Baldomero Cáceres Santa María
Psicólogo social
Nora Volkow, crecida y
educada en México, guía ocasional en la casa de Troski, donde vivía con su
familia, no sospecha siquiera que, desde la posición que tiene, estáría en sus
manos la posibilidad de una “revolución
total”, esto es no solamente de los medios sino de los fines culturales, tal
como,
hace cuarenta años,
le escuché al Profesor Alex Inkeles proponer, en su clase final al curso de
Introducción a
Por ahora, sin embargo,
Para los médicos, en
efecto, que la
“adicción”(anteriormente en manos de
psiquiatras) corresponda a un realidad física, objetiva y observable,
comprobaría su realidad como “enfermedad
médica” que, en tanto tal, merece
estudio y tratamiento. De ahí que en el National Institute of Health, luego de
consagrar la “adicción” como “enfermedad”
se haya propuesto la fusión del
Natinal Institute on Drug Abuse y el Nationnal Institute on Alcohol Abuse and
Alcoholism en una sola entidad sobre “Adicción”,
“la enfermedad americana” (D.
Musto) Algo así como el el Instituto
Nacional de un “cáncer”
conductual.
Origen de un equívoco.
No
pretendo discutir los hechos. Lo es la existencia del
fenómeno
apreciable: el correlato y
efectos en el cerebro de un consumo persistente placentero o actividad reiterada
gratificante . Simplemente sugerimos librar entonces a la “adicción”,
si se le quiere llamar así al fenómeno
verificable, de toda connotación patológica. Preferible sería llamarle
habituación, para evitar el equívoco. Todo lleva a pensar que, en mayor o menor
medida, toda habituación implica
cambios neuroquímicos,
lo que, de por sí, no indica patología alguna.
Al privar a la adicción
/habituación, de toda connotación
negativa, recién entonces la
doctora Volkow y el National Institute of Health podrían
preguntarse sobre la naturaleza nociva o
saludable de cada adicción/ habituación
específica, evaluándola con criterio estrictamente médico.
El caso del coqueo
andino
No niego la relación de la
adicción/habituación
y el fenómeno dopamina en el cerebro, o cualquier otro cambio
neuroquímico constatable. Pero la interpretación varía si criticamos las bases
del marco de pensamiento adoptado. Sirva el caso de la hoja de coca para
justificar el cambio necesario y la nueva perspectiva resultante.
El coqueo andino, que vengo defendiendo y practicando diariamente por más
de treinta años (acullico, picchado,
chacchdo ) fue
considerado “intoxicación
crónica” en el tratado de Psiquiatría de Emil Kraepelin(1899) , adoptado
como manial mundilmente. Sobre tal supuesto fue que la oscurantista escuela
psiquiátrica peruana (desde
Valdizán,
Debido a un doloso informe de una Comisión de Estudio de
Una
experiencia “anómala”(Kuhn, 1962) cuestiona la existencia del paradigma
Que intoxicación
crçónica”
Una experiencia anómala Ante la misma Dra. Volkow, sin embargo,c abe
mi experiencia “anómala” de
treinta años (Kuhn.1962) la que me llevó a cuestionar el paradigma mismo que
invalida el uso de grandes plantas psicoactivas respetadas en sus respetivas
culturas, como la amapola, la coca y el cáñamo, que siempre contaron con apoyo
médico, hasta que se impuso la doctrina psiquiátrica. El estupendo e
indispensable libro del doctor Golden W. Mortimer,
Peru, History of Coca (Nueva York,
1901) , sirva de testimonio de tal reconocimiento médico de la
“divina planta de los Incas”. La
política internacional sobre drogas qu la incluye, no está basada pues en “buena
ciencia” (que reclama la doctora Volkow), sino en un “paradigma”
prejuiciado que ha soterrado las observaciones médicas anteriores sobre
tales plantas medicinales del
sistema nervioso, “alimentos nerviosos”, preferiría llamarles, recordando a
Paolo Mantegazza en su célebre trabajo sobre las virtudes de la coca de 1859.
Así de viejo debiera cobrar actualidad en neurociencias.
Tengo
personalmente clara la historia de la leyenda negra de la coca, la que registré
en Historia, prejuicios y versión
psiquiátrica del coqueo andino (Perú
Indígena 28,
Lima, 1990), así como la experiencia
prolongada de su uso. Suficiente
información para sostener la necesidad de una “revolución
científica”, logrando que la hoja de coca deje de
ser percibida como
“droga tóxica”, dado que su
uso constituiría una forma de “intoxicación
crónica” , “adicción” o “fármacodependencia”.
Tal revolución está lograda en nuestro medio, gracias a la difusión de los
informes médicos que desde Hipólito Unanue (1794) habían sido soterrados por la
prédica psiquiátrica. Hoy la hoja de coca se consume ampliamente en forma de
harina por sus beneficiosos efectos.
La coca, símbolo central del mundo andino y recurso privilegiado de la
región, ha de ser el último gran regalo de nuestra tradición en beneficio de
Cocachasqui (http://www.lamolina.edu.pe/cocachasqui/)