Presentación
INTERROGANTES Y COMPONENTES
DEL DEBATE
Darío González Posso – Editor
Santafé de Bogotá, 23
enero de 1999
INTERROGANTES
El presente compendio es una publicación preliminar.
Este material se utilizará para realizar mesas de conversación en diferentes
sectores o regiones y para promover foros amplios de debate en diferentes
partes del país. Se ofrecerá como material que eventualmente puede ser
utilizado en las mesas o comités por la paz y para las Asambleas Regionales
de la Sociedad Civil por la Paz.
Se espera que con la realización de los eventos
mencionados, surjan nuevos aportes y nuevas conclusiones que enriquezcan el debate.
Es por ello que representa una invitación a fortalecer esta reflexión. Se
convoca a contribuir con su aporte: a las organizaciones representativas de la
sociedad civil, a las organizaciones campesinas, a la ONIC y demás
organizaciones indígenas, a las organizaciones de negritudes, a los
investigadores y académicos, a las organizaciones insurgentes, a los
representantes de instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Con base
en los desarrollos de los debates y eventos serán editadas nuevas publicaciones.
Para organizar esta discusión es posible plantear, entre
otros, interrogantes como los siguientes:
-
¿Qué modelo alternativo requiere el país?
-
¿Que elementos en lo rural y agrario deben ser
considerados para un acuerdo de paz?
-
¿Sobre este tópico, cuál podría ser el contenido
óptimo del acuerdo?
-
¿Que aspectos de la problemática en referencia
deben evitarse en una negociación?
-
¿Que líneas de acción en esta materia debe
desarrollar desde ahora el país, independientemente de que se dé o no acuerdo
de paz?
En este volumen está incluida una diversidad de posiciones
en relación con los anteriores interrogantes y con las propuestas para una Agenda
por la Paz.
v
Propuestas
de la Misión Rural Colombia 1998
v
Propuestas
de investigadores y expertos
v
Propuestas
de las organizaciones insurgentes
v
Las
políticas gubernamentales
v
Elaboraciones
de Agenda por sectores no gubernamentales, sociales y civiles
v
Amazonia
colombiana: Problema agrario y cultivos ilícitos
COMPONENTES DEL DEBATE
Resulta difícil sistematizar los diversos componentes del
debate, dada la complejidad del problema y la multiplicidad de posiciones y
matices. Sin embargo, sin pretender abarcar de manera exhaustiva dicha
complejidad ni agotar el tema, podemos mencionar algunos de los puntos que
quizás hacen parte de sus componentes más relevantes.
La discusión de los modelos de desarrollo
Crucial significado le asignan muchos análisis a la
definición de un modelo global de desarrollo en el país, que dé unas pautas y
enmarque las políticas y estrategias de desarrollo rural. Si el problema se mira desde una perspectiva
general, en este debate han estado implicadas básicamente dos líneas que
representan no sólo enfoques teóricos, sino en esencia intereses diversos. Un
estudio del Instituto de Estudios y Relaciones Internacionales IEPRI de
la Universidad Nacional indica que, por una parte, se expresa una línea clásica
que concibe el problema agrario y las políticas de desarrollo rural
esencialmente en función de aumentar los niveles de productividad y acumulación
de capital; la otra línea de corte estructuralista, resalta el problema
agrario como un asunto ligado al desarrollo, concebido como la distribución
equitativa de los factores de producción. Según este análisis, la línea
denominada clásica pone el acento en los problemas ligados al déficit o
exceso de oferta de productos agrícolas, la segunda se refiere a factores
estructurales que plantean condiciones de desigualdad en el proceso de
acumulación de capital[1].
De acuerdo con el
documento antes citado, para los analistas del desarrollo rural y agrario de
corte clásico, la distribución de la tenencia de la tierra no constituye la
salida a la actual crisis del sector agropecuario y en este sentido es
necesario replantear los modelos de producción, de acuerdo con las condiciones
agronómicas de los suelos y las condiciones de oferta y demanda del mercado
internacional; mientras los estructuralistas consideran que la reforma agraria
es la base fundamental para corregir los problemas del desarrollo rural tanto
en el ámbito productivo, ambiental, social y político.
Los primeros sostienen
entre sus argumentos contra la distribución de la propiedad, entre otros, que
la distribución de la propiedad rural no resulta una medida efectiva para la
distribución del ingreso nacional, que las dificultades derivadas de la falta
de recursos por parte de los campesinos beneficiados con la asignación de
tierras y sus bajos niveles de educación y calificación de la mano de obra se
agravan por la falta de financiación; en este sentido la reforma agraria, según
este enfoque, constituye un freno a la inversión productiva.
Los segundos argumentan,
a favor de la distribución de la tenencia de la tierra, que la actual crisis de
la agricultura y del sector rural es el resultado de problemas estructurales
acumulados desde hace varias décadas ante la inexistencia de una reforma
agraria. La instrumentalización de la reforma agraria, a través de la
colonización, como estrategia de integración de tierras baldías a la producción
nacional, la descomposición de la pequeña propiedad rural y la no
redistribución de la gran propiedad, generó complejos problemas sociales de
gran conflictividad que desbordó el control por parte del Estado: disputas
entre colonos por la posesión, desplazamiento de indígenas, conflictos entre
colonos y terratenientes, sistemas de producción con impactos negativos
ambientales y sociales, expansión de cultivos ilícitos, concentración de la
propiedad por parte del narcotráfico,
violencia, desplazamiento masivo. Situaciones que evidencian la crisis
del sector agropecuario y el fracaso del modelo de desarrollo. En conclusión,
la reforma agraria constituye una herramienta para racionalizar el uso de la
tierra al interior de la frontera agrícola y con ello atenuar la presión sobre
los bosques.
La línea clásica enfatiza
en la necesidad de aumentar la productividad para garantizar una mayor equidad,
mientras los estructuralistas ven en la distribución de los factores de
producción una garantía para la productividad y el crecimiento económico.
Pero aquí no termina el debate. Desde hace algún tiempo en
nuestro país y en otras latitudes buscan abrirse camino en la discusión terceras
vías que retoman o recontextualizan elementos de las diferentes líneas, así
como posiciones alternativas que integran visiones diversas y heterogéneas.
"El neoestructuralismo comparte con el neoliberalismo la preocupación por
la proyección exportadora y por la eliminación de las distorsiones que
resultaron del proteccionismo; advierte sin embargo, sobre la conveniencia de
escoger procedimientos e instrumentos que le den gradualidad y selectividad a
la apertura y le asignan un lugar importante a la intervención del Estado para
afrontar los retos del nuevo escenario mundial". Pero "al
planeamiento neoestructuralista, como al neoliberal, le hace falta integrar en
sus estrategias, como columna vertebral, el sentido humanista de la acción
social y estatal. La cuestión previa a esas discusiones sobre el Estado y el
mercado, o sobre la relación entre mercado interno y externo, o sobre las
formas de incorporación de la nueva tecnología, o sobre las políticas de
equilibrio macroeconómico, está en las finalidades del desarrollo: ¿Desarrollo
de quién y de qué? ¿desarrollo para qué y para quienes?"[2]. Este
análisis igualmente indica que el enfoque de transformación productiva con
equidad que propone el neoestructuralismo, a diferencia del neoliberalismo,
supone avanzar hacia los objetivos de crecimiento y equidad en forma simultanea
antes que secuencial. Sin embargo, la visión neoestructuralista presenta una imprecisión al no ubicar la
equidad en el desarrollo. "Ni simultáneo, ni paralelo, lo correcto es
entender que la equidad es una medida del desarrollo, máxime cuando la
inequidad ha relegado a la pobreza y a la carencia de oportunidades a más del
50% de la población"[3].
Por su parte, la
Misión Rural, uno de los ejercicios prospectivos resientes más significativos,
en sus conclusiones sostiene que "el modelo de proteccionismo
característico de la sustitución de importaciones se ha agotado y que el de
apertura presenta graves debilidades"[4]. De acuerdo con la Misión Rural, para
lograr una economía al servicio de la sociedad es necesario en primer término
contar con un proyecto nacional que recoja los fundamentos mínimos que
dan coherencia a la unidad nacional y posibilitan que ésta determine la
viabilidad de un proceso de paz como expresión de la convivencia como propósito
común basado en un gran acuerdo nacional y en un pacto social.
El debate sobre la pertinencia de la reforma agraria
Para algunos la Reforma Agraria Integral y la idea
redistributiva ha quedado completamente revaluada, así por ejemplo Carlos
Murgas, Ministro de Agricultura de la Administración Pastrana, afirmó que
"no se necesita reforma agraria", por eso, dijo, no perdería tiempo
en el Congreso reformando la ley actual.
Murgas ha sostenido en suma que los grandes propietarios
deben darle a los campesinos un 20% de sus haciendas y hatos, y que la solución
del campo es la llamada agricultura por contrato (véase declaraciones en el
presente compendio). Ha propuesto "la fórmula del 80-20":
sobre el ochenta por ciento de la tierra de los grandes propietarios, nada; el
veinte restante se lo ofrecerían en comodato a los campesinos y si trabajan
bien para los hacendados se lo venden.
La estrategia esbozada por Murgas ha sido objeto tanto de
adhesiones como de críticas. Desde una posición independiente Alfredo Molano ha
sostenido que se trata de una neo-aparcería: “La idea es sencilla, como
un buen negocio: los generosos neo-hacendados –habría que llamarlos
empresarios, para que no se molesten– se desprenden del 20% de sus tierras, las
venden por intermedio del ágil y eficaz "mercado de tierras" del
Incora a los campesinos, y éstos se convierten en mano de obra adscrita a la
propiedad mientras libran sus parcelas. El secreto de la estrategia es darles
tan poca y tan mala tierra que los pequeños neo-propietarios tienen que salir
obligatoriamente a jornalear en tierras de sus "socios", los
neo-patrones. Seguramente la idea es que unos y otros produzcan lo mismo, por
ejemplo, palma africana, y que la empresa agrícola –antes hacienda– le compre
todo el producto al campesino a precios de mercado, es decir, a precios fijados
por el Gobierno mediante las presiones políticas del respectivo gremio”[5].
De acuerdo con otras visiones, diferentes a las
mencionadas del Dr. Murgas, la reforma agraria es uno de los requisitos de la
paz en Colombia. La Misión Rural, Colombia 1998, por ejemplo, propone "una reforma agraria
integral, que en un plazo no mayor de cinco años, permita que la tierra de
mayor capacidad productiva esté en manos de quienes más eficientemente la
puedan explotar"
[6].
Por supuesto, en el
conjunto de quienes son partidarios de la redistribución existen diferencias,
matices y énfasis diferentes, en especial en los medios para realizarla;
algunos ponen el acento en el mercado libre de tierras y tienden a
excluir mecanismos como la expropiación o se limitan tímidamente a la extinción
de dominio sobre las propiedades provenientes de actividades ilícitas.
Otros contemplan diversas opciones como la expropiación por vía administrativa,
la expropiación con indemnización e incluso la expropiación sin
indemnización como elementos de desarrollo económico y de equidad.
Quienes cuestionan la
eficacia del mercado para redistribuir la tierra, critican el programa más
importante de la Ley 160 de 1994, que es el mercado subsidiado con venta
voluntaria. Según estas críticas este programa redistributivo hasta ahora ha
sido un fracaso. De acuerdo con el análisis de Valderrama y Mondragón (Misión
Rural Colombia 1998, Volumen 2), las cifras del Catastro muestran que el
proceso de concentración de la propiedad se centra en los predios mayores de
500 hectáreas que han pasado de tener el 32.59% de la tierra, a dominar el 44%
en un lapso de sólo 13 años. Los grandes propietarios han adquirido exclusivamente
las mejores tierras, especialmente aquellas que tienen perspectivas de
valorización, ubicadas cerca de proyectos viales, petroleros, mineros o
hidroeléctricos, en cambio, en el programa de subsidio al mercado de tierra,
dicen los autores citados, "El campesino está siendo ahogado por el
crédito, debido a que las tasas de interés son superiores a la rentabilidad del
predio. Efectivamente la totalidad de beneficiarios de 1995 está en mora"[7].
El Plan Nacional de Desarrollo (1998 - 2002), con
una política de tierras más que de Reforma Agraria, insiste sin embargo
fundamentalmente en el modelo de la negociación voluntaria y la compra de
tierras, que se combina con la extinción de dominio de las tierras
adquiridas mediante actividades ilícitas[8]. Por su
parte, para las organizaciones insurgentes la base es toda la gran
propiedad.
El Programa Agrario de los Guerrilleros de las FARC - EP,
en uno de sus puntos centrales, expresa: "A la Política Agraria de
Mentiras de la Oligarquía, oponemos una efectiva Política Agraria
Revolucionaria que cambie de raíz la estructura social del campo colombiano,
entregando en forma completamente gratuita la tierra a los campesinos que la
trabajan o quieran trabajarla, sobre la base de la confiscación de la propiedad
latifundista en beneficio de todo el pueblo trabajador" (julio de 1964).
La Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar sostiene que
"Hay que redistribuir la tierra allí donde impere el latifundio. Construir
la infraestructura vial y dotar del transporte necesario los campos del país,
fijar créditos baratos para la agricultura y la ganadería, seguros de cosecha,
facilitar insumos y tecnología moderna a todos quienes generan riqueza en
nuestros campos y garantizar la venta de sus productos" (enero de 1992) .
El ELN propone, entre otros puntos, “Realizar una reforma
agraria que distribuya entre el campesinado sin tierra, las propiedades de los
terratenientes, narcotraficantes y latifundistas. El desarrollo de una nueva política de crédito, que se preocupe de
manera muy especial por el campesinado pobre y medio, estimulando formas
cooperativas, asociativas, comunitarias y de rentabilidad. La organización de
sistemas de mercadeo que suprima los intermediarios, que abaraten costos y
precios y unan la asistencia para ayudar a mejorar la productividad y la
eficiencia" (Febrero de 1998).
En su instalación, julio 31 de 1998, la Asamblea
Permanente de la Sociedad Civil, movimiento muy amplio y diverso, aprobó
una Declaración Inicial donde se pronuncia por: "Reforma Agraria
integral que tenga en cuenta la equidad con la mujer campesina, la
distribución justa y la función social y ecológica de la propiedad que
garantice financiación, tecnología sostenible, infraestructura y servicios básicos
a la población rural y a la organización y participación de los pobladores. La
erradicación de cultivos ilícitos mediante sistemas manuales respetuosos del
medio ambiente, y su sustitución mediante el desarrollo de sistemas
productivos. Reforma urbana que brinde servicios básicos e integre a la
población marginada de las ciudades a los beneficios del desarrollo integral.
La política de atención integral a la población afectada por la violencia y en
especial los desplazados y familiares de las víctimas en conflicto
armado".
Las organizaciones campesinas, agrupadas en el Congreso
Nacional Campesino, defienden una tesis de reforma agraria integral, desarrollo
social y equidad y proponen una Constituyente campesina. En las
observaciones al Plan Nacional de Desarrollo, presentadas por las
organizaciones campesinas (ANUC nacional
y CNC) al Consejo Nacional de Planeación, se sostiene que "La reforma
agraria debe ser una estrategia central para la construcción de un desarrollo
que conduzca a la paz en Colombia".
Otros aportes son los elaborados por la Fundación
Presencia - Agenda por Colombia, cuya propuesta central es la Aldea agrícola:
"La principal estrategia de largo plazo es el fomento o desarrollo de
centros agrícolas por excelencia, donde, a través de empresas, se obtenga mejor
calidad de vida de la población rural y se fortalezca el sector. En las aldeas
agrícolas, los productores podrán obtener tierras a través de la afiliación
a la empresa semilla o copropiedad de la aldea, en unidades familiares, o
tierras públicas de uso exclusivo de cada afiliado. Se busca que el productor
se convierta en un pequeño empresario quien, individualmente o a través de la
asociación empresarial, elabore también productos agroindustriales".
La ruralidad
La visión de lo rural,
por supuesto, ha avanzado en las elaboraciones y propuestas, aun cuando algunas
se quedan todavía en lo exclusivamente agropecuario o reducen el
problema a políticas de tierras complementadas con algunas obras de
infraestructura, mercado, asistencia técnica y créditos. Desde otras
perspectivas más amplias, se propone en primer término cuestionar el modelo
de desarrollo y se vislumbran determinados componentes internacionales del
problema. Se acepta además que la ruralidad integra diversas
dimensiones, económicas, sociales, culturales, territoriales, ambientales.
La discusión sobre las
Zonas de Reserva Campesina
La
figura de las Zonas de Reserva Campesina, integrada a la Ley 160 de 1994,
representa una estrategia importante, que también ha sido objeto de debate.
Para la
Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, de acuerdo con la Ley, esta política
debe quedar limitada "a ciertas zonas
cuyas características agropecuarias y socioeconómicas regionales se asimilan a
la condición de zonas colonizables o bien cuya
situación jurídica está
determinada como bienes baldíos".
En
cambio, impulsores de la idea como Alfredo Molano sostienen que esta política,
cuyo propósito esencial es impedir o eliminar la concentración de tierras,
no debe limitarse a regular el conflicto agrario en zonas de colonización, sino
en toda región donde la economía campesina esté amenazada.
El Plan de Desarrollo 1998 - 2002 está centrado en la
estrategia del mercado subsidiado de tierras, sin embargo también consigna un
aspecto en el cual han insistido las organizaciones campesinas y muchos
expertos del tema rural: "se avanzará - dice este Plan - hacia el
desarrollo integral de las zonas de reserva campesina, lo que supone un proceso de ordenamiento territorial del país, con la
participación de todos los actores. Éstas podrán ser definidas tanto en las
áreas de colonización como dentro de la frontera agrícola. Parte de las
tierras para las zonas de reserva campesina provendrán de la extinción de
dominio de las tierras adquiridas mediante actividades ilícitas y además se
privilegiará su creación en áreas de conflicto de forma tal que se evite el
desalojo posterior de los campesinos hacia regiones económica y ambientalmente
insostenibles".
De
acuerdo con Valderrama y Mondragón, este programa debe ser aplicado tanto en
las zonas de colonización como en las de ganadería extensiva y en zonas aptas
para la agricultura (Misión Rural Volumen 2). El Informe Final de la Misión
Rural consigna que "Se
debe fortalecer la estrategia de creación y desarrollo de las zonas de
reserva campesina y de reserva empresarial. Estos instrumentos
tienen como propósito redensificar la frontera agrícola, frenar los procesos
perversos de colonización y establecer áreas en las cuales se estabiliza la
propiedad campesina mediana y pequeña, consolidando organizaciones
territoriales. El factor distintivo de la propuesta es que estas zonas de
reserva deben ser desarrolladas al interior de la frontera agrícola, en las
tierras que se van a redistribuir, con igual prioridad que en el margen de la
colonización"[9].
La
primera experiencia práctica iniciada en el país está ubicada en la Región
del Río Pato (Municipio de San Vicente del Caguán), aun cuando todavía se
encuentra en sus fases iniciales. Con base en esta experiencia, se destaca como
imprescindible la movilización y el fortalecimiento de las organizaciones
sociales y la autonomía, como soporte de la democracia política y del
ordenamiento territorial.
Ordenamiento
territorial y paz
Desde la sociedad civil se expresa una gama amplia de
puntos de vista y de experiencias prácticas que no se inscriben necesariamente
en las líneas o modelos de desarrollo dominantes. Por ejemplo, la propuesta de
Orlando Fals Borda enfatiza la importancia de la autonomía administrativa en la
definición y reconstrucción de las entidades territoriales en Colombia como una
contribución a la búsqueda de la paz: "Con el fin de superar la actual
guerra civil, a partir del reordenamiento territorial recomendamos proceder
paso a paso desde las bases comunales locales hacia arriba, es decir, a partir
de las unidades de administración territorial básicas como veredas y
corregimientos donde tiene lugar lo cotidiano, pasando a entidades más
complejas y grandes como el Municipio, la Provincia y la Región, reconociendo
vinculaciones económicas y sociales antiguas o nuevamente creadas por la
diáspora campesina, la dinámica demográfica y por el conflicto armado
mismo".
Ordenamiento territorial participativo, autonomía y
autogestión local van así de la mano. El desarrollo de iniciativas populares en
materia agraria, de ordenamiento territorial local o regional, de reforma
agraria, así como de actividades y empresas, pueden crear una base sólida para
el control y poder comunitarios sobre las decisiones relacionadas con la
alimentación, la sostenibilidad social, económica y ambiental.
Soberanía alimentaria
Una de las propuestas aquí incluida tiene como eje la
defensa de la recomposición del campesinado. Sostiene que sin campesinado
libre no hay seguridad o soberanía alimentaria, y por tanto plantea la
necesidad de "un movimiento y una política campesinistas". De acuerdo
con cifras de 1988, de las 5.2 millones de hectáreas bajo cultivo en Colombia,
3.4 correspondían a economía campesina, 2.8 millones de hectáreas en alimentos
y 0.6 millones en café tradicional (Véase tesis de Mario Mejía en este
compendio).
La mujer tiene un papel primordial en todo este proceso.
Ella es quien aporta los vínculos culturales en el proceso de la alimentación y
la nutrición. En muchas comunidades locales fue ella la que aseguró la
producción y selección de las semillas. La mujer ha cumplido una función productiva
esencial y hoy como producto de la agudización de la violencia que generó orfandad
y viudez se ha transformado en forma creciente en cabeza de familia y,
paradójicamente, en una de las posibilidades esenciales de reestructuración de
los grupos desplazados.
El tema de la seguridad alimentaria tiene
implicaciones con el modelo de desarrollo. Desde una supuesta "defensa del
consumidor" ha sido planeado un enfoque frente al cual surgen varias
inquietudes que deben ser objeto de reflexión. De acuerdo con lo planteado en
el Volumen 3 de la Misión Rural, el país no debe renunciar a su
capacidad productiva, ni permitir el desmonte de su sistema de producción de
alimentos. Por otra parte -señala el documento citado- no existen condiciones
ilimitadas de importar alimentos y, agrega, "la aplicación inflexible del
principio de las ventajas comparativas y competitivas... no considera que los
mercados internacionales de productos agrícolas no funcionan en condiciones de
libre competencia, lo que ha conducido al aumento de la dependencia
alimentaria y al desplazamiento de la producción nacional y en especial de la
pequeña producción campesina con potencial productivo. La protección de la
producción nacional y de alimentos asociada con la reducción de la pobreza e
indigencia, para consolidar y defender la democracia, es un asunto de interés
nacional que debe considerársele como de máxima prioridad al cual deben estar
subordinados otro tipo de intereses. El crecimiento económico con una mayor
justicia social, exigirán la defensa de los diferentes intereses nacionales a
través de una acción eficiente y eficaz del Estado. La Constitución Política,
en el artículo 65, consagra como un tipo de interés nacional la protección por
parte del Estado a la producción de alimentos"[10].
La cuestión internacional
Llama la atención que la inmensa mayoría de las
posiciones, en mayor o menor medida, subestimen o ignoren la cuestión internacional y los aspectos
ambientales, incluso algunos de los actores más relevantes del debate para una
agenda de paz en materia rural, como el gobierno, la Sac, las organizaciones campesinas, los
grupos alzados en armas, la Misión Rural.
En lo fundamental, han sido hasta ahora investigadores
desde la sociedad civil, quienes han empezado a dar toda su importancia a
problemas como la oligopolización de los alimentos y semillas por las
transnacionales, la apropiación de los recursos y saberes agrarios a través del
patentamiento de formas de vida, el peligro de los alimentos y semillas
transgénicas, el alimento como derecho humano, la soberanía alimentaría frente
a la apertura, la globalización y la Organización Mundial del Comercio, el
derecho de los consumidores a conocer si un alimento es o no de origen
transgénico, los derechos de los agricultores, entre otros aspectos.
Unidad Latinoamericana
La adopción de un nuevo modelo de desarrollo, para lograr una economía al servicio de la
sociedad, que posibilite un proceso de paz, no remite exclusivamente al ámbito
"nacional", pues es indispensable una acción en la esfera de las
relaciones internacionales orientadas, entre otros aspectos, a la
protección de la producción campesina colombiana. Esto demanda seguramente iniciativas que fortalezcan la
capacidad de negociación y de renegociación del país sobre su inserción en el
ámbito internacional. Por ejemplo, se ha dicho que la democracia social,
política y económica, sería más sólida en el marco de una unidad o
"Comunidad Latinoamericana de Naciones" (Preámbulo de la Constitución
Nacional), siempre que en cada uno de los países se procure su reestructuración
social, económica y política, pues de lo contrario la integración podría servir
también para fortalecer la concentración del poder y la riqueza.
Cultivos ilícitos
Se incluye en el presente compendio un debate parcial
sobre los "cultivos ilícitos". Este problema no es exclusivo de la
Amazonia, ni sus orígenes y soluciones son simplemente nacionales o amazónicos.
Sin embargo, se toma como referencia esta región, dado que en ella se encuentra
concentrado el mayor porcentaje de las áreas de coca y además porque hacia aquí
se han dirigido buena parte de las propuestas, como aquella que insiste
simplemente en la "sustitución de coca por vacas".
Pero no es la finalidad de la Presentación de este
compendio hacer una reseña de todos y cada uno de los elementos del debate, sino
invitar a la discusión. Esperamos que este compendio sea útil en tal
sentido.
Santafé de Bogotá, 23 de enero de 1999
[1]
IEPRI - Universidad nacional. "La Paz es Rentable, Balance de los
Estudios". Proyecto de Consultoría al DNP. Fotocopia. Bogotá, septiembre
de 1997.
[2]
Indepaz. "El Fin del Neoliberalismo, el Neoestructuralismo y Modelos
Alternativos para el desarrollo Social y Económico". Bogotá, 1993.
[3]
Indepaz, Op Cit. 1993.
[4]
Síntesis de
resultados y conclusiones. Misión Rural, Colombia, 1998. Pág. 17.
[5]
Alfredo Molano. "Neo-aparcería". El Espectador, Bogotá, 20 de
septiembre de 1998.
[6]
Síntesis de
resultados y conclusiones. Misión Rural, Colombia, 1998. Pág. 25.
[7]
Mario Valderrama, Hector Mondragón. Desarrollo y equidad con campesinos. Misión
Rural Vol 2. IICA, TM Editores, Bogotá septiembre de 1998.
[8]
Presidencia de la República - DNP. "cambio para Construir la Paz"
(Plan Nacional de Desarrollo 1998 - 2002). Primera Edición, Bogotá, noviembre
de 1998.
[9]
Informe Final. Misión Rural, Bogotá, septiembre de 1998. Páginas 149 y 150.
[10]
Alcides Gómez, Martha Duque. "Tras el Velo de la Pobreza, La pobreza rural
en Colombia y los desafíos para el nuevo milenio". Vol 3. Misión Rural -
TM Editores. Bogotá, septiembre de 1998.
Inicio Iniciativas Ponencias Documentos Mama Coca Imprimir
©2003
Mama Coca. Favor compartir esta información y ayudarnos a divulgarla
citando a Mama Coca.