Estudio de Caso: Todo Dueño de Bar Dueño de sus Borrachitos[1]

 

Por Santiago Fandiño C[i].

Hay muchos que les encanta tomarse unos tragos.

Pocos en realidad los que saben beber.

 

 Experiencia Antioqueña: ¿Una experiencia prometedora?  

A las 6.30 de la tarde, del 25 de enero de 2005 teníamos en la sede de la Gobernación de Antioquia, en la zona de Alpujarra, la cita más importante de los últimos meses en el camino de hacer nacer en el municipio de Medellín y su área metropolitana, una propuesta de cultura ciudadana fraguada durante varios meses por un equipo de investigadores asociados a la Universidad Nacional, el equipo de Salud Pública del Ministerio de la Protección social y el Programa de Naciones Unidas de Lucha contra las Drogas y el Delito UNODC. 

La propuesta venia siendo perfilada con las directivas de la Fabrica de Licores de Antioquia (FLA) y los creativos de la agencia de publicidad Young & Rubicam Brandes. Ellos en los últimos tiempos, se venían encargado de liderar a escala nacional la penetración de las marcas de la industria licorera de Antioquia con gran éxito, como quiera que los antioqueños son hoy día lideres en la venta de aguardiente con cerca de un 45% del mercado nacional y un papel dominante en al menos 13 departamentos del país. Los ingresos por la venta de licores de la FLA le representan al departamento de Antioquia más de 300 mil millones de pesos anuales que aportan más de un 60% del presupuesto global de esta gobernación. 

La iniciativa buscaba colocar a la licorera a la cabeza de una propuesta de mediano plazo, de naturaleza cultural y pedagógica orientada a la disminución del daño por el abuso de licor dentro de la filosofía del Saber Beber y a liderar con la institucionalidad pública y privada asociada a la industria del esparcimiento, una estrategia conducente a la minimización del riesgo de accidentalidad producto de esa mezcla contemporánea de machismo[2], alcohol y gasolina que caracteriza la sociedad colombiana.  

La cita era con el Secretario de Hacienda de la Gobernación del Departamento de Antioquia, a fin de hacerle en forma personal la presentación de la iniciativa, previa a la realización del último comité de compras de la FLA, antes de la entrada en vigencia de la ley de garantías electorales.  

Para ese momento el cuadro institucional estaba casi completo para emprender el montaje de unos “Operativos Pedagógicos“, que deberían realizarse en adelante de manera permanente, en los 27 puntos de concentración de bares, cantinas, discotecas y relacionados existentes en el municipio de Medellín y en los 9 municipios restantes del área metropolitana del Valle de Aburrá.  

La Policía Metropolitana se había comprometido a garantizar la presencia en los fines de semana – comenzando en la noche de los jueves hasta la madrugada del domingo desde las 10 de la noche hasta las 4 de la madrugada - de agentes de la policía – policía comunitaria - para realizar labores de prevención en los entornos de localización de los lugares de consumo[3]; la Secretaría de Transportes y Transito del Municipio de Medellín había dispuesto 2 guardas de transito – un oficial y un guía cívico – por cada punto de intervención; la Secretaría de Gobierno del Municipio de Medellín se había comprometido a garantizar la presencia de jóvenes pertenecientes a diversas organizaciones cívicas de carácter comunal para realizar este acompañamiento. Mientras que por su intermedio se había entrado en contacto con los representantes de las 17 organizaciones de dueños de establecimientos de expendio, y consumo de licor para que ellos adelantaran una labor orientada a asegurar que siempre sus clientes tuvieran protocolos seguros de salida – entregar las llaves, conductor elegido, uso del servicio de taxis, etc. –a fin de que en adelante desde los lugares de esparcimiento siempre existieran formas seguras de arribar a sus lugares de destino y la rumba no se viera acompañada de accidentes de tránsito, lesiones personales o demás hechos de sangre.   

El diseño conceptual de la estrategia de comunicaciones estaba lista, como listas para elaborar estaban las pancartas, pasacalles, afiches, folletos, plegables; las carpas que se instalarían en los puntos de concentración de bares y cantinas, así como los aparatos de control de alcoholemia estaban dispuestos para los operativos pedagógicos – con el apoyo de un grupo de médicos toxicólogos que prestaría la Secretaría de Salud- , a fin que las personas que lo quisieran se puedan hacer voluntariamente los controles para tomar las decisiones mas pertinentes para decidir el regreso seguro a sus lugares de destino. 

Los programas de capacitación diseñados para los policías comunitarios y guardas de tránsito; previsto un amplio programa de formación a trabajadores de los lugares de esparcimiento – meseros, administradores, discjockey, empleados de parqueaderos, taxistas, etc- con tres lugares previstos en el norte, centro y sur de la cuidad para garantizar la asistencia con la logística necesaria; así como programas de capacitación para funcionarios de las entidades públicas y privadas relacionadas con la industria de licor y con la noche. 

El trabajo previo de la Universidad Nacional con la Secretaria de Gobierno del municipio de Medellín había permitido identificar las sinergias existentes entre la iniciativa de la academia y las labores que venían desarrollando la administración municipal para bajar drásticamente los indiciadores de accidentalidad, en el marco de un novedoso programa liderado por la Secretaria de Gobierno, denominado Medellín Despierta para la Vida. La administración de la ciudad de Medellín viene empeñada en ordenar, regular y organizar la rumba en la ciudad, mediante un programa que incluye la reglamentación del uso de los espacios de parqueo al frente de los bares y cantinas, organizar a los dueños de bares y cantinas por zonas de concentración, capacitar a los trabajadores asociados a la industria del esparcimiento y en general, crear un ambiente mas seguro para la noche en la ciudad.

Así mismo por intermedio del Comité de Prevención en Drogas del Departamento de Antioquía - adscrito a la Secretaria de Salud departamental - y las Secretarias de Transporte y Tránsito y de Gobierno del municipio de Medellín, se había venido trabajando con diversas instancias institucionales del municipio de Medellín, del Área Metropolitana y del Departamento de Antioquia con los alcaldes, los secretarios de gobierno, salud, transporte y transito y educación, para coordinar acciones en un asunto ciertamente complejo y donde hasta el presente no ha carecido de la necesaria coordinación interinstitucional para garantizar la seguridad en la movilidad vial, y por esta vía mejorar la sensación de seguridad, las condiciones de la convivencia y por ende el mejoramiento de la calidad de vida, reduciendo los impactos en el sistema de salud pública.  

De acuerdo a la literatura sobre el tema el 50% de los alicorados que en fines de semana fragilizan el espacio público del Área metropolitana del Valle de Aburrá, salen de lugares de esparcimiento – bares, cantinas, discotecas, etc. - en buena parte responsables de los accidentes de tránsito, lesiones personales, heridos y muertes asociadas al consumo inmoderado de licor y otras sustancias psicoactivas[4]. Otro 50 % de los alicorados salen de los otros escenarios micro-sociales de la vida cotidiana: de las reuniones en los hogares y sitios de vivienda, de los ambientes barriales y comunitarios, de los lugares de trabajo y las empresas y por supuesto, de manera creciente de los sitios ubicados alrededor del sistema educativo particularmente de los centros universitarios.  

La iniciativa parecía nacer bajos los mejores augurios. A mediados de diciembre del 2005 la iniciativa Pactos por la Vida en la Movilidad Urbana, conocida bajo el eslogan de “Todo Dueño de Bar Dueño de sus Borrachitos“ había sido presentada públicamente en la Plaza Botero, bajo especial invitación de la Policía Metropolitana, el día de lanzamiento por parte del Alcalde Sergio Fajardo, y el Secretario de Gobierno, Alonso Salazar, del Plan de Convivencia y Seguridad diseñado para las fiestas decembrinas y de fin de año. 

La reunión en la Secretaría de Hacienda comenzó pasadas las 7 de la noche  El Secretario de Hacienda departamental, centró sus observaciones en dos aspectos principales: efectos sobre el consumo y proliferación de campañas.  

La preocupación no era de poca monta: Más del 40% de las ventas de licor se realizan a finales de año con ocasión de las fiestas navideñas, el año nuevo y las vacaciones de fin de año. La propuesta de que la FLA liderara la estrategia asociada al Saber Beber, es decir Calidad  (de lo que se bebe ), Cantidad (de bebida en el tiempo ), Consistencia (como permanencia en el mismo tipo de trago durante la ingesta ), Comida (acompañamiento de alimentos apropiados mientas que se bebe), Compañía ( si se bebe, beber con gente con la cual se tengan relaciones de confianza ), se orientaba a modificar la forma como en la actualidad beben los antioqueños y en general, los colombianos. Sin embargo se le insistió en que el saber beber, no necesariamente está asociado con beber más o menos, sino con beber mejor. La experiencia histórica así lo demuestra.  

Se puede aún beber más con menos daño físico y riesgo mental, si se bebe bien. Si los que beben, saben beber[5]. Viene funcionando en las culturas del vino que como en España se saben acompañar de viandas  (tapas españolas) y para no ir muy lejos en México se acompaña el tequila con los tacos. De la experiencia nacional las mentadas tradicionales rumbas costeñas de varios días: mezcla de baile, mamadera de gallo, comer, beber y dormir por ratos, mientras que se enamora o se sufre. Sin embargo la iniciativa, ciertamente se oponía a las pretensiones de una campaña orientada para impulsar el consumo entre los jóvenes, lanzada por la FLA recientemente: “Aguardiente Antioqueño: Pá las que Sea!!!“. El Saber Beber, parece no combinar con la consigna anterior. La iniciativa en este aspecto iba más allá de una mera campaña puntual, para constituirse en la forma por medio de la cual la industria le confiera un valor agregado a las marcas de la FLA y por esa vía construir unas nuevas asociaciones mas virtuosas en el imaginario colectivo de la población de consumidores, que disminuyera el daño físico y los efectos mentales del alcohol. No Pá las que Sea. Eso es cierto. 

Se le explicó al Secretario de Hacienda la necesidad que tiene el país de romper la cultura tradicional de consumo de licor, en una coyuntura en la cual la disminución de daño como objetivo central de política pública demandaba un mayor compromiso de la industria de licores para que la responsabilidad (social y empresarial) y la seguridad primaran, como priman en los países industrializados – en Europa y en los Estados Unidos -, donde el nivel promedio de consumo de la población consumidora es 10 veces mayor que el consumo promedio en Colombia, pero con índices mucho menores de accidentalidad y violencia. 

Finalmente, se le recalcó sobre la importancia que la FLA fuera un líder nacional en el tema de la seguridad vial. Y en tal sentido que cofinanciara los mismos “Operativos Pedagógicos“ orientados a construir la idea de que en realidad el mejor remate de una rumba, era llegar seguros a casa. Al decir de la agencia de publicidad: Rumba ideal, una Rumba Segura, Rumba FLA. Dentro de un slogan de siempre un final feliz. 

Al día siguiente, luego de realizado el comité de compras de la FLA, nos enteramos que se había desistido de apoyar la iniciativa. Y de esta manera quedaba truncado al menos por ahora la puesta en marcha de esta iniciativa de política pública, en una de las regiones del país con mayor número de consumidores inmoderados de licor de alcohol .

 

Contexto General

 

En Colombia alrededor de un 40% de la población consume regularmente licor, frente a un 6.9% de la población entre los 14 y 55 años que son consumidores regulares de otras sustancias psicoactivas El fenómeno de la drogadicción sin embargo, parece referirse con exclusividad a los consumidores de drogas ilegales como la marihuana, la cocaína, la heroína y otro tipo de drogas: mientras que el fenómeno del alcoholismo, por el contrario goza de mayores niveles de tolerancia toda vez que al alcohólico se le llama amorosamente borrachito, mientas que el que consume otro tipo de drogas se le sataniza, denominándolo drogadicto[6]. 

En cualquier caso el sistema hospitalario nacional se ve todas las semanas copado en la atención que debe prestar a los lesionados, heridos y muertos que resultan de los conflictos asociados al consumo inmoderado de licor: Al menos el 40% de los muertos en accidentes de tránsito se encuentra asociado al consumo de licor. En el 50% de los muertos por armas corto punzantes, en el 33% de las muertes por armas de fuego; en el 35% de los suicidios y el 10 % de las muertas accidentales, el alcohol esta presente[7]. Con estas cifras no se pretende soslayar la naturaleza de los conflictos de la vida cotidiana, atribuyendo al consumo de licor la responsabilidad de los hechos de sangre. Pues lo cierto es que en la sociedad colombiana los desenlaces violentos son corrientes de esperar casi independientemente de la naturaleza de las contradicciones. Pero no hay duda que el consumo de licor y de otras sustancias psicoactivas cumplen un nefasto papel por estudiar, que amenazan la vida y que se encuentran en la raíz de las explicaciones de la alta morbi-mortandad para un país del nivel de desarrollo alcanzado en Colombia. 

Naturaleza de la iniciativa Pactos por la Vida en la Movilidad urbana

 

La Universidad ha propuesto implantar una estrategia de acompañamiento a la rumba, como estrategia de regulación social, mediante la cual se creen unas nuevas capacidades institucionales, sociales y humanas para asegurar el regreso seguro a casa de quienes departen en distintos lugares públicos en los núcleos urbanos y de los municipios circunvecinos, de las zonas metropolitanas. Creando las condiciones para que la seguridad en la movilidad urbana se constituya en una prioridad de política pública, particularmente en los fines de semana. Marchar hacia la constitución de un cuerpo de policía  de agentes de tránsito nocturnos que realizan coordinadamente actividades de prevención reconviniendo a los bebedores y asegurando en cualquier caso la adopción de maneras seguras para desplazarse en la ciudad. En tiempos reales, in situ, más allá de los molestos controles de alcoholemia y del sistema meramente punitivo con el que parece enfrentar cualquier tipo de conflicto urbano. 

Se trata además de adelantar una estrategia orientada a buscar la disminución del daño por el consumo de licor mediante el impulso de una estrategia de autorregulación que se apoya en una estrategia de formación y comunicativa – prensa, radio, televisión, etc. -, asociada a la idea del Saber Beber, para modificar comportamientos, actitudes, visiones y disposiciones para los que las bebidas embriagantes hacen parte de su estilo de vida y una estrategia de acompañamiento a la rumba, para imponer la idea de asegurar una Rumba Segura desde los lugares de concentración de bares y cantinas, antes que soñar con las perspectivas de generalizar la Rumba Sana. Es una utopía pretender que un 40% de la población en el país que son bebedores regulares de licores y otras sustancias psicoactivas, cambien sus hábitos de consumo de licor para entregarse al consumo de cócteles zanahoria o definitivamente a la abstinencia. Antes que pensar entonces en una Rumba Sana, es necesario tratar de garantizar las condiciones de una Rumba Segura, y esta última no se asegura mediante los operativos de alcoholemia con piquetes de policía y guardas de transito que se agazapan en zonas próximas a las zonas de concentración de bares y cantinas, con saldos pedagógicos bastantes cuestionables, aun cuando reporten ingentes recursos a las aras municipales y a los bolsillos de los agentes venales.  

Diversos estudios etnográficos que se adelantan en el país muestran la caída vertiginosa en los consumo de los aguardientes, frente a otros como el ron, la cerveza y otros tragos de origen importado, que parecen acompañar los nuevos estilos de vida que parece constituirse en el espejo en el que buscan reflejarse un porcentaje creciente de población joven, donde se localizan los consumos mayores de licor en el territorio nacional.

El aguardiente se ha venido transformando en el imaginario colectivo de los jóvenes como un licor definitivamente poco glamuroso, poco in, para una población ávida de nuevas sensaciones, que busca alejarse en todo caso, de lo tradicional. Construyéndose una asociación corriente entre consumo de aguardiente y daño físico (“los tragos me cayeron mal“, “el aguardiente me hace daño“;), aguardiente e inseguridad y aguardiente y violencia.  

Algunas lecciones de la experiencia 

Creemos haber participado de la validación en escenarios reales de una estrategia de política pública orientada a construir una cultura ciudadana alrededor de la protección de la vida en la rumba, como forma de ayudar a construir una sociedad más hospitalaria. En un tema donde el consumo inmoderado de licor y otras sustancias psicoactivas está fuertemente asociado al riesgo de la accidentalidad y la criminalidad, que demanda acciones estratégicas por parte de los entes territoriales responsables de los temas de movilidad, seguridad, convivencia, educación y salud pública. Y que demanda la participación responsable del sector público y al privado. Para construir propuestas equivalentes a la naturaleza del desafío.  

Un asunto en el cual muchos de nosotros hemos tenido vivencias cercanas, pero sobre el que se actúa en la vida personal y en la realidad social muy poco: el consumo inmoderado de licor y su relación con las dificultades de la vida cotidiana. 

En menos de tres meses de presencia del equipo de trabajo de la Universidad Nacional habíamos logrado construir unas importantes sinergias con las iniciativas institucionales en curso en el Valle de Aburrá. Por la naturaleza progresista de sus administraciones territoriales; por el definitivo liderazgo regional de la actual administración de la ciudad de Medellín. En menos de tres meses habíamos logrado concitar el interés de las administraciones del Valle de Aburrá, incluyendo su Gobernación. 

Pese a lo acontecido con la Fábrica de Licores de Antioquia creemos que existe un grupo importante de instituciones regionales que viene trabajando sobre el problema y que es posible intervenir en forma coordinada. 

La decisión de la Fabrica de Licores de Antioquia FLA fue la de no participar en una iniciativa que le puede afectar sus ventas. ¿Es realmente inconveniente una propuesta de Saber Beber que le puede quizás alejar la población joven que consume más a riesgo? Una estrategia que le puede disminuir su consumo. ¿Nos hemos equivocado de socio? ¿No tiene que ver nada la industria de licores con el impulso de la filosofía del Saber Beber? ¿No es mejor que la misma industria de licores sufrague parte de los costos de los operativos pedagógicos para asegurase “en caliente“que los ebrios puedan llegar seguros a sus casas?  

Hay un círculo vicioso que han de romper: Las fábricas departamentales que dominan aún el mercado de las bebidas embriagantes a nivel nacional les interesa vender más para cumplir las metas que les trazan sus Secretarias de Hacienda y sus Gobernaciones. Recursos que emplean en buena parte los fiscos regionales para sufragar gastos de salud pública y educación.  Quizás la relación costo/beneficio demuestre es que mejor gastar más en prevención “in situ“,  “en caliente“, en tiempos reales, alrededor de los lugares de esparcimiento, que en sufragar los cuantiosos costos de la salud pública asociada al consumo inmoderado de licor. Los recursos al fin y al cabo hacen parte de una misma canasta. No será un gasto finalmente más eficiente realizando donde toca, y no en los centros hospitalarios con los costos de la improductividad, y los costos de los tratamientos a los lesionados y heridos. Eso sin mencionar, si una mayor inversión de las industrias de licores en la prevención no permitiría construir nuevos imaginarios donde se asocie la idea de la seguridad, la confianza, y por esta vía se mejore la misma gobernabilidad.

Si solo se destinara una parte de los recursos de los comparendos de alcoholemia para montar en los núcleos urbanos, unos  “Operativos Pedagógicos in–situ“, que incluya los mismos establecimientos de consumo y sus entornos inmediatos, no tendríamos que lamentar tantas vidas perdidas, tantas lesiones personales y hechos de sangre y menos, la liquidación recurrente del parque automotriz.  

¿Quizás una propuesta demasiado ambiciosa para emprender en la coyuntura de las mayores ventas?

Seguimos pensando que quizás sea el momento de darle oportunidades a la pedagogía de la prevención, más que a la pedagogía asociada a las medidas punitivas – comparendos, inmovilización de vehículos, restricciones a la posibilidad de conducir a reincides, etc - en un tema en el cual la carencia de voluntad política ha sido la constante en los últimos tiempos. 

Quizás haga falta disociar ahora el matrimonio de la rumba y la muerte, para los que no salen del asombro del milagro de la vida. De las posibilidades de la existencia. De la importancia de estar vivos. 

Como terapia para la pesadez de los tiempos. Para pasar a otro estadio de la civilización aquí también. Para que las muertes bobas no sean parte del paisaje. 



[1] /Este es el nombre más conocido de la iniciativa denominada Pactos por la Vida en la Movilidad  vial.

[2] Investigaciones recientes muestran que entre las mujeres jóvenes el consumo de licor va a la par del consumo otrora predominantemente masculino.

[3] / La presencia de las fuerzas de seguridad y de los guardas de transito hasta el presente centrada en los operativos de alcoholemia, va normalmente hasta la hora zanahoria cuando los cuerpos de seguridad se van a dormir.

[4] / Por supuesto que habría de construirse una línea de base que diera cuenta de los hábitos de rumba y de consumo de licor en el Valle de Aburrá.  Por la naturaleza de los conflictos vividos en esta región del país donde las bendettas, los ajustes de cuentas desde las épocas de Pablo Escobar, y la acción de grupos terroristas, han podido incidir en la manera y forma como los antioqueños ocupan su ocio y viven sus momentos de esparcimiento.

[5] / En el entendido que en ningún caso se debe promover el consumo entre menores de edad y por el contrario, el que sea parte de la cultura evitarlo.

[6] / Lo anterior no oculta que normalmente asiste asociación entre consumo de drogas y consumo de alcohol, con diversas implicaciones de salud pública de cuerdo a la naturaleza de los diversas combinaciones licor-marihuana; licor-cocaína, etc.

[7] / Sáenz, Javier. Las prácticas formativas estatales por fuera de la escuela en Bogotá, 1994-2003: norma, civilidad y estética. Grupo Estilos de Vida y Desarrollo Humano. CES. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia. Pags. 92-93.



[i] Economista. Mg. Economía Agraria