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ECOSISTEMAS COLOMBIANOS EN PELIGRO 
[1]
Por cultivos de 
uso ilícito y estrategias de erradicación
Elsa 
Nivia [2]
INTRODUCCIÓN
La 
siembra de cultivos de uso ilícito en ecosistemas estratégicos como la Amazonía, 
la Orinoquía o el Macizo Colombiano, genera los impactos característicos del 
establecimiento de monocultivos, incluso de los lícitos como el maíz, arroz, 
plátano o yuca, por el uso de técnicas y prácticas no apropiadas que empiezan 
con la tala de bosques y terminan en la ganadería o en la agricultura de 
monocultivo, altamente dependiente del uso de plaguicidas (insecticidas, 
herbicidas, funguicidas) y fertilizantes químicos conocida como la revolución 
verde. 
La 
revolución verde cambió los modos ancestrales de cultivar la tierra, las formas 
de mantener la diversidad de las parcelas y la cultura alimentaria de las 
comunidades, por un modelo que privilegió la homogeneización frente a la 
diversificación, y que contribuyó significativamente a la reducción de la base 
alimentaria local. En este contexto se dio al traste con recursos genéticos 
ancestrales de especies cultivadas, se desmontó la estrategia de conservación de 
muchos agroecosistemas campesinos e indígenas basados en formas tradicionales de 
producción y conservación local, socavando la base de autonomía alimentaria de 
las comunidades.
La 
agricultura basada en tóxicos, apoyada y promovida en nuestro medio por 
políticas nacionales e internacionales desde la década de 1950, contamina los 
ecosistemas acuáticos y terrestres, los alimentos, causa graves problemas de 
salud a corto, mediano y largo plazo y acaba con la biodiversidad de flora y 
fauna, favoreciendo el desarrollo de resistencia en plagas y el establecimiento 
de nuevas plagas y enfermedades, lo cual hace cada vez más costosa la 
agricultura y más pobres y enfermos a los agricultores y los 
ecosistemas.
Desde 
1982 estos graves problemas han sido denunciados permanentemente por la Red de 
Acción en Plaguicidas (PAN: Pesticide Action Network), y desde 1993 por Ecofondo 
que ha respaldado las campañas de Rap-al (PAN en América Latina), con propuestas 
políticas y técnicas para el control de los agroquímicos y la promoción de 
sistemas de producción agrícolas sostenibles. Por ello celebramos que ministros 
y otros representantes del gobierno expresen públicamente su preocupación por el 
uso de insecticidas, herbicidas y fungicidas en el monocultivo de la coca, pero 
se hace un llamado para que se enfoque integralmente este problema también con 
los cultivos lícitos, estableciendo controles al mercado de los agrotóxicos y 
eliminando del mercado todos los plaguicidas extremada y altamente peligrosos 
como el paraquat y otros, con políticas claras de apoyo a la agricultura 
ecológica.
En 
el caso del cultivo de la coca, planta sagrada de las culturas indígenas 
nativas, al sembrarse para la extracción de cocaína genera una contaminación 
adicional, por el uso de precursores químicos empleados en su extracción. Esta 
práctica de extracción química nunca fue utilizada por los pueblos indígenas, 
quienes han usado la planta ancestralmente por sus propiedades medicinales, 
alimenticias y asociadas a sus celebraciones y espiritualidad. 
ERRADICACIÓN FORZOSA DE PLANTAS CON HERBICIDAS: BREVE HISTORIA
Aunque 
los herbicidas son ampliamente usados en agricultura, forestería y otros campos, 
es de interés anotar que su desarrollo está estrechamente ligado con la 
investigación para la guerra química de la década de 1940. El primer uso militar 
de estos químicos parece haber ocurrido a escala modesta en Malasia durante la 
década de 1950, una acción pequeña comparada con la de Vietnam en la década 
siguiente. El uso militar de herbicidas durante la Segunda Guerra de Indochina 
es uno de los aspectos de mayor controversia de ese conflicto. Los principales 
agentes utilizados en esa guerra fueron el Agente Naranja (2,4-D + 2,4,5-T), el 
Blanco (2,4-D + picloram o Tordón) y el Azul (Dimetil arseniato de sodio + Ácido 
dimetil arsénico). El Naranja y el Blanco se aplicaban para dicotiledóneas y el 
Azul para monocotiledóneas.
La 
destrucción de bosques estuvo generalmente acompañada por los Agentes Naranja y 
Blanco. El Agente Azul se usó para destruir arroz (Oryza sativa) y otros 
cultivos, aunque el Naranja también se usó bastante para esto. Alrededor del 86% 
de las misiones fueron principalmente contra bosques y otra vegetación leñosa, y 
el otro 14% principalmente contra plantas de cultivo (Stockholm International 
Peace Research Institute).
La 
introducción de los cultivos de uso ilícito a Colombia data de mediados de los 
años sesenta, cuando fue introducida la marihuana en la Sierra Nevada de Santa 
Marta como consecuencia de factores internacionales; hacia mediados de los 
ochenta el desarrollo de variedades híbridas adecuadas a las condiciones 
climáticas de los Estados Unidos redujo la demanda por la marihuana en Colombia. 
Esta fue rápidamente sustituida por la coca, cultivo que hasta 1982 había estado 
en fase de experimentación, en un área de unas 10.000 hectáreas. 
Respecto 
a la amapola, desde mediados de la década de 1980 surgieron comerciantes que 
iniciaron y asesoraron a campesinos e indígenas de las partes altas de la zona 
andina central (Huila y Tolima) en su producción casera y la obtención de látex 
de alta calidad. En esta región altamente intervenida desde la colonia, muchos 
dejaron de producir alimentos para sembrar la amapola o la 
coca.
El 
uso de herbicidas en Colombia como arma en la lucha contra las drogas, para 
“erradicar” cultivos de uso ilícito se inició en la década de 1970, cuando se 
aplicó paraquat sobre la Sierra Nevada de Santa Marta para destruir cultivos de 
marihuana. Aunque se han propuesto y probablemente ensayado otros herbicidas, a 
partir de 1984 se iniciaron las aplicaciones de Roundup (glifosato + POEA) sobre 
los cultivos de amapola en Tolima y Huila y posteriormente se extendió su uso a 
la coca.
El 
Cuadro y Figura adjuntos presentan las cifras oficiales anuales del gobierno de 
Colombia respecto a áreas identificadas y erradicadas (fumigadas) durante el 
período 1992-2003. Suponiendo que fumigar es erradicar, se han estimado las 
posibles siembras anuales, partiendo de que cada año se inicia con las hectáreas 
reportadas en el año inmediatamente anterior. A partir de estas cifras se ha 
calculado también la probable dinámica mensual de 
siembras.
Se 
observa que a pesar de las fumigaciones ha habido una dinámica creciente de 
siembras anuales compensando casi siempre las erradicadas, con un pico dramático 
en 1999, una de cuyas causas probablemente haya sido el anuncio y las 
negociaciones del Plan Colombia, previendo tal vez el incremento en las 
fumigaciones que se realizaría en los años venideros si el Plan era aprobado. 
Sea esto real o no, lo cierto es que a pesar del incremento dramático en las 
fumigaciones de los últimos años aún no se ha regresado al nivel reportado en 
1998.
La 
dinámica de siembras durante el período 2000-2002 ha continuado creciendo, 
totalizando cerca de 220.000 ha en los tres años, 5% de las cuales pueden ya 
haberse adentrado en los parques nacionales. Tristes resultados de las políticas 
implementadas, y quizá en mayor grado de las que no se han implementado por 
falta de voluntad política. 
BIODIVERSIDAD DE RECURSOS Y CULTURAS EN COLOMBIA
Es 
conocido que Colombia es un caso excepcional en cuanto a la biodiversidad, 
porque contiene más del 10% de la biodiversidad del planeta en menos de 1% del 
territorio. Ocupa el primer lugar en especies de aves; el primero o segundo en 
anfibios; el segundo en especies vegetales siendo el más rico en orquídeas y 
palmeras; ocupa el tercer lugar en mamíferos y el tercero o quinto lugar en 
reptiles. Y cifras maravillosas como 45.000 a 51.000 especies de plantas y 1.815 
de aves (alrededor del 20% del total mundial), o unas 700 de anfibios (alrededor 
del 15% del total mundial), pueden llevar a pensar a quienes nos imponen 
políticas equivocadas que aún hay tanta riqueza que no importa destruir parte de 
ella, con la misma mentalidad de quienes arrasaron los bosques naturales de 
Europa y Norte América en los siglos anteriores creyendo que eran inagotables y 
han arrasado gran parte de las selvas tropicales para exportar sus madera o 
fabricar papel.
La 
biodiversidad constituye un patrimonio común irreemplazable de la humanidad, 
producto de prolongados e incesantes procesos evolutivos, fundamental para el 
desarrollo socioeconómico y la supervivencia misma del 
hombre.
NUESTROS PARQUES Y ECOSISTEMAS ESTRATÉGICOS EN PELIGRO
El 
sistema de parques nacionales naturales en Colombia cubre cerca del 9% del 
territorio, una de las mayores proporciones respecto al tamaño del país en el 
mundo. Son reserva de la biosfera por sus recursos bióticos y abióticos, 
destinados a la conservación in situ de la biodiversidad. Constituyen el medio 
de existencia de numerosas especies y poblaciones, son instrumento de regulación 
de procesos en las cuencas hidrográficas, pulmones del planeta, hábitat de 
especies animales que deben ser protegidas, y capa protectora de suelos frágiles 
y altamente vulnerables.
Una 
mayoría significativa de la vida animal en los bosques tropicales se encuentra 
en los estratos superiores de la vegetación, precisamente en la porción del 
ecosistema más seriamente afectada por aplicaciones masivas de herbicidas por 
vía aérea. Con un hábitat destruido o al menos drásticamente alterado, sólo 
puede esperarse un cambio relacionado de catastróficas proporciones en las 
poblaciones animales.
Como 
lo expresó claramente el Senador indígena Gerardo Jumí Tapias en el debate del 
senado de Colombia el 30 de marzo de 2004, los grupos étnicos y comunidades 
campesinas de Colombia detentan gran parte del patrimonio cultural representado 
en los sistemas de conocimientos, innovaciones y prácticas milenarias de manejo 
integral y sostenible en sus territorios asociadas a la biodiversidad. Al igual 
que sucede con esta, la integridad cultural de los grupos étnicos está 
seriamente amenazada por los narcocultivos, el conflicto armado y las 
fumigaciones que destruyen la base alimentaria de las comunidades generando 
desplazamientos. La erosión cultural, la pérdida de tierras y la pérdida de 
control territorial sobre sus resguardos por parte de estas comunidades se 
presentan cada vez con mayor frecuencia e intensidad, lo que indudablemente 
afecta los patrones culturales y de apropiación de su hábitat 
tradicional.
La 
fumigación de los parques, áreas protegidas y ecosistemas estratégicos en 
Colombia es claramente ilegal. El Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo 
Territorial desde comienzos de 2001 excluyó de las fumigaciones los parques y 
reservas naturales. Aunque más recientemente el Consejo Nacional de 
Estupefacientes ha emitido algunas resoluciones que intentan derogar normas 
anteriores, expertos jurídicos afirman que de acuerdo con la Constitución 
Nacional, el Código de Recursos Naturales, el Decreto 622 de 1977, el Decreto 
1843 de 1991 y otras normas a las cuales se encuentra sujeto el Programa de 
Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante aspersión aérea con glifosato-PECIG, 
en las áreas de parques nacionales naturales se encuentra prohibido realizar el 
vertimiento, introducción, uso o abandono de sustancias tóxicas o contaminantes 
que puedan perturbar los ecosistemas o causar daños en ellos, al igual que la 
utilización de cualquier producto químico de efectos residuales, como sería el 
glifosato.
IMPACTOS AMBIENTALES DE GLIFOSATO Y ROUNDUP
Glifosato, 
cuya formulación comercial más conocida es el Roundup de Monsanto, es un 
herbicida soluble en agua que se aplica foliarmente y es rápidamente traslocado 
en el floema a áreas de actividad meristemática (como las raíces). Puede matar 
las plantas con dosis suficientes, o inevitablemente inhibir su crecimiento e 
incrementar el ataque de enfermedades, causando graves pérdidas. 
Glifosato 
tiene un rápido efecto sobre muchos procesos bioquímicos que tienen lugar en 
plantas superiores y promueve la destrucción de pigmentos fotosintéticos, pero 
el modo de acción primario se atribuye a la inhibición de biosíntesis de 
aminoácidos esenciales como la fenilalanina, a partir de la cual se derivan las 
fitoalexinas, importantes en mecanismos de resistencia a enfermedades, como en 
la resistencia de fríjol a Colletotrichum lindemuthianum.  En otras palabras, incrementa la 
susceptibilidad de las plantas al ataque de enfermedades. La inhibición de la 
síntesis de aminoácidos impide la formación de proteínas, por tanto la planta 
cesa la formación de tejidos, se inhibe el crecimiento y puede llegar a la 
muerte.
Por 
su alta solubilidad en agua el glifosato no atraviesa por sí solo la cutícula 
cerosa de las hojas. Por esta razón a formulaciones como el Roundup les han 
añadido el surfactante POEA (polioxietil amina), el cual interactúa con la 
cutícula destruyéndola, y esta acción corrosiva abre los canales hidrofílicos 
por donde puede penetrar el glifosato a la planta para ejercer su acción. Los 
surfactantes por tanto  se usan para 
aumentar la fitotoxicidad de las formulaciones herbicidas; el CosmoFlux que se 
adiciona a la mezcla de aspersión en zonas de cultivos de uso ilícito se 
comporta de manera similar. Lamentablemente los surfactantes son corrosivos 
también al ponerse en contacto con los lípidos de la piel y membranas en 
animales y seres humanos. A esta toxicidad de contacto se suma el efecto tóxico 
del glifosato cuando logra entrar a los organismos  y distribuirse por el torrente 
sanguíneo. Tanto glifosato como los surfactantes son corrosivos también a los 
ojos. 
El 
herbicida es 100 veces más tóxico para los peces que para las personas. Es 
tóxico además para las lombrices, bacterias del suelo y hongos benéficos, y los 
científicos han podido establecer un número considerable de efectos fisiológicos 
en peces y otros animales silvestres además de efectos secundarios atribuibles a 
la defoliación de los bosques. 
En 
general el ataque con herbicidas tiene serio impacto no solamente sobre los 
componentes autotróficos de un ecosistema (primer eslabón de cualquier cadena 
alimenticia), sino también sobre los heterotróficos, por alteraciones del 
alimento y el hábitat. Por consiguiente, a la destrucción de plantas le sigue 
una inevitable reducción de poblaciones de herbívoros, mamíferos, aves, insectos 
polinizadores y otros, lo cual afectará también a carnívoros y depredadores en 
la cadena.  Además de su efecto 
debilitador sobre la vida silvestre por la destrucción de su alimento o sitios 
de abrigo, los herbicidas también pueden ser directamente tóxicos a animales 
expuestos.
El 
impacto en el ambiente acuático es también muy alto, la contaminación podría 
resultar en destrucción masiva de poblaciones de peces y otros organismos 
acuáticos. En estudios sobre efectos de varios herbicidas a peces se identificó 
al glifosato como el más tóxico. La toxicidad del Roundup fue similar a la del 
surfactante POEA y los dos fueron mucho más tóxicos que glifosato solo (Folmar y 
col. 1979; Abdelghani y col. 1997).
Glifosato 
se adsorbe fuertemente a coloides del suelo y sólidos suspendidos en el agua, y 
los residuos adsorbidos son removidos del agua por sedimentación, poniendo en 
alto riesgo los organismos que viven en el fondo. La adsorción de glifosato al 
suelo o partículas suspendidas no reduce su potencial 
fitotoxicidad.
LA VERDAD SOBRE LOS MICOHERBICIDAS Y SU RELACIÓN CON GLIFOSATO
El 
30 de marzo de 2004, en el debate contra las fumigaciones aéreas de glifosato y 
otros tóxicos sobre los parques naturales, las zonas de reserva, los resguardos 
indígenas y los cultivos de pancoger, el senador Jorge Enrique Robledo denunció 
ante la Comisión Quinta del Senado y el país que el gobierno de Estados Unidos 
estuvo presionando al de Colombia para que se utilicen micoherbicidas, hecho que 
calificó como de extrema gravedad.
Los 
hongos son seres vivos uni o pluricelulares (micro o macroscópicos) que 
necesitan vivir a expensas de otros seres para obtener sus nutrientes, como 
todos los seres vivos exceptuando las plantas. Unos son saprófitos, se alimentan 
de materia orgánica muerta, cumpliendo funciones primordiales en la 
descomposición y mineralización de la materia orgánica, indispensable para el 
reciclaje y mantenimiento de la fertilidad natural de los suelos y el equilibrio 
de la naturaleza; hay hongos que viven a expensas de otros organismos pero 
intercambiando materia y energía con beneficio mutuo, en relación simbiótica, 
por ejemplo las micorrizas, hongos que se asocian con las raíces de las plantas 
y contribuyen a la asimilación de fósforo y otros nutrientes. Los hay 
alimenticios como los champiñones, otros son venenosos.
Existen 
los hongos parásitos, que viven a expensas de plantas y animales causando 
enfermedades más o menos graves y aún la muerte. Ejemplos de hongos causantes de 
enfermedades en plantas son Fusarium, Phytophthora, Rhizoctonia, 
Pythium o Sclerotium, causantes de pudriciones y de graves pérdidas 
en la agricultura, para los cuales la industria agroquímica vende fungicidas 
químicos de diferentes toxicidades, a pesar de que pueden ser controlados con 
prácticas agroecológicas, como la rotación de cultivos, la aplicación de abonos 
orgánicos y el uso de microorganismos antagonistas, entre otras. A los hongos 
patógenos recientemente se les ha denominado micoherbicidas (por ser 
hongos que matan plantas). 
Fusarium, 
además de atacar plantas ataca también al ser humano. Si el hongo pasa sin ser 
detectado a la cadena alimenticia las epidemias de Fusarium pueden ser 
graves: una epidemia de Fusarium en cereales fue considerada responsable 
por miles de muertes en Rusia durante la década de 1940, tragedia que impulsó 
investigaciones como arma biológica en Estados Unidos y otros países. 
Actualmente está en la lista de la Convención de Naciones Unidas sobre Armas 
Biológicas y Toxínicas, lo que significa que es un arma biológica 
prohibida.
En 
la agricultura ecológica son útiles aquellos que causan enfermedades a insectos 
plaga (hongos entomopatógenos como Beauveria,  Metarhizium, Verticillium o 
Paecilomyces) y los que actúan como antagonistas de hongos patógenos, por 
mecanismos que incluyen el hiperparasitismo y la antibiosis, como el caso de los 
hongos del género Trichoderma que controlan hongos del suelo causantes de 
pudrición en las raíces de las plantas.
Se 
ha comprobado que el glifosato confiere ventajas al Fusarium y otros 
hongos patógenos, incrementando sus colonias y facilitando su ataque a las 
plantas, al tiempo que inhibe microorganismos benéficos que viven en simbiosis 
con las plantas, como los fijadores de nitrógeno, por inhibir la biosíntesis de 
aminoácidos aromáticos en ellas.
En 
diversos estudios se encontró que en presencia de Fusarium, Pythium, 
Rhizopus, Penicillium, Alternaria o Botrytis, la muerte de plantas por 
glifosato ocurrió  en dosis varias 
veces menores a las requeridas si el suelo de los ensayos no estaba infestado, 
y  las plántulas de cultivo que 
murieron en los ensayos manifestaron síntomas de pudrición en la raíz (Lynch y 
Penn, 1980; Johal y Rahe, 1984). Se argumentó que el mayor ataque de 
Fusarium y otros patógenos a las malezas tratadas contaminó las plántulas 
de los ensayos, a lo cual se sumó el efecto de los ácidos acético y butírico que 
se produjeron con la descomposición de las malezas 
muertas.
Comprender 
esta relación del glifosato con el incremento de enfermedades por el mayor 
ataque de hongos patógenos como el Fusarium, que se ha comprobado en 
estudios científicos con fríjol, trigo, cebada y otras plantas, permite 
comprender también que es perversa la propuesta de aplicar los “micoherbicidas” 
en nuestros ecosistemas, lo cual podría tener consecuencias aún más devastadoras 
sobre la biodiversidad de los ecosistemas, la seguridad alimentaria y la salud 
de las comunidades.
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| 
       Áreas 
      identificadas de coca, erradicadas (fumigadas) y supuestas nuevas siembras 
      anuales en Colombia, 1992-2003  | ||||
| 
       | ||||
| 
       | 
    
       Identificadas  | 
    
       Erradicadas  | 
    
       Nuevas 
      siembras  | 
    
       Siembras/mes  | 
| 
       1992  | 
    
       37.100  | 
    
       944  | 
    
       | 
    
       | 
| 
       1993  | 
    
       39.700  | 
    
       846  | 
    
       3.446  | 
    
       287  | 
| 
       1994  | 
    
       45.000  | 
    
       4.904  | 
    
       10.204  | 
    
       850  | 
| 
       1995  | 
    
       50.900  | 
    
       25.402  | 
    
       31.302  | 
    
       2.609  | 
| 
       1996  | 
    
       67.200  | 
    
       23.025  | 
    
       39.325  | 
    
       3.277  | 
| 
       1997  | 
    
       79.500  | 
    
       44.123  | 
    
       56.423  | 
    
       4.702  | 
| 
       1998  | 
    
       78.200  | 
    
       66.289  | 
    
       64.989  | 
    
       5.416  | 
| 
       1999  | 
    
       160.119  | 
    
       43.111  | 
    
       125.030  | 
    
       10.419  | 
| 
       2000  | 
    
       163.289  | 
    
       58.074  | 
    
       61.244  | 
    
       5.104  | 
| 
       2001  | 
    
       144.807  | 
    
       94.152  | 
    
       75.670  | 
    
       6.306  | 
| 
       2002  | 
    
       102.071  | 
    
       123.000  | 
    
       80.264  | 
    
       6.689  | 
| 
       2003  | 
    
       90.000  | 
    
       | 
    
       | 
    
       | 

[1] Artículo publicado en el Boletín de Ecofondo ¡La gestión ambiental comunitaria Avanza! Nº 25:19-25. Bogotá, Colombia, Abril-Mayo 2004.
[2] Directora Ejecutiva Rapalmira, Rap-al Colombia. Miembro principal de la Junta Directiva de Ecofondo.
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