PROCESO DE PAZ

“CONVENCIÓN NACIONAL: UNA PROPUESTA PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD”


Ejército de Liberación Nacional ELN – Comando Central

Nicolás Rodríguez B.

Antonio García

Pablo Beltrán

Ramiro Vargas M.

Oscar Santos

 

 

Ante la gravedad de la crisis que padece Colombia y ante el conflicto generado y reproducido por ella misma, el ELN se ha aproximado a la búsqueda de una solución política, y en el diálogo con anteriores gobiernos captó los vacíos existentes en sus políticas, y más que estrategias de paz, sólo encontró la disposición de acabar con el movimiento insurgente, ya sea por la vía de la desmovilización o por la de su reducción militar. Política equivocada en la medida que desconoce que el conflicto armado tiene sus raíces en la crisis estructural producto de los malos gobiernos.

En gobiernos anteriores, como el de Gaviría o el de Samper se intentó el diálogo; pero fueron actitudes efímeras en la medida en que asumieron una postura coyuntural y al final terminaron apostándole a la guerra o a las conveniencias políticas. Con estos antecedentes el ELN vio más productivo adelantar un diálogo con los diversos sectores de la sociedad, con el fin de estructurar una política más permanente y coherente que permita encontrar salidas a la crisis del país. El país no puede seguir dejando las banderas de la paz a manos de los gobiernos, pues para ellos sólo tienen alcances coyunturales, cosa que al final de sus mandatos dejan una crisis más aguda y los problemas quedan, como siempre, en  las manos de la sociedad, en las manos del pueblo.

Por eso para el ELN es determinante establecer un diálogo directo con los diversos sectores de la sociedad, porque en últimas los problemas habremos de encararlos los colombianos, el tiempo de los gobiernos parece que paso, pues más de cuatro décadas dejan ese saldo negativo en sus gestiones. En la actualidad Colombia atraviesa por una crisis profunda, donde el nivel de desorganización de la sociedad ha llegado a tales dimensiones que coloca en tela de juicio un futuro para Colombia, varios analistas se atreven a decir que está cuestionada su existencia como proyecto de Nación o sociedad, si no se atina a resolver los problemas estructurales que la mantienen atada a un posible precipicio. Este es el reto que debemos resolver si queremos abordar con optimismo el próximo milenio.

 

LA CRISIS NACIONAL

Los problemas estructurales tienen su origen en la injusta y antidemocrática organización económica, social y política, agudizados por el terrible desorden generado por los malos gobiernos a lo largo de historia del país. En tal sentido, al no existir un proyecto de sociedad estable donde todos los colombianos seamos tenidos en cuenta y nos comprometamos con su destino, como un camino construido colectivamente, será difícil pensar una Colombia para el próximo milenio. Por eso el futuro es viable solamente si comprendemos que nuestra sociedad debe ser reconstruida desde sus cimientos mismos, entendidos estos como la justicia social, la democracia, la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, la libertad, la solidaridad, la tolerancia, pero sobre todo con el compromiso de un Estado que entienda que estos son postulados que él debe acatar primero que todos y por los cuales debe velar. 

Pensar en un futuro económico, implica asumir un modelo económico que esté en correspondencia con un diseño de sociedad, que de cuenta del mejoramiento ascendente del bienestar del pueblo. La economía no puede ser asumida con el criterio de obtener ganancias para unos pocos y en consecuencia, no puede ser un factor de la desorganización social, sino por el contrario garante de su estabilidad.

La estructura de poder en Colombia se ha edificado sobre la práctica de la corrupción, que le ha permitido a la clase política y a los sectores económicos privilegiados amasar y crear grandes fortunas apropiándose de los dineros públicos; dineros que son de propiedad del conjunto de la sociedad. Y como resultado de este robo sistemático e histórico se ha abandonado todo proyecto de desarrollo y promoción social, y a la postre se continúa con el deterioro del bienestar y la justicia social.

La corrupción ha convertido al Estado en instrumento de las elites para lucrarse, y el clientelismo ha sido la dinámica política que hizo posible la perpetuación de los caciques de la política regional y nacional en el poder, para continuar con el robo sistemático del patrimonio del pueblo. La corrupción ha sido eso; la manera de robarse y de saquear los dineros que la mayoría de los colombianos contribuyen con los impuestos, es un robo a las mayorías del país, a los pobres de Colombia y esos dineros terminan en manos de los ricos. Por otro lado, estas elites, a diferencia de otros países, jamás se han preocupado por ser factores de desarrollo económico o social, sino que se han tornado en verdaderos parásitos de la nación.

Este modelo económico se fundamenta en el enriquecimiento de pocos a través de un doble robo, realizado a través de la explotación económica por parte de las grandes empresas industriales y comerciales, con bajos salarios y con la venta de sus artículos a la población, por un lado, y además con la apropiación de los impuestos. En síntesis, es doblemente injusta la estructura económica sobre la cual se viene edificando la sociedad, y por tanto la corrupción y el clientelismo tienen que ser erradicados en el nuevo ordenamiento social que nos merecemos todos. De otro lado la corrupción ha desmotivado a todos los sectores económicos no corruptos frente a cualquier política tributaria, ya que entienden que los dineros recaudados jamás se destinan para el beneficio de la sociedad.

Múltiples exigencias han sido planteadas a los gobiernos en diversos momentos de la historia del país, pero las mismas elites se han empecinado, a través de los instrumentos del poder estatal, en reprimir e implementar una guerra contra todo aquel que no comparte este sistema de corrupción e injusticia.

Por lo anterior los empresarios y demás sectores económicos tienen que responder a este modelo de sociedad que planteamos construir y así en todos los diversos órdenes, una organización social que garantice de una manera estable un mejor vivir, un mejor bienestar, un mejor futuro, la libertad, la igualdad y la justicia social. Esto nos permitirá a avanzar hacia el próximo milenio. Como podemos ver, se requiere indiscutiblemente una sociedad organizada. Los empresarios y demás sectores económicos deben comprender que construir una sociedad estable tiene sus costos, y que solamente en la medida que existan mayores niveles de inversión social podrá generarse en la realidad una sociedad con justicia social, base fundamental para la estabilidad de Colombia.

Lo que hoy tenemos ante nosotros es el desorden generado por los diferentes factores de poder en Colombia, que nos llevan a decir sin ninguna duda que en este desorden ni “el mismo Estado existe”, pues no lo vemos por ningún lado, y cuando aparece sólo lo hace para reprimir o para imponer una autoridad por encima de las realidades de la sociedad, sin atinar a solucionar los graves problemas existentes y con esta práctica histórica de gobernar cualquier proyecto de sociedad futura no será posible.

El Estado colombiano en gran medida está privatizado, ya que no es homogéneo y se encuentra fragmentado en sectores que responden a los intereses y privilegios de las elites económicas y políticas del país. Además es altamente tributario ya que el grueso de su presupuesto proviene de la recaudación de impuestos del conjunto de la población, presupuesto que en vez de destinarse a la inversión social, se distribuye en la eterna burocracia o se destina a engrosar los bolsillos, a través de los contratos, a quienes controlan el poder. En últimas no es un Estado que se preocupe por ser productivo, por crear nuevas riquezas y más bien la poca que se produce no se destina al bienestar del conjunto de la sociedad.

De otro lado, a más de no existir un Estado claramente configurado, con unas funciones definidas, y una doctrina neoliberal que se empecina con acabar con su función social, podemos concluir que la ausencia del Estado se profundiza y su existencia se hace errática, y sin lugar a dudas es sobre las ausencias del Estado, sobre la evasión de sus responsabilidades que cabalgan las estructuras que propician la violencia, el crimen, la corrupción y las búsquedas atrevidas o equivocadas que hacen los individuos o sectores de la sociedad. Lógicamente sobre estas mismas ausencias existe la insurgencia como proyecto de cambio y transformación de la sociedad.

En esta misma realidad es imposible hablar de civilidad o de la existencia de ciudadanos en Colombia, donde podamos decir “que todos somos iguales ante la ley”, o que “podamos concurrir libremente al mercado”, o que “tengamos igualdad de oportunidades”, esos fundamentos sobre los que supuestamente se levanta su legalidad dejaron de ser realidad hace décadas en Colombia, y el Estado se apuntó a su autodestrucción en la medida que dejó de velar por estos postulados. Además porque al colocar los bienes públicos como festín para sus bolsillos las elites políticas privatizaron lo poco que existía de Estado, y fue esto en últimas lo que terminó por desorganizar la sociedad, y al quedar ésta totalmente desorganizada no le puede exigir al Estado el cumplimiento de sus responsabilidades. En otras palabras, las elites del poder económico y político privatizaron el Estado al adueñarse de los dineros públicos, de los bienes públicos, de las riquezas nacionales, con esto favorecieron sus propios intereses y abandonaron sus responsabilidades con el conjunto de la sociedad. Esta es la parte global o la razón fundamental de la crisis del país.

Esta crisis que se profundiza aún más como producto de la intolerancia y la exclusión, ya que en Colombia está prohibido pensar diferente al establecimiento, y la crítica ha sido históricamente perseguida y condenada a muerte. Hoy en día, podemos decir que la crítica a la injusticia social, la crítica a la antidemocracia, o la lucha social, sólo es posible adelantarla por parte de aquellos colombianos que tenemos la capacidad de proteger la vida con las armas.  Por eso decimos que la exclusión política por la vía de la persecución y el asesinato de los contradictores e inconformes terminó de desorganizar la sociedad y perpetuar los planes para un proyecto de sociedad elitista y antidemocrática, por eso no es casual que cualquier forma de organización y protesta de las comunidades y sectores sociales continúan siendo exterminadas sin piedad.

Al plantearnos la existencia de una sociedad civil, la concebimos como el conjunto de todos aquellos que estamos por fuera del Estado y que necesariamente tenemos unas libertades en la medida que también tenemos unos derechos, y que esas libertades y derechos son garantizados por el Estado; pero esto difícilmente puede existir en los marcos de una sociedad que el mismo Estado se ha empeñado en desorganizar.

La sociedad civil como tal sólo puede existir como sociedad organizada que pueda exigirle al Estado el cumplimiento de sus obligaciones.  En este marco de ideas y realidades podemos afirmar que en Colombia no existen DERECHOS en la medida que no existe un Estado que los garantice y vele por ellos,  menos aún cuando su misma existencia se halla cuestionada. Estamos entonces, desde hace mucho tiempo, ante la inexistencia de unos DERECHOS que nos exige la elaboración de una nueva concepción frente a los mismos, que es la concepción de cuáles deben ser nuestras OBLIGACIONES como seres humanos en la realidad de una sociedad en crisis. 

En últimas, como en el país nadie nos garantiza los DERECHOS, tenemos la OBLIGACIÓN de luchar por la vida, el bienestar, la libertad, la democracia y la justicia social, entre otros. Por eso la doctrina de los derechos humanos en Colombia debe replantearse definitivamente, porque si no existe un Estado que los garantice, estos no podrán existir. Esta es la nueva realidad a la que estamos abocados hoy.

Por eso, pensando hacia el futuro, la existencia de una ciudadanía implica necesariamente tener más derechos, más libertades, por tanto el nuevo Estado tendrá que garantizarlos. Esto quiere decir que necesitamos un Estado responsable con sus obligaciones, que cumpla y le responda a una sociedad organizada, y además le garantice un proyecto de futuro.

 

CRISIS Y GLOBALIZACIÓN

Como muchos de los factores que inciden en la desorganización de nuestra sociedad, no podemos dejar de mencionar a los Estados Unidos de Norteamérica como agente desestabilizador permanente, pues sus políticas intervencionistas en todos los órdenes, que junto al fenómeno de la globalización, han terminado por agudizar la crisis del desorden social.

La globalización, si bien  ya es un hecho y una realidad económica en el mundo, está pensada desde una óptica neoliberal, y no necesariamente tiene que darse sobre la base de este modelo. Creemos que existen otras realidades económicas y sociales que comporta el mundo que deben ser  tenidas en cuenta, porque globalización no puede ser sinónimo de exclusión o uniformidad, sino que tiene que ser un proceso fundamentado en la solidaridad y el respeto a lo diverso, de una mayor comprensión de las diversidades económicas y los desniveles en el mundo, de respeto a las culturas, de respeto a los procesos desiguales y particulares que se dan en el planeta. Entonces, no necesariamente tiene que ser una organización neoliberal, sino que debe darse sobre otros procesos donde se tome en cuenta otros sistemas económicos, que al articularsen a una dinámica económica mundial, las transnacionales no sean las que impongan las condiciones y obliguen el cumplimiento de unos derechos para ellas, sino donde los derechos los tengan los pueblos y las  mayorías de las diferentes partes del mundo.

 La globalización no puede ser entendida como la unificación del mundo en torno a una sola cultura, que no puede ser la cultura norteamericana la que nos imponga. Que no puede ser sobre este parámetro monocultural que se debe vislumbrar el próximo milenio, sino sobre la base del respeto a las diferentes culturas que en el mundo se han desarrollado y que incluso tienen una historia más milenaria que los 200 años de los EE.UU.. La globalización habrá de ser pensada y construida sobre una visión más amplia, tanto en lo económico, lo cultural, como en lo político y militar, no puede ser reducida a los marcos del neoliberalismo, ni a la imposición de la cultura norteamericana, ni a los dictámenes de la ONU y la OTAN.

El nuevo milenio precisa de un mundo donde exista respeto a la historia de los pueblos y a la diversidad cultural, reconocimiento a la existencia de otros procesos de organización social y económica, e indiscutiblemente de otros escenarios democráticos donde las definiciones en el orden internacional consulten realmente a los pueblos, naciones y Estados del mundo.

La participación de Colombia en el mundo globalizado, tiene que ser pensada desde un proyecto propio, desde un sistema social construido por los colombianos y que no solamente sea definido por quienes piensen que pueden sacar ventajas económicas o políticas, sino que nuestra articulación al proceso de globalización tiene que darse sobre la base de una participación democrática  de todos los colombianos, o sea, sobre la estructura de sociedad que pensemos desarrollar. Es desde ahí donde debemos articularnos a cualquier dinámica mundial, y es esa estructura social la que deberá respetársenos para que nuestra vida en un marco global nos favorezca y permita la promoción y desarrollo de nuestro sistema social. En síntesis, que la forma de articularnos al contexto internacional no puede ser un desestabilizador, un desorganizador o que atente contra los intereses del conjunto de nuestra población. Y que nuestra cultura, nuestros valores, nuestra historia no tienen por qué ser suplantados, ni destruidos.

Pensar la globalización de esa manera implica ser conscientes que la crisis colombiana en el terreno social, económico, agrícola, e industrial, de no resolverse en la actualidad o en el futuro inmediato, puede llevarnos a colapsar como sociedad, al igual como viene aconteciendo en varios países de África y América Latina y no podríamos extrañarnos, por que en el peor de los casos, nos podemos estar aproximando a ser una sociedad desechable. 

¿Por qué? Porque efectivamente nuestra estructura económica no podrá responder a los niveles de competitividad internacional, situación que nos hace más frágiles porque nuestro sistema económico no está sustentado en la productividad, sino que vivimos del rebusque y del reciclaje comercial, actividades propias de la realidad económica informal que somos, que no son el resultado de una articulación del conjunto de la población a un sistema de producción de riquezas. Además al tener un Estado totalmente tributario, despreocupado y ausente por la generación de riqueza, no tendrá en el futuro la suficiente capacidad para garantizar la sobrevivencia de nuestra población.

Si bien en el mundo se da la superabundancia o superproducción, no se ha podido solucionar el problema del hambre y de la escasez en países enteros, no porque no exista tecnología o ciencia. Todo esto existe y los problemas realmente podrían resolverse, pero lógicamente se necesita de un pensamiento y una visión que hagan posible la existencia de un mundo verdaderamente solidario, donde además se respete el ecosistema, la naturaleza, donde se viva en armonía con ella y de igual forma entre los seres humanos.

Pero la realidad existente con la proliferación de nacionalismos y la radicalización de las etnias en la búsqueda por construir sus propios Estados, está abriendo una grieta más para la estabilidad mundial, crisis que es producto del afán de borrar las propias identidades de los pueblos y de imponer una sola cultura universal.

Se habla de la existencia del fundamentalísimo que hay que erradicar, para ocultar el verdadero fundamentalísimo que invade, presiona y atropella. No podemos negar que exista esa presión por invadir la esfera cultural de las naciones a través de la televisión y demás medios de información norteamericanos, con valores ajenos a la historia y costumbres de continentes enteros. Este  fundamentalísimo no solamente responde a pensamientos, si no a acciones que se realizan desde las elites del poder mundial transnacional por imponer una sola cultura en el mundo, la cultura de volver necesario lo innecesario.

Para que Colombia no termine como un país desechable, se requiere que abordemos la construcción de una nueva sociedad, basada en la participación democrática de las mayorías nacionales, que trabajemos por el establecimiento de una estructura social profundamente solidaria, que haga de la justicia social y la libertad las razones últimas de su existencia. Un sistema económico donde existan diversas formas de propiedad y de producción: estatal o pública, privada y colectiva.  Sistema regulado por unas políticas tributarias, laborales y de seguridad social, entre otras, que sean la garantía para una convivencia digna para todos los colombianos. Esta nueva sociedad también debe reconstruir nuevas formas de gobierno y de ejercicio de la política, donde no sean las elites políticas tradicionales quienes sigan gobernando, sino que el ejercicio de gobernar no pueda seguir siendo monopolizado por los políticos de profesión, sino donde el ejercicio del poder pueda ser asumido de manera directa por las mayorías organizadas del país.

Al igual que este problema de orden internacional, existen otros, que exigen de una postura crítica.

Nuestras sociedades no pueden seguir soportando la devastación de la naturaleza y la profunda alteración del ecosistema como producto de una explotación irracional de los recursos naturales de cualquier índole que sean, se tiene que introducir transformaciones sustanciales a la visión que sobre el desarrollo se tiene, pues la existencia de las futuras generaciones no puede comprometerse de manera tan irresponsable.

 

NUESTROS POSTULADOS

El nuevo  proyecto de sociedad tiene que levantarse necesariamente sobre la base de dos postulados fundamentales:

1. Sobre un postulado moral.

2. Sobre un postulado ético.

El postulado moral que tiene que ver esencialmente con la historia de nuestra sociedad, en lo que fue, en como fue, en los valores que construimos a lo largo de esa historia, en la fuerza que representan eso valores que se impulsaron y se desarrollaron y cómo ellos se fueron convirtiendo en costumbre e hicieron de nuestra sociedad lo que hoy es. A esto es a lo que nosotros llamamos el planteamiento moral; o sea que necesariamente nuestra sociedad tiene que ser histórica, al igual que las fuerzas políticas, los movimientos y los partidos; porque todos nosotros representamos un papel en la historia del país.

Un planteamiento ético que quiere decir lo que debe ser nuestra sociedad hacia el futuro, cuáles habrán de ser los fundamentos que nos orientan hacia la nueva sociedad, o sea él deber ser. Porque para nosotros el centro de la ética tiene que ser la libertad del hombre, y la libertad de los pueblos para construir su destino de manera autónoma. Y todo habrá de estar en función de fortalecer este postulado. Entonces la construcción de una sociedad siempre debe gravitar alrededor de los dos planteamientos.

Quienes no respeten este tipo de planteamientos difícilmente podrán aportar de manera constructiva a un nuevo país. Y es en esa dirección que planteamos que no podrán ser actores políticos de las transformaciones de la sociedad quienes la destruyen, quienes han producido la desolación en campos y ciudades, quienes han producido las masacres y el éxodo que padecen los cientos de miles de desplazados producto del terrorismo de Estado y su acción unificada con el paramilitarismo.

De igual manera se necesita de un planteamiento sin ambigüedades frente al narcotráfico, ese mal que corroe la médula de las nuevas sociedades, y que en el caso particular de Colombia la tornó en una sociedad mafiosa, contaminando la economía, la política, la cultura y todos los ámbitos vitales de su existencia. El ELN, seguirá reclamando un deslinde categórico frente a cualquier práctica que tenga que ver con el narcotráfico, y abogará por una política integral y de comprometimiento de la comunidad internacional para afrontar las graves consecuencias de este flagelo.

En este orden de ideas pensamos las mayorías, por eso se hace imprescindible que nos encontremos todos e iniciemos esa reflexión colectiva tan necesaria, pues los gobiernos actuando por su cuenta han resultado incapaces de resolver la crisis y ofrecer un futuro cierto para Colombia. Además estamos convencidos que las comunidades han dado muestras de más sabiduría y encontrarán nuevas formas para hacer las políticas, que permitirán reconstruir nuestra sociedad.

 

CONVENCIÓN NACIONAL

La C. N. es un escenario determinante que nos permitirá reflexionar a todos los colombianos sobre la gravedad de la crisis que vive Colombia y sobre esa reflexión comprender cuales son los problemas estructurales que padece el país.

Si bien sabemos que Colombia está sobre diagnosticada, lo importante es que todos esos diagnósticos que se hacen desde diferentes ópticas los podamos colocar en común, y sintonizarnos con la lectura que tenemos de nuestra realidad.  Entonces, el escenario de C. N. nos permitirá identificarnos frente a los problemas estructurales de nuestro país.

El espacio de C. N. contribuirá a buscar salidas a los problemas, a encaminarnos en el rumbo que queremos los colombianos. Porque existe una gran expectativa en todos cuando decimos que Colombia esta mal, que debe cambiar. Pero esta expectativa la resolvemos en la medida que nos pongamos de acuerdo, en el país que queremos.

La Convención Nacional tiene que crear un nuevo liderazgo que se fundamente en la idea sobre la necesidad del cambio, en la dirección y rumbo que deben hacerse las transformaciones, que nos habrán de llevar a una sociedad más justa, más igualitaria, con más democracia, con más participación y donde todos los colombianos tengamos responsabilidad con ese modelo de sociedad que pretendemos construir.

Ahora, en este ejercicio de identificación, necesariamente tenemos que escucharnos, y sobre todo a las mayorías nacionales que históricamente han sido excluidas de las grandes definiciones. Debemos hacer un gran esfuerzo para confluir en nuestras ideas y planteamientos, en el análisis de nuestras historias vistas desde diferentes ángulos para crear un pensamiento común y colectivo de Colombia. Indiscutiblemente también tenemos que hacer un gran ejercicio para desaprender visiones, actitudes y prácticas. Tenemos que desaprender en el cómo se ha hecho política en el país, en como se ha construido región y nación, y que superemos esencialmente la construcción de proyectos individualistas, egoístas, y que el aprendizaje converja en el cómo construir una sociedad solidaria  y una visión de futuro colectivo de nuestra Colombia. Debe existir un desaprendizaje de los contra-valores que se han enquistado en nuestra sociedad.

También debemos hacer un ejercicio pedagógico en donde todos aprendamos que los vicios que se han dado a lo largo de la historia han generado  una crisis tan profunda como la que vivimos en la actualidad.

Este ejercicio pedagógico tiene que ser llevado a toda la sociedad, para que esta referencia quede en la memoria de la nación de lo que no debe volverse a repetir. Y para que no sea sólo el análisis que hace una elite política, sino para que todos los colombianos nos involucremos en la construcción de la nueva Colombia. El país no puede seguir siendo dejado solamente en las manos a la elite política, si no que tiene que ser pensado desde los diferentes sectores sociales, donde conjuntamente podamos construir la visión y la idea de la sociedad que queremos.

Si esta propuesta pedagógica se implementa sería la oportunidad de ganar identidad. En otras palabras, que la historia de los países y los pueblos  se construyen colectivamente, este es el principal sentido u objetivo que buscamos con la C.N., pues creemos posible diseñar colectivamente salidas de futuro que interpreten el pensar, el sentir, el querer de todos.

En la Convención Nacional, no se trata de llegar a acuerdos para exigirle su cumplimiento al ELN o la insurgencia, sino que se trata de ponernos de acuerdo en cuáles son los problemas estructurales que han llevado a la crisis a nuestro país, y también para identificar cuáles habrán de ser las transformaciones que se requieren para hacer posible la Colombia que todos queremos. Lógicamente las conclusiones alcanzadas en la C. N. serán un importante referente en los eventuales diálogos del ELN con el Gobierno  que pueden hacer posible acercarnos a la posibilidad de una solución política. Este esfuerzo colectivo no es para exigirle al ELN en lo que tiene que cambiar, sino que es una toma de conciencia en lo que todos debemos cambiar.

 

ACUERDO NACIONAL

La Convención Nacional entonces haría posible establecer un Acuerdo Nacional que nos permita buscar los mecanismos para la transición de esta sociedad, o sea qué mecanismo seria el ideal para poder caminar hacia el cambio deseado. Ese Acuerdo Nacional se encargará de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, de definir los objetivos de la misma, los participantes, la preparación y la forma de participar la nación en ella.

La Asamblea Nacional Constituyente debe dotarnos de los instrumentos que hagan posible transitar hacia el nuevo país, en este sentido ella será la encargada de colocar las bases para la construcción de una nueva sociedad, y esas bases tienen que ver necesariamente con la reorganización de los poderes. Lo cual significa que allí se tiene que definir la nueva estructura de poder que va a liderar la transición, a viabilizar los procesos de transformación en Colombia. Donde los organismos de poder tienen que corresponder al modelo de sociedad que pensamos construir. Es decir, que debe quedar claramente establecido que caminamos hacia la creación de un Estado que responda a la sociedad, un Estado que no esté por encima de esta, sino que esté comprometido con el bien público, con los intereses sociales y para que pueda responder a este proyecto de nuevo país.

No se trata de redactar una nueva carta constitucional, sino el cómo van a quedar estructurados los nuevos poderes, para ser viable la transición a una sociedad estable. Entonces la Asamblea Nacional Constituyente es la concreción del cómo se hará posible la transición hacia una nueva sociedad fundamentada en: la democracia, la libertad, la igualdad, en la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, el respeto del bien público. Donde el ejercicio del poder debe estar en función de la sociedad y no de unos privilegiados, donde la participación democrática de las mayorías sea realmente, al poder exigir como debe ser, la garantía para que el Estado y el gobierno cumplan con sus obligaciones y responsabilidades.

En esa nueva carta no sólo se debe hacer una descripción de normas y de leyes, sino recoger los acuerdos que regularán a la sociedad y al Estado. Que preferiblemente no sea tan extensa, pues lo esencial es, que lo allí consignado sea cumplido por la exigencia de la sociedad y no por la imposición del Estado. Estos acuerdos deben ser conocidos a plenitud por el conjunto de los colombianos,  para que de esta manera puedan exigirle un comportamiento correcto al Estado; porque éste es en últimas quien incumple sistemáticamente las leyes.

 

Montañas de Colombia, Abril del 2000

 


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