GEOPOLÍTICA
Y DROGAS EN EL HEMISFERIO OCCIDENTAL:
IMPLICACIONES PARA EL
“NUEVO ORDEN MUNDIAL Y PANAMERICANO”
SINOPSIS
Mi exposición va dirigida a realizar un actualizado enfoque
critico acerca de la innegable relación que existe entre los enfoques
geopolíticos y geoeconómicos que han caracterizado
las grandes estrategias de seguridad imperial elaborada por los círculos
dominantes en los Estados Unidos y la llamada “guerra contra las drogas”,
contra la “narcoguerrilla”, contra “el terrorismo” o contra el
“narcoterrorismo” que en la actualidad se desarrolla en algunos naciones del
mundo subdesarrollado y, en particular, en algunos estados del denominado
Hemisferio Occidental.
En ese contexto, resaltaré el creciente significado que han
adquirido todos los asuntos vinculados con el combate contra el mal llamado
“narcotráfico internacional”[2] en los
sistemáticos esfuerzos que, desde la última década del siglo XX hasta la
actualidad, han venido desarrollando los círculos de poder estadounidenses para
construir, bajo su dominación, lo que desde hace varios años, he venido
denominando como “un nuevo orden panamericano” funcional a sus aspiraciones
hegemónicas y de dominación sobre el sistema mundial de la denominada
“posguerra fría”.[3] Es decir,
sobre el ilegal “nuevo orden mundial” anunciado por el entonces presidente
estadounidense, George H. Bush
(padre), a comienzos del decenio de 1990.
Para cumplir mis objetivos dividiré mi exposición en tres
partes articuladas entre sí. En la primera, presentaré una rápida actualización
de las principales tendencias que caracterizan el consumo, el tráfico y la
producción de drogas ilegales (ya sean de origen vegetal, sintéticas o semisintéticas) en todo el planeta.[4] Asimismo,
trataré de demostrar el lugar relativamente
secundario que ocupan las 33 naciones independientes o formalmente
independientes de América Latina y el Caribe (al igual que los territorios
coloniales que subsisten en esa región) en la producción y el tráfico de las
principales drogas ilegales que se consumen en la actualidad: marihuana,
cocaína, morfina, heroína, así como una multiplicidad de drogas sintéticas
derivadas de las anfetaminas (EA) y del “éxtasis” (MDMA o “droga del amor”)
inventada en los laboratorios de algunos países de Europa Occidental en la
década de 1980. Igualmente, en los delitos transnacionales conexos (como el
lavado de dinero, el tráfico de precursores y de armas...) que se han
desarrollado e ineludiblemente se desarrollarán al calor de la denominada
“globalización neoliberal”.
En contraste con ese hallazgo, en la segunda parte,
mostraré cómo –sobre la base de su redefinición de los “nuevos enemigos de la
seguridad interamericana” (entiéndase de la seguridad imperial estadounidense)
que se produjo en la “posguerra fría”— las tres últimas administraciones de los
Estados Unidos (sucesivamente encabezadas por George
H. Bush, William Clinton y
por George W. Bush) han
convertido a algunas de las naciones del Hemisferio Occidental (México,
Colombia y otras naciones andino-amazónicas, así como de la llamada Cuenca del
Caribe) en el principal escenario de “la guerra contra las drogas y otros
delitos conexos” que, desde la segunda mitad de la década de 1980, proclamó de
manera unilateral la reaccionaria administración del republicano Ronald Reagan (1981-1989). Asimismo, referiré como esa “guerra contra
las drogas” ha sido la fachada para impulsar otros objetivos de la política
exterior y de seguridad de los Estados Unidos.
A partir de esas constataciones y de algunas referencias al
entramado de acuerdos y pactos de diferentes tipo que, desde la primera Cumbre
de las Américas (diciembre de 1994) hasta nuestros
días, han venido firmando los 34 gobiernos del hemisferio que (con excepción
del Cuba) integran el Sistema Interamericano, así como del análisis crítico de
ciertos casos regionales y nacionales (la Cuenca del Caribe, México, Colombia y
otros países andino-amazónicos), también abordaré la estrecha vinculación que
existe entre la lucha contra el “narcotráfico” y los objetivos más generales de
la gran estrategia estadounidense contra las naciones situadas al Sur de Río
Bravo y de la península de la Florida. En particular, con aquellas acciones
dirigidas a garantizar su dominación sobre las naciones y territorios bañados por
las aguas del Golfo de México y del Mar Caribe: zona del mundo que, desde hace
casi dos siglos, ha sido considerada por las clases dominantes en los Estados
Unidos como “la frontera sur” de su mal llamada “seguridad nacional”.[5]
Todos esos enfoques se actualizarán en la tercera y última
parte de mi exposición. A partir de las reflexiones que he venido realizando
acerca de las implicaciones mundiales y hemisféricas de la llamada “guerra
contra el terrorismo global” emprendida por la Casa Blanca inmediatamente
después del 11 de septiembre del 2001,[6] en esa parte
presentaré algunas consideraciones acerca de la relación perversa que ha
establecido los sectores más reaccionarios del establishment
de la política exterior y de seguridad de los Estados Unidos entre los
problemas vinculados con el consumo, la producción y la comercialización de
drogas ilegales, el “lavado de dinero”, las luchas político-militares de
contenido nacional-popular, los gobiernos propulsares de acciones alternativas
a la “globalización neoliberal” y las llamadas “intervenciones militares
preventivas” contra las “redes terroristas de alcance global”, así como contra
los denominados “estados fracasados” o “estados fuera de la ley” definidos como
los principales enemigos de la seguridad nacional de los Estados Unidos en lo
que se alcanza a ver del siglo XXI.[7]
En consecuencia, mi exposición culminará con algunas
recomendaciones respecto a los conceptos teórico-prácticos alternativos que,
con relación al consumo, la producción y la comercialización de drogas, así
como respecto a las políticas antidrogas y al mal
llamado “narcotráfico”, deberán impulsar todas aquellas fuerzas sociales y
políticas interesadas en construcción un mundo y un continente más justo y
mejor que el que están edificando las clases dominantes en la mayor parte de
las naciones del planeta y, en particular, aquellos sectores “neo-fascistas”,
neoconservadores y neoderechistas de la oligarquía
financiera y tecnotrónica triádica que hoy controlan
la elaboración de la política interna y externa de los Estados Unidos y de
otras “potencias” occidentales, cuales son los casos del Reino Unido, España e
Italia.
[1] Escritor, investigador y
sociólogo cubano, Profesor Adjunto (Asociado) de la Facultad de Filosofía,
Historia y Sociología de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior
de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.
[2] Cual he indicado en todos mis
trabajos sobre el tema, el término “narcotráfico” o más recientemente
“narcoterrorismo” (de factura estadounidense) conduce a importantes errores en
el análisis, la comprensión y la solución del problema del consumo, la
comercialización y la producción de drogas, tanto en el plano nacional e
internacional como hemisférico; ya que sólo induce a pensar en la comercialización
y transporte (tráfico) de algunas drogas ilegales (marihuana, morfina, cocaína)
y en los llamados “delitos conexos” real o presuntamente vinculados a esas
actividades. Se excluyen así del campo del análisis otras drogas legales
(barbitúricos, anfetaminas, analgésicos), ilegales (cual es el caso de las
drogas sintéticas) o socialmente aceptadas, cual es el caso del alcohol.
También se excluyen los más importantes eslabones del problema de las drogas en
general y en particular de las drogas ilegales: consumo/demanda; producción,
procesamiento y comercialización de insumos industriales legalmente producidos
que sirven como precursores para la producción tanto de drogas extraídas de las
plantas, como de drogas sintéticas o semisintéticas.
Asimismo, se excluyen el financiamiento, almacenamiento, transporte de esas
drogas y el peliagudo tema del “lavado de dinero”. Como se ha insistido, la
mayor parte de esas actividades están estrechamente asociadas con empresas
legales sin cuyo concurso (consciente o inconsciente) sería muy difícil
producir esas mercancías y, mucho menos, realizar todos los movimientos de
capitales y ganancias que produce esa negocio en todo el mundo. Por lo antes
dicho, para referir el objeto de mi análisis, utilizaré el lenguaje empleado
por la ONU. Es decir “el problema de las drogas ilegales y otros delitos
conexos”.
[3] Entre otros de mis textos sobre esos temas puede consultarse: "El
`narcotráfico' en las relaciones interamericanas: un enfoque estructural",
en Cuadernos de Nuestra América, La
Habana, julio-diciembre de 1987; "`Narcotráfico' y conflictos sociales y
políticos en América Latina: algunas hipótesis", en Cuadernos de Nuestra América, La Habana, enero-junio de
1990;“’Narcotráfico’ y subdesarrollo en América Latina y el Caribe: algunas
reflexiones”, en Drogas, sociedades
adictas y economía subterránea, Cochabamba, Bolivia, 1992. También puede
consultarse: “Nuevo ‘orden’ mundial, integración y derechos humanos en el
Caribe: Apuntes para una reconceptualización”, en Globalización, Integración y Derechos
Humanos en el Caribe,
[4] Según la OFDPD de la ONU, puede
afirmarse que hay dos clases importantes de drogas: las “sintéticas” y las
“extraídas de las plantas”. El rasgo diferencial de las drogas sintéticas
(anfetaminas, metanfetaminas, barbitúricos,
alucinógenos, “éxtasis”, ciertos analgésicos, LSD, metacuolona)
con relación a las extraídas de las plantas, es que las primeras se sintetizan
en laboratorios, normalmente a partir de productos químicos “de las
estanterías” (denominados precursores o sustancias iniciales). Por el
contrario, las drogas extraídas de las plantas –aunque requieren algunos
precursores de fácil obtención en el mercado mundial (por ejemplo, queroseno,
ácido clorhídrico y sulfúrico)— sólo pueden obtenerse procesando un producto
vegetal. Este es el caso del opio y la morfina, de la cocaína y de algunos
derivados de la planta cannabis (popularmente
conocida como mariguana). Cuando en el proceso de
fabricación de una droga en laboratorio se utilizan productos químicos de “las
estanterías” y plantas naturales, se utiliza el término “droga semisintética”. Este es el caso de la heroína.
[5] Las
primeras referencias a esos conceptos pueden encontrarse en el pensamiento
geopolítico de uno de los Padres Fundadores, secretario de Estado (1789-1794) y
posterior presidente de los Estados Unidos (1801-1809), Thomas Jefferson; quien sin ambages proclamó que el control de las
naciones colocadas en el Golfo de México, en el Caribe y en el istmo centroamericano
formaban parte de la “seguridad continental” de su país.
[6] Los
interesados pueden consultar: “El ‘Nuevo Orden Panamericano’ y la ‘Guerra
contra el terrorismo’: algunas tesis e hipótesis”, ponencia presentada a
Primera Conferencia de Estudios Americanos, efectuada en La Habana, Cuba, en
junio del 2002; “La ‘Nueva’ Estrategia de ‘seguridad imperial’ de los Estados
Unidos: Implicaciones para la paz, para el Derecho Internacional Público
Contemporáneo y para el ‘Nuevo Orden Panamericano”, ponencia presentada al
evento internacional Por el Equilibrio del Mundo, efectuado en la Ciudad
de La Habana, en ocasión del 150 Aniversario del Natalicio de José Martí (28 de
enero del 2003); y “La estrategia de seguridad imperial de los Estados Unidos:
Implicaciones para el Gran Caribe”, ponencia presentada a la XXVIII Conferencia Anual de la Asociación
de Estudios del Caribe, efectuada en Belice, entre el 26 y el 30 de mayo del
2003.
[7] George W. Bush: La Estrategia
de Seguridad Nacional, en http://usembassy.State.gov/colombia/wwwses01.shtml,
8 de octubre del 2002.
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