La escena tiene lugar en una remota capital
provincial colombiana. Funcionarios nacionales y estadounidenses se
dirigen alíderes comunitarios sobre el daño que
causan los cultivos ilícitos. Ante la advertencia que las áreas bajo
cultivo serían erradicadas mediante aspersiones aéreas, un anciano
-- un chamán indígena -- se pone de pie dirigiéndose a los
funcionarios extranjeros: "Si Uds. vienen a este lugar, tan lejano
de su propio país, en busca del mal que aflige a su gente entre
nosotros, entonces no hay la menor duda que deben estar muy
enfermos".
La ironía del viejo sabio pone de presente lo
que es sentido común: no habrá cura alguna para los males de la
sociedad erradicando éste o cualquier otro arbusto. Para el anciano
el propósito de exterminar la coca (Erythroxylon
sp.) es una simpleza. En su mente, no solo es un arbusto sino la
herencia ancestral de cientos de generaciones que a lo largo de
miles de años lo domesticado intencionalmente de acuerdo con sus
necesidades, valores y medio de vida particulares. Sus propiedades
son ampliamente reconocidas: hubo una época en la cual el comercio
entre los pueblos nativos en grandes extensiones de Abi Ayala, como
era referido el continente americano en lengua quichua antes de la
conquista española, se hacía con hojas de coca como medio de cambio
y, hoy día, su nombre a hace parte de la marca registrada de una de
las bebidas más vendidas en el mundo. Pensar que la erradicación la
coca traerá consigo remedio para algún mal social, resulta tan necio
como desterrar de la cultura universal los valores, saberes y medios
de vida de los pueblos que cultivaron y seleccionaron esta planta
útil durante milenios para lograr sus propiedades presentes.
Cuando el chamán terminó, la comitiva de
funcionarios respondió que reconocían el valor cultural de la coca y
otras plantas que inducen experiencias extáticas y manifestaron
respetar su "cultivo y uso restringido" en el contexto de ciertos
grupos nativos.Uno de los más locuaces incluso
sugirió que objeto de su misión quedaría mejor referido con el
término "cultivos de uso ilícito".
Infortunadamente esta expresión más apropiada --que califica
nuestras intenciones y no el cultivo como tal-- no se ha difundido
suficientemente. De ser así, ayudaría a recordar que una parte
importante del mundo en que vivimos hoy es el resultado de un largo
e intencional proceso de manipulación y selección de las formas de
vida y sus sistemas de soporte vital. También nos mantendría
presente que los cultivos que cosechamos, los paisajes en los cuales
vivimos e incluso los patógenos que nos enferman, reflejan los
valores, necesidades y aspiraciones con los cuales hemos moldeado
nuestro entorno de vida.
Como lo dejó claro el chamán con su ironía,
la presencia o ausencia de alguna planta o entorno de vida no harán
del mundo un lugar más seguro, sano o sostenible. Lo hace nuestra
capacidad para tramitar la satisfacción de nuestras necesidades y
aspiraciones humanas: como animales políticos –
sujetos tanto de impulsos como de intenciones – nuestra
naturaleza nos encara a cada instante con la inaplazable elección
entre infinitas posibilidades de transformar el mundo para resolver
nuestras carencias yapetencias.
Qué hacer con el mundo que tenemos a la mano es algo que se debe
deliberar a diario, tanto en nuestro dialogo interno e íntimo, como
en el debate público. En relación con este asunto, lo " tecnológico"
avasalla a todos los demás discursos en el presente. El imaginario
público ha sido cautivado hace tiempo por sus encantos. Ante la
amenaza de choques catastróficos o cumulativos, como es el caso del
cambio climático, la guerra, las epidemias, la erosión o los
colapsos económicos generalizados, la tecnología representa un
recurso que inspira enorme confianza. La experiencia anterior
permite verificar sus bondades y capacidad para satisfacer las
necesidades presentes y futuras, debido a que a través suyo se
incrementa de manera continuada el tamaño y la diversidad de los
activos de los cuales se deriva un flujo permanente de bienes y
servicios para atender nuestras demandas y requerimientos. Además la
tecnología es el principal pilar sobre el cual está fundada nuestra
capacidad ilimitada de generar nuevo conocimiento. Pronto los
motores de hidrógeno – que solo emiten vapor de agua – reemplazarán
económicamente las contaminantes máquinas de combustión interna.
Sin embargo, la tecnología no trae consigo
sólo bendiciones. Un mundo de posibilidades ilimitadas puede
resultar una engañosa quimera. Puede conducir a reducir – en vez de
incrementar – la
base de activos que heredarán las generaciones futuras. La trampa
yace en la noción de los "sustitutos óptimos". El discurso
tecnológico implícitamente difunde la creencia que mediante el
mejoramiento de la intensidad y eficiencia con la cual hacemos uso
de la energía e información en nuestras vidas diarias, hemos
encontrado la senda óptima para satisfacer de manera segura y
sostenible nuestras necesidades y aspiraciones. Aún, incluso,ante el agotamiento eventualde algunos bienes y servicios que hoy
fluyen de la base de activos naturales de la cual disponemos hoy.Como los combustibles fósiles algún
día serán perfectamente sustituidos por una combinación óptima de
insumos que nos permitirán reemplazar su uso por hidrógeno – uno de
los elementos más abundantes en la naturaleza –, entonces
aparentemente resulta aceptable agotar los yacimientos de
combustibles fósiles en el presente, a cambio de la expectativa de
que en un futuro habremos acumulado suficiente conocimiento para
calibrar el uso del potencial energético del hidrógeno.
Quizás un canje así sea deseable. Piénsese
por ejemplo en la "desmaterialización" de los insumos para la
industria. La colza o nabo silvestre (Brassica
napus,var. olifera) es un cultivo de alto rendimiento con
excelente respuesta a fertilizantes, y es posible encontrar la
manera de hacerle modificaciones genéticas para producir de sus
semillas aceite vegetal con las propiedades del aceite e coco, mucho
más valioso y lucrativo que el aceite de colza natural. Esta
manipulación no sólo incrementa la eficiencia, lo que beneficia a
los consumidores, sino que además genera derechos de propiedad
intelectual y regalías para financiar nuevas investigaciones y
desarrollos tecnológicos. Todo esto propicia el crecimiento
económico. Las variedades naturales de la palma de coco –
que en gran medida fluyen de la base de activos naturales de la
tierra – no
ofrecen ninguna oportunidad económica semejante. Nadie niega la
conveniencia de conservar las variedades de coco, pero a la vez hay
que reconocer la capacidad superior de la tecnología para generar
ingresos por medio de bienes y servicios más perfeccionados. La
sustitución óptima incrementa el valor de las base de capital
disponible para generar ingresos. Esta vía de argumentación
fácilmente lleva a pensar que la tecnología representala senda óptima para acumular activos
no sólo en el presente, sino también para las generaciones del
futuro.
Tal conclusión resulta verdadera solo en
tanto las generaciones futuras continúen considerando que el
potencial humano se desarrolla por medio del acceso a más y mejores
bienes, como sería el caso del aceite de colza modificado ya
referido. No obstante, es posible que en futuro la gente encuentre
que hay otros potenciales humanos para desarrollar y
consecuentemente elijan parámetros distintos a los del presente para
definir sus demandas y
aspiraciones.
Supóngase que en el futuro se elija
desarrollar "bienes inmateriales" como sería la satisfacción con la
calidad y diversidad global del entorno social, cultural y biofísico
del planeta al cual pertenecemos físicamente.Quizás la tecnología del futuro les
permitirá reversar el agotamiento de activos naturales sobre los
cuales se base el estilo de desarrollo presente. Pero para hacerlo,
las generaciones tendrían que incurrir en un costo impuesto desde
ahora por los valores y parámetros del presente. De manera que la
"sustitución óptima" afectalas oportunidades de desarrollo de las
generaciones futuras.
Por fortuna las consecuencias y riesgos
asociados con nuevas tecnologías no han sido ignoradas por el
escrutinio público. Los críticos reconocen que el óptimo es un
criterio importante que conduce a la eficiencia, por cual es valioso
para moldear e informar nuestras necesidades y aspiraciones. Pero
los óptimos traen consigo la estrecha mira del conocimiento
especializado utilizado para su definición. Las dimensiones
múltiples de nuestras necesidades y aspiraciones tienden a ser
simplificadas o ignoradas en aras de la eficiencia. En consecuencia
opera en ese proceso una trampa cognitiva peligrosa: en el empeño de
hacer comercializable un nuevo producto o servicio, quienes están
involucrados directamente en el desarrollo del óptimo tecnológico
suponen que sus innovaciones serán exclusivamente aquello que sus
criterios de diseño han especificado, por lo cual resultan propensos
a subestimar o ignorar por completo los riesgos inherentes e
implicaciones sociales desde la perspectiva de otros criterios como
la equidad o su aceptabilidad. Las técnicas crueles e inhumanas
desarrolladas para aumentar el rendimiento económico en la
producción animal en confinamiento, es un caso ilustrativo.
Por consiguiente, resulta peligroso utilizar
el óptimo como el criterio principal para moldear las opciones de
vida y entorno presentes y futuros debido a la referida trampa
cognitiva. No es prudente confiar en que quienes desarrollan
tecnologías estén en posición para descubrir los riesgos e
implicaciones de sus propios inventos.De allí la preocupación que causa la
apatía del público en general frente a la tarea de formar una
opinión informada y equilibrada en torno a lo que resulta aceptable
e inaceptable en relación con la tecnología y las transformaciones
del entorno natural. Con demasiada facilidad la persona en la calle
rotula el asunto como "excesivamente complejo", para justificar que
es mejor dejar esas decisiones en manos delegisladores o los funcionarios de
gobierno.
Lo que está en juego es la manera en la
sociedad valora la actual senda de acumulación: ¿cuánto afectan sus
externalidades negativas a quienes habitan otros lugares del globo
al igual que a las generaciones futuras? ¿Es aceptable suponer que
aquello que hoy consideramos como "externalidades positivas" será
valorado de la misma manera en todo lugar y tiempo? No son estos
interrogantes nuevos. Los nativos amerindios los tenían presentesen el siglo XIX cuando respondieron la
oferta del gobierno federal de Estados Unidos de América de comprar
sus tierras ancestrales. Su réplica: el mundo que tenemos a la mano
lo está en condición de préstamo y es nuestra responsabilidad
asegurar que pasará a las siguientes generaciones sin ningún
compromiso ni elección irreversible impuesta de antemano.
Hay que reconocer que en la actualidad
resulta más difícil que hace 150 años juzgar con baseen el criterio de "reversibilidad",
pues los avances tecnológicos permanentemente modifican lo que antes
se pensaba era irreversible. Esta es la razón por la cual no es
apropiado medir la sostenibilidad mediante la disponibilidad o
agotamiento físico de la base de recursos existentes. No obstante,
en principio es deseable disponer de algunos parámetros que permitan
a cada generación juzgar si está pasando a la siguiente una base
activos naturales y de capital sin compromisos que limiten
indebidamente sus elecciones autónomas. Ello permitiría garantizar a
la siguiente generación la oportunidad de poder elegir sus propias
metas de desarrollo humano y senda para la asignación de los
recursos a su disposición. Con ese propósito en mente se han
propuesto una serie de opciones, entre ellas orientar el desarrollo
tecnológico hacia la comprensión y manejo más eficientes de los
recursos naturales renovables, el establecimiento de una tasa de
extracción de los recursos no renovables equilibrada con la de
creación de sustitutos renovables y la protección y fomento de la
diversidad de sistemas de creencias, de conocimientos, de
organización y de entornos de vida, a fin de incrementar las
posibilidades humanas de adaptación a múltiples escenarios defuturo en nuestro planeta.
Lo cual conduce a una reflexión final
derivada del pensamiento del chaman acerca de la naturaleza y los
propósitos humanos: los valores e intenciones que resultan
sostenibles en determinados contextos culturales y entornos de vida,
no necesariamente son universales. Plantas útiles como la coca y
otras plantas que producen experiencias de éxtasis han sido
elementos centrales para el orden, la identidad y la cohesión social
en el contexto de pueblos aborígenes en todo el mundo. Sin embargo,
los derivados de tales plantas se han convertido en veneno
incontrolable en otros contextos culturales. Lógicamente es
previsible que lo opuesto también surta efectos similares: elementos
centrales del orden, identidad ycohesión en países Occidentales
"normales", pueden ocasionar efectos perversos al ser trasplantados
e impuestos a otras sociedades.
Ï