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EL PAPEL DE LA COCA


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El Coqueo Andino  

Baldomero Cáceres. — En realidad, soy un interesado en el tema de “las drogas, porque confieso que soy un “multiadicto”., muy satisfecho con mis “vicios”. . Sufro lo que en el lenguaje psiquiátrico llamaríamos “adicciones” o “farmacodependencias” de acuerdo a la jerga de la Organización Mundial de la Salud, atendiendo a su Comité de Expertos. Dentro de “mis adicciones  están la hoja de coca, el tabaco y otra planta mal vista, inocente ella, la Santa María, macoña o marihuana. También a la hora del desayuno soy adicto al café con leche.  Y al pan con mantequilla. Lo que no saben ni pueden distinguir los psiquiatras es que hay adicciones saludables y otras ciertamente nocivas. La adicción en sí no es patológica, o todos somos “adictos” que necesitamos “terapia”. El reconocido psiquiatra- antipsiquiatraThomas Szasz, ha señalado debidamente como la Psiquiatría no sólo ha corrompido nuestro  sentido común y la ley sino que también ha corrompido nuestro lenguaje, porque ha hecho de esa fantasmagórica enfermedad “mental”, “adicción “, su tema de predica y  gran negocio.

             Ustedes saben –en efecto- que hoy se habla de “adicciones” muy diversas que requieren “tratamiento”. Entre ellos se incluye, por ejemplo, el amor en un matrimonio que anda discrepando y peleando que es visto como “adicción sado-masoquista” y consiguientemente habría que tratar a la pareja. Lo único que no ven como motivo de tratamiento es la adicción al consultorio psiquiátrico, ni a las medicinas psiquiátricas, ni tampoco al psicoanalisis.

La hoja de coca      

          Personalmente,  a lo que me he dedicado en los últimos veinticinco años como psicólogo social es a la defensa de la hoja de coca y del coqueo andino. El coqueo que en el año 1978 fue considerado por la ley peruana[1]  como una “toxicomanía”, de la cual debíamos liberar a los pueblos originarios según estableció la Convención Única de Estupefacientes de 1961. Y tal condena fue el resultado de una leyenda negra creada por psiquiatras peruanos y otros que, anticipàndome a la ley, descubrí en mi primer artículo, publicado en 1977 en el diario La Prensa de Lima con el título La Coca, el Mundo Andino y los extirpadores de idolatrías del s. XX. Fue condensado y recogido en el número especial de América Indígena 4 (1978), la revista del Instituto Indigenista Interamericano que reivindicó continentalmente la costumbre tradicional.

  Abreviemos la historia. En mi patria, la figura de don Hermilio Valdizán, fundador de la Cátedra de Psiquiatría y primer titular de la misma entre 1917 y 1929, es una figura “de culto” por multiples motivos. Entre ellos por ser autor, con Angel Maldonado de una valiosa recuperación de documentos de la historia de la medicina popular en nuestro medio[2]. Estudiando en 1912 la especialidad en Roma, leyó el famoso texto Psiquiatria de Emil  Kraepelin —el manual  estudiado en todo el mundo— donde el coqueo andino era considerado una “intoxicación crónica”. Entonces, el doctor Valdizán debió pensar  algo así como  ¡Ajá!, ya sabemos ahora por qué está degenerada la raza.. Se apresuró por ello a enviar un alarmante artículo, El cocainismo y la raza indígena  Nota preliminar al estudio del cocainismo en el Perú, publicado en una revista médica limeña (La Crónica Médica, 15 de agosto de 1913). Este “pensamiento” psiquiátrico prevaleció en la Cátedra de Psiquiatría “formando” a los profesionales  de la “salud mental” dentro de la escuela.

Luego vinieron sus seguidores de los años cuarenta, especialmente Carlos Gutiérrez Noriega, dedicados a aportar “pruebas” del daño causado por el coqueo. Para ello Gutiérrez Noriega se preguntó si llevaba a la “enfermedad mental”,  para lo que no tuvo  mejor idea que ir al manicomio central de Lima, Hospital Victor Larco Herrera, y examinar a los internos que coqueaban. Naturalmente, atribuyó diversos síntomas al coqueo. No se le ocurrió ir al club social de Trujillo, la ciudad norteña peruana, zona de producción tradicional, donde los señores jugaban a las cartas teniendo en la noche al lado sus hojas de coca, como posiblemente suceda en Salta. ¿Para qué si ya estaba probado que la coca llevaba a la enfermedad mental y nadie- dada su autoridad psiquiátrica- le contradecia?


Después Gutiérrez Noriega quiso demostrar que la hoja de coca llevaba a la delincuencia. ¿Dónde fue a buscar a los consumidores? Siguiendo “la logica” de su investigaciones fue a la Cárcel Central, con la consigna de desconfiar de lo que los prisioneros respondieran e interrogarlos a presión. Uno de ellos  —en esa época en Lima había ladrones finos que no despertaban siquiera a la gente cuando robaban de madrugada subiendo por los techos— confesó que antes de salir a robar, coqueaba, porque le daba energía y agilidad. La misión estaba cumplida. la hipótesis de trabajo estaba confirmada:el coqueo quedó ligado a la criminalidad.

Por último, quiso probar que el coqueo llevaba a la debilidad mental. Entonces tomó el test de inteligencia de Binet traducido al español y aplicado por medio de un intérprete quechuahablante a una poblacion analfabeta. No reparó en que la prueba era inadecuada. Reconozo que ésta es una rápida caricatura de presuntas investigaciones científicas que ganaron para Gutiérrez Noriega el Premio Nacional de Cultura en el Perú de 1946.

En esa época -estamos hablando de los años cuarenta- tal versión cobró tanta fuerza que el gobierno peruano solicitó a las Naciones Unidas que mandaran una comisión de expertos para determinar  si la coca era “nociva o no”. En tal gestión le cabe responsabilidad a un argentino, el doctor Pablo Oswaldo Wolff, consultor de dicha comisión, quien fue autor de un memorandum preliminar acompañado por una bibliografía comentada de la coca de la cual –como he probado documentalmente- se eliminó todo lo escrito por los médicos peruanos,  comenzando por la obra de don Hipólito Unanue, fundador del Real Colegio  de Medicina de San Fernando, actual Facultad de la Universidad Nacional Mayor de Sa Marcos y ministro de don José de San Martín al momento de la independencia, quien en 1794 publicó un trabajo titulado “Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada Coca” aparecida en el Mercurio Peruano En ella Unanue afirmaba que la coca tenía un enorme porvenir por ser “el architónico del reino vegetal”. En el artículo de Valdizán que les mencioné anteriormente, se afirmaba que el elogio de Unanue era simplemente un “trabajo agronómico” que tenía como título “El cultivo de la coca”. Vale decir que lo dicho por Valdizán en 1913 sirvió para que la Comisión de las Naciones Unidas lo ignorara.

El Informe (Lake Success, 1950), que tal Comisión dejó, sirvió de apoyó para que el tribunal supremo de la inquisición psiquiátrica, el  Comité de Expertos en Farmacodependencia de la OMS (entonces “de Drogas Susceptibles de engendrar toxicomanía”), fallara a la distancia (1952-1953) dictaminando que el coqueo andino “debe ser” considerado una forma de “cocainismo” y, por lo tanto, una “adicción”. Sentada y difundida la sentencia, la hoja de coca perdió por completo prestigio ante los gobiernos andinos y fue con tal sustento que la hoja de coca fue incluida en la Lista 1 de la Convención Única de Estupefacientes de 1961.

Lo interesante es que el caso de la hoja de coca no es el único en el cual, para condenar a una sustancia, se han eliminado los testimonios médicos. Lo mismo ha ocurrido en el caso de la marihuana y en el de la amapola del opio.

En Lima siempre hago presente como ilustración de ello, que en el diario El Comercio, decano de la prensa nacional, en una columna titulada “Sucedió hace un siglo” se registró la llegada a las farmacias de Lima, en 1888, de los famosos cigarrillos del cáñamo de la India que se recomendaban para diversos trastornos como insomnio, inapetencia, nerviosismo. En fin, una serie de recomendaciones médicas que ahora están recobrando fuerza, pero que en esa época eran aceptadas por todo el mundo. Para felicidad del siglo XIX, la psiquiatría no había surgido todavía como el sacerdocio de la era racional en la cual ellos, los psiquiatras, han sido autorizados para determinar qué es ·”normal ” y qué es “patológico”.

Debe aclararse por eso que, cuando se habla de la confusión enorme que domina el tema de “las drogas”, se omite considerar que tal confusión es debida a un discurso oscurantista estrictamente psiquiátrico que no corresponde a la apreciación médica de hábitos y  sustancias. Por lo tanto, cuando en referencia a “la drogas”se habla de un problema ”de salud”, en realidad se está hablando de un problema de salud “mental”, definido por los psiquiatras, quienes son justamente lllamados  “shrinkers” o “encogedores” de la conciencia por oponerse a todo lo que permita superar los avatares de la existencia sin su asistencia, convertidos en sacerdotes- inquisidores al cual se recurre oficialmente

Los psiquiatras han sido aceptados como voz  autorizada” en todos los problemas humanos, desde un asesinato a un divorcio, actuando como “expertos” en conducta humana .


De la Inquisición comparte la Psiquiatría la inapelabilidad de sus fallos. Era “herejía” punible lo que el Santo Oficio consideraba tal. Al igual que entonces, la persona diagnosticada hoy por un psiquiatra pierde el derecho de defensa. De ahí que los usuarios de lo prohibido se inhiban de confesar y defender sus usos para no exponerse como “drogadictos”.

De la cocaína.

Hace muchos años atrás, en una revista humorística de Lima, El Idiota Ilustrado,apareció una portada que decía: “Baldomero Cáceres declara: “Mi mamá de chiquito me daba cocaína”.

Cuando llegué a casa —aún mi madre vivía— la encontré alarmada por mi declaración .¿Cómo pude decir semejante cosa? Tuve que recordarle las pastillas de mentol, cocaína y bórax para el dolor de garganta que me compraba sueltas en la farmacia en los años cincuenta y que me daba al iniciarse el otoño para que las fuera chupando en las mañanas, cuando iba al colegio con la  garúa limeñá. Se vendían sueltas y libremente porque la cocaína, satanizada antes que la coca, con menos argumentos que los esgrimidos en su caso, simplemente era todavía un anestésico y estimulante presente ampliamente en la farmacopea.

Su temprana estigmatización como el “tercer flagelo” por Erlenmeyer (1885) fue el resultado de los casos de abuso que se dieran en Viena a raíz de la amplia difusión que logro el ensayo de Sigmund Freud Über Coca (1884). A Freud le pareció tan  notable el efecto que la recomendo sin advertencia alguna sobre posibles excesos. Pese a que dejó de defenderla por la crítica y censura social que siguió a la condena de Erlenmeyer, Freud la siguió usando al menos hasta iniciado el siglo XX, como consta por la correspondencia completa con su amigo Fliess publicada `por J.M Masson  en 1985. Como declaró en una carta desde París a su novia, “le soltaba la lengua”, razón para su uso aprovechada hasta hoy día por políticos, escritores y periodistas. Aunque no comparto la afición creo que los usuarios podrían hacer una legítima defensa frente a la desacreditación psiquiátrica. Por una serie de razones, aprovechando la clara expresión de una entrevistadora de la televisión limeña, lo que propondría al respecto es sacar a la cocaína de la calle y devolverla a la farmacia, de donde no debió ser excluida.al acatar la opinión psiquiátrica sobre ella.

Psiquiatría y sistema.

Tenemos que mirar con claridad al enemigo en esta “guerra contra las drogas” que mantoiene el sistema.. Y son ellos, los psiquiatras quienes han predicado y sostienen la guerra, al igual que los antiguos sacerdotes predicaban pero no la hacían la guerra, manteniendo las manos limpias.

Por lo expuesto, revisar y denunciar tales supuestos psiquiátricos que dan origen al “ problema de las drogas “ debería ser la meta. Meta bastante audaz porque,¿quién se mete con el sacerdocio establecido, que está en el poder y es consultor de los gobiernos y de los servicios de inteligencia?

Es la Psiquiatría, esa seudo ciencia, la que ha desprestigiado plantas medicinales del sistema nervioso que contaban con el respaldo de respetables tradiciones como la amapola del opio, el cáñamo de la India y la coca andina. Pero con el etnocentrismo occidental iluminista fueron desvirtuadas las tradiciones que, sin embargo, hoy se están rescatando

 En el siglo XIX, cuando la medicina se caracterizaba por ser experimetal y crítica, se habló de ciertas sustancias, como el café, el té o la coca, como “alimentos de ahorro”, razón de su apetencia y valor. Hoy se sabe, a partir del descubrimiento de las endorfinas que en el sistema nervioso hay receptores especializados para las sustancias activas de esas plantas. Por lo tanto, sería totalmente natural su uso habitual, ofreciendo a sus consumidores más  seguridad que la ofrecida por los grandes compañías farmacéuticas con su drogas sintéticas, las que se promocionan sin prestar importancia a los efectos laterales negativos y  el riesgo no descartado de sus efectos acumulativos. Frente a tales riesgos modernos, debemos recurrir a  esas plantas milenarias que a lo largo de los siglos han demostrado los beneficios de su uso debido. Plantas que, en efecto, nos alteran positivamente la conciencia, tal como reconocen sendas tradiciones.

No quisiera terminar -pues me sigo sintiendo ante todo profesor universitario- sin dar una referencia bibliográfica para todos los interesados. Mantengo en el servidor de la Universidad Nacional Agraria La Molina de Lima una página web COCACHASQUI  en la que encontraran los artículos personales en los cuales me apoyo para hablar con tanta libertad del tema.

Creo que el caso de la hoja de coca es muy singular. Debiera ser  la punta de diamante que rompa esa estructura rígida de las Convenciones internacionales, porque hay un expediente inculpatorio en las Naciones Unidas, representado por el Informe de la Comisión de las NN.UU citado que hace medio siglo sustentó su condena. Será reabierto cuando uno o más paises andinos denuncien que en el proceso fueron escondidas pruebas de su respaldo médico, en beneficio de la versión psiquiátrica.

 

Ref:http://www.lamolina.edu.pe/investigacion/cocachasqui


A través de uno de los artículos míos en los que se abunda en la bibliografía y las razones que se dieron, nos podemos remitir acusando de que se escondieron pruebas. Es más, creo que en los Estados Unidos un juicio se reabre si se demuestra que se han ocultado pruebas, como es el caso de la hoja de coca, de la marihuana o de la amapola de opio.

Como les dije, la información complementaria la podrán encontrar en la página web. Muchas gracias. (Aplausos.)  

 



[1] D.L 22095 dispuesto por el Gobierno militar del General Morales Bermudez, aún vigente.

[2] Valdizán, Hermilio y               La Medicina Popular Peruana. Imp.Torres Aguirre,Lima, 1922

   Maldonado,Angel

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