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Conversaciones de Paz: Cultivos ilícitos,
narcotráfico y agenda de paz
Ed. Indepaz – Mandato Ciudadano
por la paz, junio de 2000
Si el gobierno de Clinton quisiera contribuir decisivamente a liquidar los cultivos ilícitos en Colombia y no a armar la guerra, sería importante que dejara de inundar nuestro mercado con las miles y miles de toneladas de maíz que nos manda, y que servilmente nuestros gobiernos aceptan rebajando los aranceles al mínimo y exponiendo, por tanto, la producción doméstica a la ruina.
El maíz es por excelencia el cultivo de la colonización, civiliza la tierra, le quita fuerza al monte. Pero el departamento de comercio gringo ha impuesto sus condiciones y nuestro flamante Ministerio de Comercio Exterior las ha aceptado: el arancel para la importación de maíz gira alrededor del 20%. Los colonos no son capaces de competir con el maíz importado con este arancel. Y en esta imposibilidad reside uno de los resortes más poderosos que los obliga a sembrar coca.
En el año 85, por ejemplo, el precio de la coca se cayó al suelo y de $$300.000 bajó a $$80.000. Los colonos de La Macarena lograron hacer un contrato con el Idema para que éste les comprara a precios de sustentación el maíz que produjeran. Dejaron de sembrar coca y se aguantaron cultivando maíz, aun habiéndose recuperado el precio de la coca. Es una evidencia palpable del devastador efecto que tiene sobre la economía campesina –y de rebote sobre el estímulo a los cultivos ilícitos– la discriminatoria política arancelaria de nuestros gobiernos.
Los economistas del sistema me refutarán diciendo que nada se puede hacer porque es el resultado de las nuevas leyes del comercio internacional. Lo dudo. Y con argumentos: la carne en canal –la deliciosa y jugosa carne argentina– debe pagar un 70% para poder entrar a competir con la rejuda carne de los ganados costeños. Este alto arancel es una de las más descaradas formas de proteger la ganadería extensiva, que no solamente genera un bajo empleo sino que es el aliciente para concentrar más y más tierras. Las zonas de colonización están llenas de campesinos desplazados por estas tendencias.
Si el Gobierno nacional quisiera contribuir a la sustitución pacífica de los cultivos en vez de armar al Plan Colombia, podría invertir los aranceles que comentamos así: un alto arancel para el maíz importado y un bajo arancel para la carne en canal. De suerte que los colonos pudieran tener la perspectiva de un mercado protegido para su maíz y los ganaderos competir en ese mercado libre que tanto alaban –símbolo de la libertad– con la carne argentina. A pesar de lo que digan los sabios, el manejo de los aranceles es una cuestión política y por eso los ganaderos no permiten rebajar su barrera protectora y los colonos no pueden crear la suya. Mermarle fuerza a la expansión ganadera sería una forma inteligente de quitarle fuerza al conflicto armado y de disminuir la gente que llega a las zonas de colonización buscando cultivar coca.
La sustitución de los cultivos ilícitos
no se logrará
solamente encontrando alternativas de producción,
sino también
desmontando los privilegios rentísticos
que han obligado a los campesinos
a colonizar, y a cultivar coca y amapola.
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