|
En un sentido amplio, la región del Sur del Tolima está
compuesta por los municipios de Ataco, Chaparral, Planadas, Rioblanco, los
cuales conforman la cuenca Atá-Saldaña; los municipios de Ortega,
San Antonio, Rovira y Roncesvalles, que constituyen la zona del Cucuana, ambas
cuencas consideradas dentro de la estrategia de regionalización del Plan
Nacional de Desarrollo Alternativo (PDA-PLANTE) como sus zonas de
intervención en el Departamento; región a la cual se agregan los
municipios de Coyaima y Natagaima.
En la región habitan cerca de
22 pueblos indígenas de Coyaimas- Natagaimas y Paeces, localizados en
los municipios de Ortega, San Antonio, Chaparral, Planadas y Rioblanco En su
conjunto los 10 municipios suman una población de 263.268 habitantes
(aproximadamente el 20% del total de la población del departamento) y un
área aproximada de 10354 km. cuadrados, correspondiente al 44% del
área del departamento.[1]
Como se mostrará adelante, el proceso histórico de
configuración de esta vasta región tolimense ha estado asociado,
desde su proceso de poblamiento y colonización, a múltiples
conflictos étnicos, agrarios, a la violencia bipartidista y a la guerra
insurgente y contrainsurgente, que perdura hasta hoy.
En un sentido mas restringido y para las consideraciones de este estudio,
la subregión sur del Tolima comprende los municipios de Ataco, Planadas,
Rioblanco, Chaparral, los cuales conforman, de
acuerdo con la subregionalización contenida en el Plan de Desarrollo
Departamental, la Asociación de Municipios del Sur del Tolima
(AMUSURT).[2] Los cuatro municipios
abarcan una extensión aproximada de 5.935 kilómetros cuadrados,
lo cual representa un 25% del territorio del departamento y una
población estimada de 129.814 habitantes, que representa aproximadamente
el 10% de la población del Departamento. (Cuadro Datos
Generales)
MUNICIPIO | DATOS GENERALES | ||||||
Fundación | No. Veredas | Extensión Km2. | Población 1999* | Altura msnm | Temp. Media | Distancia a Ibagué por carretera | |
ATACO | 1778 | 93 | 1.122 | 20.469 | 446 | 26 | 153 |
CHAPARRAL | 1769 / 73 | 142 | 2.230 | 42.420 | 854 | 24 | 153 |
PLANADAS | 1933 | 80 | 1.446 | 32.660 | 1.450 | 20 | 231 |
RIOBLANCO | 1900 | 94 | 1.137 | 34.265 | 900 | 24 | 156 |
Total 4 mpios | 409 | 5.935 | 129.814 | ||||
Total departamen. | 1.995 | 23.562 | 1.292.982 |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
(*) Proyectada a junio de
1999
Desde el punto de vista geoeconómico y ambiental, de
acuerdo con la propuesta de Jaime F. Lozano, los municipios están
considerados dentro de la subregión cafetera del departamento y a la
vez dentro de la subregión
altoandina.[3]
Rioblanco y
sobretodo Planadas, constituyen geohistóricmente la subregión alto
surtolimense, con significativos enlaces con la región huilense y
caucana, como lo veremos adelante.
Planadas, municipio en el cual se
desarrolló el presente estudio, surge como asentamiento en 1932, y es
elevado a la categoría de municipio, segregado de Ataco, en 1966. Desde
su creación emerge como un centro de gran dinamismo, eje agropecuario y
comercial del alto sur del Tolima y con amplios nexos económicos con el
Departamento del Huila y con el sur del Tolima. Cuenta actualmente con una
población estimada de 32.660 habitantes y viene presentando desde finales
de la década del 70 un crecimiento sostenido, superando, en parte, las
consecuencias que dejó la violencia bipartidista en la región y
los operativos de contrainsurgencia (Operación Marquetalia) desarrollados
en su área durante los primeros años de la década del 60.
Dentro de la subregión los municipios de Planadas y Rioblanco
forman parte del área de influencia del Parque Nacional Nevado del
Huila, sobre una extensión aproximada de 710 kilómetros
cuadrados, es decir, el 45% del total de la extensión del Parque.
Sólo Planadas, participa con el
41%.[4]
El Nevado ejerce
influencia climática e hidrológica sobre las cuencas de los
ríos Magdalena y Cauca , en particular, a través de las subcuencas
de los ríos Atá y Saldaña, el primero de los cuales es un
afluente importante de este último.
La subregión forma
parte de la cordillera central, con suelos de ladera de origen
volcánico, utilizados desde el siglo pasado en actividades agropecuarias,
dentro de las cuales sobresalen el café y los frutales.
Los
municipios se encuentran dentro del cinturón cafetero, entre alturas que
van desde los 446 y los 1.450 msnm., tomando como referencia los cascos
urbanos. Se encuentran zonas marginales cafeteras altas y bajas, y zonas de
condiciones óptimas para la producción del café. Las
temperaturas oscilan entre los 21 y los 27 grados, en promedio, aunque es tal la
variedad de pisos climáticos que, encontramos en el territorio de
estudio, temperaturas cercanas a los cero grados y mayores a los 28 grados.
La flora corresponde a formaciones vegetales de bosques andinos (bosques
de niebla, páramo y superpáramo) y en las partes bajas se
encuentran palmas de cera, cedro, pino, sietecueros y otros maderables.
Pese a la tala de bosques, aun subsisten especies como la danta, el oso
de anteojos, el venado chonto, conejos, guacharacas, gallinetas, pavas,
ardillas, tigrillos, entre otros.
El Parque Natural Nevado del Huila tiene reconocimiento oficial desde 1977
(resolución 13, de mayo 2 de 1977). En aquella época la cota de
colonización no sobrepasaba los 1.500 msnm.; a finales de la
década de los ochenta se ubicaba en 1.800 y, con posterioridad al
surgimiento de la amapola, hacia 1992, se registra actividad colonizadora a
más de 3.500 metros, sobrepasando el límite establecido del
Parque, admitido en 2.600 msnm..
El proceso de producción de
amapola ha contribuido a la destrucción de por lo menos 20.000
hectáreas de los bosques del parque, sin contar cerca de 15.000
hectáreas de bosque, entre los 1.700 y 2.500 msnm., en sólo los
municipios de Planadas y Rioblanco.
A manera de ilustración
sobre la problemática ambiental y social del sur del Tolima, en el
municipio de Planadas había en el año 70 cerca de 140.000
hectáreas de bosque, 1.000 en ganadería y 50 en cultivos
ilícitos. Hacia 1992, momento de auge de la amapola, se registraban poco
más de 120.000 hectáreas de bosques naturales, 3.000 en
ganadería y 2.000 de cultivos ilícitos, especialmente
amapola[5]. Para Rioblanco, las cifras
en proporción son bastante similares.
En síntesis, a
partir de 1990, y luego de la irrupción de la amapola, la
colonización aumentó drásticamente, con promedios anuales
de tala de bosques y rastrojos de hasta 2.000 hectáreas año. Esta
situación se mantiene más o menos hasta 1996, momento de crisis de
la amapola ocasionado por las recurrentes fumigaciones aéreas y por la
tendencia declinante del precio del látex.
Si para 1994, los
cálculos oficiales sobre el área de cultivos de amapola en la
región surtolimense ascendía a 5.124 has., correspondiente al
25.4% del total nacional, en 1998, aunque se redujo sensiblemente el área
de siembra por efectos de la fumigación, a cerca de 3.000 has.,
aumentó el porcentaje de participación al 38.5% del total
nacional[6].
La
situación económica precaria en que se encuentra el campesinado
hoy, es la mejor motivación para que de nuevo la superficie de cultivos
ilícitos crezca como en el pasado reciente. Para el caso de Planadas, por
ejemplo, si en el año 1998, la crisis de la amapola permitía
registrar no más de 600 hectáreas activas de amapola, hoy la
preocupación es que nuevamente se alcancen cifras significativas de
cultivo, como parecen revelarlo las encuestas, en vista de la carencia de
salidas productivas viables para el campesinado, contando con el referente de
las cerca de 2.000 hectáreas que llegaron a cultivarse en la época
del boom amapolero, referente que forma parte del imaginario y de lo posible en
el sentir del campesinado.
1.2 ASENTAMIENTOS HUMANOS Y DINÁMICA POBLACIONAL
En la macroregión surtolimense, compuesta por 10 municipios,
Planadas y Rioblanco, lugares de asentamiento, a partir de 1985, del cultivo de
la amapola, presentan los mayores índices de crecimiento poblacional, y
los mayores porcentajes de migración intrarregional e interregional, pero
también, según los registros de Pastoral Social, a raíz del
conflicto armado agudizado en la región presenta los mayores porcentajes
de población desplazada hacia la ciudad de Ibagué. Así,
desde enero de 1998 a junio del 2000, Rioblanco registraba 209 familias
desplazadas correspondiente al 67% del total de la población desplazada
del departamento, Ataco 49 familias desplazadas correspondiente al 15,9% del
total de las familias desplazadas del departamento, San Antonio y Rovira 7
familias cada uno, Chaparral 6 familias y Planadas 4 familias desplazadas de un
total de 310 familias desplazadas en el departamento.
Como puede
observarse en el cuadro sobre evolución de la población, entre
1973 y 1999, Planadas, centro donde se localizó el estudio, presenta un
constante crecimiento de la población durante el periodo. Así
entre 1973 y 1985, presentó un crecimiento del 24,9%, mientras que en el
periodo 1985-1993, creció en un 19,2%, y según la
proyección con base en el censo DANE de 1993, su crecimiento
alcanzó el 27,6%, promedios de crecimiento para cada periodo muy
destacados con respecto al crecimiento de la población del total de los
municipios del sur del Tolima y del total del crecimiento
departamental.
El periodo de crecimiento 1973-999 de Planadas
correspondió a un 89,95% muy por encima del crecimiento de los municipios
del sur del Tolima y sólo superado por Rioblanco con el 121% y por
Roncesvalles con el 93,47%. El porcentaje de crecimiento del municipio, durante
el periodo 1985-1999, periodo de instalación y desarrollo del cultivo de
la amapola, correspondió al 52,1%
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN SUR DEL TOLIMA
1973 - 1999
MUNICIPIO | 1.973 | 1.985 | Crecim 85/73 | 1.993 | Crecim 93/85 | 1999* | Crecim 99/93 | Crecim 99/73 |
ATACO | 19.990 | 21.486 | 7,5% | 20.060 | -6,6% | 20.469 | 2,0% | 2,40% |
COYAIMA | 23.843 | 25.378 | 6,4% | 24.596 | -3,1% | 25.428 | 3,4% | 6,65% |
CHAPARRAL | 40.694 | 42.950 | 5,5% | 40.880 | -4,8% | 42.420 | 3,8% | 4,24% |
NATAGAIMA | 18.076 | 16.863 | -6,7% | 21.324 | 26,5% | 25.593 | 20,0% | 41,59% |
ORTEGA | 32.351 | 32.354 | 0,0% | 31.650 | -2,2% | 34.031 | 7,5% | 5,19% |
PLANADAS | 17.194 | 21.473 | 24,9% | 25.594 | 19,2% | 32.660 | 27,6% | 89,95% |
RIOBLANCO | 15.502 | 23.375 | 50,8% | 27.649 | 18,3% | 34.265 | 23,9% | 121,04% |
RONCESVALLES | 4.857 | 5.037 | 3,7% | 7.647 | 51,8% | 9.397 | 22,9% | 93,47% |
ROVIRA | 22.580 | 22.437 | -0,6% | 21.822 | -2,7% | 21.968 | 0,7% | -2,71% |
SAN ANTONIO | 15.429 | 17.664 | 14,5% | 16.282 | -7,8% | 17.317 | 6,4% | 12,24% |
TOTALSUR | 210.516 | 229.017 | 8,8% | 237.504 | 3,7% | 263.548 | 11,0% | 25,19% |
TOTAL DEPARTAMENTO | 905.609 | 1.022.428 | 12,9% | 1.150.080 | 12,5% | 1.292.982 | 12,4% | 42,77% |
% de participación en el Dpto. | 23,25% | 22,40% | 20,65% | 20,38% |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
(*) Proyectada a junio de
1999
1. Planadas 1951 y 1964, està incluido en
Ataco., municipio del cual se separó en 1967
2.
La población de Rioblanco de 1938, está incluida en Chaparral,
municipio del cual se segregó en 1947
De acuerdo a las
proyecciones arrojadas por la encuesta aplicada a 287 familias distribuidas en
los 7 núcleos poblacionales elegidos para el estudio y a los datos
suministrados en los distintos talleres con la comunidad, las familias
beneficiadas directamente con eventuales programas de sustitución de
cultivos ilícitos ascendería a 360 con una población
aproximada de 2.000 personas ubicadas en el área rural del municipio de
Planadas, lo que representaría, según las proyecciones de
población para 1999, el 8% del total de la población rural del
municipio estimada en 25.030 habitantes.
No obstante, si se considera
desde un enfoque mas integral, la implementación de planes y programas
de reconversión productiva zonal y subregional y de apoyo a la
economía campesina, como es lo deseable, la población beneficiada
ascendería a 3.000 familias, con una población aproximada de
15.000 personas.
El municipio de Planadas constituye el núcleo poblacional mas
importante del área. De acuerdo a las proyecciones del censo del 93, para
1999, contaría con 32.660 habitantes, 8.660 de los cuales, cerca del 25%
del total, se concentran en su cabecera municipal y el resto, 24.000
habitantes, aproximadamente el 75%, se encuentran en el área rural del
municipio.
El municipio cuenta con un total de 80 veredas, un
corregimiento, el de Gaitania, con aproximadamente 2.000 habitantes en su
cabecera, una inspección de policía, la de Bilbao, con 1.000
habitantes, y en su área se localiza el resguardo indígena
Paéz de Gaitania, con 2.000 pobladores. Adicionalmente, dentro del
área de influencia del estudio, en relación con el cultivo de la
amapola, se encuentra el núcleo poblacional de Herrera, con 1.500
Habitantes, perteneciente al municipio de Rioblanco.
En correspondencia
con la distribución de estos grupos poblacionales se encuentran algunos
epicentros que cubren las diferentes subcuencas del área de estudio.
Así, sobre la cuenca de Siquila se encuentran los epicentros de Santa
Rosa y Siquila, y sobre la cuenca del San Miguel, se localizan los epicentros de
San Miguel, Puerto Tolima, Puerto Limón, Villanueva y el Resguardo
Indígena Páez, epicentros que en un sentido amplio son
considerados como pertenecientes a la subregión denominada como
Marquetalia.
Los actuales pobladores de la zona de estudio proceden
fundamentalmente del mismo departamento del Tolima, de la subregión
surtolimense y especialmente, del mismo municipio de Planadas. En efecto, los
resultados de la encuesta muestran que el 70% de las actuales familias proceden
del departamento del Tolima, y de éste, el 70% procede de municipios como
Planadas, tanto de la parte urbana como del ámbito rural de los
corregimientos de Gaitania y Bilbao, Rioblanco, Ataco, Chaparral, Coyaima e
Ibagué, entre los principales. Le siguen en importancia, pero desde muy
lejos, los departamentos vecinos de Huila, con el 5,9%, Cundinamarca y
Boyacá con el 4,9%, Cauca con el 4,5% y Valle con el 3,5%. (Véase
Tabla de Procedencia y Tabla de Municipios expulsores de población..)
MUNICIPIOS EXPULSORES DE POBLACION HACIA LAS ZONAS PRODUCTORAS DE AMAPOLA EN PLANADAS (1985-2000 |
||
Departamento |
# de
importancia |
Municipios |
Tolima | 1 | Planadas (Gaitania, Bilbao y Casco);
Rioblanco; Chaparral; Ibagué; Ataco; Coyaima |
Huila | 2 | Neiva: Aipe; Algeciras; La Plata; Santa María |
Cauca | 3 | Popayán: Buenos Aires; Corinto; Miranda |
Cundinamarca | 4 | Fusagasuga: Pacho; Villeta |
Valle | 5 | Sevilla; Cali; Palmira |
Quindio | 6 | Armenia; Génova |
Fuente: Fundación Atá-Saldaña, equipo de investigación, con base en resultados de la encuesta. Julio de 2000.
En este sentido, se destaca una predominancia del
fenómeno de las migraciones intrarregionales sobre las migraciones
interregionales, que primaron hasta la década del sesenta, lo cual se
explica en primer lugar, por el surgimiento de la amapola como renglón
productivo rentable, dentro de una estructura productiva subrregional en crisis
y poco viable hacia mediados de los ochentas y, en segundo lugar, por la
ausencia de alternativas productivas lícitas en el sur del
Tolima.
En este punto también importante resaltar cómo la
mayoría de los migrantes interregionales, es decir aquellos que
procedían de los departamentos diferentes al Tolima, como los procedentes
del Guaviare, Caquetá, Meta, Risaralda, Quindío y Antioquia,
quienes fueron los que introdujeron las prácticas de cultivo de la
amapola y la comercialización del látex, abandonaron la
subregión durante los periodos 1993-1996, como lo señalan las
entrevistas realizadas en la zona: "los de aquí, los que cultivamos,
campesinos e indígenas, no hicimos plata, los que hicieron plata fueron
los de afuera, los compradores. Ellos se
fueron."[7]
POBLACIÓN ENCUESTADA Y PROCEDENCIA DE LOS ACTUALES RESIDENTES | ||||||||||||||||
Núcleo | San Miguel | Pto. Tolima | Pto. Limon | Villanueva | S. Rosa | Siquila | Resguardo | Total | ||||||||
Depto de procedenc |
# Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % |
Tolima | 54 | 67,5 | 7 | 35,0 | 23 | 71,9 | 23 | 62,2 | 22 | 88,0 | 21 | 84,0 | 51 | 75,0 | 201 | 70,0 |
Huila | 4 | 5,0 | 6 | 30,0 | 0,0 | 4 | 10,8 | 1 | 4,0 | 0,0 | 2 | 2,9 | 17 | 5,9 | ||
Valle | 5 | 6,3 | 0,0 | 2 | 6,3 | 2 | 5,4 | 1 | 4,0 | 0,0 | 0,0 | 10 | 3,5 | |||
Cauca | 3 | 3,8 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 10 | 14,7 | 13 | 4,5 | |||||
Cundi/Boyaca | 3 | 3,8 | 7 | 35,0 | 0,0 | 1 | 2,7 | 0,0 | 0,0 | 3 | 4,4 | 14 | 4,9 | |||
Caldas | 2 | 2,5 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 2 | 0,7 | ||||||
Quindio | 1 | 1,3 | 0,0 | 3 | 9,4 | 1 | 2,7 | 0,0 | 1 | 4,0 | 1 | 1,5 | 7 | 2,4 | ||
Antioquia | 2 | 2,5 | 0,0 | 2 | 6,3 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 4 | 1,4 | |||||
Caquetá | 4 | 5,0 | 0,0 | 0,0 | 1 | 2,7 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 5 | 1,7 | |||||
Meta | 1 | 1,3 | 0,0 | 0,0 | 1 | 2,7 | 0,0 | 0,0 | 0,0 | 2 | 0,7 | |||||
Otros | 1 | 1,3 | 0 | 0,0 | 2 | 6,3 | 4 | 10,8 | 1 | 4,0 | 3 | 12,0 | 1 | 1,5 | 12 | 4,2 |
TOTAL | 80 | 100,0 | 20 | 100,0 | 32 | 100,0 | 37 | 100,0 | 25 | 100,0 | 25 | 100,0 | 68 | 100,0 | 287 | 100,0 |
Llama la atención el hecho de que tratándose de
asentamientos que comenzaron a formarse en la década de los sesentas,
producto de procesos de colonización empujados fundamentalmente por la
violencia bipartidista, el porcentaje de la población de más de
15 años de permanencia en la zona sólo sea en promedio de 37% y
que más de la mitad de la población esté viviendo en la
zona desde hace sólo diez años. (Véase cuadro de
permanencia). Estos resultados podrían estar indicando que los ciclos de
poblamiento están muy relacionados con factores de atracción de
población, tales como las bonanzas de cultivos ilícitos, en este
caso de amapola, lo cual es consistente con el hecho mencionado de que
más de la mitad de la población tenga una permanencia menor a los
10 años.
Los primeros colonos, los fundadores, emigraron de la
zona después de cumplido un ciclo de tumba de monte, civilización
de los suelos e implantación de pasturas y que, desde luego, no
alcanzaron a vivenciar el fenómeno de la amapola.
PERMANENCIA DE LOS ASENTAMIENTOS. FAMILIAS | ||||||||||||||||
Núcleo | San Miguel | Pto. Tolima | Pto. Limon | Villanueva | S. Rosa | Siquila | Resguardo | Total | ||||||||
Años de permanec. | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % | # Flias. | % |
Menor a 5 | 18 | 22,5 | 3 | 15,0 | 2 | 6,3 | 14 | 37,8 | 3 | 12,0 | 15 | 60,0 | 12 | 17,6 | 67 | 23,3 |
De 5 a 10 | 28 | 35,0 | 4 | 20,0 | 9 | 28,1 | 16 | 43,2 | 6 | 24,0 | 6 | 24,0 | 12 | 17,6 | 81 | 28,2 |
De10 a 15 | 12 | 15,0 | 3 | 15,0 | 6 | 18,8 | 4 | 10,8 | 2 | 8,0 | 1 | 4,0 | 5 | 7,4 | 33 | 11,5 |
Más de 15 | 22 | 27,5 | 10 | 50,0 | 15 | 46,9 | 3 | 8,1 | 14 | 56,0 | 3 | 12,0 | 39 | 57,4 | 106 | 36,9 |
TOTAL | 80 | 100,0 | 20 | 100,0 | 32 | 100,0 | 37 | 100,0 | 25 | 100,0 | 25 | 100,0 | 68 | 100,0 | 287 | 100,0 |
A este respecto, y analizada la información por veredas, se
destacan los casos de Villanueva (Villanueva, Guayabos, Peña Rica y
Marquetalia) y Siquila, como asentamientos “jóvenes”, en los
cuales el 80% y el 84% de la población, respectivamente, tienen una
permanencia menor de diez años en la zona. (Véase cuadro de
permanencia No. ). Por el contrario, Pto. Limón, Pto. Tolima, Santa Rosa
y la población indígena del resguardo, muestran la más
alta proporción de población con permanencia mayor a 15
años en sus respectivas veredas.
Si bien el municipio, ha venido introduciendo reformas de en su estructura
administrativa, en procura de asumir y responder a su nuevo rol dentro del
esquema de descentralización, son notorias también las
dificultades con que cuenta para asumir esas nuevas responsabilidades. Al igual
que en otros muchos municipios del país, la debilidad de su propia
estructura institucional ahonda el abismo entre la normatividad y su
aplicación, entre el curso legal y su proceso de legitimación,
fenómeno explicado en parte por la misma precariedad de la
administración pública local, la ausencia de una cultura de la
gestión pública, y la insuficiencia de programas de apoyo y
asesoría al desarrollo institucional local, pero en gran parte debido
también a los bajísimos niveles de articulación de las
estructuras decisionales locales con la propia comunidad.
De hecho,
además de la todavía precaria estructura institucional local y de
los problemas que ello arrastra en cuanto a la gestión pública, en
términos de su eficacia y eficiencia, los mayores tropiezos se presentan
al observar la poca capacidad de la institucionalidad local, para organizar e
integrar a su propia comunidad en torno a los procesos de construcción
colectiva del municipio.
La oficina de planeación es débil
precisamente porque no cuenta con los recursos técnicos humanos y
financieros que le permitan ejercer un rol más protagónico dentro
de la estructura decisional del municipio, y sobre todo, no puede con su poca
capacidad instalada darle coherencia a las diversas acciones de gobierno
locales, incorporando en ellas a las instancias de participación
definidas en la normatividad vigente.
No existe un Consejo Municipal de
Desarrollo Rural, para la elaboración de una agenda de trabajo, que le
permita consolidarse como instrumento de participación,
concertación y planeación del sector rural, y que tenga claro su
nivel de interlocución con la estructura decisional del municipio
respecto a sus recursos técnicos y financieros, y frente a las labores de
seguimiento, control y veeduría pertinentes. Esta instancia de
planificación es esencial para el desarrollo de programas y planes de
sustitución de cultivos, de reconversión productiva zonal o
regional que eventualmente se puedan aplicar.
El apoyo de las entidades
de crédito y de asistencia técnica es débil. La cartera
del Banco Agrario muestra un indicador de alta morosidad y la Umata, encargada
de la atención a los pequeños productores no tiene una real
capacidad para atender a más de 1.000 familias; ello, por su estructura
institucional y la carencia de planes y programas efectivos que lleguen al
campesinado. Particularmente la no existencia de un plan agropecuario municipal
(PAM), dificulta enormemente las posibilidades de un programa de
reconversión productiva zonal y subregional.
La red vial que comunica con la cabecera municipal de Planadas, sus
epicentros principales, es insuficiente y se encuentra en precarias condiciones.
De hecho, la subregión sur del Tolima y, en especial, Planadas tiene que
sufrir recurrentemente la interrupción de su comunicación
terrestre debido al taponamiento de sus únicas vías de acceso: la
vía Ibagué- Ataco- Chaparral Planadas; la vía Neiva- San
Luis- Gaitania- Planadas; la vía Neiva- Santa Rita- Planadas y la
vía Neiva- Pto. Limón Planadas. De acuerdo con el último
Plan de Desarrollo municipal, el total de la red vial del municipio es de 300
kilómetros, de los cuales el 97% se hayan destapadas, en mal estado y tan
sólo el 3%, a la salida del municipio, está pavimentado. El
traslado a la cabecera municipal, desde otros sectores rurales y centros urbanos
por vía terrestre, de pasajeros y carga se realiza por las empresas de
transporte Coomotor, Cootranshuila, Cointrasur y Cootransplanadas, de las
cuáles esta última cubre las rutas interveredales.
Por
vía aérea la conexión con la cabecera municipal se hace a
través de la empresa SADI, la cuál realiza vuelos
más o
menos regulares, entre Ibagué- Planadas- Neiva; Chaparral- Planadas,
de acuerdo con la demanda existente.
No obstante que Planadas muestra una sensible deficiencia en servicios
públicos (véase servicios públicos), su indicador de NBI
compuesto es menos crítico, respecto al conjunto de diez municipios de la
subregión sur. En efecto, el 65.6% de las personas tiene NBI, frente a
una situación de mayor pobreza estructural en municipios como Ataco,
Coyaima y Rioblanco. En relación con el promedio departamental (37.5%),
sin embargo, todos los municipios sur del Tolima están muy por encima en
condiciones de pobreza. El indicador de miseria es consistente con el de NBI,
correspondiendole a Planadas un 36.5%, superado por los municipios de Ortega
(37%), Ataco (44.5%) y Coyaima con el 55.4%. Pero también, al igual que
lo que sucede con el NBI, todos los municipios del sur, frente al promedio
departamental (14.7%), están muy por encima.
MUNICIPIO | INDICADORES DE NBI (% PERSONAS) CENSO 1993 | ||||||
Viviendas inadecu adas % | Serv. Inadecuados | Hacinamiento % | Inasistencia escolar % | Alta dependencia economica % | NBI Compuesto | Miseria | |
ATACO | 39,6 | 41,1 | 18,0 | 138 | 22,1 | 72,1 | 44,5 |
COYAIMA | 54,8 | 35,4 | 42,3 | 23 | 28,3 | 75,5 | 55,4 |
CHAPARRAL | 23,5 | 15,0 | 16,5 | 15 | 20,2 | 51,0 | 24,8 |
NATAGAIMA | 27,0 | 12,1 | 21,9 | 106 | 20,2 | 53,8 | 25,9 |
ORTEGA | 36,3 | 24,3 | 25,3 | 19 | 23,1 | 64,7 | 37,0 |
PLANADAS | 19,9 | 31,3 | 20,6 | 29,5 | 25,4 | 65,6 | 36,5 |
RIOBLANCO | 39,8 | 9,0 | 25,9 | 24,0 | 22,0 | 67,7 | 34,9 |
RONCESVALLES | 8,0 | 21,8 | 15,5 | 12,9 | 15,3 | 46,3 | 17,9 |
ROVIRA | 25,0 | 20,9 | 17,7 | 20,2 | 23,2 | 58,0 | 31,0 |
SAN ANTONIO | 21,8 | 20,6 | 18,8 | 19,7 | 19,5 | 57,7 | 28,0 |
TOTALSUR | |||||||
TOTAL DEPARTAMENTO | 10,6 | 9,2 | 15,2 | 10,0 | 14,2 | 37,5 | 14,7 |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
Respecto a los indicadores de condiciones de
vida, la incidencia de pobreza por zona, Planadas presenta un valor de 46.7%,
sólo superado por Coyaima y Ataco y ligeramente por Rioblanco. Frente al
promedio departamental, determinado en 66.9%, quienes están mejor son
Chaparral y Natagaima. (Véase cuadro Indicadores de Condiciones de
Vida).
MUNICIPIO | INDICADORES DE CONDICIONES DE VIDA Incid. De pobreza por zona. 1993 | ||
Total municipal | Urbano | Rural | |
ATACO | 44,0 | 62,1 | 39,2 |
COYAIMA | 40,7 | 65,6 | 26,3 |
CHAPARRAL | 61,3 | 71,6 | 47,2 |
NATAGAIMA | 55,8 | 70,9 | 45,3 |
ORTEGA | 46,3 | 67,0 | 41,1 |
PLANADAS | 46,7 | 65,8 | 39,9 |
RIOBLANCO | 46,4 | 72,0 | 41,7 |
RONCESVALLES | 47,4 | 64,6 | 40,6 |
ROVIRA | 50,4 | 66,2 | 42,0 |
SAN ANTONIO | 51,4 | 65,5 | 44,5 |
TOTALSUR | |||
TOTAL DEPARTAMENTO | 66,9 | 77,4 | 47,3 |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
Planadas cuenta con 2.068 suscriptores de energía y su cobertura de
acueducto urbano es de 87.7%, de aseo del 79%, de alcantarillado del 66.4% y
cuenta con 1.060 líneas telefónicas. Estas coberturas son
inferiores en relación con la mayoría de los diez municipios de la
subregión, lo cual denota un sensible déficit, de acuerdo con sus
tendencias de crecimiento poblacional, en infraestructura hidráulica,
sanitaria y de redes telefónicas. (Véase cuadro Servicios
públicos).
En el ámbito rural la cobertura de servicios es
considerablemente menor. Tan sólo el corregimiento de Gaitania y la
inspección de Bilbao, cuentan parcialmente con servicios de agua,
alcantarillado aseo y energía. No poseen servicio de reciclaje y
eliminación de basuras.
MUNICIPIO | SERVICIOS PÚBLICOS 1998 | |||||
Suscriptores energía | Consumo energía | Cobertura acueductos urbanos % | Cobertura aseo % | Cobertura alcantarillado % | Líneas telefónicas en servicio | |
ATACO | 964 | 1.569,0 | 95,0 | 50,0 | 75,0 | 335 |
COYAIMA | 1.252 | 1.877,0 | 99,4 | 100,0 | 96,0 | 553 |
CHAPARRAL | 5.693 | 10.597,0 | 98,0 | 75,0 | 97,0 | 3.759 |
NATAGAIMA | 3.802 | 8.292,0 | 95,7 | 90,0 | 89,0 | 1.316 |
ORTEGA | 2.805 | 4.155,0 | 83,6 | 95,0 | 83,1 | 957 |
PLANADAS | 2.068 | 2.671,0 | 87,7 | 79,0 | 66.4 | 1.060 |
RIOBLANCO | 1.666 | 2.399,0 | 100,0 | 90,0 | 98,0 | 440 |
RONCESVALLES | 399 | 709,0 | 98,2 | 100,0 | 97,0 | 296 |
ROVIRA | 3.672 | 4.486,0 | 97,0 | 40,0 | 1.083 | |
SAN ANTONIO | 1.737 | 1.968,0 | 98,9 | 100,0 | 83,0 | 652 |
TOTALSUR | 24.058 | 38.723 | 10.451 | |||
TOTAL DEPARTAMENTO | 225.492 | 646.700,0 | 96,2 | 92,4 | 82,2 | 159.587 |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
Según fuentes consultadas (y contrastadas), Planadas cuenta con
5.021 viviendas, de las cuáles 1.173 en la cabecera y 3.848 en el
área rural. La densidad ocupacional es del orden de 6.5 personas por
vivienda, por encima de la presentada por el conjunto de municipios del sur de
Tolima, la cual es de 5.32. Esto es consistente con el mayor crecimiento
poblacional de Planadas respecto de los demás municipios de la
subregión sur y sugiere un proceso de relativo hacinamiento, y la
presentación de ciertos rasgos de segregación urbana, como lo
indica la existencia de barrios subnormales, tales como "el bajo Osorio" (50
viviendas).
Según el último plan de desarrollo municipal,
sólo el 35% de las viviendas posee los servicios de energía,
acueducto y alcantarillado; mientras el 46% no posee ninguno de los servicios y
el 19% tiene por lo menos un servicio. En el sector rural se cuenta apenas con
un 25% de cobertura de servicios, y el 58% de familias no posee ningún
servicio.
MUNICIPIO | VIVIENDA. CENSO 1993 | ||
Total | Cabecera | Rural | |
ATACO | 4.124 | 803 | 3.361 |
COYAIMA | 5.685 | 730 | 4.955 |
CHAPARRAL | 8.616 | 4.281 | 4.335 |
NATAGAIMA | 4.686 | 1.800 | 2.886 |
ORTEGA | 6.998 | 1.215 | 5.783 |
PLANADAS | 5.021 | 1.173 | 3.848 |
RIOBLANCO | 4.321 | 576 | 3.745 |
RONCESVALLES | 1.368 | 458 | 910 |
ROVIRA | 5.135 | 1.889 | 3.246 |
SAN ANTONIO | 3.553 | 1.135 | 2.418 |
TOTALSUR | 49.507 | 14.060 | 35.487 |
TOTAL DEPARTAMENTO | 255.217 | 153.949 | 101.268 |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
Este estudio toma como referente para sus inferencias de cobertura y uso
productivo del territorio un área de 10.083 hectáreas, cifra que
resulta de la suma de todas las áreas productivas de 20 veredas
encuestadas. Esa superficie, representa poco más del 7% de la
extensión del municipio de Planadas, lo cual tipifica una muestra muy
representativa. Además, las veredas referenciadas constituyen lo
más representativo del fenómeno amapolero, por lo cual, las
inferencias y el análisis constituyen un estudio de caso.
La cobertura de uso actual del suelo muestra una significativa
proporción en bosques y rastrojos, lo cual permite inferir que el modelo
de aprovechamiento –como se comentó más atrás- fue
el de una colonización campesina, tendida a la agricultura y no hacia la
“ganaderización”, con efectos, por lo tanto, menos
predatorios sobre el ambiente y con mayores potencialidades de desarrollo
sostenible hacia el futuro mediato. En efecto, el 68% de la cobertura
corresponde a bosques y rastrojos, el 20% a pastos el 3.2% a cultivos
agrícolas de pancoger y comercalizables y el 4.1% a cultivos de amapola.
(Véase cuadro de Cobertura y uso productivo del Suelo)
Esta estructura de uso, permite tipificar una economía campesina con
procesos de colonización no consolidados, o mejor, con posibilidades de
ampliación de su frontera productiva en términos de mayor
sostenibilidad ambiental y socioeconómica, apoyada en su riqueza de
bosques y en las posibilidades de uso de rastrojos para implementar modelos
agroforestales y agrosilvopastoriles.
La cobertura de amapola es hoy, mínima, de sólo 413.25
hectáreas, un tanto superior a los cultivos legales (322.5
hectáreas), las que sin embargo, hacia 1992 alcanzaron cerca de las
2.000 hectáreas.
COBERTURA Y USO PRODUCTIVO DEL SUELO (Hectareas)
|
|||||||
Epicentro
|
Uso
Productivo |
Amapola
|
Cultivos
|
Pastos
|
Bosque
|
Rastrojo
|
Otros
|
SAN MIGUEL
|
3141,00
|
97,25
|
93,50
|
777,08
|
1754,75
|
343,50
|
74,92
|
P. TOLIMA
|
402,00
|
52,50
|
10,25
|
103,00
|
159,50
|
74,50
|
2,25
|
P.LIMON
|
864,00
|
83,00
|
38,00
|
98,50
|
433,00
|
187,50
|
24,00
|
VILLANUEVA
|
1341,00
|
62,00
|
40,75
|
288,00
|
668,50
|
272,00
|
9,75
|
S.ROSA
|
1901,00
|
34,75
|
24,00
|
334,50
|
879,00
|
154,50
|
474,25
|
SIQUILA
|
506,00
|
32,75
|
22,50
|
156,50
|
153,50
|
135,00
|
5,75
|
RESGUARDO
|
1928,00
|
51,00
|
93,50
|
302,00
|
892,00
|
519,50
|
70,00
|
TOTAL
|
10083,00
|
413,25
|
322,50
|
2059,58
|
4940,25
|
1686,50
|
660,92
|
Porcentaje
|
100,0
|
4,1
|
3,2
|
20,4
|
49,0
|
16,7
|
6,6
|
Fuente: Elaborado por investigadores, con base en encuesta
aplicada.
En la década de los noventa, la reconversión del
paisaje motivada por la amapola, se expresa en la sustitución del bosque
en 1.257 hectáreas (el 60%), de rastrojos en 706 hectáreas (el
34%) y de cultivos agrícolas en 143 hectáreas (el 7%); un total de
2.106 hectáreas
sustituidas[8], con un
costo importante sobre el bosque y los rastrojos. En relación con el
área agrícola sustituida, es decir 143 hectáreas, su
magnitud no es desdeñable, por cuanto la actual frontera agrícola
es de aproximadamente 322 hectáreas; esto significa que la
sustitución de alimentos representa en una perspectiva presente algo
así como el 44% de la actual frontera agrícola. Tal
proporción es la medida de la reducción en la producción
local de alimentos que en su momento fue compensada con importaciones de los
mismos desde otras localidades y regiones. (Cuadro Sustitución del
paisaje por amapola)
SUSTITUCION DEL PAISAJE POR AMAPOLA
(ultimos 10 años) en hectáreas |
|||||
Epicentro
|
Bosque
|
Rastrojo
|
Cultivos
|
Total
|
%
|
SAN MIGUEL
|
207,00
|
156,50
|
39,00
|
402,50
|
19,11
|
P. Tolima
|
8,00
|
41,50
|
1,00
|
50,50
|
2,40
|
P.LIMON
|
22,00
|
63,00
|
0,00
|
85,00
|
4,04
|
VILLANUEVA
|
780,00
|
222,00
|
14,00
|
1.016,00
|
48,23
|
S.ROSA
|
39,00
|
65,00
|
4,00
|
108,00
|
5,13
|
SIQUILA
|
146,00
|
114,50
|
84,00
|
344,50
|
16,35
|
RESGUARDO
|
55,00
|
44,00
|
1,00
|
100,00
|
4,75
|
TOTAL
|
1.257,00
|
706,50
|
143,00
|
2.106,50
|
100,00
|
Porcentaje
|
59,67
|
33,54
|
6,79
|
100,00
|
Las veredas más representativas de la zona de estudio, en cuanto
al fenómeno amapolero que nos ocupa, presentan una gran dificultad de
comunicación con los cascos urbanos y, en general, con los poblados,
debido al mal estado de las vías y a una inadecuada o inexistente
infraestructura vial y de apoyo a la producción. Al respecto, el 47% de
los encuestados manifiestan esa dificultad. Preguntadas las comunidades sobre el
tiempo[9] que gastan en entrar y salir
de sus fincas hacia los poblados o cabeceras, los resultados muestran tiempos de
entre 1 y 4 horas, lo cual revierte especialmente en la comercialización
de sus productos, en la comunicación interveredal con sus vecinos y en la
recepción de servicios ofrecidos por el Estado.
Para efectos de este análisis socioeconómico, se considera,
metodológicamente, que al hablar de economía campesina se hace
referencia a unidades de producción y consumo en las que es preponderante
el uso de mano de obra familiar, con un tipo de producción de pancoger y
la realización de excedentes comercializables con base en algunos pocos
productos; además, son unidades básicamente de subsistencia, con
bajos niveles de acumulación de capital y con tamaños de propiedad
que no superan las dos unidades agrícolas familiares (UAF). A este
respecto, y según las condiciones de la zona, se estimó una Uaf
promedio de 20 a 25 hectáreas (en condiciones ideales de no
producción de amapola). Con esta Uaf de referencia, se habla de un
campesinado “pequeño” o “pobre”, o de
“subsistencia” cuando sus propiedades no superan las dos Uaf.
[10]
En cuanto a la estructura social de la zona de estudio, puede afirmarse
que se trata de una zona predominantemente de economía campesina,
volcada a un tipo de producción de subsistencia, con bajos niveles de
acumulación en condiciones normales, cuyos excedentes más
importantes son explicados por la producción de lulo, fríjol,
maíz, arveja y, en menor medida, maderas y café. Esta agricultura
se complementa con una ganadería de leche no tecnificada.
Los
tamaños de las unidades productivas se concentran en el rango de 0 hasta
20 hectáreas, condición muy característica de las
economías campesinas de pequeños productores. La
estructura predial de la zona de estudio, con base en las encuestas aplicadas,
muestra que el 52% de los poseedores de tierras, se ubican en ese rango;
además, si se toma en cuenta el rango hasta 50 hectáreas, se
puede apreciar qué más del 80% de los poseedores de tierra, son
campesinado de pequeña propiedad ó “campesinado en
condiciones de subsistencia” (Cuadro de Estructura Predial..).
ESTRUCTURA PREDIAL DE LA ZONA DE ESTUDIO. POSEEDORES DE TIERRA | ||||||||||||
EPICENTRO | 0 a 20 hás | 20 a 50 hás | 50 a 100 hás | Más de 100 h | Total | Porcentaje | ||||||
# | Sup. | # | Sup. | # | Sup. | # | Sup. | # | Sup. | # | Sup. | |
S. Miguel | 31 | 392 | 26 | 948 | 22 | 1601 | 1 | 200 | 80 | 3141 | 28,1 | 31,2 |
P. Tolima | 13 | 155 | 7 | 247 | 0 | 0 | 0 | 0 | 20 | 402 | 7,0 | 4,0 |
P. Limón | 19 | 245 | 11 | 449 | 0 | 0 | 1 | 170 | 31 | 864 | 10,9 | 8,6 |
Villanueva | 17 | 193 | 15 | 648 | 4 | 300 | 1 | 200 | 37 | 1341 | 13,0 | 13,3 |
S.Rosa | 10 | 94 | 5 | 243 | 6 | 512 | 4 | 1052 | 25 | 1901 | 8,8 | 18,9 |
Siquila | 16 | 91 | 7 | 245 | 2 | 170 | 0 | 0 | 25 | 506 | 8,8 | 5,0 |
Resguardo | 42 | 337 | 13 | 477 | 9 | 624 | 3 | 490 | 67 | 1928 | 23,5 | 19,1 |
Total | 148 | 1507 | 84 | 3257 | 43 | 3207 | 10 | 2112 | 285 | 10083 | 100,0 | 100,0 |
Porcentaje | 51,9 | 14,9 | 29,5 | 32,3 | 15,1 | 31,8 | 3,5 | 20,9 | 100,0 | 100,0 |
El
gran propietario, para las condiciones de la zona, posee unidades de
producción mayores a las 100 hectáreas. Dentro de esta
categoría, sólo se encuentra el 3.5% de los poseedores de tierra,
lo cual reafirma el argumento de que se trata de una zona con un marcado peso
del campesinado pobre. Asimismo, como se podrá apreciar luego, al hablar
de la cobertura y uso del suelo, se trata de una zona que no ha consolidado sus
áreas de antigua colonización, como lo ilustra el hecho de la alta
cobertura de bosques y rastrojos, y la alta proporción de no
titulación de la propiedad, entre otros. (Cuadro Estructura
Predial)
El campesinado medio, aquel que se ubica entre las 50 y 100
hectáreas, representa un 15% de los poseedores de tierra, sobre un 32%
de la superficie. (Cuadro Estructura Predial)
Un aspecto central para
destacar, consistente con lo dicho hasta ahora, es que no se presenta una
explícita lucha por la tierra, debido a la inexistencia de
latifundistas o grandes propietarios. Concomitantemente, los datos permiten
afirmar que no existe una crítica concentración de la propiedad.
Al respecto, el 81.4% de los poseedores de tierra, los cuales se ubican dentro
de las dos Uaf, es decir, como “campesinado de subsistencia” ,
poseen el 47% de la superficie, en tanto que el restante 19% de poseedores
abarca el 53%. Esto es muy distinto a lo que sucede en zonas de economía
campesina en las cuales el pequeño propietario convive con el
fenómeno del latifundio. En éstas - cuando su peso es mayor al
80%- no participa de la superficie en más del 20 al 30%, como en Puerto
Wilches (Santander), San Vicente de Chucurí (Santander), el sur del
Cesar o el magdalena medio antioqueño, por ejemplo.
[11]
Otro aspecto relevante
de la zona, en materia de estructura predial y relaciones de tenencia, es que,
según resultados de la encuesta, el 75% de los poseedores de tierra no
poseen título legal, lo cual denota procesos antiguos de
colonización no consolidados y refleja la variabilidad de las posesiones,
de acuerdo con la cambiante ocupación del territorio por parte de los
actores armados de las distintas violencias acaecidas desde la década de
los cincuentas. Del conjunto de los “no propietarios” el 52% son
arrendatarios y el 37% son agregados; pero, en valores absolutos respecto del
total de ocupantes, el arrendamiento y los agregados, no son relaciones sociales
con peso significativo: los arrendatarios representan poco menos del 14% y los
agregados menos del 10%. Estos datos reafirman la existencia de una estructura
social basada en unidades de producción típicamente campesinas,
en las cuales el “propietario” o poseedor de tierra produce
fundamentalmente con mano de obra familiar y, eventualmente, contrata jornales
externos. Dicho sea de paso que, los jornales externos sólo pesan en la
producción de amapola y no en el conjunto de actividades
agropecuarias.
La historia de ocupación y aprovechamiento del territorio, muestra
cómo aquellos colonos de los cincuentas y los sesentas llegaron en busca
de tierras y atraídos por las maderas finas. Casi ninguno de los
asistentes a los talleres ubica a la violencia como factor de desplazamiento
hacia el sur del Tolima. (ver anexo: cuadros de talleres). La razón de
esto último es quizá que los actuales ocupantes son en su
mayoría recientes en la zona y que se ha perdido la memoria o se han
olvidado las historias de los viejos.
De todas maneras, el
aprovechamiento del territorio comenzó por la extracción de las
maderas; se sacaban las maderas
finas[12] y se tumbaba bosque para
hacer pasturas o dedicar los abiertos a la agricultura de pancoger. En
términos generales y recurrentes, los pobladores cuentan que una vez
tumbada la montaña se sembraba frijol, maíz, arveja, lulo, y en
menor medida papa en las partes altas y maíz, fríjol, café,
plátano y yuca en las partes medias y cálidas. En pocos casos la
tumba de bosques continuó con una agresiva instalación de pastos,
como ocurrió con el patrón dominante de colonización de
otras partes, tales como la Orinoquia, la Amazonia y el Magdalena Medio. En
los casos en que se sembró pastos después de la tala manual del
bosque, fue para pasturas de ganadería de leche en pequeña escala.
En este tipo de aprovechamiento del suelo, la tendencia desde un
principio fue a la agricultura de pancoger y algunos productos comercializables,
y no se dio un fenómeno de “ganaderización”,
característico en amplias zonas de colonización, como las ya
comentadas.
Hacia los setentas y hasta la primera mitad de los ochentas,
la estructura productiva característica se mantuvo: fríjol,
maíz, arveja, café, yuca, plátano, lulo, frutales en
general y una ganadería lechera de pequeña escala; productos de
climas fríos y medios de economía campesina. Los productos que
generaban excedentes comerciales eran el lulo, el fríjol, el tomate de
árbol, el café, el plátano, la papa y la leche, como los
principales.
A mediados de los ochentas la relativamente estable
estructura productiva marca un período de crisis. El lulo, es atacado
por un hongo que a la postre sería una epidemia para todos los
productores; el café es diezmado por la broca y por los precios
internacionales; los precios del fríjol caen y los demás productos
no compensan el creciente deterioro de los ingresos ocasionados por esas causas.
Sumado a esto, el contexto en que se desenvuelve la zona no es el más
favorable: insuficiencia de vías de comunicación y estado
deteriorado de las existentes; débil asistencia técnica
institucional; insuficiencia del crédito de fomento; carencia de sistemas
eficientes de comercialización, en particular, inexistencia de centros
de acopio y almacenamiento; debilidad organizativa de las comunidades, expresada
en la casi nula presencia de organizaciones gremiales de los productores y la
evidencia de casos de corrupción y mal manejo de entidades asociativas o
cooperativas. (Véase anexo: cuadros de talleres).
Este cuadro de
causas permite afirmar que la economía campesina se encontraba en una
situación de crisis, muy propicia para la llegada de la amapola a la
zona y su posterior arraigo. Queda claro que jugaron muchos aspectos como
determinantes y que el café fue sólo uno de ellos,
tratándose de una zona marginal cafetera y siendo sus actores principales
pequeños productores de la economía campesina.
La situación del café, en términos
macroeconómicos, se tornó desfavorable para el país desde
1987 hasta 1993, lo cual coadyuvó al surgimiento de la amapola -sin
ser un factor exclusivo y determinante- y afectó a la subregión
del sur del Tolima, la cual representaba, según el Censo Nacional
Cafetero, cerca del 28% del área plantada en todo el departamento. La
caída de precios en el mercado internacional y la amenaza de la broca,
sobre todo crítica en 1993, contribuyeron al avance de la
economía amapolera. El café, que alcanzó un precio de
hasta US $2 la libra en 1986, registró un precio de US $ 0.55 en 1993, en
los mercados internacionales.[13]
De otra parte, el desempleo sufrido por la crisis cafetera, implicó que
en tan sólo durante los años 92 y 93, el país perdiera
cerca de 72.000 empleos en la
actividad.[14] Esta evidente
disminución de ingresos, fue suplida parcialmente por los buenos precios
de la amapola en ese mismo momento, los cuales llegaban a $1.500 por kilo de
látex. (Ver anexo de Entrevistas).
Para la subregión sur
del Tolima, la crisis del café resentiría la economía
campesina en su conjunto, pues se trataba -y se trata- de una actividad
productiva en manos de pequeños propietarios con tecnologías
tradicionales de producción, en la preparación de suelos, manejo
cultural del cultivo y procesamiento del grano. Tales pequeños
propietarios se enfrentaron, entonces, a la ausencia de mecanismos de
compensación estatal o corporativa y se vieron así inducidos a la
búsqueda de alternativas productivas expeditas, como la amapola, que en
esos momentos mostraba un cierto auge, particularmente en territorios del sur
del Tolima y en Huila. Sumado a ello, la liberación de importaciones de
alimentos e insumos agrícolas profundizaría la crisis y la quiebra
de los pequeños y medianos propietarios dedicados a la siembra del
café, caña panelera, maíz, fríjol, frutales y cacao.
[15]
En cuanto a otras
condiciones sociales preexistentes al momento de entrada de la amapola -y que
no se resuelven con la producción de ese cultivo a pesar de sus
importantes excedentes, sino que, por el contrario, se profundizan- tenemos:
Una economía predominantemente campesina, con peso de unidades
de producción de tipo minifundista, ubicadas en zonas de ladera que
forman parte de las subcuencas de los ríos Atá y Saldaña;
un modelo productivo no viable, en razón de que los cultivos que
sustentaban excedentes comerciales entraron en crisis, como es el caso del
lulo, del fríjol, del maíz y del café, entre los
principales; una inadecuada infraestructura de vías y de
comercialización; una precaria posesión de tierras; una
insuficiencia de apoyo crediticio y de asistencia técnica por parte del
Estado; un manifiesto deterioro del medio ambiente y una débil
organización de los pequeños productores, a nivel gremial y
político, constituyen aspectos centrales que explican el surgimiento y
arraigo de la amapola en el sur del Tolima, con una consecuencia clara en el
panorama actual, cual es el abandono de la economía legal y tradicional
del campesinado y la desarticulación de su tejido social, en muchos
aspectos de su vivencia cotidiana. Una situación muy crítica y
paradójica, por cuanto hoy no sólo la amapola entró en
crisis, sino que profundizó la crisis misma de la economía
campesina. De hecho, si bien se disminuyó sustancialmente el
área sembrada en amapola, particularmente en el período
1992-1998, con posterioridad a esta fecha el cultivo tendió a
estabilizarse alrededor de las 600 hectáreas, manteniéndose como
opción de subsistencia al lado de los otros cultivos legales.
Si bien frente a la crisis de la economía campesina y cafetera, el
cultivo de la amapola suplió la caída de ingresos, y
contribuyó en el período coyuntural de bonanza a la
reactivación comercial de la subregión, tales excedentes fueron
sobre todo orientados hacia consumos externos a la subregión o internos,
pero en renglones que, como la cerveza y la diversión, y los bienes
suntuarios, no generan o no asientan el valor agregado local y regional (sus
puntos de producción y distribución están por fuera de la
subregión). En consecuencia los excedentes se dirigieron a epicentros
extraregionales como Ibagué, Pereira, Neiva, lugares de procedencia de
los bienes de consumo aludidos y sitios de origen de las redes de
promoción del negocio amapolero.
Excepcionalmente, como lo
indican las encuestas realizadas y las entrevistas a pobladores, algún
capital fue reinvertido en negocios de comercio urbano en Planadas y en el
mejoramiento de viviendas y fincas. (Véase textos resumen de
entrevistas).
En este contexto Planadas mantuvo, a pesar de la crisis, su
importancia como centro comercial subregional, con activos vínculos con
los demás epicentros subregionales y regionales, tales como Chaparral,
Neiva, Ibagué y Bogotá, en relación con la
producción y comercialización de café, e incipientemente
con la de frutales y hortícolas.
Actualmente, según el
plan de desarrollo municipal, Planadas cuenta con cerca de 900 empresas
comerciales, 650 de las cuales están en el casco urbano de Planadas, 250
en Gaitania y 50 en Bilbao, dedicadas principalmente a la
comercialización de víveres y abarrotes, café, hortalizas,
legumbres, ropa, calzado y variados artículos de consumo, así como
a la prestación de servicios de transporte, hospedajes, salud,
reparaciones eléctricas, mecánicas y centros de diversión.
Las fumigaciones sucesivas desde 1992 que, en el decir de las gentes de la
zona han sido más de ocho de gran despliegue, condujeron a la
reducción del área sembrada, de manera intermitente. Vale la pena
señalar cuál fue la dinámica que se generó con las
fumigaciones: después de cada una de ellas, la respuesta de los
cultivadores fue dispersar más sus cultivos de amapola, es decir,
cultivar lotes más pequeños y menos concentrados, más
alejados de los sitios de producción de alimentos y buscando ubicarlos
en sitios de mayor pendiente, para hacer menos efectiva la fumigación.
De ahí que la reducción del área sembrada se muestre
intermitente y poco efectiva, si se tiene en cuenta que es un proceso de casi
una década.
De otra parte, si bien las fumigaciones han
coadyuvado a la reducción del área sembrada, bien por el
daño de los cultivos o bien por disuasión, el fenómeno
económico aparejado de disminución de los precios al productor fue
también un elemento desestimulante sobre la actividad amapolera.
Curiosamente la disminución del área sembrada no condujo al
aumento de precios, como es de esperarse en cualquier cultivo normal; por el
contrario, paralelamente a la disminución de áreas, el precio
para el productor cayó: pasó de $1.800.000 el kilo en 1992, a $
1.500.000 en 1994, hasta alcanzar desde 1998 hasta el presente, precios de $
600.000, $ 400.000 y aún de $ 200.000.
[17]La explicación de este
fenómeno está en la posición monopólica (en rigor
monopsónica) que tiene el comprador, respecto al productor, para imponer
el precio. Las dificultades de acceso a la zona, por las fumigaciones y los
mismos operativos contra el narcotráfico, terminaron capitalizadas por
los intermediarios compradores; en términos económicos
sucedió que, los puntos de valor agregado que perdió el productor
fueron ganados por la cadena de intermediación, dado que los precios al
consumo se han mantenido o, incluso, han aumentado.
Frente a la crisis
de la economía campesina, la amapola entró a suplir la
caída de los ingresos derivados de productos como el lulo, el
fríjol y el café, entre otros. En los mejores momentos de la
amapola, hacia 1991-92, cuando el precio del kilo de latex era de $ 1800.000 o
de $ 1.500.000, la rentabilidad frente a cualquier cultivo no tenía
parangón. Con rendimientos de la amapola no muy altos, comparados con los
de zonas amapoleras de otras partes, como Huila y Cauca, se obtenía una
relación beneficio-costo extraordinaria. Tales rendimientos oscilan entre
4.1 kilos por hectárea y 9.13 kg/ha, registrando un promedio ponderado de
6.98 kg/há. (Cuadro No. ). Estos rendimientos son bajos, entre otras
razones, porque se trata de variedades de semilla de ciclo muy corto, conocidas
en la zona como “tresmesuna” que produce muy rápido, a los
tres meses o cuatro y que les permite a los cultivadores mayor liquidez;
también les brinda la posibilidad de capotear el riesgo de las eventuales
fumigaciones; si éstas se presentan las pérdidas son menores.
Los altos rendimientos de otras zonas corresponden a variedades de ciclo
más largo con las cuales se obtienen hasta 20 kg/há.
NUMERO DE UNIDADES. RENDIMIENTOS DE LA
AMAPOLA (Kilogramos por hectárea) |
|||||
EPICENTRO
|
0-5
|
6 A 12
|
13 A 20
|
TOTAL
|
%
|
SAN MIGUEL
|
18
|
52
|
9
|
79
|
31,10
|
P. TOLIMA
|
18
|
2
|
0
|
20
|
7,87
|
P.LIMON
|
20
|
11
|
1
|
32
|
12,60
|
VILLANUEVA
|
20
|
15
|
2
|
37
|
14,57
|
S.ROSA
|
9
|
15
|
1
|
25
|
9,84
|
SIQUILA
|
5
|
20
|
0
|
25
|
9,84
|
RESGUARDO
|
4
|
29
|
3
|
36
|
14,17
|
TOTAL
|
94
|
144
|
16
|
254
|
100,00
|
Porcentaje
|
37,01
|
56,69
|
6,30
|
100,00
|
Un cálculo de la rentabilidad actual de la amapola, en
condiciones de bajos precios, los cuales no superan los $600.000 por kilo de
látex, permite apreciar el inmenso beneficio económico que en el
pasado y aún en el presente representa esa actividad. Tomando como
referente los rendimientos de cada epicentro y asumiendo un precio bajo de
$600.000 por kilo de látex, la relación beneficio costo presenta
un indicador que va desde 2.56 hasta 13.47 (Cuadro No. ), lo cual significa que
por cada peso invertido, el beneficio bruto oscila entre 156% y 1247%; esta
relación beneficio costo es extraordinaria; no se presenta en
ningún otro cultivo. Si se la compara con cultivos propios de la
economía campesina, tales como maíz, fríjol, caña
panelera, la comparación se hace más sorprendente: en estos
cultivos campesinos, la relación beneficio-costo no supera el indicador
de 1.47; el mínimo es de 1.16 (Véase cuadro citado). Esto quiere
decir que, la rentabilidad de productos campesinos es “normal”,
entre un modesto 16% y un “muy buen” 47% .
RENTABILIDAD DE LA AMAPOLA FRENTE A
CULTIVOS DE LA ECONOMIA CAMPESINA En Pesos corrientes actuales por hectárea |
||||||
P. Limon | P. Tolima | Resguardo | S. Miguel | Siquila | Villanueva | |
Costos insumos | 120312,50 | 126500,00 | 171837,21 | 93877,50 | 217200,00 | 121621,62 |
Costos mano de obra | 126093,75 | 95250,00 | 1039204,55 | 799500,00 | 868800,00 | 453081,08 |
Otros costos | 0,00 | 0,00 | 244390,24 | 88312,50 | 0,00 | 2702,70 |
Total costos | 246406,25 | 221750,00 | 1455432,00 | 981690,00 | 1086000,00 | 577405,40 |
Beneficio bruto | 3318000,00 | 2460000,00 | 3732000,00 | 5478000,00 | 4104000,00 | 3924000,00 |
Relacion beneficio/costo | 13,47 | 11,09 | 2,56 | 5,58 | 3,78 | 6,80 |
1/ | 2/ | 3/ | 4/ | |||
Costo producto econ camp | 2076000,00 | 4975000,00 | 1166000,00 | 756000,00 | ||
Beneficio bruto | 2560680,00 | 7291080,00 | 1355760,00 | 1232000,00 | ||
Relacion beneficio/costo | 1,23 | 1,47 | 1,16 | 1,63 |
Notas: Se utiliza el promedio de rendimiento de la amapola,
en cada epicentro
Se asume un precio de $ 600.000 kilo
de látex; precio de los 3 últimos años, considerado bajo
por los cultivadores.
1/ se trata de frijol, en
condiciones de economía campesina
2/ se trata de
caña panelera, en condiciones de economía
campesina
3/ se trata de maíz en asocio en
condiciones de economía campesina;
4/ se trata
de maíz en condiciones de economía campesina sin ninguna
tecnificación
La amapola significó un importante uso
de jornales, a tal punto que la demanda de trabajo por ese concepto logró
incorporar a los jornaleros cesantes del café y de las actividades de
ciclo corto (maíz, frijol), además del flujo de gentes llegadas de
otras partes. Esa demanda contaba con la ventaja del precio, pues se
llegó a pagar 2.5 veces del valor pagado en la actividad cafetera: las
actividades lícitas pagaban en 1993 un jornal de $ 2.500, mientras que en
la actividad amapolera su promedio era de $ 6.500
[18] Los diferenciales en el precio
del jornal permitían "jalar" trabajadores de las actividades legales
hacia las ilegales. Aunque actualmente la proporción del precio del
jornal de las actividades ilegales frente a las legales ha disminuido,
registrándose una relación de 1.5 a 2.0, sigue siendo cooptada la
mano de obra a favor de aquellas.
AMAPOLA. USO DE JORNALES (por hectárea) | ||||||||||||||||
EPICENTRO | Limpia | Siembra | Manejo | Beneficio | Total |
% |
||||||||||
Fam. | Ext. | Subt. | Fam. | Ext. | Subt. | Fam. | Ext. | Subt. | Fam. | Ext. | Subt. | Fam. | Ext. | total | ||
SAN MIGUEL | 2341 | 1026 | 3367 | 541 | 98 | 639 | 1285 | 243 | 1528 | 2388 | 2756 | 5144 | 6555 | 4123 | 10678 | 38,4 |
P.Tolima | 259 | 169 | 428 | 98 | 29 | 127 | 241 | 177 | 418 | 370 | 240 | 610 | 968 | 615 | 1583 | 5,7 |
P.LIMON | 244 | 458 | 702 | 180 | 129 | 309 | 282 | 358 | 640 | 413 | 704 | 1117 | 1119 | 1649 | 2768 | 10,0 |
VILLANUEVA | 443 | 288 | 731 | 97 | 52 | 149 | 403 | 299 | 702 | 516 | 367 | 883 | 1459 | 1006 | 2465 | 8,9 |
S. ROSA | 301 | 395 | 696 | 75 | 84 | 159 | 272 | 225 | 497 | 531 | 556 | 1087 | 1179 | 1260 | 2439 | 8,8 |
SIQUILA | 118 | 486 | 604 | 33 | 75 | 108 | 174 | 391 | 565 | 406 | 986 | 1392 | 731 | 1938 | 2669 | 9,6 |
RESGUARDO | 1162 | 313 | 1475 | 447 | 101 | 548 | 1016 | 225 | 1241 | 1532 | 385 | 1917 | 4157 | 1024 | 5181 | 18,6 |
TOTAL | 4868 | 3135 | 8003 | 1471 | 568 | 2039 | 3673 | 1918 | 5591 | 6156 | 5994 | 12150 | 16168 | 11615 | 27783 | 100,0 |
Porcentaje | 17,5 | 11,3 | 28,8 | 5,3 | 2,0 | 7,3 | 13,2 | 6,9 | 20,1 | 22,2 | 21,6 | 43,7 | 58,2 | 41,8 | 100,0 |
Tomando como referente el total de las 20 veredas encuestadas -que como
se dijo representan aproximadamente un 70% del total de amapola en Planadas- el
uso total de jornales asciende en la actualidad a 27.783; estos
representarían cerca de 93 empleos permanentes por año
(homologándolos a empleos de tipo urbano), en solo 413 hectáreas
cultivadas de amapola. Además, esos jornales indican un promedio de
utilización de 67 jornales por hectárea. Cabe destacar,
adicionalmente, que los jornales familiares pesan el 58% el total de jornales
utilizados, en tanto que los externos lo hacen en el 42% (Cuadro
No.).
Frente a tales indicadores, y con el hecho de la crisis de la
economía campesina, es obvio el porqué de la entrada y posterior
arraigo de la amapola. Obsérvese, finalmente, que aún hoy con
precios bajos la rentabilidad de la amapola es insuperable.
Lo
paradójico es que con tales niveles de ingreso, las condiciones de las
fincas actuales y de sus pobladores sean tan precarias. Si bien los altos
ingresos de la amapola beneficiaron al campesinado, tal beneficio estrictamente
económico e individual no contribuyó a la construcción de
un proyecto regional, no sólo en términos de una estructura
económica viable, sino también social y ambientalmente
sostenible. La acumulación de capital, por otra parte, no se tradujo en
el fortalecimiento de la economía campesina en crisis, que se expresara
en el mejoramiento de las fincas a nivel, por ejemplo, de la creación de
sistemas de comercialización o de avances tecnológicos que
aprovecharan el potencial de renglones como los frutales; únicamente como
iniciativas individuales se mejoraron algunos cafetales y se sostuvieron
cultivos comercializables como el fríjol y la arveja.
El
comportamiento general de los cultivadores de amapola fue gastar los
excedentes de la amapola en consumos que no acrecentaban el valor agregado de la
zona, tales como, cerveza, mujeres y diversión. La mayor parte de quienes
"hicieron dinero" abandonaron la región (testimonios de entrevistados y
opiniones en los talleres veredales con la comunidad).
Es claro,
entonces, que los altos ingresos individuales se hicieron a costa del ambiente,
un indicador de lo cual es la sustitución de más de 1.800
hectáreas, entre bosques y rastrojo; la desintegración social
ocasionada por las disputas y homicidios originados por la bonanza en curso
[19] y precedidos por un concepto
cultural "del dinero fácil", que trasciende en todas las esferas de la
vida pública.
En las encuestas cuando a las personas se les
preguntó por el impacto personal o familiar ocasionado por la amapola, el
89% respondió que si hubo tal impacto, por algunos considerado como muy
crítico (el 4.7%) y por otros como no crítico (el 84%); ese
impacto lo reafirmaron las comunidades en salud, deserción escolar de los
hijos, gasto del dinero en vicios, violencia intrafamiliar, violencia entre
vecinos y otros. (Cuadro No. ).
Con respecto a los impactos sociales y
ambientales de la amapola cabe señalar que, aparte de la
desestructuración social con manifestaciones de descomposición, la
tala indiscriminada de bosques y la no superación de las condiciones
locales y regionales de pobreza preexistentes, la fumigación entra a
jugar un papel inconveniente, por cuanto agrega un factor adicional de menoscabo
a la estructura socioeconómica y ambiental vigentes, al profundizar el
deterioro ambiental por contaminación de suelos aguas y
vegetación, afectar la disminuida cobertura de cultivos agrícolas
campesinos, generar enfermedades nuevas y ocasionar una situación de
incertidumbre frente al futuro inmediato de la subregión. Si bien
permitió la reducción del área sembrada, ello fue con un
alto costo social y ambiental y faltaría hacer el balance si tales costos
representan algún beneficio para la subregión y las localidades.
El deterioro del medio ambiente, como resultado de la
profundización de la práctica cultural de tumba y quema de bosques
y rastrojos para preparar los terrenos para los abiertos de amapola, el cual,
como cultivo limpio, reafirma el proceso de deterioro preexistente y vulnera
mucho más la capacidad de sustentación misma de la economía
campesina.
El 87% de los encuestados, cultivadores y no
cultivadores, responde que las fumigaciones los afectaron de manera importante,
para algunos de manera grave, para otros menos crítica: les fueron
fumigados cultivos alimenticios y perdieron sus cosechas; aparecieron
enfermedades en las personas, que antes no se conocían tales como,
alergias y brotes (especialmente en los niños); se enfermaron los
animales; se les contaminó sus aguas y se les "envenenó" sus
suelos [20]
La
reacción de las comunidades frente a las fumigaciones, ha sido variada y
muy diciente en algunos aspectos. El 26% no asume alguna reacción
especial o no responde en la encuesta; el 37% manifiesta haber dejado de
cultivar amapola; el 27% dice haber dejado de cultivar alimentos; el 16% ha
utilizado sustancias protectoras a la amapola; el 53% ha cambiado la manera de
cultivar y sólo el 5% se ha quejado ante las autoridades.
Obsérvese, a partir del peso de las opiniones de la gente, que la
credibilidad en las autoridades o la creencia en su efectividad para
solucionarles problemas a las comunidades es mínima, muy consistente
quizá con su posición de ilegales. Pero, si es muy destacable el
hecho de que más de la mitad de los afectados haya cambiado su manera de
cultivar, lo cual se expresa en atomizar los cultivos de amapola, alejar la
producción de alimentos de los sitios amapoleros, disminuir el
tamaño de los lotes amapoleros, entre otros. Asimismo, es significativo
el dato de 27% que han dejado de cultivar alimentos por presión de las
fumigaciones, bien por el daño a los suelos o bien por la incapacidad
técnica y financiera de emprender nuevas siembras con altos riesgos.
(Cuadro Reacción frente a las fumigaciones).
Reacción frente a las fumigaciones
|
|
Opciones
|
%
|
Ninguna (no responde)
|
25,8
|
1. Queja ante las autoridades
|
5,3
|
2. Ha cambiado la manera de cultivar
|
53,0
|
3. Ha utilizado sustancias para proteger plantas
|
16,2
|
4. Ha dejado de cultivar alimentos
|
27,4
|
5. Ha dejado de cultivar amapola
|
36,9
|
Fuente: Cálculos de investigadores con base en encuesta
aplicada.
En el anterior contexto, las perspectivas de la amapola en la
subregión, y su impacto, dependen de la resolución de los
problemas que facilitaron su inserción, pero especialmente de la
continuidad o no de la actual política de erradicación forzosa del
cultivo, pues como se ha señalado, ésta va en contravía de
las posibilidades de recomposición campesina y de reconversión
productiva en condiciones de sostenibilidad ambiental y socioeconómica.
De mantenerse la actual política "erradicacionista", el área de
producción de amapola se mantendría, aún en niveles de
subsistencia, a pesar de las fumigaciones (como lo evidencia esta
década), con un creciente costo social y ambiental, expresado en el
desplazamiento de productores hacia nuevas áreas de bosque, la
disminución de la seguridad alimentaria regional y local (y su impacto
transregional), el desplazamiento forzado y la profundización del
conflicto social y armado.
Los resultados de la encuesta aplicada y el
diagnóstico comunitario de los talleres, revelan una disposición
inmediata de los campesinos cultivadores de amapola a la sustitución por
cultivos lícitos, cuyo primer paso sería, como lo
señalaron, parar las fumigaciones con glifosato y, en segundo lugar,
introducir planes de sustitución manual y voluntaria, al tiempo que se
produzcan estímulos y apoyos técnicos y financieros para el
impulso de programas que se basen en las potencialidades propias de la
región y recuperen la vocación agropecuaria y campesina, tales
como -en el lenguaje de ellos- la agroindustria de frutas, de lácteos,
la implementación de infraestructura de comercialización que logre
estabilizar los precios agropecuarios y el desenvolvimiento de programas de
recuperación y mantenimiento de cuencas.
Indígenas, colonos, arrendatarios, campesinos pobres, concesionarios
de tierras, y terratenientes, constituyen la base social del proceso
histórico de configuración regional surtolimense. Ya desde las
primeras décadas del siglo pasado, el proceso de poblamiento y
colonización del territorio generó innumerables y variados
conflictos y violencias, derivados de la lucha por la apropiación del
espacio y la explotación de sus recursos. Las últimas dos
décadas revelan en gran parte una reedición de estos conflictos
originarios, aún no resueltos, y la manifestación de otros,
asociados principalmente al acentuamiento de la confrontación insurgencia
- contrainsurgencia, a la crisis creciente de la economía campesina, a la
instalación de los cultivos ilícitos de amapola en la
región y a la lucha por el control territorial y poblacional por parte
del Estado, los paramilitares y las guerrillas de las FARC,
principalmente.
Si bien, desde tiempos coloniales los indígenas
del sur del Tolima tenían demarcado su territorio por reconocimiento de
la Real Corona española[21],
derechos que fueron ratificados por la Ley 89 de 1890, éstos
venían siendo presionados a abandonar sus tierras por parte de los
hacendados de la región quienes a través de varios mecanismos
expulsivos, que iban desde la amenaza hasta el desalojo violento, terminaban
usurpándoles la tierra, lo cual, a su vez, desencadenó los
primeros movimientos de recuperación de las tierras de resguardo por
parte de los indígenas y comuneros.
Esta situación de disputa coincidía con la que vivían los indígenas del Cauca que estaban siendo desplazados hacia las partes altas de la cordillera, hacia el noroccidente huilense y el alto sur del Tolima, por los grandes hacendados y terratenientes caucanos. Este es el origen del actual asentamiento de indígenas paeces localizado en Gaitania, municipio de Planadas, al cual llegaron después de la guerra civil de los Mil Días, cuando "algunas familias se dispersaron en busca de nuevos horizontes para sobrevivir. ... El negro Tomás Valencia emprendió la expedición acompañado por los hermanos indígenas Lorenzo Paya, su hijo Corpus Paya y Juan Paya. Estos hermanos emigraron del Cauca atravesando la cordillera central hasta llegar al sitio donde hoy comprende la vereda Palomas, donde habitaron por primera vez."[22]
En correspondencia con el proceso de poblamiento, colonización y aprovechamiento de los recursos, la región sur tolimense ha pasado por diferentes momentos de acuerdo a su dinámica migratoria, de ocupación productiva del territorio, sociodemográfica, y la propia consolidación de los asentamientos humanos y su construcción social regional, dentro de la cual, sobresale el conflicto como configuración de nuevos escenarios.
Partiendo de los distintos procesos y actores de la configuración espacial, descontando por supuesto los escenarios ancestrales indígenas, podemos para efectos del presente estudio señalar los siguientes 5 periodos de constitución de nuevos escenarios, como también desaparición o recomposición de viejos escenarios:
Durante este periodo se forman los primeros asentamientos en el alto sur del Tolima. En efecto, partiendo de las dos únicas cabeceras municipales existentes en la subregión sur tolimense, Chaparral y Ataco, en un movimiento migratorio en dirección norte- sur que contenía, principalmente, la colonización proveniente del antiguo Caldas y Antioquia, se crearon hacia el sur los asentamientos de El Limón y Rioblanco, erigidos luego en corregimientos del municipio de Chaparral y las inspecciones de policía de la jurisdicción municipal, como San José de las Hermosas y La Herrera, asociados a la producción campesina de maíz, arroz, caña de azúcar, fríjol, arveja y, por supuesto, café en las partes bajas.
A su vez, dentro de la misma jurisdicción, se presentó un poblamiento disperso en la parte alta de la cordillera central hacia el sur, sobre los terrenos baldíos en los cuales se inició el avance de la colonización, precariamente asociada a la explotación de madera.
La violencia que se hizo sentir con mayor rigor en la subregión, sumado a los impactos sobre la población de los operativos militares y campañas contrainsurgentes contra la zona de Marquetalia, provocó una desaceleración del proceso de poblamiento y la emigracion de pobladores hacia otras subregiones del departamento e incluso fuera de éste, dando orígen como se ha demostrado en varios estudios, a las colonizaciones del Caquetá y los Llanos Orientales, entre las principales. Como resultado de esta crisis demográfica, la economía subregional se vio seriamente afectada, presentandose numerosos casos de abandono de predios, restricción de la producción y en general desestructuración de la economía campesina.
Ataco, que incluía todavía la población de Planadas, aumentó ligeramente su población, pasando de 17.618 habitantes a 22.652; Chaparral que contaba con 36.830 habitantes en 1951, apenas llegó a 39.831 en 1964. Tal vez la excepción la constituyó el nuevo municipio de Rioblanco que tuvo un relativo aumento de significación, pasando de 7.420 habitantes en su primer censo de 1951, a 11.460 en 1964
Pasados los efectos de la violencia y de las campañas militares contrainsurgentes en la subregión, empezó a producirse una paulatina recuperación demográfica de los municipios que componen la subregión. Desde entonces Rioblanco y Planadas van a ser los municipios con indiscutible mayor crecimiento demográfico y los lugares donde se observa una mayor recuperación de la estructura económica productiva subregional, basada en el café, en la parte baja y en la producción frutícola y hortícola en las partes medias. Durante el periodo intercensal 1973-1985, Planadas y Rioblanco presentaron los mayores índices de crecimiento poblacional alcanzando un crecimiento del 24,9% y 50,8%, respectivamente, muy por encima del promedio de crecimiento del total de los municipios del sur, 8,8% y del departamento durante el periodo, que fue del 12,9%.
En especial durante el periodo intercensal de 1973 a 1985 su población paso de 15.502 habitantes a 23.375, en el caso de Rioblanco y de 17.194 habitantes a 21.473, en el caso de Planadas, presentándose un crecimiento del 50.8% y 24.9% respectivamente, frente a apenas un 7.5% y 5.5% de Ataco y Chaparral, respectivamente. (Véase tabla Evolución de la población...)
MUNICIPIO | 1.938 | 1.951 | 1.964 | 1.973 | 1.985 |
Crecim 85/73 |
1.993 |
Crecim 93/85 |
1999* |
Crecim 99/93 |
Crecim 73/99 |
ATACO | 13.096 | 17.618 | 22.652 | 19.990 | 21.486 | 7,5% | 20.060 | -6,64% | 20.469 | 2,0% | 2,40% |
CHAPARRAL | 7.364 | 36.830 | 39.821 | 40.694 | 42.950 | 5,5% | 40.880 | -4,82% | 42.420 | 3,8% | 4,24% |
PLANADAS | 17.194 | 21.473 | 24,9% | 25.594 | 19,19% | 32.660 | 27,6% | 89,95% | |||
RIOBLANCO | 7.420 | 11.460 | 15.502 | 23.375 | 50,8% | 27.649 | 18,28% | 34.265 | 23,9% | 121,04% | |
TOTAL 4 MPIOS | 20.460 | 61.868 | 73.933 | 93.380 | 109.284 | 17,0% | 114.183 | 4,48% | 129.814 | 13,7% | 39,02% |
TOTAL
DEPARTAMENTO |
905.609 | 1.022.428 | 12,9% | 1.150.080 | 12,49% | 1.292.982 | 12,4% | 42,77% | |||
% de participación en el
Dpto. |
10,31% | 10,69% | 9,93% | 10,04% |
FUENTE: DANE - Cámara de Comercio. Tolima en cifras,
1998-1999. Proyecto:
(*) Proyectada a junio de
1999
1. Planadas 1951 y 1964, està incluido en
Ataco., municipio del cual se separó en 1967
2.
La población de Rioblanco de 1938, está incluida en Chaparral,
municipio del cual se segregó en 1947
6. ORIGEN DEL CULTIVO DE LA AMAPOLA EN EL SUR DEL TOLIMA
El desarrollo de los cultivos de la amapola en el sur del Tolima, en
particular, fue posible por las condiciones biodiversas del territorio, por
las estructuras sociales existentes, por la intercomunicación con otras
zonas productoras de ilícitos y por la crisis de la economía
campesina. Algunos autores señalan, en una mirada regional, que la crisis
del café fue un factor determinante.
[23] Sin embargo, este estudio
matiza ese argumento, al indicar que más que la crisis del café,
el aspecto determinante fue la crisis de la economía campesina, sobre
todo desde una perspectiva de análisis que mira cómo se inscribe
lo local dentro de un contexto regional más amplio.
En efecto,
para la zona de estudio, en particular para Planadas, la crisis del café
afectó al campesinado de las zonas marginales cafeteras, altas y bajas y
-a diferencia de Chaparral, en donde el campesinado cafetero predominante era
mediano y grande- se trataba de un campesinado pequeño, en muchos casos
minifundista, volcado a un tipo de producción de subsistencia, cuyos
excedentes más importantes eran explicados por la producción de
lulo, fríjol, maíz, arveja y, en menor medida, maderas y
café.
En términos socioeconómicos el sur del Tolima
y, en particular la zona de estudio, es una región de economía
campesina, con productos de agricultura tradicional, tales como, papa, maiz,
frijol, lulo, arveja, al lado de la producción de café y una
ganadería no tecnificada. Esta estructura económica, mantuvo una
relativa estabilidad desde los setentas, hasta mediados de los ochentas. Durante
este período es posible constatar que los mayores excedentes o ganancias
generados por el campesinado son atribuibles a productos como el lulo y la
papa, en las partes altas y, el café, el fríjol y el maíz,
en las zonas medias; también el ganado contribuía con los ingresos
líquidos de los campesinos -sin ser una zona rigurosamente especializada
como ganadera- En menor medida se destacan las maderas, cuyo período de
prosperidad corresponde más a las décadas de los cincuentas y
sesentas y parte de los setentas. No obstante, la crisis de la economía
campesina se evidencia hacia mediados de los ochentas, con "la plaga" que acaba
con el lulo, la caída de los precios del fríjol y del maíz
y la crisis cafetera. (testimonios de entrevistados y diagnóstico
comunitario en los talleres veredales. Véase cuadros de
talleres).
La amapola se empezó a cultivar sobre todo en las
partes altas, arriba de los 2000 metros, como en las zonas marginales
cafeteras.
Según las encuestas realizadas y la información
recogida en los talleres con las comunidades, además de entrevistas a
productores, la amapola hace su aparición, de manera dispersa, entre
los años 1984 y 1989. Luego, entre 1990 y 1995 se convierte en un
fenómeno generalizado que involucra a más de 20 veredas de
Planadas de manera
significativa. Sobre estas veredas agrupadas en
epicentros elaboró este estudio su indagación de campo.
[24]
En efecto, el 68% de
los productores de amapola iniciaron este cultivo en el período 90-95,
destacándose dentro de éste, un subperíodo sostenido y de
auge entre los años 1990 y 1992 (Véase Gráfica y cuadro de
cultivos de amapola).
Cultivos de amapola según año de
inicio
|
||
Año
|
Cultivos
|
%
|
1984
|
1
|
0,4%
|
1985
|
3
|
1,2%
|
1988
|
3
|
1,2%
|
1989
|
1
|
0,4%
|
1990
|
19
|
7,5%
|
1991
|
40
|
15,7%
|
1992
|
49
|
19,2%
|
1993
|
15
|
5,9%
|
1994
|
19
|
7,5%
|
1995
|
31
|
12,2%
|
1996
|
18
|
7,1%
|
1997
|
15
|
5,9%
|
1998
|
28
|
11,0%
|
1999
|
13
|
5,1%
|
Total
|
255
|
100,0%
|
FUENTE: Encuesta aplicada; proceso y cálculo de investigadores.
A partir de 1993 y hasta hoy, se presenta un período de crisis y
estabilización del cultivo. De aproximadamente 2000 hectáreas de
amapola existentes en 1992, se llega a cerca de 600 en 1998, cifra que se
mantiene estable en ese nivel, según estimativos propios de esta
investigación [25]. La
tendencia decreciente de la producción de amapola, desde 1993, se debe
fundamentalmente a las sucesivas fumigaciones y a la caída del precio al
productor, correlacionado con la menor presencia de compradores en la zona.
A partir de los datos suministrados por la encuesta, las entrevistas y
talleres comunitarios, el actual cultivador amapolero es de procedencia de la
misma subregión, cuya edad promedio es de 25 años, soltero o
recién iniciando su ciclo familiar, muchos de los cuales cuentan con
alguna experiencia previa en las faenas agropecuarias, por provenir del mismo
entorno socioeconómico, y en algunos casos ser los descendientes de los
colonos y campesinos fundadores o antiguos, pero otros, la minoría,
iniciaron su aprendizaje como cultivadores del opiáceo, con la esperanza
de acumular algún dinero y emigrar a los centros urbanos de procedencia.
El contexto de oportunidades y las expectativas para unos y otros presenta
considerables diferencias. Mientras para los primeros el cultivo ilícito
se es visto como una consecuencia inevitable de la crisis de la economía
campesina y la única alternativa viable para la generación de
ingresos que permitan su sobrevivencia y reproducción social, y en
algunos casos su recomposición social como campesinos, para los segundos,
principalmente significa una oportunidad de acumulación de
pequeños excedentes reinvertibles en sus lugares de origen.
Desde
luego, la presencia de este nuevo actor social introdujo variaciones en el
entorno sociocultural de los habitantes del sur del Tolima antes y
después de la llegada de la amapola. El inicio del consumo suntuario,
asociado a la emergencia de nuevos valores, las posibilidades de éxito
rápido, los nuevos patrones de competencia, basados en la
condición de ilegalidad del cultivo, alteraron el régimen de
convivencia y relacionamiento entre los lugareños.
Los procesos
de migración e inmigración, ligados a las coyunturas de auge o
crisis del cultivo ilícito, introdujeron también variaciones en el
comportamiento demográfico del municipio y alteraron considerablemente
las redes de sociabilidad, acabando o deteriorando algunas y dando origen a
otras de menor sentido comunitario y de pertenencia, lo que desde luego
afectó la contextura misma del tejido social y de la organización
comunitaria, generando a su vez nuevas fuentes de conflicto, principalmente, los
que se asociaron con el proceso de producción, distribución y
control del negocio del opiáceo.
En efecto, según las
fuentes citadas, durante algunos momentos aparecieron en la localidad grupos y
redes de narcotraficantes que buscaron imponer su ley con el fin de proteger sus
transacciones comerciales. La actividad desbordada de algunos de estos grupos,
algunos de los cuales también estaban asociados a bandas de justicia
privada, provocó la intervención de las guerrillas de las FARC,
con el fin de ordenar y regular las relaciones de la comunidad y vigilar la
suerte de las transacciones. La presencia de las FARC en la región, que
se dio desde mucho antes de la aparición del cultivo, facilitó a
pedido de los pobladores el que estos asumieran esta actividad reguladora.
A juicio de los mismos habitantes, la intervención de las
guerrillas, particularmente, la del Joselo Losada, estabilizó el clima
social y político de la región. Ellos permitieron reconstruir
parte del tejido social desintegrado por los múltiples conflictos inter
grupales, inter redes e intra comunitarios que se presentaron por la disputa de
los excedentes producidos por el cultivo de la amapola, envueltos en un
pseudocultura hedonista, de la ley del mas fuerte o del mas astuto. La
presencia de las guerrillas de las FARC, también contribuyó
notoriamente a generar un clima de tranquilidad y seguridad en la zona que
estaba seriamente amenazado por la penetración de 1996 de núcleos
de paramilitares que desde Ataco, Chaparral y Rioblanco, sobre los
caseríos de Santiago Pérez y Puerto Saldaña, buscaban
incursionar en la zona, creando zozobra e intranquilidad en sus
pobladores.
Dentro de la región, la subregión surtolimense, no
sólo ofrece sensibles desequilibrios intra regionales, siendo una de las
mas segregadas del departamento, con altos niveles de marginación
económica, social y política, como quiera que tiene bajos niveles
de representación y una de las estructuras organizacionales mas
débiles comparativamente frente a las otras subregiones del departamento
del Tolima.
Para el Estado, desde tiempo atrás, la región
ha sido considerada como "zona roja" objeto de campañas y operaciones
militares, y últimamente paramilitares, bajo la divisa de controlar el
territorio. Esta es una de las razones por la cual en la localidad el Estado
sufre un proceso de deslegitimación creciente, siendo la
institucionalidad poco creíble para la percepción de la
mayoría de sus pobladores. Escepticismo y desconfianza marcan las pautas
de relacionamiento de la comunidad con el Estado.
En concurrencia con el
grado de marginación y desequilibrio en que se mantiene la
subregión, las inversiones del Estado limitadas casi exclusivamente a las
transferencias de los recursos a las municipalidades, no permiten una mayor
proyección de la subregión. Las instituciones del orden nacional
muy excepcionalmente logran colocar algunos de sus recursos en el municipio, no
obstante, existir algunos proyectos y propuestas de inversión dentro de
este. Instituciones como el Plante, Red de Solidaridad Social y otras muy
segmentariamente han tenido algún influjo dentro del desarrollo
municipal.
No obstante, no se observa en la localidad fuertes nexos de
cohesión social ni tendencias de empoderamiento comunitario
autónomo. Las Juntas de Acción Comunal en los distintos niveles,
que constituyen el soporte de la acción comunitaria, todavía se
circunscriben a acciones muy rutinarias y convencionales. Aunque es de destacar,
que bajo el impulso de procesos políticos locales, muy imbricados con el
proyecto político insurgente, éstas tienden a desarrollar una
actividad más reguladora, veedora y fiscalizadora de lo comúnmente
acostumbrado.
Existen comparativamente muy pocas organizaciones sociales
y comunitarias, actividad que queda reducida al ámbito de algunas
organizaciones gremiales y de productores o grupos de interés con
limitados alcances sociales y comunitarios.
A nivel municipal, la oficina
encargada de los asuntos comunitarios, requiere de una orientación a
nivel programático y funcional que le permita convertirse en promotora e
impulsora de la organización comunitaria y de fortalecimiento de su
tejido social, observándose claramente ostensibles dificultades en su
proyección y alcances respecto a la misma participación
comunitaria y por supuesto al papel que debe desempeñar en el proceso de
construcción social local.
De hecho no cuenta con una estrategia
definida, que permita cualificar el propio proceso de participación
comunitario, fortaleciendo su capacidad decisional y generando procesos de
empoderamiento de los mismos, inicialmente aumentando su capacidad de
representación y representatividad dentro de la propia estructura
decisional del Municipio, principalmente del sector rural.
En este
sentido, al igual que en otros Municipios, la estructura político
administrativa de Planadas está encaminada, dadas las precarias
condiciones de la vida material del Municipio, a subsanar más los
déficits materiales, de infraestructura y de servicios, que a resolver
los igualmente preocupantes déficits cualitativos de formación,
organización y participación ciudadana, prerrequisitos, de la vida
democrática del Municipio.
Uno de los problemas que resultan de
este esfuerzo centrado preferencialmente en la superación de los
déficits cuantitativos, es el que se corra el riego de aplazar
indefinidamente la tarea de impulso formación y promoción de la
participación ciudadana, la búsqueda e identificación y
fortalecimiento de los nuevos actores sociales que favorezcan procesos de
democratización de la vida y el gobierno Municipales, en suma, que
permitan construir un proyecto local de cultura y convivencia
democrática, mediante la legitimación sucesiva de cada uno de los
actos de gobierno, como requisito y garantía de gobernabilidad.
Si
bien, el análisis actual permite registrar avances, algunos
considerables, en la prestación de servicios públicos,
infraestructura vial, urbano rural, equipamento Municipal en salud, en
educación, menos en el sector agropecuario, es notorio el rezago en la
parte de formación y participación ciudadana, no sólo en la
formulación, planeación y ejecución de las acciones de
gobierno, sino, como anotábamos antes, en la toma de decisiones. De
acuerdo con el esquema tradicional vigente, son insuficientes, y en algunos
casos nulos los mecanismos y estrategias de gobierno que permitan incorporar
las demandas y prioridades de los distintos actores de la comunidad dentro de
los sucesivos Planes de Desarrollo Municipal, los cuales por demás, son
ostensiblemente precarios.
En este sentido es preciso activar mecanismos
que posibiliten el ejercicio de gobierno dentro de una estrategia más
participativa y democrática e introducir cambios que permitan apuntar a
los déficits cualitativos observados en lo social, lo cultural y lo
político.
No es suficiente en este caso, que el programa de
gobierno se comprometa a orientar la inversión pública para
atender prioritariamente las necesidades y derechos de la población, sino
que debe garantizar efectivamente, tanto en las decisiones de gobierno, como en
el control y fiscalización de la acción gubernamental, la puesta
en marcha de un conjunto de prácticas participativas diversas y
diferenciadas, en razón del grado de vulnerabilidad de los distintos
sectores de la población, con el fin de superar la baja visibilidad de
los mismos, observada dentro del proceso, y explicada bien por los
déficits de las estrategias de información y comunicación,
bien por la propia ausencia de escenarios permanentes de participación
dentro de la precaria estructura institucional.
En este sentido, resulta
apremiante, un programa de Fortalecimiento Institucional, no sólo
orientado a la organización y funcionamiento administrativo, en la
búsqueda de una mayor eficacia y eficiencia, sino principalmente al logro
de mayores niveles de descentralización y participación, de modo
que permita combatir las desigualdades y desequilibrios socio-espaciales lo
mismo que cumplir las condiciones de participación ciudadana, como
factores centrales de la democratización de la vida Municipal y
garantía de gobernabilidad.
Con base en la encuesta socioeconómica aplicada a las 20 veredas de
Planadas más representativas del fenómeno amapolero, agrupadas en
7 epicentros, los resultados de la misma muestran que el 90% de los
entrevistados, es decir, 254 unidades productivas campesinas son o han sido
cultivadores de amapola desde que comenzó su aparición
-aún de manera dispersa, hacia el año 1984-89-. (Véase
acápite titulado “la amapola”, en este
documento).
Llama la atención el hecho de que una población
similar, según la misma encuesta, esté dispuesta a sustituir el
cultivo de la amapola, obviamente, siempre y cuando cuente con el apoyo decidido
del Estado. En efecto, el 84% de cultivadores, esto es, 239 unidades campesinas
así lo manifestaron. Sólo 43 respondieron negativamente a la
pregunta de “si está de acuerdo con la sustitución”,
aduciendo, en su gran mayoría, que “no hay otra alternativa”
(opción número 2 de la encuesta, sobre la pregunta “si no
está de acuerdo, justifique su respuesta”).
Quienes
están por la sustitución, con apoyo del Estado, a través de
acciones de fomento y no por la vía de la fumigación, se inclinan
por opciones tales como: fortalecimiento de los productos
tradicionales
comercializables (papa, caña, café, arveja, fríjol,
tomate) (el 9.2%); impulso de los frutales comercializables y productos
tradicionales comercializables (el 11.8%); frutales comercializables (el 9.6%);
mejoramiento de pastos y ganadería bovina (el 7.4%); fortalecimiento del
pancoger y de los tradicionales comercializables (el 6.6%); y una
proporción importante de todos los encuestados, optan por una
combinación de todas las anteriores posibilidades. (Véase tabla
adjunta).
Unidades productivas de acuerdo con la
sustitución
Opciones |
Unidades
|
Porcentaje
|
Está de acuerdo
|
239
|
84.5 %
|
No está de acuerdo
|
43
|
15.2 %
|
No responde no sabe
|
1
|
0.3%
|
TOTAL
|
283
|
100%
|
Fuente: Encuesta aplicada. Cálculos investigadores.
OPCIONES | Número de opción | UNIDADES |
PORCENTAJE % |
Pancoger tradicional: yuca, plátano, maíz. | 01 | 7 | 2.6 |
Tradicionales comercializables: papa, café, arveja, fríjol, tomate. | 02 | 25 | 9.2 |
Frutales comercializables: curuba, fresas, granadilla, lulo, maracuya, tomate árbol, mora. | 03 | 26 | 9.6 |
Legumbres y hortalizas | 04 | ||
Pastos y ganadería bovina | 05 | 20 | 7.4 |
Piscicultura | 06 | ||
Cultivos promisorios: bómbolo, palmito, otros. | 07 | ||
Opciones 01 y 02 | 01y 02 | 18 | 6.6 |
Opciones 02 y 03 | 02 y 03 | 32 | 11.8 |
Opciones 02 y 05 | 02 y 05 | 12 | 4.4 |
Opciones 03 y 05 | 03 y 05 | 28 | 10.3 |
Opciones 1, 2 y 3 | 1,2,3 | 26 | 9.6 |
Opciones 2,3, y 5 | 2,3,5 | 17 | 6.3 |
SUBTOTAL | 211 | 77.8 | |
Resto/ combinaciones | 60 | 22.2 | |
TOTAL | 271 | 100 |
Fuente: Encuesta aplicada. Cálculos propios de los
investigadores.
Con base en los siete (7) talleres realizados con las comunidades de la
zona más directamente afectada por el fenómeno
amapolero[26], y a partir de una
metodología de Diagnóstico rápido participativo (DRP), se
presenta una visión sistémica de la problemática alrededor
de la amapola, como fenómeno socioeconómico inscrito dentro de
una estructura de economía campesina.
Los registros de los
talleres se organizan dentro de un discurso que racionaliza las evidencias
prácticas, los datos y las experiencias contadas por las comunidades. En
este tipo de análisis, se parte de la identificación de un
problema central y un conjunto de problemas subordinados, los cuales
están ligados por relaciones causales (causa- efecto). De esta manera,
puede establecerse un árbol de problemas, en donde se muestra el problema
central, los problemas subordinados, las causas y los efectos.
El problema central es
la existencia de una economía campesina no
viable, que dio surgimiento al cultivo de la amapola, como salida de
supervivencia y el cual no logró, o no permitió, la
superación de ese sistema de producción no viable, como tampoco el
mejoramiento sostenible de las condiciones de vida del campesinado. Por el
contrario, generó nuevas situaciones problemáticas y
profundizó las tendencias de descomposición del campesinado,
ratificando en la actualidad su carácter precario.
Entre los
problemas subordinados, por el lado de las causas, se encuentran: la
recurrente falta de crédito con bajos intereses o, por lo menos, con
tasas acordes a la situación de una economía campesina,
básicamente de pequeños propietarios y de subsistencia. La
carencia de políticas de diversificación productiva, manifiesta en
que sólo algunos pocos productos mostraban (y muestran) posibilidades de
generar excedentes acumulables (lulo, fríjol, arveja, papa, café,
incluidos todos los pisos térmicos). La inexistencia de centros de
acopio e infraestructura de comercialización, empezando por el mal estado
de las vías, que impide la realización
económica de
los productos y no posibilita alguna regulación de precios y cosechas.
(Véase cuadros adjuntos de talleres).
Otros problemas
subordinados, por el lado de los efectos, son el surgimiento mismo de la
amapola, con sus consecuencias indeseables sobre la ruptura del tejido
social, empezando por el individuo y la familia y golpeando especialmente a los
jóvenes, quienes fueron los más ilusionados con el espejismo de la
amapola en la última década. La ausencia, o insuficiencia, de
una política estatal de fomento al agro y, en consecuencia, la escasa
diversificación de la estructura productiva con renglones capaces de
sustentar un proceso sostenido de acumulación, se traduce en desempleo,
especialmente rural, según lo expresado en todos los talleres, en los
cuales las comunidades manifestaron que “no hay fuentes de empleo”.
La carencia de canales e infraestructura de comercialización, con
vías y caminos en permanente mal estado, explica en parte la
inestabilidad de los precios agrícolas e “ingresos adecuados a
partir de precios justos”.
En relación con los aspectos
ambientales, cabe decir que, la zona de estudio no siguió un
patrón de tumba y quema indiscriminada del bosque como requisito para la
implementación de sus sistemas de producción. Es decir que, a
diferencia de otras regiones del país, como las áreas de
colonización del Caquetá o Guaviare, por ejemplo, no se
avanzó en un proceso de ganaderización o praderización
extensivos sino que se implementó un sistema de producción mas que
todo agrícola y de ganadería en pequeña escala. El relativo
mantenimiento de los bosques y la cobertura importante de rastrojos -a pesar de
la predación implicada en la siembra de amapola en la década de
los noventas- constituyen un aspecto positivo de las potencialidades de la
subregión para reorientar un proceso productivo en condiciones de
sostenibilidad relativa.
Los problemas ambientales, entonces, se deben
más que todo a la fumigación emprendida por el Estado contra los
cultivos de amapola, afectando de paso a los demás cultivos y
actividades agropecuarias de las que derivan sus ingresos los campesinos. Las
comunidades son claras en manifestar que una causa explícita del
deterioro ambiental es la fumigación, acaecida desde 1991-92. Sus
efectos, de impacto inmediato, han sido la extinción de animales de
monte, el deterioro del ganado vacuno, la aparición de enfermedades,
especialmente brotes de piel en los niños, y la contaminación de
las aguas y los suelos. Sobre este último la gente habla de “el
envenenamiento de los suelos” que los hace infértiles. Los efectos
menos inmediatos son el debilitamiento de la oferta de recursos naturales y, por
ende, de la estructura productiva campesina, con impactos sociales y ambientales
aún no previstos.
Quizá el único problema ambiental
que las comunidades perciben directamente asociado al cultivo de la amapola es
la acción de tumba, tala y quema del bosque para el montaje del cultivo.
Sin embargo, este fenómeno es calificado por aquellas en un nivel igual
de predación al que ocurre con los demás cultivos
agrícolas.
Los problemas derivados de la organización
social, en un sentido amplio, que retroalimentan la condición de
economía campesina no viable, anotada más arriba son, entre otros,
la debilidad en la organización comunitaria, que en las últimas
décadas se expresa en una vida efímera de las organizaciones de
tipo cooperativo y en la ausencia de asociaciones gremiales duraderas. Asimismo,
en el surgimiento de formas organizativas para acciones puntuales o
coyunturales, como es el caso de los comités pro-carreteras. Dicha
debilidad organizativa trae como efecto una baja capacidad de negociación
gremial y política, frente al Estado y al sector privado, tanto en el
mundo de los negocios como en el de la exigencia de los derechos
económicos, sociales, políticos y culturales de las comunidades.
Ejemplos de ello son las carencias manifiestas de los servicios básicos,
las insuficientes dotaciones de los centros educativos y de salud y el
permanente estado precario de las vías.
Ligado a la debilidad
organizativa de las comunidades -como el polo opuesto de una misma
dinámica- está la débil o nula presencia del Estado, en
términos de prestación de servicios básicos a las
comunidades, como asistencia técnica, servicios públicos y
servicios sociales. La presencia del Estado ha sido más de tipo militar,
en una zona con tradición de lucha armada bipartidista y actualmente
insurgente. (Véase capítulo sobre aspectos
socioculturales).
El “orden público” no sobresale con
relevancia en el diagnóstico que elaboran las comunidades. Si bien se
menciona, su frecuencia de aparición en los distintos talleres es
mínima. El conflicto armado es reconocido por las comunidades como un
elemento de contexto, condicionante de las relaciones sociales, cuya
razón de ser es quizá histórica y debido a las condiciones
de abandono de la zona por parte del Estado y a la circunstancia de tratarse de
zonas campesinas, pobres, que no pesan en el ámbito nacional.
(Véase cuadros adjuntos de talleres).
Las comunidades, con base en su propio diagnóstico, plantean como
salida a la crisis de la economía campesina subregional una
reconversión del sistema productivo, comenzando por la
sustitución del cultivo de la amapola, siempre y cuando exista un
decidido apoyo del Estado. Al respecto, y como parte del ejercicio realizado en
los talleres sobre las potencialidades con que cuentan, expresan las siguientes
propuestas y expectativas:
Sustitución del cultivo de la amapola, “pues contamos con los recursos humanos para el manejo de alternativas”. ... “Hay recursos humanos pero no hay recursos económicos”
Adopción, con apoyo estatal, de políticas y programas de diversificación de la estructura productiva.
Implementación de una agroindustria de pulpas de frutas y en fresco, de clima cálido y frío, para exportación, como por ejemplo el lulo y la mora, pues se cuenta con los climas aptos para ello.
Requerimiento de asistencia técnica para los cultivos de papa, ya que se trata de una zona cercana al páramo.
Impulso de proyectos de piscicultura, pues se cuenta con el clima y las aguas apropiadas. En particular, los cultivos de truchas.
Adopción de programas, capacitación y técnicas ofrecidas a las comunidades para desarrollar diferentes productos lácteos de exportación. Se cuenta con los pastos adecuados, clima y recursos humanos potenciales.
Construcción de un centro de acopio subregional, y de infraestructura de comercialización, empezando por el arreglo y mantenimiento permanente de las vías y carreteables municipales y veredales. Con este tipo de iniciativas se pretende una regulación de las cosechas y el logro de una relativa estabilidad de los precios agrícolas.
En este campo, las propuestas se reducen a una sola de carácter
integral. Las comunidades proponen la formulación e
implementación de un Plan de recuperación y manejo de cuencas
hidrográficas. Ello, acompañado de una capacitación y del
apoyo económico necesario para la concreción de acciones que se
derivarían del proyecto, en particular la ejecución de programas y
proyectos localizados de reforestación.
También proponen
las comunidades que, dada la existencia de una importante cobertura de bosque y
de rastrojos viejos, cabría considerar la posibilidad de crear una zona
de parque natural o de reserva natural. Esta iniciativa, de otra parte, no se
contradice con la relativa a la implementación de un plan de manejo de
cuencas.
En este campo las comunidades no manifiestan una destacada voluntad de
organización autónoma. Sus propuestas se inclinan a demandar del
Estado el apoyo para fortalecer variados aspectos del capital social, expresados
en la dotación de los centros educativos y de salud, en la oferta de
asistencia técnica y capacitación para distintos objetos, tales
como el fortalecimiento agrícola, el manejo de desastres naturales y, en
general, “para el bienestar común”.
Se destaca el
énfasis que las comunidades expresan sobre el sector agropecuario, en el
sentido de implementar, con el apoyo del Estado, programas y técnicas
para el mejoramiento de cultivos como el lulo y el café, dos de los
renglones comercializables de la subregión.
No obstante la
debilidad de las propuestas de fortalecimiento organizativo autónomo, los
campesinos señalan la necesidad de la organización para la
comercialización de productos agrícolas y la creación de
cooperativas para el mismo efecto.
También proponen, de manera
particular, la transformación de los contenidos educativos, hacia la
construcción de un establecimiento escolar agrícola e industrial.
El desarrollo del estudio socioeconómico sobre los efectos de la amapola en la subregión surtolimense conduce a plantear como primera recomendación general, aparentemente obvia, pero precisamente por ello necesaria de hacerse explícita, la urgencia de formular una propuesta de sustitución del cultivo de amapola.
Esa sustitución -que no erradicación- constituye el planteamiento central expresado por las comunidades en los talleres de diagnóstico realizados. Es sustitución y no erradicación, en el sentido de que se trata de una reconversión productiva de la subregión con alternativas tecnológicas distintas de las usadas hasta ahora. Es decir, con tecnologías no dependientes de insumos agroquímicos e impulsadas con la visión de altos rendimientos que garanticen máxima rentabilidad. Por el contrario, el campesinado no produce a partir del concepto de la mayor rentabilidad, como lo hacen los empresarios capitalistas del campo, sino de su noción de ingresos adecuados.
El campesinado se mueve más hacia un objetivo de estabilidad, que hacia un objetivo de competitividad, en sus actuales circunstancias, lo cual no niega que se camine en una perspectiva de competitividad en el mediano y largo plazos. Pare ello, se requiere incorporar propuestas de producción sostenible, esto es, alternativas de agricultura ecológica u orgánica, sobre lo cual la región tiene muchas potencialidades técnicas y humanas: cultura de manejo de ganado en pequeña escala, en modelos mixtos con agricultura; suelos y climas favorables, experiencias de modelos silvopastoriles y agroforestales.
La sustitución propuesta por las comunidades sería viable si el Estado suspendiera de inmediato su política erradicacionista y adoptara una estrategia de diversificación de la estructura productiva, particularmente referida al sector agropecuario.
La diversificación se expresaría, en el entender de las comunidades, en programas, proyectos y acciones, tales como, implementación de agroindustrias de frutales y productos lácteos para exportación; impulso de proyectos de piscicultura con estanques naturales, especialmente truchas; adopción de programas de capacitación y técnicas ofrecidas a las comunidades para el desarrollo de los productos actuales de pancoger y comercializables; oferta de asistencia técnica para la producción tradicional y para los productos comercializables como papa, lulo, fríjol, maíz y café. Construcción de un centro de acopio subregional y de infraestructura de comercialización que logre la regulación y estabilización de los precios agropecuarios.
Adicionalmente, aunque de manera más tímida las comunidades demandan capacitación para conocer e impulsar cultivos y especies promisorios, tales como el lulo silvestre (bómbolo), los palmitos y otras variedades del bosque natural.
Completa la visión de las comunidades la necesidad de formular un plan de recuperación y manejo de cuencas hidrográficas, compatible con la iniciativa de declarar a buena parte del territorio como parque o reserva natural.
Finalmente y de manera complementaria los requerimientos de las comunidades se refieren al fortalecimiento del capital social, expresado principalmente en la dotación de los centros educativos y de salud, y en las posibilidades educativas para transformar su entorno económico mediante el establecimiento de contenidos educativos agroindustriales con aplicación de tecnologías alternativas. Las comunidades reivindican para sí, el propósito de organizarse, en concreto para abordar la comercialización y mercadeo de sus productos; al Estado, le solicitan su apoyo para acometer la formación y capacitación que ello requiere.
[1]
Población estimada a junio de 1999, a partir de la población
censada en 1993. Tolima en Cifras 1998-1999. Cámara de Comercio,
Gobernación el Tolima.
[2]
Otras subregiones considerads son: Asocucuana (San Antonio, Roncesvalles,
Ortega, Rovira, y Valle de San Juan); Asocentro (Espinal, Coello, Flandes,
Guamo, San Luis, Suarez y Saldaña); Asonevados (Herveo, Casabianca,
Líbano, Murillo, y Villahermosa); Valle del magdalena (Honda, Mariquita,
Falan, Armero- Guayabal, Palocabildo, Fresno Y Ambalema); Asomusot (Alpujarra,
Prado, Dolores, Purificación, Natagaima y Coyaima) ; Asoriente (Cunday,
Villarrica, Carmen de Apicalá e Icononzo); Amunort(Alvarado, Venadillo,
Anzoategui, Santa Isabel, Lérida, Cajamarca y Piedras). En: El Tolima
Progresa, Plan de Desarrollo 1998-2000 Gobernación del Tolima,
Secretaría de Planeación
[3]
Lozano Restrepo Jaime F. La Dimensión ambiental del Tolima, desde una
perspectiva regional de desarrollo, en “Iguaima el futuro posible”.
Edit. Cooperamos- Grijalbo, Ibagué, marzo de 1996, pag. 99-100. Al lado
de estas dos subregiones, se consideran para el Tolima las siguientes
subregiones: centro sur, conformada por Ortega, Chaparral, Natagaima,
Saldaña y Coyaima; la subregión del Sumapaz, comprendida por
Icononzo, Villarrica, Carmen de Apicala y Cunday; la subregión Llanural
del alto magdalena, conformada por Ambalema, Honda, Mariquita, Armero-Guayabal,
Venadillo, Alvarado, Ibagué, Valle de San Juan, San Luis, Carmen de
Apicala, Melgar, Soares, Flandes, Guamo, Purificación y Prado; y la
subregión subandina a la cual pertenencen los municipios de San Antonio,
Roncesvalles, Rovira, Ibagué, Cajamarca, Anzoategui, Santa Isabel,
Murillo, Villahermosa, Casabianca, Herveo y Falan.
[4]
El Parque Nacional Nevado del Huila, tiene una extensión aproximada de
1.580 kilómetros cuadrados e incluye los departamentos de Huila, Tolima y
Cauca.
[5]
Fuente: Fundación Atá- Saldaña/Umata Planadas, 1998. Sin
embargo, el dato de cultivos ilícitos que presenta esta fuente, de 12.000
hectáreas, es bastante exagerado. Una revisión de diversas fuentes
permite estimar su número en cerca de 2.000 hectáreas, como
máximo, cifra que asume este estudio. Fuentes como la de Policía
Antinarcóticos estima sólo 360 hectáreas de cultivos
ilícitos en Planadas, para 1992, dato que, según nuestras
indagaciones, es bastante subvaluado.
[6]
Dirección Nacional de Estupefacientes. Diagnóstico de la
relación cultivos ilícitos-conflicto armado en la región
amapolera del Huila y Tolima. Aura María Puyana. Asesora Externa.
Bogotá, 1999.
[7]
Entrevista con indígenas Resguardo Páez. Mayo 27 de
2000.
[8]
La superficie de 2.106 hectáreas, es muy consistente con la
estimación de 2.000 hectáreas de amapola existentes en el
año 1992, según nuestras fuentes; el dato corrobora las
observaciones preliminares.
[9]
El tiempo tomado en el procesamiento de la encuesta es el "tiempo
óptimo", es decir, se tomó el menor tiempo registrado, con el fin
de evidenciar las dificultades de accesibilidad.
[10]
La Uaf es aquella unidad de producción que, dada una cierta
tecnología y unas determinadas calidades de suelos, le permite al
productor obtener un promedio de hasta tres salarios mínimos mensuales.
Desde luego que, metodológicamente, la uaf se calcula en condiciones de
no producción de amapola, con el fin de tener un referente en condiciones
ideales y “normales”. Este referente permite aproximarse a una
tipología del campesinado de la zona.
[11]
Machado Absalón, Briceño M. Luis H.; Diagnóstico
agropecuario y rural del magdalena medio; Bogotá, mayo de
1995.
[12]
Maderas, tales como: cedro, canelo, arenillo, roble, cámbulo, chaquiro,
arrayán, higueró, amarilo.
[13]
Idem, op.cit.
[14]
CEGA. Coyuntura agropecuaria, # 38 de 1993.
[15]
Esta interpretación, que retoma a Vargas R. et,al., pero que es
más amplia en cuanto pone como centro a la economía campesina se
encuentra en un Memorando de la Dirección Nacional de Estupefacientes.
Puyana, Aura María (Asesora externa). Diagnóstico de la
relación cultivos ilícitos, conflicto armado en la región
amapolera de Huila y Tolima; página 2; s.f.
[16]
Este subtítulo, según los
alcances de este estudio, debería ser "efectos económicos de la
amapola en la región". Sin embargo, tal como aparece se debe al
cumplimiento al que obligan los términos de referencia formales.
(comentario de los investigadores)
[17]
Información con base en entrevistas a productores y talleres.
[18]
Datos citados por Vargas R., Barragán J., Amapola en Colombia:
economía ilegal, violencias e impacto regional, en Drogas, poder y
región en Colombia, CINEP 1994.
[19]
La presencia cotidiana de muertes alrededor de la amapola, fue muy recurrente
hasta 1995, según lo testimonian las comunidades en los talleres y en las
entrevistas. No obstante no contar con registros sistemáticos, las
genntes comentan que semanalmente en el casco urbano de Planadas (especialmente
los fines de semana) se "levantaban" ocho o diez o quince cadáveres.
Anecdóticamente, la malicia popular bautizó un bar como "el
descuento" porque decían que "entraban dos y salía uno".
[20]
Una expresión muy recurrente de los campesinos asistentes a los talleres
o entrevistados es "el envenenamiento de los suelos"; se envenenaron por las
fumigaciones de las avionetas y ya no da el maíz, sólo
capachos"
[21]
Por ejemplo, pese a que un fallo de la Corona española fechado el 3 de
octubre de 1654, reconocía la parcialidad indígena de Yaguara como
perteneciente a los indígenas de Chaparal y Ortega, desde 1845, el
General Domingo Caicedo B y uno de los grandes terratenientes de la
región, venía pretendiendo la propiedad sobre las tierras que
habían sido tomadas inicialmente en arriendo. Posteriormente, algunos de
sus sucesores, quisieron aprovechar las perturbaciones creadas por la Guerra de
los Mil Dias, para acentuar sus demandas para la enajenación de los
predios indígenas. Véase: Dario Fajardo. Violencia y Desarrollo.
Fondo Editorial Suramericana, Bogotá, 1979, pág.50-51.
[22]
Resguardo Indígena Paez de
Gaitania Tolima. Plan de Vida, 27 de agosto de 1999
[23]
Vargas, M. Ricardo, Barragán R., Jackeline. Amapola en Colombia,
economía ilegal, violencias e impacto regional; en “Drogas, Poder
y Región en Colombia”, CINEP 1994. De este estudio compartimos, en
términos generales, el enfoque en cuanto a las condiciones de contexto
que posibilitaron el surgimiento de la amapola en el sur del Tolima; sin
embargo, relativizamos el peso de la crisis del café.
[24]
Epicentro San Miguel: San Miguel, La Hacienda; P. Tolima: P Tolima, Rioclaro,
Jerusalem. P.Limón: P.Limón, Altosano. Villanueva: Villanueva,
Peña Rica, Guayabos, Marquetalia. S. Rosa: Santa Rosa. Siquila: Siquila.
Resguardo: Palomas, La Bella, Canoas, Palmera, Agua Blanca, San Pedro, Altamira.
[25]
La muestra de las encuestas realizadas, representa un 70% del total de la zona
productora de amapola en Planadas. Los resultados muestran que el área
sembrada actual es de 413 hectáreas, lo cual permite estimar un total de
600 hectáreas aproximadamente en Planadas.
[26]
Se tomaron 7 zonas representativas del fenómeno amapolero, cada una de
las cuáles con referencia a un epicentro, es decir, una vereda o un punto
de confluencia de varias de ellas. Tales epicentros son: Villanueva; San Miguel;
Puerto Tolima; Puerto Limón; Santa Rosa; Siquila y Zona del resguardo
indígena.
Mama Coca Home | Contra la Guerra Química y Biológica | Enlaces | Contáctenos |