Alonso Salazar No nacimos pa' semilla_ CINEP-1990

NO NACIMOS PA’ SEMILLA 

Alonso Salazar J.

Corporación Regional /CINEP 

Las características personales para ejercer la profesión. de sicario que nos vendía en décadas pasadas la televisión eran bien definidas Se trataba de seres elegantes, anónimos, con mil rostros y contratos millonarios, quienes cumplían con inmensa sofistificación y desaparecían discretamente de la escena. 

En buena medida, todos habíamos asumido esta imagen como verdadera cuando la muerte comenzó a ser negocio lucrativo en Colombia. Nos hablaban de "el de la moto" y nos representábamos inmediatamente una especie de rambos criollos, máquinas frías e insensibles de la muerte. 

Además, el hecho de que la mayoría de asesinos por contrato fuesen de Medellín confirmaba la tesis de que a esa ciudad la había consumido el afán de lucro impuesto por el narcotráfico. Así las organizaciones de la muerte se ubicaron como apéndices funcionales de los llamados carteles de la droga. 

Pero cuando los sicarios y sus allegados em­pezaron a hablar, las cosas cambiaron. Como por encanto aparecieron las exculpaciones y la madeja se enredó. Constatamos que las condiciones de pobreza determinaban las formas de buscarse el sustento Que bandas completas podían ser contratadas por cualquier parroquiano a la vuelta de la esquina. Y que los profesionales de la muerte eran apenas niños, portadores de unos valores que la sociedad difícilmente comprendía. 

Se abrió paso así a una especie de sentimiento de culpa colectivo. Todo el mundo pareció comprender el fenómeno y los victimarios se transformaron en víctimas. No pocos comenzaron a mirar a los niños sicarios con cierta simpatía o por lo menos con esquiva admiración. La fórmula mágica de los diálogos de paz comenzó  tímidamente a insinuarse y no falto quien alegara vehemente que ellos sólo eran los instrumentos materiales de una intolerancia nacional que nos está aniquilando. 

Adherir acríticamente a una cualquiera de estas interpretaciones es sumamente peligroso. Es igualmente maniqueísta quien presenta al sicario como un enfermo paranoico como aquel que lo absuelve por ser un producto de la marginalidad. 

La obra de Alonso Salazar nos presenta en forma comprehensiva el fenómeno de la cultura de las bandas juveniles de las comunas nororien­tales medellinenses sin caer en los extremos anotados. Y, para hacerlo, escoge una vía novedosa:  rescatar las versiones de los protagonistas. 

No se trata únicamente de oir a los jóvenes que han      hecho d ela muerte un negocio El libro nos trae también  los relatos de madres, amigos, enemigos, activistas barriales, sacerdotes,.  De esta manera se traza un complejo y contradictorio mapa que determina la creación y valoración social del sicariato.  

Desde la frialdad de las letras nos inunda la muerte cotidiana. No hay héroes ni vencedores. La vida, a pesar de su misterio, se hace efímera y rastrera.  Es una historia en la que todos somos perdedores. Pero no por la representación de la locura o del sinsentido. Por el contrario, sobran las razones. Las tienen quienes contratan por dinero y aquellos que limpian de indeseables las comunas. 

Pocos escritos como e1presente nos llevan a los límites de esta sociedad fracturada. Este trabajo investigativo nos lanza sin miramientos a la constatación de nuestros vacíos como comuni­dad humana: la insolidaridad, la dificultad para encontrar valores comunes, la confusión moral a que lleva el lucro como sentido ultimo de la existencia.  

Por ello no basta con reconocer que todos tenemos un poco de culpa en que los sicarios sean una realidad en nuestro medio. Es necesario desentrañar lo que nos hace responsables: cuáles actitudes de la guerrilla, la policía, la clase dirigente, la izquierda, el narcotráfico,  los sacerdotes, las madres o los jóvenes promueven la gene­ración de bandas. 

Se trata de una tarea vital para quienes esta­mos empeñados en proponer soluciones integra­les que disminuyan los factores de violencia de nuestra sociedad. Sólo descubriendo la compleja raíz social que da origen a las conductas sociales es posible proponer acciones que realmente inci­dan de conjunto en la problemática. 

Para llegar a ello es necesario desprendernos de la morbosidad con la que nos hemos acostumbrado a ver y leer todo lo relacionado con el tema. Éste no es el "último y total" testimonio de los sicarios. Tampoco contiene "secretos iné­ditos" de las bandas ni es un pliego de acusacio­nes contra el Estado, la Iglesia o la Policía. 

En buena medida es la construcción de una obra de vida sobre la muerte. Es un trabajo que se ha creado a partir del dolor por las ausencias. Su síntesis es el esfuerzo humano por antonoma­sia: entender para poder actuar.  

El Centro de Investigación y Educación Po­pular CINEP ha orientado gran parte de su es­fuerzo investigativo hacia el análisis de nuestra realidad con miras a aportar en el camino hacia soluciones concretas que posibiliten una patria más fraternal, justa y solidaria. En ese mismo orden de ideas, estamos convencidos de qu este documento que hoy presentamos a los lectores será una herramienta indispensable para todos aquellos que quieran acercarse con seriedad y Profundidad al fenómeno de las bandas juveniles de la comuna nororiental de Medellín.

Camilo Borrero

PRESENTACION

 

La violencia es una parte  de la realidad de Medellín. Vivimos en una ciudad guerra. Una guerra donde intervienen muchos poderes y los protagonistas son los jóvenes. Ellos son los que matan y mueren. Ejecutantes de un libreto escrito por otras manos e inspirado en el sentido trágico que sigue marcando nuestra historia.

 

La nuestra es una guerra donde  de nada sirve hablar de buenos y  de malos. El desafío real es encontrar pistas que nos ayuden a salir de este laberinto donde muchos plomos, disparados de muchos lados, con innumerables argumentos, nos están matando.

 

Las estadísticas no mienten, pero no logran sin embargo decir lo que pasa en esta ciudad, en nuestra vida, lo que está pasando con nuestra era de habitar y caminar las calles, de relacionarnos con los vecinos y los transeúntes. Medallo es una berraquera, seguimos diciendo la mayoría de sus habitantes. Es un infierno, dicen otros, especialmente de afuera. Medellín es un hervidero de vida y muerte, es una expresión radical de la crisis del país.

 

Vivimos en una ciudad donde hay muchos muertos y pocos derrotados. Nuestro compromiso y el de muchos  es afianzar la vida y la esperanza- En esta empresa sobran balas y hacen falta todas las palabras.

 

Este trabajo presenta la voz propia de algunos de los protagonistas de la violencia que hoy padecemos. Los relatos fueron elaborados teniendo como base una serie de entrevistas realizadas en el año 1989 e inicios de 1990. Del total de entre­vistas realizadas en la investigación, selecciona­mos las que creímos más representativas. Hemos tratado de conservar el estilo y el lenguaje de las narraciones originales. Solo organizamos los relatos buscando cierta coherencia y fluidez que facilitan la lectura y la comprensión. Los nom­bres, los lugares y algunas circunstancias se han cambiado por razones obvias.

 

En un capítulo final presentamos algunos ele­mentos de reflexión, que deben asumirse con el grado de provisionalidad que da el actual estado de investigación de este fenómeno.

 

 

Este trabajo se realizó en un primer momento con el apoyo del Instituto Popular de Capacita­ción, y se terminó con el auspicio de la Corpo­ración Región.

 

Quiero agradecer a las personas que de muy diversas formas me colaboraron en este trabajo. En especial a Jorge Ignacio Sánchez, Camilo Borrero y Laura Restrepo por sus ánimos y su tiempo

 

 

 Alonso Salazar

 

Corporación Región

 CINEP

 

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