HABLAN LOS DIABLOS
Amazonía, coca y narcotráfico en el
Perú. Escritos urgentes
HABLAN
LOS DIABLOS
Amazonía,
coca y narcotráfico
en el Perú. Escritos urgentes
Autores:
Hugo Cabieses - Baldomero Cáceres - Róger Rumrrill - Ricardo Soberón
Entrevistas con:
Nancy Obregón y Elsa Malpartida
PRESENTACIÓN:
¿DE QUE DIABLO ESTAMOS
HABLANDO?
Por: Movimiento
Laicos América Latina –
MLAL
Romper
paradigmas, contrastar pre-juicios, fundamentar soluciones, plan-tear
problemas: ¡así de sencillo! El libro que se presenta tiene, a nuestro enten-der,
una vocación pedagógica. Es decir, explicitar, de forma clara y
epistemo-lógicamente coherente, el estado de la cuestión en lo que se refiere a las
políti-cas antidrogas. El problema principal es que existe un “pensamiento
único” en el tema de lucha
a las drogas, que además tiene como objetivo principal
defender los intereses geopolíticos y sociales in-ternos de un país en
especial. Ya saben de quien estamos hablando; pero si es normal que un país
quiera defender sus intereses, poco normal o imperdonable es que hay otros
países que no quieren defender sus intereses o que, peor aún, prefieren
defender los intereses ajenos y no los suyos.
América Latina en este sentido se en-cuentra en una
posición estratégica muy delicada: es poseedora de recursos
natu-rales apetecibles por las economías más ricas del planeta, o más
necesitadas de estos recursos. Por lo tanto, su manejo - agua, energía,
biodiversidad, cultura, entre otros – conlleva a tener una fuerte presión desde
afuera, por parte de los países que quieren acceder a ellos, y desde adentro, de parte de los sectores
sociales que a menudo presentan intere-ses contradictorios y fundamentan en
e-llos su anhelo de cambio. Por lo tanto existe un desafío muy grande para los
gobiernos latinoamericanos, para que estos recursos se conviertan en factor de
desarrollo: casi nadie ha logrado que así sea.
La coca es uno de estos recursos,
demonizada (por ahí andan los diablos) y mitificada; despreciada y codiciada;
odiada y reivindicada. Lo que quiere es-ta publicación es devolverle su
estatus, reconocerle su dignidad (una planta es una planta), y reconocer el
uso, medi-cinal, ritual, económico, etc., que otros seres humanos y grupos
sociales, de di-ferentes épocas históricas, le han atri-buido. Se trata de contribuir a
un debate serio, y por seriedad entendemos ir al fondo de los problemas y
encontrar so-luciones reales, no imaginarias, para re-solverlos, respetando los
derechos hu-manos y los
derechos colectivos.
Nosotros
no creemos en las batallas y en las guerras; tampoco en aquellas con-tra la
pobreza, la corrupción, el hambre, las drogas. Creemos más bien que para
solucionar las situaciones difíciles no es necesaria la fuerza, por ningún lado
de que ella esté (todos los que la usan di-cen que es para erradicar el mal),
sino, al contrario, dejar de usarla, para que los conflictos (como la pobreza,
el ham-bre, la corrupción, la
droga) sean ab-sorbidos y desactivados por sus propias
causas, por sus propias contradicciones.
Solo
abrigamos la esperanza que al cen-tro del debate esté la dignidad de las
personas, de las comunidades, de los países y no oscuros intereses que, al
fi-nal, han producidos miles de cruzadas, dejando un saldo de muchos abatidos
en el terreno y unos tantos ganadores en los castillos.
-oOo-
PRÓLOGO:
DIABOLICAS VOCES
DISONANTES
Por: Transnational Institute (TNI) Ámsterdam,
Holanda
¿Hasta
dónde es factible seguir creyen-do sensatamente que las actuales polí-ticas de control
de la oferta de drogas son eficaces y justas? Los gobiernos de los países
productores - en este caso de los países andinos - están condenados por su
propia impotencia, sirviendo la causa de una lucha antidroga sin
cues-tionamiento. Deleitándose en las buenas relaciones con los Estados Unidos,
so-metiéndose a la vez a fuertes presiones ante la imposibilidad real de
imple-mentar las exigencias de la
comunidad internacional. El panorama se ha hecho más complejo
en los últimos años, debi-do a la peligrosa confusión entre el con-trol del
tráfico de drogas y la lucha con-tra el terrorismo. El Perú no ha escapa-do a este
esquema ‘narcoterrorista’ im-pulsado desde Washington para el resto del mundo.
En
la región andina abundan ejemplos de lo inútil y perjudicial que demuestran ser
las actuales políticas de control de drogas. Desde barcos pesqueros perfo-rados
por agentes antidroga en Ecuador; un gobierno "matón" del medio
am-biente en Colombia; Bolivia con su herencia dolorosa de erradicación forzo-sa
con muertos y heridos; hasta la peli-grosa mezcla de fuerza autoritaria,
in-transparencia e intransigencia en el Pe-rú, imponiendo silencio a las voces
di-sonantes.
Washington,
la Plaza de Armas, y el
mundo entero están haciendo oídos sor-dos. El modelo aplicado
hasta ahora se ha agotado, ya no sirve para más. No hay modelo único que valga
para todo. La falta de imaginación y voluntad po-lítica para enfrentar los
problemas de fondo, respaldada por un aparato buro-crático militar construido
para imple-mentar las políticas de control de la o-ferta, con el supuesto noble
fin de re-ducir los daños causados por el consu-mo y el crimen, hace
exactamente lo contrario: induce a más desastres huma-nos, naturales, sociales
y políticos. Si eso no fuera suficiente, además, se está destruyendo un recurso
natural de alto valor medicinal y cultural, como es la hoja de coca.
En
el caso del Perú, particularmente, el debate público está recluido con las
rui-nas preincaicas. La gente todavía parece no haberse puesto de acuerdo en la
de-finición de ‘narcotraficante’. Mientras que cualquiera que aboga a favor de la coca puede
ser tildado de narco, a los verdaderos narcos no hay quién se atre-va a identificarlos.
Los medios de
co-municación peruanos, que podrían ser una voz importante para dar a conocer
hechos relevantes de la realidad peruana y servir como medio de expresión de un
debate serio sobre las drogas, a menudo se callan e incluso distorsionan la
info-mación.
Parecería
que en el Perú
estuviera prohibido cuestionar la manera como el gobierno desarrolla sus
políticas de
con-trol de drogas. En estos momentos se encuentran los
únicos ejemplares en la biblioteca nacional peruana de un libro sobre la
legislación peruana antidrogas cuya venta o distribución está prohibida.
Según
los últimos datos de la ONU,
los cultivos de uso ilícito se incrementaron, en el Perú, en un 14% en 2004. En
el Alto Huallaga, el incremento llegó a ser de 24%. Pero, más preocupante que este aumento
en sí mismo es que más de
la mitad de los nuevos cultivos - 52% por ciento - se
encuentran en “otros luga-res”, fuera de zonas tradicionalmente conocidas como
de cultivo, lo que im-placa que se ha producido una intensa dispersión, y más
desplazamientos, mu-chas veces hacia zonas ambientalmente vulnerables.
Iniciativas
de gobiernos locales, como el proyecto de ordenanza aprobado re-cientemente por
unanimidad en el Cus-co, deben servir como punto de partida para
el diseño de políticas novedosas y pacificadoras. Esta iniciativa reconoce la
producción tradicional y
legal de la hoja de coca sin tope en determinados valles, y
tiene como principal objetivo promover la industrialización de esta planta con
fines medicinales, cientofi-cos, alimenticios, y para el chaccheo de la
población. Valiosas iniciativas de em-presarios para
industrializar la hoja de coca también merecen apoyo; a
cambio solo hay obstrucción de las autoridades.
Es
tal el ambiente
inquisitorial en el Pe-rú respecto al debate sobre las drogas, que los autores
de la obra aquí reseñada se han autodenominado ‘los diablos’. Se trata de figuras
reconocidas en el esce-nario cocalero peruano, entre los cuales aparecen
productores, pero también aca-démicos y especialistas, estos últimos tan
arrinconados y censurados como los mismos productores. El aporte de esta obra
será sin duda de gran valor para dar inicio a un debate y una apertura que
conduzca a la reforma de las po-líticas del control de drogas. Porque de-ben de
ser posibles otras políticas de drogas, hasta en el Perú.
-oOo-
INDICE DEL LIBRO
Coca
compleja, drogas y cocaleros en los Andes (Hugo Cabieses)
I. Entre la
coca y la Coca
Cola
II. Cifras de coca, cocaína y cocaleros en el Perú
III. Coca, drogas y debates en Viena
IV. "Desarrollo Alternativo", marchas
cocaleras y propuestas alternativas
en el Perú
V. Coca compleja
y movimientos cocaleros en los Andes
Dos
escritos sobre coca, drogas y siquiatría (Baldomero Cáceres)
I. Coca:
tradición y promesa
II. Historia, prejuicios y versión siquiátrica del
coqueo andino
La
amazonía: la renta estratégica del siglo xxi o la tierra prometida (Róger Rumrrill)
I. Los ciclos económicos de la Amazonía
II. Los retos de la Amazonía en el
nuevo milenio
III. La Amazonía: la renta estratégica del siglo XXI
o la tierra
prometida
Narcotráfico
y derechos humanos (Ricardo
Soberón)
I. Las drogas en el Perú en la época de la violencia
(1980-2000)
II. Hacia un nuevo mapa del tráfico de drogas, 2004
Tres
entrevistas a dos dirigentes cocaleras
I.
"Nadie puede hablar de algo que no siente" (Nancy Obregón)
II.
"No cambio la coca por
nada" (Nancy Obregón)
III.
"La marcha de la coca"
(Elsa Malpartida)
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SOBRE LOS AUTORES
Hugo
Cabieses: Economista,
licenciado en la
Universidad del Pacífico, presi-dente de la Asociación Civil
Desarrollo Rural Integral Sustentable (DRIS), in-vestigador del Foro Peruano de
Rela-ciones Internacionales (FOPRI), inves-tigador asociado del Transnacional
Ins-titute (TNI) de Ámsterdam y asesor de organizaciones
de productores agrope-cuarios de las cuencas cocaleras del
Perú.
Baldomero Cáceres: Psicólogo social, profesor jubilado de la Universidad
Nacional Agraria La Molina. Ha sido desde 1977, con su
inicial artículo “La Coca,
el Mundo Andino
y los Extirpadores de Idolatrías del s. XX” (recogido en América Indígena 4,
1978), un destacado promotor de la re-valorización del coqueo andino y de la hoja de coca.
Mantiene una página Web Cocachasqui, en la cual, desde una po-sición
anti-siquiátrica, extiende su defensa a otras plantas prohibidas.
Elsa
Malpartida: Hasta
marzo del presente año fue secretaria de organiza-ción de la
CONPACCP y es
Presidenta de la Asociación de Productores Agro-pecuarios y de la Hoja de Coca
del Alto Huallaga-Tingo María. Es hija de agri-cultores
y nació hace 40 años en Huá-nuco, aunque vivió y estudió enfermería en Lima.
Está casada y tiene dos hijas. Es dirigente cocalera desde los 27 años.
Paralelamente se desempeña como ama de casa y se encarga de administrar
su propia empresa de
transporte de carga y pasajeros, que cubre la ruta Tingo
Ma-ría-Pucallpa-Aguaytía. Posee ganado y una piscigranja, además de cultivos de café,
naranjas y una hectárea de coca.
Nancy Obregón
Peralta: Es presidenta de la Asociación de Campesinos Coca-leros
y productores Agropecuarios "Saúl Guevara Díaz" de Puerto
Pizana-Valle del Mishollo-La Pólvora-Tocache y subsecretaria general de la
Confedera-ción Nacional
de Productores Agrope-cuarios de las Cuencas Cocaleras del
Perú (CONPACCP). Nació en Lima en 1972, pero sus padres son migrantes del
departamento serrano
de Abancay. Vi-vió en Lima, en el barrio popular San Juan de Miraflores y
estudió Enfermería y
Administración en la Fuerza Aérea del Perú. Emigró a la selva
y allí conoció a su esposo, Fabio
Chávez, un ex-policía, con quien tiene cinco hijos. Vive en
el poblado Santa Rosa del Mishollo en el distrito de La Pólvora y se dedica al
cultivo de cacao, yuca, naranjas, piñas y cocos, además de administrar un
restau-rante en el poblado y tener tres cuartos de hectárea de coca
que vende en el centro
de acopio de Puerto Pizana, auto-rizado por la ENACO. A sus
33 años es la dirigente cocalera más joven.
Róger Rumrrill: Escritor y periodista especializado en
Amazonía, nacido en Iquitos, a orillas del gran río Amazonas. Ha publicado 25
libros sobre Amazonía, en un abordaje múltiple desde la his-toria, el ensayo,
la narración, el guión de cine, la poesía y el periodismo, un asedio lúcido y a
la vez apasionado de la compleja y riquísima realidad amazó-nica. La
problemática del narcotráfico es un tema que Rumrrill trabaja desde los
setentas del siglo XX.
Ricardo Soberón: Abogado, egresado de la Facultad de Derecho
y Ciencias Políticas de la Universidad de Lima., M.A en Política Internacional
Departa-mento de Estudios por la Paz, Univer-sidad de
Bradford, Inglaterra (1999). Anteriormente ha dirigido el Programa de Relaciones
Civiles Militares en OTI (2001), ex asesor parlamentario y ha es-tado a cargo
del Programa de
Narco-tráfico y Derechos Humanos en la Co-misión Andina de Juristas.
También es-tuvo a cargo del Programa de Fronteras de Consejería en Proyectos
(PCS), en Colombia (2001/2003).
Síntesis: En esta entrevista el econo-mista
Hugo Cabieses, especialista en el tema de la hoja de coca,
cuestiona la es-trategia utilizada por el gobierno para dar fin a la
comercialización ilícita de drogas. Además de mayores detalles so-bre los tipos
de mercado existentes para
la hoja de coca, el entrevistado pone en tela de juicio las
estadísticas utilizadas y afirma que es necesario atacar a los es-labones
intermedios de la cadena
co-mercializadora de drogas, es decir, a los que fabrican y comercializan el
cloro-hidrato y la pasta básica de cocaína.
David Barrientos/Palestra: La estra-tegia de erradicación de coca
parte del supuesto siguiente: “a mayor can-tidad de coca erradicada, menor
nar-cotráfico”. ¿Cuán real es esta pre-misa? ¿Considera que una estrategia de erradicación de la
coca tiene un impacto real en la disminución del narcotráfico?
Hugo Cabieses: Creo que la hipótesis de la que
parte esta estrategia es errada porque el problema del tráfico ilícito de
drogas no es fundamentalmente un pro-blema de oferta sino de demanda. Yo soy
economista y a los economistas nos enseñan que es la demanda la que determina
la oferta, sobre todo en negocios de alto riesgo como éste. Y por lo tanto,
cuando lo que estamos atacando es la oferta, en este caso la producción de
droga, no estamos resolviendo el problema sino dispersándolo. Para ponerlo en
concreto: la erradicación de coca tiene tres efectos. El primero es el “efecto
globo”, es decir, los cultivos de coca se trasladan hacia otros países, zonas o
departamentos en un mismo país. El segundo efecto es el “efecto mercurio”; uno
echa una gotita de
mercurio en la mesa y se dispersa. Esto es lo que está
sucediendo: el narcotráfico se está dispersando. Y el tercer efecto es la
posibilidad de que el narcotráfico se extienda hacia las fronteras. El
resultado final es que no se resuelve el problema sino que se dispersa.
Si esta
estrategia no está funcionando ¿cuál debería ser un nuevo enfoque?
Lo que debe hacerse es
atacar los eslabones intermedios de la cadena. Es decir, no a los agricultores
que producen la hoja de coca, que es la materia prima del clorhidrato de
cocaína y la pasta básica de cocaína; y tampoco a los
consumidores, que son los pobladores, generalmente pobres, de los países del
norte o de nuestros
propios países; sino a los que trafican con recursos químicos para producir la
pasta básica y la cocaína, a los que lavan el dinero proveniente de este enorme
negocio, y a aquellos que son sus “gerentes”. Se trata entonces de tener un
buen sistema de
información e inteligencia que ubique efectivamente a los
responsables, y no optar
por el camino más fácil que es reprimir a los
consumidores y a los productores. Esto último, además, se realiza con una tesis
absolutamente equivocada, que es la que tiene Estados Unidos, para quien es
mejor matar a las abejas que están en el panal que a las millones que
sobrevuelan en su propio territorio. Esto, en última instancia, no resuelve el
problema sino lo complica (recordemos que de esta complicación viven muchísimos
funcionarios y policías, y que Estados Unidos invierte cada año muchísimo
dinero).
¿Ha fracasado
Estados Unidos en la
guerra contra las drogas?
Bueno, los indicadores
están ahí para señalarlo. Cada año hay más cultivos, hay más producción y más
consumo, hay más tráfico y más violencia, y también más falta de democracia
asociada a la problemática de las drogas. No se está resolviendo el problema
sino que se está complicando.
Problemas con las cifras
Los resultados
estadísticos con respecto a las zonas de cultivo de hoja de coca en el Perú, realizados tanto por el
INEI como por las Naciones Unidas, han generado algunas reacciones. ¿Qué es lo
que principalmente se les critica?
En términos metodológicos, no
cuestiono el estudio del INEI pues confío en la capacidad técnica del equipo
que lo hizo. El problema es que se trata de un estudio incompleto, porque se
concentra sólo en el consumo, cuando el asunto es más complejo. Los
agricultores pidieron un estudio sobre cultivos, producción, comercio y
consumo.
¿Y con respecto al estudio de las Naciones
Unidas?
Ellos usan sensores satelitales,
aerofotografía y
verificación de campo. Lo que pasa es que no se evalúa el
efecto dispersión, sino que se evalúa qué cantidad de coca hay en determinada
zona y se observa cómo evoluciona de un año a otro. De esta manera, se evalúa en la misma
zona pero no en aquéllas hacia donde la
coca se ha trasladado. Ahora bien, ni la fotografía aérea ni
los sensores satelitales pueden evaluar realmente el efecto dispersión, es
decir, que la coca
se vaya a las micro cuencas o que crezca debajo del follaje. Eso no puede ser
detectado por sensores satelitales ni por fotografías aéreas, se requeriría una
verificación de campo.
De otro lado, no se cruza la información con dos
aspectos importantes. Uno es la demografía. Es decir, es imposible que en un
valle donde hay 50 mil personas se calcule 8 mil hectáreas de cultivo de
coca. Cada hectárea de coca requiere la mano de obra de 1,5 a 2
personas. Esto quiere decir que se necesitarían 16 mil personas, lo cual es
imposible demográficamente, ya que de 50 mil personas, sólo 10 mil son PEA, y
no todos se dedican a la
coca. En segundo término está el (aspecto) agronómico. Por ejemplo, en San
Gabán no era posible - tal como lo dijo Devida - que se pasara de 465
hectáreas en 2003 a
3 800
hectáreas en 2004. Yo he estado en San Gabán y he
revisado su estadística. El informe de la
ONU habla de dos mil hectáreas, lo que
tampoco es posible, como lo es el pasar de un año a otro de una
productividad de 400 kilos por hectárea - como la que existía hasta hace uno
año en Cuzco - a 1
590 kilos por hectárea, que es lo que dice el informe de la ONU. El año 2003 se dijo
que en la zona de la
Convención, Yanatile, se producían al año 5 000 toneladas
métricas. En 2004 se dice que hay 18 000 mil; esto tampoco es posible.
¿Cuán amplio es el mercado en el Perú para la
comercialización de la
hoja de coca?
Hay quienes reconocen (que en el Perú existen) hasta tres
mercados: el legal, cuyo principal comprador es Enaco (Empresa Nacional de la Coca);
otro ilegal que es el que va a la poza de maceración; y un tercero, que es el
informal, de contrabando, que si bien desde el punto de vista de la
comercialización es ilegal, desde el punto de vista del destino, es legal porque no va al
tráfico ilícito de drogas sino al consumo tradicional. Dirán que es la misma
coca, pero no es así. La coca
que va para la boca es
diferente a la que va a la poza. La coca que va para la boca es
verde, semi-seca, sin ningún tipo de fertilizantes, y es más cara. Y la coca para la poza es
negra, sucia, mal secada, y es más barata. Y existen incluso otros dos
mercados: el mercado del trueque - que se encuentra en el mundo campesino –; y
el que surge del pago por faenas comunales, que en realidad se basa en
relaciones de reciprocidad.
Entonces, si las estadísticas no son
confiables, ¿cuál sería el mercado real para la hoja de coca?
No sabemos cual es el mercado real de la hoja de coca.
¿Son las 9 mil toneladas métricas que dice el INEI que corresponde al consumo
tradicional? No lo sabemos. Yo he hecho algunas encuestas en el valle del
Monzón y la cuarta parte de la producción de coca es usada en el mismo valle,
no para la
poza de maceración sino para las faenas comunales y para el
trueque. Probablemente ésa sea la proporción a nivel nacional: que
la cuarta parte se va para
el trueque y las faenas comunales (el cuarto y el quinto
mercado identificado). Entonces estamos evaluando mal.
Una estrategia nacional contra las
drogas
¿Qué necesitaría el Perú para afrontar el
tema del tráfico ilícito de drogas?
El
Perú
necesita una Política de Estado propia sobre el tema de las drogas y de la
coca. Así podría dejar de aplicar la política de Estados Unidos sobre este
tema. Una Política de Estado sobre drogas y coca es una política que establece
una estrategia integral de reducción de daños. Hablo de esto porque las
drogas han acompañado al ser humano durante toda su historia y lo seguirá
acompañado por muchos años más. Entonces lo que necesitamos no es una
“estrategia de guerra” contra las drogas sino de “reducción de daños”, tanto
desde la producción, el tráfico y el consumo.
¿En qué consistiría una “estrategia de reducción de daños”
de parte de los
productores?
Significa trabajar programas de
desarrollo rural sostenible y sustentable, que lleve a que los cultivos
actuales disminuyan pero no por represión sino porque las alternativas
productivas son mejores que la alternativa producida por la coca. De esta
manera, los mismos productores se convierten en fiscalizadores para que la coca no vaya al narcotráfico.
Esta estrategia no la acepta Estados Unidos porque considera que los
agricultores son narco-cultivadores, entonces son delincuentes y, por tanto, no
es posible aliarse con ellos.
En la actualidad, en el Ejecutivo se
está gestando una “ley para
la hoja de coca”…
En primer lugar, me parece
lamentable que recién ahora el Ejecutivo comience a discutir la posibilidad de
una ley luego de cuatro años de gobierno. La exigencia de una nueva ley es hecha
por los agricultores desde que este gobierno comenzó, e incluso antes. El
presidente Toledo tiene acuerdos firmados con los campesinos del Cuzco, Tingo
María y también de
Ayacucho. Sin embargo, el gobierno recién actúa ahora debido
a tres presiones: la del Cuzco, (que emitió una) ordenanza regional donde
declara legal la hoja de
coca de varios de sus valles; la de Tingo Maria, (a través de) las
movilizaciones de los cocaleros y; sobre todo, de Estados Unidos, (a través de) la firma del
TLC.
¿Qué medidas debería contemplar esta
ley?
En primer lugar, debería reconocer
que la hoja de coca es un recurso natural y que forma parte de las identidades
andina y amazónica
de nuestro país. En segundo lugar, debería tener un sistema de fiscalización
mixto, no estatal, donde participe el Estado y la sociedad civil, a través de los
productores, los consumidores, los gobiernos locales y los gobiernos
regionales. En tercer lugar, debería eliminar cualquier tipo de erradicación
forzosa para aquellos agricultores que estén empadronados; por lo tanto, debe
abrirse un empadronamiento nuevo para todos aquellos agricultores que estén
cultivando coca actualmente, y dar un plazo para su empadronamiento. En el
futuro tendrá que aplicarse la ley a todo aquel agricultor fuera del padrón,
pero siempre priorizando una acción que no sea compulsiva sino gradual y
concertada con ellos. Creo que es necesario crear mediante esta ley un instituto de investigaciones
científicas y antropológicas sobre la hoja de coca, que promueva su industrialización.
Y, por último, esta ley debe instar a la Cancillería a que aplique el acuerdo que hace dos
años tomó el Congreso de la
República: el
Perú debía realizar, ante la ONU,
las gestiones necesarias para
retirar a la hoja de coca de la “lista de estupefacientes”
(elaborada) por este organismo en 1961.
Finalmente, los principales
defensores de
la erradicación de los cultivos de coca para combatir el
narcotráfico afirman que la hoja de coca no tiene ninguna perspectiva más allá
del tráfico ilícito de drogas. ¿Comparte usted esta opinión? ¿Considera que la
hoja de coca tenga viabilidad en la industria?
Me parece mal que se diga que (la
hoja de coca) no tiene ninguna perspectiva. Nadie sabe si esto tiene alguna
perspectiva. Lo más probable es que sí la tenga, internacionalmente, pero no se
hacen los estudios porque está proscrita, está presa por la ONU. Entonces hay
toda una serie de trabas que se ponen a nivel nacional
e internacional para
hacer este tipo de investigaciones. No se puede decir entonces que no es
posible la industrialización. De hecho, ahora hay bastantes experiencias que se
han iniciado en el país, algunas con varios años y otras relativamente
recientes para el uso industrial benéfico de la hoja de coca.
Además, la función del Estado peruano no es trabar cualquier iniciativa
peruana, al contrario, es facilitar que la iniciativa privada se
desarrolle.
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