Adicción”, la pandemia psiquiátrica

 

Baldomero Cáceres Santa María

Psicólogo social

 

La Dra. Nora D. Volkow, bisnieta de Leon Troski y neurocientista destacada, está a cargo del National Institute on Drug Abuse de los Estados Unidos. En una entrevista y publicada en The New York Times (A General in the Drug War, June, 2011), declaró estar más preocupada en estos días con el explosivo uso de las drogas psicoactivas prescritas que se compran en farmacias, antes que en las ilegales compradas en la calle. Separar drogas ilegales de las legales sería en su opinión “mala ciencia”. Para la doctora Volkow, detrás de unas y otras estaría la “adicción”, como entidad de la patología “médica”, la que respondería igualmente por el alcoholismo y toda conducta “compulsiva”(incluyendo la “shopping addiction”, ya “diagnosticada” y tratada en los Estados Unidos  para tranquilidad de los maridos

    Nora Volkow, crecida y educada en México, guía ocasional en la casa de Troski, donde vivía con su familia, no sospecha siquiera que, desde la posición que tiene, estáría en sus manos la posibilidad de una “revolución total”, esto es no solamente de los medios sino de los fines culturales, tal como,  hace cuarenta años, le escuché al Profesor Alex Inkeles proponer, en su clase final al curso de Introducción a la Sociología en la Leland Stanford Jr. University. Tal sería la única solución  que frenaría la criminalidad y la tasa de suicidios que, en su análisis, eran  consecuencias inevitables de la modernización.

 Por ahora, sin embargo, la Dra. Volkow, deportista y amante del chocolate negro, respalda con su labor científica al sistema. En palabras de A. Thomas McLellan, director del Penn Center for Substance Abuse Solutions en la Universidad de Pennsylvania ,“She’s been a champion of bringing addiction science into mainstream medicine

      Para los médicos, en efecto,  que la “adicción”(anteriormente en manos de psiquiatras) corresponda a un realidad física, objetiva y observable, comprobaría su realidad como “enfermedad médica” que, en tanto tal, merece estudio y tratamiento. De ahí que en el National Institute of Health, luego de consagrar la “adicción” como “enfermedad” se haya  propuesto la fusión del Natinal Institute on Drug Abuse y el Nationnal Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism en una sola entidad sobre “Adicción”,  la enfermedad americana” (D. Musto)  Algo así como el el Instituto  Nacional de un “cáncer” conductual.

 Origen de un equívoco.

       La Dra. Volkow, sin embargo, al mantener el “marco de referencia” (Allport, 1939), aportado por  la psiquiatría, esto es el paradigma de la “drogadicción”,  sería una científica positivista ganada involuntariamente por el sistema imperante. Su residencia en psiquiatría, cumplida en New ork University, explica que, al dedicarse a la investigación en neurociencia gracias a refinada tecnologías, llevara consigo arraigado el discurso de  las “adicciones” cuyo correlato neuroquímica habría de buscar en los años siguientes, aprovechando sofisticada tecnología (PET scan) que le permitió  señalar fundamentalmente a la dopamina, la hormona del bienestar y del placer, como la clave común de toda “adicción”.  La  cocaína, la anfetamina y la nicotina la aumentarían, pero cabe reparar sucede  igual con la comida, el baile, el sexo y la actividad deportiva.

          No pretendo discutir los hechos. Lo es la existencia del fenómeno  apreciable: el correlato y efectos en el cerebro de un consumo persistente placentero o actividad reiterada gratificante . Simplemente sugerimos librar entonces a la “adicción”, si se le quiere llamar así al fenómeno verificable, de toda connotación patológica. Preferible sería llamarle habituación, para evitar el equívoco. Todo lleva a pensar que, en mayor o menor medida, toda  habituación implica cambios neuroquímicos, lo que, de por sí, no indica patología alguna.

        Al privar a la adicción /habituación, de toda  connotación  negativa, recién entonces  la doctora Volkow y el National Institute of Health podrían  preguntarse sobre la naturaleza nociva o saludable de cada adicción/ habituación específica, evaluándola con criterio estrictamente médico.

El caso del coqueo andino

           No niego la  relación de la  adicción/habituación  y el fenómeno dopamina en el cerebro, o cualquier otro cambio neuroquímico constatable. Pero la interpretación varía si criticamos las bases del marco de pensamiento adoptado. Sirva el caso de la hoja de coca para justificar el cambio necesario y la nueva perspectiva resultante.

          El coqueo andino, que vengo defendiendo y practicando diariamente por más de treinta años (acullico, picchado, chacchdo ) fue  considerado “intoxicación crónica” en el tratado de Psiquiatría de Emil Kraepelin(1899) , adoptado como manial mundilmente. Sobre tal supuesto fue que la oscurantista escuela psiquiátrica peruana (desde Valdizán, 1913, a Gutiérrez Noriega 1944-1946) predicó tal “novedad” y realizó investigaciones claramente`prejuiciadas sobre los males que el coqueo (calificado de “cocainismo”o “cocaísmo”) provocaba en el mundo indígena. La costumbre ancestral fue desacreditada por ello en los mismos textos escolares.

         Debido a un doloso informe de una Comisión de Estudio de la Hojas de Coca , nombrada por el Consejo Social y Económico de las Naciones Unidas (Informe, Lake Success, 1950), el coqueo fue finalmente condenado por ser una forma de “cocainismo” por el Comité de Expertos en Drogas Susceptibles de Engendrar Toxicomanía de la Organización Mundial de la Salud (1952-1953, 1992). Con tal fundamento se incluyó a la hoja de  coca en la Lista 1 de sustancias controladas de la Convención Única de Estupefacientes (Nueva York, 1961). El resultado fue la estigmatización mundial de la coca  que quedó a merced del crimen organizado, alentando el uso de la cocaína como el mejor estimulante en el mercado ilegal, con los riesgos que su uso implica.

 Una experiencia “anómala”(Kuhn, 1962) cuestiona la existencia del paradigma

Que intoxicación crçónica”

        Una experiencia anómala Ante la misma Dra. Volkow, sin embargo,c abe  mi experiencia “anómala” de treinta años (Kuhn.1962) la que me llevó a cuestionar el paradigma mismo que invalida el uso de grandes plantas psicoactivas respetadas en sus respetivas culturas, como la amapola, la coca y el cáñamo, que siempre contaron con apoyo médico, hasta que se impuso la doctrina psiquiátrica. El estupendo e indispensable libro del doctor Golden W. Mortimer, Peru, History of Coca (Nueva York, 1901) , sirva de testimonio de tal reconocimiento médico de la “divina planta de los Incas”. La política internacional sobre drogas qu la incluye, no está basada pues en “buena ciencia” (que reclama la doctora Volkow), sino en un “paradigma  prejuiciado que ha soterrado las observaciones médicas anteriores sobre tales plantas  medicinales del sistema nervioso, “alimentos nerviosos”, preferiría llamarles, recordando a Paolo Mantegazza en su célebre trabajo sobre las virtudes de la coca de 1859. Así de viejo debiera cobrar actualidad en neurociencias.

            Tengo personalmente clara la historia de la leyenda negra de la coca, la que registré en Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino (Perú Indígena 28, Lima, 1990), así como la experiencia prolongada de su uso.  Suficiente información para sostener la necesidad de una “revolución científica”, logrando que la hoja de coca deje de  ser percibida como  droga tóxica”, dado que su uso constituiría una forma de “intoxicación crónica” , “adicción” o “fármacodependencia”. Tal revolución está lograda en nuestro medio, gracias a la difusión de los informes médicos que desde Hipólito Unanue (1794) habían sido soterrados por la prédica psiquiátrica. Hoy la hoja de coca se consume ampliamente en forma de harina por sus beneficiosos efectos.

            La coca, símbolo central del mundo andino y recurso privilegiado de la región, ha de ser el último gran regalo de nuestra tradición en beneficio de la Humanidad, si se aceptara abandonar el prejuiciado “paradigma” psiquiátrico que domina la prohibición y mantiene las convenciones internacionales. Queda a los neurocientistas despejar el panorama amenazador de la “epidemia” conductual!  que sería “la adicción”, superando los intereses de la industria farmacéutica.

Cocachasqui (http://www.lamolina.edu.pe/cocachasqui/