¡QUIÉN ES CÉSAR JÉREZ!
Daniel Jesús Chica Santana
dchica[[at]hotmail.com
Diego es el hijo de un sembrador de café que conocí por los lados de Cauca. Su
padre, con miles de sacrificios, lo mandó a estudiar a Bogotá. En la capital, y
luego en el exterior, se aficionó a los videojuegos de estrategia. Su favorito
es Rise
of Nations. Le pregunto por qué y me dice que le hace recordar a su
padre, un colono que perdió su rancho y sus animales a causa de la violencia,
pero se recuperó y volvió a hacer finca en otra región, sin embargo, la mala
suerte lo siguió y volvió a perderlo todo. Así transcurrió su vida, me cuenta
Diego, de un lado para otro, hasta que por fin se asentó en las laderas de la
Cordillera Occidental, donde sembró café y unas matas de coca. "De eso vive mi
familia", agrega Diego.
Como el padre de Diego hay millares en Colombia. Colonos y campesinos pobres
hechos a la cecina. Curtidos. Huyéndole a todo: a la violencia, al hambre, al
paludismo, a la creciente de los ríos, a las fumigaciones. Los quitan de un
sitio y se van a otro. Siembran lo que les dé para sobrevivir. Unas veces
plátano, maíz, yuca, cacao o caucho. Otras veces marihuana, coca o amapola.
Crían cerdos, patos, curíes y gallinas. Cuando el hambre aprieta cogen la
escopeta y se van de caza y matan un mico, y con el cráneo, preparan un caldo
para alimentar a los pequeños porque las mujeres no tienen leche en las tetas.
Comen alrededor de un fogón de piedras, y los perros y los gatos meriendan con
ellos.
Quienes protestan en Catatumbo son parte de esta masa campesina. Pero los hay
regados en buena parte del territorio nacional. Su vida está edificada sobre
unos valores muy sencillos pero sólidos. Son estoicos y saben soportar el dolor
y la adversidad. Entre ellos la palabra tiene más valor que el papel. Poseen una
voluntad de hierro y lo voluble no es parte de su carácter. Como los legendarios
boxeadores de peso mediano, tienen una extraordinaria capacidad para asimilar
golpes. La resistencia es su cualidad más importante y sobre las cenizas vuelven
a edificar un proyecto de vida.
Muchos de estos hombres y mujeres que habitan en las periferias rurales no
existen legalmente, puesto que carecen de documentos de identidad. Algunos ni
siquiera tienen partida de bautismo o registro civil. No votan porque no tienen
cédula de identidad, y por lo tanto, no interesan a la mayoría de los políticos,
cuyo razonamiento es meramente aritmético. En cambio, sí hay interés en sus
tierras. En lo que hay debajo de las plataneras o los cocales: metales, oro
negro, agua o la simple tierra para arrancarle los alimentos y reemplazarlos por
monocultivos, o, regarlas con ganado de engorde.
En el videojuego Age
of Empire II, según me cuenta Diego, la suerte de los aldeanos es
triste porque su destino es recolectar alimentos para otros, y si el territorio
es asediado por los invasores, tienen que protegerse porque no cuentan con armas
para defenderse. Alimentos, madera, petróleo, metales y conocimiento son los
recursos claves en Rise
of Nations, los mismos que se han convertido en infierno y paraíso
para los campesinos de Catatumbo. Este es el fondo de la pugna en esta región:
los recursos son para el sustento de quienes allí residen, o bien, para el
bolsillo de unos cuantos.
Los gobernantes tienen tres maneras de enfrentar la protesta de sus ciudadanos.
La más burda y primaria es repartiendo leña –como aconsejaba un expresidente y
un extécnico del Atlético Nacional– a los manifestantes. La más sana, si nos
atenemos a los milenarios sabios chinos que tanto citan los gobernantes,
consiste en oír los reclamos populares y solucionarlos de común acuerdo. La
tercera es el montaje, es decir, sacar pañuelos de colores de la boca o de las
orejas, como lo hacen los magos en las fiestas infantiles. En el caso de
Catatumbo, el gobierno ha empleado los tres métodos: leña, diálogo y montaje.
Como planeando en parapente, descendió sobre una vereda de Catatumbo el nombre
de César Jerez, y de repente, la protesta se volvió un asunto judicial. En un
dime que yo te diré. Se evaporó el motivo del paro campesino y los hechiceros
devolvieron a Raúl Reyes desde el purgatorio para que se cargara a Jerez. A
César lo marcaron con un rotulador y su nombre se disparó en el mundo virtual.
De unos cuantos resultados que aparecían en Internet al colocar su mote y
apellido en el buscador de Google, pasó a tres millones y medio de enlaces que
dan cuenta de su peregrinaje. Un poco menos que Radamel Falcao. Lo grave es lo
que pueda suceder en el mundo real con César Jerez.
En Colombia, un país que aún no logra encontrar su identidad nacional, el nombre
de la Unión Soviética se asocia con la perversidad, por eso, cuál mejor manera
de deshumanizar a Jerez que mostrando su título de geólogo obtenido en una de
las exrepúblicas soviéticas del Cáucaso. Se piensa, generalmente, que con el
sólo hecho de estudiar en la ex Unión Soviética se obtenía el pasaporte de
revolucionario, conclusión que no es cierta. Los latinoamericanos que pasaron
por las universidades y los institutos soviéticos son, en su mayoría,
anticomunistas, y otros se volvieron empresarios o mafiosos. A Jerez no lo
hicieron revolucionario en Bakú, se hizo luchador en Colombia.
Algunos voceros oficiales lanzaron al vuelo el cuento de que los dirigentes de
la protesta venían de Europa. Escudriñando la hoja de vida de la élite
gobernante colombiana se puede saber que, todos o casi todos, han recibido
educación en Europa o Estados Unidos y nadie rechista por eso. Bajo esa lógica,
los pobres no tienen derecho a educarse en el exterior. Que yo sepa, el único
dirigente de la protesta educado en el exterior ha sido Jerez, los demás, como
es natural en esas regiones, a duras penas han aprobado la primaria.
Tanto a los medios de comunicación como a los tecnócratas del gobierno les
parece exótico que un profesional se junte con los campesinos y piense como
ellos. Les asusta el fantasma del proverbial “comisario político” de los tiempos
de Lenin. Para quienes habitan las zonas de colonización nada de esto les
resulta extravagante.
Recuerdo que durante mis tiempos errantes observé que en el seno del Comité de
Colonización del Medio y Bajo Caguán había dos profesionales. Uno era un
sicólogo de la Universidad Nacional que estaba aguantando penurias debido a que
no le caían clientes a su consultorio, puesto que en aquellos tiempos escaseaban
los locos en Bogotá y entonces tomó la decisión de irse a la selva. Otro era un
licenciado en matemáticas. El sicólogo tenía una tienda de abarrotes y el
licenciado enseñaba en una escuela de primaria. Los dos actuaban y pensaban como
colonos.
Como en el juego de estrategia, opino que César es uno de los recursos con los
que cuentan los campesinos para no dejarse derrotar: conocimiento avanzado.
“Ampliar el alcance y fortalecer la efectividad de las instituciones en el
territorio… El ciudadano de Catatumbo, Arauca o Putumayo, tiene que sentir que
sus derechos valen tanto para el gobierno como los de los habitantes de Bogotá o
Medellín”. Estoy plenamente de acuerdo con este planteamiento. ¿Quién lo dijo?
Sergio Jaramillo, el comisionado de paz, al explicar la estrategia de paz
territorial del gobierno del presidente Santos. Así las cosas, lo mínimo que hay
que pedir es coherencia entre lo que se dice y se hace. Ahí están los voceros de
Catatumbo, incluido César Jerez, para hacer realidad esta orientación
gubernamental.
Conozco personalmente a César Jerez, a su esposa y su hija. Son mis amigos.
César es un hombre risueño, pacífico, que se desplazó todo el tiempo en
bicicleta mientras vivió en Cataluña. Dada su visión generosa y tolerante frente
a toda clase de ideas, resulta un disparate creer que César sea el súper agente
destinado a preparar una conspiración internacional contra Colombia. Las
películas de espionaje pasaron de moda desde la desaparición del KGB. Poner en
entredicho la legitimidad de Jerez como vocero campesino le resta credibilidad a
las intenciones de paz del gobierno. El gobierno no puede perder de vista que
está adelantando un proceso de paz y debe, por tanto, dar lecciones de
tranquilidad y pluralidad desde ahora y no esperar a la firma de un acuerdo.
Gobierna el presidente Santos o gobierna desde el más allá el computador de
Reyes. No hay de otra.