Bernardo PÉREZ SALAZAR*
Llama la atención que aun cuando
Los efectos de
Otra característica de
“…Por lo común, los hijos de los viejos masticadores son idiotas y degenerados. Son una pesada carga para el Estado. Fácilmente sugestionables, se les induce sin dificultad a la comisión de crímenes espantosos. Su moral es la fuerza del instinto. Si no tienen coca, ni dinero para conseguirla, hurtan roban, hacen cosas increíbles para conseguirla… Y por sobre todas las cosas, [el indígena] es mentiroso. Torpemente, estúpidamente mentiroso. La idiotez es su patrimonio común”[2]
Pero quizás el efecto más visible y
duradero desde la entrada en vigencia de
El crecimiento del tráfico
internacional de drogas ilícitas tampoco se alteró con la suscripción de
Por su parte, un informe reciente
de
La otra cara del fenómeno de
crecimiento incontrolado del tráfico ilegal de drogas bajo el régimen
internacional prohibicionista implantado por las convenciones sobre tráfico de
drogas ilegales, es el florecimiento y robustecimiento de organizaciones
criminales cada vez más poderosas. Aun desde antes de la entrada en vigencia de
Por eso es significativo que hoy
día la misma CIA señale que las organizaciones y redes criminales que controlan
la mayor parte de los mercados e ingresos ilegales en el mundo están asentadas
en América del Norte, Europa Occidental, China, Colombia, Israel, Japón, México,
Nigeria y Rusia, y estime que su
actividad continuará en expansión en el mundo durante las primeras décadas del
siglo XXI
[8]. Se
trata
de redes criminales
transnacionales estructuradas como organizaciones descentralizadas y altamente
flexibles, que manejan extensos contactos entre los cuales se incluyen tanto
empresas legales y autoridades de gobierno, como redes o anillos criminales
locales en numerosas lugares del mundo.
Las más sofisticadas entre estas
organizaciones transnacionales del crimen exhiben una gran capacidad de gestión
empresarial con un nivel superior de especialización a su disposición, por medio
de redes de contactos en capacidad de responder con flexibilidad
a
las oportunidades concretas y las condiciones específicas de cada “negocio”. Así, tienen acceso
privilegiado a fuentes de apoyo financiero con disponibilidad inmediata, al
igual que una capacidad de respuesta inmediata a nuevas oportunidades
que les brindan tasas de
retorno muy superiores al promedio, explotando con agilidad diferenciales de
precios en ámbitos internacionales, demandas insatisfechas o ventajas de costos
derivadas del robo de propiedad física –automóviles, obras de arte, objetos
culturales, órganos humanos y material radioactivo enriquecido, entre otros– e
intelectual. Circunstancia que permite a estas organizaciones transnacionales
fácilmente establecer relaciones con agentes de
la economía legal, y a la vez, hacer uso sistemático de la violencia y
la corrupción.
En 1995
1) lavado
de dinero; 2) actividades terroristas; 3) robo de arte u objetos culturales, 4)
robo de propiedad intelectual; 5) tráfico ilícito de armas; 6) secuestro de
aeronaves; 7) piratería marítima; 8) fraude a aseguradoras; 9) crímenes por
medio de computadoras; 10) crímenes ambientales; 11) trata de personas; 12)
tráfico en órganos humanos; 13) narcotráfico; 14) bancarrota fraudulenta; 15)
infiltración de negocios legales; 16) corrupción; 17) soborno de funcionarios
públicos; y 18) soborno de dignatarios de partidos políticos.
Algunos expertos,
entre ellos Alain Labrousse
[9] sugieren que esta diversificación en la
naturaleza y tipo de actividades por parte de las organizaciones criminales
transnacionales a lo largo de los años 90, es la respuesta de ajuste a los
violentos embates dirigidos contra los grandes carteles y organizaciones
criminales por parte de los cuerpos de represión internacionales y nacionales
durante esa década, que llevaron al desmantelamiento o auto-disolución de un
gran número de este tipo de organizaciones.
El resultado más ostensible de esta respuesta ha sido el desplazamiento del tráfico de drogas a una infinidad de pequeños grupos de mediana importancia, mientras que las organizaciones criminales de “más alto vuelo” se han dedicado a los “delitos transnacionales”. Los estimativos del monto de dinero lavado en los circuitos financieros internacionales son del orden de entre US$ 800 millardos y US$ 2 billones al año, lo que podría representar entre 2 y 5% del producto bruto anual de la economía mundial. La corrupción administrativa, cuyo costo anual para la economía mundial es del orden de los US$ 500 millardos, sería casi del mismo orden de magnitud que el del tráfico de drogas ilícitas. Rubros “menores” entre los delitos transnacionales incluyen la disposición ilegal de materiales tóxicos y riesgos (US$ 10-12 millardos al año), piratería de propiedad intelectual (US$ 10 millardos), otro tanto en robo de automóviles en EE.UU. y Europa, trata transnacional de personas y tráfico de migrantes (US$ 7 millardos) y el tráfico ilegal de armas (US$ 1 millardo), entre otros [10]
En resumen, el surgimiento de estas jugosas oportunidades de lucro ha llevado a sus “operadores” a delegar las actividades criminales más riesgosas a aquellos grupos dispuestos a correr con esos riesgos. En muchos casos, estos grupos son ejércitos privados o insurgentes, que han desarrollado exitosamente estrategias de “guerra asimétrica” para combatir las fuerzas militares convencionales del Estado y controlar territorios estratégicos por fuera del control de gobiernos sujetos a obligaciones convencionales de tipo internacional. Por consiguiente, estos territorios son manejados por estos grupos como santuarios para la producción y transporte de drogas, personas tratadas, residuos tóxicos, mercancías robadas, para la comisión de otros ilícitos como el secuestro, la extorsión, la apropiación de transferencias de públicas a gobiernos locales, y para la protección de toda suerte de prófugos expuestos a la judicialización en tribunales de terceros países. Por medio del control de estos santuarios, en la práctica estos grupos logran una menor exposición a los riesgos típicamente asociados con la actividad criminal, lo cual los convierte en socios estratégicos para las organizaciones de crimen transnacional.
Como se desprende de la anterior combinación de circunstancias –cuyo origen en buena medida se puede rastrear al régimen de drogas prohibicionista como se ha intentado mostrar hasta aquí–, hay un renacimiento de un fenómeno que había desaparecido hace más de tres siglos: la guerra como negocio lucrativo para empresarios de la violencia. El continuo encarecimiento del aparato militar que tuvo lugar en los albores de la era moderna, con el desarrollo de la artillería, la transformación de la infantería en un cuerpo disciplinado y el incremento en el número de tropas necesarias para articular adecuadamente el uso combinado de infantería, caballería y artillería, determinó que quien no estuviera en capacidad de mantener al paso con estos desarrollos, tuviera que marginarse de la guerra conducida de acuerdo con los principios de “simetría” de las fuerzas en contienda. Por eso a partir de los siglos XVI y XVII el Estado terminó siendo el único actor capaz de correr con los gastos de hacer la guerra[11].
Sin embargo en el mundo globalizado de la pos - Guerra Fría, las condiciones han variado radicalmente. De acuerdo con las Naciones Unidas, de 550 millones de armas pequeñas y ligeras en circulación hoy en el mundo, sólo el 3%, es decir apenas 18 millones, están en manos de gobiernos y fuerzas militares y de policía regulares. Esta abundancia incontrolada de armas pequeñas y ligeras aunada a la ágil intermediación de organizaciones criminales transnacionales, permite que en el presente los mercados ilegales de armas abastezcan a costos decrecientes –en 1986 un fusil AK 47 en Kolova, en África oriental, costaba 15 cabezas de ganado, mientras que hoy cuesta apenas 4– a más de una treintena de conflictos armados dispersos a todo lo ancho del mundo: en América Latina (Colombia, Perú, México), Asia (Afganistán, Tadjikistán, Uzbekistán, India [Cachemira y estados del noreste], Irak, Azerbaiján, Armenia, Chechenia, Georgia, Turquía, Birmania, Filipinas), Europa (ex –Yugoslavia, Irlanda, España), y África (Algeria, Sudán, Egipto, Senegal, Guinea- Bissau, Liberia, Sierra Leone, Congo, Congo-Brazzaville, Chad, Uganda, Angola, Somalia, entre otros)[12].
Se estima que estos conflictos en su conjunto dejan a diario cerca de 1.000 muertes, en su gran mayoría mujeres y niños civiles. Como es sabido, la mayoría de los objetivos de los grupos armados irregulares no son militares sino civiles: caseríos y pueblos al igual que símbolos de poder económico –como sucedió el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York– son los principales objetivos de ataque.
Así, el mundo globalizado de hoy es testigo del sometimiento de una creciente porción de la humanidad a un nuevo modelo de gobernabilidad local basado en el miedo y la desconfianza. Tristemente las respuestas de las instituciones de gobierno frente a estos, sólo contribuyen a magnificar el miedo y la desconfianza por medio de constantes alertas sobre amenazas inciertas. El miedo y la desconfianza no solamente corroen los lazos y el tejido social en sociedades amenazadas directamente por los empresarios de la violencia dueños de ejércitos privados que ejercen el poder local a su discreción incontrolada en función de intereses particulares. La incertidumbre de que el vecino de al lado sea una “célula durmiente” implantada por organizaciones como Al Qaeda para administrar terror por medio de la acción de individuos dispuestos a inmolarse para causar la muerte y destrucción a su alrededor también corroe el tejido social sobre el cual se construyen y operan las instituciones políticas públicas.
Pero hay otra dimensión de la
difusión de la desconfianza en la vida social que poco se advierte y cuyas
consecuencias son devastadoras. Moisés Naím refiere con preocupación los
reducidos presupuestos con los cuales deben operar órganos de policía
internacional como
Naím también señala una consecuencia aún más preocupante derivada de esta circunstancia en relación con los modelos de gobernabilidad local en el mundo globalizado del presente: la expansión de regimenes de gobierno democráticos en ámbitos locales descentralizados favorece francamente a las alianzas de organizaciones criminales transnacionales y empresarios de la violencia. Estas alianzas por lo general se encuentran en posición incontestable para manipular la débil institucionalidad de gobierno local en muchos contextos, por medio de la corrupción de autoridades de policía y políticos ávidos de efectivo para financiar sus campañas electorales.
Esta reflexión lleva a cuestionar si en el mundo globalizado de hoy, dominado en muchos lugares por empresarios de la violencia en alianza con organizaciones de crimen transnacional, las instituciones políticas de gobierno democrático han cesado de ser una alternativa viable para la gobernabilidad local. De ser así, esas mismas instituciones vaciadas de capacidad para garantizar seguridad y estabilidad en el ámbito local, podrían estar abriendo paso para que en el futuro la gobernabilidad local de grandes extensiones del mundo esté sujeta al ejercicio del poder discrecional en manos del tipo de alianzas al cual venimos haciendo alusión.
Por consiguiente, a pesar de los recientes reparos del International Crisis Group [14] acerca de las negociaciones del gobierno colombiano con los paramilitares de las Autodefensas Unidas Campesinas -AUC- por considerar que las expectativas de esta agrupación de obtener el control de vastas regiones del país –en lo que constituye una propuesta abiertamente interesada que les permitiría conservar las tierras y otras propiedades ilegalmente adquiridas–, quizás con esta negociación en Colombia estemos presenciando la emergencia de un modelo de gobernabilidad basado en la privatización de las instituciones de gobierno locales en manos de alianzas como las referidas hasta aquí.
En el caso concreto de la negociación con las AUC, el gobierno de EE.UU. ha manifestado abiertamente su rechazo a la posibilidad del desenlace que aspiran los líderes paramilitares, debido a su responsabilidad directa en actividades de narcotráfico y en la comisión de delitos atroces. Por su parte, los líderes de las AUC reclaman que el modelo de gobernabilidad local que han forjado en sus regiones de influencia es exitoso y destacan que su grupo no ha sido derrotado ni política ni militarmente. Por lo tanto, consideran que no existe justificación para dejarse convertir en “chivos expiatorios” sometidos a una “justicia de vencedores” como la que el gobierno de EE.UU. reclama que se les aplique.
Menos aún, teniendo en cuenta que algunos rasgos centrales de la política nortemericana –entre ellos, la política prohibicionista contra las drogas, la oposición unilateral al control de producción y tráfico de armas pequeñas y ligeras en el mundo y la instauración por la fuerza de instituciones democráticas de gobierno como intentan hacerlo en en el presente Aganistán e Irak– aparentemente contribuyen a crear condiciones en diversas partes del mundo donde el modelo de gobernabilidad de los paramilitares colombianos parece ser la opción más viable para garantizar la estabilidad en ámbitos locales.
Si aún así resulta inaceptable para el gobierno de EE.UU. la tendencia hacia el modelo paramilitar de gobernabilidad, entonces parece que es tiempo que las autoridades norteamericanas repiensen a fondo las opciones de modelos de gobernabilidad local que tienen en consideración para el mundo del futuro, y ajusten sus políticas como corresponda. De lo contrario, es probable que veremos proliferar el modelo paramilitar, primero en América Latina y luego en África, Asia Central…
Bogotá, Agosto de 2004.
Bernardo Pérez Salazar (Bogotá, 1958) es comunicador social de
*
Universidad Externado de Colombia – Observatorio del Manejo el Conflicto
[1]
Fournier, G. 2002 “Drugs Policiy Under Colonial Time: lessons from tha
past”, Global Drug Policy. A
Historical Perspective. Senlis: The Senlis Council, en
www.senliscouncil.net.;
Jelsma, M. and Metaal, P.
2004. “Cracks in the
[2] Repizo, J.
1947. “Los mascadores de coca en el Huila”en Bonilla, G. (recompilador)
El problema del cultivo y
masticación de coca en Colombia, Bogotá: Ministerio de Higiene de
[3] Sinha, J. 2001.“The History and
Development of the Leading International Drug Control Conventions,”
prepared for the Canadian Senate Special Committee on Illegal Drugs,
February .
[4] Naím, M. 2003. “The five wars of
globalization”, Foreign Policiy,
January/February.
[5] UNODC. 2003.
Global Ilicit Drugs Trends 2003,
[6] Labrousse,
A. 2003. “La géopolitque des
drogues en
[7] Goff, S. 2000. “Contrainsurgencia estadounidense: Un militar habla”, desde abajo, suplemento especial, 2, Marzo, pp.17-19.; Labrousse, op. cit.
[8] NIC. 2000.
Global Trends
[9]
Op. cit.
[10] NIC, op.
cit.
[11] Münkler,
H. 2004. “Las guerras del
siglo XXI”, Análisis político,
51, Mayo-Agosto, pp. 3-11.
[12] Naím, op.cit.; Labrousse, op. cit.
[13] Naím, op. cit; Labrousse, op.cit.,15.
[14] ICG.
2004. “Desmovilizar a los paramilitares en Colombia: ¿Una meta viable?”,
Informe sobre América Latina, 8,
Agosto 5.
©2009 Mama
Coca. Favor compartir esta información y
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Coca.
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