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Bibliografía temática Red de 'Cultivos de uso ilícito BÚSQUEDA |
Los desafíos y la inclusión de los ciudadanos en el debate
Sr. Moderador. -
Tiene la palabra Joep Oomen, director de la asociación europea Encod.
Sr. Oomen. –
ENCOD es una plataforma
de unas ciento veinte organizaciones y
personas en Europa que son afectadas por la política de drogas. O sea,
somos ciudadanos consumidores, familiares, trabajadores de salud,
investigadores, académicos, expertos, empresarios de marihuana – cuyo
negocio está en la zona gris, en la producción y la venta de
parafernalia o semillas de cáñamo, que empieza a ser un sector
industrial bastante fuerte en Europa-
así como activistas políticos y sociales.
No tenemos presencia oficial en los lugares
de decisión política. Sin embargo, somos nosotros los que más
directamente y más seriamente estamos afectados por las políticas de
drogas.
En la tabla se puede ver el dilema en el
que estamos todos nosotros. Es la distribución de beneficios y daños en
el fenómeno de las drogas.
Tanto dentro del aparato del control de
drogas como dentro del mercado de las drogas está claro que los
ciudadanos individuales, los que cotidianamente estamos afectados por el
fenómeno de las drogas, tenemos el mayor peso de problemas y gozamos de
la parte mínima de los beneficios, mientras que con las instituciones
internacionales oficiales, como las Naciones Unidas, y las no oficiales,
como la mafia global, sucede exactamente lo contrario. Cuanto más
logramos incrementar la participación de ciudadanos en el debate sobre
las futuras políticas de drogas, más podemos suponer que a este nivel de
decisiones hay por lo menos más consciencia del impacto de las
políticas. Y que esas políticas reflejarán más las necesidades que
tenemos en el terreno.
Para lograr todo ello, veo tres grandes
desafíos externos y uno interno. El primer desafío externo es el tabú
social, la estigmatización del tema de drogas que conocemos todos
nosotros. Es muy diferente del alcohol o del tabaco. La forma en que la
mayor parte de la gente piensa o siente sobre las drogas está basada
sobre la ignorancia y el temor, después de años de desinformación y de
propaganda.
Este tabú social tiene consecuencias muy
nefastas para las personas involucradas, pero debemos tomar en cuenta
que esto también es un fenómeno que está bien arraigado en la sociedad y
no podemos cambiarlo de la noche a la mañana. Es algo que está dentro de
la sociedad. No podemos erradicarlo. Tal vez tiene sus lados positivos,
porque nos recuerda que las drogas como tales jamás pueden ser una
solución para los problemas; a lo mejor son un vehículo para encontrar
algunos conocimientos pero no son una solución.
Hay ciertos riesgos en el consumo de las
drogas y, por lo tanto, siempre va a ser necesaria una especie de
control social como medida también de prevención de problemas.
El segundo desafío es el tabú legal, que ya
es más jodido. Es el que ha sido instalado con la prohibición
internacional de drogas en el 1961 y es la justificación de la
criminalización de los excluidos sociales.
La prohibición de las drogas sirve hoy para
criminalizar y perseguir a millones de personas en todo el mundo. Y al
mismo tiempo sirve para dar legitimidad a todo un aparato militar,
policial y jurídico que supuestamente está destinado a luchar contra las
drogas, mientras que lo que está haciendo muchas veces es algo muy
distinto.
Ese tabú legal obliga al productor, al
consumidor, al distribuidor de drogas a vivir una doble vida, a ocultar
su actividad, a ocultar una parte de su vida. Y en sí mismo crea,
entonces, una situación en la que los problemas relacionados con los
fenómenos de las drogas se incrementan.
Muchos problemas de salud en los que
incurre un consumidor de drogas no son necesarios y son precisamente
provocados por el hecho de que las drogas son ilegales. Entonces esos
mismos problemas de salud son luego utilizados como excusa para
incrementar aún más el enfoque represivo. Estamos en un círculo vicioso
en el que la misma prohibición genera su propia justificación y, para
romper ese círculo, estamos ante el tercer desafío, que es el peor: el
tabú político que tenemos en este momento, que provoca más daño a la
sociedad porque hace imposible discutir tanto el tabú social como el
legal.
El tabú social consiste en la ausencia
implícita de un debate serio sobre los pros y los contras de la
prohibición de las drogas en las estructuras de poder. No importa
cuántas estadísticas demuestran los enormes fracasos de la guerra contra
las drogas. Esta guerra sigue sin cuestionarse.
La mayor parte de los políticos suelen
confiar en la información que reciben de los medios de comunicación
alimentados por las mismas autoridades, nacionales e internacionales,
que son responsables de la lucha contra las drogas. Entonces, ahí se
produce un vacío. Los que diseñan las políticas de drogas lo están
haciendo en un vacío total, fuera de la atención pública, detrás de
puertas bien cerradas, donde no se da ningún pensamiento serio sobre
medidas pacíficas para combatir problemas, como por ejemplo el tema del
narcotráfico, o el terrorismo.
Vean Ustedes: una medida muy fácil para
reducir la fuente de financiación del terrorismo internacional sería la
legalización del mercado de las drogas. Porque actualmente es una fuente
de ingreso importante de los grupos terroristas. Sin embargo, esa medida
no se discute, no se toma en serio, no aparecee en los medios de
comunicación.
En general, entonces, vemos que debido a
este tabú político el movimiento de ciudadanos que estamos afectados por
las políticas de drogas continuamos sin acceso a las esferas donde se
discuten las políticas y no existe ningún debate abierto. Hay momentos
esporádicos como este, pero también ocurre en espacios ya ocupados por
nuestros propios aliados. Entonces no hay mucho debate tampoco. No es un
debate abierto sobre los pros y los contras de la prohibición; todos
estamos más o menos de acuerdo.
Entonces, estos son más o menos los tres
desafíos externos.
Ahora veamos el desafío de carácter
interno, que es también importante. El movimiento de organizaciones, de
individuos, de partidos, de personas que planteamos la necesidad de
poner fin a la guerra de las drogas -todos nosotros tenemos nuestros
propios matices pero esta es la causa común- consiste en un universo muy
diverso de personas. Podemos coincidir todos en este campo, en este
tema, pero en otros temas puede ser que no compartamos las mismas idas y
actitudes. Por lo tanto, es difícil también construir una voz fuerte
entre nosotros.
Hay diferencias de forma y de fondo, hay
celos personales y profesionales y hay discrepancias culturales y
sociales además de los obstáculos de siempre, que son los de lengua, la
desigualdad en cuanto a recursos económicos; o sea la desigualdad de
oportunidades. Son problemas que estaban aquí ya mucho tiempo antes de
que nosotros nazcamos y estarán después de que nosotros muramos.
Entonces no los podemos cambiar tan fácilmente. La diversidad también es
una riqueza, tenemos que aprovecharla.
Es importante darnos cuenta de que somos
parte de un movimiento que ha estado aquí durante mucho tiempo; nosotros
solamente estamos participando de él un tiempo limitado, el tiempo en
que vivimos. Este es un movimiento, una fuerza histórica, que siempre ha
estado presente en el mundo y siempre ha estado buscando una convivencia
pacífica entre los seres humanos y las sustancias que nos alteran y
amplían la conciencia. Si entendemos esto, podemos tratar de ver cuál es
el común denominador de este movimiento. Ese común denominador son dos
cosas: un sistema que reduzca daños e incremente beneficios y un modelo
en el que las relaciones de poder económico, político y social entre los
seres humanos, las poblaciones y los continentes sean más justas, y
menos corruptas de lo que son hoy. Entonces, comencemos a tratar de ver
la sociedad como un lugar donde los seres humanos y la naturaleza
podamos convivir el uno con el otro en lugar de competir. Esa
competencia la estamos viendo hasta en nuestro propio movimiento y es
importante que tratemos de dejarla atrás.
Las prioridades que tenemos para el futuro son tres. Una es una
oportunidad muy concreta, la de 2008, caundo se va a evaluar la política
de Naciones Unidas de los últimos diez años. Lo que realmente se
evaluará es la base de la política de las Naciones Unidas, que son las
convenciones. Ahí hay una oportunidad.
En el proceso hacia 2008 tenemos que tratar
de construir una masa crítica, que será necesaria para obligar a los
gobiernos a hacer un debate público en torno a este momento crucial, que
haya un debate sobre los pros y los contras de la prohibición. Estoy
seguro de que si tenemos un debate serio, en televisión o en los
periódicos, acerca de cuáles son los beneficios que ha traído la
prohibición de drogas al mundo, lo ganamos en cinco minutos. Los mismos
partidarios de la prohibición no saben explicar cuál es el beneficio de
la misma. Simplemente no lo saben explicar.
Para la masa crítica tenemos que hacer
aliados dentro del establecimiento, entre autoridades locales,
funcionarios, parlamentarios, expertos y periodistas. Pero esa masa
crítica necesita la formación de un movimiento ciudadano que reclame el
derecho a participar en un ejercicio de democracia participativa, una
noción que viene también de todas las culturas, que existe en cada
comunidad, y que tanto se necesita en este tema de las drogas.
Tenía muchas más cosas para decir, pero
lamentablemente no hay tiempo. Gracias.
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