Estudio de Caso: Todo Dueño de Bar Dueño de sus Borrachitos[1]
Por
Santiago Fandiño C[i].
Hay muchos que les encanta tomarse unos tragos.
Pocos en realidad los que saben beber.
Experiencia
Antioqueña: ¿Una experiencia prometedora?
A las 6.30 de la tarde,
del 25 de enero de 2005 teníamos en la sede de
La propuesta venia siendo
perfilada con las directivas de
La iniciativa buscaba
colocar a la licorera a la cabeza de una propuesta de mediano plazo, de
naturaleza cultural y pedagógica orientada a la
disminución del daño por el abuso de
licor dentro de la filosofía del Saber Beber y a liderar con la
institucionalidad pública y privada asociada a la industria del esparcimiento,
una estrategia conducente a la minimización del riesgo de accidentalidad
producto de esa mezcla contemporánea de
machismo[2],
alcohol y gasolina que caracteriza la
sociedad colombiana.
La cita era con el
Secretario de Hacienda de
Para ese momento el
cuadro institucional estaba casi completo para emprender el montaje de unos “Operativos
Pedagógicos“, que deberían realizarse en adelante de manera permanente,
en los 27 puntos de concentración de bares, cantinas, discotecas y relacionados
existentes en el municipio de Medellín y en los 9 municipios restantes del área
metropolitana del Valle de Aburrá.
El diseño conceptual de
la estrategia de comunicaciones estaba lista, como listas para elaborar estaban
las pancartas, pasacalles, afiches, folletos, plegables; las carpas que se
instalarían en los puntos de concentración de bares y cantinas, así como los
aparatos de control de alcoholemia estaban dispuestos para los operativos
pedagógicos – con el apoyo de un grupo de médicos toxicólogos que prestaría
Los programas de capacitación
diseñados para los policías comunitarios y guardas de tránsito; previsto un
amplio programa de formación a trabajadores de los lugares de esparcimiento –
meseros, administradores, discjockey, empleados de parqueaderos, taxistas, etc-
con tres lugares previstos en el norte, centro y sur de la cuidad para
garantizar la asistencia con la logística necesaria; así como programas de
capacitación para funcionarios de las entidades públicas y privadas relacionadas
con la industria de licor y con la noche.
El trabajo previo de
Así mismo por intermedio del Comité de
Prevención en Drogas del Departamento de Antioquía - adscrito a
De acuerdo a la
literatura sobre el tema el 50% de los alicorados que en fines de semana
fragilizan el espacio público del Área metropolitana del Valle de Aburrá, salen
de lugares de esparcimiento – bares, cantinas, discotecas, etc. - en buena parte
responsables de los accidentes de tránsito, lesiones personales, heridos y
muertes asociadas al consumo inmoderado de licor y otras sustancias psicoactivas[4].
Otro 50 % de los alicorados salen de los otros escenarios micro-sociales de la
vida cotidiana: de las reuniones en los hogares y sitios de vivienda, de los
ambientes barriales y comunitarios, de los lugares de trabajo y las empresas y
por supuesto, de manera creciente de los sitios ubicados alrededor del sistema
educativo particularmente de los centros universitarios.
La iniciativa parecía
nacer bajos los mejores augurios. A mediados de diciembre del 2005 la iniciativa
Pactos por
La reunión en
La preocupación no era de
poca monta: Más del 40% de las ventas de licor se realizan a finales de año con
ocasión de las fiestas navideñas, el año nuevo y las vacaciones de fin de año.
La propuesta de que
Se puede aún beber más
con menos daño físico y riesgo mental, si se bebe bien. Si los que beben, saben
beber[5].
Viene funcionando en las culturas del vino que como en España se saben acompañar
de viandas
(tapas españolas) y para no ir muy lejos en México se
acompaña el tequila con los tacos. De la experiencia nacional las mentadas
tradicionales rumbas costeñas de varios días: mezcla de baile, mamadera de
gallo, comer, beber y dormir por ratos, mientras que se enamora o se sufre. Sin
embargo la iniciativa, ciertamente se oponía a las pretensiones de una campaña
orientada para impulsar el consumo entre los jóvenes, lanzada por
Se le explicó al Secretario de
Hacienda la necesidad que tiene el país de romper la cultura tradicional de
consumo de licor, en una coyuntura en la cual la disminución de daño como
objetivo central de política pública demandaba un mayor compromiso de la
industria de licores para que la responsabilidad (social y empresarial) y la
seguridad primaran, como priman en los países industrializados – en Europa y en
los Estados Unidos -, donde el nivel promedio de consumo de la población
consumidora es 10 veces mayor que el consumo promedio en Colombia, pero con
índices mucho menores de accidentalidad y violencia.
Finalmente, se le recalcó
sobre la importancia que
Al día siguiente, luego
de realizado el comité de compras de
Contexto General
En Colombia alrededor de
un 40% de la población consume regularmente licor, frente a un 6.9% de la
población entre los 14 y 55 años que son consumidores regulares de otras
sustancias psicoactivas El fenómeno de la drogadicción sin embargo, parece
referirse con exclusividad a los consumidores de drogas ilegales como la
marihuana, la cocaína, la heroína y otro tipo de drogas: mientras que el
fenómeno del alcoholismo, por el contrario goza de mayores niveles de tolerancia
toda vez que al alcohólico se le llama amorosamente borrachito, mientas que el
que consume otro tipo de drogas se le sataniza, denominándolo drogadicto[6].
En cualquier caso el sistema hospitalario nacional se ve todas las semanas copado en la atención que debe prestar a los lesionados, heridos y muertos que resultan de los conflictos asociados al consumo inmoderado de licor: Al menos el 40% de los muertos en accidentes de tránsito se encuentra asociado al consumo de licor. En el 50% de los muertos por armas corto punzantes, en el 33% de las muertes por armas de fuego; en el 35% de los suicidios y el 10 % de las muertas accidentales, el alcohol esta presente[7]. Con estas cifras no se pretende soslayar la naturaleza de los conflictos de la vida cotidiana, atribuyendo al consumo de licor la responsabilidad de los hechos de sangre. Pues lo cierto es que en la sociedad colombiana los desenlaces violentos son corrientes de esperar casi independientemente de la naturaleza de las contradicciones. Pero no hay duda que el consumo de licor y de otras sustancias psicoactivas cumplen un nefasto papel por estudiar, que amenazan la vida y que se encuentran en la raíz de las explicaciones de la alta morbi-mortandad para un país del nivel de desarrollo alcanzado en Colombia.
Naturaleza de la iniciativa Pactos por la
Vida en
Se trata además de
adelantar una estrategia orientada a buscar la
disminución del daño por el consumo de licor
mediante el impulso de una estrategia de
autorregulación que se apoya en una estrategia de
formación y comunicativa – prensa, radio, televisión, etc. -, asociada a la idea
del
Saber Beber, para modificar
comportamientos, actitudes, visiones y disposiciones para los que las bebidas
embriagantes hacen parte de su estilo de vida y una estrategia de acompañamiento
a la rumba, para imponer la idea de asegurar una
Rumba Segura desde los lugares de concentración de
bares y cantinas, antes que soñar con las perspectivas de generalizar
Diversos estudios etnográficos que se adelantan en el país muestran la caída vertiginosa en los consumo de los aguardientes, frente a otros como el ron, la cerveza y otros tragos de origen importado, que parecen acompañar los nuevos estilos de vida que parece constituirse en el espejo en el que buscan reflejarse un porcentaje creciente de población joven, donde se localizan los consumos mayores de licor en el territorio nacional.
El aguardiente se ha
venido transformando en el imaginario colectivo de los jóvenes como un licor
definitivamente poco glamuroso, poco
in, para una población
ávida de nuevas sensaciones, que busca alejarse en todo caso, de lo tradicional.
Construyéndose una asociación corriente entre consumo de aguardiente y daño
físico (“los tragos me cayeron mal“, “el aguardiente me hace daño“;),
aguardiente e inseguridad y aguardiente y violencia.
Algunas lecciones de la experiencia
Creemos haber participado de la
validación en escenarios reales de una estrategia de política pública orientada
a construir una cultura ciudadana alrededor de la protección de la vida en la
rumba, como forma de ayudar a construir una sociedad más hospitalaria. En un
tema donde el consumo inmoderado de licor y otras sustancias psicoactivas está
fuertemente asociado al riesgo de la accidentalidad y la criminalidad, que
demanda acciones estratégicas por parte de los entes territoriales responsables
de los temas de movilidad, seguridad, convivencia, educación y salud pública. Y
que demanda la participación responsable del sector público y al privado. Para
construir propuestas equivalentes a la naturaleza del desafío.
Un asunto en el cual muchos de
nosotros hemos tenido vivencias cercanas, pero sobre el que se actúa en la vida
personal y en la realidad social muy poco: el consumo inmoderado de licor y su
relación con las dificultades de la vida cotidiana.
En menos de tres meses de
presencia del equipo de trabajo de
Pese a lo acontecido con
La decisión de
Hay un círculo vicioso que han de romper: Las fábricas departamentales que dominan aún el mercado de las bebidas embriagantes a nivel nacional les interesa vender más para cumplir las metas que les trazan sus Secretarias de Hacienda y sus Gobernaciones. Recursos que emplean en buena parte los fiscos regionales para sufragar gastos de salud pública y educación. Quizás la relación costo/beneficio demuestre es que mejor gastar más en prevención “in situ“, “en caliente“, en tiempos reales, alrededor de los lugares de esparcimiento, que en sufragar los cuantiosos costos de la salud pública asociada al consumo inmoderado de licor. Los recursos al fin y al cabo hacen parte de una misma canasta. No será un gasto finalmente más eficiente realizando donde toca, y no en los centros hospitalarios con los costos de la improductividad, y los costos de los tratamientos a los lesionados y heridos. Eso sin mencionar, si una mayor inversión de las industrias de licores en la prevención no permitiría construir nuevos imaginarios donde se asocie la idea de la seguridad, la confianza, y por esta vía se mejore la misma gobernabilidad.
Si solo se destinara una
parte de los recursos de los comparendos de alcoholemia para montar en los
núcleos urbanos, unos
“Operativos Pedagógicos in–situ“, que incluya los
mismos establecimientos de consumo y sus entornos inmediatos, no tendríamos que
lamentar tantas vidas perdidas, tantas lesiones personales y hechos de sangre y
menos, la liquidación recurrente del parque automotriz.
¿Quizás una propuesta demasiado ambiciosa para emprender en la coyuntura de las mayores ventas?
Seguimos pensando que quizás
sea el momento de darle oportunidades a la pedagogía de la prevención, más que a
la pedagogía asociada a las medidas punitivas – comparendos, inmovilización de
vehículos, restricciones a la posibilidad de conducir a reincides, etc - en un
tema en el cual la carencia de voluntad política ha sido la constante en los
últimos tiempos.
Quizás haga falta disociar ahora el matrimonio de
la rumba y la muerte, para los que no salen del asombro del milagro de la vida.
De las posibilidades de la existencia. De la importancia de estar vivos.
Como terapia para la pesadez de los tiempos. Para pasar a otro estadio de la civilización aquí también. Para que las muertes bobas no sean parte del paisaje.
[1]
/Este es el nombre más conocido de la iniciativa denominada Pactos por
[2] Investigaciones recientes muestran que entre las mujeres jóvenes el consumo de licor va a la par del consumo otrora predominantemente masculino.
[3] / La presencia de las fuerzas de seguridad y de los guardas de transito hasta el presente centrada en los operativos de alcoholemia, va normalmente hasta la hora zanahoria cuando los cuerpos de seguridad se van a dormir.
[4] / Por supuesto que habría de construirse una línea de base que diera cuenta de los hábitos de rumba y de consumo de licor en el Valle de Aburrá. Por la naturaleza de los conflictos vividos en esta región del país donde las bendettas, los ajustes de cuentas desde las épocas de Pablo Escobar, y la acción de grupos terroristas, han podido incidir en la manera y forma como los antioqueños ocupan su ocio y viven sus momentos de esparcimiento.
[5] / En el entendido que en ningún caso se debe promover el consumo entre menores de edad y por el contrario, el que sea parte de la cultura evitarlo.
[6] / Lo anterior no oculta que normalmente asiste asociación entre consumo de drogas y consumo de alcohol, con diversas implicaciones de salud pública de cuerdo a la naturaleza de los diversas combinaciones licor-marihuana; licor-cocaína, etc.
[7] / Sáenz, Javier. Las prácticas formativas estatales por fuera de la escuela en Bogotá, 1994-2003: norma, civilidad y estética. Grupo Estilos de Vida y Desarrollo Humano. CES. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia. Pags. 92-93.