Por Antonio Caballero
Fecha:
09/06/2008 -1375
Van
ganando los malos. Y es natural: cuentan con toda la plata y el plomo
necesarios. Siete mil millones de dólares anuales calcula uno de ellos, el
narcoparamilitar Salvatore Mancuso, para sus gastos lícitos e ilícitos: tierras
y empresas, sobornos y corrupción, armas y sicarios. Llevan en eso más de
treinta años, y aunque se maten los unos a los otros o el gobierno los extradite
a los Estados Unidos (cuya justicia los suelta al poco tiempo, pues sólo le
interesa incautar una tajada de sus inmensas fortunas), siempre encuentran
sustitutos. Don Berna era un sicario de don Pablo antes de merecer el
tratamiento de 'don', de cuyos titulares hemos perdido la cuenta, como sucede
con los patriarcas bíblicos: don Pablo engendró a don Fabio que engendró a don
Gilberto que engendró a don Berna que engendró a don Víctor que engendró a don
Diego que engendró a don Mario, hermano de alias el 'Alemán'. Etcétera.
Que vayan ganando los malos era previsible, y algunos lo previmos desde hace más
de treinta años. O, más modestamente, lo vimos, pues saltaba a la vista entonces
tanto como ahora. Hasta los presidentes, que son, por decirlo así, ciegos
profesionales, lo ven cuando no están en su turno de gobierno; y por eso se
acusan los unos a los otros, siempre con razón. Lo han visto desde que empezó el
fenómeno. Ya de retirada de su propio cuatrienio (antes no, y después tampoco)
López Michelsen reveló que él "sonreía imperceptiblemente" cuando veía a los
políticos haciendo política del brazo de los narcotraficantes; y ahora, en el
suyo, Álvaro Uribe acaba de acordarse de que él mismo recibió dineros del
narcotráfico para su campaña al Senado en 1991: pero, dice, los devolvió de
inmediato (aunque sin denunciar a nadie). Entre López y Uribe, la irresistible
ascensión del narcotráfico la han visto todos (con la posible excepción de
Ernesto Samper, dado que se hizo, según él, "a sus espaldas"). Turbay Ayala
llegó al extremo de tener que mostrar un certificado de buena conducta en
relación con el narcotráfico expedido por el embajador de los Estados Unidos. Y
es una cruel paradoja que sea ese país responsable directo del consumo masivo de
drogas y de la represión universal de su tráfico, o sea, de las causas
eficientes del poderío descomunal de las mafias, el que se arrogue el derecho de
juzgar el tema.
No es la política el único terreno en el que van ganando los malos: tanto la
política armada de los narcoparamilitares y de los narcoguerrilleros como la
política electoral de todos los manzanillos del país, de arriba abajo. Todos los
aspectos de la vida colombiana han sido infiltrados por el poder del
narcotráfico, La justicia, como lo muestra una vez más el caso del jefe de
fiscales seducido por una cuatrimoto. Las Fuerzas Armadas: ese general de la
Policía de Medellín, ese almirante de la Armada de Cartagena que vienen a
sumarse a los funcionarios sobornados. Y la agroindustria, y la agricultura de
subsistencia, y los bancos, y el deporte, y la prostitución, y la literatura, y
la navegación marítima y aérea, y la construcción, y la diversión nocturna. Es
un negocio que le trae a la economía colombiana siete mil millones de dólares al
año, y que cada año crece más, desde hace treinta. Y, como es un negocio
prohibido, está en manos de los malos. Es natural y previsible que, gracias a
él, los malos vayan ganando.
Ahora se reúnen sobre las ruinas dejadas por esa guerra unos cuantos dirigentes
latinoamericanos en la Comisión Latinoamericana sobre Droga y Democracia, en un
encuentro que se celebra en estos días en Bogotá. Y, tras décadas de cumplir
mansamente las instrucciones al respecto de los Estados Unidos, empiezan por fin
a darse cuenta de que algo no funciona. "El consumo está aumentando", se
sorprende el ex presidente del Brasil Fernando Henrique Cardoso. "El problema es
de resultados", se asombra el ex presidente de Colombia César Gaviria. Sergio
Ramírez, ex vicepresidente de Nicaragua, recuerda sin duda cómo fue desangrado
su país por la guerra de los 'contras' financiados clandestinamente por el
gobierno norteamericano con dinero proveniente de la droga colombiana
transportada en aviones de la CIA.
Deberían atreverse por lo menos a protestar, si no es ya demasiado tarde.
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