Amazonia Colombiana:
Problema agrario y
cultivos ilícitos
POR UNA CULTURA DE
LA VIDA
Darío González
Posso
Es frecuente
escuchar análisis basados de manera exclusiva en las leyes de la oferta
y la demanda para explicar el incremento y el volumen de los cultivos
ilícitos en Colombia, así como la producción y comercialización hacia el
exterior de productos como la cocaína. Es cierto que existe una gran demanda en
los EE.UU., en Europa y en otras regiones del mundo y
que este hecho hace parte de las dimensiones internacionales del problema. Ya
en 1940, Don Emilio Robledo en sus Lecciones de Botánica indicaba que la
marihuana "comienza a ser una amenaza social en Estados Unidos"[1]. Es necesario reconocer que existe ese
gran consumo, que en la época actual no es sólo de marihuana, sino también de
cocaína y otras sustancias. Sin embargo, para no quedarnos en los lugares
comunes de la mayoría de los análisis y con el fin de enriquecer la discusión
de las alternativas, es indispensable incorporar otros componentes.
ALGUNOS ELEMENTOS
DEL PROBLEMA
Violencia y
expulsión del campesinado
La violencia que
vive el país desde los años 50 del presente siglo es responsable del desalojo
de un gran número de campesinos en las regiones andinas e interandinas, que
fueron expulsados a centros urbanos o proyectados hacia la frontera de la
selva. De esta manera se generaron o ampliaron los frentes de colonización en
la Amazonia y en la Orinoquia
con población proveniente del Cauca y Nariño en el caso del Putumayo, del Huila y Tolima en el caso del
Meta y Caquetá, de Cundinamarca, Boyacá y Santander
hacia el Meta (Ariari), Guaviare
y Vichada.
Estas tendencias de
colonización y asentamientos fueron fortalecidas por el Estado, dada la
ausencia de una reforma agraria en las tierras agrícolas que estableciera la
equidad en la propiedad de la tierra y frenara la descomposición de la economía
campesina. Reforma que fue sustituida por una política de colonización y
ampliación de la frontera agrícola, en tierras baldías de la nación. Por obra
de una estructura agraria inequitativa, les fue
negada la posibilidad de acceder a la tierra en las zonas agrícolas del país y
se los presionó hacia las tierras menos aptas para las actividades agrícolas y
pecuarias. Pero en estos lugares también tienden a ser desplazado por el
latifundio, especialmente por la ganadería extensiva.
A esta estructura
agraria inequitativa se sumó en los últimos años el
incremento de tierras en manos de una burguesía emergente mafiosa, que
contribuye a estimular y financiar el paramilitarismo,
con lo cual creció el número de campesinos desplazados.
La concentración de
la propiedad de la tierra, la expulsión de campesinos y colonos por parte de
comerciantes y latifundistas ganaderos, la violencia con la cual el Estado
enfrentó la protesta, la carencia en el país de una reforma agraria a favor de
los campesinos, generaron en Colombia las condiciones para la sublevación
armada y los cultivos ilícitos.
Conflictos de uso
del suelo y de propiedad
Las
tradiciones culturales de las poblaciones asentadas en estas áreas, con algunas
excepciones, fueron ajenas a una utilización y manejo sostenible de los bosques
que les dieron abrigo. Se reprodujeron aquí los modelos y prácticas de las
actividades agropecuarias predominantes en las regiones andinas e interandinas
del país de las cuales procedían originariamente.
Dadas las
características de los suelos amazónicos, los rendimientos en las áreas de
colonización de esta región son muy bajos si la producción se realiza con base
en los modelos convencionales agrícolas, como los dominantes hasta ahora.
Producción regional (en zonas de
colonización) frente a la nacional |
||
|
Promedio nacional Tonelada/ha. |
Promedio regional Tonelada/ha. |
Maíz |
4.50 |
1.1 |
Arroz secano |
5.25 |
1.4 |
Plátano |
20.0 |
5.5 |
Yuca |
18.5 |
0.8 |
Fuente : Minagricultura
- Corpes Amazonia -
Proyecto Inversión 1991. (Tomado de: CORPES
AMAZONIA. Hacia el desarrollo de la Amazonia,
Publiprensa, 1991). |
El
piedemonte amazónico, en estas zonas transicionales con influencias andinas, se
caracteriza hoy por la existencia de asentamientos humanos sobre ecosistemas
frágiles, en general con modelos de explotación incompatibles con la vocación
de los suelos, cultivos límpios y ganadería extensiva, que se suman a los
conflictos sociales derivados de la presión del latifundio sobre los pequeños
productores.
El espejismo de la
coca
La producción
agropecuaria que fue la base de la economía regional, empezó a ser afectada
desde hace más de 20 años con la introducción de la hoja de coca, que se sumó a
la ganadería extensiva en la expansión de la frontera agrícola y en la presión
sobre los bosques. La economía del narcotráfico alteró la paz social en la
región, contribuyó a la descomposición social, a la pérdida de valores y al
incremento de los índices de violencia.
El "boom" de los llamados narcocultivos
creó en un sector del campesinado la ilusión de la redención de sus
dificultades económicas bajo el supuesto de una alta rentabilidad de los
cultivos ilícitos.
Pero la rentabilidad
no puede ser medida solamente en términos económicos (inversión versus
ganancia), sino también en términos ecológicos, culturales y sociales[2].
Los sistemas de
producción propios del modelo de colonización dominante producen impactos
sociales y ambientales negativos. Por otra parte, sostener que "no hay
nada más rentable que los cultivos de coca o de amapola", con base en simples
cálculos económicos, es una falacia. La "rentabilidad" de los
cultivos ilícitos es un espejismo.
A parte de que,
entre los eslabones de la cadena, el cultivador es quien menor excedente se
apropia, no siempre un mayor ingreso económico determina mayor bienestar, como
ha ocurrido en relación con el “boom” de la coca y
otras “bonanzas”. Este fenómeno de los cultivos ilícitos está vinculado con una
subcultura caracterizada por una mentalidad de búsqueda de “enriquecimiento e
ingresos rápidos” a cualquier costo, más aún en los individuos de origen urbano
que llegaron a la Amazonia con la nueva “bonanza”.
Ésta generó en las áreas coqueras una economía ultra monetizada, un consumismo
desaforado de todo tipo y el despilfarro en bares y prostíbulos; redujo la
autosuficiencia alimentaria de las regiones narcocultivadoras; incrementó la dependencia de alimentos
importados de otras regiones; produjo inflación incluso en los precios de los
alimentos; modificó aún más en sentido negativo los hábitos alimentarios; aumentó
los niveles de desnutrición especialmente infantil; se sumó a la ganadería
extensiva en el incremento de la
destrucción del bosque y de los ecosistemas; determinó más pérdidas en la
biodiversidad y la cultura; generó más pobreza en los frentes de colonización y
en los poblados; elevó los niveles de violencia; produjo más dinero y más
mercado en ocasiones, pero menos desarrollo a escala humana[3].
EN PROCURA DE
ALTERNATIVAS
La
oportunidad de la paz
Un problema central
desde todo punto de vista es la destrucción de formas de vida, incluso humanas,
que es inherente a la manera colonizadora actual en la Amazonia.
No es posible el bienestar social sin la defensa de la biodiversidad y de la
vida: antes que el dinero, o los ingresos fáciles, tiene que estar la vida.
En
la Amazonia, como en todas las demás regiones, la búsqueda de alternativas de
solución tiene una oportunidad en la construcción de la paz. Incluso la
posibilidad de sistemas de producción armoniosos con el entorno natural, en una
perspectiva de Ordenamiento Territorial con criterios ambientales y sociales,
está directamente relacionada en primer lugar con la construcción de escenarios
para la convivencia y la solidaridad humana, que incentiven una
construcción social de las regiones basada en la capacidad y el poder de las
comunidades locales.
Modelos
alternativos de producción
Este
no es un problema simplemente "tecnico" o económico, aunque también
es técnico. Desde el punto de vista del Ordenamiento Territorial, es decir del
reordenamiento ambiental y de la planificación regional y territorial, una de
las necesidades más urgentes en estas zonas es la transformación de los
sistemas y modalidades de producción. Ante la pobreza de los productores
campesinos y el serio deterioro de los ecosistemas causado por la deforestación
para el establecimiento de sistemas de producción no apropiados al medio
natural - ganadería extensiva y cultivos limpios (incluidos los cultivos
ilícitos)- se ha iniciado una toma de conciencia que busca alternativas para
mitigar los problemas sociales y la deforestación, a través de la implantación
de arreglos agroforestales y silvopastoriles, de acuerdo con la vocación de los
suelos, que sean viables desde el punto de vista económico, social y ambiental,
nuevas formas de ganadería, el potrero arborizado, los forrajes
alternativos con estabulación, porcicultura con forrajes locales en
confinamiento, así como la acuicultura, la fruticultura, diversas
formas de zoocría. Entre otros modelos alternativos.
¿Coca por vacas?
No podemos ser
indiferentes frente a la potrerización de la Amazonia. En la biodiversidad está su riqueza. De allí lo
absurdo de algunas propuestas como las que tienen curso actualmente para la
sustitución de cultivos, basadas en la reproducción de los modelos obsoletos y
depredadores del bosque como la ganadería extensiva y que tanto entusiasmo
producen en algunas esferas.
El 17 de noviembre
de 1998 una columna de opinión en EL ESPECTADOR anunciaba:
"La inusual
propuesta para intentar que en Colombia –especialmente en el departamento del Guaviare– los campesinos dejen a un lado los cultivos
ilícitos de hoja de coca y se dediquen a la comercialización de ganado va por
buen camino".
"El presidente
Andrés Pastrana Arango tiene en las manos el proyecto y está interesado en
concretarlo y en hacerlo realidad para el bien del país. El plan de coca por
vacas necesita de US $158 millones que serán invertidos en la compra de ganado
para cambiarlo por la coca y sus derivados que producen los campesinos a lo
largo y ancho del Guaviare".
"Estados
Unidos parece también estar interesado en el nuevo programa de sustitución de
cultivos, el cual fue revivido y planteado esta semana por las autoridades del
departamento del Guaviare y que ya tiene tanto
contradictores como seguidores".
De acuerdo con el
comentario de Alfredo Molano, "Desde hace muchos
años se ha denunciado la posibilidad de convertir las selvas en potreros para
ganadería, y luego los potreros en desiertos. Pues bien, la amenaza ha
comenzado a volverse una realidad tangible" (EL ESPECTADOR, 27 de
septiembre de 1998).
No pretendemos en
el presente texto establecer ninguna conclusión definitiva, simplemente
queremos hacer algunas sugerencias para la reflexión. Sin embargo, un aspecto
que sí requiere una denuncia especial y una oposición decidida, es este de las coca
por vacas La idea de que los Fondos Ganaderos regionales se conviertan
en intermediarios financieros de recursos de capital para sustituir la coca
por vacas usurparía para su exclusivo beneficio parte del proyectado
"fondo para la paz". No contribuiría a la paz y a la postre no solo
reproduciría los efectos ambientales y sociales negativos que hemos comentado,
relacionados con las modalidades dominantes de la ocupación de la Amazonia, sino que además ayudaría a mantener y agravar el
conflicto.
Una opción
diferente, con base en criterios sociales y ambientales, son proyectos
ganaderos familiares, como los desarrollados con campesinos por Monseñor Belarmino Correa, Obispo de San José del Guaviare, mediante sistemas intensivos, basados en cultivos
rotativos, preservación de la selva, cuidado de las aguas y autosuficiencia alimentaria.
Responsabilidad
internacional compartida
El “Foro
Regional de la Amazonia y la Orinoquia
Gestión Gubernamental Frente a la Crisis” (1996)[4], en su Declaración Final propuso a la Comunidad
Internacional “que asuma una responsabilidad compartida frente al problema
mundial de la droga, en el contexto del
diálogo Norte - Sur, lo cual implica el desarrollo de políticas preventivas
frente al consumo y la contención de los delitos asociados al tráfico de drogas
que se produce en esos países”.
También
expresó que “Con el propósito de sustentar alternativas viables como políticas
de disminución de riesgo frente a las drogas, se deben propiciar análisis
serios y rigurosos sobre los efectos de la legislación vigente, lo que incluye considerar la despenalización de
la hoja de coca”.
Esa Declaración también expresa
que “la estrategia es la paz”: “El sur oriente de Colombia ha sido
tradicionalmente un territorio de
grandes retos y de búsqueda de nuevos paradigmas de vida y de convivencia
pacífica. Las comunidades de la Amazonia
mayoritariamente aspiran a que la solución de la crisis no pase por una guerra
de aniquilamiento que además de absurda e ineficaz implica costos inmensos para la población civil. Por esto el Foro
respalda las iniciativas de diálogo y
distensión, vinculados a las experiencias de municipios y comunidades en
defensa de la vida y la paz, para que se llegue a acuerdos con los cultivadores
de la región”.
Por otra parte,
diversos sectores en el país y en el mundo han propuesto promover el debate
internacional sobre la legalización de la droga, como única estrategia
con posibilidades de éxito en la lucha contra el tráfico de narcóticos, que
parte de la premisa de que a las organizaciones criminales que actúan alrededor
del fenómeno de las drogas sólo logrará derrotárselas cuando se les desvertebre su estructura financiera, edificada sobre los
inmensos rendimientos que produce el prohibicionismo.
Necesidad de una
reforma agraria democrática en el país
Una prioridad en
nuestro país es la puesta en práctica de un programa nacional de reforma
agraria, que tenga por objetivo optimizar ambiental, económica y culturalmente
el aprovechamiento de las tierras con vocación productiva, en lugar de ampliar
arbitrariamente la llamada "frontera agrícola" sobre ecosistemas
frágiles y estratégicos. Algunos componentes prioritarios de esta política son:
-
Replanteamiento
del modelo de desarrollo en el país;
-
Redistribución
de la propiedad agraria;
-
Eliminación
y prevención de la acumulación de tierras, extinción del
dominio y expropiación por vía administrativa;
-
Restablecimiento
de la propiedad y la territorialidad a los campesinos desplazados por la
violencia;
-
Protección
de la territorialidad de las comunidades étnicas indígenas y negras;
-
Respeto de
los derechos de los campesinos y comunidades locales;
-
Poder a las
mujeres que las constituya en ciudadanas sujetas de derechos;
-
Fortalecimiento
de la política de las Zonas de Reserva Campesina y de las Reservas
Naturales de la Sociedad Civil;
-
Desarrollo
regional y territorial con autonomía y autogestión de las comunidades locales;
-
Incentivo
Forestal;
-
Asistencia
técnica basada en modalidades para el aprovechamiento sostenible de los
recursos del bosque, la agroforestería, la silvicultura, nuevas formas de ganadería, la acuicultura,
la zoocría controlada, etcétera;
-
Sustitución
del modelo de revolución verde de utilización de insumos agroquímicos por
tecnologías alternativas "limpias";
-
Seguridad
ambiental; Moratoria a la introducción de alimentos y semillas transgénicas; Legislación integral sobre bioseguridad;
-
Financiación,
mercados, comercialización;
-
Recomposición
del campesinado libre con el propósito de garantizar la Soberanía alimentaria;
-
Seguridad alimentaria, concebida como un derecho humano
básico;
-
Acuerdos
nacionales e internacionales para la protección de la producción campesina
colombiana.
Obviamente, lo
anterior demanda movilización social y política, concertación y acuerdos, que
modifiquen en Colombia las relaciones de poder en beneficio de la equidad y de
la paz.
¿Cuál es el alcance
de la propuesta de zonas de reserva campesina?
En relación con los
problemas de posesión y propiedad de la tierra, las Zonas de Reserva Campesina,
según la ley, son regiones donde se debe eliminar o prevenir la
concentración y acaparamiento de tierras, ésta es la idea básica; también
se conciben como medio para estabilizar los procesos de colonización y mejorar
el nivel de vida de los campesinos (Ley 160/94, Decreto 1777/96).
Las reservas
campesinas pueden ser útiles para afrontar la cuestión agraria en zonas de
conflicto, tanto de usos del suelo como de propiedad, y como parte de una
reforma agraria históricamente pendiente en el conjunto del país.
Pero mientras a
escala nacional se mantenga el actual patrón de concentración de la propiedad,
continuarán migraciones campesinas hacia regiones como la Amazonia.
Por lo tanto, sería un error pretender sustituir la necesaria reforma
agraria integral en el conjunto del país, en las tierras agrícolas, por la
realización de políticas limitadas a zonas de colonización y tierras baldías, a
menudo en ecosistemas frágiles y cuyas condiciones de productividad agrícola
como ocurre en el caso de la Amazonia son bajas.
Además, es
indispensable establecer reservas campesinas en todas las regiones del país,
con prioridad en las regiones de conflicto donde se genera mayor expulsión del
campesinado. En lo inmediato, es necesario apoyar la propuesta presentada en la
Instalación de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, 30 de
julio de 1998: "Solicitar al Consejo Nacional de Estupefacientes y a la
Fiscalía la publicación del inventario de bienes rurales incautados por
extinción de dominio y acelerar su expropiación para que sean declarados Zonas
de Reserva Campesina y escriturados a campesinos desplazados por el terror
paramilitar"[5].
Ordenamiento
territorial y desarrollo regional
El ordenamiento territorial y los planes de desarrollo regional, deben
ser antes que todo procesos de acuerdos concertados y adoptados libremente por
las comunidades de manera sucesiva y no el resultado simple de una decisión
institucional "desde arriba".
La metodología de trabajo en las regiones debe tener un componente
esencial: la participación de la comunidad como actor fundamental de la
planeación territorial y la búsqueda de la concertación de los diferentes
actores en el manejo de las diferencias y los conflictos. Este componente debe
ser asegurado en todas las fases. Las comunidades no pueden ser extrañas a los
estudios o a las decisiones conducentes a la propuesta de establecimiento de
cualquier plan, comprendida la idea de selección de su territorio por ejemplo
para la configuración de una Zona de Reserva Campesina. Ni el Estado, ni las ONG,
ni ningún otro actor, pueden arrogarse estos derechos.
Una propuesta de desarrollo integral regional puede contribuir a la
construcción de espacios de convivencia pacífica, lo cual requiere la
consolidación de sociedades regionales autónomas. Este desarrollo solo puede ser un
proceso desde dentro de los actores sociales mismos. Un aspecto
fundamental es el de la inversión del Estado para contribuir al desarrollo
regional: el esquema actual en general no permite excedentes económicos a los
campesinos, muchos recursos de inversión tienen que ser aportados desde fuera.
Sin embargo, es necesario advertir que aunque necesario esto no es lo
primordial, ni suficiente en sí mismo, pues para producir el desarrollo en el
sentido aquí expresado es indispensable en primer lugar la consolidación y
fortalecimiento de sociedades regionales autónomas, con sólidas
organizaciones de base, con capacidad de concertar y ejecutar proyectos
culturales, proyectos políticos y planes de desarrollo.
IMPORTANCIA DE UNA CULTURA
DE VIDA Y DE PAZ
Para la superación
de los problemas y para avanzar en la mejora de la calidad de vida, es
necesaria la realización de acciones como las antes mencionadas, entre ellas la
adopción de medidas de equidad en la política agraria. Pero esto no basta. Es
indispensable un profundo cambio de tipo cultural[6]. Lo primero son los valores, antes
que, por ejemplo, la "sustitución de cultivos" o la famosa
“transferencia de tecnología”.
Hace falta en primer término una cultura de no violencia. Esto
es lo esencial. No se pueden
transformar linealmente relaciones y sistemas de producción inadecuados al
bienestar social y al entorno natural, sin una gran transformación cultural y
sin valores. En estos valores convergen varios horizontes: los horizontes
sociales, los horizontes ambientales y los horizontes mentales. Porque "la
agresividad humana contra la naturaleza y contra su prójimo se anida en sus
ansiedades mentales: solo mentes armoniosas podrán generar sistemas de
producción armoniosos y relaciones de producción ecuánimes". Una sociedad
ausente de solidaridad, que no respeta la vida humana, es incapaz de realizar
un pacto de paz con la naturaleza
[7].
ANEXO No. 1:
El
caso del Putumayo:
En la investigación
realizada por Nelly Stella Donosso, se documenta que
a partir de los años 60s hasta la fecha, dos fenómenos han determinado la
colonización de esta región: las exploraciones y explotación petrolera y el
cultivo y comercialización de la coca; estos hechos crearon flujos económicos y
condiciones que propiciaron inmigraciones, que desencadenaron todo un proceso
de colonización y poblamiento bastante diferente al
modelo imperante en el resto del territorio.
La presencia de las
compañías petroleras con todo su despliegue en la búsqueda del petróleo –dice
el estudio antes citado- permitieron la instalación de infraestructura de
diferente orden, la cual articula todo un aparataje
productivo y económico que atrae inmigrantes, campesinos, obreros,
trabajadores, comerciantes; los que al vincularse a la región desarrollan
formas de ocupación y colonización de esos espacios, configurando centros
urbanos y espacios rurales cercanos a la infraestructura vial que instalan, los
cuales se dan en forma caótica y de dimensiones nunca vistas en el Putumayo.
Durante este período el colono combinaba el trabajo asalariado, bajo la
modalidad de enganche eventual en las compañías ejecutoras de las obras con la
propia colonización agraria. Después de este “boom”
migratorio le sigue un período de letargo y una migración de retorno. La
inmigración se vuelve a reactivar en el
decenio de los 80S con el auge de la economía coquera.[9]
Según el estudio de
Silvio Aristizabal[10], la explotación petrolera desde la
perforación del primer pozo en el Putumayo, en 1963, por parte de la Texas Petroleum Co., provocó el arribo
de numerosos inmigrantes y produjo efectos nocivos sobre loas asentamientos
indígenas, debido a la construcción de trochas y caminos, la perforación de
pozos, la construcción de campamentos, oleoductos y estaciones de bombeo y la
quema de gases. Estos factores contribuyeron a la pérdida de biodiversidad.
Muchos de los diez
mil obreros contratados para la perforación de pozos y construcción del
oleoducto transandino Orito-Tumaco penetraron a los
territorios indígenas por las trochas y caminos abiertos para la explotación
petrolera. Como consecuencia, los indígenas de la región se vieron despojados
de parte de sus territorios.
Luego vino el
cultivo de la coca que obedece a las leyes de los mercados internacionales y
“sustituyó casi en su totalidad los cultivos tradicionales”.
A manera de
síntesis -dice igualmente Aristizabal- se pueden
señalar los impactos principales de la coca en la región:
·
Destrucción
de la biodiversidad, al talar
el bosque para la siembra de cultivos.
·
Pérdida de
los bancos de semillas. “Algunas
comunidades indígenas, y aún los campesinos, cuentan que hasta hace pocos años
tenían entre siete y diez variedades de yuca, pero hoy sólo les queda una o
dos. En época de bonanza (de la coca), hacia el año 89, por ejemplo, en Puerto
Asís y La Hormiga se consumía plátano llevado desde Tumaco (Litoral Pacifico
sur colombiano)”.
·
Envenenamiento
de suelos, aguas y atmósfera.
Para limpiar los terrenos donde se siembra la coca, el herbicida más utilizado
es el Gramoxone, cuyo componente activo es el Paraquat, el cual produce intoxicación aguda en personas y
animales. Este ingrediente es considerado un agrotóxico
de los más peligrosos en el mundo. Otro insumo químico es el Tiodán, utilizado para fumigar la planta de coca para
evitar los hongos después de cada cosecha.
·
Impacto en
la salud humana.
Intoxicaciones, enfermedades respiratorias y afecciones de la piel, en las
personas por causa de los agrotóxicos mencionados.
·
Destrucción
de peces y demás fauna acuática
como consecuencia del envenenamiento de ríos y quebradas, en los cuales se
depositan los residuos de los laboratorios de procesamiento de la coca o son
lavados los recipientes utilizados para manipular los insumos químicos.
·
Modificación
del mercado, de las relaciones
de poder, de los patrones culturales y demográficos.
·
Consumismo. Al aumentar los ingresos se desata
una ola consumista, alcoholismo, prostitución, compra de comidas enlatadas,
electrodomésticos, ropas caras.
·
Conflictos y
violencia. Incremento de la
mortalidad por homicidio. Viudas y huérfanos.
·
Descomposición
familiar.
·
Individualismo. Pérdida de los valores de solidaridad
social.
·
Grupos
armados. Delincuencia
común, paramilitares, guerrilla.
·
Ausencia del
estado. “La mayoría de
las veces el Estado no existe y la gente tiene que recurrir la guerrilla para que les resuelva los
problemas. En otras ocasiones, el estado se hace presente a través de
funcionarios corruptos”.
ANEXO No. 2:
Por: Alfredo Molano Bravo
Desde hace muchos
años se ha denunciado la posibilidad de convertir las selvas en potreros para
ganadería, y luego los potreros en desiertos. Pues bien, la amenaza ha
comenzado a volverse una realidad tangible: en Guaviare,
donde hace apenas 25 años había tigres mariposos, hoy
los ganaderos están construyendo reservorios de agua porque los caños y
quebradas se están secando. La Amazonia, pulmón del
mundo, está siendo devorada por la potrerización.
El Programa de
Desarrollo Alternativo –Plante–, creado por Samper y
dirigido por Héctor Moreno Reyes, adoptó como estrategia bandera la sustitución
de la coca y la amapola por vacas. El programa fracasó, para fortuna de la Amazonia, y Juan Carlos Palau, el
siguiente director, no alcanzó en el poco tiempo que estuvo al frente del
programa a que el oportuno timonazo que dio surtiera
efecto. El gobierno de Pastrana anunció una nueva política de sustitución de
cultivos ilícitos articulada a la política de paz. Taca por donde es. La
guerrilla está dispuesta a contribuir a la sustitución pacífica, pero se
equivoca quien espera que los insurgentes se transformen en policías
antinarcóticos. El llamado “plan Marshall” ha caído
bien en principio y los campesinos cocaleros –cansados de ser tratados como
bandidos por el mismo sistema que los ha obligado a la ilegalidad– están
esperanzados en la nueva promesa.
No obstante, rondan
por ahí propuestas “inapropiadas”, como diría Clinton.
Una de ellas –sin duda la más preocupante– es la de convertir los fondos
ganaderos regionales en intermediarios financieros entre el Fondo para la Paz y
los cocaleros dispuestos a sustituir coca por vacas. Es razonable que el
gerente de los fondos ganaderos, un dirigente progresista, quiera montarse en
el bus de la paz, y que además lo haga en momentos en que la Caja Agraria está
quebrada y las tasas de interés andan por las nubes. Más aún, es razonable
pensar en el fomento de la ganadería campesina –intensiva y sostenible– como alternativa.
Los colonos, el mercado nacional y hasta la calidad de la tierra hacen causa
común con la iniciativa del gerente de los fondos ganaderos.
El plan consiste en
que el Fondo para la Paz les dé la plata barata a los fondos ganaderos para que
éstos –cobrando sus servicios financieros– la pongan en manos de los cocaleros
para ganaderizar sus chagras de coca. Los fondos
ganaderos son prósperas empresas que dan ganado al aumento. Las reses las
evalúan los fondos a la entrega y luego de dos años, por ejemplo, las reciben
evaluándolas de nuevo: la diferencia se la reparten entre la entidad y el
ganadero. Bien. El negocio parece sonarles a los fondos. Los campesinos se
entusiasman. En general los ganaderos grandes se benefician porque influyen en
los avalúos; pero el pequeño se ve obligado por las circunstancias a recibir y
entregar el ganado al precio impuesto por los fondos. Y ahí está el secreto del
negocio. El campesino, estrangulado entre los dos precios, se convierte en un
cuidandero del ganado, con la ilusión de ser su propietario viéndolo en el
potrero, pero a la hora de la verdad difícilmente saca del trabajo el valor de
sus jornales.
Para resolver el
problema, monseñor Belarmino Correa, obispo de San
José del Guaviare, les da y les recibe a los colonos
el ganado al peso y no al valor, reduciendo así la arbitrariedad de los
ventajistas evaluadores. Si el Fondo para la Paz no quiere ser un nuevo
espejismo y los fondos ganaderos –en esta época de vacas flacas– quieren
contribuir al entendimiento –aun haciendo negocios– deben estudiar la fórmula
de Belarmino.
Pero incluso así
subsisten muchas prevenciones. Primera, sustituir la coca por vacas será una
buena estrategia para calmar a los gringos, pero es un crimen ecológico, salvo
que se saque adelante una ganadería campesina, intensiva, autosostenible.
Hay modelos exitosos, como el de El Dovio, Valle,
desarrollado por Cipav, que vale la pena estudiar a
conciencia. Segunda, la pequeña ganadería puede devenir en ganadería extensiva
si el Estado no interviene para impedirlo. Es la ley del valor. ¿Cómo? Por
medio de las reservas campesinas, figura adoptada por la ley 160 y ya
reglamentada. Las reservas campesinas son una talanquera legal contra la
concentración de tierras; una manera de preservar ciertas áreas del país en
manos de los productores directos; una forma de impedir que todo programa de
desarrollo, al valorizar la tierra, termine beneficiando a los terratenientes.
De manera que el
Fondo para la Paz debe resistir a los cantos de sirena de los fondos ganaderos,
porque va y le pasa lo de Caperucita Roja: que se la come el lobo con todo y
vacas. El Fondo para la Paz debe ser un instrumento para ayudar a resolver el
conflicto y no una maniobra para, dando una vuelta, agravarlo. La paz será un
buen negocio político para todo el país si no se deja convertir en un buen
negocio para algunos, los de siempre. Hay fórmulas para evitarlo.
Bogotá, febrero de 1999
[1] Emilio Robledo. Lecciones de Botánica Médica, Industrial y
Agrícola. 788 páginas. Universidad de Antioquia, Medellín, 1940.
[2] Wilches-Chaux,
Gustavo. Nuestro compromiso político con el cosmos. Julio de 1998.
[3] González Posso Darío. Seguridad alimentaria
en la Amazonia. Tratado de Cooperación Amazónica -
FAO. Caracas, 1997.
[4] Este evento, realizado en Santa Fe de Bogotá del 26 al 27
de septiembre de 1996 fue convocado “atendiendo a las decisiones de la
Conferencia Nacional de Gobernadores”. Logró la participación de 80 personas,
Gobernadores, Alcaldes, funcionarios y líderes
comunitarios de siete departamentos expertos y académicos y
representantes de ONGs.
[5] Intervención de Alfredo Molano.
[6] González Posso Darío. Amazonia
Colombiana: "El Pato una propuesta de Región campesina" (Aporte a la
discusión sobre las Zonas de Reserva campesina). Ponencia IV Encuentro de
Investigadores del Piedemonte Amazónico. Florencia,
agosto de 1998.
[7] MEJIA Mario. Ciencias ambientales agropecuarias, marco
conceptual. Fotocopia. Julio 1997.
[8] Apartes tomados de:
González Posso Darío. Situación y Perspectivas de la Seguridad Alimentaria en la Amazonia. Fao - Tca, Caracas, 1997.
[9] DONOSSO Nelly. Influencia
económica de las exploraciones y explotaciones petroleras en la colonización en
el Valle del Guamués. Tesis de grado, Universidad
Santo Tomás, Facultad de Filosofía e Historia. Mocoa, Mayo 30 de 1990.
[10] ARISTIZÁBAL,
Silvio. Impacto del Petróleo y de la Coca en los Sistemas Productivos Indígenas
y campesinos del Medio Putumayo. 1995.
[11] EL ESPECTADOR.
Bogotá, 27 de Septiembre de 1998
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