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Conversaciones de Paz:
Cultivos ilícitos,
narcotráfico y agenda de paz
Ed. Indepaz – Mandato Ciudadano
por la paz, junio de 2000
Anotaciones a la economía ilícita de la cocaina
Mario Mejía Gutiérrez[*]
El autor recuerda algunos hechos históricos elementales. Relaciona la aparición de los cultivos ilegales con la descomposición del campesinado libre. Menciona ensayos de pastoral católica en zonas de procesamiento de base de cocaína. Adopta una posición crítica frente a la política de represión al cultivo de coca en la base campesina. Denuncia la ampliación de la represión por medios biológicos, además de los químicos actuales. Finalmente propone cuatro niveles de intervención frente a la economía ilícita de la cocaína.
El partido de los libres constituyó la base popular sobre la cual se soportó la transición de la colonia esclavista a la república mediante la llamada Guerra de Independencia: sus caudillos más historiados fueron José María Obando y José Hilario López. Es este campesinado libre la fuente colonizadora del territorio colombiano y el mismo que ha sido objeto de una inacabable serie de leyes, decretos y resoluciones nacidas de la coyuntura política de cada momento histórico. Los cincuenta años que van desde la ley 200 de 1936 hasta el chicoralazo de 1973 vieron crecer a su máxima expresión estructural la opción campesina colombiana[2].
Con el chicoralazo se impone la política del desarrollo empresarial de la agricultura en términos de revolución verde[3], cuyos resultados venimos padeciendo durante los últimos treinta años, llegando a la penosa situación actual de liquidación no solo de la opción de la agricultura empresarial sino también la del campesinado libre. Situación estructural y estratégicamente empeorable en la medida de la aceptación nacional a las políticas de globalización, de apertura al mercado libre mundial, y de sometimiento a las mercancías, ofertas y tecnología de las transnacionales que dominan el campo de los agroquímicos, las semillas y los alimentos.
Es la descomposición del campesinado libre la situación estructural dentro de la cual pueden florecer los cultivos dependientes de las economías ilícitas. Para 1973 ya se había establecido en Colombia la economía de la marihuana y para 1977 la de la cocaína, con derivación temprana a la de la heroína. En un principio tanto el cultivo como el procesamiento de la cocaína fueron empresa de grandes capos, quienes introdujeron las semillas, establecieron grandes cultivos, se procuraron procesadores químicos, importaron insumos precursores, y exportaron el producto final a través de redes apropiadas de distribución.
Es en una etapa subsiguiente, durante la crisis de capitales del 84, cuando los capos extienden el conocimiento del cultivo y el proceso de obtención de la base de cocaína al común del habitante rural, incidiendo especialmente en su sector más débil económica, social y culturalmente: los colonos. Es en este sustrato donde se desata una gran ingeniosidad para sustituir en las cocinas algunos precursores: por ejemplo, se pasa del carbonato de calcio al cemento.
Recordemos aquí que antes de la economía ilícita, las colonizaciones de Caquetá, Guaviare y Putumayo habían ya demostrado su capacidad de desarrollar economías lícitas: por ejemplo la producción porcina amazónica determinaba los precios de esta mercancía en los mercados de Bogotá, Cali y Medellín en los setentas y primeros años de los ochentas.
Las guerrillas de la selva se anotaron diversos éxitos a su favor en el proceso de cocainización de la economía colonizadora: de un lado, al ascender a un cierto grado de poder ejecutivo regional, pudieron captar simpatías del colono al arbitrar las relaciones de éste con el narcotraficante, y, de otro, fundaron el impuesto de gramaje como fuente financiera, impuesto que ahora se extiende a los precursores y en especial al dinero o capital de compra de la pasta o base.
Denominamos así la acción represiva gubernamental de erradicación de cultivos ilícitos, realizada principalmente por la vía aérea mediante herbicidas.
El herbicida más utilizado en la represión es el glifosato, mercancía estrella de la multinacional Monsanto, conocida como la trastienda de la Casa Blanca, por las estrechas relaciones entre ambos poderes mundiales. El glifosato es mortal al hombre en dosis de doscientos centímetros cúbicos; se compone de 99.04% de excipientes "inertes" venenosísimos como el POEA y la isopropilamina. El glifosato crea rápidamente resistencia, de ahí que Monsanto haya dedicado su principal esfuerzo investigativo a desarrollar semillas resistentes a este herbicida (Ferrara, 1998). Como el glifosato ataca cualquier cosa vegetal verde, se comprende fácilmente el daño que la represión puede causar y causa no solo a los cultivos asociados a los ilícitos, sino al ecosistema en general.
Pero es más; en esta guerra contra los sectores populares pobres y contra la selva, se ciernen mayores amenazas; entre ellas: la guerra bacteriológica con connotación transgénica: más negocio para las transnacionales transgénicas. El ARS - Agricultural Research Service del USDA -US Departament of Agriculture, en Beltsville, Maryland, en la persona de la doctora Deborah R. Fravel, del laboratorio para BCPD -Biocontrol of Plant Diseases ha propuesto una raza modificada de Fusariums oxysporum como control de la coca. Es conocido que el Fusarium es un grupo de hongos no solo devastadores de la agricultura sino productores de toxinas para los humanos. Se dice que estos hongos ya han sido aplicados en Perú. (Mae-Wan Ho y Angela Ryan, Open University, Reino Unido, Julio 18 / 99).
El hongo Pleonospora papavera-ceae ha sido propuesto como control de amapola (Palomino, e mail de Sept. 22 / 99).
El agresivo vocero del US State Department, Robert Gelbard, presionó el uso del terrible herbicida Tebuthiurón en la guerra contra los campesinos coqueros. Por fortuna, el propio fabricante de ese veneno advirtió acerca de su incontrolable toxicidad. (Ho y Ryan, citados).
Cualquier cosa puede ocurrir cuando los políticos del Imperio necesitan dar la impresión de que defienden a sus inocente niños contra estos degenerados latinos.
Cabe aquí recordar las dos guerras del opio, 1839-42 y 1856-50, en que las potencias europeas, particularmente Inglaterra, obligaron a China a consumir el opio producido en India e intermediado por comerciantes europeos; en estos conflictos la posición de USA fue la de la obligatoria apertura de China al libre comercio internacional incluido el opio. Con la primera guerra del opio Inglaterra obtuvo Hong Kong, y diversas colonias extranjeras, porciones de Shanghai, además de la apertura de cinco puertos. No hay moral en la política de las potencias capitalistas: hay tasa de ganancia, y ésta "aparece" generosamente en cada recoveco del camino de los estupefacientes.
La marihuana es cultivada ahora en once estados de la Unión Americana, y su producción supera actualmente el monto de la colombiana; todo ello dentro de la mayor discreción pública y bajo formas de "control" que no revisten, ni de lejos, la agresividad de las utilizadas contra cultivadores de otros países.
Al menos dos clases de cultivadores de coca deben ser diferenciados, y por lo mismo, deben ser tratados diferencialmente.
De un lado, el campesino migrante o colono, expulsado del interior del país por las políticas económicas, en especial agrarias, hacia la periferia selvática. En este migrante hay un cierto potencial de arraigo.
De otro lado, el depauperado excedente poblacional de las barriadas urbanas, expulsado también por la situación social, en especial laboral y educacional. En este migrante se observa un cierto temperamento de provisionalidad con respecto a su permanencia en la selva: su imaginario colectivo es el de la riqueza rápida para dar paso al consumo urbano desenfrenado.
Cada una de las experiencias de recomposición social, de construcción social en ambiente de estupefacientes, se ha caracterizado por un entretejido de valores. Mencionaré cuatro casos:
Proponemos a continuación cuatro niveles de trabajo frente a la economía ilícita de la cocaína, con la convicción de que esta economía ha existido, existe y existirá en la medida de la demanda de los consumidores de estupefacientes. Este mercado crecerá en el futuro próximo en la medida de la dominancia de la globalización de la economía, donde el desempleo estructural será la más desgarradora característica social. No hay globalización sin brutal competitividad, ésta sin eficiencia industrial y ésta sin empleo.
El acompañamiento por parte de organizaciones civiles y eclesiásticas es prerrequisito del trabajo en este nivel, como queda insinuado en nuestra anterior relación de experiencias. Estas señalan la proyección del trabajo hacia unidades ganaderas de sesenta reses doble propósito en treinta hectáreas, autogestión y seguridad alimentaria.
La otra gran condición en este nivel consiste en suspender la guerra contra el pueblo y contra la selva, es decir, consiste en permitir el libre cultivo de la coca, apoyándolo con industrias locales de procesamiento de la hoja, concesionarias del Estado, y organizadoras de una producción rural con inscripción de cada uno de los cultivadores y promotoras de alternativas al cultivo.
En este nivel el trabajo es fundamentalmente educativo, buscando el empleo no como subproducto del desarrollo de industriales capitalistas, sino como autoempleo, mediante la educación hacia la diversificación del trabajo. Su motor serán las microempresas familiares.
El trabajo no puede seguirse considerando costo de producción, sino fundamentalmente condición de vida, derecho humano.
En este nivel, eminentemente represivo, se sitúa la persecución a los precursores químicos y a las cocinas clandestinas (laboratorios). Aquí el lado flaco se sitúa en la corruptibilidad de los retenes y en la condición de guerra de la economía ilícita. Debemos tener en cuenta que la intervención del Imperio en la guerra logrará profundizarla.
Este nivel, también eminentemente represivo, tiene que ver con la persecución al mercado de armas y al dinero y medios financieros.
La debilidad estratégica en este nivel se sitúa en la persecución financiera, pues para las mafias del narcotráfico y las armas se han creado centenares de paraísos fiscales en un momento histórico donde el poder financiero supera al poder político de los diversos Estados, como lo señalan Martín y Schumann en "La trampa de la globalización: el ataque contra la democracia y el bienestar", 1996.
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