas de ajuste" diseñadas por EE.UU. por la vía del control e influencia del Tesoro en el Banco Mundial y el FMI. Las características principales de las economías (relación entre la propiedad pública y privada, reglas de comercio, reglamentación laboral, sistema de pecios y subsidios,...) han sido profundamente moldeados por Wall Street a través de Washington de tal manera que sería la envidia de los Virreyes españoles.
Las características de la actividad estatal y la reorientación del activismo estatal hacia la promoción de los inversores extranjeros es otro gran plus político de Washington. El Gobierno de EE.UU. se ha asegurado mediante los acuerdos sobre comercio e inversiones, no sólo la eliminación de las barreras al comercio y a la inversión extranjera, y la protección de los inversores estadounidenses de las posibles nacionalizaciones, sino la aquiescencia por parte de los sistemas de Libre Mercado del "papel clave" que los inversores extranjeros juegan en cualquier esquema de "desarrollo".
Es como si los regímenes latinoamericanos hubieran asumido el papel de Washington de guardianes de los inversores estadounidenses ( con la cláusula añadida de que los contribuyentes latinoamericanos pagan la factura. En términos globales y regionales, los sistemas de libre mercado han contribuido a realzar los fines estratégicos de EE.UU. en el terreno ideológico, económico y militar, mientras que disminuyen todos los obstáculos a la penetración en el público de masas de la cultura estadounidense.
Aparte de los beneficios "macropolíticos", Washington se ha asegurado el apoyo en áreas y cuestiones concretas. Las élites económicas y políticas del libre mercado Latinoamericano se hacen eco de las posiciones de Washington sobre el terrorismo, derechos humanos y las políticamente definidas como "naciones non gratas". Por ejemplo, los libres hombres de negocios latinoamericanos nunca se pronuncian sobre cuestiones relativas al terrorismo de estado que dimana de Washington (bombardeo de Afganistán y Sudán), pero condenan a Serbia en Kosovo. Condenan lo que Washington califica como "criminales de guerra" en Bosnia, pero siguen la indicación de Washington absolviendo a los generales latinoamericanos genocidas de Guatemala, Chile y Argentina. Condenan y boicotean a Libia for el caso Lockerbee, pero se abstienen de condenar la tortura sistemática de palestinos por parte de Israel.
En los conflictos regionales y el "alineamiento de bloques", los regímenes latinoamericanos es más probable que se alineen con Washington frente Europa y Japón en cuestiones de comercio, y en cuestiones del Medio Oriente y de seguridad.
Hay también áreas de desacuerdo, concretamente en cuestiones regionales donde hay un notable sentimiento público e intereses empresariales locales opuestos a las políticas de Washington y donde Europa respalda "la postura independiente" de los regímenes latinoamericanos. La más notable diferencia entre los regímenes de Libre Mercado latinoamericanos y Washington es en la legislación Helms-Burton que sanciona a las empresas que se relacionan con Cuba. En el comercio cubano los regímenes latinoamericanos son defensores del "libre mercado" más consistentes que sus tutores del norte, cuya política está más "motivada ideológicamente". Otra cuestión de conflicto es Las Malvinas, donde Washington respalda a Londres contra el suave apoyo de Latinoamérica a Buenos Aires. Lo que estas y otras diferencias nos dicen es que en las grandes cuestiones que definen la posición hegemónica de Washington los regímenes de Libre Mercado latinoamericanos son "seguidores de la fuerza hegemónica". Pero en cuestiones específicas que afectan sensibilidades nacionales concretas y los importantes intereses de sus capitalistas transnacionales, los regímenes de Libre Mercado latinoamericanos han disentido, particularmente cuando han contado con el apoyo europeo y canadiense.
Claramente las relaciones entre los sistemas de Libre Mercado latinos y Washington han sido inmensamente favorables a las posiciones hegemónicas de Washington. Los regímenes latinoamericanos han permitido el acceso sin precedentes por parte de EE.UU. a los recursos naturales, han facilitado la influencia de Washington dentro de sectores clave del gobierno, incluyendo los servicios secretos, el ejército y el poder judicial. Lo que claramente es un excelente ejemplo de un súbdito hegemonizado, es en muchos casos el papel de aquellos regímenes latinoamericanos que toman iniciativas en beneficio de los intereses de USA sin coerción o directivas de washington. Por ejemplo el Presidente Zedillo paga préstamos multibillonarios de dólares a los EE.UU. con antelación a su fecha a pesar de la enorme dificultad que ello supone para el pueblo mejicano. El Presidente Menem a menudo se adelanta a las demandas políticas y económicas de EE.UU. y se apresura a implementarlas antes de que sean planteadas realmente por Washington.
Las décadas de los regímenes latinoamericanos de Libre Mercado han sido claramente el periodo más favorable en este siglo para Wall Street y Washington. Pero ¿qué le ocurre a Latinoamérica bajo la hegemonía USA? ¿Quién gana y quién pierde bajo el Nuevo Imperio?.
El éxito de las instituciones políticas y económicas estadounidenses en Latinoamérica ha tenido un importante impacto socioeconómico en la región. Esencialmente podemos considerar tres hipótesis en relación a los éxitos o logros norteamericanos. La hipótesis ganancia-ganancia: ganadores en todas partes. La prosperidad general acompaña la hegemonía de EE.UU. y la implementación de las políticas de libre mercado. Después de un breve periodo de sufrimiento inicial los grupos de asalariados y propietarios participan de los beneficios y dádivas de las inversiones estadounidenses (inversiones en cartera y de adquisiciones de empresas).
La hipótesis de suma cero sugiere que las "ganancias" de EE.UU. se ven acompañadas por pérdidas latinoamericanas. Esta hipótesis argumenta que las transferencias de riqueza a los EE.UU., la explotación de recursos y las privatizaciones benefician el "centro" y perjudican a la "periferia". Esto es, que las sociedades hegemonizadas están de hecho "subdesarrolladas" y sin fuentes autóctonas de acumulación.
La hipótesis tercera de ganancia-ganancia-pérdida sugiere que el éxito de Wall Street incrementa el enriquecimiento de una "élite minoritaria" crecientemente segmentada mientras que empobrece a la mayoría. El sistema de libre mercado no está encapsulado rígidamente en regiones "geográficas" sino que se describe mejor a través de las alianzas de clase e interestatales. Lo que los apologistas del libre mercado impermeabilizan como "economía globalizada" describe de hecho una estructura de clases altamente polarizada a nivel interno en la que los capitalistas transnacionales latinoamericanos comparten los beneficios, las ganancias financieras y las privatizaciones con Wall Street. Los éxitos son resultado de la redistribución de la renta, los gastos del gobierno, los préstamos y créditos a favor de los de arriba, y de la descapitalización de las empresas y granjas productivas locales y de la caída del empleo y la renta entre los productores asalariados y los campesinos pobres.
Para medir el impacto del éxito de EE.UU. en la sociedad latinoaméricana es importante analizar distintos indicadores socioeconómicos:
La distribución de la renta: Los estudios han demostrado consistentemente que la desigualdad entre el 10%de la población con rentas más altas y el 40% con rentas más bajas ha aumentado a lo largo de los 20 años. Si miramos la parte más alta de la pirámide de rentas encontramos que ha surgido una nueva clase de billonarios super ricos cuya riqueza y activos económicos exceden ampliamente cualquiera de las fortunas previamente acumuladas por las clases con mayor riqueza. Un vehículo de transformación de los "ricos" (millonarios) en super-ricos" (billonarios) ha sido la privatización de activos rentables a precios de saldo. Después de las ventas, las valoraciones han subido vertiginosamente sin que se produzca ninguna nueva inversión significativa, mientras las privatizaciones han ocasionado despidos masivos, precios más altos y pagos más bajos por los despidos.
El crecimiento de la renta de las diferentes clases (la cuestión del nivel de vida): Aunque en su conjunto los niveles de renta pueden haber aumentado en algunos países, los niveles de vida de los asalariados y pequeños productores han disminuído. La subida del desempleo, el crecimiento de la fuerza de trabajo informal, los recortes en los gastos estatales en salud, educación , bienestar y vivienda, implican que los salarios del Tercer Mundo no mantienen un ritmo de acción uniforme a los precios como en el primer mundo. La privatización de los servicios sociales significa que una mayor parte de la renta monetaria tiene que ser asignada para pagar lo que previamente era financiado gratuitamente o a más bajo coste por los programas públicos de asistencia. La calidad de la educación y de la sanidad pública también se ha deteriorado. Así, aparte de la disminución relativa y absoluta de renta monetaria, la eliminación de los subsidios de los servicios y productos alimenticios, reduce el poder de compra de la clase asalariada y de los pequeños productores.
Concentración de la tierra y carencia de tierras: Con la implementación de la agenda de Libre Mercado la concentración de tierras y la carencia de las mismas ha crecido rápidamente. La bajada de las barreras arancelarias ha llevado a abaratar la importaciones de EE.UU. y a la ruina de los pequeños productores de cereales que no pueden competir con las subsidiadas exportaciones de cereales estadounidenses. La promoción de productos para la exportación y la asignación de los créditos gubernamentales y de asistencia técnica ha provocado la expansión de grandes empresas agrarias y el declive del campesino agrícola. La mecanización y especialización de cultivos ha desplazado a los granjeros arrendatarios y a los aparceros, y convertido en obsoletos a los jornaleros agrícolas. La consecuencia ha sido el éxodo acelerado de campesinos desde las zonas rurales a los barrios pobres de las ciudades y un aumento en el número de campesinos virtualmente sin tierras en el campo. En Brasil, Méjico y Argentina grandes empresas agroalimentarias de EE.UU. han financiado la producción a gran escala así como contratado productores latinoamericanos, dando lugar a una mayor especialización y concentración de la propiedad. Como resultado la producción alimenticia latinoamericana ha disminuído y la importaciones de alimentos han subido vertiginosamente. Mientras tanto, los campesinos relegados a las tierras marginales subsisten a duras penas. Otros, incapaces de pagar aquellos productos alimenticios básicos a los que se les ha quitado el subsidio, están de forma creciente sufriendo hambre o malnutrición. El Libre Mercado al causar la crisis en la agricultura ha sido un factor importante para la generación de una nueva ola de militancia campesina y de un aumento en la produción de coca y otros cultivos ilícitos.
Autosuficiencia alimenticia: Latinoamérica no tiene alimentos suficientes. La región ha llegado a ser dependiente alimenticiamente incluso cuando aumenta sus exportaciones agarias. Esto es el resultado directo de las políticas de Libre Mercado que favorecen las importaciones de alimentos estadounidenses y a las élites de las empresas agroalimentarias de EE.UU. y Latinoamérica que se especializan en productos de exportación. Los campesinos productores y los granjeros pequeños y medianos eran los principales productores de artículos de primera necesidad (maiz, arroz, frijoles,...) para el consumo local. Como las políticas comerciales y de crédito del Libre Mercado han beneficiado a los productores especializados y arruinado a los pequeños productores, Latinoamérica se ha convertido en un importador neto de alimentos, un importador que no puede suministrar alimentos a precios asequibles a su población rural y urbana.
El empleo: formal e informal: Directa e indirectamente el sistema de Libre Mercado ha tenido un impacto importante en el mercado de trabajo. El cambio más espectacular ha sido el crecimiento de la fuerza de trabajo "informal"; es decir, el crecimiento del empleo inestable con baja remuneración y al margen de la normativa laboral. En muchos países latinoamericanos la "fuerza de trabajo informal" es mayoritaria y los trabajadores formales una distinguible minoría. En muchos casos el crecimiento del "trabajo informal" es producto de la subcontratación de la produción a los principales fabricantes por parte de los pequeños productores locales que de paso distribuyen el trabajo a productores que lo hacen en familia
El crecimiento y proliferación del empleo "informal" es una forma encubierta de desempleo. El sistema de Libre Mercado ha provocado el despido masivo de trabajadores de las empresas privatizadas y de empleados públicos debido a los recortes en los gastos estatales especialmente en los servicios sociales. El resultado es un amplio conjunto de trabajadores que ejercen presiones a la baja en los salarios y que aumentan la rotación de los trabajadores con contratos temporales mal pagados. El anverso de esta situación es un tremendo aumento del poder de los empleadores e inversores extranjeros que tienen capacidad para reducir los costes laborales aumentando las ganancias de los inversores.
Especialización, estrategias exportadoras y vulnerabilidad: El sistema de Libre Mercado ha reestructurado las economías latinoamericanas fomentando la especialización y las exportaciones frente a la diversificación de la economía y el desarrollo del mercado nacional. El resultado es la desarticulación de las redes internas de transportes, infraestructuras e intercambios de bienes, y la "modernización" de enclaves y redes de distribución ligadas a los mercados exteriores. La especialización en limitados productos de exportación significa una mayor vulnerabilidad a las fluctuaciones de precios lo que de paso provoca unos ingresos gubernamentales inestables que están conduciendo a la incertidumbre en la inversión y a restricciones a largo plazo en las inversiones de capital público y privado. La dependencia de los mercados exportadores en un mundo de "exportadores" provoca un exceso de productores en un mundo de escasos (shrinking) consumidores,a una sobre acumulación de capital en un mundo de cada vez más débiles oportunidades de inversión. El crash de los importantes mercados de exportación en Asia, Rusia y cada vez más sitios, ha presionado para que sectores latinoamericanos se adentren en la crisis. Los desequilibrios entre el mercado nacional y los sectores exportadores debilitan la capacidad del estado de reavivar la economía, a no ser que cambie la estructura básica de la economía. La desarticulación del mercado nacional significa tanto la ruina de los productores agrarios locales como que los ingresos de las exportaciones no alcanzan a cubrir las importaciones de alimentos. La especialización en las exportaciones y la reducción de las barreras arancelarias llevaron a la bancarrota a muchos fabricantes locales capaces de sustituir con productos locales las inaccesibles importaciones extranjeras que estaban lejos del alcance de los consumidores locales. Asimismo, la estrecha integración del estado con el capital transnacional debilitó su capacidad de reconstruir una economía capaz de sustituir la producción nacional y los mercados locales.
Los "desequilibrios" creados por la especialización de las exportaciones no sólo son perjudiciales económicamente sino que han comprometido seriamente la capacidad del estado para liberar a las naciones latinoamericanas de las crisis.
Auge y quiebra de las finanzas: Latinoamérica nunca experimentó un boom económico real bajo la égida del sistema de Libre Mercado. Una significativa expansión tuvo lugar en los especializados sectores mineros, en los mercados de valores y en assembly plant zones ¿¿ -pero ninguna de ellas acarreó importantes innovaciones y nuevas líneas de producción capaces de sostener el crecimiento.
El boom en los denominados "mercados emergentes" fue en gran parte el resultado de flujos a gran escala de inversiones en cartera que inflaron artificialmente el valor monetario de las acciones por encima de su capacidad para generar ganancias. La privatización encaminó al capital extranjero y nacional a la compra de las empresas ya establecidas, no a añadir nueva capacidad productiva, mientras los regímenes usaban los ingresos obtenidos por la venta de las empresas públicas para pagar a los acreedores extranjeros. El efecto neto fueron cambios en los títulos de propiedad pero poco crecimiento real de las fuerza productivas y la pérdida de futuros ingresos públicos. El problema clave en la transferencia de propiedad, desde la propiedad nacional a la extranjera y desde lo público a lo privado, es la pérdida de control sobre resortes estratégicos de la economía. Las decisiones para reinvertir las ganancias al expandirse la producción local están ahora basadas en una comparación con las tasas de ganacia internacionales, no en consideraciones locales de empleo, ahorro de divisas o en profundizar las ligazones hacia atrás y hacia delante de la economía nacional. Asimismo, la privatización impide la toma de decisiones clave sobre la financiación de la investigación y el desarrollo tecnológico, nuevas líneas de productos y nuevas estrategias de comercialización, trasladándolas fuera del alcance de los policy makers nacionales y hacia los consejos de administración de compañías extranjeras.
En suma, el Libre Mercado crea a corto plazo ganancias inesperadas y a largo lazo debilidad estructural; esto es, afluencias de capital a gran escala y salidas rápidas. Es precisamente cuando se necesita capital nuevo para suplir los déficit de reservas y de ingresos de divisas, etc.. cuando el capital extranjero vuela respondiendo a lo que los inversores extranjeros consideran "señales del mercado negativas", de esta forma, repentinamente, exacerban la debilidad estructural subyacente.
La fuga de capital nacional que acompaña la desregulación del Libre Mercado ha aumentado la necesidad de préstamos extranjeros que necesitan los regímenes latinoamericanos. El ratio deuda/exportaciones tiende a subir con el aumento del gap entre los gastos por importación y los ingresos por exportación. El resultado neto son presiones añadidas sobre el sistema para pedir prestado o despojarse de otros activos nacionales para atraer nuevos flujos de capital extranjero a corto plazo. Para asegurar la financiación exterior los tipos de interés se elevan a niveles a los que los productores locales no pueden permitirse pedir prestado y son incapaces de sostener la producción, mientras los consumidores no pueden adquirir créditos y la economía se estanca.
La contradicción central es esta: las condiciones necesarias para atraer del exterior grandes flujos de capital en cartera (los altos tipos de interés) son precisamente las condiciones que generan el estancamiento nacional. Un fenómeno que ha llegado a ser generalizado en Brasil desde mediados de los 90 y que se extiende a través del resto del continente.
Como consecuencia del declive de la inversión nacional pública y privada se produce el estancamiento de los mercados nacionales, el deterioro de la infraestructura social pública (instalaciones educativas y sanitarias), así como de la infraestructura física. El resultado es una incidencia creciente de las enfermedades contagiosas como el cólera y la fiebre amarilla, y el crecimiento del analfabetismo funcional.
El aumento de los pagos de la deuda que acompañan el crecimiento de los préstamos, sugiere fuertemente que la mayoría de los nuevos créditos, préstamos e inversiones, no son productivos o coste eficientes; es decir, no son capaces de generar las rentas e ingresossuficientes para cubrir los nuevos costes del pago del principal y los intereses. Por tanto, los préstamos y créditos que se suponen son para sacar a Latinoamérica del estancamiento y la deuda, sirven en su lugar para suministrar de nuevo a los inversores extranjeros la privatización de más empresas rentables y el pago de intereses más altos a los especuladores. Los aumentos en la deuda están inversamente relacionados al crecimiento (un círculo de desarrollo perverso, no virtuoso). Mirado desde el ángulo del desarrollo nacional, el crecimiento a corto plazo de los sectores especializados (los que tienen mayores flujos de capital de cartera) y el crecimiento de ciertos sectores exportadores no compensan o garantizan el crecimiento agregado y sostenido de la economía nacional: grandes sectores de la economía nacional están en declive, una mayoría de la fuerza de trabajo está subutilizada (ocupada en trabajos de baja productividad), la investigación innovadora ha sido exterminada, la economía sigue el patrón de las crisis: crecimiento y después colapso. Hay poco que hablar en términos de una estrategia de desarrollo del sistema de Libre Mercado. Hay great deal un gran negocio que considerar en términos de reconcentración de la riqueza, del poder y los assets valores.
El sistema de Libre mercado ha llevado a un agudo deterioro de la capacidad de tomar decisiones por parte de los representantes nacionales elegidos. Las decisiones más significativas que afectan a las relaciones entre la propiedad pública y privada, los salarios, precios, inversiones, gastos e ingresos son forjadas o configuradas por los protagonistas extranjeros que se ocultan o refugian en las instituciones financieras internacionales. Ellos son seleccionados por funcionarios del Tesoro del gobierno de EE.UU. y responden a las necesidades e intereses de las grandes compañías y empresas estadounidenses. Los nuevos reguladores que determinan o fijan las reglas comerciales y de inversión son los funcionarios no elegidos de los bancos centrales nacionales, los ministros de finanzas y sus asesores, y los consejeros que forman las IFIs. Las decisiones tomadas nunca son el resultado de la consulta y el debate con el gran público antes, durante o después de las elecciones. Por el contrario, las decisiones son deliberadamente tomadas para evitar la consulta y el debate público porque está claro para todo el mundo que ellas perjudican a la mayoría y benefician a las élites muy ricas. Las decisiones básicas, quiénes las toman y la manera en que son tomadas, revelan la naturaleza profundamente autoritaria del sistema de Libre Mercado. El hecho de que las decisiones estén basadas en una gran disparidad de ganancias y pérdidas entre por una parte las élites nacionales y extranjeras y por otra la gran mayoría de latinoamericanos, explica la centralidad del comportamiento autoritario dentro de los sistemas de Libre Mercado.
El desafío al estudiar (y cambiar) las relaciones EE.UU.-Latinoamérica es llegar a términos en teoría, con la divergencia fundamental de los beneficios e intereses incrustado enlavado en los sistemas de libre mercado. El entramado conceptual reciente que afirma destaca la "interdependencia" fracasa totalmente para captar la tremenda disparidad en los beneficios y pérdidas, asi como llas relaciones de poder situadas a los lados. Más recientemente otros han destacado la noción de relaciones hegemónicas, destacando la difusión y asimilación de la ideología neoliberal dominante. Aunque la hegemonía explica en parte el comportamiento de las élites políticas en Latinoamérica, ella fracasa al tratar con el uso pasado y presente de la fuerza y la intervención USA abierta y encubierta para imponer los regímenes iniciales de hecho que establecieron los parámetroslos parámetros políticos de los contemporáneos sistemas político económicos de libre mercado. Además la "hegemonía" puede aludir más al comportamiento de las élite políticoeconómicas latinoamericanas que se han beneficiado de las políticas y por tanto no tienen ninguna necesidad de ser "influenciadas". En este aspecto, hay numerosas indicaciones de que la ideología de libre mercado (la expresión de la hegemonía USA) no se extiende muy por debajo de las clases medias si acaso en Latinoamérica. A la luz de las huelgas generales de masas, las ocupaciones de tierras y otras formas de oposición popular a las políticas claves de libre mercado es probable que la "hegemonía" tiene una clase específica y aplicación de tiempo concreta particular.
Aún más general y más pervasive es el uso del término "globalización" para descridbir la actuales relaciones USA-Latinoamérica. El problema con este concepto es que fracasa para reconocer bancos y grandes corporaciones tienen su base están asentadas en USA, protegidos por Washington y nutridos por los funcionarios del departamento del Tesoro en las IFIs. Aunque estas grandes empresas funcionan en muchos países, ellas tienen el cuartel general en USA donde la mayoría de los CEOs (Chief executive officiar) toman las decisiones, sacan sus salarios y distribuyen los beneficios. La interface entre Whashington y Wall Street difícilmente da prestad o financia por sí la noción de "aldea global" y otras tales pintorescas pero irrelevantes metáforas.
Las divergenciad en los beneficios y pérdidas en la srelaciones entre USA y Latinoamérica no puede ser comprendida por vacuas abstracciones como "centro" o "periferia" que se abstrae de las relaciones de clases a través de las naciones ni explica la integración de los capitalistas transnacionales latinoamericanos en el sistema de libre mercado dentro de Latinoamérica y en las redes internacionales de acumulación de riqueza.
La divergencia de intereses y beneficios puede ser comprendida dentro de un paradigma teórico que puede explicar porqué y cuando los intereses de los bancos y empresas USA ganan y las clases productoras, trabajadoras y campesinas latinoamericanas pierden. La teoría del imperialismo tiene varias ventajas. Primero, permite tener en cuenta las raíces históricas de las relaciones contemporáneas. Segundo, se cimenta, se basa alrededor de la centralidad de relaciones de clases y estados, entre capital y trabajo, lo que nos permite centrarnos en las relaciones de explotación así como en la dominación nacional. En tercer lugar, suministra una comprensión de la fuerza que conduce la expansión extranjera (la actividad maximizadora del beneficio de bancos prestamistas y empresas). En cuarto lugar, suministra una comprensión de la "nación-estado concreta" base de la dominación y por ello de la explotación. En quinto lugar, el imperialismo suministra una estructura para comprender la diferenciación discriminación de clase y la explotación que lleva a "pérdidas y ganacias". Además, nos los suministra con una comprensión del papel sistemático del estado imperial en promover, expandir y consolidar y defender los intereses de grandes compañías multinacionales que funcionan en Latinoamérica. El imperialismo suministra una comprensión del papel colaborador de los estados y clases transnacionales latinoamericanas al identificar los intereses económicos comunes y su modo de asociación.
La "hegemonía" puede ser mejor comprendida como un producto de la fase específica del imperialismo en la que los golpes cruentos o sangrientos se deshicieron d elos adversarios, los políticos locales son cooptados o asimilados al asumir las ideas dominantes y los intelectuales institucionales u orgánicos difunden las ideas estipuladas o decretadas por los poderes dominantes. En resumen, la fuerza imperial precede a la persuasión hegemónica.
El concepto d imperialismo es extremadamente útil para comprender la naturaleza de las "transiciones" de la administración militar y el talante autoritario d los sistemas electorales del libre mercado. La democracia latinoamericana bajo el imperialismo USA ha sido desde el comienzo un asunto de las élites: la misma transición fue marcada por negociaciones relativas a las élites que efectivamente congelaron mantuvieron el status quo de la era militar. Además, el mismo funcionamiento, estructura y restricciones de la democracia latinoamericana ha sido profundamente influido por las relaciones que atraviesan las naciones entre instituciones autoritarias y elitistas en Latinoamérica (como el ejército y los grupos empresariales y financieros locales) y sus equivalentes u homógos en USA. Washington ha defendido regularmente la impunidad de los exdictadores militares que cometieron flagrantes abusos de los derechos humanos (para resguardar defensores estratégicos de los sistemas de lire mercado.
El estilo y sustancia d la influencia política y económica d USA en Latinoamerica es por la vía de negociaciones de elite a puerta cerrada en gran medida con representantes o funcionarios no elegidos que son de absoluta confianza para Washington y Wall Street. Las decisiones a las que llegan son frecuentemente "legisladas" mediante decretos ejecutivos decretos ley, un procedimiento autoritario muy aplaudido por Washington y los medios USA como "actos de coraje" frente a la masiva desaprobación o rechazo. El autoritarismo en la sustancia y estilo que caracteriza la democracia latinoamericana es en gran parte producto de las conexiones o relaciones de los intereses imperialistas que definen las relaciones Latinoamericanas-USA. Por tanto para referirse a la "continuación del legado autoritario en las actuales democracias latinoamericanas" requeriría una explicación de ela matriz imperial que sostiene los centros modernos de poder autoritario.
Las élites políticas que administran las democracias latinoamericanas lo hacen bajo las "restricciones" de acomodar arreglar a los capitalistas transnacionales latinoamericanos (que definen lo que es el capitalismo hoy) y la la multiplicidad d los intereses USA que se extienden y dominan sectores clave del sistema político y económico. Estas excluyen al pueblo y a la mayoría del electorado de representación en las áreas de interés y más importante aún de cualquier legislación y consulta significativa.
En suma, el imperialismo mantiene las formas pero vacía el contenido de la democracia. La democracia bajo el imperialismo es en gran medida hablar para el pueblo y trabajar para los ricos, especialmente los ricos de fuera extranjeros. Las relaciones imperiales entre USA y Latinoamérica están cargadas con crisis. LA extraordinaria volatilidad de los flujos de capital en ambas direcciones, el pillaje o saqueo sin precedentes de la economía y las enormes concentraciones de riqueza han socavado los fundamentos para un crecimiento capitalista sostenido y creado la base para una crisis severa. La base d apoyo a los extraordinarios beneficios para los intereses USA se ha estrechado: pocos recursos públicos quedan por ser explotados, los erarios públicos se han vaciado para pagar los cada vez más onerosos pagos de la deuda, las reducciones en los gastos sociales para incentivar a los inversionistas han sido ya reducidos hasta llegar a los huesos. El sistema regulador de libre mercado ha destruido el mercado nacional, socavado las infraestructuras materiales y levado a la bancarrota a los productores locales. La capacidad para importar es cada día más rstringida por desequilibrada estrctura renta de la demanda. El menor pánico financiero puede llevar accionar a los inversionistas extranjeros, el líquido sangre vital del sistema, a la escapada. La precariedad del sistema de "Libre Mercado" en su conjunto es tanta que el edificio entero depende d inyecciones grandes y cada vez más grandes de préstamos estatales y de la incierta confianza de los prestamistas financieros.
Dada la importancia económica de Latinoamérica para las compañías multinacionales y bancos claves, el colapso de Brasil, Méjico, Argentina y Venezuela llevará a una crisis de consecuencias imprevisibles. La misma importancia que las ganacias latinoamericanas (beneficios, pagos de intereses, etc.) se han dado por hecho o asumido por los sectores claves de la élite económica USA (y para la Balanza de Pagos) tiene su lado negativo en las duras consecuencias que un colapso tendrá en las pérdidas para Wall Street.
El imperialismo y el gap en las ganacias y pérdidas que ha producido, ha generado movimientos sociopolíticos a gran escala a través del continente. Su alcance y detalle varia de pais a pais. Desde los masivos Movimientos de Trabajadores sin tierras en Brasil a los 15.000 miembros de la guerrilla en Colombia y otros muchos movimientos entre otros.
El imperialismo no solo produce ganadores y perdedores sino que la subyacente explotación que produce aquellas divergencias de intereses también provoca resistencia, rebelión y quizás un nuevo ciclo de revoluciones.
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