"No
más diagnósticos"
"Propietarios
de tierras y campesinos serán socios"
Carlos
Murgas
Ministro
de Agricultura
(Entrevista
en EL TIEMPO, Bogotá, 19 de noviembre de 1998)
El
gobierno lanza proyecto para recuperar el campo: campesinos que se asocian con
dueños de tierra, beneficios para quienes inviertan en zonas rojas, créditos
especiales y facilidades para compra de maquinaria.
El
campo, dice el ministro de Agricultura, Carlos Murgas, vivió la misma
“borrachera” de la apertura. Experimentó
ocho años de `guayabo`. En ese período
se dejaron de cultivar 700.000 hectáreas, las importaciones pasaron de 800.000
a 5.8 millones de toneladas, los hatos se empezaron a manejar por teléfono y se
volvió a fracasar en la reforma agraria.
Por eso
el Ministro de Agricultura, que tiene tierras y que conoce de cerca la
problemática del campo, no quiere más diagnósticos.
Dice que
va a actuar. Su gran proyecto es convertir en socios a campesinos y
propietarios de tierra. Y también a
actores del conflicto armado.
Otro
objetivo: vincular a inversionistas
nacionales y extranjeros a proyectos de desarrollo en zonas `rojas`. Empresarios de Malasia, donde se vivió una
situación similar a la colombiana, ya estuvieron acá. Quieren hacer parte del plan. Y para ello no
se necesita reforma agraria. Por eso,
dice, no perderá tiempo en el Congreso reformando la ley actual.
¿Cuál
es la visión que usted tiene del campo colombiano?
Como
usted sabe, yo vengo del campo y entonces el diagnóstico no son las cifras
frías que encontré aquí. Son las
realidades que he vivido.
¿Y qué
es lo que ha vivido?
Aquí hay
varias Colombias. Está la Colombia andina, que tiene algunos problemas pero que
ha logrado una organización interesante con el apoyo de la Federación de
Cafeteros. Ahí hay escuelas, carreteras y un desarrollo social importante.
Hay
otras Colombias con graves problemas de pobreza, que alimentan la desesperanza
y la zozobra. Es el caso de la Costa
Atlántica, donde por muchas razones ya no se siembra, no existe infraestructura
y las condiciones sociales son precarias.
¿Cuáles
son las causas que han provocado esa situación?
Varias.
Pero imagínese que en Colombia se han dejado de cultivar 700 mil hectáreas de
productos como algodón, sorgo y maíz. De ese total, unas 280.000 están en dos
departamentos: Cesar y Magdalena. Y algo
en el sur de la Guajira. Eso explica, en
gran parte, esa absoluta pobreza.
¿Cuál va
a ser su labor para recuperar el campo?
En
principio creí que me trajeron aquí para reivindicar mi región. Pero ya dije
que no, que soy el Ministro de Agricultura de Colombia y he encontrado un país,
agrícolamente hablando, muy maltrecho.
El Valle
del Cauca, que se dedicó prácticamente al monocultivo de la caña está
atravesando momentos críticos. Y así sucesivamente pasa en gran parte del país.
¿Pero
eso es problema de política económica o de la misma inseguridad?
Es un conjunto
de factores. No ha existido políticas claras de los gobiernos. El campo estuvo
en los últimos años desprotegido y eso ha traído pobreza, desplazamientos,
guerrilla y paramilitarismo.
Mucha
gente al no encontrar nada que hacer en el campo, al no tener qué comer, de qué
vivir, emigró. Esa es Colombia hoy.
¿Fue
salvaje la apertura?
Tiene
mucho que ver en la crisis del campo. Aquí se eliminaron de un momento a otro
los subsidios y nos expusieron a una competencia irracional. Fíjese que hace
dos semanas Estados Unidos destinó 5.600 millones de dólares para subsidiar los
cultivos de soya y maíz. Nosotros, en cambio, fuimos aventados al libre mercado
sin ningún apoyo y así hemos seguido en los últimos años.
¿Entonces
es partidario de retornar a la protección?
Ahora
tenemos unos organismos externos que nos controlan como la OMC y en este
momento estamos `desbrevándonos` para que en el Mercosur nos vaya bien. Ya no
es hora de quejarnos, sino de actuar y volvernos competitivos a través de
mecanismos diferentes a la protección a ultranza.
¿Qué
está pensando el Gobierno?
Hay que
utilizar la imaginación para hacer competitivos los cultivos en regiones
específicas. Es necesario dar señales
claras, por ejemplo al Valle, para que vuelva a las pepas (soya) y maíz. En
este departamento se pueden recuperar entre 50.000 y 100.000 hectáreas. En
Córdoba, que tiene ventajas comparativas frente a otras latitudes, podemos
recuperar en maíz 100 200 mil hectáreas
y aprovechar el segundo semestre para cultivar el algodón en ese mismo terreno.
¿Cómo se
va a materializar esa opción?
Vamos a
ponerles gerente a los temas soya, maíz y algodón. Serán gerentes para
productos específicos en zonas específicas. La falta de gerencia es uno de los
problemas del campo.
Sí, pero
hay gran problema que es la financiación.
Estamos
contemplando varias estrategias. Se van
a dar facilidades para la adquisición de maquinaria a un costo razonable, de
pronto sin impuestos y a largo plazo.
Aquí hace diez años no importamos maquinaria para el campo. ¿Entonces cómo podemos competir? Tenemos ventajas en climas y suelos pero nos
falta el recurso capital, la nueva tecnología.
Eso para
la agricultura comercial. ¿Y para el pequeño productor?
A los
pequeños los estamos invitando a que se asocien. A que tumben las cercas y
entre seis o cinco compren un tractor y lo pongan a trabajar mancomunadamente.
Con Finagro estamos estudiando la creación de créditos asociativos y a través
de otros instrumentos de política vamos a unir la cadena productiva.
¿Cómo?
No basta
producir, Hay que distribuir, comercializar.
Tengo ejemplos: Papas Margarita,
que tiene tecnología de punta, el gobierno con sus instituciones Corpoica e
Ica, y los agricultores, están formando un pool. Ellos producen la papa con las
especificaciones exigidas y Margarita la compra a precios absolutamente
transparentes. Este proyecto puede
elevar la producción de papa a 50 toneladas por hectárea cada trimestre. Eso es lo que hay que hacer.
Pero hay
que facilitar las cosas. Aquí en Cundinamarca hay una empresa privada
-Ecocampo- que lleva dos años tratando de importar semillas mejoradas de papa y
no ha podido. Eso es inaudito y demuestra la falta de apoyo estatal a los
grandes proyectos.
¿Es
posible que la agricultura vuelva a ser negocio?
La
agricultura ya afrontó la borrachera de la apertura y estamos pasando el
guayabo. Estoy aquí para dar facilidades y para que saquemos esto adelante. Por
eso también vamos a impulsar el Incentivo a la Capitalización Rural (ICR), que
en los últimos años ha tenido recursos por 50.000 millones de pesos. Vía
presupuesto le estamos inyectando una cifra similar para 1999.
Pero el
apoyo va más allá. El Certificado de Incentivo Forestal (ICF) contará con
16.000 millones de pesos el año entrante. En toda su historia el ICF solo ha
dispuesto de 7.000 millones. La idea es iniciar un gran plan inmediato de
reforestación. Con estos recursos podemos reforestar en el 99 entre 35.000 y
45.000 hectáreas.
¿De
dónde va a salir la plata?
Estos
recursos están contemplados en el presupuesto. Son cosas que vamos a hacer con
los poquitos recursos que tenemos. Aquí ya se repartió el sancocho y de verdad
la olla está raspada, pero lo importante es ejecutar con lo que hay que dar
señales claras.
¿Cómo se
va a redistribuir la propiedad rural?
Yo no me
voy a desgastar haciendo más reformas agrarias. La Ley 160 tiene falencias pero
es una pendejada gastar dos legislaturas en el Congreso. Todo está
diagnosticado. Lo que falta es acción y por eso he propuesto el 80-20.
¿Quién
entiende eso?
Es
fácil. En una visita a la Costa muchos propietarios expresaron que estaban
quebrados, que el Gobierno tenía que ayudarles y yo les pregunté: ¿a cambio de
qué? Me dijeron que estaban dispuestos a ceder parte de sus tierras.
Entonces
les propuse que para poderlas trabajar tenían que asociarse con los campesinos,
que en el caso de la Costa no tienen más alternativas que la guerrilla y el
paramilitarismo, o irse a vender trapos a las esquinas de las capitales.
Los
campesinos asociados y los dueños de la tierra conforman una empresa. A los dos
les conviene. Los primeros se vuelven propietarios y los segundos pueden
producir una tierra que está inactiva.
¿Y quién
tumba a quién?
Ninguno.
Ellos de común acuerdo nombran un gerente y el Estado, a través de sus
organismos especializados, vigila, sirve de interventor.
¿Quién
compra al propietario de la finca la parte de los asociados?
El Incora.
En cualquier lugar de la Costa hay fincas que tienen 200 hectáreas. El
Instituto perfectamente puede comprar 100 para construir la empresa.
¿Y qué
sigue?
Irían a
un Banco, que vamos a fortalecer -de pronto es la Caja Agraria- y pedirán un
crédito para un proyecto productivo, que ha sido previamente estudiado. Es
necesario que sea viable.
¿Quién
va a pagar el Crédito?
Los
socios, los 20 campesinos y el que vende la tierra. Ellos como tienen un
gerente, disponen de un representante. Este a su vez, se encargará de buscar
canales de comercialización, que con el esquema propuesto están plenamente
identificados.
¿El
crédito solo partirá de la Caja Agraria?
No,
estamos creando condiciones para que el sector privado vuelva a prestarles a
los trabajadores del campo. Se está pensando en avales, en
enriquecimiento del Fondo de Garantías. Creo que uno asociado tiene muchas más
posibilidades de crédito.
¿Qué
papel va a jugar Finagro?
Un papel
muy importante. Inclusive, estamos pensando en que los créditos del Fondo no
tengan como eje central al individuo, sino a las empresas asociativas.
¿Esto es
una realidad o un proyecto?
Esperamos
tener el documento listo antes de 30 días para arrancar el primero de enero.
¿Es un
programa a nivel nacional?
En
principio, no. Hay regiones donde no se necesita. Por eso vamos a empezar en la
Costa Atlántica, que tiene necesidades muy sentidas. Hay propietarios que están
ofreciendo grandes extensiones de tierra al Incora.
¿COMO FUNCIONA?
·
“El Incora adquiere parte de una finca. Esta se
divide y una parte queda para los campesinos y otra para el dueño original”.
·
“Lo que haría atractivo el proyecto es que la
empresa que se monte puede cubrir las dos partes. Y todo lo que resulte de ahí
se distribuye”.
·
“Es un criterio de economía de escala. Uno solo con
diez hectáreas no hace nada, pero ya con 100 a un lado y 100 al otro, se pueden
comprar tres tractores grandes y hacer más competitiva la producción”.
·
“¿Qué pasa? Que los terratenientes no pueden
cultivar su tierra. Los campesinos; en muchas ocasiones, son sus enemigos. Aquí
son socios”.
·
“Con la estrategia, el terrateniente, sembrándole
al pequeño, está pagando su bono de paz”.
·
“Esto no es una utopía. Estamos terminando el
documento para arrancar en enero próximo”.
ZONAS DE CONFLICTO
·
“Estamos estudiando unos beneficios para aquel que
tenga tierras o plata vaya a zonas de conflicto”.
·
“Hay unas zonas, como las del Magdalena Medio,
donde tenemos previsto sembrar 300.000 hectáreas en palma”.
·
“Allí, lo primero que vamos a hacer es dar señales para que colombianos y
extranjeros que quieran invertir lo hagan en condiciones favorables, vinculando
a los actores en conflicto”.
·
“Ya tenemos inversionistas de Malasia interesados
en el proyecto. Nos han pedido suscribir
un convenio de orden tecnológico. Ellos
estuvieron aquí y consideran que es un programa viable, con mucho contenido
económico y social”.
·
“La idea es asociar campesinos, reinsertados e
inversionistas (nacionales y extranjeros). Producir 300.000 hectáreas de palma
requiere toda la mano de obra del mundo, bien remunerada".
·
“Pero no nos quedaríamos en lo primario. Con el
aceite iríamos a la jabonería, pintura, grasas y lubricantes, llantas, la
industria de plásticos, la panadería, cosméticos y otra infinidad de
industrias”.
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