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En el País de Fábula
Bernardo PÉREZ SALAZAR[*]
En el país de Fábula se encontraban tres fuerzas rebeldes alzadas en armas, enfrentadas entre sí y con la sociedad en una guerra sucia. Los rebeldes buscaban legitimad a costa de la incompetencia del Gobierno. La opinión pública estaba descontenta. Una fábula de Iriarte evoca bien la escena.
Había un jumento al que su dueño sólo daba paja, y le
decía:
“«Toma, pues con esto estás
contento»
Díjole tantas veces, que ya un
día
Se enfadó el asno, y replicó: «Yo
tomo
Lo que me quieras dar; pero, hombre
injusto
¿Piensas que sólo de paja
gusto?
¡Dame grano, y verás que sí me lo
como!»”
El Gobierno adelantaba un remedo de diálogo de paz con los rebeldes. Pero todo era dilaciones, ceremonias y desplantes. Entonces, el jefe de una de las facciones rebeldes desafío al Gobierno y las demás fuerzas rebeldes: ofreció deponer las armas antes que los otros grupos si el pueblo se lo pedía. Se trataba de una astuta treta para medir su popularidad en las encuestas. Pero muchos pararon las orejas. El Gobierno se alarmó y reprochó la opinión pública, porque harta de ‘paja’, se devoró el ‘grano’.
Unos clamaron ‘mano dura’ por parte del Gobierno con los rebeldes. No obstante, no había lugar a engaños. Todos sabían que la única salida sería negociar el fin de la guerra con los rebeldes. Pero sin todos ellos en la mesa no habría negociación, pues de lo contrario no habría quien depusiera las armas primero.
El enredo era más tenebroso aún. Una fábula de La Fontaine revela bien su fondo.
Un campesino sintió a un ratón merodeando su queso,
“Trájose al gato para que en vela
Le hiciese al
pillo la centinela,
E hízola el gato con tal
suceso,
Que ambos marcharon: ¡ratón y
queso!”
Inmersos en rencillas por el ‘queso’, los ciudadanos del país de Fábula se dejaron tentar por la vía del ‘gato aniquilador’. Cayeron en la misma trampa que cayó otro pueblo, que empezó encomendando sus enemistades y prejuicios étnicos para que un policía llamado Himmler los resolviera en secreto. Cuando se dieron cuenta, quedaron sin ratón ni queso y sometidos a los Nazis sanguinarios.
Cuando los ciudadanos de Fábula se percataron que habían caído en manos de ‘gatos tiranos’ era tarde: quien se pronunciase a favor de un ‘área de encuentro’ con un grupo rebelde ponía en peligro de secuestro a su familia; y quien manifestase su apoyo al Plan Fábula del Gobierno se convertía en objetivo militar!
Enredados con un sueño cansado llamado Revolución en Marcha, los ciudadanos de Fábula se enfrascaban en argumentos y acusaciones acerca de por qué nunca llegó a cristalizarse ese sueño. Dejáronse arrastrar por la tiranía de las armas, extraviados tras las criaturas más manipulables que existen – los militares exaltados con sus armas.
Samaniego narra una fábula que resume bien la circunstancia de aquel desdichado y extraviado país. Jugaban los animales a la gallina ciega, vendados los ojos por un mono, cuando un topo pidió que lo metieran a la rueda.
“Y a la primera vuelta, como era de
creer,
Facilísimamente, le pillan a él.
Le
tocaba la vez de gallina ciega ser;
Y ¿quién mejor
podía hacer este papel?
Pero con disimulo por bien parecer, su
merced
Dijo al mono: –¿Qué hacemos? Vaya, ¿me
venda usted? –“
¿Moraleja? No hay peor ciego que quien sus ojos pide que le venden.
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