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La Reducción de Daños, el reconocimiento de dos situaciones
Alberto
Calabrese.—
Quiero decir que participé en el gobierno de la Alianza, y en 2.001 de la
reunión de las Naciones Unidas referida al tema de reducción de daños.
En
primer lugar, tuve la suerte —el honor personal— de decir que fui el primer
preopinante en favor de la reducción de daños en la primera discusión que
hubo en el mundo sobre este tema, y la ganamos frente al criterio de las
potencias más fuertes que estaban en contra de esta política.
Curiosamente, creí que esto ya estaba saldado y nuevamente vi la misma
discusión, cambiando los actores pero con los mismos argumentos tratando de
retrotraer la situación a un estado anterior.
No creo
que la reducción de daños sea la panacea universal del tema de drogas,
porque en última instancia es nada más que el reconocimiento de dos
situaciones. Una, que a veces por tratado que esté quien se quiere tratar
necesita algo para sostenerse, que va más allá de lo que las leyes que le
quieran decir lo que tiene que hacer, ya sea por propio deseo o por propia
imposibilidad, que es absolutamente respetable y por lo tanto necesita otra
respuesta.
La otra,
es que en última instancia es una reducción del sistema médico porque le
estamos dando la categorización a la situación de la repetición compulsiva,
la contienda de la enfermedad. Esto es un problema social global, en este y
en cualquier otro lugar del mundo, aunque en general se lo caracterice en
forma acotada.
Sin
embargo, dentro de las respuestas que le pueda brindar el sistema de salud,
puede resultar la imposibilidad de resolver y aún con diversas metodologías,
la manifestación compulsiva y de ahí surge la necesidad de brindar
respuestas que acoten el daño, evitando contagios, depresiones
incontrolables y conductas delictivas para obtener sustancias, entre otras
cosas
A pesar
de que tenemos filósofos de la basura que dicen que estamos frente a una
epidemia, a una pandemia y no sé a cuantas demias que andan por ahí, en
realidad, estamos frente a algo que se definió en los siglos XIX y XX, y que
hoy por hoy está exacerbado y es el profundo malestar de una cultura, que ve
en el consumo lo que jamás puede satisfacer en la práctica. Entre otras
cosas, porque al consumo sólo pueden acceder algunos y no todos.
Por otra
parte, la sustancia por una cuestión emblemática y de identificación a
través del poder y del dinero, —no puede hacer el desarrollo de todo esto,
pero quiero mencionarlo como introducción—, significa una manera de
apropiarse en esta sustancia de todos los factores de consumo. La gente que
consume drogas no solamente sabe que está consumiendo algo emblemático
—sobre todo en nuestros países—, sino que además hay una enorme cantidad de
ricos, famosos y los que pueden, que consumen y no son sancionados.
Recordemos algo simple, en nuestro país jamás hay
procedimientos en los boliches bailables donde se consume éxtasis. Esto en
cambio es un tema para bailantas, pegamentos o pasta base. Si tenemos en
cuenta esto, como así también, que la Secretaría Nacional de la cual formé
parte en una época y con otra perspectiva; en la actualidad, se dedica
empeñosamente a tratar de reunir un Consejo de Notables que intenta
demostrar, primero, que la descriminalización de la tenencia para uso
personal es un delito en nuestra patria. Segundo, que todas las políticas de
reducción del daño también forman parte de ese delito; teniendo en cuenta
esto es que todos los que estamos presentes somos delincuentes. De lo cual
me alegro, porque ser delincuente de la inteligencia es mejor que ser un
estúpido de la obsecuencia. (Aplausos)
Por otra
parte, en este momento y bajo esa égida de “pensamiento” se han dedicado a
reforzar su presencia y darle pie a que los medios sigan sosteniendo que
todo esto es política de daño, cuando el daño es la falta de esta política.
Y entonces, soy pesimista respecto de lo que pueda producir el país en un
futuro inmediato, tal vez mediato, en cuanto al hecho de llegar a Viena con
una postura saludable respecto de estas cuestiones.
Sin ir
más lejos, yo estuve presente a través de una invitación que me hicieron
—creo que porque no se dieron cuenta— en la Cancillería, para preparar la
reunión por el tema de prevención en comunidad. Y me di cuenta cuando
llegaron las lecturas oficiales, que en realidad todo lo que se decía —amén
de que mucha de la gente que estaba ahí no sabía para qué se la había
convocado y hablaba de cosas que no venían a cuento, por ejemplo cómo es mi
programa y cómo funciona, cuando todos sabemos que en los documentos no
entran más de 10 renglones de propuestas.
Lo que
hay que dejar bien claro de esta situación es que cuando vamos a una reunión
de este tipo, tenemos que dejar profundamente sentado que lo que queremos es
profundizar los temas que hacen que la gente pueda vivir mejor. Esto es lo
curioso, porque la gente piensa todo lo contrario. O sea, el decir de “doña
Rosa” retroalimentado desde el discurso que manejan los medios de
comunicación masiva vuelve a asentarse en algo que es viejo como el mundo y
que lamentablemente es la naturaleza del prejuicio. Tan sencillo como eso.
El prejuicio es lo que maneja toda esta cuestión de las sustancias.
Nos
comentaba el señor belga que en la Rural de Buenos Aires hay un
importantísimo congreso de la industria vitivinícola, con pruebas y
degustaciones. Y es un evento de estos que pegan, porque está de moda el
saber de vinos. Pero ¿cuándo llega un adicto con el vino, el whisky o el
vodka a la atención? cuando ya toda la otra sucesión de hechos lo empujaron
a eso, a ser enfocado es decir, cuando se peleó con el jefe, lo echaron del
trabajo, se peleó con la mujer, lo echaron de la familia, los hijos no van
al colegio, etcétera. Ahí se significa como adicto o paciente, antes no.
En este
campo, como estamos obrando desde el prejuicio apenas denuncia que es adicto
a una sustancia psicoactiva, abusador, no necesariamente adicto, le caemos
encima y le ponemos una opción de hierro: se trata o va preso. Y con este
sistema no solamente nos ha ido pésimo, sino que como ya se dijo
precedentemente, no logramos que todas las 200 mil personas que pasaron por
los sistemas de detención para poder ver si se hacían mejores, salvo
excepciones, no les ha ido mejor que si no hubieran hecho nada o si hubieran
podido acercarse a una red de salud dispuestas a recibirlo cuando fuera
necesario.
Pero acá
se siguen manejando todas las cosas en función de “cayó en la droga”, “se
salvó de ella”o “lo rescataron de la droga”. En vez de decir: “cayó en la
contradicción que esta sociedad presenta, entre otras cosas, aunque no tenga
drogas en el medio”. Es un producto del consumo, que a diferencia de otros
consume sustancias psicoactivas prohibidas, pero es en definitiva un
producto del consumo. La droga es un consumo de consumos, por masificada y
emblemática. Eso hay que acordárselo siempre.
Yo he
invitado a muchas personas a firmar un documento presionando a nuestras
autoridades con todos los ítemes que queremos que llegue a ser tratado en
Naciones Unidas cuando se revisen todas estas cosas, porque no confío en
funcionarios puestos a la veleta de temas que no manejan y solamente
orientan desde su particular prejuicio.
Hay una cosa que quiero agregar y es sobre el
dispositivo social que se crea con esto de poner a alguien bajo tratamiento
o bajo una situación penal. Lo dije el otro día cuando se inauguró esto y
estando en el público: hay algo que estamos fabricando que es una
identificación del sistema penal cuando una cantidad de sectores sociales
descreen de las instituciones y de sus representantes, encuentran
identificación en el sistema panel que lo alberga. Infinidad de veces lo he
escuchado de boca de los pacientes, ahora voy al lugar donde me entienden,
ahora voy a estar con compañeros de situación, ahora me van a bancar Y
empiezan a jugarse otros códigos. No nos asombremos de la violencia del
encierro, porque es la supervivencia expansiva de quien quiere sentirse
admirado por sentirse identificado y no un paria en una sociedad que no le
da lugar. Esto lo tenemos que tener presente.
También en algo significativo en la sociedad
globalizada, los parias y excluidos, dejan de serlo.
Cuando se agrupan para sentirse identificados,
respetables por y ante sus pares y a contramano de una sociedad
estratificante y exclusora.
Esto va
mucho más allá de la política de salud, la política de salud es una parte de
la política general y de la política social que tenemos que tener sobre
esto. Porque si tuviéramos políticas sociales encargadas de tramar la
situación de la salud , con la de educación, con la cultural y con la del
trabajo, tendríamos mucha más salud.
Es
cierto que hay adictos en los países más ricos del orbe, como también hay
adictos en los sectores más ricos de nuestra sociedad, pero tienen que ver
con lo mismo: el común denominador es la carencia, la falta de
identificación, el asentido y el contraproyecto.
Si
brindamos todo los contrario, entonces vamos a tener posibilidades de tener
políticas, decir en Naciones Unidas lo que queremos y lograr que muchas
menos personas se sientan identificados a partir de la única y pobre
situación de ser adicto. Donde se resignifica desde otros sistemas ordenados
entre comillas y salen con esta figura lamentable de ex—adictos. Como uno
pudiera ser soy ex—operado del apéndice o del pulmón como forma de sentirme
alguien. O como dijo muy bien una persona que trabaja conmigo: presentar a
un ex—adicto como tal, es como si yo fuera concertista y me dijeran: éste es
el ex contador tal y por eso lo presentamos como concertista. Sin embargo
ésta (la de las adicciones)es la única y paradojal situación donde sí se
busca esa identificación para resultar ser algo.
Volvamos
al tema de las políticas y las Naciones Unidas. Lamentablemente las
políticas son resultado de personas. Justamente lo que vi en Naciones Unidas
es que uno que había sido de la delegación y te mostraba una posición
distinta, eso obedecía a directivas políticas superiores del gobierno de
turno. No vamos a creer que la España actual tiene el mismo tipo de
actuación que la España de hace 6 meses. Eso cae de suyo.
Creo yo,
y esto lo digo con deseo y como esperando, que el gobierno actual tiene una
serie de posturas muy coherentes en determinados temas, entre ellos el de
los derechos humanos, ojalá entienda que esto es también es un tema de
derechos humanos y aporte una nueva visión de políticas que no vuelva a
volcar de nuevo en nuestras cabezas y en nuestra firma en Naciones Unidas el
descrédito y el absurdo de sentido que estamos defendiendo al mundo,
sosteniendo estas estupideces.
En este
campo como en tantos otros vivimos por este absurdo, dar vuelta las
situaciones y los sentidos.
Estados
Unidos compra ahora, por ejemplo, un nuevo avión caza. Ha pedido tres mil
aviones, cada uno cuesta doscientos millones de dólares. ¿Cuánto costaba
reforzar los diques de Nueva Orleans? 400 millones de dólares, dos aviones
nuevos. ¿Saben cuánto cuesta terminar con esta historia? Mucho menos que una
flotilla nueva de aviones.
Educación permanente, apertura, sistema sanitario receptivo, que además
soporte el hecho de que una persona pueda entrar, salir, volver, volver a
salir, etcétera, porque eso es parte de nuestra manera de comportarnos
frente a las enfermedades, y si no preguntémonos qué fue lo que pasó la
última vez que fuimos al dentista y nos dijo “vuelva dentro de tanto tiempo”
y nos olvidamos hasta que nos dolió de nuevo.
Que no
nos suceda de nuevo esto de seguir recreando la discriminación, el
descrédito, el señalamiento y la identificación negativa hacia el sistema
criminal, de gente que no debería estar ahí bajo ningún aspecto.
Nuestros
chicos no tienen que hacer, no porque se droguen, sino que, justamente, se
drogan porque no tienen que hacer. Esto no es un trabalenguas, es una
observación cotidiana de cualquier callejón de Buenos Aires. Están
desposeídos de objetivos a largo plazo, incoherentes e imposibilitados de
concretarlos de inmediatos.
Por
último, las Naciones Unidas son un gran campo que está manejado por una sola
potencia. Esto hay que tenerlo claro, la política de drogas de los últimos
años, inclusive dichos sobre terminar con determinadas sustancias en cinco y
diez años, son traducciones de cuestiones que se dijeron en inglés. Esto
solamente se termina si logramos en este momento esa resolución histórica
hecha por los países del tercer mundo frente a la opinión, miren que
curioso, de Estados Unidos, la Unión Soviética y una lista de países
islámicos, en ese momento, productores de la medida dura acerca de no dar
jeringas a los drogadictos porque eso era extender la inmoralidad de las
sustancias —textuales palabras del representante de Suecia—. En la segunda
discusión que vi, varios años después, la posición dura era la holandesa, la
blanda era la alemana, que fue la que triunfó. Son ópticas y maneras de
entender el mundo. Por supuesto, que esto no nos clasifica de
contestatarios, enemigos de que la gente se enferme, que estén todos tirados
en la calle, nada más contrario mi pensamiento. Busquen “proyecto”, su
etimología en latín es “yo el que puedo”. Si hay algo que quiero y algo que
pido siempre es: salgamos de la sociedad de la impotencia.
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