UNA COALICIÓN GLOBAL DE
CIUDADANOS PARA OTRA POLÍTICA DE DROGAS
Joep Oomen
Represento
a la Coalición Internacional de ONGs por una Política de Drogas Justa y Eficaz
que actualmente integran 166 organizaciones de
36 países de todo el mundo. Es una coalición muy diversa de ciudadanos, desde
campesinos indígenas de la selva amazónica a usuarios marginados de la sociedad
occidental, pasando por académicos y trabajadores de salud. Todos los miembros
de esta Coalición nos encontramos unidos por sufrir los efectos colaterales de
una guerra mundial que se declaró hace 42 años con la firma de la Convención
Unica de Estupefacientes por las Naciones Unidas. La razón de ser de nuestra
Coalición Internacional es justamente para denunciar esta guerra y presentar
propuestas de paz : modelos diferentes para obtener un control más
racional, humano, justo y eficaz de las drogas, que proteja los derechos
humanos y reduzca los riesgos de los
consumidores y sus entornos a un mínimo.
Cuando iniciamos este camino en 1993, pensábamos que la guerra a las drogas
era un error histórico, que se debía a la ignorancia de nuestras autoridades.
Creíamos que el motivo principal para mantener la prohibición de las drogas era
el mismo que el nuestro - reducir daños -, pero que simplemente estaban
empleando el instrumento equivocado. Que con el tiempo podríamos convencerles
con argumentos, pruebas científicas, resultados de ensayos.
Después
de diez años, algo hemos aprendido. Aprendimos que cuando hace casi 100 años el
gobierno de los Estados Unidos asumió como objetivo principal que en todo el
planeta se prohibiera la producción, el comercio y el consumo de ciertas
sustancias, su motivación poco o nada tenía que ver con la salud pública, y
mucho más con el interés de romper los imperios coloniales europeos, basados
entre otro en el comercio de sustancias derivadas de la hoja de coca,el opio y el canabis.
Aprendimos también que en Europa de los siglos 16, 17 y 18 habían estado
prohibidas el tabaco y el café, y que el fracaso de esta política había
finalmente producido un régimen de control de estas sustancias dentro de un
marco legal. Que ese régimen de control, que luego se ha extendido también al
consumo del alcohol, se dirigía a reducir los daños a los consumidores y al
mismo tiempo generar impuestos para el estado.
Aprendimos que es la prohibición que genera y multiplica los riesgos
relacionados con las drogas. Que millones de personas en el mundo se encuentran
hoy criminalizados, marginalizados, amenazados de perder su libertad, su
estatus social, sus fuentes de ingreso, por el simple hecho de haber elegido
ellos sus propias sustancias para desarrollarse, curarse, celebrar, vivir. Que
otros millones de personas son hoy considerados como criminales por el solo
hecho de que ellos y sus familias sobreviven gracias al circuito de la
producción y suministro de estas sustancias, aunque los riesgos que corren son
infinitamente mayores que sus responsabilidades o ganancias.
Mientras tanto, los empresarios del tabaco, del alcohol y de las medicinas
legales no encuentran ningún obstáculo para conquistar más mercados, entre
otros en el tercer mundo, para sustancias que producen verdaderos catástrofes
para la salud pública.
Llegamos poco a poco a una conclusión que es tan simple
como dramática. La prohibición y el tráfico de drogas ilegales no son fuerzas
que se oponen. Se mantienen mutualmente. Son dos instrumentos del mismo sistema
económico y político dominante, de un imperio con tres importantes accionistas:
la industria criminal, por razones obvias, la industria de la represión, tanto
de caracter público y privado, y los bancos que benefician del dinero sucio.
Por un lado, la industria de la represión asegura las ganancias de la
industria criminal. Según Giovanni Quaglia, especialista de la agencia de la
ONU encargada de controlar las drogas, las ventas del negocio de las drogas
ilegales oscilan hoy entre 300 y 500 mil millones de EURO por año. Para darles
una idea de lo que significa este monto : si tomamos el promedio de este
cálculo, 400 mil millones de euros por año, y si tomamos en cuenta que
alrededor del 1% de las ventas de drogas ilegales corresponde a los costos
técnicos de producción y de transporte, las ganancias que se hacen mundialmente
con esta actividad representan a más de 12.500 EURO por segundo.
Gracias a la liberalización del sistema financiero mundial gran parte de
este dinero es reciclada en la economía legal, donde es utilizado por sectores
que tienen influencia política y económica. Ya ha sido documentado
suficientemente que el dinero de las drogas se emplea para financiar acciones
que algunos gobiernos, entre ellos los defensores más arduos de la prohibición
de las drogas, consideran necesarias a pesar de ser completamente ilegales,
ilegítimas e inmorales, tales como la compra de armas para fuerzas irregulares
tales como los contras de Nicaragua.
Por otro lado el estatus ilegal de las drogas justifica el control sobre
millones de ciudadanos, la represión de sus derechos humanos, la militarización
de sus sociedades, la dominación de su cultura y la extracción de sus recursos
naturales. Todo ello a base de argumentos que ante
los ojos de la opinión pública parecen bien intencionados, tales como la
protección de la salud del individuo y la seguridad de la sociedad global.
En este esquema, donde se sitúa el movimiento para la reducción de
riesgos ?
A pesar de estar encarcelada por la Convención Unica de las Naciones Unidas
sobre Estupefacientes en 1961, la política de drogas de muchos países y
regiones del mundo ya no está dictada por el fundamentalismo prohibicionista.
Desde la apertura del primer coffeeshop, pasando por los programas de
intercambio de jeringuillas hasta la instalación de salas de consumo el
concepto de la reducción de daños se ha integrado poco a poco en la política de
prácticamente todos los países de la Unión Europea, y de varios otros países
del mundo. Pero sería un error pensar que la reducción de riesgos es un
concepto aceptado por todos.
En la última Estrategia Nacional de la Oficina para el Control de Drogas de
la Casa Blanca, publicada a principios de mayo, leemos bajo el punto ‘Los
Acontecimientos en Europa Occidental’ : « Estados Unidos sigue con atención el debate entablado en países
europeos, donde la cuestión de las drogas se aborda cada vez más como un
problema de salud pública y no de ejecución de la ley. Ninguna política puede
considerarse seriamente de bien público si promueve el contagio del uso
indebido de drogas. Sin embargo eso es precisamente el efecto de las
actividades de la reducción de daño. «
Aún más vergonzoso fue el tono de una conferencia de prensa montada por una
organización sueca conocida por sus posiciones extremistas, y sus buenas
conecciones con el Programa Internacional de Naciones Unidas para el Control de
Drogas. En esta conferencia, organizada bajo auspicios de la ONU en la víspera
de la cumbre ministerial sobre drogas celebrada en Viena a mediados de abril, una
muchacha de 15 años que supuestamente había sido adicta a la cannabis y salvada
por una terapia de abstinencia declaró delante de los periodistas de todo el
mundo que ‘la reducción de daños es una
política que entrega un machete a un asesino serial y lo
suelta’
Estas
acusaciones absurdas seguirán mientras que no se acepta el hecho de que la
reducción de riesgos y la prohibición son dos principios OPUESTOS. Es más, si
en los países donde se practican los principios de la reducción de riesgos no
se fortalecen su fundamento, mediante la adaptación de la legislación de
drogas, la reducción de riesgos no dejará de ser un concepto cosmético, un
discurso vacío, un taparrabo, una legitimación al régimen que aumenta los daños
a los que quiere reducir.
Irónicamente, en las mismas fechas que se organizó la cumbre de Viena, tuvo
lugar la Conferencia Internacional de la Reducción de Daños en Tailandia, financiada
por la Organización Mundial de la salud, otro miembro de la familia de las Naciones
Unidas. Desde el primero de febrero, el gobierno tailandés ha declarado una ofensiva
frontal contra las drogas, que ha costado la vida hasta el momento a approx
2.500 personas, entre camellos, consumidores de drogas y otros que tenían la
mala suerte de estar en el mal lugar a la mala hora. Quisiera aprovechar esta
oportunidad para pedir a todos Ustedes que apoyen
en su país el Día Internacional de Solidaridad con los consumidores de drogas
en Tailandia, que se celebrará el próximo 12 de junio.
Hoy esta conferencia se organiza en un país donde el ministro de Interior
acaba de anunciar la restauración de medidas represivas contra el consumo de
canabis y la práctica del pill-testing. Tal vez habría que comentar con ironía
que el lugar de las conferencias para la reducción de riesgos se elige a
propósito, que con ese tipo de medidas el futuro para este movimiento está
garantizado, que mientras más riesgos mejor. Pero confío en que el humor negro
en este caso es muestra de muy mal gusto.
Si la CLAT quiere ser más que una organización de conferencias que – con
todo respeto – son poco accesibles para el ciudadano normal y corriente – necesita
pensar sobre cómo va a contribuir a una estrategia eficaz para realmente
REDUCIR LOS RIESGOS hasta un nivel aceptable. Nosotros de la Coalición
Internacional estamos convencidos de que eso es imposible dentro de un sistema
en el que están prohibidas las drogas. Que lo que se necesita primero son
reformas legales para terminar la persecución de los ciudadanos afectados por
la guerra a las drogas en todos los países del mundo. Y que solamente después
de instalar estas reformas es posible ejercer una política de drogas basada en
los conceptos de eficacia y solidaridad.
La enseñanza que nosotros hemos tenido después de años intercambiando
experiencias y opiniones desde todo el mundo es que no se puede simplemente
sustituir el sistema universal de prohibición con otros sistema universal de
legalización. Cada sociedad debe encontrar sus sistemas de control más
aceptables – y es obvio que habrá diferencias entre Suecia y Brasil, entre
París y Perpignan. Las drogas siempre serán objetos de un tabu, y en cada
familia los tabus se manejan de forma distinta – depende de cómo lo ven los
padres de familia – y de cómo se comportan los hijos. Por ello la reforma de la
política global de drogas necesariamente debe conllevar una democratización,
una descentralización de competencias, la que se está presentando como una
urgente necesidad para solucionar otro tipo de problemas globales también.
El movimiento para la reducción de riesgos en el tema de las drogas, y para
no complicar las cosas nos consideramos como miembros de esta familia, tiene
algunos conceptos muy válidos para contribuir al proceso para una globalización
distinta a la que vivimos hoy. Son cuatro, y trataré de ser breve para no abusar
de su paciencia.
El primero es el concepto amplio de los derechos humanos. La base de
cualquier política de drogas debe ser el derecho a gozar de todas las
condiciones que ofrece la naturaleza para tener salud, condiciones humanas de
vivir y desarrollarse. Para definir un acto como criminal, digno de ser
reprimido con medidas legales, debe ser claro el daño que este acto provoca a
otras personas que no sea el individuo mismo. Proteger a los individuos contra
sí mismos no debe ser tarea de policías o jueces, sino de instancias sociales y
sanitarias.
El segundo es la sustentabilidad del comercio mundial. La producción,
comercialización y consumo de drogas representa una cadena global con muchos
riesgos de manipulación por un sector al otro, debido a la enorme diferencia de
potencia financiera entre países ricos y pobres, y la dependencia que ella
genera. Es necesaria una instancia internacional independiente financiada por
la ONU que monitorea tanto la calidad de los productos como la garantía de
precios justos al productor y consumidor. Tal sistema automáticamente evitaría los daños ecológicos
de una sobreproducción en los lugares de origen
y los daños sanitarios de una disponibilidad de drogas sucias en los
lugares de consumo. El objetivo no sería eliminar el mercado negro, puesto que
ello parece imposible de cumplir, pero sí de reducirlo a un nivel mínimo.
El tercer concepto es el
de la racionalidad. En las comunidades indígenas existe una sabiduría en cuanto
al uso racional de las sustancias que hay que recuperar. Hace falta mayor
investigación e inversión en los usos beneficiosos de las drogas naturales tales como la hoja de
coca, la canabis y el opio, usos que sirvan a la humanidad. A los consumidores
de drogas habría que estimularlos a establecer
asociaciones, clubes y otras formas de intercambio de información, para que
estos conocimientos pasan de un consumidor a otro. Estas asociaciones podrían
jugar un papel importante en la prevención del uso irracional e irresponsable,
sobre todo entre los que recién empiezan a consumir.
El acceso legal no significa un acceso sin
limites, los principios de la moderación en el uso de las sustancias y de otras
cosas que pueden resultar dañinas son perfectamente compatibles con la
reducción de riesgos. Justamente los mismos consumidores pueden participar en
la búsqueda de formas para reducir el uso extensivo que no sean represivas ni
paternalistas. ((Aquí hay que notar que el argumento utilizado por muchos
gobiernos de que la prohibición tiene efectos preventivos no se refleja en la
realidad. Un reciente estudio en Bélgica, y tenemos una población que suele ser
muy dócil, señaló que entre los motivos que dicen tener los jóvenes para NO
comenzar con el consumo de drogas ilegales los primeros son el miedo de
volverse adicto y el desinterés. El miedo de ser sancionado por sus padres
viene después, y solamente un 13 % no lo hace porque temen la represión
policial. La ilegalidad por lo tanto no juega un papel importante en la prevención.
))
Finalmente el cuarto concepto es el pragmatismo.
Aprender a manejar con pragmatismo los comportamientos que no se consideran
normales puede contribuir a humanizar nuestras sociedades. No olvidemos que el
consumo de drogas ilegales se considera una desviación en una sociedad en la
que el consumo de alcohol, tabaco, prozac y viagra es la norma, que hasta es promocionado.
Hoy la normalidad de la sociedad mundial es en realidad la normalidad
occidental, la normalidad de una minoría blanca, cristiana, la normalidad del
establishment. Muchos de los conceptos que forman esa normalidad se han
convertido en instrumentos de poder empleados para ocultar una realidad
distinta.
Dos siglos después de la revolución francesa la
supuesta igualdad de oportunidades es un mito, la guerra de Iraq ha demostrado
que la democracia ahora es algo que se impone a otros países por la fuerza y la
libertad individual es una ilusión occidental que no
existe tampoco aquí a excepción de los que tienen suficiente poder económico.
Una política de drogas que tolera e integra el
consumo de drogas, reduciendo sus riesgos de una forma humana, sí pone en
práctica los ideales de la revolución francesa : la libertad del ciudadano
para elegir su propia forma de vivir, la igualdad entre las personas no importa
su clase social u orígen geográfico, y la fraternidad definida como actitud
natural de respeto entre grupos e individuos, dando un nuevo sentido a la
palabra solidaridad
Otra política de drogas es posible. En países
Algunos de nuestra Coalición estamos involucrados en
esfuerzos para conseguir que el tema se acepta en la ESF, a fines de que
podamos tener un espacio dentro del evento y supuestamente también dentro de la
propuesta política que este foro va a producir. Estaremos presentes en la
cumbre de la G8 en Evian la semana próxima donde se organizará una cumbre
Deviance.
Les proponemos que desde esta Conferencia, la CLAT de
Perpignan, se haga un llamado formal a la organización del Foro Social Europeo para
incluir el tema de las drogas, bajo el argumento que una reforma de la política
internacional de drogas que ponga fin a la absurda guerra mundial que no dice
su nombre, pero que tiene miles de víctimas cada año, significará un paso
importante hacia una sociedad más justa. Mejorará las condiciones de vida de
millones de personas, y al mismo tiempo será una medida clave para desmantelar
el imperio criminal a través del ataque a donde más le duele: los intereses
económicos.
Reduzcamos todos los riesgos – humanicemos la política de drogas –
terminemos con la hipocresía.
Joep Oomen
www.encod.org / www.vienna2003.org
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